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EL ILUMINISMO Y LAS IDEOLOGÍAS LEGITIMANTES DEL PODER PUNITIVO. LOS DISCIPLINARISTAS Y LOS
CONTRACTUALITAS.
La criminología es una disciplina que posee sus raíces en las concepciones científico-filosóficas del
iluminismo. La base de la teoría clásica de la criminología se hallaba sustentada en la idea de contrato social, por lo
que se sostenía que los hombres se reunían libremente en sociedad conforme a una serie de pactos convenios que
garantizaban el orden y la convivencia pacífica entre ellos. A partir de tal consenso se castigan las conductas
perjudiciales o peligrosas para el cuerpo social, y se recompensa las conductas que contribuyen al mantenimiento
de su equilibrio. Los partidarios de las teorías de contrato social sostenían que se convenía una tipología de
conductas calificadas como desviaciones que posibilitaban determinar a un individuo como delincuente. En base a
esto, las penas aseguraban el buen funcionamiento y la supervivencia de la sociedad, y así se decía que “toda pena
que exceda ese consenso o que tenga fines distintos es ilegítima y contraviene el contrato social”. Por primera vez
se articula un discurso binario de la sociedad, hay siempre dos grupos, dos categorías de individuos.
Zaffaroni distingue entre contractualistas y disciplinaristas. El contractualismo se basa en el paradigma del
contrato, surge en un contexto de una burguesía en ascenso, con fuerte poder económico, que pretende
deslegitimar el discurso de la posición hegemónica de la nobleza basada en la idea de la concepción de la sociedad
como organismo natural. Así el contrato era postulado como una creación artificial, hecho por el hombre y por lo
tanto mutable. Para el disciplinarismo el crimen era una enfermedad, en tanto que para el contractualismo
constituía la decisión libre de un hombre que violaba el contrato.
JOHN LOCKE
Locke define al estado de naturaleza como un estado de “paz, benevolencia y ayuda mutua”. Consideraba
que en el estado de naturaleza los hombres gozaban de perfecta libertad para ordenar sus actos, y para disponer
de sus propiedades y sus personas como mejor les parecía, dentro de los límites de la ley natural. Así, el derecho a
la libertad no conoce otro límite que la Ley Natural, la que enseña que nadie debe dañar a otro en su vida, salud y
libertad. Todos los hombres estados dotados de razón. Mediante la razón el hombre conoce la ley natural y por
ello le asiste el derecho de imponer a los demás su cumplimiento y castigar a los transgresores de esa ley. Locke
infiere que es inevitable que el estado de la naturaleza no se convierta en un estado destructivo, de ahí la
necesidad del hombre de establecerse en sociedad, renunciando cada uno al poder de ejecutar la ley natural,
cediéndola a la comunidad. Así se constituye la sociedad civil, al cual el hombre entra movido por el impulso de
salvaguardar lo que constituye su propiedad, de ahí que siempre que los legisladores intentan arrebatar la
propiedad del pueblo se coloca en pie de guerra con el pueblo, el que adquiriría el derecho a readquirir su libertad
primitiva mediante el establecimiento de un nuevo poder legislativo. Entonces el poder no ha sido cedido a nadie,
sino que sigue en la comunidad social.
UNA IDEA DISTINTA DEL PODER PUNITIVO DESDE EL SABER PENAL EN LA OBRA DE RAÚL ZAFFARONI.
A partir de una perspectiva afincada en los procesos empíricamente verificados, Zaffaroni construye una
idea radical de derecho penal, distinguiéndolo de la ley penal. El derecho penal consiste en un saber que mediante
la interpretación de las leyes penales propone al juez un sistema orientador de decisiones dotadas de la menor
irracionalidad posible. El saber penal tiende a contener el ejercicio del poder punitivo, que abarca también el que
las agencias del Estado aplican en forma ilícita, procurando de ésta forma impulsar el estado constitucional de
derecho.
El poder punitivo es el ejercicio de actos del poder político, que no son ejercidos por las agencias judiciales
sino por las ejecutivas. Zaffaroni basa su construcción en la criminalización primaria, que resulta un programa legal
inmenso y la idea de cumplirlo implica una utopía negativa, por lo que la criminalización secundaria, es decir la
que importa una actividad de las agencias ejecutivas respecto de individuos concretos, se apoya en las agencias
policiales que captan mayoritariamente a autores de obras toscas. Estos seleccionados son los únicos delincuentes
quienes encuadran un estereotipo y asumen el rol de etiquetamiento.
Conclusión, el derecho penal se puede concebir como un discurso para limitar, reducir y, eventualmente,
si se puede, cancelar el poder punitivo.