Cuando coloquialmente se habla de estadística, se suele
pensar en una relación de datos numéricos presentada de forma ordenada y sistemática. Esta idea es la consecuencia del concepto popular que existe sobre el término y que cada vez está más extendido debido a la influencia de nuestro entorno, ya que hoy día es casi imposible que cualquier medio de difusión, periódico, radio, televisión, etc., no nos aborde diariamente con cualquier tipo de información estadística. Sólo cuando nos adentramos en un mundo más específico como es el campo de la investigación de las Ciencias Sociales: Medicina, Biología, Psicología, percibimos que la Estadística se convierte en la única herramienta que permite dar luz y obtener resultados, y por tanto beneficios, en cualquier tipo de estudio, cuyos movimientos y relaciones, por su variabilidad intrínseca, no puedan ser abordadas desde la perspectiva de las leyes deterministas. Desde un punto de vista más amplio, podemos decir que la Estadística se utiliza como tecnología al servicio de las ciencias donde la variabilidad y la incertidumbre forman parte de su naturaleza. La Estadística es la rama de las matemáticas aplicadas que permite estudiar fenómenos cuyos resultados son en parte inciertos. Al estudiar sistemas biológicos, esta incertidumbre se debe al desconocimiento de muchos de los mecanismos fisiológicos, a la incapacidad de medir todos los determinantes de la enfermedad y a los errores de medida que inevitablemente se producen. Así, al realizar observaciones en clínica o en salud pública, los resultados obtenidos contienen una parte sistemática o estructural, que aporta información sobre las relaciones entre las variables estudiadas, y una parte de “ruido” aleatorio. El objeto de la estadística consiste en extraer la máxima información sobre estas relaciones estructurales a partir de los datos recogidos. Procesos estadísticos Cuando hablamos de proceso estadístico, estamos hablando de una serie de pasos que es recomendable realizar para obtener unos resultados fieles a la realidad que estudiamos en el estudio estadístico que se pretenda realizar. Esto es necesario, ya que si no realizamos estos pasos podemos obtener conclusiones erróneas y, por ende, tomar malas decisiones. Así pues, teniendo esto claro, debemos conocer la serie de pasos y detalles que debemos seguir para que los resultados se adecuen a la realidad y tomemos mejores decisiones. Etapas del proceso estadístico Dependiendo del manual visitado o del autor, podríamos ver diferentes etapas con diferentes nombres. En esencia, casi todos los documentos sobre el tema recogen los mismos apartados, solo que unos engloban varias fases en una y otros fragmentan más el proceso. En nuestro caso, consideramos que el proceso estadístico está formado por: Planteamiento del problema En el planteamiento del problema se sitúa el eje central sobre el que articular todo lo demás. Esta fase responde a la siguiente pregunta: ¿Qué necesito estudiar y por qué? En ocasiones, por increíble que parezca plantear el problema puede hacernos llegar a la conclusión de que en realidad no necesitamos realizar un estudio estadístico. Recogida de datos Una vez hemos planteado el problema debemos recoger los datos. Aquí es importante la metodología. De tal modo que existen diferentes consideraciones. Así pues, debemos establecer el tipo de muestreo, el tamaño de la muestra, el tipo de recolección de datos (por ejemplo, a través de bases de datos o de encuestas personalizadas), en persona, por internet o por teléfono, etc. Organización de los datos Una vez tenemos todos los datos queda unificarlos y organizarlos. Como en todo, necesitamos introducir los datos en programa o plataforma que luego nos permita calcular determinadas métricas y analizar correctamente. Para ello, siempre es conveniente organizar los datos. Es más, a veces necesitaremos recoger datos de diferentes bases de datos que ofrecen formatos de archivos diferentes y será necesario unificarlo todo en el mismo formato. Análisis de los datos Una vez planteado el problema, recolectados los datos y organizados podemos analizarlos de forma eficaz. Dependiendo del planteamiento del problema, se realizará un tipo de análisis u otro. Por ejemplo, si queremos saber si dos variables son dependientes, podríamos utilizar un análisis de cointegración. Mientras que si lo que queremos estudiar es la dispersión total de un activo financiero, calcularemos el rango estadístico. Interpretación de los datos Por último, pero no por ello menos importante, tenemos la interpretación de los datos. De nada sirve realizar todas las fases del proceso estadístico correctamente si al final la interpretación es errónea. Esto es debido a que si la interpretación es errónea, entonces las decisiones tendrá un efecto no deseado. Por ejemplo, imaginemos que realizamos un estudio sobre la variabilidad de las ventas de una empresa. Si una vez obtenemos los resultados resulta que hay mucha dispersión, conviene reducirla y nosotros interpretamos que no, esto podría afectar negativamente a la empresa. El sistema numérico maya Los mayas fueron una de las civilizaciones más avanzadas e importantes de la historia, y contaban con un sistema numérico muy completo y desarrollado, el cual les sirvió como un instrumento para medir el tiempo para el calendario, y realizar cálculos y sencillas sumas. Los números mayas están basados en un sistema de numeración vigesimal, en base al número 20, de raíz mixta. Este sistema de numeración, aun siendo vigesimal, tiene el 5 como base auxiliar. El sistema de numeración maya utiliza tres símbolos básicos o ideogramas: el punto, la raya y los caracoles, semillas o conchas. Asimismo es de suma importancia mencionar que fueron los mayas quienes descubrieron el número cero. Numeración romana Los números empleados por los romanos no utilizan el principio posicional, ya que el valor de los símbolos siempre es el mismo. En la actualidad se sigue utilizando esta numeración en casos específicos, como por ejemplo para escribir fechas (siglo XXI), para numerar capítulos de obras (Capítulo V), para designar nombre de algunas autoridades (Papa II, Rey XV), etc. Los romanos utilizaron letras mayúsculas para representar cantidades. Estas letras que utiliza equivalen a un número específico en la numeración decimal. Las letras que utilizaron y sus valores son las siguientes: I que vale 1; V que vale 5, X que vale 10, L que vale 50, C que vale 100, D que vale 500 y M que vale 1000.