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1 Samuel 1:1-22
Objetivo: Que los hermanos entiendan que la esterilidad espiritual no proviene de Dios
y no le agrada.
Introducción: Acá tenemos la historia de un hombre llamado Elcana, el cual tenía dos
mujeres, Ana y Penina, Penina tenía hijos y Ana no los tenía porque era estéril; Penina se
burlaba de la esterilidad de Ana y ella sufría mucho, veamos de qué manera:
Hacer un pacto con Dios: Ana no sólo se humilló, sino que le creyó a Dios e hizo
voto delante de Jehová ofreciendo dedicar al hijo que Dios le daría para que le
sirviera todos los días de su vida, v.11.
Orar largamente: Ana no hizo una oración de unos cuantos minutos, sino que oró
a Jehová por largo tiempo, v. 12
Compartió su dolor: Ella abrió su corazón al sacerdote Elí, v. 15. Cuando tenemos
dificultades no debemos estar solos, ya que el Señor dijo que sobrelleváramos los
unos las cargas de los otros, Gálatas 6:2.
Dios quitó su tristeza: Al depositar su carga sobre Jehová y sobre el sacerdote Elí,
Ana ya no estuvo más triste, v. 18.
Cumplió con la promesa hecha a Dios: Así como Ana cumplió con lo pactado
con Dios, v. 28, nosotros debemos cumplirle al Señor si le prometemos algo, y así
seremos bendecidos como Ana, Dios sanó por completo su esterilidad, dándole
más hijos por haber sido fiel, 1 Samuel 2:20-21.
IV: DIOS QUIERE SANAR LA ESTERILIDAD DE SU VIDA Y MINISTERIO: Así como Dios
escuchó la oración de Ana, El quiere escuchar la suya, si le cree a Dios como lo hizo Ana,
El le responderá. Ana estaba segura que Dios se acordaría de ella y en fe hizo pacto con
Dios y al recibir la respuesta, cumplió con lo prometido, Dios se agradó de la sinceridad
y fidelidad de ésta mujer que un día fue estéril y no le concedió un solo hijo sino que le
dio 5 hijos más; si usted le cree a Dios en lugar de las 10 personas que anoto en la lista
él le puede dar 60 como lo hizo con Ana.
Conclusión: Si desea ver fruto en su vida y ministerio, rinda todo a Dios como Ana,
humildemente y con un corazón sincero, recuerde que nosotros somos los pámpanos y
el Señor es la vid (San Juan 15), dejémonos limpiar por Dios para dar buenos y
abundantes frutos.
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