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En la antigüedad, los primeros refugios utilizados por el ser humano (Homo erectus)
solían ser temporales y móviles debido al estilo de vida nómada de aquella época.
Los campamentos se construían con materiales ligeros y de fácil transporte: huesos,
cueros, madera, etc. En Chichibu, Japón, se descubrieron agujeros para postes en
una capa de ceniza volcánica que datan de hace 500 000 años. Mientras que en
Francia se hallaron líneas de piedra que servían de base para estructuras de palos
que datan de hace 400 000 años.5 El abrigo, como construcción predominante en las
sociedades primitivas, será el elemento principal de su organización espacial,
varios teóricos de la arquitectura en momentos diversos de la historia (Vitruvio en
la antigüedad, Leon Battista Alberti en el Renacimiento, y Joseph Rykwert más
recientemente) evocaron el mito de la choza primitiva. Este mito, con variantes
según la fuente, postula que el ser humano recibió de los dioses la sabiduría para
la construcción de su abrigo, configurado como una construcción de madera compuesta
por cuatro paredes y un tejado a dos aguas.6
Desde la década de 1980, a medida que la complejidad de los edificios comenzó a
aumentar (en términos de sistemas estructurales, servicios, energía y tecnologías),
el campo de la arquitectura se volvió multidisciplinario con especializaciones para
cada tipo de proyecto, experiencia tecnológica o métodos de entrega de proyectos.
Además, ha habido una mayor separación entre el arquitecto de 'diseño' y el
arquitecto de 'proyecto' que asegura que el proyecto cumple con los estándares
requeridos y se ocupa de las cuestiones de responsabilidad. Los procesos
preparatorios para el diseño de cualquier gran edificio se han vuelto cada vez más
complicados y requieren estudios preliminares de cuestiones como durabilidad,
sostenibilidad, calidad, dinero y cumplimiento de las leyes locales. Una estructura
grande ya no puede ser el diseño de una persona, sino el trabajo de muchas. El
modernismo y el posmodernismo han sido criticados por algunos miembros de la
profesión arquitectónica que sienten que la arquitectura exitosa no es una búsqueda
personal, filosófica o estética de los individualistas; más bien, tiene que
considerar las necesidades diarias de las personas y utilizar la tecnología para
crear entornos habitables, y el proceso de diseño se basa en estudios de ciencias
sociales, ambientales y del comportamiento.
En general, los más reconocidos arquitectos del siglo XX, entre los que se puede
mencionar a Mies van der Rohe, Le Corbusier, Frank Lloyd Wright, Louis Kahn, Alvar
Aalto, Luis Barragán, Tadao Andō, Richard Meier, César Pelli o Pedro Ramírez
Vázquez han dado a su oficio una definición distinta, enfocando su finalidad de
manera diferente. William Morris, fundador del Arts and Crafts, dio la siguiente
definición:
La diferencia sustancial entre la versión de Perrault y las anteriores radica,
según José Luis González Moreno-Navarro, en que Perrault tergiversa «el carácter
sintético de la arquitectura en una visión estrictamente analítica y fragmentada en
tres ramas autónomas [lo que] es una consecuencia de su estructura mental […]
formada a lo largo de una vida dedicada al análisis de los organismos vivos, que
evidentemente en ningún momento recomponía y volvía a dar vida». Por el contrario,
según Vitruvio:
En el ámbito académico el proceso producción arquitectónica, o de proyecto,
involucra la sensibilidad como medio de recorte de las diferentes disciplinas
asociadas, y aun cuando en épocas pasadas se escribieran extensos tratados, hoy en
día lo legal y lo técnico dictan las normas, pero no los modos. Es entonces la
arquitectura —desde lo contemporáneo y apoyada en los nuevos recursos tecnológicos—
un ejercicio en el que efectivamente se envuelven orden, síntesis, semiología,
materia, pero aún más importante que aquello, es un trabajo creativo, innovativo,
inédito, siempre que se excluya la arquitectura producida desde la industria
inmobiliaria.
La importancia de la arquitectura en el siglo XX ha sido enorme, pues su ejercicio
fue responsable de no menos de la tercera parte de los materiales acarreados por la
humanidad en ese lapso.11
A principios del siglo XIX, Augustus Welby Northmore Pugin escribió Contrastes
(1836) que, como sugería el título, contrastaba el mundo industrial moderno, que él
despreciaba, con una imagen idealizada del mundo neomedieval. La arquitectura
gótica, creía Pugin, era la única «verdadera forma de arquitectura cristiana».17 El
crítico de arte inglés del siglo XIX, John Ruskin, en su Seven Lamps of
Architecture, publicado en 1849, era mucho más limitado en su visión de lo que
constituía la arquitectura. La arquitectura era el «arte que dispone y adorna de
tal manera los edificios levantados por los hombres… que la vista de ellos»
contribuye «a su salud mental, poder y placer».18 Para Ruskin, la estética tenía
una importancia primordial. Su trabajo continúa afirmando que un edificio no es
verdaderamente una obra de arquitectura a menos que esté «adornado» de alguna
manera. Para Ruskin, un edificio bien construido, bien proporcionado y funcional
necesitaba al menos hileras de cuerdas o rustificación.18
Entre las filosofías que han influido en arquitectos modernos y su enfoque para el
diseño de edificios son Racionalismo, empirismo, estructuralismo,
postestructuralismo, deconstrucción y la fenomenología.
Desde este punto de vista, aunque los medios de la arquitectura puedan consistir en
muros, columnas, forjados, techos y demás elementos constructivos, su fin es crear
espacios con sentido donde los seres humanos puedan desarrollar todo tipo de
actividades. Es en este «tener sentido» en que puede distinguirse la arquitectura
(como arte) de la mera construcción. Así es como esta es capaz de condicionar el
comportamiento del hombre en el espacio, tanto física como emocionalmente.
Aunque en la actualidad suele considerarse que la principal actividad de la
arquitectura va dirigida al diseño de espacios para el refugio y la habitación (las
viviendas), solamente a partir del siglo XIX comenzaron los arquitectos a
preocuparse por el problema del alojamiento, la habitabilidad y la higiene de las
viviendas, y a ampliar su ámbito de actuación más allá de los monumentos y
edificios representativos.[cita requerida]