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Llegada la hora:
Hacia el final de su vida pública, Jesús se va quedando cada vez más solo, ya no le
acompañan las multitudes de otros tiempos; los apóstoles han huido por miedo… solo
quedan algunas mujeres, el discípulo amado y María, su madre.
María permanece fiel al pie de la cruz, con el dolor de una madre que ve sufrir a su hijo.
Como muchas madres, que sufren ante las injusticias y la violencia que sus hijos padecen,
ella es una mujer fuerte, sostenida por la fe, que lo acompaña en silencio.
Dejar las cosas en buenas manos:
Jesús, desde la cruz, ve quiénes lo acompañan: su madre y el apóstol Juan, quien según la
tradición es el discípulo amado pero que bien puede simbolizar a todo creyente que lo
acompaña en el dolor. Entonces hace un doble gesto: entrega el discípulo a su madre y su
madre al discípulo.
María se incorpora a la nueva familia de Jesús, la comunidad de los creyentes, la Iglesia.
No sabemos bien cómo María continuó su vida desde la muerte de Jesús. Ella estará con los
apóstoles cuando reciban el Espíritu Santo en Pentecostés. La tradición la sitúa siempre
acompañada de los fieles cristianos. Su presencia y su testimonio fueron muy importantes
para la fe de la primitiva Iglesia.
María, madre de los creyentes.
El discípulo la recibió en su casa. Los creyentes de todos los tiempos tienen a María por
madre y la reciben en su casa, es decir, la tienen presente en sus vidas. Como madre de los
creyentes, María:
Como en los relatos de la infancia, se convierte en modelo de mujer de fe, que
medita la Palabra de Dios y está atenta a su presencia.
Como en la vida de Nazaret, acompaña a los creyentes en las labores humildes y
sencillas de cada día y los sostiene con la paciencia y la constancia
Como en las bodas de Caná, es mediadora entre Dios y los hombres, indicando
donde están las necesidades del mundo e invitando a ponerse al servicio de su Hijo.
Como en la vida pública, es comprensiva ante las dudas y señala el camino hacia
una fe madura.
Como en el monte Calvario, está de pie junto a los crucificados acompañando en el
dolor y sufrimiento.
No en vano, todas las generaciones le rezan y la invocan como Madre de Jesús y Madre
nuestra.
Actividades:
Educación Religiosa Escolar Grado Séptimo.