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Cerrar el corazón es la mejor manera que hay para no sentir las emociones plenamente.
Los sentimientos están asociados a el corazón y cuando los apagamos inevitablemente
echamos la llave al órgano que los genera. Cuando el corazón late envía señales que nos
acercan a nuestros sentimientos y nos ayudan a conectar con nuestro verdadero sentir.
Deja que fluyan todas las emociones que vayan surgiendo, si no surge nada no pasa
nada.. Acompasa tu respiración con los latidos de tu corazón. Imagina que cada latido es
un sentimiento y que cada vez que late tu corazón también estás oyendo tus emociones
expresarse.
Te animo a que realices este ejercicio durante 10 minutos durante 21 días. Si además
quieres profundizar en el concepto de vivir desde el corazón puedes ver el
documental «Un latido universal». Si te ha gustado este artículo…Descárgate nuestra
guía emocional gratuita con 5 técnicas para gestionar tus emociones.
¿Que va a pasar?, ¿Cómo será el futuro?, ¿va a sufrir mi hijo?, ¿se va a quedar sin trabajo mi
marido/mujer?, en todas estas preguntas, la base es el miedo y la necesidad por saber y
poder remediar. Ante este miedo o incertidumbre es muy difícil quedarse a la
expectación y aceptar que no todo está en nuestras manos.
El miedo y la inseguridad caminan de la mano, colocándote en una posición de
indefensión y vulnerabilidad. Cuando experimentas estas sensaciones, existe un proceso
interno inconsciente que activa la creencia de “yo debería hacer algo”.
Seguramente piensas que tener un papel activo ante aquella situación que no controlas
te va a hacer sentir mejor, por este motivo intentas realizar acciones concretas con la
finalidad de adelantarte, dedicas tiempo a pensar qué puedes hacer o imaginar diferentes
escenarios posibles, hablas del tema de forma muy persistente….
Este tipo de acciones te dan la sensación de que te repercuten de forma positiva y que
cumples con el mandato de “yo debería hacer algo”, pero en realidad el efecto que
produce es el contrario.
Este estado de alerta no hace más que producirte ansiedad y paradójicamente, aquello
que te tendría que aliviar el sufrimiento (el control) te lo termina provocando igualmente.
Así pues, ¿de qué te sirve el control si te termina provocando ansiedad? Lo único que vas
a conseguir es reducir tu energía, aumentar el sufrimiento y condicionar tu día a día.