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Paz de Cristo…

Hermanos, que bendición que Dios nos permita continuar esta dinámica en la que nos hemos
propuesto completar 21 días de Ayuno y Oración. Rogamos a Dios para que su fortaleza se
haga evidente en cada uno de ustedes y que nos permita salir victoriosos en este reto.

Es ya el Día 3, y hoy quiero compartir con ustedes, de manera breve, a cerca de El Fruto de la
Intercesión.

En el libro de Jeremías 22:30 quedaron registradas las Palabras de nuestro Dios cuando dice:
“Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiesen en la brecha delante de
mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé”

Hermanos, la intercesión es una de las maneras más nobles de servir a la humanidad. Es


maravilloso el hecho de que se trata de una obra discreta, pero al mismo tiempo muy eficaz.
Pues es el acto de llegar a la presencia de Dios y solicitarle un favor, no para nosotros mismos,
sino en beneficio de alguien más, nuestro prójimo. La intercesión, entonces, evita el egoísmo y
consolida la nobleza en quien la practica.

La intercesión trae grandes bendiciones: por medio de ella se recibe protección espiritual,
donde Dios cobija con su Santo Espíritu a aquellos por los que se está pidiendo; La intercesión
permite alcanzar las victorias espirituales más fuertes, ya que la mejor forma de combatir
contra el mal, es orando y pidiendo la liberación de las almas de los yugos de maldad.

La intercesión nos permite derribar barreras de pecado, romper las cadenas de perdición y
desatar la bendición de Dios para la humanidad, sembrando así esperanza en aquellos por los
que se intercede.

Y es precisamente, la múltiple necesidad que la humanidad presenta, lo que hace más que
evidente que la intercesión es una tarea para hoy. Pues el hombre vive devastado por el
pecado: Espiritual, emocional y físicamente. La realidad social de nuestro mundo es más que
lamentable, pero Jesucristo es la respuesta que el hombre necesita.

El padre espiritual es entonces llamado por Dios a interceder por la humanidad, a pararse en
la brecha y hacer vallados que traigan paz, gozo, vida y eternidad. Así como Nehemías fue
capaz de transformar la vida de un pueblo en ruinas, así el intercesor de hoy, puede traer vida
a un mundo que vive en crisis.

El evangelio de Juan nos presenta la oración a través de la cual Jesús mismo intercede por
cada uno de sus discípulos. A continuación un fragmento de ella:

“Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, y
todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos y ya no estoy en el mundo;
mas éstos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en
tu nombre, para que sean uno, así como nosotros, cuando estaba con ellos en el mundo, yo
los guardaba en tu nombre… pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan
mi gozo cumplido en sí mismos; Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque
no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo,
sino que los guardes del mal… Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.

Juan 17:9-17

Por favor reflexiona un momento en lo siguiente que es la frase del día:

“La oración intercesora de un justo, es capaz de libertar toda una nación y desatar la bendición
de Dios sobre ella”.

Hoy quiero desafiarte a que sirvas a la humanidad intercediendo por ella. Créeme que, así
sembrarás esperanza y libertad en los perdidos!

Dios te bendiga y siga fortaleciendo.

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