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EL TEATRO: ACTIVIDADES

Los siguientes fragmentos corresponden a tragedias o a comedias. ¿Cómo puedes saberlo? Localiza las pistas
que te llevan a decidirlo e indica los temas que se tratan en cada uno de ellos.

a. NODRIZA.—Ahí tenéis, hijos míos, revuelta está ya vuestra madre, pues su alma el dolor trastornó. Cuanto
antes a casa corred y allí entrad, no os pongáis cerca de ella, que no os pueda ver, no acercaos y mucho
cuidado tened con el fiero talante y atroz natural de su mente cruel. ¡Vamos, pues, en seguida aquí dentro
pasad! (El pedagogo entra con los niños en el interior de la casa).
Se ve bien que esa nube que empieza a surgir, de lamentos cargada, muy pronto va a arder estallando en más
fuerte pasión. ¿Qué irá a hacer esa alma que el mal ha mordido y en que hay un orgullo muy grande y tenaz?
MEDEA.—(Desde el interior). ¡Ay, ay! ¡Sufro, mísera, sufro, tormentos sin fin! ¡Malditos muráis, pues
nacisteis de mí, una madre funesta, y perezca también vuestro padre y la casa con él! 
 
b. MALCOM.— Véngate como un hombre.       
MACDUFF.—Sí que me vengaré, pero soy hombre, y siento y me atormenta la memoria de lo que más quise
en el mundo. ¡Y lo vio el cielo y no se apiadó de ellos! ¡Ah, pecador Macduff, tú tienes la culpa de todo! Por
ti han perecido aquellos inocentes. ¡Dios les dé la gloria eterna!       
MALCOM.—Tu dolor afile tu espada e inflame tu brío. Sírvate de aguijón y no de freno    
MACDUFF.—Aunque lloraran mis ojos como los de una mujer, mi lengua hablaría con la audacia de un
varón.¡Dios mío, ponme enfrente de ese demonio, y si se libra de mi espada, consentiré hasta que el cielo le
perdone!
MALCOM.—Esas ya son palabras dignas de ti. Vamos a despedirnos del Rey de Inglaterra. Solo nos falta su
permiso. Macbeth está a la orilla del precipicio. El cielo se declare en favor nuestro. Tregua a vuestro dolor.
No hay noche sin aurora.
 
c. ESTRÓBILO.—Lo que es más, cuando se va a la cama, se pone un saquillo de cuero atado a la boca.  
ÁNTRAX.—¿Pero para qué?
ESTRÓBILO.—No sea que se le escape algo de aire mientras duerme. […]
ESTRÓBILO.—Yo pienso que me lo debes creer, igual que dado el caso te lo creería yo también a ti.
ÁNTRAX.—No, no, si te lo creo.
ESTRÓBILO.—Pero ¿sabes? ¡Ja, cuando se baña, llora, porque se gasta agua!
ÁNTRAX.—¿Crees tú que podríamos conseguir del viejo un talento magno para comprarnos la libertad?
ESTRÓBILO.—¡Uf!, así le pidieras prestada el hambre no te la daría. Veréis, otra cosa: hace poco le cortó el
barbero las uñas: fue y recogió y se llevó todas las recortaduras.

Reconoce los personajes que aparecen en el siguiente fragmento de La casa de Bernarda Alba y distingue entre
el diálogo y las acotaciones. ¿Cómo has sabido reconocer cada parte?

Cuatro paredes blancas ligeramente azuladas del patio interior de la casa de BERNARDA. Es de noche. El
decorado ha de ser de una perfecta simplicidad. Las puertas, iluminadas por la luz de los interiores, dan un
tenue fulgor a la escena. En el centro, una mesa con un quinqué, donde están comiendo BERNARDA y sus
hijas. LA PONCIA las sirve. PRUDENCIA está sentada aparte.

Al levantarse el telón hay un gran silencio, interrumpido por el ruido de platos y cubiertos.

PRUDENCIA.—Ya me voy. Os he hecho una visita larga. 

(Se levanta).

BERNARDA.—Espérate, mujer. No nos vemos nunca.

PRUDENCIA.—¿Han dado el último toque para el rosario?

LA PONCIA.—Todavía no.

(Prudencia se sienta).

BERNARDA.—¿Y tu marido cómo sigue?

PRUDENCIA.—Igual.
BERNARDA.—Tampoco lo vemos.

PRUDENCIA.—Ya sabes sus costumbres. Desde que se peleó con sus hermanos por la herencia no ha salido
por la puerta de la calle. Pone una escalera y salta las tapias del corral.

En el fragmento anterior, indica qué información se refiere a cada uno de los aspectos que suelen aparecer en
las acotaciones (si no hay indicaciones, escribe tú qué podría haber apuntado el autor).
a. Actuación.
b. Apariencia de los actores.
c. Escenario.
d. Sonido.

Este fragmento de la obra Luces de bohemia no contiene ninguna acotación. Añade al menos tres.

EL MINISTRO.—¿Qué escándalo es este, Dieguito?

DIEGUITO.—Señor Ministro, no he podido evitarlo.

EL MINISTRO.—¿Y ese hombre quién es?

MAX.—¡Un amigo de los tiempos heroicos! ¡No me reconoces, Paco! ¡Tanto me ha cambiado la vida! ¡No me
reconoces! ¡Soy Máximo Estrella!

EL MINISTRO.—¡Claro! ¡Claro! ¡Claro! ¿Pero estás ciego?

MAX.—Como Homero y como Belisario.

EL MINISTRO.—Una ceguera accidental, supongo…

MAX.—Definitiva e irrevocable. Es el regalo de Venus.

EL MINISTRO.—Válgate Dios. ¿Y cómo no te has acordado de venir a verme antes de ahora? Apenas leo tu
firma en los periódicos.

MAX.—¡Vivo olvidado! Tú has sido un vidente dejando las letras por hacernos felices gobernando. Paco, las
letras no dan para comer. ¡Las letras son colorín, pingajo y hambre!

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