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COLEGIO JOSÉ MARÍA LAFRAGUA

SECCIÓN PREESCOLAR
CICLO ESCOLAR 2019 - 2020

Lic. Yolanda Flores Mejia

Una de las mayores preocupaciones es que el coronavirus se extiende a gran velocidad. Por eso,
como todavía no se ha descubierto una vacuna para prevenir el contagio, lo más importante es
tomar medidas para frenar su propagación.
Una de las medidas más efectivas es el distanciamiento social: cuantos menos contactos haya entre
personas, menos probabilidades de contagio.
Para conseguirlo, en los países más afectados se han cerrado
las escuelas, institutos y universidades, también los edificios públicos y museos. Se han prohibido
los grandes eventos y se han suspendido conciertos y competiciones deportivas.
Los países con menos contagios han cancelado los vuelos a las zonas más afectadas. Muchos
países europeos han cerrado sus fronteras, mientras que varios países americanos han suspendido
la llegada de vuelos desde Europa.
Cuando una persona se contagia del coronavirus puede tardar varios días en mostrar los primeros
síntomas y, durante este tiempo, puede contagiar a otras personas.
Por eso las autoridades recomiendan a la gente quedarse en casa y evitar reunirse en grupos para
reducir el riesgo de infección.
Eso no significa quedarse encerrados en casa, sino que se trata de salir únicamente por necesidad,
para comprar alimentos o medicinas, cuidar de personas dependientes o ir a trabajar (si no puede
hacerse desde casa).
Reducir el número de contagios también permitirá que los sistemas sanitarios tengan más
recursos para atender a las personas infectadas y otros pacientes que lo necesiten. Se trata de una
cuestión de responsabilidad colectiva.
Ahora que la pandemia de coronavirus ha puesto a la economía global en un sorprendente estado
de suspenso, los países más vulnerables del mundo sufren daños cada vez más intensos. Las
empresas, a falta de ventas, tienen que despedir a sus empleados.
Los hogares que no cuentan con ingresos suficientes gastan a cuentagotas en alimentos. Los
inversionistas internacionales abandonan los llamados mercados emergentes a un ritmo no visto,
con lo que provocan una disminución en el valor de las monedas y obligan a las personas a pagar
más por bienes importados como alimentos y combustible.
Es enorme el impacto económico que ha producido el coronavirus. Cuando se ve la onda de choque
planetaria que provoca el menor freno de los flujos en una zona circunscrita del globo, uno no se
atreve a imaginar el efecto de una parálisis masiva de la producción y del consumo a escala de los
cinco continentes, y con una duración probable de varios meses.
La crisis económica que nos espera traerá con probabilidad más muertos que el virus en sí mismo.
China instauró la mayor cuarentena de la historia de la humanidad, 50 millones de personas
estuvieron encerradas en 17 ciudades, en un intento desesperado de contener el coronavirus.
Las medidas del gobierno con el coronavirus son grotescas, absurdas y muy peligrosas, la
esperanza de vida de millones está siendo acortada. El impacto horrible en la economía mundial
amenaza la vida de muchas personas, las consecuencias en cuidado médico son profundas, ya
están siendo reducidos los cuidados a paciente en necesidad, operaciones canceladas, consultorios
vacíos, todo esto va a tener un impacto profundo en la sociedad entera.

Todas estas medidas son autodestructivas, un suicidio colectivo basado en nada, pero un susto.
El manejo de esta pandemia es algo inédito, ya que normalmente ponemos en cuarentena a los
enfermos, cuando alguien tiene el sarampión, lo pones en cuarentena. Nunca habíamos visto poner
en cuarentena a los sanos. Atrapar a los que no tiene la enfermedad ni los síntomas, y confinarlos
en sus casas.
Se nos dijo que un virus mortal parecido al del catarro común producía neumonía y que era muy
contagioso, que este virus había sido creado en un laboratorio de biotecnología de Wuhan, China, y
que se contagiaba de persona a persona por lo tanto el remedio para parar el contagio era el
aislamiento o reclusión en nuestras casas, según recomendaciones de la Organización Mundial de
la Salud.
Se cerraron fábricas, negocios y empresas y la economía se desplomó en la mayoría de los países.
Se nos dijo que era muy contagioso, y que los adultos mayores eran los más propensos a morir, así
que cuando enfermaban los aislaban y no se permitía a los familiares que los vieran y cuando
morían no tenían sepelio ni podían acompañarlos sus deudos, se les enterraba en una fosa común o
se les cremaba inmediatamente para evitar el contagio, no se les realizaba la autopsia.
Según los protocolos de la OMS, se trataba esta enfermedad con antivirales y con ventiladores
mecánicos cuando se llegaba a la fase de neumonía.
Empezó a circular una noticia maravillosa en las redes, Italia rebasa el record de pacientes curados
en un día.
En Italia gracias a que desobedecieron a la OMS y empezaron a realizarles autopsias a los
cadáveres que supuestamente murieron por coronavirus, se dieron cuenta de que la gente no moría
por neumonía sino por Coagulación intravascular diseminada (trombosis) entonces la forma de
combatirlo es con antibióticos, antiinflamatorios y anticoagulantes.

Se cambiaron los protocolos, todo puede ser manejado de forma ambulatoria. Nunca se necesitaron
los ventiladores ni unidad de cuidados intensivos.

Luego de realizar las autopsias a sus muertos, logrando descubrir la farsa del coronavirus.
Encontraron muertes por coagulación vascular y trombosis pulmonar.
De inmediato empezaron el nuevo tratamiento con medicación antibióticos, antiinflamatorios y
anticoagulantes, de esta forma alcanzaron a dar de alta a sus enfermos como nunca antes se había
visto.

Al hacerle autopsia a los cadáveres, los italianos descubrieron que no hay ningún coronavirus, sino
que hay una bacteria que provoca coagulación de los sistemas vasculares y crea trombocitos y se
acumulan en los pulmones de la gente que murieron.

La OMS, dependencia de la ONU, es cómplice de las élites mundiales y el lineamiento de ellos fue
abandonar a los enfermos aislarlos en un cuarto y ponerles un ventilador hasta que se murieran. Los
médicos italianos descubrieron que era una bacteria y que la única forma era con antibióticos y
anticoagulantes y ellos ensayaron eso con más de 42,000 pacientes que estaban infectados, ya
todos se recuperaron.
Por eso durante la pandemia muchos politólogos y psicólogos advertían del miedo o pánico que
querían esparcir en el mundo para desestabilizar la economía de los países, sobre todo de los más
pobres, en China comunista, querían matar a los ancianos que dicen que son una gran carga
financiera al gobierno.
Las élites mundiales globalistas querían lograr su objetivo de la reducción de la población mundial y
quebrar la economía de los países para que se endeudaran con el Banco Mundial de su propiedad.
Todos los banqueros internacionales, usureros y financieros, hablaban de una pandemia y
prometían la cura a través de una vacuna con microchips que sería fabricada por sus laboratorios y
vendida a todos los gobiernos del mundo.
Esta noticia se debe de dar a nivel mundial en los próximos días y todo este circo de la pandemia se
irá levantando lentamente y la gente volverá a su vida normal. Hay que seguir lavándose las manos,
la mascarilla no sirve para nada y si te sientes mal pues hay que tratarse con antibióticos,
antinflamatorios y anticoagulantes.
Nos engañaron, la idea era paralizar todo lo que es economía, y vean el daño que han hecho
alrededor del mundo. Las élites en complicidad con el partido comunista chino y la Organización
Mundial de la Salud, que está en manos de un guerrillero comunista dirigido por China, estuvieron a
punto de instaurar su ansiado gobierno mundial sobre todos los pueblos de la tierra.

Angustiados, los ciudadanos vuelven sus ojos hacia la ciencia y los científicos como hace tiempo
hacia la religión, implorando el descubrimiento de una vacuna salvadora cuyo proceso requerirá
largos meses. Porque el sistema inmunitario humano necesita tiempo para producir anticuerpos, y
algunos efectos secundarios peligrosos pueden tardar en manifestarse.

Mientras tanto, los Gobiernos asisten impotentes a la irrefrenable diseminación por todos los
continentes de esta pestilencia nueva. Contra la cual no hay ni vacuna, ni medicamento, ni cura, ni
tratamiento que elimine el virus del organismo, Mientras el germen siga presente en algún país, las
re-infecciones serán inevitables y cíclicas. Lo más probable es que esta epidemia no logre pararse
antes de que el microbio haya contagiado en torno al 60% de la humanidad.

La economía mundial se encuentra paralizada por la primera cuarentena global de la historia. En el


mundo entero hay crisis, a la vez, de la demanda y de la oferta. Unos ciento setenta países (de los
ciento noventa y cinco que existen) tendrán un crecimiento negativo en 2020. O sea, una peor
tragedia económica que la Gran Recesión de 1929. Millones de empresarios y de trabajadores se
preguntan si morirán del virus o de la quiebra y del paro. Nadie sabe quién se ocupará del campo, si
se perderán las cosechas, si faltarán los alimentos, si regresaremos al racionamiento.

La única lucecita de esperanza es que, con el planeta en modo pausa, el medio ambiente ha tenido
un respiro. El aire es más transparente, la vegetación más expansiva, la vida animal más libre. Ha
retrocedido la contaminación atmosférica que cada año mata a millones de personas.
La cifra de víctimas no deja de crecer, el número de fallecidos supera los ciento cincuenta mil, El de
los contaminados sobrepasa los dos millones y medio, Y los confinados en sus viviendas son más
de cuatro mil millones, Esto último tampoco había ocurrido jamás… Las palabras ‘confinamiento’ y
‘cuarentena’ que parecían pertenecer a tiempos olvidados y al léxico medieval se han convertido en
vocablos usuales. Los que mejor ilustran finalmente nuestra actual anormal normalidad.

Ampliamente difundidas por los partidarios conspiracioncitas de las ‘teorías del complot’ de ambos
bandos, estas versiones contradictorias han circulado mucho por las redes sociales tienen escaso
fundamento. Estudios científicos solventes descartan que el nuevo coronavirus sea un arma
biológica de diseño liberada intencionadamente o por accidente.

El nuevo coronavirus se extiende tan rápido y hay tantas personas asintomáticas que resulta, en
efecto, imposible trazar su expansión a mano. La mejor manera de perseguir a un microorganismo
tan indetectable es usando un sistema computarizado, gracias a los dispositivos de los teléfonos
móviles, que calcule cuánta gente estuvo cerca del infectado

A pesar del azote de la covid-19, algunos empresarios han seguido exigiendo que los trabajadores
regresen a sus puestos para salvar la economía. Latinos y afroamericanos tienen que seguir
trabajando en las calles, realizando algunos de los trabajos más duros, limpiando edificios,
conduciendo autobuses, desinfectando hospitales, atendiendo supermercados, manejando taxis,
repartiendo paquetes. Al riesgo de infección que enfrentan en sus barrios marginados, se suman los
peligros que encaran en los transportes públicos y en sus empleos. En cuanto a los inmigrantes
ilegales e indocumentados, acosados por las autoridades, no van a los servicios de salud, como ya
dijimos, por miedo a que los detengan.
La pandemia también tiene sus héroes y sus mártires. Y en esta pelea, los guerreros que han subido
a primera línea, a los puestos de avanzada a afrontar el COVID han sido los médicos, las
enfermeras, el personal auxiliar y otros trabajadores de la salud convertidos en protagonistas
involuntarios, conquistando elogios y aplausos desde los balcones, las plazas y las calles de
ciudades de todo el mundo. Casi todos ellos funcionarios públicos, para quienes la salud de la
población no es una mercancía sino una necesidad básica, un derecho humano.
Pasarán a la historia, extenuados, agotados, por su dedicación en la labor diaria de combatir la
infección y salvar vidas. A menudo, han enfrentado al contagioso virus sin mascarillas, ni batas, ni
equipos de protección.
Conclusión
¿Cómo será el planeta cuando termine la pandemia? El mundo va a necesitar voces
autorizadas, con carisma y fuerza simbólica, que muestren el buen camino colectivo para
iniciar una etapa nueva.
La pandemia va para largo, y es posible que el virus, después de mutar, regrese, tal vez
el próximo invierno, dada la enormidad de lo que está ocurriendo, se avecinan cambios,
aunque nadie sabe cuáles serán los posibles escenarios que se impondrán, las
incertidumbres son numerosas, pero está claro que puede ser un momento de rotunda
transformación.

Esta traumática experiencia debe ser utilizada para reformular el contrato social y


avanzar hacia más altos niveles de solidaridad comunitaria y mayor integración social. En
todo el planeta, muchas voces reclaman ahora unas instituciones económicas y políticas
más redistributivas, más feministas y una mayor preocupación por los marginados
sociales, las minorías discriminadas, los pobres y los ancianos.
El concepto de seguridad nacional debería incluir, a partir de ahora, la redistribución de la
riqueza, una fiscalidad más justa para disminuir las obscenas desigualdades, y la
consolidación del Estado de bienestar. Se desea avanzar hacia alguna forma de
socialismo. Es urgente, a nivel global, la creación de una renta básica que ofrezca
protección a todos los ciudadanos en tiempos de crisis.

Los sistemas de salud deberán ser públicos y universales. Haber gestionado los
hospitales como empresas ha conducido a tratar a los pacientes como mercancía.

Por último, podemos decidir recuperar la confianza, muchas personas de la política se han
beneficiado enormemente de atacar los conocimientos técnicos y restar validez a las pruebas y la
ciencia en los últimos años. Han intentado silenciar la verdad al grito de (noticias falsas) y han
atacado sin descanso al periodismo. Pero ahora que nuestras vidas dependen tan claramente de la
ciencia y del acceso a una información precisa y fiable, ¿será posible restablecer la confianza de la
opinión pública en las pruebas?

A nosotros nos corresponde tomar estas decisiones; y debemos asegurarnos de que sean las
correctas. Es la mejor forma de rendir homenaje a todas las víctimas de esta pandemia.

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