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Cuando los músculos elevadores (es decir, masetero, pterigoideo medial y temporal)
entran en acción, su contracción eleva la mandíbula hasta que se efectúa el contacto y se
aplica una fuerza sobre el cráneo en tres zonas: las dos articulaciones
temporomandibulares (ATM) y los dientes. Dado que estos músculos son capaces de
generar fuerzas intensas, las posibilidades de que se produzcan lesiones en estos tres
lugares son altas. Así pues, es preciso examinar estas áreas con detenimiento para
determinar la relación ortopédica óptima que evite, reduzca al mínimo o elimine las
posibles alteraciones o traumatismos.
2. Considérese ahora a otro paciente que sólo tiene los cuatro primeros molares. Al
cerrar la boca, se realiza un contacto de los molares del lado derecho y del lado
izquierdo. Esta situación oclusal es más óptima, pues, cuando la musculatura aplica
una fuerza, los contactos molares bilaterales proporcionan una posición
mandibular más estable. Aunque existen sólo superficies dentarias mínimas para
aceptar los 18kg de fuerza aplicados durante la función, la presencia de dientes en
el otro lado ayuda a reducir la fuerza aplicada a cada diente (9 kg por diente). En
consecuencia, este tipo de situación oclusal proporciona una mayor estabilidad
mandibular, al tiempo que reduce la fuerza aplicada en cada diente.
Así pues, a modo de resumen, si un diente sufre un contacto que consiga que las fuerzas
resultantes tengan la dirección de su eje longitudinal (vertical), el LPD es muy eficiente en
la aceptación de las fuerzas y las lesiones son menos probables. Sin embargo, si el
contacto dentario se realiza de tal forma que se aplican fuerzas horizontales en las
estructuras de soporte, es mayor la probabilidad de efectos patológicos.