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La música en el lugar de la muerte: Ensayo

«Después de Auschwitz toda cultura es inmundicia»], proclamó Adorno.

Hace algunos años apareció un libro que todos los músicos deberían leer. Es ante todo
el relato minucioso, documentado, exacto del lugar que ocuparon la música y los
músicos en el campo de concentración de Terezín, en Bohemia.

Pero es también un monumento conmemorativo de papel que mantendrá en vida los


nombres y las almas mientras exista un lector que se asome a ese libro.

Del 24 de noviembre de 1941 al 9 de mayo de 1945, 139.654 personas fue


ron deportadas al campo de concentración de Terezin. 86.934 prisioneros
fueron inniediatamente trasladados a otros campos de concentración en el Este, de los cuales
regresaron 3.097. En el mismo Terezin murieron 35.419 personas.

En Terezín se dieron condiciones excepcionalmente favorables al desa rrollo de una


vida artística. Al comienzo, sin embargo, el mando nazi había prohibido cualquier
actividad artística. La posesión de un instrumento o la tentativa de cantar juntos o tocar
música eran severamente reprimidas. Pero a partir de mediados de 1942, como aplicación de su
nueva concepción de acampo-escaparate, las autoridades concedieron a los deportados
incresbles facilidades en ese terreno. «j Dejadlos tocar!», ordenó Seidl, el comandante
del campo, cuando cedió a los ruegos del consejo de ancianos de la comunidad judía
de Terezín. No temía ser acusado de tratar bien a los judíos, porque sabia lo que ellos no
sabian todavia: su exterminio progra mado una vez hubieran abandonado ese campo de
concentración hacia otros, Auschwitz sobre todo. «Que toquen, con tal de que mueran»,
pensaba sin duda.

La música servía, en primer lugar, a los nazis al mismo tiempo de cobertura y de


coartada.

Se alcanzó el colmo del disinulo cuando, en el transcurso del verano de 1944, los nazis
utilizaron esas manifestaciones culturales para engañar a la comunidad internacional a propósito de
la suerte de los judíos en los campos de concentración. En tonces se rodó una película, El Führer
regala una ciudad a los judíos, y se organizó una visita de la Cruz Roja internacional. Se
torzó a los detenidosa que interpretaran música sobre un esccnario al airc libre montado al ser
vicio de la causa. En esa ocasión se represcntó una ópera para niños, “Brun dibar.' Brundibar
presenta a un músico callejero que, furioso porque los niños acuden a cantar en su
perímetro, les roba sus ganancias. Será perse guido por todo el barrio, los niños
incluidos. Las representaciones fueron interrumpidas en noviembre de 1944, al
ser deportados a Auschwitz la mayor parte de los músicos y los niños. ¿Eran
los nazis ladrones de música?
El juicio radical sostenido por Adorno, que parcce partir en dos la historia cultural de
Europa y acusar de ilegitimicdad su porvenir artistico, debe scr discutido e
interpretado a la luz de esta constatación: se hizo música -de la buena - ,se crearon obras
culturales en medio de la inmundicia.

Según los programas de conciertos ofrecidos en el curso de los cuatro años de Terezín,
Mozart fue el compositor más interpretado. Mozart en el campo de concentración?
da pequeña música nocturna» en el imperio silencioso de «Nochey niebla
» ? No se puede entender esta disonancia sin resolución posible más quea
condición de plantear con toda precisión cada uno de sus términos: la música,
el campo de concentración, el lugar de la una en el interior del otro.

En esta contradicción hay algo desconcertante, un malestar, una desa zón,


un escándalo del que a uno le gustaría apartar la vista, como hacen la
mayor parte de los libros testimoniales escritos sobre los campos nazis, que
sólo hablan de la música de pasada y sin ver en ello un problema artístico
o ético. En efecto, la música más hermosa resonó en ese aire más cargado
de pestilencia que el infierno. En efecto, hubo Lagerkapelle, orquestas de
campo de exterminio. En electo, en Birkenau, se pudo ver a un flautista
tan ocupado en Irasear su aria que no se percató de la larga fila de camio
nes cargados de mujeres en dirección al creimatorio, y supo después que su
propia hija iba a bordo de uno de ellos. 2Quién podría asegurar que su interpretación
habría cambiado de haberlo sabido? 4. Laks, op. ci., pág. 72. 255

Podian entonces los campos nazis incluir alguna manifestación de hunanidad


siquiera, y de las más clevadas, las que derivan de la vida del espíri
tu Sin duda. Pero entre as artes existen lenguajes más o menos propicios
a la winmundician. Por qué la música fuc la más practicada en los campos de
concentración?

Hacer
musica era el medio, para los músicos deportados, de ser algo diferente
gue numeros tatuados, cabezas rapadas, uniformes idénticos. Era recuperar
la humanidad de la que habían sido excluidos. Si no hubieran tocado
música, su destino no sólo se habría abreviado algunos días o semanas,
sino que su sentido se habría alterado, pues habría dado la razón a los que
les negaban un rostro humano. El arte sobrevivió en los lugares de exter minio,
y ayudó a sobrevivir a los artistas y a aquellos a los que se dirigía.

Presencia de una ausencia. Recuerdo que dios habría dejado al irse


Como los músicos tocando mientras se unde el titanic

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