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El ejercito que abandona a sus heridos

Por Robert Barriger

Existe un dicho triste dentro de la iglesia evangélica: «Somos el ú nico


ejército que abandona a sus heridos», especialmente cuando se trata de
ciertos pecados. Tratamos el divorcio como si fuera el pecado
imperdonable del Espíritu Santo, o el adulterio como una sentencia de
muerte.

No obstante, aplaudimos al reo má s vil que se convierte, y el drogadicto que


llega a los pies de Cristo puede contar su testimonio libremente; pero al
cristiano que ha caído le damos el tiro de gracia.

Como esos 700 hombres escogidos que fueron heridos en el campo de


batalla. La Biblia dice que los que son espirituales en la iglesia, restauren y
sanen a aquellos que han sido heridos (Gá latas 6.1). ¿Por qué? Porque una
vez heridos pueden desarrollar «el ojo del tigre» y pueden ser de gran valor
para alertar a los demá s en la iglesia de có mo ataca el enemigo.

Hay otro término militar que se llama «fuego amigo». El fuego amigo puede
ser una de las cosas má s desalentadoras para un ejército. Fuego amigo es
cuando, en medio de la confusió n de una batalla, un soldado es muerto por
alguien de su propio batalló n, sucede muchas veces, y siempre es triste…
¿Puede imaginar a un padre cuando recibe la noticia de que su hijo murió
en la batalla, pero no por el enemigo, sino por un soldado que era su amigo?
Es triste cuando vemos fuego amigo dentro de la iglesia, especialmente
cuando no es por accidente, cuando las personas «justificadas» por una
arrogancia espiritual, sienten que tienen el derecho de juzgar a otros,
quienes segú n ellos está n equivocados.

El fuego amigo, en el contexto de la iglesia es doloroso.

David mencionó esto cuando estaba recordando el ataque de un enemigo;


él decía en Salmos 55 que si fuera su enemigo o su adversario el que lo
atacaba lo podía entender, pero él dijo que la traició n má s grande que
sintió fue cuando el ataque vino por un amigo. En los versículos 13 y 14
dice: «Antes íbamos a la iglesia juntos, antes tomá bamos la cena en la casa
de Dios juntos y caminá bamos en celebració n y ahora tú que fuiste mi
amigo eres quien hace la herida má s profunda». ¿Por qué en la iglesia
somos tan desleales?
Debemos entender que tenemos un solo enemigo, y no está sentado en la
congregació n con usted, tampoco está en la congregació n de la esquina.

Hay un diablo que nos odia y un Dios que nos llama a rescatar a los que han
sido heridos por este mundo. ¡No permita fuego amigo dentro de la
congregació n!

Qué fá cil es criticar cuando cae alguien «grande», por la vergü enza que trae
a la iglesia; pero miren el corazó n del rey David, que cuando cayó su
atormentador, el rey Saú l, David rasgó sus ropas, lloró y dijo: «Có mo han
caído los grandes, no lo digas en Gad, no lo digas en Gad» (2 Samuel 20).
¿Por qué David decía no lo digas en Gad? Gad era una ciudad de los filisteos,
Goliat era de Gad, y lo que David lamentaba es có mo el mundo (Gad) se
burlaba por la caída de los grandes (Saú l).

Recuerde, la iglesia tiene un enemigo, sus armas son reales y habrá heridos;
es má s fá cil sanar a un soldado herido y devolverlo a la batalla que entrenar
a un nuevo soldado.

Seamos un pueblo restaurador, porque Dios es un Dios restaurador.

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