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DIGNIDAD

Jaime Laines- Centro Antonio de Montesinos

Desde el impacto por la experiencia de trabajo en torno al tema de la


trata de personas y la explotación sexual, en el Centro hemos subrayado
la clave ética: la afirmación de la persona como sujeto (moral),
llamado a tomar sus propias decisiones para elegir cómo vivir
plenamente humanamente. La trata niega radicalmente la calidad de
sujeto de la persona. Lo contrario de un sujeto moral es un objeto,
manipulable a discreción. Al cosificarse el individuo, pierde su calidad de
persona, no puede responder humanamente. En todos los procesos de
violencia, degradación y eliminación, lo primero que hace el agresor es
quitarle al ‘otro-a’ su calidad de sujeto humano-persona, para poder
hacer lo que quiere con él desde su interés ego-céntrico. Ej. la shoah u
holocausto, en los campos de concentración borraban el nombre,
arrebataban la identidad, la ropa, ponían un número… Por eso la trata lo
primero que hace es cambiarle al otro-a el nombre. Lo primero que hace
es despojar a la otra de su calidad de sujeto humano, des-personalizarla.

Afirmamos entonces que la dignidad radica primordialmente en la


persona en su calidad de tal. Todo individuo –hombre y mujer- por el
hecho de ser miembro y pertenecer a la especie humana, se considera
persona y es sujeto de derechos. La norma moral básica y fundamental
de “hacer el bien y evitar el mal” se concreta en la afirmación de la
persona por sí misma. Significa que la persona humana es fin en sí
misma, nunca puede ser utilizada o instrumentalizada como
medio para alcanzar otros fines o intereses de alguien, aun que estos se
presentaran como legítimos; obviamente mucho menos cuando estos se
identifican como ilegítimos al ocasionar mengua de humanidad en el
otro ser humano.
2

Por eso la radical importancia de los DDHH: estos son la mediación


para la realización de la persona en su dignidad. Refiriéndose a
ellos, dice la filósofa y ética Adela Cortina que

“…en realidad son primariamente exigencias morales para llevar adelante una vida
humana, a las que arropamos con el nombre de «derechos» para significar que existe el
deber de satisfacerlas. Con lo cual la naturaleza radical de los derechos humanos es la de
exigencias morales que cualquier ser humano presenta y que deben ser satisfechas por los
seres humanos, si es que quieren estar a la altura de su humanidad.”1

La dignidad de la persona y sus Derechos (Humanos) son el fin y objeto


de las instituciones económicas, políticas, jurídicas de un Estado.
Ninguna sociedad, ningún Estado político, ninguna comunidad de
comunicación lingüística –y, obviamente, ninguna persona individual-
pueden establecer nada que sea contrario a la dignidad de la persona
(Moreno Villa).

[ Tanto la dignidad humana como los DDHH que se le deben reconocer a


toda persona no emanan de un simple consenso fáctico entre los
hombres; a la inversa, el consenso ha sido posible históricamente por
personas que se reconocen recíprocamente como tales, capaces de
darse normas éticas porque se consideran legitimadas para ello por su
propia dignidad. La dignidad de la persona es algo previo al consenso
que origina los derechos, por eso no se “conceden”, sino se “reconocen”.
]

1
ADELA CORTINA, Alianza y Contrato. Política, ética y religión, p. 53. Las negritas son
nuestras.

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