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«Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.» (1
Juan 3:8)
Pablo dice que Jesús compartió la naturaleza de sus hermanos con el fin de
«destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto
es, al diablo» (Hebreos 2:14). Durante su ministerio, Jesús dio poderes
extraordinarios a cierto número de sus discípulos y los envió a predicar el
evangelio y curar a los enfermos. Cuando ellos regresaron, llenos de alegría
por el éxito de su misión, Jesús les dijo:
«Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os doy potestad de
hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os
dañará.» (Lucas 10:18, 19)
El enemigo de la humanidad
Un entendimiento de «el diablo y Satanás» es necesario no sólo para
apreciar la misión de Jesús sino para comprender el efecto de este poder
sobre nosotros. En el Nuevo Testamento, el diablo es representado como el
enemigo de la humanidad. Por ejemplo, Pedro exhorta a los creyentes con
estas palabras: «Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo,
como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual
resistid firmes en la fe» (1 Pedro 5:8, 9). Pablo dijo a los creyentes: «Vestíos
de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las
asechanzas del diablo» (Efesios 6:11). Santiago dice que si los creyentes
resisten al diablo, éste huirá de ellos (Santiago 4:7). Aun Jesús mismo sintió
la fuerza de este poder adverso, cuando fue guiado al desierto «por cuarenta
días y era tentado por el diablo» (Lucas 4:2). Obviamente es muy importante
que el siervo de Dios entienda el significado que da la Biblia a las palabras
diablo y Satanás.
¿Quién o qué es el diablo?
Cuando se menciona este tema, la mayoría de la gente inmediatamente
piensa en un espíritu malo, un ángel que se rebeló contra Dios y cuya meta
primordial es hacer que hombres y mujeres desobedezcan a Dios. Los
diccionarios modernos concuerdan con esta idea. Satanás es definido como
el príncipe de los ángeles rebeldes, el principal ángel caído, el principal
espíritu malo, adversario de Dios y tentador de los hombres. Este es el
concepto del diablo que se ha enseñado durante siglos entre la cristiandad,
fomentando en el corazón de los hombres un terror irracional y ruin.
Asociado con el temor al diablo mismo vino por una parte el miedo a sus
supuestos ministros, los demonios y espíritus inmundos, y por la otra el
horror del fuego eterno después de la muerte, en el infierno donde el diablo y
sus ángeles supuestamente reinan supremos. No se puede negar que a
través de los siglos se ha podido mantener la potestad de la iglesia tanto
por la propagación de tales doctrinas como por la esperanza de salvación.
Muchas personas rechazan ahora tales ideas; pero en general este rechazo
no es el resultado de un correcto entendimiento de la enseñanza de la Biblia
sino la consecuencia de haber aceptado la negación moderna de todo lo
que tiene el más leve sabor a sobrenatural. Otros se adhieren a la creencia
tradicional de que el diablo es un «ángel caído» rebelde, creyendo
sinceramente que esta es la única forma de entender el tema. El objetivo de
este folleto es mostrar que la Biblia no enseña nada acerca de tal monstruo
maligno, sino que los términos diablo y Satanás son los nombres muy
expresivos que frecuentemente se dan al pecado o los que lo practican.
Para saber exactamente a qué o a quién se refiere la palabra diablo o
Satanás en un determinado pasaje bíblico, es preciso analizar
cuidadosamente el pasaje en su contexto.
Satanás: adversario
La palabra «Satanás» es simplemente una adaptación a la pronunciación
española del vocablo satán, del idioma hebreo en que fue escrito el Antiguo
Testamento. La palabra hebrea satán no es un nombre, sino simplemente
una palabra común y corriente que significa «adversario» o «enemigo.» No
siempre aparece en la Biblia castellana en la forma «Satanás,» sino que
frecuentemente es traducida, dándole su correspondiente significado. Por
ejemplo, leemos que «Jehová suscitó un adversario a Salomón: Hadad,
edomita…» (1 Reyes 11:14). Otro ejemplo se encuentra en las palabras de
los filisteos cuando tienen miedo de aliarse con David: «…y no venga con
nosotros a la batalla, no sea que en la batalla se nos vuelva enemigo» (1
Samuel 29:4). En ambos casos la palabra hebrea original es satán, y en
ambos casos es obvio que el adversario o enemigo a que hace referencia es
un ser humano, y no un ángel rebelde. En ninguna parte del Antiguo
Testamento se encuentra esta palabra asociada a un ángel caído o ser
sobrenatural. Vale la pena notar que fuera del libro de Job, solamente hay
tres alusiones a Satanás en todo el Antiguo Testamento, y ninguna alusión
al diablo. Teniendo en cuenta que el Antiguo Testamento abarca los
primeros cuatro mil años del desarrollo del propósito de Dios con el hombre,
esto es inexplicable, si Satanás realmente es un ángel que se rebeló y es
responsable por todo el pecado y mal que ha existido desde entonces.
En las páginas del Antiguo Testamento, los israelitas son continuamente
reprobados por sus pecados y repetidamente castigados, pero ellos mismos
son responsabilizados por los pecados cometidos. No se culpa a nadie más.
Este es un punto importante que será ampliado más adelante. El primer
capítulo del libro de Job es frecuentemente citado como ejemplo de
Satanás en acción, pero el relato no nos dice nada acerca de quién era este
Satanás. Era un adversario, exactamente lo que la palabra significa, pero
quién era no se nos dice. No hay razón alguna para creer que era un ser
sobrenatural o que tenía poderes extraordinarios. Esto también será
considerado posteriormente en forma más detallada.
«Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado
la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos
pecaron.» (Romanos 5:12)
La muerte es consecuencia del pecado. Si Cristo vino «para destruir al que
tenía el imperio de la muerte,» es decir, «al que causa la muerte,» entonces
vino para destruir el pecado. Nadie puede poner en duda que éste era el
objetivo primordial de su primera venida. Varios pasajes bíblicos confirman
que esto era la esencia de su misión y muestran claramente que la victoria
sobre el pecado fue realizada por medio de su muerte en la cruz:
Angeles caídos
Hay dos pasajes en el Nuevo Testamento que hacen referencia a «ángeles
caídos,» pero ninguno de los dos sirve de base para la idea de que el diablo
es un ángel que se rebeló contra Dios y fue arrojado del cielo a la tierra,
donde ha plagado a la humanidad desde entonces. Estos pasajes son los
siguientes:
«Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos
al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio…
sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para
ser castigados en el día del juicio.» (2 Pedro 2:4 y 9)
«Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su
propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el
juicio del gran día.» (Judas v. 6)
«La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos
las cosas que deben suceder pronto.»