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La prese nt e o bra se ha p11blicado en francés, po r HOMBRES DE ESPIRITU
Editio 11 s du Se uil , d e París, co n el tít 11!0 d e

M O i°S E
ET LA VO CAT ION J IJI VF

MOISE5
Y LA

VOCACION JUDIA

NÚM. ]forno .: 6592-59.


M . 13867.- 1962.
DEP Ó S IT O LE GAL.

@ A G UlLAR . S. A . DE ED IC IONE S , 196 3.

RES E RVADO S TODO S LOS DEREC HOS .

PIUN T ED I N S P AIN. IMP RE SO EN ES P AÑA PO R

Vl l.L AG RO Y , MART IN DE LO S H EHO S , l. J , MA D RI D .


ANDRE NEHER

MOISES
Y LA ·

VOCACION JUDIA

Traducción del francés por


JOSE GARCIA MERCADAL

CON 108 ILUSTRACIONE S

AGUILAR - MADRID


PROXIMIDAD DE MOISES

e UÁL ES son los lazos que existen entre Moisés y


nosotros?
Los de nuestra cultura general, se sentiría uno tentado
a responder, al punto. No hay galería de "grandes hom-
bres" qu e no incluya su nombre; más: que no comien-
ce por el suyo, pues, en la memoria del hombre, Moisés
tiene la apreciable ventaja de la anterioridad cronoló-
gica Es el adelantado de los fundadores de religión, de
Jos legisladores, de los moralistas, hasta de los conquis-
tadores. Zoroastro, Jesús, Mahoma; So Ión, Justi niano,
Robespierre; Sócrates, Confucio, Rousseau; Alejandro,
César y Gengis Khan , jamás se enuncian sino después
de él. El rosario de los héroes de la Humanidad se de-
vana a partir de Moisés.
Añadid a eso los innumerables documentos plásticos,
so noros y escriturarios que una larga tradición artística
y literaria hace girar en torno a Moisés, colocando y
volviendo a colocar sin cesar el nombre, la figura, el
tema de Moisés, ante nuestras inteligencias de hombres
ilustrados. Una bibliografía, aunque fuese parcial, de
las obras literarias consagradas a Moisés, hasta un ca-
tálogo sucinto de la iconográfía de Moisés, necesitarían
volúmenes. Nuestro museo imaginario está poblado de
un verdadero universo de formas. de ideas, de símbolos,
todos relativos a Moisés, recortados sobre d.
¿Es por esa universal difusión, por esa instintiva lo-
calización de Moisés en cualquier aspecto de nuestra

7
M oisés
(Fresco de la Sinagoga d~ Dura-Europo5 , siglo n1).
Cat11cwnba de Calixt o (siglo IV). Mig uel A ng el (siglo XVI). C T/a rt res (Siglo x 111 ) . Fig urila d e Sajo nia (siglo

'
XVIII ).

cultura, por lo que se ilustra la proximidad de Moisés? ha aureolado Vigny ; eJ que otros le co mprendan por el
Desconfiemos de las generalidades. Es no descubrir a símbolo de las Tablas de la Ley. emblemas de la equi-
Moisés en parte alguna el hall arlo en tod as partes. dad y la justici a, nada prueba sobre la presencia real
Basta un poco de erudición para que se disipe, en de Moisés entre nosotros. Indica simpl emente qu e Moi-
Moisés, el nimbo de una cabeza destacada , y para que sés es célebre y que, semejante en eso a otros héroes de
integre un rango modesto de una enumeración monó- la Hi storia. los hom bres se vu elven de un a man era re-
tona. Antes que él, Neferrohu fue profeta; Hamrnurabi, gular h acia su fi gura para confirmar en ella su propia
legislador; Inotep, moralista; Sesostris. conquistador. En persona. Lo que Migu el Angel ha imp reso en el mármol
cuanto a la abundancia de la documentación cultural, no es el espíritu de Moisés, sino el del humanismo. Esa
es traidora y ambigua, e incita má s a menudo a errores nobleza altiva y robusta , esa vitalidad serena y firme,
que a contactos verdaderos. El hecho de qu e miUones esa fu erza y esa calma simultáneas; reflejan, indudable-
de hombres vean a Moisés a través de las dimensiones mente, el Renacimi ento , pero ahí Moisés no es más que
que le co nfiriera Miguel Angel; el qu e cierto número un antifaz y un testaferro . ¿Por qué el artista descono-
también le admire en la soledad silenciosa con qu e lo cido de la catedral de Chartres estaba quizá en lo cierto,

8 9
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')

La$ tablas revolucionarias. M o isés ro mpiendo las Tablas de fa Ley (El Parmigiano).

bre de acción e in ventor; el de Siegmund Freud, re-


y Moisés tenía una cara larga, demacra da, inquieta, dq - fugio de complejos duros y molestos; el de Churchill,
lorid.a? ¿O el de Dura-Europos, cuyo Moisés delicado , dictador sin réplica, brillante, dotado y victorioso. Está
casi imberbe, se muestra radiante de juventud inexperi- el Moisés de los libretistas, que R ossini, Darius Mil-
mentada y de sorpresa ante Ja vida? Al lado del Moisés haud , Arnold Schi:inberg y Maurice Lévy han trans-
de Vigny , solitario y silencioso, está el de Schiller, hom- crito por la magia de Jos sonidos.

10 11

1[
oculta a nuestros ojos la verdadera figura de Moisés.
Sobre su rostro cae un velo. Importa alzarlo.

¿Nos ayudará a ello la invocación de la Biblia?


Porque, en fin, los lazos reales entre Moisés y nosotros
no son los de la Biblia, un libro que, desde que fue es-
crita su primera página, hace tres milenios, ~o ha cesado
de fecundar el pensamiento humano, de alimentarlo de
,,, un pan del que aún no se ha sosegado nuestra ha~bre.
Discípulos de Moisés lo somos todos, con títulos diver-
sos y a veces contradictorios, por nuestra fe y por ~rnes­
tras dudas, por nuestra mística y por nuestro realismo,
por nuestra oración y por nuestras rebeldías, P.º r ~rnes­
tros alejamientos y por nuestras .entregas. E~ 1ud10._ el
cristiano, el musulmán. el humamsta, el utopista social,
El arsenal de los símbolos familiares a nuestra civi- el dialéctico materialista, el pensador existencial, todos
lización contiene esas famosas Tablas de la Ley que reconocen en la Biblia la fuente o, por lo menos, el es-
vulgarizan a Moisés hasta sobre los frontones de nues- bozo de sus opiniones. La condición espiritual del hom-
tros Tribunales de Justicia. Pero es en la perspectiva bre moderno , con sus posibilidades más paradójicas,
de Rousseau y de Robespierre, y no tal vez en la de impone con evidencia la presencia, de Moisés en nos-
Moisés, donde las Tablas erigidas encarnan el progreso. otros.
¿Y quién sabe si el símbolo nietzscheano de las ta- Evidencia de la que, sin embargo tenem~s gra~e~
blas rotas, luego renovadas, no traduce mejor el espí- razones para desconfiar. En su misma generalidad, tle-
ritu de Moisés, que, evidentemente, tuvo las Tablas en '\

sus brazos, pero también, un día las rompió a los pies


de la montaña? La justicia de Moisés ¿es la de la sere-
nidad de nuestro orden establecido, o es, más bien ,
la de las grandes cóleras?
Como se ve, nuestra intimidad cultural con Moisés
aleja de nosotros su figura auténtica, reduciéndola a
clisés convencionales. Unos, colosales e imponentes;
otros, de una vulgaridad decorativa. No hay ejemplo
más hermoso de esa deformación que los cuernos con
que Moisés está invariablemente disfrazado en la ico-
nografía cristiana y laica. Contrasentido debido a un
error de traducción cometido por San Jerónimo, y que,
desde hace más de un milenio, da lamentablemente a
la fisonomía de Moisés un aspecto satánico. Todo eso

12 La muerte de Moisés, según un manuscrito musulmán (Sif?/O XIV). '


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Almanaque grabado po r l sraeL H enriet , llamado Israel (siglo XVII ).
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a b. •·om{·riÍ11u (t' lHl g,·ro. nd

ne, como la evidencia cu ltural, algo de ambiguo y de


ficticio. Lo que la espiritualidad occidental tiene tenden-
cia a retener de Moisés no es su realidad , sino su mito.
Necesitamos denunciarlo tratando de poner a Moisés,
en nuestro siglo, en su lugar a utén tico.
Basta un mínimo de confesión sincera para reconocer
en la hora actual las proporciones míticas de Moisés en

14
Los Die::, Mandmniem os dll la R epública.

l11 Pldo1 ~plnl' :11lmin-'.~ l('s <'ll{-ts ll :u•~ fo i\"l(. mpl<· '"!lºu1·cl"lu1i iroun- un 1\7.1
'.inHt' Lill<'«k' l" hg;alilc-' l1'iu1qu;l[<' I l~ t rl<·"¡ a rr n:,·e i•s joiiil fl,,
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ktws bicu{rulai
J
Los Diez Mandamientos de uso universal (Grabado de Cal/o t).

el espíritu de la mayor parte de los que creen en la Bi- fortalece la impresión de que hay algo de Moisés en el
blia o la reivindican. Evidentemente, en los terrenos ins- espíritu actual del cristianismo, del musulmán y del re-
pirados por la Biblia, esencialmente pues en las teolo- volucionario.
gías y las liturgias monoteístas, y en las doctrinas Pero, también en eso, se trat!l de una presencia ve-
socialistas- por doquiera donde Ja noción de salvación lada o, más bien, lo que es más grave, filtrada y reto-
temporal o espiritual tiene un sentido- , la presencia cada. La significación de Moisés jamás es allí esencial,
de Moisés es imponen te, y al lado de la bibliografía li- pero cuando la perspectiva es religiosa, tipológica; es
teraria o iconográfica, notables estudios señalan el lugar cuando es profana, referencial. Moisés está en el origen,
de Moisés en el Nuevo Testamento, en la patrología y luego en el pasado; jamás en el punto de impacto de la
en la Homilía cristiana, en el Corán y en los hadits, en Biblia y de la realidad actual. Presencias decisivas y sa-
la mística medieval y en las obras de la utopía social cramentales se interponen entre el hombre del siglo xx
de los siglos xvm y xrx. Y, por vía de consecuencia, se y Moisés: Jesús lo oculta al cristiano ; Mahoma al mu-

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NEHER. -2
sulmán; Isaías, Rousseau, Proudhon y Marx, al socia-
lista; Job y Pascal al filósofo existencial. bi.én. sus lazos con la Thora. La parte valedera de la
La comprobación es más amarga y tiene consecuen- Biblia _no se les presentaba ya a los judíos "ilustrados"
cias más graves de lo que a primera vista parece. Si se emancipados y asii::iilados, sino a través de los profetas:
quiere llegar al fondo de las cosas, si consienten en que- los salmos, los escntos de la sabiduría; en suma en todo
brar la insignificancia que la ligereza confiere a las pa- lo que ~~bía adqu~rido derecho de ciudadanía ; n la cul-
labras y en .restituir a estas en su definición irreducible, tura. ?n sttana o laica de los tiempos mod ernos, con ex-
se reconocerá que hay cierta traición y mucha despre- clus10n del Pentateuco de Moisés, él mismo rechazado
ocupación al proclamar que se es fiel a Moisés; sencilla- por el ~und o contempo~~neo en el terreno de la leyen-
mente porque se es fiel a la Biblia. La obra de Moisés d~ arca~ca , o del pnm1ttv1smo anacrónico. Mas, esos
no es la Biblia entera, sino solo el Pen tateuco- la Tho- 1msmos 1ud10s. ?rearan entonces, para designarse, la pa-
ra, la Ley. Ahora bien: ni la Biblia de Jesús, ni la de labra Y.la noc~on de mosaísta. Ja más en la historia de la
Mahoma, ni la de Karl Marx, ni la de Kierkegaard, f:Iu~1rnmda.d , nmg una comunidad religiosa se había cons-
han absorbido esa Ley, ni la han integrado en sus sus- t1tmdo .ba10 el vocablo de Moisés. La innova~ión judía
tancias . E l movimiento de rechazo sobrepasa en ampli - en el siglo XIX es completamente significativa. Es en el
mome1~to, preciso en que el perjuro respecto a Ja Ley
tud al de integración. Las fáciles fórmulas antitéticas:
de M01ses alcanzaba su paroxismo y resultaba escan-
Ley y Fe, moral estática y moral dinámica, servidumbre
daloso porq;ie ~manaba de hombres cuya fidelidad a
razo nada y servidumbre metamoral, obligan a eleccio- la Ley habia sido hasta allí irrepocbable. cuando el
nes que alejan a Moisés del Cristianismo, del Islam. del
positivismo, del existencialismo, mucho más que otras O ri¡:enes del "Mosaísm n'» la ley d , M · · ¡
La " L d~ M . - ., . e o 1ses. en ie breo, parece i1utr cadu ca
formulaciones menos decisivas tienden a ello. Las vio- ey e 0 1ses m o derna es elaborada y 0 1o rgada por Napo le6 n . ·
lentas repul sas de Moisés expresadas en otro tiempo por
Marcion, y en nuestros días, por Simone Weil, son más
francas y sinceras, y, en cierto sentido, más instructivas
que las prematuras tomas a remolque. Nos ayudan a
desmistificar esa "presencia bíblica" en' que, no siend o
ya respetado ningún elemento en su irreemplazable
unidad, se pierden todos en un turbión informe.
Todo pasa como si la infidelidad a la obra de Moisés
se acompañara de una reagrupación más intensa en
torno a su nombre. Aquí. el mito es compensador; pro-
porciona al "discípulo de la Biblia" la ilusión de una
adhesión nominal a una enseñanza de la que radical-
mente ha renegado. Su ejemplo más típico está pro-
porcionado por el Judaísmo, que, sin embargo, ha dado
prueba de una tenaz fidelidad a la Ley de Moisés. Sin
embargo, el Judaísmo liberal del siglo XIX ha roto tam-

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nombre de Moisés vino a cubrir la traición. Ser mosais-
ta era, en efecto, renunciar a la singularidad del judío,
del israelita, y mezclarse con la multitud de todos aque-
llos para quienes la invocación del nombre de Moisés
era más vulgar cuanto que la renunciación a su obra
se había consumado desde larga fecha. En el mosaís-
nw, el judío conquistaba la anonimia espiritual, carac-
terística de todos los hombres modernos que reivindican
el nombre de Moisés sin dejar de esquivar su mensaje.
Para transcender el mito de Moisés y alcanzar la rea-
lidad de la presencia de Moisés en nosotros, se necesita,
pues, modificar los términos de la cuestión q'ue hemos
planteado al principio. No interrogarse sobre la Biblia
y nosotros, sino sobre la Thora, la Ley y nosotros.
Mas, contra la corriente de la evolución que lleva
desde el Renacimiento hasta la linde de nuestro siglo,
se manifiesta hoy una rehabilitación de la Ley, a veces
bajo formas dramáticas. Porque el precio de un valor
que poseen es menos elevado que el de un valor que de-
sean. Y, precisamente, la actual nostalgia de la Ley
es lo que subraya el pensamiento de un Bialik o de un
Kafka, portavoces, con títulos diversos, de ciertas in-
quietudes fundamentales de nuestro tiempo. Han vuel-
to a recibir la presencia de la Ley en su vida como el
pecado y el fracaso de su persona y. de su generación.
Han ll amado a Ja Ley. porque el haber tenido que recha-
zarla torturaba y fr ustraba su ser. "¡Forjadnos la Ley!" ,
exclama Bialik, como conclusión de un análisis de la
crisis espiritual al principio del siglo xx. Y Kafka, en
la intimidad de su Diario, anota en la fecha del 19 de
octubre de 1921 : "No son la pereza, la mala voluntad,
la torpeza ... las que me hacen fracasar o ni siquiera
fracasar en todas las cosas: vida de familia, amistad,
matrimonio, profesión literatura. sino · la ausencia del
suelo, del aire, de la Ley. Crearme estos; he ahí mi
tarea ... "
Cuando se enuncian llamamientos de este género,
Moisés, de pronto, se convierte en nuestro siglo en uno

20 El mundo tie ne sed de la i hora


(Grabado de José B11dko, 1924) ,
de nuestros con temporá neos más proxunos. No por la
imagin ería de nuestra memoria, no por ese convencio-
nalismo de la cultura bíblica, sino como si el encuen tro
entre él y nosotros fuese de hoy, fresco e inmediato. Un
Moisés con cuernos y sin velo, sin doble y sin sosias,
revela su rostro auténtico y único, por doquiera donde
la Ley, tomada por ella misma, es el tema-clave de un
pensamiento o de un programa. la ordenadora de un a
conciencia o de un a vida.
Es un socialismo completamente nuevo, más confor-
me con las necesidades de nuestra época, lo que los eco-
nomistas descubren en Moisés. Todavía ayer, la afinidad
entre el socialismo y la Biblia ocupaba el lugar que esta
concede al pobre. Una solidaridad, más poética que
positiva, más lírica que activa, se establecía entre los
doctrinarios del proletariado y los profetas del Anti-
guo Testamen to. El espíritu "profé tico" fecundaba, es
cierto, el pensamiento social de Hegel, de Lamennais,
de Marx, de Darmesteter, de Péguy, pero depositando
en él un impulso y no un programa. un entusiasmo y no
una realización. En la hora actual, el "plan" de Moi-
sés, las instituciones sociales cuyos engranajes y fu n-
ciones determina, interesan mucho más. Sorprenden por
su atrevimiento, por su eficacia, y experiencias aisladas,
como las del Kibbuts y del Keren Kayemet en el es-
tado de Israel, introducen el pensamiento de Moisés en
la estructura mis ma de nuestras sociedades de van-
guardia.
También la experiencia religiosa se renueva en Moi-
sés. Es en él, en su Thora, en las exigencias rituales del
Levítico, prolongadas y multiplicadas por prescripcio-
nes del Tal mud, y no ya en u na espiritualidad vaga y
ligera, donde se defi ne el monoteísmo. Las tesis del doc-
tor Enrique Baruk, tan diferentes de las ele pensadores
judíos del siglo xix, pueden, evidentemente, parecer dis-
cutibles. Son, sin embargo, el índice, en un plan muy
concreto y casi objetivo, puesto que se trata de medi-
cina y de psiquiatr ía, de una nueva formulación judía

22
Est e judío , de Hermann Struck (hacia 1920), fnterroga al cielo co n angustia.
¿ Qué reserva el po rvenir?
del monoteísmo, que tiene serias incidencias sobre las Pero la noc10n de Ley no es la única en permitir
demás religiones monoteístas. Le era fácil en otro tiempo pasar del mito de Moisés a su realidad. Ha nacido, re-
a un cristiano, cuanci8 aceptaba el remontar hasta las cientemente, una viva conciencia de un problema agudo
fuentes, hablar de tradición judea-cristiana. Enlazaba y no resuelto; de una existencia enigmática y no inte-
entonces, con el pensamiento, el profetismo del Antiguo grada, de un hecho junto al cual pasaban sin ignorarlo,
Testamento con la revelación del Nuevo, pero dejaba evidentemente; pero en la indiferencia, hasta el día en
fuera a Moisés y su Ley, el "fariseanismo" bajo todas que, de pronto, se ha revelado como el hecho. Este pro-
sus formas. Ahora el volver a buscar las fuentes (¿no blema, ese hecho, es el judío quien los constituye. Y la
es una búsqueda muy de nuestro siglo?) exige compro- súbita promoción del judío como actor central del dra-
misos más precisos y más graves. El judaísmo se reco- ma de nuestro siglo, ha hecho resurgir a Moisés tal
noce en Moisés y en la Ley, en los principios "fariseos". como en sí mismo el instante lo re-autentiza.
Poner un trazo de unión entre judaísmo y cristianismo, Cuando en 1945, después de la larga y trágica noche
englobarlos en una misma perspectiva "mo~oteíst~"· del III R eich, cantó un "nuevo día'', diez escritores se
es admitir implícitamente que, a pesar de sus diferencias reunieron para redactar un primer balance provisional
ineluctables, Ley y Fe, fariseísmo y evangelismo, Moi- de las ilusiones quebradas y las esperanzas posibles.
sés y San Pablo, tienen cada uno su "sentido" inaltera- ¿Porqué diez? Porque tenían la convicción de que las
blemente bíblico. R ecientemente, el padre Demann ha ruinas del universo no podrían transfigurarse en mate-
advertido a los cristianos: su monoteísmo, si quiere ser riales del porvenir más que bajo el signo del Decálogo.
fiel, debería volver a pensar a propósito de Moisés. La Ley había sido violada hasta en sus fundamentos;
Repensar tanto más urgente, cuanto que, P.ºr su par- era menester que fuese restaurada hasta en sus remates,
te la filosofía religiosa judía ya lo ha realizado. Les para que de nuevo el mundo se equilibrase. Cada uno
h~ bastado, sin duda, a ciertos pensadores judíos, ad- de los diez Mandamientos ponía en causa el todo de la
herirse al clima espiritual de nuestra época, y re-descu- vida del mundo, y los diez escritores se relevaron para
brir, con los Berdiaeff y los Saint-Exupéry, el sentido aclarar cada uno de los principios de cada uno de sus
de una vocación ritualista y cósmica del hombre, para mandamientos. Apareció entonces con toda naturali-
experimentar que el judaísmo poseía d~sde Moisés esos dad que la primera palabra del Decálogo, la de la Pre-
valores que un siglo racionalista había estado a pun~o sencia divina al lado del hombre: Y o so:y el Eterno, tu
de hacerles olvidar. Es especialmente el caso de Martm Dios, no podía ilustrarse mejor que por la vida y el
Buber, cuya obra representa bien, como lo i~dica Ei;ri- pensamiento de Moisés, que fue el arquitecto del Decá-
manuel Mounier, " la rama judía del pensamiento exis- logo entero. De ese modo, Moisés en su persona y Moi-
tencial más que del judaísmo". Otros pensadores judíos, sés en su símbolo de las Tablas de la Ley, proporcio-
sin embargo, Jacob · Gordin, Franz Rosenzweig, Abr~­ naban la base y el plan de un mundo nuevo y diferente.
ham Heschel, describen al hombre y al universo a partir Pero ¿porqué fu e preciso que Thomas Mann, encar-
de la tradición judía; la vuelven a sentir, en todas sus gado de la redacción del retrato de Moisés, que debía
épocas y en todas sus expresiones, y hasta en su ~on­ encarnar el primer Mandamiento, fracasase en su ta-
tenido actual, como una inalterable y fecunda fidelidad rea? Su Moisés es de confección raquítica, insípida, de-
a la Ley de Moisés. masiado semejante a los Moisés prefabricados que las
librerías piadosas o profanas ofrecen al primero que lle-
24 25
ga, sobre sus estantes de teología o de historia. Es, no do ~rees huir de él, es hacia él que te diriges. En la
puede dudarse, porque Thomas Mann reaccionó como alten9ad absoluta de tu existencia, eres aque l cuyo ser
humanista. Su espíritu. herido por el atentado nazi con- es M10.
tra la dignidad del hombre, trataba de recuperar para El "misterio" de Israel está tan solemnemente afir-
Moisés algún valor universal. Descubrió a Moisés sub m ~do en nuestro_ siglo, que no se comprende enteramente
especia:e eternitatis. Mas la necesidad que había, incons- mas que a la vISta de Moisés. Ni Abrahán ni Oseas
cientemente quizá, asociado a los escritores a ese balan- ni ~ ei;emías, han, con una convicción semeja~te a la d~
ce común, no era del orden de la eternidad, sino del M01ses, pensado y vivido lo que hay de irreemplazable
instante. El deber de que era preciso que cada uno se en Israel. Nuestro Padre, dicen los judíos al hablar de
hiciera consciente, y que debía ser expresado en letras Abrahán; nuestro Maestro, al evocar a Moisés. Dife-
explícitas e imborrables, en ese momento determinado rencia ,importante, pero mucho menos capital que esta:
de la Historia, no concernía esencialmente al hombre ~brahan , es el padre de la multitud de Los pueblos,
siendo, as1 que Moisés es el maestro de ese pueblo. E n
eterno e intercambiable, sino a un hombre par icular e
Abrahan se y~·efigura la comunión de todos los pue-
irreducible, reducido a un destino único: el hombre ju-
blos; en M01ses, en el seno de la misma comunión se
dío. Si la cruz gamada había destrozado la humanidad realiza la irreducible vocación del pueblo judío. '
entera, resultaba, sin embargo, que su agresividad cen-
tral apuntaba al judío. Es solo a partir de una com- Oseas y -~er~mí~s tienen patéticos acentos para cele-
brar la umon md1soluble de Dios y de Israel. Moisés,
prensión fundamental de la condición judía cuando en la gravedad de esa unión, vuelve a sentir con más
puede reconquistarse una condición humana. peso su propia e indestructible adhesión a Israel. A él
Si Thomas Mann hubiera comprendido mejor su te- solo, entre todos los hombres de la Biblia ofrece Dios
ma, habría hecho verdaderamente de Moisés el hombre la el_ecci?n de hacer desaparecer Israel y d~ recomenzar
del primer Mandamiento, el hombre, pues, que Dios la h1stona con otro pueblo. Moisés lo rechaza: a pesar
busca, designa, escoge: Y o soy tu Dios. Hombre cuya de la ii:finitud de los riesgos, es con ese pueblo con el
persona es eternamente segunda e interpelada, _que ja- que qu~e~e pros~gu~ la historia, es ese pueblo el que
más está sola en su yo, cuya solicitud no puede ser sino prosegmra la h1stona. ¡Compromiso absurdo, que va
ilusión y espejismo, y que, temprano o tarde, en el beso co ntra la lucidez divina y contra los datos de lo real!
en la herida, encuentra su interlocutor. Pero_ ~a decisión de Moisés es grave y terca. De ella
Habría mostrado también cómo Moisés ha compren- perc1b1111os la consecuencia inmediata e irremisible
dido ese tuteo divino : no como un llamamiento lanzado cuando, ante nuestros ojos, se aviva y se afirma la exis-
a su persona individual, ni como una invitación hecha tencia judía, irracional e incoordinable.
a la Humanidad entera, sino como la Palabra dicha, Un ejemplo: la aventura sionista es una de Jas más
de una vez para siempre, al pueblo judío. Pueblo al que sorprendentes de los tiempos modernos. Muchas co as
en lo sucesivo le es imposible la evasión. ¿Ser como los en ella se comp~r_a n a e~per~encias análogas y se expli-
otros? ¿Tú que eres el Otro, el segundo, la pareja? Dios can por leyes log1cas: L1bena, la Ind ia, China, ofrecen
está sobre tu camino, es tu camino y tu barrera, tu pas- para~elos sugestivos. Sin embargo, hay en ella un resto
tor y tu lobo, tu padre y tu juez, tu esposo en el amor lfrac10nal: la adhesión inalienable a Palestina. Todo se
y en los celos. Oculto o revelado, te acompaña, y cuan- oponía a esa elección: la contextura política, la situa-

26 27
c10n económica, la urgencia de establecer un hogar es-
table para millones de perseguidos. Y, sin embargo, en el siglo xx; el que definió, en sus más trágicas expre-
rechazando el "territorialismo'', el estado de Israel se siones, el solo nombre de Auschwitz. Ese hecho, tam-
ha fundado sobre esa tierra y no en otra. Decisión que bién, se significa en Moisés.
cimenta el conjunto, y que nada, sin embargo, puede La similitud del decorado es alucinante. Si se exa-
explicar, si no es por la pennanencia de la decisión de mina, en el conjunto del sistema hitleriano de los cam-
Moisés. La justificación fundamental del estado de Is- pos de concentración, el hecho preciso de la persecu-
rael está en esa Injustificable. Y se puede lamentar el ción antijudía, ningún ejemplo ofrece tantas analogías
que la Constitución del Estado no haya mei:cionado .ª como el de Egipto en la época de Moisés. La documen-
Moisés con todas sus letras. Se coloca, es cierto, ba30 tación egipcia y el testimonio bíblico, una y otro, en
la invocación de los profetas bíblicos; pero los constitu- más de tres mil años anteriores al III Reich alemán,
yentes de Israel han cedido en eso al espejismo de lo están allí para aproximar los acontecimientos, y todo
universal. También ellos han sustituido el mito por la sucede como si el mismo hecho se hubiera repetido en
realidad. La Biblia, tomada como un conjunto y defini- la Historia, con tres milenios de intervalo.
da por ese vocablo vago de "profético", tal vez no ase- Pero hay una similitud más interior, a la que es pre-
gure la tierra de Abrahán al solo pueblo judí?. Claud~l ciso estar atento. Christopher Fry lo ha descrito admi-
y Massignon no dejan de recordarlo. La reahdad .esp_i- blemente en su Príncipe de Egipto. Moisés, educado
ritual sobre la que se funda el derecho del pueblo 1ud10 y protegido en la corte del faraón, escapa a la condi-
sobre la tierra es la de Moisés. Basta pronunciar su ción de los hebreos, y habría podido continuar por largo
nombre con ánimo y convicción para que los errores tiempo su existencia de egipcio, de judío asimilado y
se disipen. Entonces, el enlace entre Israel y esa tierra privilegiado, completamente semejante a los dem:í_s
se justifica como un valor, indefinible pero manifiesto . hombres. Pero bruscamente se realiza el despertar a la
conciencia judía que la Biblia condensa en algunas pa-
Un pueblo adquiriendo la independencia es un hecho labras lapidarias: Cuando Moisés hubo crecido, salió
importante. Los judíos han conocido uno más· grave, hacia sus hermanos (Ex. , 2, 11). Salida desconcertante,
capital. En una atmósfera de barro, de sudor y de san-
gre, Moisés vuelve a ser judío. Tal es la experiencia
por la que Moisés es el confidente más próximo del
judío del siglo xx.
Porque el judío del siglo A.'X vivía, como Moisés, en
la ilusión de ser como los otros. Hasta Auschwitz preci-
samente. Entonces en el barro, el sudor y la sangre,
nace la conciencia de un destino irremediablemente di-
ferente. En el martirio de los seis millones de judíos
europeos, la figura-tipo no es justamente la del mártir,
quiero decir del judío, fiel a su judaísmo desde el . na-
cimiento hasta la tumba, pues este sabía que el holo-
causto no era el primero, y que se inscribía en el plan
general de una alianza que tenía sus claridades brillan-

29

Prisioneros de Seti l (Karnak) .


su argumento. El segundo texto: algunos versos extraí-
tes, pero también sus noches y sus nieblas. L a figura-ti-
dos de un poema que Benjamín Fondane, el joven fi-
po es la del mártir a pesar suyo, el judío des.tacado, en-
lósofo judío que meditó sobre Rimbaud y sobre Hegel,
tre los ojos sorprendidos del cual, "sorprendidos de co-
"no tuvo tiempo de acabar", cuando, desde Drancy, el
nocer tan poco", iba a entrar la muerte; para el cual el convoy lo llevó a Auschwitz:
redescubrimiento de la situación judía fue despertar Y
herida. Es el judío al que todo predisponía para escapar
a su destino: la asimilación ya larga a las costumbres
de todos, llevaron a veces hasta la ignorancia de la
identidad judía; la voz generosa de un siglo laico y
humanitario; el deseo fuertemente mantenido de hacer- A ti te hablo, hombre de los antípodas.
Hablo de hombre a hombre,
se "perdonar" el pasado, de hacerse olvidar; y que todo.
con lo poco que en mí queda del Hombre,
de pronto, arroja en un destino que se quisiera enton-
con la po ca voz que rne resta en la garganta,
ces desesperadamente descifrar y que, aunque siga mi sangre está sobre los caminos. j Pu eda ella,
siendo oscuro, resulta ineluctable. Los testimonios de pueda ella no gritar venganza !
esa salida hacia los hermanos son demasiado múltiples El halalí ha sonado. Los an imales son perseguidos:
y variados para que se puedan mencionar aquí todos. dej adme hablaros con esas mismas palabras
Algunos de esos regresos fueron voluntarios; otros se crue tuvimos en herencia .
realizaron bajo la violencia; algunos se manifestaron j Pocas qu edan inteligibles!
por un redescubrimiento espiritual de los valores ju-
díos; otros, en fin, por una reagrupación interior de
todas las fuerzas de la persona. Baste, para sugerirlas
en su densidad, citar dos textos: el uno es el Moisés de Un día ven drá , ecs seguro, la sed apaciguada,
Siegmund Freud, compuesto en _1 930, en el ~u~ se es taremos más allá del r ecuerdo. La muerte
anunciaba la tormenta del III Re1ch. El advemm1ento habrá terminado los trabajos del odio.
del hitlerismo recuerda a Freud que es judío: detalle Seré un ramo de ortigas ·baj o vu es tros pies.
que había pasado casi inadvertido en setenta años de En ton ces... j Pues bien! Sabed que tenía un rostro
como vosotros; una. boca Que rezaba, como vosotros ...
existencia y que, de pronto, toma en su persona una
significación capital. Necesita desde entonces un. a~unto
cuyo análisis satisfaga menos el deseo del conoc1m1ento
ajeno que la nostalgia de comprenderse a sí mismo, !'
H e leído, como vosotros, todos los periódi cos, los libros,
lo encuentra en Moisés. Que la infraestructura exege- y nada ·he comprendido en el mundo,
tica de ese estudio sea completamente frágil; que el y nada he comprendido en el Hombre,
análisis vaya a parar, en fin de cuentas, a una autodes- aunqu e a menudo me hava O•c urrido afirmar
trucción. son cosas secundarias que no quitan importan- lo contrario.
cia alguna al interés documental del libro. Uno de los
representantes más típicos de la inteligencia desjudai-
zada se entrega allí. en el momento desgarrador del
redescubrimiento de su conciencia judía y Moisés es
31
30
Y cuando la mu erte, la muerte, haya venido, tal vez
haya pretendido saber lo que era; pero verdad ,
puedo decíroslo en esta hora.
1-f a entrado toda ella en mis ofos atorntos,
asombrados de comprender tan poco.
' Habéis co !llprendido mejor que yo?

iY, sin embargo, no!


Y o no era un hombre como vosotros.
No habéis nacido sobre los caminos.
l\adie ha echado al albañal vu es Lros hij os,
corno gatos todavía sin ojos.
No habéis errado de ciudad en ciudad .
perseguidos por los policías,
110 hab éis conocido 1011 d esastres del alba,
los vagones para ganado
y el sollozo amargo de la humillación,
acusados de un delito que no habíai s hecho,
del ,crimen de existir. ..
Cambiando de nombre y de rnslro
para no llevar un nombre que han in cr epado ...
j Un rost~o que había servido a todo el mundo
de escupidera!

.. . Cuando piséis ese ramo de ortiga s


qu e había sido yo en otro siglo,
en una historia para vosoLrns pasada ,
acordaos solamente de que era inocente
y qu e, como vosotros, mortal es, ese día
había tenido, yo también, un rostro marcado
por la cólera, por la piedad y la alegría .

Un rostro d e hombre ... simplemente

NEHER 3 33
ca a, sm u ,
.
Edl P?e 1~ª ;: ~~~ª~a ftg::
El E d Correspondencia bus-

.
;~ Moisés. Pero, aunque
atormentad.o de la
sea fortuita, el tema fonda!1iano y . 1 el ver-
alteridad judía restiMtuy.e ,meJO.u~ ~~ ~~t~~~o s~~~~dad de]
dadero rostro de 01ses q
mármol de Miguel Angel. IDENTIDAD DE MOISES

ENlargas columnas majestuosas y monumentales, de


una grafía regular, la Thora se ofrece a nosotros
desde hace siglos, sobre pesados pergaminos venerables.
El hebreo con sus caracteres cuadrados y esculturales,
nos entrega aquí el original de la obra de Moisés, en
cinco libros (Pentateuco); los relatos compuestos por
él sobre el Géne·sis del mundo, el diluvio, la alianza con-
cluida por Dios con Abrahán, Isaac y Jacob; el relato
de su propia vida y de sus intervenciones primeras en·
Egipto con ocasión del Exodo; el cuerpo de la Ley del
Levítico, revelado en el Sinaí; los Números, peripecias
del pueblo hebreo conducido por Moisés a través del
desierto de la península de Arabia; en fin, el Deutero-
nomio, último discurso de Moisés, y el relato de su
muerte, a las puertas de la Tierra Prometida de Ca-
naán: En cerca de mil lenguas, está ese texto traducido,
en la hora actual (ningún otro libro humano ha alcan-
zado ese r ecord): salvo los matices de la traducción, es
invariable. De Ja Biblia, de los veinticuatro libros canó-
nicos de Ja Biblia judía, de los cuarenta y cinco libros
canónicos de la Biblia católica, el Pentateuco de Moisés
es a la vez la piedra de fundación y el umbral. La sos-
tiene y la organiza; no se puede entrar en ella más que
por él. Invitamos al lector a recogerse ante ese texto,
a meditarlo; no encontrará guía mejor para conocer a
Moisés.

35
34
En otro tiempo, semejante invitación hubiese pare-
cido ingenua. Ni la autenticidad mosáica, ni la integri-
dad textual del Pentateuco, eran admitidas por aquellos
para quienes el conocimiento depende, en primer lugar,
de la ciencia y de la historia. Todo ha sido puesto en
duda, criticado, rechazado. En el punto extremo de una
evolución que va de Spinoza hasta el alba de nuestro
siglo x:x, y cuyos promotores más célebres son el ora-
toriano Richard Simon, el médico de Luis XV J ean As-
truc y el exégeta-historiador de Marburgo, Julius Well-
hausen, el Pentateuco no es más que una compilación
de varias decenas de ·documentos, escalonados a través
de los siglos, de inspiraciones y de ópticas múy diver-
gentes, y a menudo contradictorias. Su redacción defi-
nitiva sería posterior en un largo milenio a la época
presunta en que vivió Moisés. No es ya el hierático
pergamino de las sinagogas que puede proporcionar
desde entonces un camino de acceso a Moisés, sino una
de esas ediciones arco iris de la Biblia de Tubinga, don-
de cada color evoca otra fuente. otra época, otro autor,
designados por las siglas J, E, D. P. JE. etc., cuya no-
menclatura es casi tan famosa como la de la quí-
mica.
Muy pronto manifestóse una reacción respecto a tal
extremismo crítico. En la hora actual, vestida y alen-
tada por el balance de las excavaciones arqueológicas.
por la sociología, por la historia comparada de las re-
1igiones y de los mitos, y por todo un método nuevo de
pensamiento, esa reacción adopta figura de tesis. "El
contenido intelectual de nuestro Pentateuco, escribe W.
F. Albright. en 1955 (La Ar.qu.eología de Palestina, pá-
gina 244), es, en general, mucho más antiguo que la
fecha en que fin alm ente fue redactado; nuevos descu -
brimientos no cesan de confirmar la exactitud histórica
o Ja antigüedad literaria· de un detalle tras otro. Hasta
cuando es necesario suponer adiciones tardías al nú-
cleo primitivo de la tradición mosáica, esas adicione&
reflejan el crecimiento normal de instituciones y de prác-

3U En Israel: plantación del Bost1ue. tie los Mtfrtiret


ticas antiguas o el esfuerzo de _e~cribas 11:1ás tardíos para piritualidad con todo lo que lleva consigo de sorpren-
salvar el máximun de las trad1c10nes existentes respecto dente y de inanalizable, permitirán al autor escoger con
a Moisés. Es, pues, dar prueba de hipercrítica_ e_l, negar vigor. Tantas obras han aparecido estos últimos tiem-
el carácter esencialmente mosáico de la trad1c10n del pos sobre Moisés, concebidas según el método analíti-
Pentateuco. "Por eso, abundan los aut_ores que, ma_n~­ co, que excusarán a esta querer interpretar el aconteci-
jando el método de crítica textual, atribuyen a Moise~ miento "Moisés" en su globalidad. El objeto de la
importantes partes del Pentateuco, a veces en su, letra. investigación nos autoriza a ello, y también ese senti-
el Decálogo (Rowley, Baron) las ley ~s . apodicticas miento que todo hombre está en derecho de experimen-
(Alt); lo más a menudo, en su tendenc~a ger.ieral: las tar, sin ruborizarse, frente a la Biblia, y que Pascal
narraciones históricas (E. J acob ), la coexistenc_ia del es- llama: el riesgo. Nuestra referencia será pues el Pen-
píritu sacerdotal y del espíritu deteuronom1sta (Du- tateuco; la introducción a nuestra investigación, el re-
sseau). · d sumen, muy pálido frente al original, que de él vamos
Desconfiemos sm embargo, de los compromisos e- a hacer.
masiado fácile;, de las concordancias ~ien pensadas Como los escribas escrupulosos de antaño, sin tocar
pero ilusorias. Ahí está la experiencia reciente de Mar- al texto, añadiremos algunas glosas, discretas pero in-
tín Noth para advertirnos. Este exégeta, acaban~o la dispensables. En el cuerpo mismo del resumen, coloca-
exploración, de la historia bíblica a la luz de las mves- mos, además de los datos del texto, los de la tradición
tigaciones críticas más valederas, declara ~u~ es ab_surd_o oral judía, así como ciertas leyendas recogidas en los
llamar "histórica" la intervención de Mo1se~. (Historia escritos apócrifos y que se integran armoniosamente
de Israel, 1954). ¡Bonita puesta en guardia! D~ ~s.e en el espíritu ·del Pentateuco. Y amueblamos las már-
modo, aun hoy, en que tantas figuras de fu~rza"histon­ genes de hitos cronológicos e históricos. Son precisas ·
cas tienden hacia Moisés, en que tantas sabia,~ rec?n~­ dos series, por lo menos. Porque el acuerdo no se ha
tituciones" de Moisés y de su obra apa_re_cen ver?s1m_1- establecido entre diferentes hipótesis, pues todas se fun-
les", la duda subsiste; es posible escribir_u~a h1~tona dan sobre los datos del Pentateuco y sobre los de la
de Israel en la que nada de lo que la Bibha at~ibuye historia y la arqueología. La argumentación es apretada
a Moisés-ni su obra, ni su biografía- le sea impu- de una parte y de otra; aun no ha tenninado. En la
margen izquierda, se encontrarán los hitos de la crono-
table. . 1 N ·
En fin de cuentas, la elección es mel~ctab e.. o, evi- logía larga, que sitúa a Moisés en el siglo xv a. de J . C.
dentemente, entre la leyenda y la reahd~~; smo entre En la derecha, la cronología corta, según la cual Moisés
dos realidades: la una fría, racional, lo?ica; la otra, ha vivido en el siglo xm a. de J. C.
calurosa, sugestiva, invitante. La una, mtegrando _lo
"sagrado" en su dimensión como un .P~,esto que P,e~mite
regular la iluminación con ll:na p~e~is10n matematica Y
según un modo de empleo s1stematico, y la otra, ª~,ep ­
tando la difusión instantánea y pene~ra~t~ de lo sa-
rado" hasta en sus profundidades mas mtimas. En_ un
fibro como este, que intenta interpre,ta!. en. sus onge-
nes y en su desarrollo, no un hecho log1co, smo una es-
39
38
Cronologia Moisés, hijo d e Arnram, hijo de Oehat, hijo Cronología
larga de Leví, hijo de Jacob, hij o de Isaac, hijo de corta
Abrahán el Hebreo.
Promesa se había hecho por Dios a Abra-
hán de una descendencia y de la posesión
de la Ti erra de Canaán.
Cuatro siglos transcurren entre la prom esa
y la realización.
Durante esos cuatro siglos se desa rroll a la
histori a de los Pa triarcas.
El drama de José, hijo de ] acob, motiva la
baj ada a Egipto. El clan hebreo es instalado
en Gochen. al nordes te del delta d el Nilo.
Un siglo de apacible r esid encia durante el
1536: Advenimi ento dr cual el clan se convierte en pueblo.
Thutm és l . Advenimiento de una nu eva dinastía egip-
Los antepasad o.e Abral1á11 e l snnc
(Haggada rle Saraje vo, Espwia deL Norte cia : comien zo de la persecución d el pu eblo 1,3 13: Advenj -
o 1nediodín d e Francia , siglo XH I) .
hebreo. miento de Séti l.
Fase aguda de la persecución : todos los n i-
ños varones d eben ser ahogados en el Nilo.

Nacimiento de Moisés. Su padre : Amram . 130.).


Su madre: Y okébed, hij a de Leví. Su her-
1520 : Ini ciativas de Hal· mano mayor: Aarón. Su herman a mayor :
she psut, hij a de Thutm és 1; Myria m.
dcs 1m és d el breve .r ein ad o de Oculto hasta la edad de tres meses, Moisés
Th utmés 11, se rasa e o n es abandonado por su madre entre los j un-
Tuhtmés III, Qu e es e:itern - cos del Nilo. Es descubierto por una hija
men te eclipsado has ta 1483.
del faraón, Bithya, que lo confía a Yok ébed
y lo adopta, adolescente. Su nombre, esco-
gido por Bithya, significa en hebreo: Le he 1292 : Arlv e n i-
salvado de las aguas, y en egipcio: mi hiio. mi enlo el e Ram -
sés Il.

Mois és crece en la corte del fara ón. Es ins-


truido en todas las cien cias del Egipto. Con-
Campaña de Punt (Snmalia ) duce, al servicio del faraón , una ca mpaña
conducida por Ha tshe psul. vic toriosa contra los nubios.
T emplo de Beir el-Ba ha ri .
41
M o isés salvado de las aguas
( H nggada tie Saraievo) .
Primer contacto de Moisés con sus hermanos
hebreos. Es un verdadero d escubrimiento qu e
conmueve a Moi sés. Mata a un el(ipcio que
golpeaba a un hebreo y hunde su cadáver en
la arena. Al día siguiente, r eprende a un
hebreo, al que reprocha reñir con uno de
sus hermanos. El hebreo r esponde vivamen-
1483: Muerte de Hatshep- te, y hace comprend er a Moisés que conoce
sut. Advenimiento personal al asesino de la víspera. El crimen es divul-
de Thutmés III. Violenta gado, probablemente por denuncia. Moisés,
reacción contra los partida - perseguido por los agentes del faraón , huye.
rios de Hatshepsut.

El des tierro de Mois és en Midyan. Los mid-


yanitas, seminómadas, instalados al sur de
Los trabajos de los hebreos
(Haggada d el Museo Británico, España, siglo x111 ). Ja penín sula de Arabia, en la s este pas que
bordean el macizo d el Horeb. Moisés salva
a las hija s del sacerdote J ethro d e la bruta-
lidad de los pastores. J ethro le aco!!:", le
da su hija Zipora la "paj arita" y le confía
la custodia d e sus r ebaños. Na cen dos
mu cha chos. Gu erchom, porqu e soy doble-
mente ex tranjero, y Eli ezer , el Dios de mi
padre me ayudó.
J ethro, sediento de Dios, con0ce las tradi-
ciones monoteístas de Abrahán. La cultura
levíti<:a y egipcia de Moisés encuentra su
complemento en la enseñanza de Jethro.

Muerte del faraón pers eguidor. Ha cia el fin 1225: Muerte de


del d estierro de Moisés_ Ramsés U. Adve-
nimiento de Me-
neita.
1448: Muerte de Thutmés
III. Advenimiento de Ame-
nofis JI. Moisés tiene ochenta años: visión de la zarza
ardiente. Dios se revela a Moisés y le inviste
de la misión de liberar al pu eblo hebreo. Va-
cila ciones de Moisés. Dios le obliga a ace pt ar.

La zarza ardiente 43
(Haggada de Sa..ajevo) .
R egreso de Moisés a. /:;gipto. Deja a su mu jer
y a sus hi jos ce rca ,i.- .l ethro. Aa rón va a
su e nc: uenlro.

('rim e ras gestiones en visw riel éxodo: fra.-


caso. El pu eblo hebreo ti ene fe en el mensa -
je de Moisés, pero el faraón se niega a r e-
cibirl o y re fu erza las med idas represivas.
Los Hebreos vuelv en a caer en la deses pe-
ra ción. Moi sés int erro ga a Dios, an gu stiad o.
Dios 1·e ite ra s u promesa, y pid e a Moisés y
a Aaró n vuelvan an lc el faraón.

[,os prodigios y las plagas. Ante el faraón


Mo isés y Aarón tran s forman s u bastón en
cocod rilo. Lu ego, primera ment e, nu eve pla-
J,o plo¡;:o <le la lm1unsrn
( H aggodo de Sa raj evu).
gas se suceden asolando a tod o Eg ipto :
sa ngre, rana s, rni seria, an imal es fe roces, pes-
le, Lil cera s, granizo, langos tas, osc uridad. Los
magns consig uen , al prin c ipio, provocar los
mismos efectos, pero pronto reco nocen el
dedo de Dios. En lo más [ uerl e de cad a
gol pe, el faraón pro mete el Exodo, pero
lu ego se desdi ce su palabra , cuando cesa
la plaga. Su corazó n se e nd urece. Ya no
puede retroceder y persiste en s u negativa.

Cl anuncio del Ex odn . Al com ienzo de la


lu na nu eva de ¡nimavera , qu e en lo suce-
sivo será el pr im er mes del calend ari o he-
breo, Dios a nun c ia e l Exoc\o 1rnra la noche
del p·leniluni o. Los hebreo" pre paran el cor·
cl ero de la Pasc ua.

Ultima entrevista de ·Moisés y del faraón . El


faraón prohibe a Moisés prnsentarse ante
él, bajo pena d e muerte. Moisés cont esta :
No te veré nun ca más.

45
Pl'epal'ali vns tlel Exodn
( Haggada del co nde d e C ra wfu rd , o rige 1¡ CSJJmiol, siglo XTTT ).
El E xodo. Noche del 15 del pTimer mes.
Noche de la Pasc ua. Los hebTeos, ajust an·
do la túni ca con el cinturón, calzados y con
el bá culo en la mano, comen el cord ero pas·
cual , con panes ázimos y hi erbas amargas..
No abandonan sus casas, cuyos pos tes son
regados con sangre <le cord ero. Dios castiga
a todos los primogénitos de Egipto, desd e
el primogénito d el faraón hasta el d el cau·
tivo, y a todas las divinidades de Egi pto.
Es la décima y última plaga. Noche de es·
panto para Egipto. El pueblo entero , desde
el faraón ha sta el hombre de la calle, apre·
mia a los h ebreos para que se vayan; los
hebreos dejan Eµ;iJ)tO en la mañana del día
Noche de la Pascua quince, del primer mes. Institución eterna .
( Haggada del co nde de C ra wfo rd) .
de la Pascua.

las primeras etapas : De Ramsés a Sukkot,


de Sukkot a Pi-Hahirot, sobTe las orillas del
mar Rojo. Es el largo camino hacia Canaán.
Dios lo ha escogido intencionadamente, para
evilaT el camino de la costa, hecho peligro·
so por la reciente invasión filistea . Intencio-
nadamente también, Dios · hace acampar a
Isra el a orillas del mar Rojo. Des pertar d e
los egipcios. Lam entan hab er dejado mar·
char a los hebreos y piensan alcanzarlos fá·
cilm ente en el des ierto, dond e los c reen ex·
t raviados.

Paso del mar Rojo a pie. Los egipcios son


devorados por las olas que se habían ben·
dido para dejar pasar a los hebreos. Cán·
tico entonado por Moisés, Myriam , y uor el
pu eblo entero.

El ejército del faraón persigue a los hebreos 47


(Haggada del co nde de Crawfo rd) .
Entre el mar Rojo y el Sinaí: Primeras que-
ias del pueblo. La s ag uas de Mara son amar-
gas. Moisés las hace el ulees ech and o en
•"llas una Labla. A lto en el oasis de Elim .
Las provisiones de pa n lleva das de Egiplo
se agota n: el man á cae el qu ince del se-
gund o mes, por prim era vez, e n el d esierto
de Si n. Será , du ra nle cuarenla años, el ali-
menlo norm al de los hebreos. Se ren ueva
todos los días, salvo el sá bad o. La.s porcio-
nes recogidas son milagrosa menle las mi s·
ma s !Jarn ca da uno . Son dobles la vís per&
del sá bado. Falta el ag ua en Reficlim : Moi -
sés gol pea la ro ca y brota un a fu ente. Los
amalecitas a taca n a los hebreos. La victoria
es obLenid a por Josué, discí p ulo de Moisés.
Paso del mar R ojo Llegada de ] ethro, qu e trae a Moisés su mu·
(Haggada de Sarajevo).
jer y sus hijos : Jethro reconoce la verdad
del Eterno y r eco mi end a a Moisés designar
los ju eces para ay Ltd arle en su tarea . de
jefe del µu eblo. Al aproximarse al Sin aí. el
ca mpam ento d e Israe l Li ene de ese modo por
fund a mento la J usli cia y la P az, ense ñada s
por el prim er prosélito.

Al prin cipi o del Lercer mes : R evelación del


Decálogo en el Sinai. Gra ndi osa teo fanía.
Conclusión de la Alianza. Moisés perman e·
ce cuarenta día s en el Sinaí, si n comer ni
beber. Dios le con fí a las Tablas de pi edre.
~obr e las que h a grabado el Decálogo. Re-
velación del có digo civil, pen a l y reli giosc
de 'las leyes concerni enles al san luario.

Vís pera del r egreso de Moisés aj ca 111 pa ·


mento : El pueblo fabrica un becerro de oro
:Y lo adora. Cuand o, al día sigui ente, Moisés
baja del Sinaí, rompe las tablas de la Ley.
Castigo de los idóla tra s. El ecc io nes de lo0

lev itas para el sacerc1oc10.


El mallá
¡H aggada de Sar ajevo).
49
NE.HER .- 4
JV,,eva estanáa de Mo isés en el Sinaí: r eza
-_iara o bt e ner el pe rdón d el puebl o. T eofa nía
rl e la gruta. Hevt" lac ió n d e la Miseri cc.rdia
Di vina. Al vo lve1· a baj a r de la montañ a.
el rostro rl e Moi sés d a mu es! ra r;ozoso. Dios
perdo na el di ez de l sép timo m es : in s litu ·
,·.ión d e l ay un o solemn e rl r Kippur.

Edificación de la T iendrt rle asignación : es


ina ug urarl a e l pr im er clí a del prim er mes
del seg undo año. Lo s dos hijos mayor es d e
A.aró n n1u e:ren el día de la inaugura ción.
qevel ac ión de l as l eyes del L ev í1i co : sacr i·
fic ios, presc ripc ion es ali menti c ia s, l eye:; d e
pureza, fi eslas, c iclo . a bá 1ico y j ubil a r. Ce-
lebra c ió n de l a Pa sc ua el quin ce del pr i-
me r m es: pr im e r an ive rsa rio riel F.xorlo.
Ce nso del pu ebl o y o rga ni za c ión d el cam-
panwnto.

F:l ve inl e ri el seg und o mes d el seg u ndo aro.


1·l cam ram e nl o es leva nta rl o : l srr1el abando -
Las Tablas 1/ e la Ley na el Sinaí pa r·a pe ne trar en Canaá n por e l
( N r1ggadrr de Sarajevo).
camino d e Kad es . Los in c id en tes d e Tabern
y d e Q ib ro1-H a ta va (mal edi ce nc ia , cod o rn i-
ces) y la qu e1·ell a d e M yri am , a tacarla dP
le pra y curada d es p ués d e la or ac ión d ~
Mo isés, Te ta rd a n l a ma rch a.

Llegada a Kades-Rarnérr , el prim er día d e l


Los ex plo radores trae n d e Cmwá 11 1111 rn cirn o gigame cuarto m es.
( J-/ aggad a de Basilea ).

r,'nvío d e do ce exploradores :
Des pu és de s u viaj e de c uare nta días, vu e l-
ve n y d eclara n q ue la conq ui sta es impos i-
ul e, So los, Ca leb y Jo s ué predi ca n la co n-
fian za . Subl evación ge nera l ; el pu eblo r n-
loqu ec ido, quiere volver a Egipto. Apari ,.i1ín
de Di os; los c ulpables son c asti ga dos; los
ho mbres d e más d e veinte años e n el Exodo ,
mor irán e n el d esierto; l a nu eva ¡¡:ene ra -
c ión d ebe e r rar a llí c ua rr nl<. a ños. Un g rn -

51
ro de he breos quiere [orzar " l ¡1aso ha cia ¿ Vi c tori~ <k M • -
Ca naán: derrota de H orma. 11cf1a'?

Mar cha por el desierto durante 39 años. Iti-


ne rario qu e lleva hac ia la ram a este del mar
Rojo y remo ntand o el Araba , en direcc ión
al mar Muerto .

/,arr;a residen cia en Kades y altos en n ume -


rosas etapas.
Episod íos div ersos : R ebelión el e Qorah e.1
levita y el e s u clan. Pusilanimi dad del pu e-
blo; la serpi ente de bron ce. P ero, sobre
todo, r evelación co nsta nl e y redacc ión pro-
gres iva de los di versos ele mentos de la Thora.
i.La lit era tura de Ras-Shan-
ra está en rel ac ión parcial
con la estanci a de los h e- Al princip1:0 del ano 40; muerte de M yriam.
breos en Kades? Co n\ ac lo s co n los rei nos de Edo111 y de Moa u,
qu e son co nt orn eados.

Co11q11ista de lo s reinos de Tra11 sjo rda 11in


(/-la gv1da d e Ro1l1 sr·J 1; 1::/, j l(¡/ia, sigl o xvJ. M1.1.erte lle Aarón.
Moab y Mydi am tra tan de asegurarse co n-
\ ra los hebreos por la rn aldi ción de Bileam;
este es obligado a be nd ecir a I srae l.

Co nq u.ista de la l'ransjordania.
Conta min ac ión por la s relajadas cos tumbres
L.os rJU rb lo s del
el e Moa b y de Mydi am : P inhass, ni eto de M a r trnstorn a n
Aa rón, sal va la pureza de I srael. Cas i igo de d equilibrio e n
Mycliam. Ca naán.
U ltim o <liscurso de M o isés
(Haggada i/e Sarajevo).
t:I primer día del undécimo mes, Mo isés co -
mienza su iíltúno dis curso, qu e será el Deu-
Arn c no[i s TU, Am enofi s TV. teronomio. In stitu ción de J os ué como suce-
Ca rl as de El -A ma m a . Prin - sor de Moi sés.
c ipio del cnnfli c10 canan eo. Moi sés confía a los levita s el Libro de la
Thora.
El cá ntico del Destino de Isr ael. Ultim as
bendi ciones. Mu e rte de Moi sés so bre el mon-
le ebo, el séptimo día del du odéc im o mes .

La vidn d e M o isés, en el juego de fa. oca (g rabado del siglo xv 111) . - - )o-
~f.tl111nl 1·m1 \ l'll'ir 1li· n • •111°011 '"'" j;;uf'r d
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~~· ¡<.nt\•'l':l dafü I~· L1~1nutl11· ,111 \ 7. m.
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't ~ •' 1111110 ,u'l'l\ 1T,1,rn \ " :11 lru11\ l'1'.1 Í,.111.of'l y ;\\i.'f'.1 l"l'n'-t'n!l\n1n 1·t ~.o\o,• ••m1·\n•r•\111~·~ 1· ,I\ 1.Ulllt.':': •t' t'Outtll('ll n'I"<\ !.. ,l,•o
l '.•\11; t¡ui •••l i'"" "ül;h'1• l " 11' \Hl ,1ult·t• )\:lh'UI' \';~' '" ,.¡ ' " \H't•m\,.1· \ ,. ,,\~ 1· , • '" 1'· r h• ' l1 •·l 1!;},Y!\• f<'h1~111íli'i'• ,
1
,
... -- ----=

A hrahá n atrm •iesa el Euj l'a/es: co 11 é l. In


hu m a nid a d pa.'ia de u na o rilla a la o t ra . E ,1
et im o logía rrad icio 11al j udía . el hebreo es el
pasado r . (Mi 11ia 111ra de la H aggndn im presa
e n Praga, 1527 .)

Cuando nace Moisés, la historia de los hebreos acaba


de entrar, es cierto, en una fase cr ít ica. Ti ene ya cuatro
siglos de existencia y posee rasgos característicos que
Moisés evita, solo pro visionalm ente, en su retiro egip-
cio, para mejor volverlos a ha ll ar más tarde. Etnica-
mente, los hebreos so n semita s, ali ados con las numero-
sas tribus nó madas o semi -nómadas qu e surca n la vasta
región del Ori ente Medio, delimitada por la An a tolia .
a l Norte; el Tigris, al Este; el Mediterrá neo, a l Oeste ;
Egipto, Arabia y el Golfo Pérs ico. al Sur. El clan pri-
miti vo ha vivid o en Sumeri a, en la brillante civiliza-
ció n de Ur, compl eta mente al sur de la Mesopota mi a.
Las ca mpa ñas victori osas llevadas por H a mmu ra bi co n-
tra los sum erios obliga n al clan hebreo a emigrar
hacia el Norte, a H arran. entre el Tigris y el E ufrates.
Allí es donde se produj o un gra n acontecimi ento. que
escinde el clan primitivo en dos ra mas . La un a quedará
esta blecida en B arran y pro nto ya no se distinguirá más

56
¡ A cusados d el crim e n de ex is' ir.1 •• D el "ghe tt o" al campo d e co n centraci~n .
(Ex tract o d e l Libro sin nombre. grabado p o r 1111 fu g itivo an ó nim o d e
A 11 sc/11 vi1 z , H1111 g río , 194 7 ).
de los Arameos vecinos. La otra reanuda una existencia brían ya quién era ese antepasado , quien es ese Dios,
nómada y, bajando hacia el Sur, alcanza el país de Ca- cuál es la promesa que, antaño, animaba a su tribu . No
naán, entre Fenicia y Egipto. Es el comienzo de una eran así los Levitas. descendientes de Leví, el tercer hi-
aventura. mística, sobreponiéndose a la vida normal de jo de Jacob. Estos velan celosamente sobre el pasado y
la tribu. Exteriormente, esta representa en Canaán a se trasmiten. como un depósito sagrado, el conocimiento
un grupo pastoral al que las sequías y las hambres obli- religioso y la vocación. Moisés es uno de esos levitas.
gan a veces a buscar pastos en otra parte, sobre la costa Pero, ¿por qué, cuando nace, sus padres tienen que
filistea y hasta en Egipto. Pero, en el alma de la tribu , arrojarlo al Nilo? Sobre eso, sobre las circunstancias
vive un conocimiento. ulteriores de su destino, nos informa la historia de Egip-
Conocimiento de un Dios, diferente de todos los de- to, en la que se imbrica el relato bíblico. Pero nos ha-
más , un Dios Unico, Creador y Poseedor de la tierra y llamos aquí en la bifurcación de los registros crono-
del cielo, cuya clara voluntad se confunde con un ideal lógicos y es preciso, parece ser. escoger entre el margen
de justicia y de rectitud, y cuya voluntad obscura, co- de la izquierda y el de la derecha.
municada por visiones proféticas, llama a los hombres A la izquierda . Moisés nace en el siglo xv a. de J. C.
a tareas precisas o lejanas. En Harran tuvo Abrahán, El cuadro en el que Moisés viene a insertase es casi no-
el hebreo la primera de sus visiones. Supo entonces que velesco. Las figuras egipcias (anónimas en el Penta-
había de ser un hombre justo, más también que un día teuco. que dice simplemente: el faraón, su hija. sus
daría nacimiento a un gran pueblo, al que la tierra de sacerdotes). se animan. se colorean. están llenas de vida.
Canaán le estaba prometida, y que, sobre esa tierra , Estamos en el día siguiente a la expulsión de los
marcharían colectivamente por los caminos de la cari- hyksos: acontecimiento espectacular. verdadero drama.
dad y de la justicia. La promesa se realiza por etapas, cuyos reso rtes ha analizado Pierre Montet, desprendien- ·
pero no sin tropiezos. ¡Qué de pruebas, a veces trági- do las correspondencias con el relato bíblico. Los hyk-
cas! Un primer hijo de Abrahán, Ismael, se va a correr sos no son los primeros asiáticos emigrantes qu e han
sus propios caminos. Pero Isaac, el hijo de la vejez, pro- conmovido. en el Oriente Medio, a finales del 111 y
sigue la aventura. De los dos hijos de Isaac, el· uno, comienzos del 1L milenario. los viejos imperios de
Esaú, rompe la filiación. Pero el otro, Jacob, conquista entonces- Hatti, Sumer, Elam, Fenicia- , provocando
en una noche célebre en que lucha con un mensajero allí agitaciones políticas y culturales muy a nálogas a
de Dios, el nombre de Israel- luchador en Dios- que las que provocaron más tarde los pueblos germánicos
después de él llevarán sus hijos. Setenta almas forman al declinar el Imperio romano . Pero son los únicos que
el clan de Israel, cuando este baja a Egipto, impulsado penetraron profundamente en el más antiguo. el más
por un hambre más fuerte que las anteriores y tam- respetable y el más poderoso Imperio del mundo de
bién por el hecho de que uno de los hijos ?e J acob , entonces: Egipto. Ocupaban el delta , la región rica, vi-
José, había sido vendido como esclavo en Egipto, don- va , la más tradicionalmente "egipcia" del Imperio del
de después había llegado a ser visir del faraón. En Nilo. En Menfis, qu e fue la capital de doce dinastías
Egipto el clan se convierte en pueblo. Muc~os recuer- egipcias. junto a las pirámides y a la esfinge , vestigios
dos se esfuman entonces. A no ser por la circunc1s10n, y símbolos de una cultura ya milenaria, los reyes hyk-
señal sagrada de la Alianza concluida por Dios con el sos instalan su corte. Los faraones egipcios han de re-
antepasado Abrahán, los hijos de Israel apenas si sa- troceder. remontar el valle del Nilo y encerrarse en
58 59

1
Tebas. Egipto es dividido, y lo es por mucho tiempo. instalación en la tierra de Gochen, al este del Delta,
El Alto Egipto, que no es más que un pasillo, bordea- de la familia de Israel- también ella de origen semíti-
do por vastos desiertos, está ocupado por los farao nes co-se explica en el marco del gobierno de los hyksos.
egipcios. Pero el Bajo Egipto, 2! ancho Delta, d gra- Y esa misma complicidad de los hyksos y de su visir
nero de trigo, con sus vastos espacios al Este so bre el hebreo, es la que va a comprometer la situación de
Mar R ojo, y sobre el Mediterráneo al í.."orte, se ve ocu- Israel, cuando los hyksos son expulsados de Egipto,
pado por los hyksos durante cerca de dos siglo5, entre cuando según el versículo bíblico, un nuevo rey, que no
1750 1580, según la precisión má:; verosimil. conocía a l osé, subió al trono (Ex. I , 8). Entendamos ;
Los hyksos son semitas. Si la interpretación dada ha- que ya no lo quería conocer.
bitualmente de su nombre es correcta, eran pastores. Porque la guerra emprendida por los faraones teba-
co mo la mayor parte de los nómadas semitas del II nos contra los hyksos. fue larga y mortífera. Era preciso
milenario. En Egipto la ley sociológica de asi mi- rescatar el terreno pulgada por pulgada. El Egipto Me-
lación marcha rápidamente: el vencedor adopta Ja cul- dio fue liberado por Kamés; el Delta por Ahmés, contra
tura del vencido, y los hyksos, sedentarizados, apenas quien los hyksos, encerrados en Ava1is, muy cerca de
si se distinguen ya de los egipcios. T ienen, como ellos, la frontera oriental, mantuvieron un sitio encarnizado.
el sentido agudo de la raza del país. Semitas en tierra y que persiguió a los hyksos derrotados hasta Canaán,
afri ca na , los hy ksos continúan manteniendo relaciones donde sus restos desaparecieron. Con Ahmés se inau-
el e buena vecindad con los semitas de Canaán , de F e- gura no solamente una nueva dinastía, la XVIII, sino
ni cia, de Mesopotamia. Y se imaginan sin trabajo es- que es el advenimiento del Nuevo Imperio, que va a
clavos semitas, emancipados por los faraones hyksos y extenderse sobre tres dinastías, la XVIII, la XIX y la
elevados por ellos a las más altas dignidades: se ima- XX, y ha de durar cerca de cinco siglos. Epoca cum-
ginan tribus errantes, im pulsadas por alguna hambre bre del poder egipcio, que conoce en sus orígenes una
has ta las fronteras de Eg ipto y acogid as con hospi- crisis agud a de fanatismo nacional. El recuerdo de los
talidad por los hyksos. La historia de José y J acob, Ja hyksos es perseguido, eliminado . Los rastros de su re-

Tribu semitn buscando refugio en Eg ipto .

I,
donde se ha representado el último acto del drama. No
sidencia desaparecen bajo los martilleos que los borran
de los monumentos, de las estelas, de los sarcófagos, de
los papiros. No poseemos ningún documento sobre los
1 ha seguido a los hyksos en su retirada . Al permanecer
en el mismo sitio es objeto de una transferencia. La
siglos de presencia de los hyksos en Egipto, tan severo psicosis del odio la escoge como víctima y borda en
fue el encarnizamiento con que los egipcios se emplea- torno a ella el mito del asiático sedicioso y sacrílego.
ron para hacerlos olvidar. El Nuevo Imperio es.tá ama- La servidumbre y la persecución de los hebreos co-
sado en sus mismos cimientos, con la aborrecida san- mienza como repercusión de la expulsión de los hyk-
<>re de los metecos de Asia. Como una pesadilla, la sos: son un fragmento de la lucha dirigida , por los pri-
;ombra de los hyksos pesó sobre el Egipto liberado, y meros fara ones del Nuevo Imperio. contra el espectro
el odio de los asiáticos es una de las dominantes de la asiático.
psicología del Egipto del Nuevo Imperio en sus co- Un hech o político condiciona las formas de la es-
clavitud, del qu e la Bibli a nos hace un rela to realista
mienzos.
El trastrueque de la opinión señalad.o por el versícu- en las primeras páginas del Exodo: el expansionismo
lo bíblico es una consecuencia inmediata de la marcha egipcio y su corol ario, la potencia económica.
de los hyksos. La tribu de Israel, que se ha desarrolla- Los primeros soberanos de la XVIII dinastía , son,
do suficientemente para formar ya todo un pueblo, es- en efecto, enérgicos y conquistadores. Si Abmés 1 y
taba instalada en la misma provincia de Avaris, allí Am enofi s J consolidan su poder sobre tod o al Sur,

El alcalde admirlistra . Su cetro : el bastó n. liJ cawivo encadenado, enll'e la vidll Y la muerte . El escriba escucha y recoge las cifras
y los misrerios. El sacerdo te iruerpreta los simbo/o s sa'grados.
y penetran profunda mente en N ubia, sus más ilustres su-
cesores, Thutmés I y Thutrnés III, cuyos reinados lle-
gan hasta 1450, lleva n el poder egipcio hacia el Asia :
Thutmés I alcanza el Eufrates, cuyas aguas le sorpren-
den, pues, a la inversa del Nilo, van al Sur para bajar
al mar. Thutmés III renu eva la hazaña, cruza el E ufra-
tes y reduce a su merced a los mittanios, que son en
esa é poca los asiáticos más representativos , Canaán ,
F enicia, sus pu ertos y sus tierras interiores , . la vasta
región del Naharina, entre el Mediterráneo y Mesopo-
tamia, son tributarias de Egipto, y en Ja persona del
fa raón reco nocen al "rey del Universo".
Como sus predecesores del siglo de las Pirámides,
los faraon es de Ja XVIII dinastía dejan la huella de
su poder en grandiosos monumentos. Los Ahmés y los
Thutmés son constructores. Se adivinan también Ja ri-
queza y la amplitud de sus realizacio nes ba jo las re-
paraciones, que en ell as hiciero n más tarde los sobe-
ranos de la XIX dinastía . Los primeros planos de las
arquitecturas de Deir-el-Bahari, de Luxor, de Karnak,
han sido concebidas por ellos. Son edifi cios civi les o re-
li giosos, palacios o templos, pero también cuarteles. de-
pósitos militares, fortalezas, porque el ejército aparece,
en ese co mienzo del N uevo I mperio , como u na fuerza
nueva también al lado de las fuerzas tradicionales que
representaban, desde siempre en Egipto, la administra-
ción civil y el cl ero. Las edificac iones que se empiezan
por todas partes exigen mano de obra . Llega el mo-
mento en que la fuerza política egipcia se duplica en
una potencia económica. El cuadro bíblico de la escla-
vitud hebrea, el trabajo de los ladrillos y la edificación
de depósitos militares se inscribe aqu í, con m ucha ve-
rosimilitud en el contexto egipcio.
Paréntesis seductor, el cu adro histórico de la XVIII
dinastía no es solamente susceptible de contener, en
bulto, los sucesos relatados por la Biblia. In vita a Ja
inserción de ciertos detaJl es. y. en particular. el de la
sorprendente salvación, po r una hija del faraón . de u n

64
La peluca real : tocio co n verge hacia el .'J er ce nt rnJ del Jmaán .
represen tand o cada uno algun as pesa das y v1e1as tra-
di ciones áulicas o reli giosas. Thutmés 1, de quien es
hija, le cede Ja coro na en vid a, y en cuanto es ado-
lescente. E n ese momento es cuand o, hija del faraón,
ha podido salvar y educa r a un joven hebreo. Thut-
més II casa después con ella, pero su reinado es breve.
Se convierte entonces en mujer de Thu tmés JII, al que
eclipsa totalmente. Este no es, du rante mucho tiempo,
más que un príncipe consor te. Du ra nte una quincena
de años, H a tshepsu es único faraó n. Tiene, por otra
parte, co mo los T hu tmés, de los que es hij a, esposa
y madre, el tempera mento constructor, lo que lleva a
suponer, como quiere la Biblia, qu e la sa lvación de
Moisés fu e un acto único, en medio de las cargas que
continu a ba n pesa nd o so bre los hebreos. E l magnífico
templo de Deir-el-Ba hari es obra de H atshepsu. Está
edificad o al Sur. en dirección a ese Punt (región de
los somalis) donde H a tshepu envió un a expedición me-
mora ble. Los cuadros de Deir-el-Bahari ha n fijad o los
Te mplo d e D e ir-ei-Bu lia ri.

tl a tsliep.rn .

niño hebreo. al que dio más tarde el n~mbre de .M?i-


sés, y que adoptó como hijo. Esa pnnc~sa. e~1pcia,
desafiand o las leyes de su padre y las mst1tuc~ones
del país, debió de poseer mucha ener~ía y personalidad,
y su acto autor itario encuadraría meJOL parece ser, con
Ja leyend a que con los da tos de la hi~toria . . M.as, ~e
aq uí en la lista de los fa~aones de la X_:'lll d1~astia
entre Thutmés 1 y Thutmes lIL la ext r~na m.u ie~ rey.
H atshepsu, rey y no reina; la desinencia - u 111d1ca el
masculin o y debe intencionalmente ocultar que ese rey
es una mujer qu e, en otro tiempo , llevaba en su nom-
bre la desinencia fe menina: Hatshepsnt: .Las . estatuas
la representa n con el cuerpo y el traje vmles ; la barba
esfum a sobre su rostro, las facciones femeninas. Sube
al pod~r a consecuencia de intrigas. toda.v ía m.al des-
cifradas . pero se la ve en él afro ntar partidos diversos,

66
detalles de esa expedición, a la que los anales ulterio - a sacar la cabeza y a concluir con ellos pactos y ma-
res enlazan grandes guerras dirigidas por el faraón trimonios. Señales de una debilidad del Imperio egip-
amazona contra los etíopes. Mas la historiografía ale- cio, que va a acentuarse en los años siguientes, pero
jandrina, tardía también, cuenta que Moisés, educado, que. por sí sola, no justifica ni explica el Exodo.
por los cuidados de una madre adoptiva según los En cambio, la línea vuelve a encontrarse precisa, lu-
ritos de la aristocracia egipcia, obtuvo brillantes vic- minosa, bajo las suges tiones de Thutmés IV, Ameno -
tori as precisamente contra el Punt y Etiopía. Frag- fis III y Amenofis IV.
mentos de tradiciones se reúne n de ese modo para Con estos dos faraones entramos en la era de El-
consolidar la identidad de Hatshepsut y de la hija del Amarna, medio siglo de curiosas alteraciones cultura-
faraón que salvó a Moisés. Además, cuando Hatshep- les y religiosas, de las que será preciso decir una pa-
su t muere, Thutrnés III dio libre curso a su rencor. labra, dentro de poco, pero también de decadencia
No habiendo podido castigar, en vida, a aquella que política, cuyo eco nos ha sido conservado en cerca
le había humillado, borró sus rastros y su nombre en de cuatrocientas tablillas, constituyendo verdaderos ar-
Jos monumentos y cuadros reales, y persiguió a sus chivos de asuntos extranjeros. Descubiertas hacia el fin
partidarios y a sus acólitos. ¿No estará el versículo 15 del siglo último en El-Amarna, a mitad del camino
del segundo capítulo del Exodo en rel ación con ese entre Tebas y Menfis, contienen el correo diplomático
cambio político? Moisés, protegido de Hatshepsut, se cambiado entre la corte egipcia y sus funcionarios y
ve amenazado de muerte, con muchos otros, sin duda, vasallos de Canaán. Pero, ese correo es extremadamen-
y no debe su salvación sino a la huida fuera de Egipto . te dramático. Eú cartas, en informes, cuyo tono se
Como un siglo antes los hebreos habían sido víctimas hace cada vez más apremiante, los gobernadores egip-
del odio contra Jos hyksos, ahora uno de ellos, Moisés, tios piden auxilios. Sus vasallos cananeos están cada
sufrió las co nsecuencias del odio contra Hatshepsut. vez más agitados; los unos tienen miedo; los otros
En cuanto a la esclavitud de los hebreos, continuó bajo traicionan . Si Egipto no interviene con un gran golpe,
Thutmés III y será menester, según el testimonio bí- Canaán será presa del enemigo. ¿De qué enemigo? De
blico, varias decenas de años, y el advenimiento de los hittitas primero, que crecen en el horizonte sep-
un nuevo faraón, hasta que suene la hora de Ja libe- tentrional. Dueños de Anatolia, bajan hacia el Sur,
ración. han alcanzado Fenicia, amenazan a Canaán . De los
Ese nu evo faraón es Amenofis II. ¿La línea con- arameos, después, tribus nómadas, que señorean el de-
cordante que hasta aquí hemos seguido puede conti- sierto oriental y se infiltra n en Jos valles, y finalmente.
nuarse, y el Exodo de Israel se inserta co n tanta ve- Jos habiru, clanes semíticos, que continúan, parece
rosimilitud como la persecución en Ja historia de la ser, un plan metódico de conquista del país, atacan
XVIII dinastía? sistemáticamente las ciud ades, las destruyen y no per-
A decir verdad, ninguna característica de Améno- donan más que a aquellos que consienten en plegarse
phis II invita a situar el Exodo bajo su reinado, como a su dominación. Las cartas terminan en el momento
tampoco, por otra parte, a situarlo bajo el reinado en que Jerusalén anuncia su caída inminente ante los
del sucesor de Am enofis II, Thutmés IV, sino que habiru vencedores.
estos faraones guerreros, valientes y crueles, se ven ¡Los habiru! ¡Qué tentador es reconocer en ellos a
obligados a entenderse con Jos mittanios, que han vuelto los hebreos! F ilológicamente, poco se opone a ello.

68 69
1447 a 1407, dice, con una prec1s1o n singula r. J . Gars-
Aunque las campañas militares descritas en las ta bli- rang, el célebre especialista de las excavaciones de
llas de El-Amarna no coinciden por entero co n las del J ericó! La Biblia indica también que la conqui sta fue
Libro bíblico de J osué, muchos historiadores aceptan larga y que Josué, el discípulo de Moisés, la acabó
la identificació n, ta nto más cuanto qu e las excavacio- co n trabajo y hubo de confiar Ja co ntinu ación de las
nes de Jericó, primera ciudad destruida por los h abirus operaciones a sus sucesores, los jueces . .¿Los rastros
en Canaán, según la Biblia, parecen sugerir una fecha de esa larga conquista (1407 hasta hacia 1350), no
de hundimiento de las murallas precisa men te en Ja están en las cartas de El-Amarna, contemporáneas de
época de E l-Amarna. T eniendo en cuenta las múltiples los reinados de Amenofis III y lV? De ese modo, la
objeciones que es imposible enum erar aquí y a las que historia de Moisés se aclara a lo largo de hitos, siend o
responden de maneras muy diversas, tern enoo en cuen- los pri.ncipales la expulsión de los. hyksos (esclavitud
ta también el carácter hipotético de muchas lecturas. de Jos hebreos en Egipto), el capncho de Hatsheps ut
de mu chas identificaciones filológicas, un sistema co- (Moisés salvado de las aguas por la hij a del f.araón) .
herente se desprende. Cerca de med io siglo sepai·a el !as represalias de Thutmés 111 (Moisés perseguido), el
advenimiento de Amenofis II del de Amenofis III : reinado de Amenof1s 11 (El Exodo), los reinados de
1450 a 1410. Si el Exodo de Israel se sitüa en los pri- (Amenofis Ill y de Am enofis IV), muerte de Mo isés
meros años de Amenofis II, Ja toma de J ericó y la frente al ll ano de Jericó y conquista de Canaán por
penetración en Canaán tienen Ju gar en los primeros los ha biru = hebreos).
años de Amenofis IlI. ¡La Biblia indica que los he- Ta l como lima.d uras de un campo magnético, otros
breos tardaron 40 años en a travesar el desierto. de lklin aton y N efertiri: romántica pareja rea l.

Los sig nos alfabéticos del Serbit-el-fi'adin, ¿fuerv 11 esculpidos por M o isés?
documentos y otros acontecimientos de la historia del
Oriente Medio, se coordinan en torno a esos hitos y no
dejan de ponerlos en relación con Moisés. Las inscrip- ¿ Q uién es el Et erno ?

ciones del Serbit-el-Hadim, en pleno macizo del Sinaí,


son del siglo xv. Es la única certidumbre que se tiene
a propósito de eso. En cuanto al resto, esos signos
hieráticos aún no están descifrados. Algunos, sin em-
bargo, han querido leer en ellos la historia d.e un
rebelde ... que no sería otro que Moi sés, grabando en
las rocas del Sinaí su cólera contra el Egipto aborre-
cido. ¡Algunos también reconocen allí los primeros sig-
nos alfabéticos! ¡Moisés, en el Sinaí, inventor del alfa-
beto! El tema figura en las vidas alejandrinas, y es
doctamente discutido hasta en nuestros días .
Pero, sobre todo, la extraordinaria aventura espiri-
tual de Amenofis IV es la que ponen en relación
con la de Moisés. Se han consagrado a la obra de
Am enofis IV demasiados estudios excelentes, para
que sea necesario volver a ello aquí extensamente. En
él todo atrae: el lado lírico y excitante ele su vida, la ¿Cuál d e est os forao n es h a visl o a M o isés? ¿ T h1111r1 és J// o R am sés JJ ?
belleza y la sencillez del amor que le consagró su
esposa Nefertiti , los goces familiares que conoció esa
pareja, que testimonian las artes plásticas, tan sorpren-
dentemente renovadas bajo su reinado. Todo está en-
tero en él ; su obra política, su lucha fanática contra
el sacerdocio de Amón en Tebas. dios protector de la
dinastía , su búsqueda de una capital nueva que fue el
testimonio de su voluntad de inaugurar, su obra re-
ligiosa también, que se resume en una solicitud apasio-
nada de unidad . Unidad del bien y de lo verdadero,
unidad de las fuerzas contrariantes de la naturaleza
en el solo disco solar, unidad. de la vida y de la muerte
en el poder creador de ese djsco, Aton , dios supremo,
cuyos rayos son las manos que otorgan la felicidad .
Amenofis se convierte en Ikhnaton, el hijo de Aton.
Su capital: la ciudad de Aton, lkhutaton (hoy El-Amar-
na). El himno a Aton tiene la sobria dignidad y la N o co no::.co al Et ern o
elocuencia conmovedora de un salmo. El historiador, (Exo do, 5, 2).

72
cuyo nombre llevaba. ¿Có mo resistir a la tentación de
ver en la aventura ele Amenofis-Ikhn aton un a conse-
cuencia del paso fulgurante del esp íritu de Moisés por
Egipto, algunos años antes? E l interés de la concor-
dancia esta bl ecida en la margen de la izq uierd a resid e
en fin ele cuentas, en el hecho de qu e no sola mente
permite seguir los rebotes de la historia de los hebreos
y de la de Moisés, eta pa por eta pa. desde la esclavitud
hasta la conquista de Canaán. sin o ta mbién de ca ptar
las resonancias espiritu ales qu e provoca, en Egipto. esa
tormenta religiosa que fu e el Exodo.
La cronología del siglo xm , inscrita en la margen
derecha, está más esquilm ada. es má& severa . Ni bri-
llantes. ni novelescos . Jos argumentos qu e la sostienen
constituyen austeras cons ideracio nes de exégesis, de
crítica textual , de arq ueología, la lectura de una pala-
bra, la interpretación de un a obra de alfarería, en suma,
un conjunto s usceptib le de obten er el aprecio d el histo-
riador, pero indigesta para una transcripción digna de
interesar al profano. La vida mi sma el e Moisés no se
agarra , por otra parte. eo sus eta pas íntimas. a ningún
suceso saliente. Forma parte de un conjunto más vasto:
Ja vicia del pueblo hebreo, ella misma difuminada. pre-
senta ndo lín eas generales mucho más que un trazado
preciso. El cuadro es opulento : son los altos colores
'
Pnder d e Rmnsés Jl : co lumn as d e K arn ak.
del Nu evo Imperio en su apogeo, la XIX dinastía. fa
de los Rarnsés, Ja de las columnatas gigan tescas de
sintetizando a grandes rasgos las corri entes de la con - Karnak, los obeliscos de Luxor, la gra n alianza egipto-
ciencia hum ana. constata que co n Ikhn aton esta alca n- hittita, la del valle de los Reyes. Pero la hi storia de
za un o de los momentos más patéticos de su d,es~n vol­ Israel aparece allí gris y fantasmagórica . sin matices
vimi ento (f. Pirenne, Les grands courants de l histoire y sin relieve.
unwer . , I , pa' g. 65) . Es , por lo menos en. toci a la
· .se lle Hay entonces que suponer que el clan de Jacob ha
a ntigüedad. fuera de Israel, el único instante ?e mono- penetrado en Egipto bajo Amenofis II o bajo Thut-
teís mo: instante pasajero ; porqu e el sucesor inm ecl 1 a~o més IV. Este faraón pacta con los mitta nios y se casa
ele Am enofis IV , Tutankamen, fa moso por .su sarco - con una princesa asiática. Es el fin de la psicosis a n-
fago y su tumba mucho más. que por su ~obterno. vol- tiasiática, provocada por la guerra co ntra los hyksos;
vió a poner en su siti o las reglas convencionales y r~s ­ los hebreos son acogidos con benevolencia, en medio
tableció. en tocia su rígida fij eza, el culto de Amo n. de las otras tribus a las que Egipto com ienza a a brir

74 75
de nuevo sus puertas. Los habiru de El-Amarn a no Menefta , podrá se r decis ivo en favor de la cronolo-
se pueden en modo alguno identificar con los hebreos gía del siglo xm. Pero incluso la lectura del nombre
que Moisés condujo hasta las puertas de Canaán , pues- está di scutida (tal vez sea preciso leer Izreel, que es
to que Moisés no nació sino al día siguiente del perío- un vall e de Ca naán) ; el contexto es oscuro (no se sabe
do de El-Am'a rna. La revolución religiosa de Ameno- si se trata de una nación sed entaria o de una tribu
fis IV nada debe a Moisés, puesto que es anterior errante); como sobre muchas otras estelas de la anti-
a él (¿debe algo a José, cuyo visir Yanhamu, citado güedad, el rey ha podido englobar en su lista de vic-
en las cartas de El -Amarna, sería el sosias?, pregunta to:ias pueblos vecinos que jamás haya tocado, ni do-
discreta, al no plantearse más que en voz baja). La mmado (¡algunas veces llegan a introducir nombres de
persecución de los hebreos ha empezado bajo Seti I pueblos qu e los vencieron!) .
y ha proseguido bajo el largo reinado de R amsés lI E n el co njunto, pues, nada brillante en esa crono-
(1292-1225). Los hebreos sirven a la edificación del logía .. Y, sin. e mba r~o '. es rica en sugestiones, pues ape-
grande y macizo Imperio egipc10. Cuando, bajo el su- nas s1 h ay sigl o eg1pc10 que conozcamos mejor que el
cesor de Ramsés, Menefta, las grietas com ienzan a de los R a msés, y esto no solamente en sus aconteci-
manifestarse, cuando el Imperio empieza a crujir bajo mientos politicos, sino ta mbién. sobre todo, en su es-
los golpes de ariete de los Pueblos del Mar, nuevas tructura económica y social. Se ha podido describir la
hordas de invasores, tan peligrosos como en otro tiempo vida cotidiana en Egipto tomando como tipo la época
los hyksos, logran los hebreos dejar Egipto. Es el Exo- de R a msés II. Ahora bien ; es, precisamente sobre esa
do, en 1220. A favor de las agitaciones provocadas en existencia cotidiana de los hebreos y de Moisés cuan-
Canaán por los Pueblos del Mar- entre los cual es : los d? la Biblia arroja algunos reflejos, que se avivan sú-
filisteos- , los hebreos llegan a instalarse en Canaán, bita mente cuando nuestros conocimientos de la socie-
no sin dificultad. Una estela cincelada por Menefta, d_a d egipcia los aclaraba. Lo que la cronología del
poco más tarde, menciona a Israd en la Jistá de los siglo xv nos ofrece. en amplitud, la del siglo xrn nos
pueblos vencidos : primera aparición del nombre de lo da en densidad . La un a orienta nuestras miradas
Israel sobre un documento arqueológico y solo punto hacia los hechos políticos y religiosos, la otra hacia las
de contacto explícito entre la Biblia y Egipto. Por situaciones sociales.
otra parte, ese nombre de Isra el sobre esa estela de . El Imperi o, d_e los Ramsés conoce una jerarquía rí-
gida, caracten st1ca de los regímenes absolutos. El Orien-
te Medio había puesto ya fin al feudalismo y centra-
li zado el poder en la persona del faraón . El Nuevo ·
I mperio mantiene ese absolutismo y lo intensifica hasta
ciertos aspectos netamente totalitarios. Al servicio del
Estado, masas imponentes de iDdividuos son encerra-
dos en clases, cada una de las cuales tiene su función
precisa en el conjunto. Llevando la investigación a las
clases más bajas, se comprueba que existe entonces
en Egipto una verdadera estratificación de la miseria.
Hay al principio lo qu e los historiadores llaman el

La inscri pció n, en jeroglífi cos, ISRA EL, so bre la est ela de M ene/t a .
77
proletariado egipcio, utili- bres y las muj eres por los
zando un término muy mo- que el Estado egipcio se ali-
derno para definir una agru- menta, se viste, co nstruye
pación humana que, en efec- sus casas y sus palacios, hace
to, se presentaba bajo las XIX su co mercio, desa rrolla su in-
y XX dinastías egipcias con du stri a. E l solo hecho de qu e.
características completamente pues to qu e so n eg ipcios . sea n
semejantes a las de los siglos sin emba rgo ex plotados . bas -
x1x y x x europeos. Los hom- ta pa ra definirl os co mo pro-
bres que componían ese gru- letari os. Pero dos cosas se
pro estaban desprovistos de añade n a la ex plota ción qu e
todo , salvo de hambre: "Nos se les hace as umir la co ndi-
morimos de hambre" : Tal es, ción del proleta riado en un a
diríase , el único lenguaje va- .;orprend ente co nformidad co n
ledero de la miseria bajo los el a náli sis marxista. E l qu e
R a msés. Se repite como un el salar io de los obreros sea
estribillo obsesionante en la a nor malm ente bajo; que de
boca de los proletarios que ese mínimum vital, .sea n fru s-
nada o casi nada más tienen trados por guardas canallas;
que decir; pero toda su per- que el fisco se incaute de la
so na, toda su existencia se re- tela tejida por las muj eres y
sume brutalmente en estas del t rigo culti va do por el la-
pocas palabras que nos entre- brador. Es to es de todos los
ga el papiro de Turín : " Nos tiem pos y de todos los regí-
morimos de hambre desde ha- menes. El célebre bajorreli eve
ce dieciocho días .. . Hemos mostrando al ca mpes ino egip-
venido empujados por el cio te ndido en tierra cuan lar-
hambre, y la sed, y no te- go era. y a paleado por los
nemos ropas , ni aceite, ni agentes del fi sco, evoca la
pescados, ni legumbres .. ." Edad Med ia o los últimos
Estos estómagos vacíos no años de L ui s X IV, a ntes qu e
son los ociosos voluntarios a ~1 siglo xrx. Pero ciertos pa-
cargo de una sociedad que piros, mucho menos conoci-
no tiene deber ninguno de dos , entrega n al lector estu-
preocuparse de ellos, puesto pefacto una psicolog ía del
que no la sirven en nada. proletar iado eg ipcio tal co mo
Son los artesanos, los obre- qolo los reg ímenes más mo-
ros, los campesinos, los hom- dern os ha n hecho nacer y se
piensa instinti va mente, al des-

M omia tle R am sés JI. Po rlodora d e 0Jr~ 11 dcu .


cubrir esa vida triste y vege tativa, en los personajes de Y, sin embargo, no es ahí donde se descubre Ja mi-
Zola o de Gorki: "El tejedor en el interior de las casas, seria egipcia, en el sentido último de la palabra. De-
es más desgraciado que una mujer. Sus ro~illas. es- masiados in?icios muestran que el proletario, en Egipto,
tán a la altura de su estómago; no goza del aire libre. P?r desgraciada que fuese su situación real, quedaba
Unicamente sobornando con donativos a los guardianes virtualmente más acá del límite que distinguía al hom-
de las puertas, puede salir a ~espirarlo. ~l tintorero bre de la bestia. La justicia alcanzaba todavía a esa
pasa su tiempo en cortar andrajos, los ~estidos le ~o­ escoria de la sociedad; no bajo la forma de un estatuto
rrorizan ... El zapatero es muy desgraciado; mendiga muy definido, precisando los derechos jurídicos o mo-
constantemente; su salud es la de un pez de.stripado; rale,s,. sino bajo el_ aspecto importante de reacciones psi-
roe el cuero para alimentarse ... El albañil, sus dos bra- colog1cas, susceptibles, en ciertos momentos, de hacer
zos se agotan en el trabajo, sus ropas están en desor- reconocer a la plebe un valor humano objetivo. Los
den ; se roe él mismo, sus dedos le sirven de ~anes; no do.s ~lem~ntos principales, por los que el proletariado
se lava más que una vez al día. Se h~ce humil~e para eg1pc10, sm cesar de ser él mismo, manifestábase sin
agradar. Es un peón que pasa de casilla en cas1lla, de embargo ei;t un escalón elevado de poder humano, son
diez codos por seis; es un peón que pasa meses Y el paternahsmo y la rebeldía. Paternalismo: no todos
meses sobre los maderos de un andam io. Cuando logra los patronos reaccionaban a la manera del escriba. Al-
su pa1; , vuelve a casa y golpea a sus hijos." Esa existen~ gunos se alababan, como Bakenkhonsu, uno de los
cia despersonalizada y biológicamente cerrad~ sob:e si grandes sacerdotes· de Amón, de haber sido buenos
misma, constituye el primer elemento ~e una id entifica- padres para sus subordinados, de haber dado la mano
ción de la plebe egipcia con el proletanado. E l segundo a los desgraciados, de haber asegurado la existencia ·
está proporcionado por la realidad muy acentuada de de los necesitados. En el culto de Osiris, el difunto,
un corte total, y tamb ién biológico, entre esa ple- para ser absuelto por la gran balanza del dios y me-
be y las clases sociales elevadas .. El texto que acaba recer la supervivencia, debía poder declarar, entre otras
de ser citado procede de un escnba . No es en modo cosas: "No he obligado, cada día, a trabajar a las
alguno por simpatía por lo que describe el estado m_i- gentes más allá de lo que sus fuerzas les permitían."
serable de los proletarios, sino para poner en guardia Ninguna confirmación de boca de obrero hace eco
a sus alumnos contra la elección de tales oficios. "La a esas confesiones y a esas recomendaciones. Atesti-
plebe apesta", dice, con una insistencia tan brutal como guan, por lo menos, que la miseria permanente de los
la del proletario cuando dice: "Nos morimos de ham- proletarios suscitaba esporádicamente en los explota-
bre". No hay, parece ser, entre el escriba privilegiado dores d~spertar~s de conciencia, que impedían que el
y el obrero, otro elemento conductor que esa f~tiJez , proletano estuviese, en absoluto, desprovisto de todo
mezcla de exhalación pútrida, de sudor y de suciedad. valor humano. De otra parte, tanto como el paterna-
El hombre de arriba no reconoce al de abajo más que Ii_smo, la rebeldía subraya que, en el proletariado egip-
por su olor característico y, ante él, se ve obligado c10, no había desaparecido toda disponibilidad social.
a taparse las narices. Dialéctica infer~al, .qu~ encadena Desde las condolencias (un largo papiro contiene las
el grito del hambre con el retroceso .ms~ 111 t1vo ante el del campesino, que en vano trata de obtener justicia
aliento fétido, y que hace que a Ja nusena no responda en el dedalo de la administración faraónica), pasando
sino el asco. por las huelgas (provocadas por rompimientos abusi-

80 81
Nl<HER . -'ll
vos del contrato de trabajo y, sobre todo, por un ra-
cionamiento insuficiente), hasta las verdaderas rebeldías
(asaltos de almacenes o de templos, calificados por la
historiografía egipcia oficial como actos de bandoleris-
mo y de sacrilegios), un sordo pero continuo movimien-
to conmueve al Imperio, y la presencia del proletariado
en cuanto fu erza social y viva y positiva se manifiesta
allí. La rebeldía no supone ser tan solo, como el
pat~rnalismo, un piadoso deseo. Es el potencial inalie-
nable de los explotados. Por no haber sabido-y sin
duda no haber querido- imaginar los medios de des-
truirla en sus gérmenes, la potencia egipcia dejaba al
proletariado la alta dignidad del hombre que, si muere
de hambre, se harta también de esperanza, del hombre
de quien, la sabiduría egipcia, decía que "también tenía
corazón". ·
Del lado de · aquellos a los que discutían ese corazón,
último refugio de la identidad humana, se descubre,
en Egipto, uña miseria peor que la de los proletarios.
En efecto, si el proletariado queda más acá de ciertos
límites estos son franquead.os en cuanto abordamos la
sociedad de los siervos. "No tienen corazón", constata
el egipcio a propósito de los esclavos (designando el
corazón, como en todas partes en Oriente, la perso-
nalidad misma), y ese descubrimiento, tan positivo como
el de una ley física, autoriza a disponer del siervo como
de una cosa. La copla que fue compuesta, hace tres mil
años, para cantar la suerte del siervo egipcio, ¿no en-
cajaría en una antología negra de la época del tío Tom?

Vi ene al mundo el in feli z


para ser arrancado de lo s b ra zos de su madre.
Si llega a ser un hombre,
le rompen los hu esos.

El fenómeno de masa es, igualmente, llevado al pa-


roxismo. Se adivina, en Egipto, un proletariado nume-
roso, pero lo's documentos iconográficos administran el

82
aire y las distancias alrededor de los campesinos o de que nos impide escoger entre las dos cronologías. Ne-
los obreros, que, a pesar de su cantidad, parecen de ese cesitamos, en la una y en la otra, reconocer Ias domi-
modo conser var un mínimun de volumen individual. nantes, que, en el fondo, no son contradictorias. Es
Las escenas de esclavitud y de trabajos forzados servi- importante saber que una aproximación habiru-he-
les, por el contrario, son brutalmente masivas. El amon- breos es posible, como Jo sugiere la margen izquierda:
tonamiento confiere a Ja agrupación humana una den- el conocimiento del lado político y religioso del Exodo
sidad que Ja hace aparecer, como un todo, como una tiene ese valor. Pero no hay que perder de vista Ja
globalidad enganchada al trabajo en cuanto tal y sin sugestión de Ja margen de la derecha: hebreos = apiru.
más rasgo alguno de individuación. El Exodo fue también (¿diría sobre todo ?) una aven-
Esas masas humanas son las víctimas del Imperio tura social.
totalitario de los R amsés y de su espíritu de poder, Para las dos series de hitos 1 texto del Pentateuco
apasionado y fanático . La obra del Estado y su pres- está sólidamente encuadrado, sólidamente ilustrado. Un
tigio, exigen Ja construcci ón sistemática y colosal de conjunto se desprende, al que no podemos referirnos.
almacenes, de fortalezas, de palacios, de templos, de sin temor a perder el contacto con esta realidad necesa-
ciudades, de tumbas. De esa obra, para la que todo riamente compleja que constituye un héroe de la Biblia
es recuperado, los siervos proporcionan la mano, gra-
tuita, inagotable.
Aparece aquí una denominación, que nos lleva a los
hebreos. Los textos de Ja época de Ramsés designan ,
en efecto, los grupos de esclavos extranjeros, sometidos
a los trabajos forzados más duros, por la palabra Api-
ru. Palabra tan turbadora como la de Habiru , porque
es imposible saber si evoca solo a los hebreos, o algo
mucho más general. pero a Ja que, de todos modos
están ligados los hebreos. Es probable que los egipcios
hayan englobado los sirios, los mittanios, los libios, los
árabes, todo un bulle bulle de poblacion s mezcladas,
bajo el vocablo de Apiru. Pero es verosímil que los
hebreos hayan compartido el destino de los apiru. Pa-
rias marcados por el odio antiasiático, están , como los
apiru , sometidos a los trabajos implacables que exige
la extensión económica de Egipto, y es indispensable,
para apreciar la obra de Moisés, saber que los hebreos
ocupaban , en una estructura social totalitaria, el nivel
más bajo. Eran, con los apiru, Jos miserables abso-
lutos.
Comprenderá el lector que no es la simple pruden-
cia, sino el interés mismo de un estudio de Moisés, Jo

84 85
R a m sés 111 derribando a los prísio fl eros (T ebas) .
VOCAClON DE MOISES

p ARA satisfacer las exigencias clásicas del género, de-


beríamos, en el momento en que abordamos Ja
biografía espiritual de Moisés, estudiar separadamente
el hombre y la obra. Sin embargo, nada haremos de
eso. ¿Qué podríamos, por otra parte, al .nivel del hom-
bre, añadir al texto de la Biblia, cuyo resumen acaba-
mos de dar? Novelistas, poetas, psicólogos, ·mucho ·más
expertos que nosotros, han tratado de sondar· "la · ilustre
vida'.' de Moisés. No han logrado el dispensarnos : de
volver al relato bíblico, cuya tonalidad es, en fin -de
cuentas, mucho más justa que la de las transposiciones
más hábiles. Y bastaría, para hacer conocer al lector
qué hombre era Moisés, recomendarle la lectura aten ta
de la Biblia.
Pero la cuestión no es precisamente sa ber qué hom-
bre era Moisés, sino que era un hom bre. De esa cons-
tatación, de la perceptibilidad de la humanidad de
Moisés, depende, en efecto, la comprensión global de
toda su personalidad, en la qu e están inextricablemen-
te anudadas una aventura individual y una obra.
Obra que no se sabría aislar de la vida más que
cuando la identifican con no sé qué "invención del
monoteísmo", del que la Biblia ignora hasta su prime-
ra palabra. En la perspectiva auténtica de la teologfa
bíblica, Moisés nada ha "inventado" . Al levita que es,
el Dios de los Padres se le revela en. perfecta comu-
nidad con una larga tradición. El lector que esperase

87
[,ns e .r-calon~s del Sinaí.
aquí eruditas investigaciones sobre el "monoteísmo" comparar en el linaje de los grandes "fundadores de
de Moisés (¿sobre sus orígenes egipcios, midyanitas, religión" a Moisés con Jesús, con Buda, con Mahoma,
quenistas?, ¿sobre su contenido henotheísta, monolátri- la comparación cesa muy precisamente a propósito de
co, monárquico? , ¿sobre su primitivismo tribal, su uni- la muerte. Consumación para Jesús de toda su voca-
versalismo mornl?), no tendría ningún pretexto legítimo ción y signo crucial de su encarnación y de su divi-
para declararse decepcionado. Todas esas cuestiones las nidad; plenitud para Buda de sus esfuerzos místicos
consideramos aquí como fuera del asunto, y si quisie- y alcance de la orilla liberadora; acabamiento para
ran consagrar un estudio a la espiritualidad monoteísta, Mahoma e inserción en una legendaria transfiguración,
debería centrarse, en buen método, en torno _a Abra- la muerte para Moisés fue el cumplimiento del destino
hán, del que Moisés, tanto como Jesús y Mahoma, no terrestre. Aunque anunciada, fue, para él, sorprenden-
fue más que un discípulo. Moisés no es el fundador te. Aunque serena y en modo alguna una pasión , fue
de una "religión", y en vano se buscaría , en el Pen- el dolor también, porque le frustraba de su deseo su-
tateuco, la exposición de una doctrin a o de una teolo- premo: R ezaba ai Dios, en ese momento, diciendo : ¡ Eter-
gía. Es un llamado, y de ese llamamiento el Pentateuco no, Dios! Puesto que has comenzado por revefar a Tu
nos entrega el eco y el rastro. Su obra es una vocación. servidor, Tu graindeza y la fu erza de Tu bra.zo, Tu poder
un drama vivido, por consiguiente, y no la elaboración inimitable sobre el cielo y sobre lai tierra, tus obras y tus
de una doctrina. Drama cuyas etapas habremos de pre- maravillas, ¡ah!, por fa vor, déjame atrav ew r, que vm
cisar, pero antes es necesario descubrir su fuente en la esa buena Tierrai que está m ás allá del Jordán .. . Pero
condición humana del Invocado. Dios dijo: ¡Basta ! No hables más sobre ese asunto. Sube
¿Condición humana? No hay ilustración más convin- a: la cumbre· de la colina:, dirige tu vista. al Poniente· 'Y en
cente de ello que la muerte de Moisés. Si es preciso el el Norte, en el Mediodía y en el Oriente, y mira con tus
ojos, porque no pasarás ese Jordán ... ¡Así, pues, monre
en ese versículo. Los términos que allí designan al
en este país, no pasaré el Jordán! ... Allí e's en la cumbre
hombre y a la tierra tienen un valor físico: eso huele
del Nebo, donde murió Moisés, el servidor de Dios, en a Adán, la criatura simple, amasada de polvo y de
el paiís de Moab , en un beso de Dios. Fue sepulta:dó en barro. Mas Moisés era la más humilde de esas criatu-
el valle del pa1ís de Moa:b que da1frente a Bet-Peor. Pero ras. Nada más sencillo, en efecto, que la figura de ese
nadie ha. conocido su sepultura hasta este día. Moisés profeta, que no tiene necesidad, para acoger la revela-
tenía, ciento veinte años cuando murió. Su mirada no se ción Divina, ni de sueños, ni de trances, ni de temblo-
había1 empa.ñado, y su vigor no estaba a1gotado·. ( Deut. res de tierras, ni de éxtasis, sino que va a hablar con
3, 23-27; 4,, 22; 34, 5-7.) Dios como un hombre habla con su prójimo. Moisés
Cuando en otras partes la muerte fue plenitud, aca- se libra de esa exaltación, característica de la profecía,
bamiento, paso, aquí fue sentencia. Turbadora, miste- que provoca, para el exterior, cierta analogía entre
riosa, victoriosa, obligó a Moisés a estar solo. Hasta la profecía y la locura. Se libra de ello, deliberadamen-
en el beso, Moisés estuvo frente a lo inexorable. "No te, rechazando el "representar" al profeta, el aislado,
porque su vida fuese demasiado breve, Moisés no al- el hombre depositario de se~retos cuyo guardián tutelar
canzó a Canaán, sino porque era una vida humana". sería. Su rostro irradia: él lo ignora. Y cuando el re-
Kafka, Diario íntimo, (19 octubre 1921). Por la muerte, troceso de los hombres le da a conocer que está aureo-
Moisés fue unido de modo indisoluble, con esta tierra, lado, sufre por ello y cubre su rostro. No intenta ex-
y es lo que, iluminando al revés el sentido de la vida plotar las extrañas facultades de que Dios le ha colmado
de Moisés, la erige en símbolo de la condición terrestre. a pesar suyo, creando en torno a su persona una esfera
No nos dejemos cegar por la grisura hagiográfica. El luminosa. Nada hay en él de un iniciador, de un mis-
halo milagroso que rodea a Moisés con ocasión de las tagogo; nada de ambiguo, ni de equívoco, ni de enig~
plagas de Egipto o también cuando permanece cuaren- mático en sus palabras o en sus gestos. Nada de un
ta días y cuarenta noches en la cumbre del Sinaí, sin ser cuya existencia provocaría la impresión de que su
comer ni beber; el carácter esfumado y marginal de la destino estaba más allá de lo humano. Su don de pro-
vida familiar de Moisés, que nada tiene de comparable fecía le parecía natural hasta el punto de que se asom-
a la existencia carnal y alta en colores de los Patriarcas bra al no ver a todos los hombres profetizar como él.
en tierra de Canaán; la sublimación, en fin, de su faz (Núm. 11, 29.) La envidia y el egoísmo espirituales
radiante, que hace de Moisés .el único hombre bíblico están tan borrados en él por la modestia, que ni si-
marcado físicamente por un signo celeste, el único au- quiera tiene discípulos a los que en la intimidad de
reolado aquí abajo: todo esto. nada retira de la con- una comunicación reservada solo a los elegidos, confíe
dición terrestre de Moisés, al que salvaguardan ciertas su misterio. Josué es su paje, su lugarteniente militar,
virtudes centrales, entre las cuales una primerísima de y no su discípulo. Cuando Moisés le designa como su
la que la Biblia, cuando la menciona, hace el signo sucesor, la escena es de orden institucional, y no, como
mismo de la humanidad de Moisés: su humildad. El lo será la de Elías y Elíseo, de traza mística. Moisés
hombre Moisés em muy humilde, más que ni:ngún hom- no "ha iniciado" a J osué más que a sus propios hijos.
bre sobre la faz de la tierra. (N úm. 12, 3.) La traduc- La enseñanza de ese Maestro iba a todos. Tanto sus
ción no puede dar los matices intencionales del hebreo, arbitrajes jurídicos como sus decisiones políticas, sus
revelaciones metafísicas, por extraordinarias y extrañas
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que fuesen , tienen un carácter público, y esa inserción dona a los hombres para encerrarse en Ja soledad del
de una energía sobrenatural en la vida cotidiana de desierto de Midyan.
una sociedad normal, no es uno de los menores indicios Lo . absoluto, es también el ideal. La alucinante dis-
de la humanidad de Moisés. cor~a,ncia entre lo real y lo ideal ha sido sentida por
Pero hay allí otras. Repentinas emergencias, altas, Mo1ses con amargura y con cólera. Amargura: ¿hay
densas, estremecedoras, señalan en Moisés la invencible nada más humanamente doloroso que la amarga ironía
y fundamental naturaleza humana. Se las reconoce des- del ¿Porqué? de Moisés (Ex. 5, 22)? Acababa de ser
de el primer momento en su continente impulsivo: son enca~gado por Dios de una misión sencilla, precisa y
las cóleras. · defimda : salvar al pueblo hebreo de las garras del fa-
¡Las cóleras de Moisés! Como todas las manifesta- raón. Y entonces, después de la entrevista con el fa-
ciones patéticas, sorprenden la conciencia de los de raón, esas garras entraban con más fuerza en la carne
buenos principios, que esperan de los "hombres de de los hebreos, haciéndoles sufrir mucho más. ¡Para-
Dios" ~~ª°: todo miel y dulzura. Pero basta un poco dójica revancha de la realidad! ¡Espejismo grotesco
de fam11iandad con la auténtica dimensión bíblica, para del ideal burlado! En lugar de los rostros radiantes de
comprender que las grandes cóleras son el testimonio esperanza y alegría, Moisés encuentra, entre sus her-
más cierto de una búsqueda de absoluto. Búsqueda do- manos, gestos de dolor y de odio. ¿Por qué, pero por
lorosa, porque no es dado al hombre tranquilizarla. qué me has Tu enviado?
Y por eso es por lo que las cóleras de Moisés son nu- Pero, sin duda, no hay momento en el que Moisés
merosas, señalando todo a lo largo de su itinerario, sea más dramáticamente consciente del hiato entre lo
que sigue siendo plenamente humano, porque, de lo real y lo ideal que cuando rompe las Tablas de Ja Ley
absoluto, Moisés conserva la sed. al pie del Sinaí. Es un momento central de la historia·
bíblica. Al bajar de la montaña, Moisés sabe ya que
Lo absoluto, para Moisés, lleva varios nombres. En
el largo primer período de su vida, en el que Moisés no el pueblo adora al becerro de oro. Dios se lo ha reve-
lado, y es libre de imaginar las proporciones escandalo-
conoce todavía a Dios y no es más que un hombre
sas de la traición. Moisés sabe también que, cualquiera
como todos los demás, lo absoluto es la justicia. Ahad
que sea la amplitud del pecado, está anticipadamente
Haam ha mostrado, en un brillante esbozo, como el sen-
perdonado. Dios ha concedido ya el perdón. Baja pues
timiento de justicia es entonces el aguijón y lo familiar
de la montaña con una doble seguridad ideal, con las
de Moisés. La Biblia no pinta de él otra cosa que una
Tablas bajo sus brazos: no teme el verse sorprendido
serie de escenas en las que Moisés, ante la injusticia,
por la realidad , que no podría ser peor de lo que ima-
estalla, se indigna, interviene. Se lanza sobre el egipcio gina, y que, de todas maneras, deberá ceder ante el per-
que golpea al hebreo, y le mata. Se acerca a los he- dón Divino. Pero el choque con la realidad es tan bru-
breos que riñen y se esfuerza por separarlos. Protege tal, que pulveriza todas las referencias ideales. La más
a las jóvenes midyanitas y las salva de las manos bru- exaltada imaginación no podía concebir tal horror. La
tales de los pastores. Es el eterno inquieto, al que la gracia más sublime se desvanece ante semejante desafío.
injusticia atrae como un imán; ninguna injusticia es El escándalo es tan violento, la realidad tan provocado-
por otra parte la última, y las cóleras de Moisés no se ra, el becerro y la Ley son tan exclusivos el uno del otro,
tranquilizan más que cuando, deliberadamente, aban- que es preciso romper, destrozar, destruir. La sed de lo
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absoluto adquiere aquí su sentido más fuerte: el recha- de Dios, en el Pentateuco, característica de Moisés?
zo de compromiso. Todo o nada; tal es la exigencia de Servidor, Moisés lo es por su vocación inicial: la fa-
la pureza humana. No tiene expresión más grandiosa y mosa escena de la zarza ardiente es una de las más típi-
más severa que la del gesto de Moisés al romper la Ley. cas de la Biblia. Cuando en otra parte, el hombre trata
En fin, para Moisés, lo absoluto es Dios. Y en la de escapar a Dios, no avanza más que uno o dos argu-
misma medida que la sed de justicia y de ideal queda mentos valederos; Jeremías, su juventud; Jonás, la
satisfecha en Moisés, queda insaciada su sed de Dios. aprensión de los arrepentimientos divinos. O bien, como
En ninguna experiencia metafísica, el límite de la con- Ecequiel, no sabe más que oponer a Dios un silencio
dición humana está más salvaguardada que en la de asustado. Pero Moisés defiende su independencia con
Moisés. Su vocación profética fue, es cierto, extraor- una incansable obstinación. Los argumentos se siguen ,
dinaria y eminente. Le condujo muy cerca de Dios, del desiguales pero tenaces (¿Qué soy yo? ¿Quién eres Tú?
que fue el íntimo, el interlocutor, y los versículos bí- ¿Cómo me escucha1rán? ¡No sé hablar!), hasta este
blicos que lo describen sugieren una existencia' situada último ruego: ¡Envía' a quien Tú quiems!, que ya no
más allá de las normas terrestres: Ningún profeta se descansa sobre ninguna motivación racional, pero que
elevó en Israel como Moisés , a:l que Dios había elegido denota la angustia de Moisés, perseguido como una
en amor cam a cara (Deut., 34., 10). Dios hablaba a caza en los últimos refugios de su libertad. En ese úl-
Moisés como un hombre habla a. un prójimo (Ex., 33, timo refugio, Dios le agarra y le obliga, y Moisés lleva
11). A los profetas tales como vosotros, Yo me revelo en en lo sucesivo el peso de su vocación. Servidor, Moisés
reflejos, hablo en sueños . Pero mi servidor Moisés no lo es también ·por los sufrimientos que esa vocación lle-
es como vosotros: es íntimo en Mi Casa. De boca1 a bo- va consigo para él, los peligros a los que ella le expone:
ca., Y o le hablo; en visión y no en enigmas. Percibe un por las dudas que suscita sobre su propia eficacia, sobre
aspecto de Dios (Núm. 12, 6-8). Y, sin embargo, esa la lucidez de Dios, sobre el sentido y el valor de su
existencia, por próxima que esté de Dios, no deja de ser vida, y que le llevan a veces hasta a la abdicación y
menos esencialmente distinta que la de Dios. Ninguna hasta el deseo de morir, de todos modos no sin que el
identifirnción se opera entre Moisés y lo absoluto Di- día siguiente ofrezca otra cosa que nuevos combates y
vino, ni por medio de una encarnación, ni por el de nuevas inquietudes.
una fusión, ni por el de una asunción. Así lo exige la Servidor, Moisés lo es, en fin, por su conocimiento.
estructura diagonal de la profecía bíblica. La bilocación Conocimiento en el sentido bíblico de la palabra, que
metafísica es allí integralmente respetada. El diálogo no es descubrimiento de los misterios y de los secretos
de Dios y de Moisés era más radiante de claridad sono- de la esencia divina, sino experimentación intuitiva y
ra que el de los otros profetas~ no aproximaba menos penetrante de una Presencia. Una escena demasiado
por eso a dos seres radicalmente diferentes. desconocida de la vida de Moisés pone de relieve ese
Hemos intentado en otra parte analizar la estructura problema del conocimiento bíblico de Dios: "Moisés
del drama patético en el que están comprometidos Dios dijo: Si he ha:llado graicia a tus ojos, haizme conocer tus
y el profeta, y se nos perdonará no insistir en elio aquí caminos, ª' fin de qne• te conozca verdaderamente ... Des-
largamente. Indicamos simplemente que en Moisés se cúbreme tu Gloria·. Dios contestó : Es mi Bondad enteTa
vuelven a hallar las categorías esenciales de la servi- la: que Yo ha.ré pasar ante tu fa z, y, ante ti, Yo nombraré
dumbre profética. ¡,No es, el título mismo de Servidor el nombre del Eterno ... Añadió : No sabría'S ver mi Faz,

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dres cerca de los hijos y de los hijos de los hijos, hasta
las terceras y las cuartas genera1ciones. lnmedia1tam.ente,
Moisés se inclinó hasta el suelo y se prosternó ... ( Ex ., 33,
13, sgs., 34, 2, sgs.).
De este modo , lo que Dios mues tra al hombre, no
es la Esencia. El conocimiento de la Faz Di vina ha sido
negado a Moisés, porque era hombre, mortal. Pero las
Espald as D ivi nas se revelan al hombre en el exaltante
llamamiento de un amor que espera la respuesta hasta
las terceras, hasta las cuartas y hasta las milésimas ge-
neraciones. El conocim iento de los profeta's, es haberse
visto sor prendid os, lúe e'l nunc, por ese llámamiento. Su
vocación, sentirse comprometidos en una conquista de
lo. A bsolu to,_ ~n Ja lucha embriagadora con un a Pareja
Viva y Patet1ca. De esa lucha, cuya Cara a Cara de
Jacob con el Angel (Gen. , 32, 25-33) ofrece el ejemplo
más típico,_el hombre sale con una conciencia mayor
de su humil? ad y de su vulnerabilidad: Jacob cojea.
Pero esa henda no es el límite último de su existencia.
Hiriéndole en Jo qu e él es, Jo Absoluto instaura al hom-
M o isés en la cum bre del Sin ai (Haggada de A m sterdam) .
bre en lo que puede ser: J acob se co nvierte en Israel.
El poder hum ano se intensifica a medida qu e se precisa
porque ningún hombre puede verme y vivir . .. Hwy un la contingencia hum ana . Moisés, corn o los otros profe-
sitio cerca de m í; tú te mantendrás sobre la roca y tas, descubre la riqueza de su vocación por la misma
cuando pase mi Gloria, Y o te ocultaré en la cavidad d~ hu mildad a que está sujeto.
la roca, y te abrigaré con mi ma:no hasta, que Y o liaya La lucha lleva da por Jacob con el Absoluto no ha
pasado. Entonces, Y o retiraré mi mano y tu verás mis
durado más que un a noche; la de Moisés dura ciento
espaldas pero mi Faz no puede ser vista . .. Está dispuesto veinte años, Todo a Jo largo de su existencia terrestre.
para la mañana; subirás por la mañana, al monte Sinaí, Moisés so nda e ilumina la presencia de Dios cerca del
y esperarás allí, en la1cumbre de la montaña. Moisés se ho mbre. Presencia cuyos tres aspectos fundamentales
levantó temprano y subió al Sinaí. Dios descendió en revela , inscritos en el Pentateuco no como Jos capítulos
la nube, y se colocó cerca: de él, allí y El enunció el de un tratado de teología, sino como las articulacio-
Nombre del Eterno. Dios pai.só ante su fa:z y proclamó: nes de un a ex periencia . Es preciso descubrirlos en el
Eterno, Eterno, Dios de amor y de misericordia, lento impulso que, después del primer despertar de su exis-
en la cólera , desbordante de gracia, y de verdad. Plan- tencia de esca pado de las olas del Nilo, lleva a Moisés
ta,ndo la gracia hasta en las milésimas , tomando sobre hasta las cumbres del Sin aí y del Nebo. Se ordenan
E! la culpa, el pecado y el acto omitido, pero no absol- en torno a esas grandes épocas de la vida de Moisés,
viendo solo, pues El pone en depósito la falta de los pa- cuyos centros de gra vedad son el Exodo, la Revelación

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NEHER . -7
EL EXO DO , O EL DESCUBRIMIENTO
DEL PROJIMO

Un rey nue·vo se elevó sob re Egipto, qne no había co-


nocido a fo sé. Dijo ª ' su pueblo: "Ved, el pueblo de los
ftijos de Israel sobrepasa y domina. al nuestro. V amos,
ima.ginemos 1in pla:n. lmpidam.os que a.umenten más to -
davía, y que puedan , en caso de guerra,, unirse a, nues-
tros enemigos, combatirnos y abandona1r el pais". Le im-
pusieron, pi¿es, vigilantes de sns trabajos, con eil fin de
lwmillarlos en sus trabajos for zados . Construyeron para
el fa:raión ciL¿dades-alma'Cenes, Pithon y Ramsés. Pero
cuanto más los oprimían, más aumenUJJban y desborda-
ba sn población. Los egipcios decidieron entonces aca-
bar con los hijos de Israel. Los redujeron a una escla-
vitud abrumadora:. Les hicieron la vida ama1rga por un
trabajo duro en la arcilla1 y en los ladrillos , trabajo en
pleno campo, y todo lo más duro r¿ue se puede imaigina1r
como trabajo agotador. Después, d rey de Egipto dijo a
las comadronas heb reas, una de las cuaies se llamaba
Chiphra y la1 otra Pua:: "Cuando asistáis a: las mujeres
hebreas, examinaréis los a1tributos del sexo; si es un
va:rón, matadle; si es una hembra, que viva." . Pero la:s
· ·~
. -.ita comadronas tem ía:n a Dios ; no hicieron lo que les había
dic ho el rey de Egipto y dejaron vivir a. los varones ... En-
tonces el faraón dio a todo' su pueblo la orden siguiente:
Lucha de Jaco b co n el Angel " Todo varón recién na'Cido , arroja·dlo al Nilo; toda hem-
(Dib ujo o riginal d e Adela Wajsman). bra, de'jadla vivir" . El Faraón dio a los jefes de los traba-
jos y a los vigilantes [a, orden siguiente: " En lo sucesivo,
no proporcionaréis más paja al pueblo para fo, prepara-
ción de· los ladrillos, como anteriormente; irán ellos mis-
mos a hacer su. provisión de paja. Pero la ca:ntidad d'e la-
y la Marcha a través del Desierto. Tratando de sondar drillos que a,ntes hacían, seguid imponiéndose.za,, no les
el ritmo de ese impulso, co nstataremos que los valores reduzcáis nada. Porque si están sin tmbajo, por eso es
descubiertos por él son de un orden rnás vasto que el cuando gritan: " ¡Vamos a sacrificar a nuestro Dios!"
de una religión. Grandes nociones los definen, am- Que el trabajo los aplaste, que no ha!gan otra1 cosa:, y
pliamente abiertas no a la sola creencia, sino a la vida: que no puedan escuchar palabras de mentira". Los jefes
el descubrimiento del prójimo. la Ley, la Alianza . del trabajo y los vigilantes salieron y hablaron al p1¿eblo:

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"He a.quí lo que he& dicho el Jamón: No os daré más paja. cionó un ejemplo, raro en la antig üedad , de trabajo
[d, vosotros mismos, proporcionaos la pajaJ donde podais en cadena. El que esa ruda faena sea impuesta a un
encontrarla, porque nada se ha d1:sminuido de vuestro tra- grupo de esclavos, he ahí algo qu e descubre también el
0ajo". El pueblo se esparció a través de todo Egipto, para principio racional de la utilización de la mano de obra
recoger cáñamo en vez de pa1ja.. Los jefes del traba.jo les en régimen totalitario. Los edificios, a medida de su
hostigaban, diciendo: " Realizad vuestra tarea, día por co nstrucción, atestiguan que el trabajo es eco nórnica- .
día, como cua11do la paja os era entregada." Los vigi- mente necesario y que responde a una necesid ad.
lantes de los hijos de Israel les castigaiban, golpeándolos, Pero, ¿a qué necesidad obedece el faraón, cuando
según los jefes del f airaión les hab ían ordenado, dicién- niega a los hebreos la entrega de la paja, sin la q_u e el
doles: "¿ Porqué no habéis hecho toda vuestra tarea, en- ladrillo no puede co nfeccionarse; cuando los obhga a
tregando los ladrillos como antes, ni wyer ni hoy ?" Los buscar por sí mismos esa paja, sin dejar de exigir qu e
vigilantes de los hijos d e· Israel fueron a quejarse al fa- entreguen, al fin de cada jornada, la misma can tid ad
raón en esto s términos : " ¿Por qué tratas de ese modo a de ladrillos que antes? La noción de trabajo pierde
tus escla vos? La paja. no se les proporciona a: tns escla- aq uf todo sentido utilitario; el tiempo perdido para la
vos, y sin em bargo nos dicen: ¡Haced ladrillos! ¡A hora busca de las primeras materias, no puede ser recupe-
tz¿s escfovos son golpeados, y tn pzieblo es el culpaible! rado, y el plan de construcción va a verse necesaiia-
El farón contestó: " ¡Holgazanes, si, sois holgazanes ! Por mente retardado. La economía naciona l va a sufrir con
eso decís: Vamos a sacrificar el Eterno. Y aho ra, ¡frl al esa medida. ¡Qué importa! Se co mprend e que la em-
trabajo! La paja no os será dada., y haréis la misma presa rebasa la lógica de la ciudad. Ese trabajo, irn-
ca ntidad de ladrillos". Los vigilantes de los hijos de Is-
rael los trata.r on entonces con rigor, diciendo: " ¡No ha:. Tebas (Tumb a d e R ekli -mi- Rl1e) .
réis menos ladrillos que antes, día1 por día!" ( Ex ., I, 8-
22 ; 5, 4-19).
El ladrillo es, en Egipto, la primera materia por ex-
celencia. E n período de potencia constructora, las nece-
sid ades de ladrill os son prá~cticamente ilimitadas: las
casas pri va das, Jos ed ificios civiles y militares, necesitan
más ladrillos que piedras; los muros de cierre de los
hu ertos del Delta so n de ladrillos; los enormes recintos
de las ciud ades fortificadas son tambi én de ladrillos. No
hay pausa en ese sector de trabajo: actividad perma-
nente de la man o de obra. Para fabricar el ladrillo, es
preciso primero mezclar el barro del Nilo con arena y
paja cortada, hum edecer la mezcla, pisotearla, remover
el conjunto con un pico, echarlo en un molde y, después
de haber quitado el molde, dejar secar los ladrillos.
Activid ad penosa y también agobiante, porque exige
la repetición implacable de los m ismos gestos y propor-

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pu~sto por él mismo, debe. por el peso que le es propio.
y sm que se tenga en cuenta su poder de productividad.
aplastar a los hombres que lo pre:porcionen, o mejor.
según la expresión misma del Exodo (I, JI), humillarlos.
Con ese decreto del faraón, a bandonamos el terreno
claro de las leyes económicas para entrar en el, tene-
broso y obscuro, del mund o de los campos de concen-
tración.
Esa búsqueda de humill ación ¿es primordial en la
persecución antihebráica de los egipcios, o bien, estos
tenían por objetivo verdadero el exterminio de los he-
breos? Sin duda la cuestión está mal planteada. La
mística del odio rara vez estableció un a escala en sus
objetivos. Lo que la caracteriza es que se esfuerza por
realizarlos todos con un a igual obstinación. Los decre-
tos maltusianos del faraón- yugulación de los nacimien-
tos de varones por las co madron as, ahogo de todos los
recién nacidos varones- descubren netamente el crimen
de genocidio. El cuerpo de Ja víctima es alcanzado aquí
A 11 sc/11vit z (El Libro sin Nom bre) .

Ausc/11vit z (El Libro sin N o mbre) .


tanto como su alm a, y la misma globa lidad de ese aten-
tado indica que se perpetraba en un mundo de campos
de co ncentración donde los alambres de espino se cie-
rra n sobre aquel que, indistintamente, es a la vez co-
baya de la degradación y condenado a mu erte.
Castigos, sevicias, represalias: sab ido es que esas no-
ciones jamás está n íntegramente explicadas po r su con -
texto político. Se asocia a ellas un elemento especta-
cular que pone en ejecución los insti ntos brutos del
hombre. E l trabajo en cadena, el trabajo forzado, la
faena, so n simplemente controlad.os ; y los vigil antes
realizan en ello un a función puramente mecánica : la
evolución técnica, por otra parte. ha transformado a
esos vigi la ntes de an taño en máquin as registradoras.
Pero el trabajo humillante es un espectáculo. Las víc-
timas representa n la obra, los vigilantes asisten a ell a
para recoger el goce. Ninguna evolu ción en ese terreno.

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so n liberados por el sad ismo. Este con tri buye efecti va-
mente a humillar al hombre en el hombre.
Sadismo y genocidio son los . aspectos conjugados de
la experiencia de los campos de concentración. Se los
encuentra, por otra parte, en la historia. Lo que hace
a Egipto y a Auschwitz tan próximos, no es solamente
el que la violencia sea allí ejercida contra el mismo
pueblo, sino el que haya sido aquí y allí objeto de una
verdadera administración. Los prácticos de la violencia,
según la excelente expres ión de H. Marcuse, so n los
que han clirigido el régimen concentracionario en el
Ill R eich. H ay de esa inteligencia del mal, de ese cálcu-
lo del método eficaz, en la agresividad antihebrá ica del
faraón (Ex ., I , 10). Tal vez haya, en el origen de las
primeras reacciones egipcias, un sentim iento de pánico,
una vaga voluntad de defens a que trata de expresarse
por un método cualquiera. No deja por eso, con el tiem-
po, la persecución antihebráica, en Egipto, de ha berse
Tebas (Tumba de Nnl<ltl). desarrollado con método y según un plan, cuyas etapas
se ven trazadas en el relato del Exodo, y que se coor-
en el qu e 1'a a nim alidad del hombre sigue, a través de dinan objetivamente en el medio totalitari o del Egipto
los siglos. manteni endo el nivel inmutabl e de sus ins- del Nuevo Imperio.
tintos. En Egipto, como en Auschwitz, el siono de la Representémonos una vez más los hechos físicos de
vigilancia activa, de la paJ ticipación del espe~tador en la miseria hebráica : el trabajo forzado y agotad or; las
el juego de Ja víctima, es el lát igo. El que esos vigilan- medidas de genocidio, suponiendo las acciones po licía-
U:~ sean reclutados por mitad entre los egipcios, por cas, las pesquisas, las tentativas de salvación y de rap-
mitad entre las mi smas víctimas hebrá icas, he ahí otro tos, infinita mente crueles cuando la tentativa fracasaba;
indicio de campo de concentración. No hay medio de el sadismo funcionarizado , irguiendo al hombre contra
humillación más seguro que ese poder ilusorio de una el hombre en una psicosis mutua de desconfianza y de
víctima designada entre todas las demás ; poder que no odio; el fenómeno de prolificación, en una provincia
se ad.quiere sino por la aceptación de un mínimun de pequeña, en la qu e la población creciente, a pesar de
traición; que no se co nserva sino por un máximun de los cortes sombríos, estaba mantenida con estrechez;
bajezas, que no se ejerce sino por el miedo a la despose- todo esto en un país en el que la explotación de los
sión, y que, en efecto, se pierde, por un capricho súbito proletarios, de los metecos y de los esclavos estaba pla-
que nadie puede prever, ni descubrir. No son ya sola- nificad a; y no se podrá definir la miseria de los he-
mente los instintos de los verdugos los que de ese modo breos sino como un círculo de infierno concentracio-
nario.
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105
Ese círculo es el que Moisés rompió. En ese monoli.to jamiento entre los hombres ha desaparecido. Del otro,
de la miseria practicó él una brecha. que hasta allí podía esfumarse hasta desvanecerse . en
La importancia del hecho no reside solamente en sus una no semejanza absoluta, cada uno se ha convertido
consecuencias inmediatas. Cualesquiera que fuese la en el prójimo.
amplitud de la grieta provocada por el Exodo en el
Imperio egipcio; por extraordinaria que fuese la suerte Cada uno, hasta Dios.
concedida al pueblo hebreo fugitivo y liberado, algo Como un hombre habla a su, prójimo, tal será el diá-
más esencial se había realizado: la ruptura de una con- logo de Moisés y de Dios (Ex ., 33, II). Tal será el diá-
denación que pesaba sobre la humanidad miserable y logo entre los hombres y Dios, en el Sinaí: Soy el Eter-
hecha tangible, en Egipto, en sus más agudas formas. no, tu Dios, que te ha hecho salir del paiís de Egipto, de
El derribo integral de todos los valores de la miseria la. casa de esclavos (Ex., 19, I). La salida de Egipto, y
se operaba, arrastrando en su movimiento a las perso- solo ella, autoriza a Dios a decir YO y a interpelar al
nas que concretamente los encarnan. El esclavo, el ex- hombre por TU. La intimidad metafísica tiene su ori-
tranjero, el internado, el proletario se vieron restaura- gen y su justificación en la obra de Dios sobre la tierra.
dos ese día en su condición de hombres. La circunstan- El camino, que de Dios lleva a los hombres, pasa por el
cia de que el movimiento había encontrado su punto barro y la miseria del crisol de hierro. Según un es-
de apoyo en el nivel más bajo de la estratificación so- quema que será decisivo en la dimensión bíblica, el
cial y que la palanca haya hecho saltar las formas más diálogo entre Dios y los hombres no tiene por precio
diversas de la miseria, le confiere una importancia his- la justificación del hombre ante Dios, sino la de Dios
tórica. No es solamente Israel el que ha vivido el Exo - ante el hombre.
do, sino, con él, la gran masa humana (Ex., 12, 38). Todo el relato bíblico del Exodo tiende hacia esa
La brecha de ese modo practicada abre en lo sucesivo reducción de los acontecimientos a una historia terre-
la salida a toda miseria. Constituye, a través de la his- nal. El drama que se representa en Egipto tiene apa-
toria, el desafío eterno a la violencia. rentemente proporciones míticas. Esas plagas, esos mi-
Desafío que Moisés ha la zado con plena conciencia lagros, esas ramas, esa miseria, ese granizo y esas tinie-
y con perfecta autonomía. Si, en los acontecimientos blas, ¿no dan la impresión de ser los signos de un sim-
decisivos del Exodo, Moisés no es más que el auxiliar bolismo mitológico, oponiéndose, en una vasta teoma-
de Dios, practica por anticipado, matando al guarda quia, familiar a la religiosidad del Antiguo Oriente, a
egipcio (Ex ., 2, 11-12), la brecha que ensanchará más ese otro simbolismo mitológico de las esfinges, los bue-
tarde la intervención Divina. En una explosiva antici- yes, los ibis, los gatos, los buitres, de Osiris y de Horus
pación, recogiendo en un solo impulso todo lo que el encarnados en la persona del faraón? Y, sin embargo,
Exodo realizará después con prudencia y paciencia, el el mito desaparece según y a medida que, aireándose
asesinato del egipcio atestigua el encuentro de Moisés por el interior, deja penetrar en él la historia. El arre-
con la violencia. Espectador de una injusticia y de una glo del relato revela que aquí se nos entrega una de las
degradación del hombre, siente la herida hecha al otro páginas más típicas de la demitologización bíblica. Al
como si le hiriese a él mismo; quebrando el egoísmo principio, el faraón y los magos desaparecen (8, 15) y,
de su Yo, descubre al prójimo. Y ese descubrimiento finalmente, el hombre-divinizado se hunde también.
es lo que, en fin de cuentas. provoca el Exodo. El ale- Del gigantesco faraón de corazón endurecido no queda

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má s que un pequeño ser, espantado, ante el lecho don- fu nda mentales de un edificio espiritual más vasto. El
de muere su prim er recién nacido, al descubrir q ue no que se construyó poco a poco, en el diálogo íntimo que
es más que un hombre (12, 30). En ese momento, en se prosiguió después de la teofanía del Sinaí, en tre Dios
que por Ja brecha, .al fin definitiva, Ja masa de los es- y Moisés, y que se proseguirá también h ~sta la_~ltima
clavos se abre el paso hacia la libertad, el drama pas- jornada en que, a su pueblo, antes de monr, Mo1ses po-
cual, desembarazado de todo ambiente mítico, se re- drá confiar, fielmente transcrito sobre el Libro y ya co-
presenta al nivel histórico de la vida de los hombres. men tado por él en una larga parénesis, el co njunto de
Por la Pascua, los dioses son veneidos (Nú m., 33, 4). la Ley. Porque es, efectiva mente, la Ley lo que está en
Los pod eres de divinización se han disipado. No hacia el cen tro de la Revelación del Sinaí. Dios que, desde el
los mitos, sin o hacia los hombres, se tiende, para cas- Exodo, habla en perfecta igualdad al hombre, no le di-
tigar, liberar, igualar, la mano de Dios. Dios entra en ce Tú, sino Tú Debes. Ha surgido el imperativo: está
la fábrica de la Historia. E l encuentro metafísico se inscrito sobre las Tablas de piedra del D ecálogo que
funde en el acontecimiento pascual de la ruptura bru- Moisés, después de haberlas llevado aseguradas en sus
talmente física de la argolla de los esclavos. He roto las brazos, las deposite en el Arca de la Alianza; inscrito
barras de· vuestro yu,go, J' Y o os he hecho andar con la La mbién en ese libro de Ja Thora que, con la convicción
cabeza alta ( Le·v., 26, 13). serena de h aber de ese modo entrega do a los hombres
la clave de toda vocació n humana, Moisés vuelva a I s-
rael.
LA REVELA CJON O LA LEY Detengámo nos un instante en ese "imperativo", antes
de hacer sentir que no se explica íntegramente si no .
E l sentido del acontecimiento no se aclara integra l- por una dimensión circular cuyo centro, es cierto. re-
mente en Egipto. E l Exodo no es más que una puesla presenta, pero no el conjunto, ni sobre todo la "irra-
en marcha, pero el mismo cam ino tiene una orien ta- diación".
ción precisa: ll eva al Sinaí. Allí es donde, en un a esce- Moisés, primer apologista del imperativo de la Ley,
na memorable, única en la historia bíblica, en· el marco subraya su ideal y universal gra ndeza: "Es vue·strai sa1bi-
de una teofanía a la que no falta ninguno de los ele- du ría. y vziestraJ inteligencia a. los ojos de lo s pueblos.
mentos esenciales a Ja luminosidad de la experiencia, Cuando estos tengan conocimiento de todas e·sa'S leyes ,
Dios habla a todo un pueblo: En d tercer día., llegadci la di rán ¡Ah, cuán sabio e inteligente es , este gran pue-
mañana, hubo truenos y relámpa.gos y una. nube espesci blo ... Porque', en efecto, ¿dónde está el pueblo ba'sta.nte
sob re la montaiía, y un sonido de trompetas muy intenso. grande para posee r leyes y reglas tan perfectas como las
Todo el pueblo tembló en el campamento. Moisés hizo que en esta Thorn os presento hoy?" . (D eu~. , ~· 6-_8).
sa1lir al pu,eblo del campamento, al encuentro de Dios, y ¿Hoy? A más de tres milenarios de distancia sm nm-
se mantuvieTon ai/, pie de la1 montaña. El monte Sinaí guna preocupación apologética, en virtud ~e _las solas
estabro todo humeante, porque Dios había descendido allí consideraciones qu e impone nuestro conocurnen to del
en medio de fuego. Subía el humo como la humareda de mundo, cada uno puede s;uscribir el elogio que Moisés
un horno, y la monta1ña: entera temblaba violentamente. hacía de su propia Ley.
(Ex., 19, 16-19). E l Decálogo se enuncia, diez palabras E l imperativo de la Ley se afi rma voluntaria mente
majestuosas, pero que no son más que los cim ientos como un a ruptura: "No haréis lo que se ha hec ho en

108 M o isés y el D ecálogo, por Felipe tle C lrnm pn ig 11 e .

..
Egipto, donde habéis morado. No haréis lo que se hace
en la. tierra de Canaán, donde Yo vo:y a llev(J)ros ... Mar-
chad por mi Camino". ( Lev. , 18, 3, 4). El camino de la
Ley pretende abrirse un paso completamente nuevo , en
una región virgen , sin co ntacto con los órdenes anterior-
mente establecidos. Egipto y Canaán son los vecinos más
próximos a Israel en el desierto ; pero con esos pueblos,
todas las civilaciones del mundo oriental de entonces
están englobadas en la misma repulsa. En un mundo
ya bien organizado, en que los hombres han elaborado
creencias. formas de vida y de pensamiento, el imperati-
vo de la thora pretende introducir una dim ensión nueva.
Nos dispensarán de volver a dar las pruebas de esa pre-
tensión. Han sido tan a menudo proporcionadas por los
buscadores de todas las tendencias, desde que se reve-
lan a nosotros, cada vez más num erosos, los textos
jurídicos y religiosos del Oriente Medio, antiguo (có-
digo de Hammurabi , códigos sumerios, hittitas: lite-
ratura de Ras-Shamra), y las conclusiones son a tal
punto semejantes, que no es necesario insistir aquí en
detalle.
Subrayemos. de todos modos, algunos de los cambios
más señalados, algunas innovaciones defi nitivas, prac-
ticadas por el imperativo de la thora en las estructuras
fundamentales de la sociedad humana.
Hay en primer Jugar el racimo de los imperativos
de la dignidad humana, racimo incansablemente injerto
sobre el acontecimiento del E xodo. Todo pasa como si
la Ley, preocupada de evitar el encostramiento del Exo -
do, exigiese que, frente al prójimo, el hombre volviera
a colocarse en la atmósfera de la brecha; que volviese
a descubrir, en todo su frescor , la experiencia del paso
de la degradación a la dignidad: Porque el Eterno, vues-
tro Dios , es el Dios d'e los dioses, el Señor de los señores,
Dios soberano, poderoso y terrible, que no hace acepción
de personas, que no cede a la corrupción, qne hace jus-
ticia al huérfano y a la viuda, que· arma al extranjero y

l 11
Le asegura el pan y el vestido. ¡Amad pues al extranjero,
vosotros que fuisteis extranjeros en la tierra de Egipto! azar puede corregir mañana. Pero ... ¿y el esclavo, el
( Deut. , 10, 17-22). No humilles al, extranfero, ni le opri· meteco? ¿Su condició n no es irreducible, no represen-
1 mas, porque extmnjero fuiste en Egipto ¡No humilléis ta en el seno de las sociedades antiguas una especie
jamás a la1viuda. ni al huérfano ! Si prestas dinero a: mi irrevocablemente encadenada a su destino? Al dar al
¡yue-blo, al pob re q1ie está contigo, no te portes con él esclavo y al meteco un estatuto eficaz, limitando estric-
como con un acreedor, no exif a:s de él intereses. S i te tamente, en su contenido y en el tiempo, los derechos
a1poderas, como prenda, de la. capa de tii prójimo, al po- de los señores y de los autóctonos, garantiza ndo impe-
nerse el sol debe rás devolversela.. Porqne es su único rativamente su autonomía personal, la Ley rompe uno
abrigo, es el vestido de sii wer po. ¿Con qué ·se wb rirá? de los prejuicios más tenaces de Ja mentalidad colectiva:
(Ex., 22, 20-26). Si lw ces a tu prójimo un préstamo cual- Si compras zm esclavo hebreo, te servirá durnnte seis
quiera, no entres en su casa para: hacerte con su prenda . años , y al séptimo será puesto en libertad, sin resc{l)[e . ..
Espera:rás fu era., y aquel que es tu deudor te sacará la Si nn hombre hiere el ojo de w esclavo o de su escla:va,
prenda fu era de su ca:sa1. Si es un pob re, no te' acostarás , de manera qne lo pierda, les pondrá en libertad, a causa
asegurado de su prenda. Se la devolverás llJ la puesta. del del ojo perdido; si les hiciem caer un diente a su
sol, para que pueda descansar bajo ella ... No explotes al esclavo o su, esclava, les da,rá libertad en compensación
jornaleTo• pobre y necesitado, sea: uno de tiis hermano·s o del diente. ( Ex., 21, 2, 26-27.) Si un hebreo, tu, hermano,
uno de esos extranjeros que están en tu país, en tus o nna nwjer hebrea te son vendidos, te servirán seis
puertas. Le da1réis cada: día. su salario, antes que el a,ños y al séptimo a.ñ o los pondrás en libertad. Al liberar
sol se ponga, porque si es pobre, espera su salario co11 a ese esclav o de tu servicio , no lo envíes con las manos
ansieda d ... No dejes de cum pli r el derecho del extran- vacía1s, da1le regalos de tu ganado menndo, de tu granja,
jero huérfano : no te· aproveches del vestido de la viuda . de tu laga:r. A cuérdate de que fuist e esclavo en Egipto;
Acuérdate de que has sido e·sclavo en Egipto y que el por eso te prescribo hoy ese mandamiento. ( De1it. 15,
Eterno, tu Dios, te ha librado de allí; por eso te ordeno 12-15.) No entregues nn esclavo a su amo, si va a refu-
que realices eso. Cuando recojas [a. cosecha en tu campo, giarse de ca.sa de s1i se1íor a la: tnya. Que viva contigo,
si has olvidado en ese campo una gavilla, no vuelvas a en tu pa:í s, en el sitio que le plazca, en alguna de sus
recogerla., será para el extranjero, para el huérf{l)nO y la ciudades donde se encontrará bien; ¡no le hnmilles!
viuda.... Ciwndo sacudas tu oliva.r, no rebusques des- ( Deut. 23, 16-17) ... Si un extranjero viene a instalarse
pués de ha.her sacudido; será para el extran jero·, para; contigo, en niiestro país, no le humilles. Será para vos-
el huérfan o y la1 viz¿da ... Cuando vendimies tu, viña, no otros como uno de vuestros indígenas, el extranjero que
rebusques ta m poco; será pam el extranjero, para el lmér- reside contigo, y le querrás como a ti mismo, porque
f ai11.0 y la viada. T e aicordarás de que has sido huérfano habéis sido extranjeros en el paü de Egipto .. . ( Lev. 19,
e11 el país de Egipto : por eso es por lo que Y o te ordeno 33-34..) U na sola ley, nn solo estatuto para: el indígena
hacer eso. ( Deu t. 24., 10-22.) y pam el extranjero. (Ex . 12, 49. ) La misma ley, el mis-
Este método perma nen te de enlace del prójimo co n mo estatuto para el indígena y para el extranjero. ( Lev.
Ja autorid ad de un acontecimiento vivido, permite a la 24., 22.)
Ley modificar radicalmente ciertos estatutos de la per- La accesión del esclavo, del meteco y del pobre al
sona. E l pobre, la viuda, el huérfano no son, en efecto, rango de persona, ha llevado a la Ley a reglamentar
las víctim as más qu e de situaciones accidentales, que el imperativa mente el terreno del trabajo. Derribando de
112 113

NEHER . -8
Lev., 19, 31- 34 · Si un extran-
jero reside cerca de tí , e n 11ues- arriba a abajo la concepc10n antigua de una línea hori-
tro país, 11 0 le humilles . Será zontal separando, a título perpetuo, los "ociosos" de
para vosotros co m o un indíge na ,
el meteco que reside co ntigo , y los "trabajadores", la Ley instituye la alternancia, para
le amarás como a Li mismo,
pues has sido exJranjero en el todos los hombres, de épocas de trabajo y de épocas
país d e Egipto. de ocios. Ningún hombre está indefinidamente encerra-
do en su trabajo; el reposo periódicamente obligatorio
es uno de los testimonios de su vocación a la libertad.
Durante seis días trabaja1rás, pero a1l séptimo, holgarás,
ci fin de que tu. buey y tu asno descansen , que puedan
respirar el hijo de tn esclavo y el e'x tranjem. (Ex. 23,
12.) Observa el día de Sábado y santifícalo, como te lo
ha prescrito el Eterno, tn Dios. Durante seis días tra-
baja:rás y harás toda tn la:bor, pero el séptimo día: Sá-
bado, conságralo aif Eterno , tu Dios. No h.a1rás en él nin-
Lev .• 20, 20-23: gún trabajo, tú, tu hijo ni tu hija, tu escla:v o · ni · tu
dos mis estatutos y todos mis
mandamie ntos, y cumplidlos, ti sirvienta, tu buey, tu asno, ni tus otros animales, rii
fin de que la tierra hacia la tampoco el extra.n jero que está en tns puertas, a fin de
cual o s llevo para que alli
sidáis , no os vomite. q1ie tu esclavo y tn sirvienta descansen como tú. Te a'Cor-
da1rás de que fuiste esclavo en el pa1ís de Egipto, y que
el Eterno, tu Dios, te hizo salir de allí con una' mano .
poderosa y un brazo· extendido, y por eso es por lo que
el Eterno, tu Dios , te ha. prescrito observa,r el día' del
Sá bado. (Deut. 5, 12-15.)
Menos sensiblemente enlazada con el acontecimien-
to del Exodo, otra exigencia, sin embargo tan primor-
Lev., 21, 24: Mois és habló a dial, es formulada por la Ley : la moralidad sexual. Es
Aarón y a sus hijos v a t od os
los hijos d e Jsraef.. · tanto más revolucionaria cuanto que las aberraciones
sexuales de todas clases (homosexualidad, bestialidad,
prostitución. orgías) no eran solamente toleradas por las
sociedades antiguas, sino integradas por ellas en los
ritos religiosos o en las liturgias· teológicas. La Ley las
condena sin apelación, así como a sus sucedáneas, la
magia y la superstición. Esos imperativos, para los .cua-
les moral y culto están indisolublemente asociados, cons-
tituyen uno de los terrenos más "proféticos" de la Ley:
No lwbrá prostitutas entre las hijas de lsraiel, ni prosti-
tnlos entre los hijos de· Israel. (Dent. 23, 18.) No entre-
[!,nes ninguno de tus hijos a Moloch, no profanes el nom-

L ev., 22 , 4-5: Todo descen- 115


diente d e Aarón atacado d e im- ' 111 1111•11t n s del Le vítica , <m escril11rfl . feni cia , descubiel"l ns en Qwnran,
p ureza no comerá de las ofren- (ti .\ 1 '~ 111 miles d e .l. C . ).
das sagradas hasta qu e no se
hay a purificad o . .
bre de tu Dios.. . No cohabites con un macho con una
.cohabitación sexual, es u na abominación. No le arunta·
rás con ningún animal, ma.nchánd'ote con él; que la mujer
no se prostitzqa con una bestia, sería contra natura1. No
os manchéis con ninguna de esas cosas, pue·s con ellas
se han manchado los pueblos que arrojo delante de vos ·
otros, que se han manchado por ellas, curas ma·ldades
castigaré r la• tierra vomitará a sus habitantes. Pero
vosotros , respetad mis leyes y mis mandamientos, no
cometáis ninguno de esos horrores, ni vuestros indígenas,
ni el extranjero que reside entre vosotros. (Lev. 18, 21 -
26.) Cua:ndo hayas entrado en el país que el Eterno, tu
Dios, te da, no aprendas a imitair l{[JS abom inaciones de
esos pueblos. Que no se· encnentre nadie en tu casa que
ha.ga pasar por el fuego a su hijo o su hija ; que pra:c-
tique encantos, que se dediqne a los augurios , ª' la adi-
vinación, ro lai magiá:, que emple·e encan tos, que recurra
a la1s evocaciones o e¿ lo s sortilegios, o que interrogue
a los mnertos. Porque el Eterno siente horror de· quien
quiera que hace semejan tes cosas, y a causa de tales
abominaciones el Eterno, tu Dios, desposee a· esos pue-
blos en tn beneficio. Vive en perfección con el Eterno .
tu Dios. (Deut. 18, 9-13.)
El "espíritu de los profetas" está igualm~nte en las
exigencias tan sorprend entemente polarizadas en la Ley,
de la justicia y el amor. Hay~que correr tras la justicia,
en ningún obstáculo se detendrá la carrera, ni el refu-
gio sagrado de un Templo. ni el poder establecido. ni
la caridad lagrimeante: La justicia, la justicia, persí- 6, 2.) Y un pobre, no seas parcial en sil pleito. (Ex. 6, 3.)
guela. (Deut. 16, 20. ) Si alguien, obrando con premedi- No prevariques en el ejercicio de la, justicia; no mues -
ta:ción contra su prójimo, le mata acechándolo, desde· el tres 1ú complacencia al pobre, ni favor al podeToso. Juzga
pie mismo de mi alta:r, le condrlcirás a leo muerte. (Ex. rl tu semejante con imparcia:lidad. ( Lev . 19, 15.) Pero
21, 14.) No hagáis, en justicia, acepción de personas. Es- la exigencia de amor es absoluta. Es preciso dominar
cuchad al pequeño y al grande, no temáis a nadie, por- la psicosis del odio, romper los prejuicios sociales, pul-
qne la1 jusúcia1 es de Dios (Deut. 1, 17.) No tnerzas el verizar el círculo del ego ísmo: Si encuentras al buey
derecho del pobre en sus causas. (Ex. 23, 6.) No sigas o al asno de tn en emigo, perdido, lléva1selos . Si ves al
a la. multitud para obmr mal, y no decidas , en un litigio , asno de tu enemigo sucumbir ba1jo su ca1rga', · ¿te irías
en el sentido de la mayoría. para torcer el derecho. (Ex. J 1'f, lJ." Letra del aifabeio h ebreo . l niciol de lo palabra " to b" (bien)~·
'"1 •dir1 de la palabra "!teth" (p ecado ). ~a s d os manos indican el camino
1/11/ hicn y del mal. (Abraliam Krol : "Hurne11aje r1 la Escritura". )
116
sin ayuda.rle ? N o, ayúdale. ( Ex. 23, 4.) ¡Ama al meteco tidad debe precisamente tender a organizarla y a uni-
como a ti mismo! ( Lev. 19, 34.) Nada de venganza., nada ficarla:
de rencor con los núíos de tu pueblo. A ma a tu prójimo "El Eterno habló a Moisés en estos términos: Habla
como a ti m ismo . ( l ev. 19, 18.) a toda la comunidad de los hijos de 1srael y diles: Sed
Pero la resolución de la Ley alcanza su punto cul- santos, porque Y o soy Santo, el Eterno, vuestro Dios.
minante en la exigencia de Santidad. Ninguna de las ¡Que cada uno tema a. su madre y a w padre, y mis
definiciones sociológicas de la santidad- ni el automa- Sábados, observadlos. Yo soy el Eterno, vuestro Dios!
tismo de lo sagrado, ni la virtud ideal ni la ascésis- No os volváis ha cia: los ídolos, y no fabriqztéis diose·s de
1

puede aplicarse al célebre capítulo 19 del Levítico, don- metail. j Yo soy el Eterno , vuestro Dios! ... Cuando reco-
de se formulan los imperativos en yuxtaposiciones sor- jáis la cosecha de vue·stra tierra, no acabaréis la recolec-
prendentes. El cuerpo, el alma, el espíritu, la voluntad , ción hasta1 el final; la re·busca de· tu campo, no la rema-
Ja inclinación moral , el instinto natural , el tiempo, el tarás; tu viña, no la rebaña.rás; los granos es parcidos
espacio, el individuo, la sociedad, la ética, el mérito, se de tu viña, no los recoge rás; al pobre y al extranjern,
codean allí en una promiscuidad desconcertante y cuyo se los abandonarás. j Y o soy el Eterno, vuestro Dios!
principio sería insondable si el primer versículo no en - No cometeréis robo, ni denegación ni fr(J)ude en perjui-
tregase inmediatamente su clave: Sed santos, porqu,e cio de vuestro prójimo. N o juraréis por Mi N ombre, en
Y o soy Santo, Y o, vuestro Dios. De ese modo, el hom- apoyo de la: mentirai, serúi profanar Mi nombre. ¡Soy
bre no es invitado solamente a obedecer, sino que es el Eterno·! No explotes a: tu prójimo, no uses violencia
llamado a imitar. La thora no se reduce a un impera - con él. Que el sala1rio del jornalero no pase la noche en
tivo; tiende hacia un otro modo, el participio, cuyo tu poder hasta; el día. siguiente. No maldigas a1 un sordo,
primer escalón es la imitación. El capítulo 19 del Le- y a·n te un ciego no pongas obstáculo; teme a tu Dios.
vítico (el capítulo de la santidad humana por Ja imita- ¡Soy el Eterno! No prevariquéis en el ejercicio de /,a
ción de la santidad de Dios), se aclara a la luz de ese justicia1; no muestres ni con complacencia al pobre, no
tema de la imitación . El contenido y el objetivo de con faiv or al poderoso; juzga a tu semejante· con impar-
la Ley, es la vida. En la vida Divina, el Uno está reali- cialidad. No vayas esparciendo la maledicencia por en
zado: Santidad de Dios. Pero el hombre creado a ima- medio de tu pueblo. No te muestres indiferente ante eJ
gen de Dios, ¿va a quedar mutilado, dividido, descuar- peligro de tu prójimo. ;" Soy el Eterno! No odies a tu
tizado por las infinitas contradicciones de su vida? L a hermano en tu corazón. R eprende, reprende a tu seme-
Ley encara -con la vida del hombre una iluminación jante, pero no le imputes la: czdpa a él solo. No te· ven-
global, o, mejor, como una gigantesca ola, penetra en gues ni guardes rencor a los núíos de tu pueblo. A ma
la vida, la asalta por todas sus aberturas, se infiltra a: tu prójimo como a ti mismo. ¡ Yo soy el Eterno! Mis
en todos sus canales, se extiende en todas sus orillas. de cretos, obsérvalos; no acoples a tus bestias de especies
Desde el instinto biológico más bruto hasta la subli- diferentes; no siembres tu can.;po de especies diferentes;
mación espiritualista más refinada, todo es dominado y un vestido de especies diferentes, de tejido mixto, que
por la Ley e impregnado por ella. Así es como debe no cubra tu cuerpo ... No comáis cerca de la sangre·; no
comprenderse ese capítulo de la Santidad según la Ley os entreguéis a la adivina1ción, ni a los presagios. No
de Moisés. Si la multiplicación de la vida es allí suge- cortéis en redondo los extremos de vuestra cabellera, ni
rida con tanto realismo, es porque el esfuerzo de San- afeitéis las puntas de vuestrlJJ barba. No cortéis vuestra

11 8 119
carne a causa. de un rnuerlo y no os tatuéis ¡Y o soy el al Eterno, tu Dios, con todo tu, corazón, con toda tu.
Eterno! No profanes tu hija, prostitnyéndola, por miedo alma,, con todo tu poder. (D eut. 6, 5.) Y ahora., I srael,
a que el pa1ís se entregu,e ª' la prostitución y sea invadido (. qué es pues lo que el Eterno, tu Dios, te pide da:rle, sino
por la relajación. Observad mis Sába,d'os y temed mi san· el temor del Eterno, tu Dios, la puesta en ma.rcha sobre
tuario. ¡Yo soy el Eterno! No os volváis lwcia los adi- todos sus caminos, y tu amor, y servir a1l Eterno, tu
vinos y los nigromancias. No bu.sq1Léis el mancharos con Dios, de todo cornzón y con todm tu. alma:? ( De'ut. 10, 12.)
ellos. ¡Y o soy el Eterno, vz¿estro Dios! Ante una cabeza Que Dios ame a los hombres, que sea su padre, su
blanca1, levánlaite; honra la; fa z del anciww. T em e a, tu protector, su patrono, es lo que otros genios antiguos
Dios: ¡Soy el Eterno! Si un extranjero reside cerca de habían presentido, si no claramente expresado. Pero que
ti, en tu país, no· lo humilléis. Será para. vosotros como los hombres sean invitados a amar a Dios, he ahí algo
un indígena, el m eteco que resida con vosotros , y le ama- que revoluciona la estructura religiosa del mundo. Todo
rás como a: ti mismo, porque habéis sido extranjeros en pasa como si Dios revelase, en la Thora, la regencia de
el .país de Egipto. ¡Yo soy el Eterno , vuestro · Dios! no amor, porque El tenía necesidad de ser amado. Esa
prevariquéis en el ejercicio de la justicia, en los pesos y búsqueda de amor es lo que informa la alianza y que,
en las medidas. T ened balanzas justas , pesos justos , me- desde el Sinaí, le confiere su tonalidad a la vez ansiosa
did'Cbs justas. ¡Y o soy el Ete rno, vuestro Dios, que os y exaltante. De Adán a Noé, de Noé a los Patriarcas,
hizo salir de Egipto! Observad pues todos Mi s decreto.< de los Patriarcas al Sinaí, Dios ha ido incansablemente
y todas Mis leyes y cumplidlas: ¡Soy el Eterno!" en busca de los hombres. Ahora, en el Sinaí, los ha
Sin embargo, lo hemos dicho, la imitación de Dios
no es sino una transición al modo verdadero de la Ley
que es el del pa1rticipio. El término mismo de la Ley es

\ ;F'~\
insuficiente para marcar la plenitud de la palabra he-
brea thom, que no han podido reducir a una Ley sino
por el canal de la palabra hebrea nomos, que la tra-
duce en la Septante. Thom, en hebreo, no es .el orden.
sino la orientación; no la Ley, _sino el Camino, sobre
el que es posible un encaminamiento en común. {f )
Realmente, las exigencias de la thora se anuncian
rara vez en imperativo, sino casi siempre en esa forma
de la gramática hebraica que llaman el imperfecto (irn-
perfectum: lo que aún no está acabado), que tiene mu-
1 lj''{\"~ ji'\~ ~:;!5
·'"'n~=~ ,, n"n" ~-t;,
l
l
cho más el tono de una invitación que el de una orden,
y que implica la igualdad de los participantes en un
terreno comparable al ruego más que a Ja obediencia.
:.~~~-~Sp ~~~ti~ l
Ruego: el término no es excesivo si se quiere refle- -p,t~ ~W~i ~'?·
xionar un instante en el valor de un tema por el que, . .. ~

una vez más, la thora de Moisés se reviste de una sig- ,i ~~'9''


1 , ...,., -
nificación singular, el tema del Amor de Dios: Amarás

120
!
'
I¡,
I~ encontrado definitivamente. La nostalgia de Dios que- propuesta por la thora? Por otra parte, sea lo que
da satisfecha. Dios tiene un proyecto que quiere El rea- quiera, hay, en esos capítulos, un irrecusable sentido
'1 lizar con la participación de los hombres. Llama El a de la realidad. No es, a la manera de los ascetas o de
los hombres a cooperar con él. La thora no. es otra Rousseau, la "sociedad" la que está condenada, sino
cosa que el enunciado de los es~uerzos necesa~10s para son las instituciones las que son organizadas, enmen-
una aventura común, sobre la tierra, entre D10s y los dadas, corregidas. No son los conceptos los que la thora
hombres. Es la carta del Reino de Dios sobre la tierra. critica, sino a los hombres a los que ella propone sean
Seréis conmigo zm Reino de sa1cerdotes y un pueblo san- puestos en la imposibilidad de hacer daño, en la nece-
to, pues la tierra entera es Mía. (Ex. 19, 5, 6.) sidad de ayudar, o, para hablar el lenguaje de la thorn,
1·Un reino de sacerdotes! Tal es la palabra-clave de de redimir. Podría citarse también, permaneciendo fiel
la thora. Los hombres se habían engañado hasta aquí al lenguaje de la thora, (Deut. 10, 16; Lev. 26, 41),
sobre el sentido del mundo: habían creído que les per- que esta propone la circuncisión de los corazones; co-
tenecía. ¡Mas, el mundo es de Dios! Había~ .vivido en razones avaros de los campesinos; corazones codiciosos
la ilusión de ser los propietarios de sus dom1mos. ¡Mas, de los amos; corazones crueles de los cazadores; cora-
los dominios son de Dios! Habían pensado, por lo me- zones de los acreedores; y corazones de piedra del pró-
nos, que la realeza humana era una autoridad sagrada. jimo. Pero la transformación de los corazones no es
i
·Mas Dios solo es la autoridad, El solo es Rey! El suficiente. La thora propone también la circuncisión de
~rror' ha sido reconocido en Egipto; la ilusión se ha la:s instituciones: el culto enmendado por la centraliza-
disipado allí; el poder humano se ha hu~dido allí. Se ción de los sacrificios en un solo lugar: el sacerdocio
trata ahora de sacar las últimas consecuencias del Exod.o por el levitismo; la realeza, por el mesianismo.
y de tratar, con la seriedad más patética, de. reconstruir En fin, la thora enuncia la circuncisión de'l tiempo:
el mundo sobre esos datos nuevos que enuncia la thora: En efecto, si dejasen al tiempo desarrollarse en su avan·
¡La. Tierm es Mía! ¡Sois mis colonos y mis inquilinos! ce autónomo, el aumento del poder de los unos y el
¡YO soy Rey! menoscabo de los otros serían, tanto como el tiempo
Lo que la thora pide, de todos modos, no es que el mismo, irreversibles, irremediables. La economía de los
mundo se aniquile ante Dios, . ino que se ~r,ansf?~me ciclos sabáticos y jubilares permite los recomienzos y
para acogerle; no que renuncie a su voc~c10n fls1ca, las compensaciones; las redenciones, puesto que es uno
sino que se abra a lo metafísico. El camrno trazado mismo y solo término hebreo- el de gueula"-que recu-
por la thora no va de una ciudad de los, h.ombres a bre, en ese vigésimo quinto capítulo del Levítico. las
una Ciudad de Dios, sino, en los solos hm1tes de la nociones de rescate, de liberaciones o de restitución:
vida va del aislamiento de Dios y los hombres a su El Eterno habló ª' Moisés en el monte Sina1í, en estos
participación en el seno de una Ciudad común. términos: "Habla ro los hijos de Israel y diles: Cuando
Largos capítulos de la thor_a. son . consagrados a e~e hubiereis entrado en el paiís que Y o os doy, la tierra ce-
programa. En la lectura super~1cial'. t1e.n~n un gusto uto- lebrará un Sábado al Eterno. Seis a1ños sembrarás tu cam-
pico. Pero si es cierto que existen 111d1v1?uos para ates- po, seis años traba,jarás tu viña, y recogerás su producto.
tiguar que "la existencia santa" del capitulo 19 d~l Le- Pero el séptimo a'ño, no la trabaja1rás. El retoño de tu
vítico es posible, ¿por qué no habna una soc1e~ad cosecha:, no lo cortarás; las u vais silvestres, no la1s vendi-
capaz de experimentar "la existencia santa" colectiva miarás. Será un año de descanso para la tierra. Ese Sá-

122 123

'
bada de la tierra os será entregado a todos pa.rct el con- la. venta1 devolverá el excedente a aquel a quien había
sU1no; m tí, a, tu esclGJVo, a: tu sirvienta., al mercenario )' vendido,' y entrará de nuevo en su propiedad. Si no tiene
al extranjero qzie residen contigo; a tzi ganado y a los reczirsos suficientes para esa restitu.ción, la, propiedad
animales salvajes de tu país, todos esos productos les vendida segzúrá entre las manos del adqzúrente hasta el
serán entregados en alúnento. Luego contarás siete' años año del Jubileo. En el año del Jubileo, saldrá de ella y
sabáticos , siete años siete veces, de suerte que el período el otro volverá a toma1r su posesión ...
de esos siete a:íios sabáticos te harán cuarenta y nueve S i w hermano llega a decae r y su fortunm se tambalea,
a1íí.os. Entonces harás resonar el sonido estremeciente de sosten.le', meteco o extranjero , que viva: contigo. ¡No
la trompeta en el séptimo m es, el diez del mes ; el clia ace ptes de su pa,rte ni interés ni beneficio, sino terne a
ele kipp1u, harás re's orw;r la1 trompeta! ci través de· todo tu Dios, y que tu hermano viva contigo. Tu dinero, no 5e
vuestro país. Y santificaréis ese a.í'ío quincuagésimo. Pro- lo darás con interés, ni tu salimentos pc~ra obtener pro-
clamaréis, en el país, l(J) libertad paira todos lo que lo vecho de ello. Y o soy el Eterno, vuestro Dios! ( lev.,
lwbiten. E'se ario será para vosotros el f ubileo : cada uno
cap., 25). .
volverá a entra.r en su patrimonio ; cad'ci uno volverá a Cada siete años lia:rás la remisión. He aquí el sentido
su familia. Ese quincuagésimo año será para; vosotros el de esa remisión: todo, acreedor debe condonar lo presta•
fubdeo: no sembrairéis; no cortciréis los retoños ; no ven- do. ¡No exigirá nada de lo que haya prestado a su próji-
dimia,réis las uvas silvestres. Porque es el ! zibileo ; será
sa.g rado para vosotros . Comeréis el f mto que de si dieren
los campos. En este a11.o ju.bitar, volverá cada uno a su
patrimonio. Si haces, pues, una venta a. tu semejante, si
adquieres de su mano, no os lesionéis el uno al otro. Se-
gún el número de mios transcurridos desde el fu.bile·o ,
comprarás de la mano de tu. semejante ; según el núm.eru
de cosecha1S por venir, te venderá. S egún q1ie esos wi os
sean más o menos numerosos, pagarás más o menos caro
la cosa axlquirida, porque es un . ~ ' mero de cosechas lo
que él te vende. No os lesionéis el uno al otro. T em e a
tu. Dios . Y o soy el Eterno, vuestro Dios . ¡Cumplid mis
decretos, observad mis leyes y cwnplidlas. Entonces Vl:vi-
réis seguros en el pa.ís. Pero la tierra no podrá ser ena-
jenadm irrevoca1blemente, porque la tierra. es Mía! } unto
a mí, no sois sino metecos y extranj eros. En todo el país
que poseéis, concederéis p1ies el rescate de la tierra.. S i
tu hermano , encontrándose necesitado, ha vendido una
parte de su prppiedad, su. redentor vendrá, un pariente
próx imo, y .rescatará lo que ha1 vendido su hermano . Si
aJguien no tiene redentor, pero recobra. recursos suficien-
tes para. hacer el rescate él mismo, contará los aric"s de

124

M o isés llevando la Ley . (Abráham Kro /)


mo o a su hermano, cuando se haya prodamado la. remi-
sión del Eterno! Guárdate de alimenta.r una idea perversa
en tu corazón, diciéndote·: S e aiprox ima• el séptimo año,. el
año de fo remisión; y , sin piedad para tu hermano, guár-
date de nega.rle tu auxilio; gritairá contra ti al Eternv,
y te harías culpable de un pecado. ¡No! es preciso darle,
y da1rle sin que ª' tu comzón le duela . . . (Deut., 15, 1-2,
9-10).
Sabe bien Moisés que ese proyecto exigirá mucha
paciencia y voluntad; teme las tentaciones de la tierra.
del poder, del orgullo. Sin embargo, como para asegurar
la idea de que su realización es posible, el campamento
de Israel se organiza en el desierto, al pie del Sinaí, se-
gún la escala de una pequeña ciudad de Dios. En la
tienda del encuentro, Dios reside entre sus aliados que
no tienen otro jefe que El. Las disposiciones del campa-
mento son minuciosamente descritas; es la prefigura
de la teopola, cuyo aprendizaje hace actualmente el
pueblo.
Entonces es cuando surgió un obstáculo imprevjsto.
Incluso antes, mucho tiempo antes que la . Tierra
fuese alcanzada en su poder. de seducción, ·la Ciudad
de Dios se ve conmovida y amenazada de desaparecer
en la crisis dramática del desierto _

EL DESIERTO O LA AUÁNZA

"Moisés y el desierto": eso se dice y se echa a perder


:an rápidamente como "Moisés y Egipto". Para tocar
de cerca ese tema, para desprender su contenido ver-
i adero, será útil la simple constatación siguiente: no
hay un desierto en la vida de Moisés, hubo dos. Geo-
gráficamente, se trata de la . misma península, cuya es-
pina dorsal está constituida por el macizo del Sinaí; y
bordeada por los dos brazos del Mar Rojo. Pero_ en
esas estepas áridas, de raros oasis y paisajes quemados.

127

f!l'uximidades del desiert o del S i11aí.


por el sol, Moisés vivió dos experienc~as fundame!1t~l­ sumido en la renunciación, en una es pecie de ascesis,
mente diferentes. La una, entre el asesrnato del eg1pc10 en la indigencia, en la soledad satisfecha.
y el regreso a Egipto. La otra, más tarde, después del Jean Steinmann ha mostrado que tal es la situación
Exodo, cuando lleva a Israel hacia la tierra de Canaán. propicia a las grandes claridades de entendimiento es-
Los dos períodos tuvieron, poco más o menos, la misma pirituales (Sron luan Bctutísta y lro espiritua:lidad del
duración : cerca de cuarenta años cada uno. Y la diver- desierto). En el desierto, empobreciéndose, el eremita
o-enci a radical de las dos experiencias está subrayada prepara cosechas interiores; aislándose de los encuen-
~or esa similitud del tiempo y del espacio. Todas las tros. Moisés, en el desierto, está en potencia de vocación.
condiciones parecen realizadas para que, en un mismo En el momento en que el zarzal comienza a arder, todo
lugar, a algi.;nos meses de distancia, el mismo hombre se aclara: el desierto ha llevado su tarea hasta el fin. De
viva, en los mismos plazos, la misma existencia. Y sin un hombre, ha hecho el llamado; de un soliloquio pas-
embargo esas comunes medidas se borran ante las irre- toral, un diálogo místico. Sin duda, hablando a Dios
ducible particularidades de las dos existencias, cada Moisés enuncia su sorpresa, su impreparación, su;
una de las cuales, sin ren egar del desierto, le da otro aprensiones. ¡Qué importa! El desierto ha transfigurado
sentido. ª. ese hombre que había hecho en él el vacío y el silen-
Al día siguiente del asesinato del egipcio, el desierto c10. Le ha colmado de plenitud espiritual, de palabra
se abre ante Moisés solo. E n un oasis de Midyan, Moi- y de oración. En su ser, el universo de los hombres le
sés encuentra a un hombre de bien y de consejo, con había traicionado, el desierto ha depositado en él el
cuya hij a contrae matrimonio, que le da dos hijos. Pero mundo del Espíritu. Aquí se acaba la influencia del de-
tocio eso está esfumado y es rápido. A su vuelta a sierto. Dios devuelve a Moisés al universo de los hom-
Egipto, Moisés está de nuevo solo, cabalgando en su bres, fuera del desierto. Este ha hecho nacer en sus lí-
asno. Soledad voluntaria y buscada. Porque si Moisés mites espaciales y temporales, una aventu;a mística,
ha huido de Egipto, no es solamente porque se ve per- Y, tal es su sentid:º durante esos largos años en que Moi-
seguido, y el desierto no se abre simplemente, co mo un 1 ses lo ha recor~do solo: lentamente, sordamente, pro-
refugio o un abrigo, ante un proscrito. Es ·un hombre fundamente, gmaba al hombre hacia la Llamada, hacia
traicionado al que el desierto acoge, traicionado por el Cara a Cara .
Egipto, cuya injusticia hace saltar su co nciencia; trai- _Pero al día siguiente del Exodo, durante los largos
cionado por sus hermanos, cuya liviandad le desespera anos en que, de nuevo, Moisés recorre el mismo de-
y cuyas delaciones le amenazan. Al huir de Egipto, sierto, este ha cambiado de sentido. Abriga entonces
Moisés se aparta de la civilización. Trata de escapar una. i;nasa h~mana impres.ionante, un pueblo, del que
de la máquin a que convierte al hombre en un engranaj e ~~ISes es el Jefe y .qu~ ,qmere organizar según los prin-
y que funcion aba entonces en Egipto, con tan impasible c1p!o.s de una co~st~tuc10n que regulase su vida política,
precisión. El desierto le llama, lugar de Ja soledad, del rehg10sa y econom1ca. Quisiera organizar a ese pueblo
silencio, del olvido, espacio sagrado, reserva natural todavía nómada, como una ciudad con sus magistra-
donde los frutos son secos, pero satisfacen el hambre; dos, sus sacerdotes, sus artesanos, sus leñadores y sus
las fuentes raras, pero apagan la sed. A medida que aguadores; con sus tribus rodeando el Arca Santa y
Moisés lleva más lejos sus rebaños en el desierto, la el Templo portátil. Pero Ja ciudad de Israel no se edi-
calma nace en su conciencia asustada. Vedle bien pronto fica sin tropiezos. En gestación penosa, la sociedad se
128
129
i N EHER .- 9

'
El desierto místi co del Sinai. El rlesier10 y s11 nwsa /11 a na m... .

in terroga sin descanso sobre sus co mponentes, sobre es radicalmente diferente de la del des ierto, remonta n-
sus fundamentos , sobre los principios mismos de su do, desde Ju a n Baut ista. por J ean Steinmann, hasta
existencia. Primeramente es la cuestión del jefe la que Moisés. Las pulsacio nes de un a vida histórica están ins- ·
es planteada con una incansable constancia; contra él, critas a llí, un med io siglo de devenir colect ivo, con sus
cuando es demasiado modesto o demasiado autoritario, neces id ades, sus psicos is. sus evoluciones, sus tra ns-
el pueblo se rebela, y le reemplaza, cua ndo se aparta formac io nes, sus realizac iones y sus fraca sos. Desierto,
para sus lejanas oraciones. E n una sucesión ~esor den ~ ­ no de la espi ri tualidad interior. sino de la proyección
da se manifiestan en veleidades de autocracia, de oli- hacia la ex terio rid ad ele una histor ia concreta y carnosa.
garquía, de democracia, de anarquía. E:s a ~o ntinu aci? n Im áge nes co ntrad ictor ias. pero no exclusivas, del m is-
el sentido de la expedició n lo que es d1scut1do: la oc10- mo des ierto. Muy al co ntrario. en su yuxtapos ició n es
sidad y Ja prisa alternan; ora el pueblo vuelve pasos donde se nos presen ta "el desierto" de Moisés en su
atrás en su camino; ora se lanza, obstin ado, hacia un a verdadera esencia. Porque ese des ierto es precisa mente
región en Ja que le acecha la derrota. Y entre los dos, el luga r pa radójico de un a aventura ún ica: la Alia nza ,
todos Jos matices de una existencia en marcha : guerras, a la que Di os y el hombre asoc iados, co nfi eren u n ca -
rebeliones, hecatombes masivas y reacciones exalta ntes. rácter indisolubl emente doble. a la vez es pir itual y car-
Moisés es envuelto en el remolino de esa vida. Ya no na l. místico e hi stórico.
hay soledad en ese desierto, sino una fatigosa misión E n efecto, Ja místi ca del des ierto no q uecla reservada
social, una actividad de todos los in stantes, un a presen- única mente a Moisés en su soledad. Tocio el pueblo en-
cia perpetua cerca de una mul titud hirviente. Es un ?,e- Lero, en su a biga rra mi ento social y ps icológico, es el
sierto muy distinto el que aquí se revela, cuya fun cwn objeto de un a ex trao rd in ari a ex per iencia místi ca. E n el
130 13 1
proyecto primitivo, el desierto no debería ser más q_ue que el ereillltisrno místico del Sinaí no cortaba los en-
eso: el lugar de un instante místico, no un itinerario. laces entre Israel y el mund o, sino que los iluminaba
Dios había dicho a Moisés: " ¡Me serviréis aquí!" en el de todos modos con m;a luz singular. De confor midad
desierto. Y Moisés le había repetido al faraón : "¡Tres con la apelación lanzada desde antes de la revelación
días de marcha por el desierto, a fin de servir a Dios!" del Decálogo, el R eino de Dios se edificaba en las di-
Dios y Moisés ten ían prisa por volverse a ver, a ~~­ mensiones universales: porque Za, tierra entera es Mía
blarse, y a hacer participar a todo el pueblo en su dia- ( Ex., 19, 5). Y se ve, en efecto, a los pueblos más pró-
logo, en su Cara a Cara. El "servicio en el desierto" ximos, el pequeño universo del Oriente Medio, agru-
se realiza, en efecto. Es, en una escala ensanchada, he- parse en torno al pueblo de Israel, como los rayos en
cho necesario por la multitud de los participantes, un torno al centro. Tod os pertenecen a Dios, pero el sen-
encuentro místico, muy semejante al del zarzal ardiente. tido de su pertenencia no aparece si no a través de Ja
E l marco es el mismo- desierto de Sinaí- pero en vez elección central de la Ciud ad de Israel. Por la existen-
de un zarzal, es toda la mo nta ña la que arde; en vez cia de esa Ciudad, en medio de todas las demás, la geo-
de un solo hombre. es toda una multitud la que oye grafía de Oriente Medio cesa de expresarse en términos
la Voz. El centro de gravedad de la aventura del de- profanos. Un a teopolítica se afirma, englobando, con Is-
sierto estaba. primitivamente, en ese instante soberbio rael, a Egipto, Ca naá n. Amalee, Edon, Moab, Ammon.
en que Dios y los hombres se encontraban. Todo lo. de- Midyan, Ja Filistea y Fenicia . en una perspectiva mo-
más era accesorio. El desierto debía ser cru za do rápida - ral. Los criterios del poder y de la decadencia, 110 son
mente. El plan preveía once días de viaje, justo el tiem - ya la fu erza física o la debilidad, sino la virtud o la
po que se necesitaba para avanzar sin detenerse. El corrupción. Se vuelve a hallar aquí, tan temible y exigen- .
objeto era claro : el país cultivado de Canaán. Abando- te como en la carta de la sola ciudad de Israel, la noción
naban la tierra civ il izada de Egipto para alcan zar, lo de la Justicia Divina, agrandada hasta la escala de las
más rápidamente posible. otra. Entre las dos, el desierto naciones. Y se adivina que esa vigilancia de Dios se
no era ineluctable. y el texto bíblico sugiere que el ca- ejerce a partir del centro: el punto de cita de Dios y de
mino habría podido recorrer la costa, evitando el de- un solo pueblo permite· a Dios encontrarlos a todos.
sierto. Pero era menester, un oco, durante algunos En el reverso de esa experiencia mística, el aspecto
días, penetrar en el desierto para que se pudiera efec- físico del desi~rto. Todo sucede como si el pueblo he-
tuar en él el encuentro de Dios y de los hombres en el breo tomase la posición perfectamente contraria de una
Sin aí. Instante solemne. que irradiaba todo el viaje de vocación mística. Las colum nas delimitan las fronteras
una luz espiritual. Se alimentaban co n el maná, que. de su campamento: son discutidas. El pueblo quería
cada día, caía del cielo. Colum nas de fuego y de_nu- avanzar, retroceder, salir de ese camino divino e ir a
bes fijan las etapas del itinerario y t:a~an , al mismo para sobre caminos hu mauos: poco importaba que
tiempo, las fronteras de la reserva desertica, e~ la ~ue llevasen a la libertad o a dar con la esclavitud. Le ofre-
el pueblo es llamado a vivir durante algunos dias. D10s cen el pan de Dios: ese don que hubiese satisfecho y
reside en medio del pueblo: el Arca Santa es el punto colmado a los eremitas, parece poco e insultante a los
de la cita mística y el centro de esa comunidad de ere- estómagos vacíos salidos de Egipto. Esos hombres tie--
mitas y de profetas que se cuentan por millares. . nen hambre y sed, desde lo más profundo de su ser
¿Eremitas? La palabra es equívoca. Importa precisar fisiológico. Necesitan pan, carne, legumbres, agua fres-
132
133
ca, alimento concreto con sus substancias, sus condi-
mentos, sus sabores y su peso. La infraestructura mila-
grosa se ve constantemente pateada y despreciada. La
puesta moral del juego lo es igualmente. Los pueblos
vecinos no son juzga dos por los hebreos sino por los in-
dicios inmediatos y exteriores: porque son fuertes, los
temen; aunque lo sean, los desafían; porque sus costum-
bres son seductoras, se asocian a sus relajaciones. La
austera teopolítica se convierte en un complejo de pá-
nicos, de penachos y de parodias. El instante místico
del Sinaí, el diálogo con Dios, es también caricaturi-
zado. La danza en torno al becerro de oro ~ustituye a
la revelación metafísica.
La auténtica significación de la Alianza consiste en
esto: el reverso físico y la cara mística del desierto no
Los muertos del desiert o y su resurrección. (Dibu jo s orightalcs de Adela
se excluyen. Se sueld an para formar la única historia Wajsm a11 , 1956 .)
del desierto. Dios no abandon a a esos hombres. No se
retira, indignado, no extermin a todo de golpe. El debate
entre el cielo y la tierra sigue permanente y permeable.
Dios no ha trazado de una vez para siempre su plan; Canaán no surgió de un solo movimiento, al día si-
no apuesta íntegramente sobre el éxito de la aventura guiente. El "milagro" de una muerte colectiva instan-·
mística. Recoge el desafío del pueblo, y registrando sus tánea y de relevo inmediato habría podido producirse.
negativas, presintiéndolas a veces, corrige, enmienda , Pero también en eso, Dios asegura la continuidad y la
modifica su plan, renuncia a la apelación . mística y co nt~mporaneidad históricas de hombres antiguos que
acepta jugar el juego al nivel de la historia. Sobre el enve3ecen y de hombres nuevos que crecen . Los muer tos
maná coronado de rocío, vierte ]TI carne; a los cobardes, del desierto no se desva necen ante los vivos: los cond u-
les envía la guerra; a los soberbios, la derrota. A veces cen, a lo largo de períodos variables pero reales, hasta
es verdad , medita el borrar toda esa resistencia de hom- las fronteras de la Promesa.
bres de carne, extermin ar al pueblo entero, y renovar, Entre todos los muertos del desierto, Moisés es el
solo con Moisés, una aventura puramente mística y mi- que lleva a los vivos por más tiempo y más lejos. Sos-
lagrosa. Pero, en fin de cuentas, es la voluntad histórica pechan el alc~nce de ~u papel, en ese desierto en que
de Dios Ja qu e triunfa, y es con ese pueblo con el que se for1 a l~ Alianza. D10s toma a los hombres en serio.
avanza hasta el fin , dispuesto a abandonar por él Ja Con sus imp~rfec~iones, sus f~acasos, sus roturas y sus
casi totalidad del plan primitivo : cuarenta años de iti- muertos, l.a h1stor~a humana tiene un sentido. La serj e-
nerario en vez de once días, - el tiempo de la muerte dad. de D10s no. tlen~ igu al má.s que la de Moisés, y el
de una generación y del nacimiento de un a nueva. Muer- sentldo de la h1stona del desi erto ha sido significado
te y nacimiento no milagrosos: la generación del Exodo por él tanto como por Dios.
no mu ere en un solo día , y la de los conquistadores de Ocupando una posición intermedia entre Dios y los

134 135
hombres, Moisés queda libre en sus elecciones. Mas, en siertos de una historia cuya orientación se ha cebado
los momentos críticos, opta, con Dios, por el manteni- aquí, para siempre.
miento de la Alianza. No solamente porque ama a ese ¡Para siempre! Motivo conductor del Pentateuco, sig-
pueblo hebreo, al que está unido. Hay, evidentemente, no de perennidad de la Ley y también de Ja Alianza,
en la psicología de Moisés algo de "buen pastor", del esa palabra ha tenido en hebreo, un sentido espacial y
artista, orgulloso de su obra, y que la protege y la de- temporal. Inserta la Ley y la Alianza en todos los luga-
fiende hasta cuando se estropea. Pero ese instinto ma- res y en todos los tiempos, y su exégesis más literal es
ternal se embota a veces y Dios se ve obligado a re- dada por el mismo Moisés : No es con vosotros solos con
avivarlo : H e concebido este pueblo, lo he engendrado, los que concluyo esta alianza. y este pacto, sino con quien
paraJ que tú m e diga'S: llévalo, tú, en tu seno como lleva quiera que esté con nosotros hoy ante el Eterno, nuestro
la nodriza al niño (Núm., 11, 12). Hay igualmente en Dios, y con quien quiera1 que no esté con nosotros hoy
él la intuición del valor pedagógico del desierto, de la (Deut., 29, 13-14). En efecto, las puertas del tiempo y
lección que representa ese aco ntecimiento' modelo : del espacio están abiertas de par en par, y Moisés des-
Acuérdate del cwmino sobre el que el Eterno, tu Dios , te cribe el sentido profético del desierto en algunos capí-
ha llev(]Jdo cuarent(JJ años, en el desierto , a: fin de humi- tulos-claves del Pentateuco ( Lev., 26. Deut., 28, 29, 30
lla·rte, de ponerte ª' prueba, ª' fin de saber lo que hay en y 32), que son demasiado largos para ser reproducidos
tu coracón, si observa:s sus mandamientos o no. Te ha aquí pero sin cuya aceptación la lectura del Pentateuco
empobrecido, te ha, hecho siifrir hambre, y te ha mante- resulta para siempre mutilada.
nido con el maná que tú no conocías y que no conocían .Las dimensiones son entonces lJ.niversales: las nuevas
tus padres, aJ fi n de hacerte saber que no es de pa.n solo dispersiones serán desde un extremo de la tierra al otro
de lo que el hombre vive, sino que, por todo lo que Dios ( Deut., 28, 64); los nuevos retornos, se realizarán a par-
quiere, el hombre vive. Tu vestido no se ha: ga:stado, tu pie tir de todos los pueblos ( Idem. , 30, 3). La teopolítica no
no se hinchó, durante esos cua:rentm años. Sabe pues, en consideraba, en el primer desierto, más que a los pue-
tu corazón, que el Eterno, tu Dios, te pone a. prueba como blo del Oriente Medio. Todos los pueblos entonces.
un hombre pone ª' prueba: a su hijo ( Deut. , 8, 2-5). Pero comprendidos entre cielo y tierra (ídem., 32, 1, 43), los
por encima de esa inteligencia se timental y educativa que estaban allá y los que no estaban allá, en el hoy
del desierto, hay, en Moisés, la aceptación irracional de de Moisés, están integrados en la historia.
un riesgo. La aventura del desierto, comprende un sen- Y en el centro de ese universo histórico, un pueblo
tido definitivo. E l diálogo que se anuda aquí es indesa- ( ídem., 32, 43), aquel precisamente que estaba en el
nudable: Hay, dialogas en amor con Dios y Dios dialoga centro de la aventura del desierto: el pueblo judío cuya
en amor hoy contigo (Deut., 26, 17-18). El acontecimien- asombrosa perennidad está anunciada en esos capítulos
to del desierto no se inscribe en el tiempo como un re- con un realismo cuyo misterio se han encargado de in-
cuerdo conmovedor pero terminado, ni como una refe- tensificar los siglos.
rencia de ciencia dialogal, sino como el matrimonio en Si cumplís Mis decretos, si observáis Mis mandaJmien-
la vida de los esposos. Es grave, decisivo, profético. El tos y los ponéis por obm... entonces, Y o seguiré en
camino que el pueblo ha seguido a través del desierto medio de vosotros, Yo seré vuestro Dios y vosotros se·
conduce más lejos. La Tierra de Canaán no es sola- réis Mí pueblo ... Pew si no me escucháis, ni ponéis por
mente el objetivo de ese desierto, sino de todos los de- obm todos estos mandamientos; si desdeñáis Mi5 decre·

136 137
tos, si vuestra alma, redw za, Mis estatutos; si negándoos
o ponerlos por obra todos Mis mandamientos, rompéis
Mi ·a-liwiza . .. entonce'S Y o os sembra,ré entre las naciones .
Y o desnuda,ré detrás de vosotros fa. espada; vuestra tie-
rr(]J quedará desierta, vuestras ciudades serán destruidas.
Entonces la tierra se satisfa:rá de sus Sábados, durante
toda la desolación, mientras estéis en el país de vue·stros
enemigos, cuando la tierr{[) descanse y se satisfaga de sus
Sábados . En cuanto a1 Los que queden entre vosotros, e11
los paíse'S de vuestros enemigos, Y o Lleva:ré el miedo a
sus cora,z ones; el ruido de una: hoja ca.i da los pondrá en
sobresalto; huirán como se huye ante l{[) espada; caerán
sin que nadie los persiga . .. Pereceréis entre las nacw·
nes; la tierra de vuestros enemigos os devo rará . .. A m e-
nos de que su corazón incurciso no se humille y no re-
conozcan sus pecados. Entonces, Y o reco rdaré la alianza,
con }acob y también La alianza con l saac, y también de
la a:Lianza con Abrahán. Me acordaré, y de la Tierra .
Me acordaré. Más todavía: czutndo estén en eL país de
sus enemigos, Y o no los desdeñaré, Y o no los repudiaré
hasta el aniquilamiento, hasta romper Mi A lianza con
ellos, pues Yo seguiré siendo el Ete rno, su Dios. Me a:cor-
daré ae la alianza con Los primeros que Y o he hecho salir
de Egipto ante los ,ojo·s de las naciones, por ser. su Dios,
Y o, · ¡ el Eterno! ( Lev ., 26). Exp uesto a las miradas de
todas las naciol)es, el pueblo judíe, sa be que en realidad
es también vis't<~ por ·Dios., Pero inversamente, arraigan-
do su alianza en los fundamentos mismos de la historia,
Moisés ha grabado la vocación universal del pueblo ju-
dío en la memoria de Dios.

138
lt~!'• ;'i,11" •, üfr~_ c:¡g d I ~~JI;·" 1
1~ • q r r!r r 1 J ~· ~ 111 'f'.f ;=tf;h - ~~
'' " . ' . I"':'

LA VOCACION JUDIA

NO SE HA ALZADO EN I~11AEL MAS PROFETA QUE MOi·


SES, AL QUE DIOS HABIA ELEGIDO EN AMOR, CARA A
CA RA .
Deuteronomio, conclu sión.

MOISES HA SIDO INIC IADO EN LA THOJ1A DESDE EL SI·


NA!. LA TRANSMIT!O A JOSUE; JOSUE, A LOS ANTI·
GUOS; LOS ANTIGUOS LA TRANSMITIERON A LO S PRO-·
FETAS; Y LOS PHOFETAS LA HAN THANSM ITIDO A LOS
HOM BR ES DE LA GRAN SINAGOGA.

Talmud, Michna A bot, p·r incipio.

ESCUCH A, ISRAEL, AL ETEllNO, NUESTRO DIOS, AL ETEH-


NO UNO. AMARAS AL ETE RNO, TU DIOS, CON TODO TU
CORAZON, CON TO DA TU ALMA, CON TODO TU PODER,
ESTAS P ALABJ1A S QUE HOY TE ENUNCIO, ESTARAN E N TU
CORAZON; LAS ENSEÑARAS A TUS HIJOS, LES HABLARAS
DE ELLAS, SENTA DO EN TU CASA, YENDO POR TU CAMINO,
AL ACOSTARTE, AL LEVANTARTE, LAS LUCIRAS EN S I GN O
SOB RE TU MANO Y ESTABAN EN FRONTAL EN TR E TUS
OJOS. LAS INSCHIBIRAS SOB RE LO S POSTES DE TU
CASA Y SOBRE TUS PUERTAS c . . A FIN DE QUE RECOR·
DEI S Y OBSERVEIS TODOS MIS MANDAMIENTOS Y QUE

141

ff!ma musical del s¿der. (Haggada manuscrita de Alberto A. Neher y


Ntullan Samuel, llam ado de Mahanaylm , Lanteuil, Correze, 1943-1944 .)
SEAIS CON VUESTRO D!CS, SANTOS j YO SOY EL ETERNO,
QUE ABATE A LOS ORGULLOSOS
VUESTRO DIOS, QUE OS HIZO SALIR DEL PAIS DE EGIP- QUE ,\ LZA A LO S ABATIDO S
TO PAllA SE R VUESTRO DIOS. YO SOY EL ETERNO, QUE LlllRA A LO S CAUTIVO S
VUESTRO DIOS! .. . QUE REDIME A LO S HUMILDES
QUE AYUDA A LOS POBRES.

POR SIEMPRE ESTA PALABRA SEA PARA NOSOTllOS


VERDADERA Y CONSTANTE
Y QUE llESPONDE A SU PUEBLO
ESTABLE Y ETERNA
EN LA HORA EN QUE CLAMA HACIA EL.
EQUITATIVA Y FIEL
AMABLE Y AMADA
DESEA BLE Y AllMONICA
TEMIBLE Y MAJESTUOSA ALABANZA S AL DIO S S UPREMO
PEllFECTA Y THANSMISIBLE BE NDITO E S, BENDITO SEA.
B UENA Y BELLA.

MOlSE S Y LO S HIJO S DE ISRAEL


POR S IEMPRE
TE DA N RESPUE STA
PARA LOS MUNDOS DE LOS MU NDOS
P OR UN CA NTI CO
PARA NUESTROS PADRES
EN ALECH TA SU PREM .~.
PARA NOSOTROS
Y PARA NUESTROS HIJOS
Liturgia cotidiana de La Sinagoga. Desarrollo de
Y PARA NUESTROS DESCENDIENTES
Deuteronomio, 6, 4-9, y d e Exodo, 15.
Y !'ARA TODOS LOS DESCENDIENTES
DE LA S IMIENTE DE ISRAEL
TUS SERVIDORES.
CREO CON UNA FE PERF ECTA QUE LA PHOFE C!A DE
MOISE S, N UE STRO MAE STRO , ER A VERDADERA, Y QUE
PARA LOS PRIMEROS Y PARA LOS ULTIMOS ES EL PADRE DE LO S PROFETAS QUE LE PRECEDEN Y
PALABRA BUENA Y DUR ABLE PARA SIEMPHE DE LO S QUE LE SIGUEN.
VERDAD , FE, LEY, IRREVOCABLES.
TU RESIDENCIA ESTA EN LAS PHOFUNDIDADE S DEL UNl-
VEll S O Cll EO C ON UNA FE PERF ECTA QUE TODA LA THORA QUE
TU JU S TICIA Y TU BONDAD LLEGAN HASTA LO S RINCO· SE E NCUENTRA ACTUALME NTE ENTRE NUESTRA S MA N OS
NES DE LA TI EHHA ES LA MISMA QUE FUE DADA A MOISES, N UESTRO MAE S -
DE EGIPTO NOS HAS SALVADO, ETERNO, NUESTHO THO.
DIO S . CHEO CON UNA FE PERFECTA QUE E S A THORA N O SERA
MODIFICADA Y QUE N INGU NA OTRA '!'HORA S ERA llEVE-
LADA PO!l EL CREADO!!, BE N DITO SEA.
DE LA CASA DE ESCLAVOS TU NOS HAS REDIMIDO.
R E Y, DIOS VIVO, ETEHNO, SUPREMO, EXALTADO, GHA N- 7. 0 , 8. 0 y 9.0 principios de la F e judía, es table-
DE, 1'EMIBLE . cidos por Maimónides. (1135-1204).

142 143
MI BIEN AMADO ES MIO Y YO SOY DE EL; EL PASTOR Entrelazados, indesgatTablemente y eternamente en-
ENTRE LAS ROSAS. ESTA I NVOCACION DEL CANTAR DE
trelazados, Moisés y el pueblo judío marchan a través
LOS CANTARES, ISRAE L LA DIRIGE A MOISES, QUE, TAL
COMO EL PASTOR ETERNAMENTE FIEL, ACOMPAÑA A SU de la historia. Los textos presentados no son solamente
PUEBLO A TRAVES DE LAS RO SAS Y TAMBIEN A TRAVES impresionantes por su continuidad a través del tiempo,
DE LA S ESPINAS.
sino por la diversid ad de su inspiración. La Ley Escrita,
Zohar, exégesis místi ca sobre Exodo, 3, l. la Ley Oral, la liturgia, la teología dogmática, Ja sensi-
bilidad mística, el pensamiento contemporáneo laico,
religioso o sionista, se muestran de acuerdo en un tes-
AVANZA Y DECLARA CUAL ES TU NOMBRE - ¿MI NOM-
timonio elocuente.
BRE? AUNQUE ESE NO SEA MI NOMBRE PATRONIM!CO,
ME LLAMO JUDIO , PALABRA QUE SIGNIFICA ALABADOR, No so n esas, de todos modos, sino espigas recogidas
CELEBRADOR INVARIABLE DEL SER, DEL 'uNICO, DEL cuando la cosecha está aún en pie. Esforcémonos por
ETERNO - i.TU EDAD ? - i. MI EDAD? DO S MIL AÑOS sondar hasta los gérmenes, las maduraciones qu e nos
MAS QUE JESUCRISTO - (.TU PROFESION? - DEJO
han permitido coger esas varias espigas. No pudiendo
APARTE LA S TR I STES PHOFESIONES QUE ME HAB!A N
SIDO HECHAS. MI PROFESION TRADICIONAL ES ESTA: ambicionar el describirlas todas, tratemos, por lo me-
GARANTIZO LA SANTA IM PR ESCRIPTIBILIDAD DEL NOM -
BRE DE LA LEY, Y SOY EL CONSERVADOR VIVIENTE DE
LA NOBLEZA ANTIGUA Y DE LA LEGITIMIDAD UNIDA POH 1\!/ u is1fa (Dibf.ljo de Po u ~si11 ).

DEHECHO DIVINO AL NOMBRE, AL PROPIO NOMBR E DE L


PUEBLO.

Joseph Salvador (1796-1873): La ley de Moisés.

PARA TODOS LOS TIEMPO S, LOS ULTIMOS VERSICULO!


DEL PENTATEUCO PONEN EN GUARDIA CONTRA LA AU·
DAZ EMPRE SA DE ENAJENAR SIMULTANEAMENTE MOISES
A SU MENSAJE E I SRAEL A SU VOCACION .

Samson Raph ael Hirsch (1808-1888): Comentario


sobre el Pentateuco, condusión .

EN CADA GENERA C!ON DEL PUEBLO JUDIO HAY UN DES·


PERTAR DE MOI SES .

Ahad Haam (1856-1927): Moisés.

144
EL EXODO
O LA MISION HUMANA

Un fino matiz de la lengua francesa distingue entre


las Pascuas cristianas y la Pascua judía. Para el lin·
güista, la diferencia es mínima, puesto que es c1e ongen
reciente; todavía en la Edad Media los dos términos se
confundían y de todas las maneras, derivan de una raíz
común. A través del griego parscha, Pascuas y Pascua
son la transposición fonética del hebreo pésah, que de·
signa, en la Thora de Moisés, la noche del Exodo y la
solemnidad que la conmemora de edad en edad. El
teólogo, sin embargo, no sabría aceptar que solo el
capricho haya representado la diferenciación de los
términos. Mas bien se ve en ello el efecto de una rea··
lidad profunda y la señal de una situación espiritual.
Ese plural y ese singular reflejan una verdad histórica
significativa.
En efecto, la espiritualidad cristiana y la espirituali-
dad judía son, en su arraigamiento, las dos pascuales.
Lo son también por la savia que, desde la raíz, riega
Séder (Haggada de N uremberg) . sus organismos espirituales y crea sus flores y sus frutos.
Savia pascual, cuyo sabor ha penetrado, por la presen-
cia judeocristiana, en el conjunto de la civilización oc-
nos, de sugerir las "más significativas: aquellas cuyo cidental. Y se podría, hasta cierto punto, mostrar
arraigamiento lleva al corazón mismo de la obra de que los valores que el Occidente más estima- libertad,
Moisés, en el acontecimiento pascual del Exodo, en la redención, resurrección- son valores pascuales. Pero si
Revelación de la Ley y en la Alianza del Desierto. Su el acontecimiento básico de la espiritualidad pascual ju-
florecimiento a través de las edades manifiesta la misión deocristiana es indiscutiblemente la noche del Exodo,
humana, la fid elidad cósmica y la soledad mesiánica el cristianismo, transfigurando ese acontecimiento por
del pu eblo judío. otro, ha pluralizado las Pascuas, siendo así que el ju-
daísmo ha mantenido el acontecimiento en su contenido
singular. Las decisiones del Concilio de Nicea son, res-
¡::ecto a eso, sintomáticas. La Iglesia cristiana se pro-
pone entonces señalar definitivament6 su esencia pro-
pia, y su rompimiento deliberado con el judaísmo se
manifiesta precisamente en la separación de la fecha de
14G 147
sin esfuerzos . En un excelente estudio (Cuando 'l!alí de
Pascua. El nombre de Ja fiesta queda, pero la fiesta en
Egipto, Notas sobre la: Pascua judía, Evidenciais, marzo,
sí ya no es relacionada con et plenilunio de primavera,
1956), David Jassine muestra que incluso an tes del cris-
que vio en otro tiempo salir a Israel de Egipto, sino el
tianismo, los judíos habían cedido a la tenta ción de
domingo de la resurrección de Jesús, ese domingo que
alegorizar, 1~ lección moiseana de la Pasc ua. El judaís-
él mismo, en la dimensión del tiempo sagrado, se susti-
mo helenistlco, por la enseñanza de su más distinguido
tuye al Sábado . Toda la economía bíblica se ve de ese
mtérprete, Filón de Alejandría, ha traducido el Exodo
modo modificada: a su significación pascual primitiva
e~1 términos ideales: salir de Egipto, es vencer la mate-
se añade otra, que la engloba y la integra, como una
ria; acceder al universo del alma, operar el paso mis-
nota aislada en un acorde polifónico. El perpetuo de-
terioso del estado somático al estado neumático. Antes
bate entre cristianismo y judaísmo está ahí, el mensa je
del cristianismo también, otra tentación ha acechado
cristiano se anuncia en el carrillón de las Pascuas; el
al judaísmo: la de no mantener de la Pascua más que
judaísmo mantiene, como dominante absoluta, la vibra-
su rito sacrifici al, apartado de todo contexto histórico.
ción primera de la Pascua. ·
Pascua de Moisés, a la que el judaísmo se adhiere Los samaritanos, paganos instalados en Palestina por
en esencial fidelidad, sin embargo, no se ha afirmado Nabucodonosor en el siglo VI antes de nu estra era , han

Séder m od erno . (K.ibbut z galileo.)

Séder m ed ieval. (flaggada de Sarajevo.)


adoptado el culto judio, pero sin ser solidarios de la his- renegar el rito, pero obligándolo, por su amplitud y por
toria judía, sin que haya para ellos, ni caída del Tem- su arraigamiento histórico, a desprenderse de toda fij e-
plo, ni pérdida de la Tierra, ni Exilio. Su Pascua se za, a ser una tensión permanente entre el pasado y el
desarrolla según las prescripciones de Moisés con una presente, la espiritualidad judía se expresa, a mitad de
fidelidad conmovedora, pero falsa. Los espectadores la camino entre el acronismo de la idea pura y el anacro-
observaban antaño, con una mirada de sorpresa, en nismo del rito únicamente incrustado en el pasado, pre-
Naplusa, antes de la guerra israeloárabe de 1948, qu e cisamente en la dimensión de la historia que, desde los
obligó a unos doscientos Samaritanos del siglo xx a orígenes, Moisés había concebido para la Pascua.
emigrar y a dispersarse. Tenían allí, ante ellos, la Pas- El momento esencial, para la Pascua judía es el Sé-
cua literal, pero anacrónica; el rito pascual, pero arran- der, la ceremonia celebrada en cada hogar alrededor de
cado de la historia pascual. Ni la alegoría helenística, ni la mesa familiar, en la noche del plenilunio de prima-
el ritualismo samaritano, caracterizan, en efecto, la Pas- vera: es la velada consagrada a Dios, que los hizo salir
cua judía. Sin rechazar el simbolismo, pero negándose de EgiptO', es la noche consagrad()) a Dios, una vewda
o sublimarlo al nivel de un lenguaje intemporal; sin p<era todos los hijos de Israel, para sus generaciones . ( Exo-

·· . !

A blució n de las manos. Plato de Séder.


(H aggada d e Parí~ : o ri ¡:e 11 franc és, co mie11 z.,os del siglo XV . ) (Porcelana pintada de Italia, siglo XVIII.)
do, 12, 24). Desde la época del Segundo Templo, su or- honores de un mundo extraño, se sienten removidos en
denanza quedaba establecida. Jesús el Galileo y sus dis- lo más profundo de sus corazones cuando esos antiguos
cípulos (Mat ., 26; Marc., 14.; Luc., 22; Juan , 13, 26), acentos tan conocidos de la Pascua llegan, por azar, a
Hillel, el Fariseo (Talmud, Michna Pew him) , Onias el sonar en sus oidos." (E. R eine El rabí de Bacharach. )
Eseniano (Textos de Qumran) la celebran tal como se ¿Testimonio de poeta , esta página de Reine, ese ho-
ha prolongado, en el seno de la comunidad judía, hasta menaj e rendido a la noche del Exodo, tal como la con-
nuestros días. He aquí, escogida entre centenares de do- memoración se perpetúa, de edad en edad , entre los
cumentos escalonados a través de la historia, los unos judíos? Evidentemente, algo hay de eso. Ninguna so-
austeros y dogmáticos, los otros pint<Aescos y sensibles. lemnidad ha alcanzado ese grado de emoción; el genio
una evocación de la Cena judía del Sé. ·cr, por un poeta
romántico del siglo :x.i x: de un pueblo se despliega ahí ingenuamente, sobre los
"En cuanto es de noche, la dueña de Ja casa enciende planos conjugados de la poesía, del arte, de la música.
las velas; extiende el mantel sobre la mesa, pone en Todo pasa como si esa fiesta gozase del privileg io de
medio tres panes llanos y sin levadura, llamados ázimos, suscitar vocaciones, que las condiciones históricas o las
los cubre con una servilleta, y pone sobre ese sitio ele- directivas doctrinales ahogan o esfuman por otra parte.
vado seis platitos que contienen los alimentos simbóli- La alta cerebralidad de la inteligencia talmúdica se
cos, a saber: un huevo, lechuga, rábano silvestre, un suaviza y se aligera. Es al nivel de la mentalidad infan-
hueso de cordero, y una mezcla oscura de pasas, de ca- til como se desarrollan la dialéctica, la exégesis. el rito;
nela y de nuez. El padre de familia se sienta a la mesa los versículos bíblicos, los textos tradicionales, los ges-
con todos sus parientes y todas las personas de su casa tos consagrados tienen un gusto voluntariamente ingenuo
y les lee los pasajes de un libro extraño, que llaman la y espontáneo, que aseguran a esa solem nidad, de varios ·
Haggada, mezcla extraña de leyend as antiguas, de his- milenarios de antigüedad, una juventud perpetua. La
tor,ias maravillosas sobre la residencia en Egipto, relatos afición al arte plástico se ha embotado, entre los judíos,
1 durante la Edad Media. Severas proscripciones legales
singulares, controversias, oraciones y cánticos para las
fiestas. Una gran cena se intercala en medio de esa so- ayudaron a ello. Pero para la decoración de la Haggada
11 lemnidad, incluso, durante la lectura; en ciertos mo- de Pascua, los artistas judíos de la Edad Media- y de
mentos determinados, prueban - los alimentos sim bó- los tiempos modernos- se entregan a ello sin modera-
licos; es también según el mismo rito cuando comen ción. Ciertos rituales son obras maestras; las ilustracio-
trocitos de pan sin levadura y beben cuatro copas de nes son tanto más conmovedoras cuan to que se las sabe
vino tinto. Esa ceremonia, que celebran por la noche, compuestas entre los muros del ghetto, bajo la amenaza
está impregnada de una serenidad melancólica, de una de las expulsiones y de las hogueras. Es una extraña
gravedad jovial; tiene algo de misterioso y de mágico, emancipación de las prohibiciones, unida sin duda al
y el tono tradicional y cantarín con que el padre de carácter íntimo, profundamente familiar y humano, del
familia lee la Haggada tiene algo tan íntimo y tan pe- Séder, que invita al judío a hallar los medios de expre-
netrante, que os mece de una manera tan maternal y sión capaces de completar la palabra, y más aptos para
tan brúscamente os despierta, que los mismos judíos crear una comunicación viva , una solidaridad más densa
que desde hace mucho' tiempo han abandonado la fe y más ingenua a Ja vez entre los participantes, entre las
de sus padres y han corrido tras de las diversiones y los generaciones.

152 153

il
1 1
Pero es también una emancipacion de la angustia , tórica de tal modo concreta, que a cada vez el judío
una evasión hacia el ensueño y el más allá de la mi- no se resitúe ritualmente en la noche egipcia, sino que
seria. Esa reserva de emoción y de arte popular, en esta venga a él, con toda la plenitud de un problema
medio de la abstracción habitual, tiene una significa- de existencia:. Filón desencarnaba al faraón y al Egipto
ción que rebasa la de la estética. Por otra parte, Rein e y los enviaba a una mitología ideal. Pero la historia
nos lo dice. No es la poesía lo que únicamente le un e ha alzado, sobre el camino de Israel, innumerables fa-
a la Pascua judía, sino un sentimiento mucho más pro- raones de carne y hueso; ha establecido Israel en los
fundo. La Pascua se dirige a él como un reproche y cuatro extremos del mundo, en los Egiptos de muros
como un llamamiento. Es para el judío la · interroga- horrendos y en las cadenas pesadas o de alambres de
ción fundamental de su existencia y le obliga a fonnu- espino. Desde entonces se comprende la agresividad
lar sobre su propia persona la pregunta que Dios hacía del tema pascual en la conciencia judía. El "brusco
a Adán: ¿Dónde estás? La mística de la Pas~ua no es despertar" de que habla R eine no es debido al run-run
romántica en su esencia, sino trágica. El judío es siem- de una melodía patriarcal y familiar, sino a la surrec-
pre mas o menos extraño a su condición. Por Ja Pas- ción ante el judío de un destino, del que se creía des-
cua se rníde la densidad, la gravedad, el destino de su embarazado, y que, en cada noche de Pascua, vuelve
alienación. El judío no puede pasar insensible al lado a él con una fuerza atenazante. Y el hecho de que
de la Haggada, cuyo estilo no es narrativo. sino inte- tantos escritores hayan centrado el tema de " la vuelta
rrogativo, cuyo relato no se desarrolla a la manera de a la conciencia judía" en torno a la noche de Pascua,
una leyenda, sino a la manera de un problema. Se no es debido solo a la atracción estética de la velada, si-
plantea una primera pregunta, sobre la que sucesiva-
mente se encadenan las otras : ¿En qué se distingue esa
noche de toda'!! las demás? Al judío le corresponde res-
ponder, si puede, y, si no puede, sentir que la interro-
gación es a él a quien interesa. Cual un drama maca-
bado, la noche del Exodo se prosigue a través de los
siglos, buscando a los actores que deben revivirlo per- -. . ' ~ --;t...
petuamente, para conocer su sentido realmente distin -
tivo. En todos los siglos, cad(J) hombre tiene el deber .
~:; ~r,~~f'
de considerarse como si él mismo hubiera salido de •
Egipto. No son nuestros antepaswdos los únicos a los
que el Santo, bendito su;,, ha redimido, sino a nosotros
~~~ ~. ~~ \1'~~
también, con ellos. Porque se ha; dicho (Deut. 6, 23):
Y NOSOTROS, (J) NOSOTROS nos hizo swlir de allí,
a fin de TRAERNOS de allí, r de DARNOS el país
que El había prometido a. nuestros hermanos. Esta frase
de la Raggada relegaría la ceremonia pascual judía en
la categoría de los ritos de repetición, si el mito sub-
yacente no tuviese, en cada siglo, una traducción his-

154

¿En qué se distingue esa noche de las otras noclt•


(Haggada de Nurember¡[.) ¡¡:,
no a su alcance espiritual, Christopher Fry ha tenido la
idea genial de proyectar tal crisis de conciencia en el
drama del primer Exodo. Shendi, primer nacido de My~
riam y sobrino de Moisés (El Príncipe de Egipto) des-
pués de haber sufrido como los otros hebreos, ha obte-
nido el ascenso. Es miliciano en el ejército egipcio. Ka-
po en los campos de concentración, y tortura a su vez
a sus hermanos, más que lo hacían los mismos egip-
cios. Pero la noche del Exodo sobreviene. ¿Va a morir
como los primeros nacidos de Egipto, o bien su grito
"¡Soy judío!", surgido del fondo de sus entrañas, va
a ser escuchado? Christopher Fry no responde a la pre-
gunta. Pero a ese grito, lanzado por un Shendi vivo
y real de la época de Amenofis o de Menefta, ha
respondido toda la historia judía. Ese instante único,
que divide, de una vez para todas , al mundo en vícti-
mas y en verdugos, en opresores y en liberados, si.rve
de referencia a todas las generaciones para que en cada
una de ellas todo hombre, todo judío, pueda volver a
descubrir el puesto que por esencia es el suyo, incluso
si en su ex istenc ia lo ha renegado o se ha burlado de ·
él. Y los escritores judíos, ellos también, no han po-
dido evitar, en el resplandor de la noche de Pasc ua ,
volver a hallar para sus héroes, judíos extraviados,
neutros o indiferentes, el sentido de su condición judía.
(Jo Sinclair: Identidad. Sammy Gronemann: Tohi¿ Va-
bohu. En casi todas las novelas de Marranes, los cripto-
judíos se quitan la máscara y descubren su identidad
en una noche de Pascua. Por otra parte, el Rabí de
Badwrnch ¿no es la confesión de un remordimiento
íntimo, y Reine no lo redactó al día siguiente de su
conversión puramente formal al luteranismo?) Solo Is-
rael Zan gwill desarrolló el drama hasta el desenlace
más trágico: . aquel en el que el judío se siente extran-
jero a la vez al mundo de los verdugos y al de las
víctimas. En H(J)d-Gadya1, describe la situ ación-límite del
judío frente a la Pascua. Un joven judío emancipado,
de fines del siglo xrx, toma a tal punto, por la Pascua"

157
Mo isés bendijo al pu e blo judío e invistió a
· - Josué . (Haggada de Snrajevo, siglo Xlll. )
en la que part1c1pa en Venecia, conciencia del fracaso ni ?iis hijos, estaríamos libres; seguiríamos siendo aún
1 ¡
y de lo absurdo de su alienación, y, al mismo tiempo, Y siempre esclavos, dice el judío en la noche de Pascua.
1
de la imposibilidad de su identificación, que se suicida Inversamente: la puerta que se ha abierto por el Exo-
en las aguas del canal, mientras por las ventanas abier- ~o, ya no puede volver a cerrarse. Somos libre·s con una
tas se escapan los últimos acentos de esa Haggada de libertad eterna. Certidumbre paradójica, cuando es pro-
Pascua, que le ha herido hasta el punto más sensible clamada por el judío miserable, emparedado en el ghet-
de su ser. to,. encad~na?o por la persecución . Pero de esa para-
Como se ve, y estos ejemplos, aunque de orden li- ~OJa , el ¡ud10 no se hbra por una dicotomía de la
terario y novelesco, lo subrayan, no es el pueblo judío libertad . Se niega a creer que la libertad moral será
como tal el que está en el centro de la Pascua judía. solo eterna, y que la libertad física pueda provisional-
Esta no es, cuando vuelve de año en año, un aniver- 1:-ª.
n: ~n te perders~. _Pascua judía respeta la significa-
sa rio patriótico, cuyo penacho merece el que por ella c10n global e mdlVlstble de la libertad. El Exodo fue
se embriaguen o se sacrifiquen. El Séder tampoco es U?_ acontecimiento físico, social, político, una libera-
una celebración puramente nacional, pues el nombre c10n del cuerpo, tanto como del alma (más qu e del
1 i de Moisés el liberador tampoco figura en la Haggada; alm a, 9ue, no encuentra su pleno desarrollo n1ás qu e
ningún alto hecho humano es en ella señalado. Pero en el Smai). La energía que, como un torrente, se vier-
lo que es presentado como necesario es un sentimiento te entonces en el mundo. es inagotable. invencible. Nin-
de conciencia judía. No para que los miembros de un guna barrera puede resistirle. Toda violencia es acci-
1
pueblo se vuelvan a agrupar en torno a una liberación dental; toda miseria es provisional. El soplo de libertad
nacional, sino para que la noción misma de liberación, q~e, des~u és del Exodo, pasa por el mundo , puede hoy
de redención, no se endulce en lo abstracto, sino que mismo dispersarlos. Tal es la certidumbre que enuncia
sea pensada en la perspectiva, tan diferente de todas el judío, cuando, en Ja noche de Pascua, "rompe el pan
1 las demás, de la experiencia del pueblo judío en Egipto. Y alza la copa de vino": pan de miseria, vino de li-
¡1
En todos los siglos, CADA HOMBRE tiene el deber de bertad, la una vencida por la otra ; cuando en la época
considerarse como si hubiera él mismo salido de Egipto. del Templo, s~ boreaba el cordero pascual; cuando hoy,
¿Cuál es pues la definición hwnana1de esa libertad de sa~orea las hierbas ~m~rgas: la amargura ahuyentada
la que no pueden testimoniar más que los que aceptan ~01 ],a. Pascua . .El optimismo del pueblo judío, su virtud
haberla conquistado, con Moisés, en Egipto? hlosofica en siglos paternalistas, su dinamismo social
Lo que se expresa primero, en la Pascua judía, es ~~ las épocas .re~o.luci?,narias, tienen su fuente y su agui-
la certeza de la libertad. Con la salida de Egipto, una 1on en esa s 1g~1~1cac 10-?- de la Pascua, tan respetuosa
hora nueva ha sonado para la humanidad: la reden- de la que Mo1ses le impuso. Quienquiera que tenga
ción de la miseria. Si el Exodo no hubiera tenido lugar, hamb;e, que venga y coma;. Quienquiera que esté en la
marcado con el doble sello de la imperiosa voluntad necesid~d, qi¿e venga y celebre la Pa.scua: invitación in-
divina y de la participación consentida y consciente de troduct1va en la velada pascual judía. Por su tonalidad
los hombres, el destino histórico de la humanidad ha- ''.s?cial" par.ece tra scender del terreno puramen te re-
bría seguido otro curso, radicalmente diferente, porque hg10so, y, sm embargo, no es empujado por ningún
en sus mismas raíces no hubiese figurado la redención, otro flui?o más que por el Pentateuco de Moisés. El
la gueula, de la salida de Egipto. Ni mis padres, ni yo, hecho mi smo de que la "religión" judía, en sus impli-

158 159

11

l[t
caciones más auténticas, hable ese lenguaje " laico",
permite a todos los judíos "comulgar" en la Pascua.
Empleo intencionadamente esta palabra, puesto que es
alrededor de la cena de Pascuas donde observo, en el
cristi anismo, la separación entre el creyente y el des ·
L,
creído. En el Séder de la Pascua judía, por el contra-
rio, creyentes y descreídos se encuentran en una fe
común. Y si hay maravilloso Séder de ambiente reli-
gioso, el Séder de los obreros judíos, socialistas y des-
creídos, no es menos característico de esto que la sali- o o
l
da de Egipto representa de esencial para el destino his- • 1

tórico de Israel. !\
Fiel al Pentateuco de Moisés en su interpretación
social del Exodo, la Pascua judía lo es también en su i)
perspectiva escatológica. La noción de gueula, que sig-
nifica indistintamente, en la thora, liberación y reden-
u
ción de los esclavos de Egipto, y, en el porvenir, toda
redención de una esclavitud accidental, no está subli-
mada por la Pascua judía. Intencionalmente, la reden-
ción futura se quiere física y no moral, terrestre y no
celeste, humana y no divina. Edmundo Fleg ha situado
excelentemente esa escatología de la Pascua judía (Ved
t\l página 195); la Cena que, en la economía cristiana
es esencialmente divina y hace converger el universo
en Dios, es, en la economía judía, una cena humana,
haciendo volver a hallar a toda criatura, el sentido de
su vocación de hombre. Ve cación que se acompaña
necesariamente de un sentimiento de conciencia de la
condición humana . El acontecimiento de la Pascua per-
mite sondar hasta los abismos, pero también hasta las
sublimidades. Desde el barro de la miseria más atroz
hasta el más prestigioso milagro por el que la dignidad
hum ana se ve restaurada en toda su grandeza, la vela-
da del Séder arroja al hombre cuerpo a cuerpo consigo
mismo. A la salida del debate puede plenamente acla-
rarse esa "vocación" que llama al hombre a los lados
¡I del hombre para Ja edificación de Jerusalén y, por eso Po_r la letra L comie nza , en frances , la palabra
L1ber1ad; en h ebreo, la palabra "léliem" (pan) .
Pan de fo libertad: símbolo de la Pascua.
mismo, del mundo. (Abraham Krol: Homenaje a la Escritura .)

160
N"EHER .-1 1
LA LEY
O LA FIDELIDAD COSMICA

En uno de los bajorrelieves del Arco de Tito, en


Roma, los soldados romanos, coronados de laureles,
llevan en triunfo los objetos sagrados del Templo de
Jerusalén. Había pocas cosas en el templo y ninguna
estatua, y los romanos podían imaginarse, al quemar
el Templo y robar las reliquias, haber destruido los
"sacramentos" judíos. ¿Judea deleta? No, lo sagrado
de Judea no estaba aniquilado. Uno de los legionarios
lleva sobre su espalda una simple caja oblonga, pero
que contiene, no se puede dudar, un Séfer 'f.hom, un
rollo de la Ley de Moisés. De ese rollo, millares de
ejemplares existen en esa época; otros millares van
pronto a ser recopiados. Por ese bosque de Libros, en
el que cada árbol lleva el texto del Pentateuco de
Moisés, y nada más, el judaísmo ha vivido y continúa
viviendo. Las dimensiones de la thora- cinco mil ocho-
cientos cuarenta y cinco versículos- hacen que ese rollo
sea pesado, difícil de manejar, embarazoso de llevar.
Poco importa. es- inmediatamente después de las per-
sonas y mucho antes de toda otra posesión- ese objeto
que los judíos salvan antes de nada cuando se ven en
peligro. Es el bien por excelencia. Por él, como por
un niño, se precipita n al corazón del incendio a fin
de retirarlo de él. La fiderd~ d del pueblo judíc a
la thora de Moisés se señala espectacularmente por esa
santidad que confiere a un objeto.
Santidad que no parece diferenciarse, a primera vis-
ta, de aquella que nimba, en otras comunidades hu-
manas, los símbolos y las reliquias. El Séfer Thora
exige, como la bandera nacional o el emblema religio-
so, el respeto y también un margen de misterio. Insta-
lado en las Sinagogas o lugar de convergencia de
todos los fervores, en el Arca Santa, está de todos mo-
dos oculto a las miradas por un velo de pesadas telas.
Si toda la Sinagoga es santa, el Séfer Thora está en

162
U n velo oculta a las miradas .
el sanctasanctórum. Si la Sinagoga autoriza, para la
oración, que los fieles estén sentados, cuando el velo
se abre ante el Séfer Thora la comunidad se levanta.
Es el instante solemne de la liturgia judía: tienen la
impresión de haber sido llevados al pie del Sinaí, cuan-
do toda la asamblea de Israel se mantenía en pie, para
acoger la Palabra de Dios.
Esa santidad, a men udo llevada, como en otras co-
munidades religiosas, hasta devocio nes ingenuas y aún
supersticiosas, posee un aspecto completamente particu-
lar al judaísmo. Solo entre los libros sagrados de la
humanidad, el Séfer Thora exige una redacción tradi-
cional: debe estar transcrito por mano de hombre, so-
bre pergamino, y de conformidad perfecta- no sola-.
mente del texto, sino del adorno y de la factura de
las letras y de los signos- con el modelo tipo, cuya
existencia se pierde en la noche de los tiempos y cuya
tradición enseña que era aquel mismo que Moisés ha-
bía transcrito en el desierto. Cada judío está obligado
a realizar en su vida la redacción de un Séfer Thora:
singular peregrinación, que no lleva al discípulo a un
lugar santificado por el profeta, sino que le hace re-
petir, sobre su propio camino, el gesto por el cual se
transmite el mensaje. Sin duda , ese rito ha caído en
desuso, y la mayor parte de los judíos confían su eje-
cución a un escriba especializado. Sin embargo, la exi-
gencia ideal subsiste y la menor infracción a las reglas
de la transcripción hace impropio el Séfer Thora para
la utilización litúrgica. Un Séfer Thora en el que se
descubre un error, por mínimo que sea, un Séfer Thora
en el que la tinta de una palabra, por vulgar que sea,
se esfun'a hasta convertirse en ilegible, y, (¿es necesario
precisarlo?), un Séfer Thora que estuviera impreso,
todos son inutilizables. A cada uno no le queda más
de sagrado que la aureola del respeto: se le entierra,
con tristeza, como a un niño muerto. La vida sagrada
del Séfer Thora está toda entera en esa escrupulosa
fidelidad de su texto con el de Moisés.

165
. "/ Sé/er Th o ra e n el Arca Sa 11t n .
Desde hace tres mil quinientos años, todo ha pasado
como si cada Séfer Thora no viviese más que en la
medida en que co nservaba el texto de la Ley de Moi-
sés en su integral autenticidad. La Sinagoga más "libe-
ral" ha respetado esa significación orgánica del Séfer
Thora. En la economía sagrada del judaísmo, el Séfer
Thora atestigua que no es la mordedura del tiempo,
ni la desagregación de Ja materia lo que hace morir
a Ja Ley, sino Ja infidelidad al texto de Moisés. Cuando
un Séfer Thora fiel muere de vejez o por accidente.
sus letrns se echan a v olar, esperando a ser cogidas en
el aire por un nuevo escriba, que las integrará en un
nuevo cuerpo. El texto fiel es el alma del Séfer ·Thora.
y, como el alma humana, es eterna.
1
Alma del Séfer Thora, el texto de Ja thora lo es
también del judaísmo. E l organismo entero del pueblo
judío, y no solamente el objeto sagrado de Ja Sinagoga.
extrae su vida, su fecundidad y su originalid ad de la
presencia en él de ese texto. De ese texto , porque la
opción fundame ntalmente judía con relación a la Ley,
es aceptar su letra y descubrir en esa letra la sede per-
manente y radiante de la vida <;le la Ley.
Ese texto anim a el universo judío de una manera
tan tangible que, en el tiempo y en el espacio, el judío
Ja encuentra perpetuamente. La casa del judfo, cada
cuadro íntimo de su existencia, lleva sobre sus fronta-
les la mezuza, pequeño perg:ynino sobre el que están
transcritos dos pasajes de la thora (Deut. 6, 4-8 y 11,
13-21). El cuerpo del judío se reviste de las filacterias,
puestas sobre la frente y sobre el brazo izquierdo, y
abrigando igualmente extractos de la thora (Deut. 6.
4-8 y 11, 13-21; Ex . 13, 1-16). La jornada litúrgica co-
mienza por la recitación del Chema (Deut. 6, 4-8 y
11, 13-21; Núm. 15, 37-41 ) y se acaba por ella. Y ese
Chema escande no solamente los límites de la jornada
judía, sino los de la existencia judía entera: es la pri-
mera palabra que el niño judío aprende a balbucear;
es la última sobre los labios del agonizante. El texto

166
Judío de Varsovia salvando la Th óra . (Mauricio M end;isky.J
. o -~ ~ "" LJJuu1 es 1erao, en as Srnagogas, en un
ciclo anual regular, ~! lunes. el jueves. el Sábado y los
días de Fiestas. Los ritos del pasaje están enlazados con
esa lectura pública: nacimiento, circuncisión, adolescen- bínicas de orden legal, doctrinal o filosófico-sea, en
cia, matrimonio. lutos, son otras tantas ocasiones "de bloque, atribuida a Moisés, por el mismo título que
llamamientos a Ja >thora", donde, en principio, los lla- la Ley Escrita, el Pentateuco. El hecho de qw? esa Ley
mados leen "el capítulo de la semana", o, por lo me- Oral haya sido, finalmente, puesta por escnto en el
nos, si no son bastante expertos para leerlo, escuchan Talmud, es experimentado por los judíos como un
su lectura que le está especialmente destinada. accidente impuesto por las violencias históricas, y que
Eje de la liturgia, órgano del rito. el texto de la nada debería quitar a su carácter fundamentalmente
thora , constituye, en fin , la base irrevocable de todo oral. Porque, lo que la noción de la Ley Oral debe
pensamiento judío auténtico. Es completamente nota- significar, en el pensamiento ju_dío, no es otra cosa
ble que la Ley Oral- conjunto de las tradiciones ra- que el poder vital de Ja L ey Escnta. En otras partes, la
Letra y la Palabra se combaten, se ex~luy~n o, en ,el
mejor de Jos casos, se completan . 13:n ~I 1uda1smo, estan
orgánicamente ligadas en un todo rnd1soluble. En cada
El estudio ...
(Escuela d e Fu blain es , cerca d e París . )

, . • )1 la oración .
(H ogm· d e jóvenes, en Estrasb urgo.)

168
L l ·7e;-.?' +o
r' n -f e oro
----.)
169
sobre el texto de la thora es muy amplio en el judaís-
letra hay poder de palabras; en cada palabra, hay sig- mo. Y se tiene la impresión a veces de estar lejos de
nos literales. Concepción que ha desprendido un terreno Moisés y del sentido que él mismo daba a la Ley. La
completamente original, en el que ningún judío penetra filiación de la Ley Oral, tal como es precisada por el
y que ningún judío deja sin que experimente la sensa- Talmud ¿no salta por algunos eslabones importantes?
ción de descubrir o de perder un hogar: el terreno del es· "Moisés ha sido iniciado a la thora desde el Sinaí. La
/.u.dio. Despojad a esa palabra de todo intelectualismo, de
ha transmitido a Josué; Josué a los Antiguos; los An-
todo aristocratismo; dadle una tonalidad afectiva y po- tiguos la han transmitido a los Profetas ; y los Profetas ·
pular; imaginad una Universidad de los deberes cotidia- la han trasmitido a los Hombres de la Gran Sinagoga.
nos de la vida, del pensamiento, de la acción, y tendréis ( Michna: A bot. 1, 1)". ¿Dónde están los sacerdotes?
como un anticipo de lo que siente un judío cuando se ¿Los reyes? Los hubo indignos, pero también piadosos.
va, en las innumerables Escuelas, grandes o pequeñas,
Esa perspectiva farisea de la historia de la thora es
o, más sencillamente, con algunos amigos o solo,
característica: no retiene más que los relevos democrá-
en un rincón de su casa, a estudiar la thora. Hace allí ticos y proféticos, relegando al margen el elemento sacer-
el aprendizaje perpetuo de su existencia semi-real, semi-
~otal e institucional, que, sin embargo, tiene su lugar
profética, de su historia tan indisolublemente literal e
igualmente en la perspectiva judía. Numerosas son las
invocada como la thora que estudia. exégesis judías en las que, todo lo que, en la thora.
Pero es más notable aún el que la mística judía se
haya desarrollado lo mismo que la thora. Si existe una tiene referencia al sacerdocio, a los sacrificios, al Tem-
característica de la mística, es la de rebasar la letra, plo, está sublimado. Si Filón ha platonizado en ese
la frase y hasta la palabra para alcanzar lo Inefable. terreno, muchos Rabinos han filonizado. La arquitec-
"Las cosas que no pueden decirse" , son aquellas que tura maimonidea, digna antecesora de la de santo To-
son preciosas al alma mística. Mas, la mística judía más ?~ Aquino, que la cita con elogio, tiene todos los
tiene de particular el que se ahueca hasta en la pala- prestigios y todos los defectos de las Sumas medieva-
bra. El Zohar es un comentario de la thora. Un co- les. " De Moisés a Moisés, no ha habido como Moisés"
mentario palabra por palabra, o mejor, letra por letra, dirán los discípulos de Moisés Maimónides. Sin embar~
signo por signo, pero que se hunde en profundidades go, la obra del segundo Moisés, por su interpretación
de intensa y luminosa espiritualidad y que se eleva en a veces terapéutica e higiénica de ciertas partes de la
exaltantes aproximaciones a Dios. En el siglo xvrn, el thora, oculta mucho de la obra del primero. En cuanto
judaísmo de Europa Oriental ha estado a punto de es- a Moisés Mendelssohn-tercer Moisés, agregado más
t~rde al panegírico-olvida, y los filósofos judíos del
cindirse en dos grupos: los Mitnagdim racionalistas y
los nuevos adeptos de la mística del Hasidismo. Si siglo_ x1x lo olvidaron después que él, que en la fuente
el cisma hubiese estallado, algo hubiese mantenido la del 11?perati~o de l~ thora de Moisés no hay una ca-
te~ona kantiana, smo el Yo personal y patético de
cohesión espiritual del pueblo; es que los libros de
base de uno y otro movimientos, el Talmud, y el Zohar, D10s.
son, ambos, comentarios del texto de la thora. . Podrían m~l~iplic~rs_e _los ejemplos ~ hasta, por va-
1

Acabamos de indicar que esos comentarios del texto nidad apologetica, ms1stir sobre su numero indicando
no son simples repeticiones. El abanico de las discipli- que atestiguan la " tolerancia espiritual" del judaísmo
1
nas espirituales y de las teorías filosóficas bordadas y su "abertura a las influencias del exterior". En rea-

171
170
1
Jidad. algo mucho más absoluto que una tolerancia
animaba a esos judíos: la certidumbre, auténticamente
moiseana, en sí, de llevar el yugo del Reino. Porque
si la fidelidad al texto de la thora es el alma del Ju-
daísmo, la fidelidad al acto de la thora es su corazón.
Más allá, o mejor, en el centro de las exégesis más ma-
tizadas y a veces más alejadas de la literalidad moi-
seana, estaba la aceptación del acto ordenado por Moi-
sés. Aceptación que no se evadía en ninguna alegoría,
en ninguna simbólica, sino que se identificaba con la
realización literal del acto de la mitsva.
Tanto como la palabra thora, la palabra mitsva exi-
ge, para ser comprendida en todo su valor, Úna fami-
liaridad con la "fidelidad a Moisés". Para saborear la
sopa negra, hay que haberse bañado en el Eurotas. La
realización de Ja mitsva es indispensable para su com-
prensión. Para el observador del exterior, se trata de
un gesto, de un rito, cuya ejecución mecánica delata
un formalismo vacío de todo contenido. El judío co-
noce bien ese shylockismo del acto, que no tiene más
violento despreciador que él: los adversarios más hu-
raños de todos los · falsos fariseísmos, son los fariseos
mismos, y más severos que los Evangelios, respecto al
formulismo, son ciertas páginas del Talmud. Pero pre-
cisamente, cuando el judío fariseo juzga el acto del
interior, desde el corazón de su realización, experimen-
ta una experiencia en la éual las nociones de "forma",
de "contenido", de "mecanismo" no tienen ya sentido.
Porque esas nociones han nacido en Grecia, mil años
después de Moisés, para quien, en el acto de la thora ,
en la mitsva, forma y contenido con todo uno; para
quien también, el acto humano no podría, en manera
alguna, concebirse a imagen de una máquina, sino a
1 imagen de Dios.
Realizar la mitsva es, pues, para el judío, reaceptar
1 la literalidad global y orgánica de la thora de Moisés.
Es. como Moisés quería, rechazar la dicotomía del es-

172
.,,,Rabin o e n
píritu y de la carne y restaurar, por la santidad, la provocado cisma, s~ no se hubiese tratado más que de
unidad del hombre a la imagen de la unidad de Dios. escoger entre legahsmo y espiritualidad. E l judaísmo
En ese esfuerzo de unificación, el mandamiento de la " ortodoxo" sabía que, desde Moisés, desde Abrabam,
thora esfuma su imperativo en beneficio de lo imita- desd~ Ad ~~· l~ L~y se vivificaba por la palabra, que
tivo, y, sobre todo, del participio. El yugo no se im- su d1mens10n unphcaba una interioridad espiritual, sin
pone arbitrariamente sobre un a nuca indócil: es acogi- la cual no era más que una parodia de la voluntad de
do, en libertad y en alegría, con la certidumbre de Dios. El p~raleli s?Io de las enseñanzas contemporá-
que, su rechazo o su acogida, depende del destino del neas del fariseo H1llel y de Jesús, a quien los fariseos
Reino de Dios sobre la tierra. Esa sola confianza en abordaba n con el respeto debido al Maestro, Rabí, mues -
la eficacia redentora de la mitsva explica el gran corte tra, que el ~ermón, d~ la Montaña está en la línea del ju-
judeo-cristiano, que se consumó en la época de San da1smo mas autenticamente fariseo. Pero el a póstol
Pablo. El debate entre la Ley y la Fe jamás habría Pedro pla ntea el problema de la justi/icación: por la
Ley-redentora- o por la Fe- en el R edentor. Insertan-
do de ese modo la dia léctica de la Ley y de la Fe en
el marco redencional, San Pablo inauguraba el cisma.
Budko: K ol Nidré: la mística de la oració n judía.
~orqu e, para los ju~íos, no era el Mesías el que justi-
ficab a al hombre, smo la mitsva, la realización de la
Ley. El R eino de Dios sobre la tierra se inau bauraba
. '
en todos los lugares, en todos los instantes, en los cua-
tro codos de la. realización de la thora. Cua tro codos:
espacio minúsculo, pero en el que puede caber un
hombre que tome sobre sí el yugo del R ein o.
Una antología .voluminosa no bas taría para agrupar
lo~ textos de la literatura talmúdica y místi ca que des-
cnben el poder m esiánico de la thora . Es preciso, sin
embargo , distinguir entre los que ponen el acento me-
siánico sobre la thora y los que asigna n toda la efi-
ciencia mesiánica al hombre que realizó la thora, al
hombre en la. mitsva. Hay, en el seno del judaísmo, un
aspecto extenor y espectador de la thora: este hi-
postasiado y magnificad o en dimensiones cá's mi cas.
llena, a los ojos de los judíos, todas las funciones encar-
gad.as en otras partes a la Sabiduría, al Logos, al Mesías.
Anterior a la creación, ha perm itido a Dios crear el uni-
verso, del que es el plan el andamiaje, la edifi cación
y ~a realizació~. Pero hay, igualmente, el aspecto in-
tenor por la mitsva. Es el hombre que realiza la thora ,
el que detenta, en sus cuatro codos, la eficiencia cós-

175
mica; de él es de quien tiene Dios necesidad para
crear, planificar, andamiar, edificar, terminar el uni-
verso. La coexistencia de esas dos perspectivas permite,
hasta la hora actual, diferenciarse al judaísmo con re-
lación al cristianismo. Pero hay que saber reconocer
que en la hora actual sobre todo, hay judíos que se
contentan con hablar del Mesías de otro modo que lo
hace el cristiano, y que hay otros, para los cuales la
diferencia última entre el judío y el cristiano, no se
atestigua al nivel de la palabra solamente, sino al del
acto mesiánico.
En estos, la fidelidad a Moisés se ilumina con un
dltimo reflejo, pues saben que si la thora en · SÍ es la
Ley del universo, la realización de la thora no está
menos confiada al solo pueblo judío. El es el interpe-
lado. La Ley no construye el mundo abarcándole en
un brazado por todos sus ángulos indistintamente. sino
tratando de realizarse a través del estrech0 espacio
judío. El camino de Dios pasa a través de los cuatro
codos de la mitsva ; en cada uno de esos relevos es dende
LA AUA N ZA O LA SOU,'DAD Mt.'S! ANICA
el judío interpelado realiza la Ley, y en ellos, solamen-
te, adquiere la orientación que la guía hacia las pleni-
tudes universales . Pero esto no depende ya solamente Un pue blo que alza su tienda en la soledad
de la permanencia en el seno de la vocación judía, del que no puede ser pensacÍo entre Las naáones .
acontecimiento del Sinaí. Percíbese en ello la persis- (N rím., 2 .~, 9.)
tencia de la experiencia del desierto.
, l .Esa .bluz 'arro
. .1·ada so bre 1a esencia . del pueblo . d '
a atn uye Moisés a un no ·udío . . _JU JO,
Es preciso, en efect , J rnsp.i rad?, füleam.
., . .1 . o, . un nummurn de rnspuación de
'adh es1on a a d1mens1. b ' br ,
sentido de la soledad ~n I 1 ilca, para co~1prender el
. . e srae . En el espmtu d l
feecrt:J~~e q~e ps:r:~~~~=r1~smlao aoberltura bíblic~'. esa so.~ed~~
d e apariencia arrogante ·irritante a cosrnopohtis
.
· d,
d mo JU ws,
1
gratuita Y absurdament~ el o d , n~c1~a , esordenando
el Amalecita lo definió de est~ ~~~d~· '~acosas. Aman
1 uno solo dispersado ¿· l d · Y un pueblo,
' ' Y is oca o ent l bl
lodos los Estados d t · ¡ .. S re os pue os en
e .u rnpeno . us leyes son di/e-rentes
176
1
177
NEHER .- !2
de las de todo pueblo, y no realizan las leyes del Rey.
Poco importa al Rey mantenerlo . Al contrario: si ese
estado de hecho debe, en cu.alquier manera que sea', re-
dundar en bien del Rey, pues bien, entonces que sea por
su extermina·ción." (Esther, 3, 8-9.) Es el programa del
antisemita, tal como el judío lo ve alzarse en su cami -
no, de siglo en siglo. Programa que descansa en un
contrasentido radical, sobre una idea absurda de la
realidad . Porque el particularismo de Israel no plantea
una "cuestión judía" ; funda un problema. La elección
de Israel no es un capricho: es un misterio . "En vano
Dostoievski presenta a Rusia como una nación elegi-
da ; en vano Péguy se complace en hacer orro tanto
co n Francia; en vano los judíos ingleses de Israel mul-
tiplican las pruebas seudo-exegéticas de su pertene ncia
a las Diez Tribus ; en vano los cristiános de todos los
países recubren la meditación del destino de los judíos
del barro de todas nuestras infidelidades y del dudo-
so barniz de nuestras imaginaciones: ni los razona -
mientos de la misma sociología "cristiana", ni los des-
cubrimientos históricos incluso los "independientes" , ni
las variaciones morales o psicológicas de la sensibilidad
cristiana, incluso la "filosemita", deben jamás permitir-
nos olvidar que Israel es. hoy tod av ía. el único grupo
El judío erra m e. (Imag en d e Epi11 al. )
nacion al con el que se pueda, sin sacrilegio. aco mpa-
ñar el nombre de la palabra misterio. Hay que toro.arlo
o dej arlo." (F. Lovsky, Le,. Mystere d'lsra1el et. l'antise-
enlace, Y. la mar~a ,de infamia no estigmatiza más que
111iti.sm e.) l~ , parodia . del 1ud10 errante. Repitamos con él tam-
Tomémoslo, pues. co rno la generosa inteligencia de
F . Lovsky nos lo ofrece. Otros se han inclinad.o, antes b1en qu.e s1 el pueblo judío considera su errar como
rn castigo, es p~rque , aceptando la significación de
que él, sobre el mi sterio de Israel. De todos modos , su
a prueba en. el l~m1~e . de su reflexión sobre la lección
li.bro, un o de los últimos publicados para el lector de
de Job, pref1~re iust1ficar a Dios antes que a sí mis-
lengua francesa , triunfa sobre los precedentes por la
amplitud de la inform ación y el vigor de la investi ga- m?; preferencia _que ~u ~utoriza ningún adversario, (con
ción. Repitamos. en judío. con ese cristiano lúcido, que mas f_uet;e razon : mngun amigo , ved Job), para ha-
cerse mterprete de Dios, su portavoz en el proceso su
el pueblo judío no siente su errar como una maldición.
brazo secular o, peor todavía , su clac con buenos prin-
El nomadis•110 de Israel no es el de Caín; el exilio
del pueblo judío no es un a carrera sin objeto y sin
179

178
cipios, aplaudiend o en el es pectáculo y marchá nd ose
después a comer. Pero abandonemos ~ _Lovsky ai~tes za un p ueblo "que no es como los otros'', hacia una
que concluya: la exigencia de ~ ut~n ti~i~~d nos. 1rn- Tierra "que no es como las otras" , co mo alrededor de
pone tanto corno a él sondear el m_isteno a part,ir de un eje cen tral, se desarrolla un universo. Ta l es el "mis-
nuestra propia situación. Aquí_ s_e ilustra el equivoco terio" de ese singularismo del desierto. Paradójicamen-
in eluctable del diálogo judeo-cnstiano. El tra_zo un e las te, ha ce del pueblo solitario el compañero de todos los
dos palabras; pero también las rompe. Es igualm¡;;nte tiempos, y de la Tierra prometida la compañera de todas
necesario insistir sobre su virtud de unión, como, en mo- las tierras. En el desierto de su existencia particular,
mentos precisos del análi sis, es indispensa~l~ a,cep,tar. el Israel encuentra lo universal. "Seréis en Mi una nación
poder de ruptura. El "misterio" de Ja elecc10 ~ JUd1_a t1~­ de sacerdotes y un pueblo santo, porque toda la: tierra
ne, para los judíos, un sentido qu e no canahz_a n111g11n es M ia:. Ent re todos los pneblos, seréis una joya. La tie-
cristianismo. Pero ¿dónde t iene su fu ente? Precisa mente:
rra, los pueblos, no son ya, después del desierto, masas
no en Jesús, sino en Moisés; no sobre el Gólgo ta,_ don-
sin color, sin relieve y sin dirección. Son en lo sucesivo
de se confirmó para los cristianos la Nueva Ah~n~a, líneas orientadas con relación a un eje, q ue es el ej e
sino en el desierto, donde nació la Antigua, la umca
de Dios. Después del desierto, Israel se sa be en el centro
para los judíos. Desierto _ta l como Moisés lo había en-
de una cos mografía sagra da, donde cada pueblo tiene
trevisto y vivido. Un desierto que no es el lugar de un
su función tipo. Egipto es el pu eblo- huésped, en la
aislamiento, sino de un encuentro; donde los homb_res
1

ambigüedad terrible de esa palabra, pues el hu ésped


no se han establecido en la inmovilidad de un_a ermita,
puede acoger, pero igualmente asesinar al extranjero
sino donde todo un pueblo ha afrontado el tiempo de
que se recoge junto a él ( Deut. , 8-9). Edom es el pueblo
una historia. A pesar de sus límites temporal~s Y es-
hermano, pero ¿no ha matado Caín a su hermano ?
paciales- cuarenta años ent1:e el Delta d_el Nilo Y el
Jordán- la aventura del desierto resulta i?acab_a,da en ( Deut., 23, 8-Nzím ., 20, 18). A mm ón y Moa b son los
el tiempo y en el espacio. Una tercera dim~ns10n, en pueblos neutros, pero la neutralidad ¡no es peor, en
efecto, la aprieta por todas partes, l ~ de la alianza , que ciertas condiciones, que . el odio! ( Deut., 23, 4-6). Mid-
proyecta la aventura fuera de ese tiempo_ y de. ese e~­ yan es el pueblo de la belleza sed uctora, pero la belleza
pacio, hacia otros tiempos y otros espacios. _Itrneran o ¡puede corromper el alma ! (Núm ., 25, 1-1 9).
hacia la Tierra Prometid a, 1 marcha a traves del de- Apenas si se comprende la idea de los profetas bí-
sierto lo fue ciertamente; pero la mism~ _Tierra no rea- blicos si no se comprend e el tema del desierto bajo ese
lizaba la promesa de una man era d efi~itiv a. Prepara~a ángulo moiseano. E l problema con el que tropiezan
para acoger a un pueblo, lo estaba igualmente para Amós, Oseas, Jeremías, Ecequiel, cuando evocan in can-
"vomitarlo", si violaba la al ianza; para recogerlo de sablemente el desierto, no es cultural, sino religioso; no
nuevo si "buscaba otra vez la alianza con todo su c_o- moral, sino metafísico. No hay que co nfundir profetismo
razón,' con toda su alm a". E pocas ulteriores de _b his- y rékabismo. Los Rékabitas, que se co Dstituyen, en el
toria, otros países que la Tierra d~ !=anaan, gr~vitan ya siglo IX bajo el reinado ele Ahab y de J ezabel, en secta
en torno al desierto en el que Moises e Israel vIVen un a nómada, quieren reaccio nar contra los excesos de una
aventura eje. En torno a ese desierto, por donde avan- civilización impura. E l desierto es, para ellos, el ob-
jeto de un a nostalgia; se encierran allí para volver a
encontrar la sencill ez de una edad de oro qu e se sitúa
180
181

\1
En cua.n to a lo que imagináis, eso no será. Vosotro s
en el lejano pasado. En torno a ellos, de algunos les decís: seamos como las naciones, como fos familia s de
precedieron, de otros les siguieron, (entre los cuales la tierra, adoremos la madera y UD piedra. Por Mi Vida,
Jean Stei nm ann descubre, con razón, a los esenios y a dijo el Maestro, el Eterno: Con u1w manera poderosa.,
San Juan Bautista), se cristaliza, en el mundo bíblico . con un brazo extendido, con una cólera de·sviada Y 0
la afición al nomadismo ascético. Pero los profetas, a reinaré sobre vosotros ... Y o os llevaré al desierto d~ los
pesar de ciertas afinidades de temperamento con los pueblos, y Y o instauraré con vosotros ei debate cara a
Rékabitas, invocan el desierto en muy otra perspectiva, cara, como Y o lo fie instaurado con vuestros 1i:rmanos
y hasta en una perspectiva integralmente opuesta a la en el desieTto del pafs de Egipto, (tlSÍ Y o lo instauraré'.
de los R ékabitas o de Jos esenios. Estos. en efecto, hu- Pala.bm del Ma'e'stro Eterno ... ( Ecequiel, 20, 32-36).
yendo de la civilización, huyen, al mismo tiempo, Ja E'.s interesante notar que el profetismo no sola mente
vida histórica. El desierto los sitúa al margen de la exis- ha .rnterpr~tad~, en el sentido mosaico, el co ncepto del
tencia histórica del judaísmo, y es notable, en efecto, desierto, smo igualmente el rito que expresa ese con-
que los esenios, cuy a doctrina estaba sin embargo con- c~pto en el Pentateuco. Si la Pascua, en efecto, restaura
forme en todos sus puntos con la ortodoxia judía y ritualmente el momento de Ja Salida de Egip to, la mar-
hasta la intensificaba, no hayan sobrevivido en el seno cha a través del desierto se repite en la Fiesta de Suk-
del pueblo judío. Es que habían renunciado ,a algo en kot (Lev. , 23, 33-44). De año en año, durante una oc-
Jo que los profetas bíblicos, por el contrario, veían lo tava , los judíos, dejando el techo sólido, "o bra de mano
esencial del tema del desierto : el enlace íntimo e indes- de ~ombre", se instalan bajo los follajes y restituyen Ja
garrable de la religión judía y de la historia judía. Para plenitud de Ja existencia nómada.
los profetas, volver al desierto, era restaurar no la pu- Nómada, o mejor, humana , porque es innegable que·
reza interior, sino la historia sagrada. Cuando la his- la fiesta de Sukkot incluía, desde la época an tigua, un a
toria tropieza contra un muro, cuando va a parar a un voluntad bien marcada de no renunciar defi nitivamen-
fracaso, es cuando el desierto le permite salir del calle- te a los valores del nomadismo, 110 es menos caracterís-
jón sin salida, reconquistar una salida victoriosa. Oseas tico el que, muy pronto, la significación histórica del
y Jeremías expresan la idea en el lenguaje del simbo- desierto l~ fué asociada. Si hay un profeta para quien
lismo conyugal: en el desierto, donde se celebraron en la centralidad de Israel y de Jerusalén es una de las
otro tiempo los esponsales de Dios y de Israel, la pa- realid ades fundamentales de la historia , es ciertamente
reja conyugal separada y desgarrada por crueles trai- Zacarías: Pueblos vendrán, dijo, y poderosas naciones,
ciones, volverá a hablar la unión patética y el violento a busca r al Eterno a ! ernsalén ... En esos días, diez hom-
1

deseo de volver a empezar una existencia común. Ece- bres de toda lengua., de toda nación, a'sirán el borde deL
quiel, volviendo a emplear los términos de la cosmogra- traje de un solo hombre judío, diciendo: Queremos ir
fía sagrada del Pentateuco, evoca el "desierto de los con vosotros, porque hemos oído decir que Dios está con
pueblos". Es en él, en ese desierto no exótico y margi- ~os~tros (8'. 22-23). Más, en el capít ulo 14 de su pro-
nal, sino localizado como un centro en mitad de los focia, ampl~cando esa gravitació n en torno al judío a
pueblos, donde, en un nuevo Cara a Cara inexorable, las proporciones de una escatología cósmica, Zacarías
Israel co mprenderá el sentido de su elección, de su ser localiza su ley interna en los ritos de la fiesta de Suk-
no como los otros, en el seno del Reino de Dios :
18.S
182
kot. EUa es- última resurrección de la marcha a través pronto expuesto y entregado. E l acontec1m1ento no
del desierto de Egipto- la que acogerá no ya a los in-
desamparó más qu e a aquellos, de entre los jud íos, que
dividuos sino a los pueblos; no ya a los que se muestren renegaban el "secreto" de su historia: Saduceos, iden-
deseosos de rezar, sino a los que sean ávidos de vivir. tificando Ja historia de Israel con las institu ciones con-
Y el Talmud sabe, él también, que los setenta toros cretas, pero fij ada s, del Templo y del Estado ; eseni os.
cuyo sacrificio prescribe el Levítico con ocasión de la salidos de toda hi storia para vivir al margen en una
fiesta de Sukkot, simbolizan la presencia en el lugar eternidad contemplativa; ebionitas o judeo-cristia nos,
central sagrado que es el templo de Jerusalén, de las persuadidos de que Ja historia hum ana había termi-
setenta naciones de Ja tierra. "Si los pueblos hubi esen nado con Jesús, y obligados a reconocer que esta his-
comprendido la significación del Templo, dijo Rabí toria continuaba a pesar de todo. Estos, realistas, eva··
Yohanan, no lo hubiesen destruido, sino construido con didos, perplejos, fu eron barridos por la catástrofe a
sus manos porque es para eUos para los que se reali- la que no podían dar sentido. Pero Ja masa judía, los
zaba el sacrificio." En ningún otro rito, la inserción fariseos de Palestina y tod os los que, desde bacía siglos,
sacramental del pueblo elegido en una economía uni- vivían en la diáspora babilónica o mediterránea, estos
versal se concretaba co n más fuerza que en el de las acapararon su destino por el "secreto" de su historia,
Tiendas. Si Ja intuición que Israel posee de su elección de la qu e se sentían a la vez depos itarios y asociados
particular es de carácter pascual, puede decirse que la
conciencia universal de esa elección es de est.ncia suk-
kática.
Sobre el tema del desierto histórico, ya poderosamen-
te profundizado por los profetas bíblicos, es sobre lo
que el judaísmo de la época talmúdica orienta su re-
flexión sobre el misterio de Israel. La época talmúdica
es la del Exilio, la de la dispersión del pueblo judío a
Jos cuatro vientos de la tierra. En la hora actual, el ju-
daísmo no ha salido aún de esa situación dram ática ,
pero aunqu e las épocas bay~n evolucionado, aunque ,ª
la era talmúdica haya suced1d'o la edad de la filosofia
medieval, luego el Renacimiento místico y, por fin, l~s
siglos modernos de la emancipación, la lectura espm-
tual de los elementos del drama ha quedado semejante
a Ja que, desde el primer momento, proponían los tes-
tigos de Ja caída del Templo y de la destrucción del
Estado judío por Vespasiano y por Tito, en el año 70.
Para los contemporáneos judíos del comienzo del
Exilio, este no era una catástrofe inesperada, a la que,
sin ninguna preparación espiritual, se encontraban de
El .">aq ueo del T emplo po r Tit o.
184
solidarios. Esa proyecc1on del pueblo elegido a través
de todos los pueblos, la coordinaron con la cos mogra-
fía sagrada de la thora de Moisés. Del exilio, hicieron
una Fiesta de Sukkot. ensanchada a las dimensio;1 es
temporales y espaciales que exjgía una nueva marcha a
través del desierto de los pueblos. La seriedad de esa
vocación del exilio, de un exjlio al que no se conocía
limite ninguno, pero que estaban dispuestos a afrontar
hasta el cabo, no habría podido afirmarse con tanto
brío, si, desde el principio, uno de los temas del desier-
to no hubiese sido repensado con una fu erza extraor-
dinaria: el tema de la Chekhina.
Esa palabra hebrea, creación original del pensamien-
to farisaico , no se encuentra, antes del TalmÚd, en nin-
guno de los innumerables textos judíos. a pocalípticos.
helenísticos, esenianos, donde sin embargo abundan los
teologumenos. No está tampoco en la Biblia, y sin em-
bargo su fuente es inmediatamente bíblica . P-!ro es pre-
ciso remontar muy alto para alcanzarlo, hasta el de-
sierto, donde la "residencia de Dios" es designada por
la raíz hebraica chakhan, de la que chekhina es un sim-
ple derivado. E n la espiritualidad farisea, la Chekhina, M oisés y la C hekhina, por Krol.
es Dios en ex ilio. De ese modo, la Revelación, atestigua-
da por la Residencia;, no era otra cosa que un exilio de
Dios, y una sola y misma raíz bíblica definió, en efecto,
la Revelación y el exilio (galo}; la residencia de Dios,
en el desierto, en medio del pueblo de Israel, era un side la Chekhina; en cada parcela de tierra, pisada por
Exilio de Dios; una estancia bajo la tienda, en el seno el judío en exilio, se revela la presencia de Dios. Lejos
de los hebreos que abriga ba, a ellos también, la tiend a; de ser una marcha hacia el exterior la que separa cada
una aventura divina acompañando la aventura humana. vez más al pueblo elegido del centro de su elección , el
Y esa aventura es la que vuelve a empezar, desde el exilio es para Israel una misión , cada una de cuyas eta -
primer momento de la diáspora . Israel parte en exilio; pas refuerza más los lazos entre el judío y Dios que le
Dios parte con él: la Chekhina .es el compañero de Is- acompaña. Misión de sensibilidad: el universo sería
rael en el desierto de los pueblos. Una nueva revelación amorfo, si Israel no es tuviera omnipresente, hacien do
comienza. Exilio y revelación se enuncian simultánea- circular, tal como un corazón, la savia Divina a través
mente. del organismo cósmico. Misión de desa'C u1íe: sobre el
Adivínanse los recursos y el alcance de esa perspec- cuadrante de los siglos, en el que cada uno señala otra
tiva. Con cada fragmento exilado del pueblo judio re- hora humana, Israel marca la permanente hora de Dios.
Misión redencional, en fin, puesto que cada tierra alean-
186
187
zada por el judío en exilio es alcanzada por Dios que
le aco mpaña, y que en cada campamento de su ex ilio
el judío deposita de ese modo simientes cuyo conjunto,
un día, hará surgir de Ja tierra entera la cosecha Di vina .
Los textos que presenta mos más adelante dan alguna
idea de la diversidad del misionerismo del exilio, tal co-
mo es, sin cesar, pensado y repensado por los judíos de
todos los tiempos y de todas las tendencias. L os lectores
fra nceses pueden hallar, en un magnífico puñado ten-
dido hacia ellos, el perfume del misterio de Israel en las
Notes szir la Galout, recogidas por los alumnos de J acob
Gord in (en: Aspects du Génie d'lsrael. Cahiers du S ud,
1950).
Que esa econo mía redencional del sufrimiento por el
exilio de Israel evoque asonancias en el espíritu del
Cristiano; que conceda al pueblo judío mucho de Jo
que en la economía cristiana corresponde a Je s ús; que
esa concorda ncia espiritual se complete por esa otra,
que es, ella , concreta e histórica , a saber "que lqs su-
frimientos de Israel ha n tomado más y más distinta-
mente Ja forma de la Cruz" (Jacques Maritain , Raison
et Raisons) , son cuestiones planteadas al cristiano. Para
el judío, las fuentes de esa economía son bíblicas. Una
exéges is judía sin fallas y que remonta mucho má s allá
de la era cristiana, ¿no ve en el Siervo maltratado del
capítulo 53 de Isaías la figura del pueblo judío? Pero,
sobre todo , el desierto está ahí, en la Thora, ofreciendo
tipos en los cuales el pueblo judío reconoce, sin error,
su propio destino.
Porque no es solamente el tema de la Chekhina el
que el pensamiento judío ha recogido en el desierto,
sino otros también que todos se coordinan para mej or
sugerir el " misterio" de Israel. Con la Chekhina, el
pueblo judío es la nzado a la aventura de Ja redención.
Pero los caminos son peligrosos; en todas las encru·
cijadas acechan la astucia y Ja violencia. ¿Cuál es pu es
ese enemigo solapado y brutal que, cerrando el camino
a Israel, lo cierra al mismo tiempo a la humanid ad y

188
lucüo mártir , po r Chagall .
a Dios. ¿Ese antijudío, que pretende no descubrir nada
misterioso ni metafísico en el destino de Israel, y Tal fue el caso de los falsos mesías que surgieron , a
que, de siglo en siglo, afirma que es para la cuestión intervalos regulares en la historia judía: Bar-Kokba,
judía una solución definitiva? El pensamiento judío lo David Reubéni, Sabbatay Zvi y tantos otros. Tal es en
llama Amalee. De Amalee, de ese pueblo que, en el de- nuestros días, Ja significación escatológica del movi-
sierto, fu e el primero en acosar a Israel (o, según una miento sionista y de la surrección del Estado de Israel.
traducción más correcta: despojarle de su aureola pro- que no puede comprenderse sino a la luz de esa dia-
videncial) (Ex., 17, 8-16; Deut., 25, 17-19); de ese pue- léctica del desierto. Sin duda, como Bialik lo indicaba
blo al que Moisés anuncia una guerra perpetua (según desde la aurora del sionismo, el mensaje de Teodoro
la interpretación tradicional de Exodo, 17, 16: porque Herzl quería romper con los Muertos del Desierto, con
en tanto está allí, el nombre divino y el trono divino las víctimas apáticas de un destino absurdamente su-
están rotos) ; de ese Amalee, los Nabucodonosor, los frido en Egipto, en España, en Polonia, en Kichinev
Aman, los Titos, Jos Torquemada, los Chmielnicki, los (pronto sería en Auschwitz). y llamaba a Jos judíos a
constituí~ la primera generación exílica de la vida y de
Hitler, no son sino reencarnaciones. Es notable que la
tipología judía del Bien y del Mal no haya escogido la conqmsta. Pero la muerte y Ja vida no son los solos
el ~ mentos de Ja elección; el problema, precisamente, no
por antagonistas a Dios y Satanás, sino la Chekhina y
es únicamente el del su icidio o la supervivencia de un
Amalee, cuya primera yuxtaposición se ha hecho en el
desierto. 1

Pero más al.1á del Bien y del Mal, Ja experiencia vi-


vida en el desierto alimenta aún el misterioso exilio del
pueblo judío. Como Ja marcha a través del desierto iba
tendid a hacia la tierra, así permanece la escatología
exílica tendid a hacia la tierra Exilio y Tierra están en-
cerrados en una dialéctica, que no es simplemente de
orden cerebral. Los accidentes más dramáticos de Ja
historia judía en la diáspora testimonian el valor ex is-
tencial de esa dialéctica. En efecto, en el desierto, hubo
los pusilánimes y los desesperados, a los que aterraba
la conquista y que murieron en el desierto en tanto que
los valientes penetraron en la Tierra; en el desierto
también los hubo a pesar de todo, que arriesgaron el
asalto, hasta sin Dios, hasta contra Dios, pero contra
Amalee (Núm., 14, 44-45), y los pacientes que aguar-
daron la señal de Dios- lo mismo que en el desierto
del Exilio, los acontecimientos mesíanicamente decisi-
vos dividen el campamento de Israel entre los amantes
del exilio y los amantes de la tierra .

190
191
pueblo, sino el del fracaso o la realización de una mi-
sión. Los primeros pioneros sionistas fueron sobre todo
los a pesar de todo ; sin Dios, desmontaron Ja Tierra
sagrada. en tanto que Ja mayor parte de los creyentes SIETE TEMAS DE LA
aguardaban la señal Divina. Hoy, los unos y los otros, FIDELIDAD JUDIA A MOISES
desmontan, en un esfuerzo común , la Tierra sagrada,
sienten fuertemente que realizan su tarea misionera,
pero reprochan a los que todavía están en la diáspora, I. EL HUMANISMO PASCUAL
traicionar la misión rechazando Ja Tierra. En realidad ,
esos también, que rechazan, no son traidores, si su re- EN Ja perspectiva judía, el contenido central del Exo-
chazo no está ni en el egoísmo, ni en la facilidad, sino do es enunciad.o por la lectura litúrgica del último
en Ja conciencia de su situación exílica. El estado de día de la octava pascual: el capítulo de Ja universal
Israel y la diáspora forman las dos ramas de Ja dialéc- pacificación mesiánica. lsaías , II.
tica del mesianismo judío. Pero la rama del exilio se Y el lobo habitará con el cordero, y el tigre descan-
inclinará un día hacia la Tierra, y, agan-ándose a ella, sará con el cabrito ; ternero , cachorro de león y carnero
se desa rrollará al fin , pues es de la Tien-a de donde vivirán juntos, y un niño los conducirá; te·rnera y osa
surgirá la flor mesiánica. Por eso, unos y otros marchan pastarán una al lado de la otra, juntos retozarán sus pe-
por caminos que no son , más que en la apari~ncia, di- queñuelos; y el león, como el buey, comerá paja.; el pe-
vergentes. Todos ellos, fre nte a Ja Tierra, no tienen queñuelo jugará junto al nido de la víbora, y el recién
más qu e una oración, Ja de Moisés: ¡Dejadme penetrar! nacido meterá la1 mano en la ca;verna del basilisco; no
Esta oración, este compromiso que saben vale para Ja más crímenes, no más violencias sobre toda mi santa
eternidad y que, sin embargo, debe hacerse ahora, da al montaña., porque la tierra estará llena del conocimiento
"Misterio" judío un aspecto exaltante, que Yehuda de Dios, como el agua a.hunda en el lecho de los mare·s .. .
Halevy ha llamado " la alegría del exilio" (y que, por He aquí "el sueño del Judío Errante'', cristalizado ,
su orientación hacia la tierra, es idéntica a " la alegría en la noche pascual, por el gran poeta judío contem -
del Mesías"). poráneo, Edmundo Fleg:

. ¡Despiértate, despiértate! ¡Mira! ¡Ve!


Sobre todos los picos, todos los llanos.
sobre todos los valles cerrados, todos los golfos abiertos,
sobre todos los archipiélagos, sobre todos los océanos,
i han alzado la mesa humana!
Y, so bre la mesa hecha de madera de todos los bosques,
he aquí que han tendido el mantel universal,
tejido con todas las luces que de todo el cielo chorrean
y han puesto los cubiertos y las copas benditas,
Y alrededor la Creación comulga,
y he aquí, - entre los animales
cuya vida superabunda,
Ante todos los humanos, el Lobo con el Cordern ,
i Sellan la Paz del Mundo/

La es pera del profeta Elías en Ja 11oche pascua/ del Séd er . 193


(Litografía de Juliana Hertz, 1950.)
NEHER.-13
.'
Mira, han venido , pintados sobre SllS torsos desnudos,
Aquellos cuyo labio es negro ...
{
Y mira, aquí tienes muy cerca de nosotros, acurrllcados ,
aquellos cuyo cráneo es rojo . .

Y aqui tienes, venidos de todas sus zonas,


aquellos cuyo cráneo es amarillo ..

Y he aq11.Í, ahora, aquellos cuya frente es blanca.

i Leván1.ate, Levántate ! Tu sitio es tá vacio en medio de ellos ,


y sus rostros están alegres ,
¡en torno a la JIIesa inmensa!
¡Mira: han partido el Pan!
i Mira: han alzado el Vino!
Escucha: han rezado en silencio:
¡La Santa Cena Human.a - comienza!

La Pascua . (Har:gada d e Saravejo . )

,. t

l
11. PRESTIGIOS DE LA LITERALIDAD

Not(J) preliminar: La lectura judía de la Biblia sabe


ser multiforme. He aquí, sobre un versículo que parece
muy desnudo, ritualista y perdido, tres exégesis, pe-
netrando- a pesar de la diversidad notable de su ins-
piración racionalista, mística e histórica- hasta el se-
creto divino del texto.
Levítico, 22, 28: Grueso o menudo animal, el animal
y su cachorro, no los sacrif ica.réis el mismo día.
Está prohibido sacrificar el mismo día la madre y su
pequeñuelo , a fin de que cuidemos de no .degollar a l. hijo
ante los ojos de la madre; porque el animal experimen-
taría, en ese ca.so, un dolor dema.siado grande. En efecto ,
no hwy en ese caso, dij erencia entre el dolor que experi-
menta;ría. el hombre y el de lo.s otros animales. Porque el
amor y la tenmra de una madre por su hijo no dependen
J)
de la razón, sino de la acción de la facultad imaginativa,
que la: maryor parte de los animales poseen tanto · como
el hombre . . _ Si la thora ha tenido consideración a: esos
dolores del alma cuando se trata de animales, ¿ qué será
//
con respecto al género hwnano? (Moisés Maimónides ; X: ·'
Guía. de los Extraviados, III, 48, Siglo XIL)
La motivación de esa prohibición no puede ser la pre- convoyes de judíos encadenados, sedientos, hambrientos,
ocupaición de evitar un dolor moral al animal. Si no, hu- torturados, asesinados, Moisés se· levantó y dijo a la Faz
biese bastado que la thora prescribiese que la madre y de Dios: "¡Señor del mundo. Has escrito en la Thora:
su hijo fiiesen sacrificados aparte, el uno en un sitio; la Grueso o menudo, el animal y su cachorro., no los sa-
otra, en otro. Pero, precisamente, fo prohibición no apun- crificaréis el mismo día. Y ahora., cuántos niños judíos
ta al espacio, sino al tiempo, la indivisible "jornada", a han sido ya: sacrificados con sus madres ... y Tú te ca-
la1vez ter restre y celeste, en la. que todo acto de crueldad, llas!" (Midrach Rabba, sobre el Libro de las Lamenta-
cualquiera que sea, introduce unli irreparable quiebra. ciones, Introducción. Siglo v.)
La1 zm ida de la "jornada;'', en cuya obm Dios y los hom- Nota fundam ental: La lectura judía de la Biblia se
bres están a.saciados, no puede verse salvaguardada1 más presta uniformemente, sin embargo, a renunciar a toda
que por el acto de amor. (Zohar: Comentarios so bre el exégesis de cualquier orden que sea, estando el Espíritu
versículo, siglo XII.) del versículo, para el judío, en el Acto al que Je invita.
Cuando el T emplo fue destruido y, sobre los caminos Tesis en la que se reúnen el filósofo medieval y el pen-
que llevan a Babel, se arrastraban , y desaparecían los sador del siglo xx.

196 La letra hebraica Q, inicial de Qabbala, le-


tra mistica por excelencia inicial ig ualmen-
te del aúmbrr del art is:a , en transcrip ción
hebraica. Qrol (A1Jralu11n Krol ''H o m enaje
a la E scrit11ro'' .)
menor texto. Y eso es natural. Porque bastaría una sola
Los actos prescrito s por Dios no pu,eden ser ni rati- palabra , en Ja literatura judía. sugiriendo que Moisés
jicado s, ni rechazados por la razón. Nos sometemos a fo sea otra cosa que un hombre como todos los demás,
voluntad Divina como tui enfermo escuclw y sigue fos para que ese tema no tuviese ya sentido.
prescripciones de su médico. Un ejemplo: la circunci- En efecto, en la dimensión judía, el encuentro entre
sión. ¡Qué absurda' pad·ece, ilógica., sin ninguna, eficaáa Dios y los hombres es inmediato. Incluso Moisés, el
moral o social! Y, sin embargo, Abraham la ha. tomado
sobre él, en las circunstancias más difíciles, puesto que
tenía cien años de edad; la ha transmitido a sus hijos, y
se lw convertido en señal por la que se manifiesta el en-
cuentro eterno entre Dios y los hijos de A braha:m.. (Ye-
h uda Halevy, Kuza.ri, III, 7, principios del siglo xn.)
¿Es simbólico el contenido de la Biblia? ¿Es simbó-
lica la manera como Dios ha dado a conocer su vóluntad
a los hombres ? ¿Es un símbolo nuestra oración ? ¿Pe·
dimos a Dios una ayuda simbólica?
Aquel que ama. con todo su corazón, con toda su alma ,
no ama simbólicamente. Servir a Dios no puede redu -
cirse a. una actitu,d simbólica . Los "simbolistas" pre-
tenden que no es lo importante la significación literal de
la Escritura, sino, lo que importa., son las ideas espiri-
tuales ocultas en la Biblia_ La tradición judía, por el con-
tra.río, insiste para que el mandamiento bíblico no sea
despojado de su sentido sencillo y desnudo. Sin la rea-
lidad de la palabra. desnudo, el espíritu no es sino un fan-
tasma. Hasta los místicos judíos, que buscan la signifi-
cación alegórica. de ta. Escritiua y consideran que el
sentido oculto es superior al sentido obvio y desnudo ,
afirman constantemente que, sin embargo, el secreto· de
la Biblia: está en la literalidad .. . La observancia religio-
sa es más que una. confrontación del hombre con una
idea. No es sino en el acto donde el hombre se mantiene
ante Dios. (Abrabam Heschel: Man's Quest far God,
Nueva York. 1954.)

Ill . LA JNMEDI ATJDAD

Si deseamos centrar este tema, con los anteriores, en


tom a Moisés, nos costará trabajo, el ilustrarlo por el

198
La Sinagoga: lu ga r de encuentro inmediatn
entre Dios y los hombres, entre los padre3 .1
los hijos q11 e bendice n. (Haggtu!a d e So m
jevo.)
profeta supremo, no ha podido, no ha querido , no ha
intentado, insertarse entre Dios y los hombres.
De ahí, algunos silencios impresionantes, en la litur-
gia judía, y que son más decisivos que los catálogos de
las menciones de Moisés. En los instantes capitales
de la liturgia, la sinagoga barre deliberadamente el
nombre de Moisés para impedir que una piadosa vene-
ración haga de ese hombre "modesto", y que, sin
embargo, estuvo en el límite de lo humano. un super-
hombre o un mediador. ·
La Sinagoga dice: Dios de Abraham, de Isaac. y de
J acob. Pero no dice jamás: Dios de Moisés.
La Sinagoga no dice: Moisés nos ha librado de Egip-
to, sino: Dios solo. El nombre de Moisés ni siquiera
es mencionad.o en la Haggada pascual.
Moisés ha muerto, ¿qué no morirá? .. Tal es la con-
clusión de una elegía litúrgica que, volviendo f colocar
a Moisés entre todos los hombres, permite a estos afron-
tar a Dios cara a cara.

M oisés, M yriam )' el pueblo cantan el cá ntico de acción de gracias.

IV. EL TUTEO

En su cara a cara ante Dios, el judío pone no sola-


mente el acento familiar de una vieja experiencia. sino
el tono exigente de aquel que sabe que habla al Dios
200 20 1
vivo : tutea a Dios . ¿Dios no ha, en la Thora , tuteado V . EL EX ILI O DE D IO .'>
a Israel al pedirle que respetara etern amente su Pala-
bra? ¿Y Tú, Dios, qué esperas Tu para respetar la
Tuya? Aqu í y ahora, en los cuatro codos y en el ins-
tante de mi presencia judía- dijo el Rabí hasídico de Es aquí a bajo, so bre la ti erra, dond e se representa.
Berditchev (siglo xvrn)- espero la redención : en tod a su plenitud , el destino religioso del hombre.
Porque no solamente está aquí la residencia del hom-
bre, sino tambi én la residencia de Dios. E l universo de
la Alianza no se desdobla, no se rebasa para alcanzar la
Bu.enos días, Se1íor d el Universo .
metafísica. Lleva su " metafísica" en él mismo. Y como
Vu , Leví Isaac, hijo de Sara, de l:Jerdit.cl1ev ,
ve ngo ante t.i, a defe nder: en otro tiempo, en el desierto, Dios residía en el centro
re ¡1resento a tn pueblo, I srael: de su pueblo y, por eso mismo, en el centro del mundo,
; Oné relación hay entre Tú e I srael ? así, en el Exilio de Israel, la Chekhina está en el centro
/·,'n toda ocasión, es di cho: "¡ Ordena a los !11¡us de Israel' " de los Ex ilados.
/•,'n toda ocasión es dicho: " ¡ /-labia a los hijos de I srael! "
/'adre m ise rico rdioso, ;,c1uínt.os Jllleulos hay en el mun do ?
Persas, babilonios, romanos .. . La: residencia. esencial de la Chekhina. está sobre la
/.os ru sos, ;, qné dicen ? tierra .. Los siete pecados sucesivos de Adán, de la genera-
:;,, emperador es el e m.perador. ción de Enoch, de los hombres del dilzwio de la torre
/,os r;ermanos, ;qué dicen? de Babel, de los egipcios en la época de A braham , de· los
Sn I mperio es el I mperio. Sodomitas y de los egipcios en la época de Moisés, han
Y yo, Leví I saac, hij o de Sara, de Berdit chev, digo : hecho remontar la Chekhina hasta el séptimo cielo . PeTO
011 e sea, exaltado y santificado el Nornbr e Divino . .. lo s m.éritos de Abralwm, de I saac, de .facob, de Le·ví, de
V yo, f. eví ! saac, hijo d e Sa.ra, de Berd it ch ev, digo :
QehaJl, de A m ram y, en fin, de Moisés, la han devuelto
No m e moveré de ahí, no dejaré este sitio,
sobre la tierra. (Literatura talmúdica Pesikta., 1, 2.)
...asta que ven{!a el fin ,
hasta que venga el fin del F:xilio :
Vit.gadal veyill¡ailach Chenié rabba ...
Qu e sea exaltado y santi/irado el Nombre /J iuino ..

¡ Mi bien amado es mío, yo soy de El!


El es mi Dios, y yo soy su pueblo.
El es mi padre, y yo soy su hijo.
El es mi pastor, y yo soy su rebwio.
El me canta, y yo le canto .
El proclama mi un icidad, y yo proclanw la s11)"a.

_, -
Cuando tengo necesidad de algo,
yo se lo pido ;
y cuando el tiene necesidad de algo,
EL m e lo pide, a mí.
• Porque está di cho: H abla a los H ijos de I srael
"i Aleluya! .
¡Alabad a Dios, voso tros, sus serv1do1es, atab ad et N om b re d1·v1·110.'" 203
Comienzo del salmo 113 (Haggada de Ma nt ua , siglo XV I.)
Di a los hijos de l srael,
¡que hagan esto, por Mí ! VI. LA R ESPONSA BJLIDAD DE JSR AEL
¡que hagan esto, por Mí !
Cuando estoy en la aflicción ,
acudo a El.
y cuando El está en la aflicción, Misión de sensibilidad en los siglos de sufrimiento;
El viene a mi,
Israel, corazón de la humanidad, servidor sufrido, lle-
porque está dicho: Y o estoy con mi pueblo
en la aflicción. vando las enfermedades de todos y permitiendo, por
(Midrach Rabba, sobre el Canto r de los Cantares, 2, 16.) eso mismo, a Dios manifestarse sobre la tierra: eso es
lo qu e Yehuda H alevy escribió textualmente, en el si-
glo xn en su Kuzari (II, 44). Pero en los siglos de tole-
rancia, de emancipación, de fraternidad, de aislamiento
de Israel, ¿tiene tod avía sentido? Sí, responde, en el si-
glo xrx, Sanson Rafael Hirsch, en un texto qu e resume
la misión no-conformista, eternamente profética y pro-
testanta, del judío.
] aimás el fu daísmo ... ¿ha sido de su siglo? ¿Puede ser
el judaísmo de su siglo ? ¿Ha podido serlo? ¿Pudo lle-
gar a serlo ?
Abraham ¿era de su tiempo, cuando el soberano de su
país le arrojaba en el horno de Caldea, po rque había des-
trozado los ídolos de su tiempo ? ¿Eran nuestros padres
de su tiempo, cuando les era menester estar en oprobio
de lo.s egipcios e inclinar durante siglos sus nuca'S al
yugo de la esclavitud, y dejar sumergir sus hijos recién
nacidos en las olas del Nilo? ¿Era Daniel de su tiempo,
cuando, con sus compa.ñeros de juventud, bajo la tutela
de Babilonia, se vefo reducido (]) alimentarse con la hier-
ba de los campos, y preferí(]) exponer su vida a lro boca
r_,~ t ro mpeta del Aíio Nuei·o recuerda a l srae/ s11 res po nsabilidad . de los leones, ante's que renunciar ª' la oración que decía
(M anuscrito del siglo XV .J tres veces al día, según la1costumbre de nuestros antepa-
sados, vuelto el rostro· hacia Jerusalén? ¿Eran los Maca-
beos de su tiempo, cuando su heroica temeridad desa-
fiaba, la invasión de las costum bres griegas y de lro
civilización griega? ¿Fueron de su tiempo los discípulo s
de Hillel y el hijo de Zaccai, cuando los romanos des -

204 206
tnúan por la es pada el reino de Judea, derribaban el hace parecer de otro siglo a los hombres superficiales de
T emplo de f erusalén, llevaban al matadero o al mercado cada siglo, he ahí u11. hecho claramente establecido des-
de esclavos a, los hijos de fud á o los arrojaban a! las fie- de el origen en /,a Biblia, y no se necesita ba de los tiem -
ras para divertir los oj os principescos?. .. Y después , du- pos modernos para que se lúcierw el sorprendente des -
rante siglos , <'". fue de su tiempo, ese judaísmo pa.ra el que cubrimiento. Y , sin embargo, ese aislamiento no es más
e11. toda comarca, en toda época, nuestros padres suf rie- que una1aparie11.cia1, y ninguna fe más que la: fe judía está
ron la opresión más infam.ante, la más insultante irrisión, destinada a llenar a. siis adeptos de un mnor one abarca
y la muerte bajo mil forma s? ¿Fue de su tiempo, du- a todo , de darles nn espírit;,, un cora,z ón a lo ; aue nada
rante todos esos siglos , el judaísmo? ¿ Res pondía: a: las humano sobre la vasta tie;ra les sea extra:ño, - a: inspi-
opiniones de los contemporáneos, no se exponía: a ser rarles la más ardiente, la m.ás activa simpatía oara todo
mal comprendido o desconocido, y hallaban entonces que sufrimiento hum.ano, para. todo progreso- lwm~uio , para
fuese una cosa cómoda y fácil el se r judío ? ¿ Y ' el deber hacerles entender y saludar, los más oscuros desvíos de
del judaísmo se ría! vivir con su siglo ? la. historia, el paso divino de la eterna Providencia , ha-
¿Qué habría sido del judaís mo, si nuestros padres hu- cerles plantar, sobre la tumba misma de la. moralidad
bieran tenido como· deber suyo el modelarlo a i¡nagen de entregada a; todas las corrupciones, la bandera de lo s
sus siglos? ¿Si, en Egipto, la sabiduría de los sace rdotes colores de es peranza del inevitable retorno hacia1 Dios
de Meroe, en Babilonia, los misterio s de Melytta, en Per- - pues toda. la /uerza de esa fe consiste precisamente en
sia. la magia de· Zoroastro, en Grecia lo s secretos de Eleu- poner en las concien cias esa convicción de que todos lo s
sis, o las leyendas popula res del Olimpo, o los sistemas hombres, todos, marchan, con 1srael, hacia el reino de
filosóficos sucesivam ente a la moda en Alejandría o en Ro- Dios sobre la tierra , haáa un reino que habitarán ¡Jor
ma, la quintaesencia de todas las opiniones y de toda s las todas pa.rtes la verdad y el amor, el derecho y la ;an-
creencias, o la. enseñanza: de los Dru.idas en la Galia, o fa tidad- . /1 ed A braham , ese primer judío aislado sobre
de los conventos y los monjes en la Edad Media, hubiera la tierra_ S u aislamiento ¿tien e· su igual ? Está solo, es
sido cada vez la m edida de la s reformas qne se imponían único, separado de todos, en contradicción con su siglo,
al judaísmo, y si, hoy todavía, para obedecer a. esa nne- con todo su siglo; y, en su pecho , qué corazón lleno de
va doctrina, nuestros co rreligiona.rios reform asen por modestia , lleno de dulzura, lleno de piedad univeTSal,
todas partes su judaísmp , y lo acomodasen, en todo país, lleno de amor para todos, y hasta para los hombres más
bajo todo clt:ma, a las ideas y a las costumbres de sus corrompidos de su tiempo. La sentencia de Dios se va
compatriotas? ¿ La-s opinio1bes, lais costu,mbres , las nece- a ejecutar sobre Sodoma y Camorra:, sob re el estercole-
sidades no varían , pu.es, de coma:rca: a comarca, de siglo ro de la. corrupción más completa que haya jamás e·xis-
a. siglo? ¿No es el judaísmo la religión , que, más que tido, ¿y qué hace A bra1/wm ? ¡Reza. por Camorra, reza
ninguna otra, está des tinada. a errar r.i través de todos los por S odoma! . A penas si Dios acaba de concluir co n
países y de todo s lo s siglos? ¿Y deb eríamos hacer que él y con sus descendientes ese pacto que le aísla de la
fu ese de su siglo? humanidad entera, y ante· su tienda, entre las púrpuras
Qu,e el judaísm o aísla, a los que lo profesa11.. que, les del Poniente, A braha:m acecha a los qu e pasan fatigados ,

206 207
a los extranjeros, a los idóla1tra.s, para invitarlos a su
morad{]), y para ejercer con todos los hombres, cuales-
quiera que sean, su piedad, su bondad, su amor univer-
sal y divino.
¿Y qué de sorprendente? Ese universalismo, ese amor
activo para todo lo que es huma1no, ¿no habían sido
precisamente la. esenci(J) y el objeto, el motivo y la sig-
nificación de su aislamiento? ¿No es precisamente ese
universalismo el que había hecho de Abmham un aisla-
do ? ... Y ha quedado como· el símbolo mismo del judaís-
m o ; A braham fue solitario por la humanidad, y, por la
humanidad, el judaísmo debe proseguir, a través" de los
tiempos, su marcha solitaria.. . hasta el día: en que " el
lobo viv(J) con la oveja., o el tigre descanse con el cabrito,
en que becerro, cachorro de león y camero vivan .~untos ;
entonces, no más crímenes, no más violencias sobre toda
la santa monta:ña, porque la tierra estará llena del cono-
cimiento de Dios, como el agua abunda en el lecho de
los mares". Entonces- únicamente entonces-cuando el
siglo esté con Días, Israel estará con su siglo.

208
El visionario . (Lit o grafía de Juliann e H ert z. }
VII. LA REDENCION UN IV ERSAL POR LA
UN ICIDAD DE ISRAEL

La místirn judw lanza un puente muy singular entre


el "Dios de nuestros padres" y la "Ley". Sustituye al
concepto general de creación el de la creación misterio-
1

sa. El mundo creado está entonces lleno de relaciones


misteriosas con la Ley. La Ley no es entonces extra:ña
al mundo; es la clave de esos secretos del universo; en
su lengua1je explícito se ocultaJ un sentido secreto que no
enunciaJ nada más sino la esencia misma del universo;
de tal suerte que' el Libro de la Ley reemplaza cerca
del judío el libro de la Naturaleza o también el firma-
mento e·strellado, en el que, en otro tiempo, los hombres
pretendían leer el destino terrestre, en signos incmhprer: -
sibles. Tal es la1 idea fundamental de' innumeraibles' rela-
tos, por los que el judaísmo ensanch(J) el mundo aparen-
temente estrecho de su Ley a las dimensiones del mundo
entero; por las que también la visión de ese mundo en-
cierra la del mundo por venir, precisamente porque esa
visión está prefigurada en la Ley. Todos los métodos
de la exégesis son utilizados y, hasta cuando parecen a
ve·ces inhabituale·s y hasta1 ridículos a los ojos de'l obser·
vador .. . , la significaáón unívoc(J) de esa exégesis sigue
siendo la siguiente : entre el Dios de los judíos y la: Ley
de los judíos se inserta la Creación entera. Desde enton-
ces, los dos, D'ios y su, Ley, son tan vastos como la1mis-
m{f) Creación.
Pero la: noción de Chekhina1permite a [a, mística judía
tender igualmente un puente entre el "Dios de nuestros
padres" y el "nsto de Israel" . .. Dios se da a su pueblo.,
comparte su sufrimiento, y parte con él en la miseria
de las tierras extranjeras, se exilia en los exilios de su
pueblo. Así como la idea de una preexistencia de ·la thora
en el mundo y de una1 creación del mundo en vista de la
thora, permitía a la sensibilidad judíai ver en · za thora
_ .... / "~
más que una thora judía y reconocer wllí efectivamente

-~::::
~~ ~.....~~-~·~. Las primeras etapas de la creación. (Haggada de Saraje\ 0 .)
1
T 1

el fundamento del mundo, así la idea de la Cheklúna


confiere al orgullo del " Resto de f srael" un valor más
universal. Porque los sufrimientos de ese Resto , esa so-
ledad y ese aislamiento perpetzws , todo eso se convierte
entonces en un su/ rimiento por Dios. La aventura de la
Chekhina, las peregrinaciones de la chispa de la fo z Di-
vina primitiva, arrojan entre el D1:os de los judíos y el
hombre judío la Revelación entera, y los anclan por eso
mismo a los dos, Dios y el Resto , en lai inmensa pro-
fundidad de la Revelación. Al conferir a la Ley signifi-
caciones cósmicas, la mística de la Creación permitía
el ensanchamiento del hecho judío en hecho unii¿ersal.
Del mismo modo, la mística de la Revelación sugiere
que en ese Dios que se entrega a. f srael hay un su/ ri-
miento divino, que debe ser superado ; que en esa re-
ducción de Israel a. las proporciones de u.n Resto, hay
la volzintad de acoge-r a. Dios en Exilio. Desde entonces,
la relación entre Dios e Israel es demasiado estrecha , in-
suficiente. Dios mismo, al asociar su destino al de Israel,
tiene necesidad de la Salvación. De ese modo, en el su -
/ rimien_to, la relación entre Dios y el Resto se rebasa .
Pero ¿ no' debería la Redención brotar de una relación
entre el " R esto y le Ley"? ¿Cómo únaginan esa rela- ·
ción? ¿Qué significa, para. el judío, "cumplir la Ley"?
¿Por qué la cumple? ¿Qué nociones asocia a ese cum-
plúniento ? ·
¿La recompensa celeste? ¡No sea.is como los servido-
res qu.e sirven a. su Seño r con/orme al sala.ria!
¿ La satisfa cción terrestr.,e? "No digáis : ¡no m e gusta
la. carne del cerdo!" Decid: " ¡me gusta mucho, pero mi
Padre, que está en el cielo, me ha prohibido come rla!"
· ¿ Por qué, pues, el judío cumple las prescripciones y
las costumbres infinitas ? "Pa:ra unir a Dios y la Che-
khina." Por esa. fórmula dispone su co razón, "en temor
y en amor", él, el individno, el Resto , "en el nombre de
todo Israel" , a cumplir el mandamiento que se presenta
a él. Las chispas divina s es parcidas a través del mundo
entero , las reunirá en su Exdio y las llevará a A que!

212
La e.Jpern alegre tlel M esías.
que se ha visto despojado . Cada acto, cada cumplimien-
to de una Ley provoca1n un fragmento de es<JJ Unifica-
ción. ¿Proclama r la Unidad de Dios? El judío llama
OJ eso, unificar a Dios. Porque esa Unidad está en la: me-
dida: en que deviene; es Devenir de Unidad. Y ese De-
venir está colocado en el alma1 y en las momos del
hombre.
El hom bre judío y la Ley judía: entre los dos se re-
presenta: el drama de la: universal Redención, en el que
están comprometidos Dfos, el mundo, la humanidad ...
Lo Estrecho, lo Más Estrecho, se han ensanchado a las
dimensiones de lo Entero, Todo, o mejor, se resuelven en
la: Unificación de Uno. La bajada a. las profundidades
más íntima,s se lw revelado como una ascensión hacia las
alturas supremas. El sentimiento del Ser- irreductible-
mente-judío, se transfigura en verdad rescatando al
Mundo. Es en la estrechez más íntima. del corazón judío
donde de pronto luce la Estrella de [OJ Redención. (Franz
Rosenzweig, L' Etoile de la Rédemption, 1921.)

2 15
R abí Gamliel ense!/ando fa Th o ra. (Haggada d e Sarajevo .)
standa rd, en lengua fran cesa, de la exéges is criti ca del Antiguo
NOTAS BIBLIOGRAFICAS T estam ento. La s páginas 83-152 y 198-219 (eornp lern entos biblio-
gráficos por A. Parrot, pág. 1034 y sgs.) s itúan la evolución
de los problemas literarios del Pentateuco desde S pinoza hasta
nuestros día s. A llí encontra rán, clasificados por tend encias, los
A.1 lec tor co n pri s_as, deseoso el e posee r una " vida " de Moisés, nombres de los autores que hemos sido ll evados a mencionar en
el libre ro le olr ecera µrobabl ementc la e lección e nlre nuestra exposición.
SHALUM As Cll: Mois és, 1954 (l radu citl o del americano edi ción Recomendarnos igualmente :
fran cesa de Calmann-Lévy) , y • '
The Old T estamenl and Modem Study. A Gen eralion of Dis-
J ACQUEs JVIAHTIN: M o is e, H o mm e de Die u 1953 ( Decruix el cover:y and R esearch, 1951 ( Claredon Press, Ox [ord). Obra co-
Juan ell. ' lectiva, publi cada por la Society for Old T estament S tudy, ba jo
Léal as d lec tor, sin olv id ar que tantos otro s esc rilorco,. rnud e r- la dirección de H. H. Rowley. Verdad ero balance de la ci encia
nos . o anl:Jguo 8, har: . corn pu_es to. nov.e las y . ensa yos biográf ico.1_; ve terotes tam enta ria , comp letando los datos del lib ro de Lods por
con11Jlcla111 enl e se rn e ¡an tes, s1 no me.1 o res. ll e aquí la s referen- un exam en de los prob lemas de arq ueología y de t eología.
cias d e algun.os, de esos es tudi os, rn eneionad os en el curso d e Sin e mb argo, toda s esas lec turas e~tán, en nu es tra opi1úón,
n ues lra ex pos1c10n :
condenadas a no ser sin o de mu y impe rfec tas aproximacion es.
F. ScHILLEH: Die S endung Mos is, J 783. Para ¡Jenetrar en el corazón de los problemas plant ea dos ·por la
AHAD HAAM: Moise (exlrac to de : Au Carrefour, tradu ci do vida , la obra y la infl uencia de Moisés, hay que pasar por las
del hebreo, Lipschutz, París). fuentes mismas de la espiritualid ad judía.
S. FREUD : Moi:se. et le monotheism e, 1911,z ( 1radu cidu del ale- Importa anlc todo remonta1· a la Biblia, que sería men ester
mán, P3rís). lee1· en el ori gina l hebreo, eu esa lengua de virtu des irreduci-
bl es y qu e, ad emá s, ha sido, sin interrupción desde Moisés, la
MAHT IN BuBrn: 111oses, 1946 ( tradu cc ión fran cesa a nun cia da Lengua del es tudio de y de la liturgi a judías, y ha ll egado a ser,
en la Col ección S inaí. P. U. F .). en nues tros dí as, Ja le ngua del hombre de la ca ll e en Tierra
T110MA S MA NN: Mois e, en L es dix Co mmandem ents, 1916 (Al- Santa. Aquí, tradu cir no es so lo trai cionar un a lengua, s ino
bin Mi chel). matar una traducción viva . .
El esbozo de Win ston Church ill , M oi:s e, Condu ctenr de oeu - De Lodo s modos, en la medida en qu e el rec urso de la tra-
p¡L~), se encuentra en R ejlexions et aventur es ( Dela chaux y Ni cs- ducción se dec lara ind is pensable, se es tá en el derec ho de exigir
t e . al tradu ctor un cono cimi ento a la vez di sc urs ivo e intuitivo d el
hebreo. No tab les es fu erzos se han intentado, en ese sentido, en
. Es. bu eno tambi én r e l e~ r las ve nera bl es biografía s cs piril ual cs el medio católico y protes tante fran cés. En parti cular, la Biblia
111sp¡rada s de la trad1 c1on de las grand es reli gion es bíb licas : de j erusalen ( Edi c. du CerO , obra colectiva dir igid a por lo s
EDMOND FLE<'.: Mois e raconté par les S age s, edi c ión definit i- Padres de la Esc uela Bíblica fran cesa de J erusal én, está esta-
v~, 1956. (Albm M1 che l) , pers pcc t iva del Midra ch judío t rad.i - blecida sobre el ori ginal hebreo, escrupulosa mente res pectado.
c10na l. Pero, a título experimental , se podría ll egar más lejos y r eali-
FILO N: Vida de Mo isé ,, 1950 ( uadu cción ino-l csa por Colsun zar un día, pa ra el conjunto J e la Bibli a hebrai ca, esa tradu c-
Whitaker, Londres), pe1s pec llva del Juda ís mo heleníst ico. ción " litera l" ( es decir, en el espíritu de la tradi ción judía:
G~EGORIO DE NYS ~A : JV/oise, .2." edi ción, 1955 ( tradu cid o por "!iel" a la cual Martín Buber y Franz Rise nzweig se han con-
Damelou, Cerf, Pans), perspec tiv a rlc la patrología cri stiana. sagrado para el al emán (Die S chrifl, Edi cion es Scho cken, 1920-
1930) que Edmundo Fleg ha in augurado en fran cés (Le Livrc
, Ex celente _intr~ducción a ese ' prob le ma de Moi sés en la tcol o- du Commencement, Genese , Edi cion es ·d u Chant Nouveau, París,
g1. a, en la liturgia Y en la iconogra[í a d el j udaí smo, del ni sLia - 1946), y que h emos tratado nosotros mismos de practicar en este
111smo y del Islam : libro sobre Moi sés, en dond e las citas bíbli cas han sido tradu-
llf o'ise , l'homme d_e l' Alliance, Cahiers Sioniens, 1954. ( Descléc) . cidas por nosotros en contacto inmed iato con "el · es pír itu de la
Se!'alamos en la P.ag. 19 de . nu es tro libro el es tudio del Padre letra h ebrai ca".
D e~ann sobre ~oise el la loi dans la pens ée de Saint Panl. En fin , es indispensable comprender el carácter es pecífi co del
lncl1camos tamb1en la notabl e inves tigación de R enée Bloch: com entario u·adi cional judío. Nos habría gu stado pod er presen-
0 .llelques aspects de la figur e de M oise dans la tradition rabbi- tar aquí un catálogo metód ico de las traducciones fran cesas de
niqu~, _redactada algu nas se mana s antes de s u muerte prematura
esos textos clásicos de la espiritualidad judía. Todo judío ilus-
y trag1ca. tra do sabe que para penetrar en la Biblia es preciso comenzar por
.Los. probl emas . d ~ ord en ~ i e ntf fi co so n ~ v ocado s por A. Lod" : RACHL Más, la obra de ese rabino qu e vivió · en Troyes-en-Cham-
H1.stoire de La Liueralure hebraique et ¡uw e, 1950 (Pa yot). Obra

216 217
[lagne, en el siglo XI, y cuyo texto h ebreo está sembrado de glosas ~ión cristiana del fariseísmo; para la filosofía medieval: G. VAJ DA,
en lengua de 011, no es tá todavía traducido al francés. Anuncian !ntrodu ct.ion a la pensee juive du Mo yen Age, 1947 (Vrin); parn
una tradu cción muy próxima. Consolemos esperando, al lectm, la mística judía, la obra mayor de G. G. ScHOLEM, Les .grands
políglota: existen traducciones de Ra chi en latín, en alemán /y en courants de la mystique judive, 1950 (Payot); para una vista de
inglés. conjunto sobre la h-i storia _judía : CECIL Ron1, Histoire du Peuple
¿Qué decir de los otros Ma es tros, menos populares qu e Rachi?, fudif, 2.• ecl., 1957 (La Terre Retrouvée . París); para ;l probl<:-
ma del antisemitismo: LEÓN P oLIAKOV, Histoir e du l Antisemi-
¿ de la inm ensa literatura talmúdi ca?, ¿de la ri ca literat ura mís· tisme, 1955 ( Calmann Lévy), JuLEs IsAAc, J esús et Israel, 1948
ti ca? (Albín Michel), MARCEL S1MON, Verus Israel, 194~ (el.e_ Bocsar.d),
En el momento actual no poseemos, en traducción integral, más y el drama Varsovia, de RABI, ensayo de ex phcac10n m1stica
que raros textos, entre los cuales conviene mencionar: (Ophrys, Gap., 1953) ; para el sionismo: I. ConEN, L e mou.veme_n t
Mo1sÉs MArMONIDES : L e Cuide des Egarés, 1856-1866 (trad. sioniste, 1945 (Terre Retrouvée) y A. CnoURAQUI, L Etat d Isra el,
por Salomón Munk, París). · 1955 (P . U. F.).
BMIYA lBN PAQUDA : lntroduction aux Devoirs des Coeurs, Florilegio de textos en : E. Frnc, Anthologie !udive, 3.ª ed.,
1952 (Trad. por Andrés Chouraqui, Desclee de Brouwer). 1951 (Sulliver).
MOCHÉ HAYYIM LuzZATO: Le sentier de R ectitude , 1956 (trad. En fin , dos obr as clave del pensamiento judío contemporáneo,
por Aron Wolf y Jean Poliatschek. Colección Sinaí, P. U. F .). cuva traducción en fran cés es m·cli entemente desea bl e :
Son excelentes logros. Otras empresas, dema sia do ambiciosas, F RosENZWEJG: Der Stern der Erlosung, 1920 (Schocken), Y
es tán por eso consagradas al fr acaso, a pesar del_, mérito d e sus A. i-IESCHEL: God S earch of Man, 1956 (The Jewish Publication
a utores. De ese modo las traduccion es de pasaj es enteros d el Society of America, Filadelfia).
Talmud (Rabinowicz, Schwab) o de la Ca bale (Jean de Pau]y,
Vuillaud) permiten tod o lo más al lector experto controlar s u es-
tud io con el original. La insuficiencia es también muy clara en
la obra del P . Bonsirven, cuya erudición no por eso se compro-
mete. P ero ¿cómo podría sen tirse invitado el lec tor a meditar los
T ex tos Rabbiniques des deux premiers siecles chretiens (Roma,
1955), si, desde la introducción, el compilador le pon e en guardia ILUSTRACIONES ·
contra ese "fárrago". De todas maneras, un estudio serio de la
tradición judía no puede verdaderamente em prenderse más que
con disciplina oral, con Ja asistencia d e un Maestro. A falta d e
eso, es preferible contentarse con estudios sobre esas cuestiones.
P ero también ahí se impon en ciertas precauciones. En particu- El autor y los editores agradecen a M . Edmond-Maurice. L évy,
lar, no hay que creer qu e un estudio re dactado por un judio sea conservador de la Biblioteca de la Alianza Israelita Universal ,
necesariamente de inspiración judía. Si el Moúe ele Eclmocl Fleg qu.e ha puesto' a su disposición los documentos siguientes (fotos
es auténticamente .i udío, si el ensayo d e Ahad Haam correspon de Edi cion es de Senil) : cubierta , 4·, 21, 4°0, 42, 44, 46, 48, 50, 52,
a una concien cia judía (el texto ha sido co mpuesto en 1904, con 57, 102, 103, 146 , 148, 155, 167, 173, 174,, 189, 195, 199, 201,
ocasión del advenimi ento d el sionismo), n o oc urre lo mismo con 202 210 214. Así c O'Illo ª 'l doctor Andrés Bernheim, q;ue les ha
el Mo'ise de Martín Buber. Buber es uno ele los pensadores judíos co~ unic~do docum entos de su colección (fotos Roch e-Edicion es
contemporáneos más notables, P,e10, en su Moise, sigu e los sen- de Senil); 9 (b) , 10, 11, 12, 14·, 15, 16, 17, 19, 54, 55, 121, 131,
deros hollados de la exégesis crítica y ese libro no tiene otro mé-
rito que el de la erudi ción. En cuanto al Mo'ise dans l'histoire et 145, 151, 179.
dans la legende, por M. A. H alevy (Ce lección Judaisme, Rieder,
1927), es un · libro espiritualmente a nónimo, que habría podido Las demás ilustraciones tienen por origen: Fotos Izis: 37,
acoger cualquiera otra colección. 139, 213. Fotos Archivos Municipales de Estrasburgo: 23, 56,
Propon emos, pues, para guiar al lec tor novicio, una elección de 60, 61, 70, 71, 96, 101, 14.0, 149. Archivos Fotográficos: 8 (b),
lecturas indirectas que le harán penetrar inme di atamente en el 62 (a), 63, 65, 73 (a), 76, 78. Alinari-Giraudon: 9 (a), 185. Haufs-
clima ele la tradición y del pensamiento judíos a uténti cos. Para taeng,l -Girau clon: 110. Edi cion es d e Senil: 8 (a), 13, 32, 125, 161,
el período bíblico, nues tra Essence du Prophetisme, 1955 '(P. U. 187, 191, 197. Roger-Viollet: 62 (b), 66, 67, 73 (b), 74, 79, 83, 86,
F.) ; para el espíritu fariseo y la literatura talmúdica : A. CoHEN, 104, 126, 130, 164. Bulloz: 88, 89. Revista Bíblica ( Gabalda): 114.
Le Talmu.d, 1933 (Payot), y R. TRAVERS HEnFORD, Les Pharisiens,
1930 (Payo t), admirable testimonio de un esfu erzo d e compren- Frank: · 177.

218 219
ff!STORJ A
"PO CAS /-/ECHOS ESPT/llTUALES 11/X' l! ()S POUT1 r o s UNf V /c' ll.SAf,

Epoca Bíblica
C onqui sta d e C :.rna~í n . Egipto.
S. xv o Exodo. M o isés. H <1c ia 1000 a. C . : Apo geo del Re in o .
J os ué Da vi d , Sa - Fe ni c ia .
S. x 111 . Judi catura y Re aleza. 586 a. C.· C a ída d el Primer Templo . Asiria y C ald ea: Na-
Los Profetas. iomó n·.
E., ili o de Babil on i<t . buco do noso r .
Los ]nspirados. Elías, Am ós, l sa ía s .
.l cre111 Í<1s, Ezeq ui e l. 5 16 a. C . Vuelta y H.cslaurnció n . Los Persas: C iro .
S. v. Acabamiento. <le la Bi b li a .
Ez ra , Nch c mfo s.

Epoaa del 1egundo Templo


H ac ia 444 Los Escrib a ~ . L a G rtt n Sina.i.:oga . Sim cú n el Justo.
E l Sirac ida. Dislocac ió n del Imperio
a . C. El h eleni sm o y Ja resiste ncia h<i smon ca n a al h ele- :le A lejandro el G ran -
n ismo . Jüdas M acabeo.
de .
Proselitism o judío en el mundo m ed iter rá neo: los Prep o nd e rancoia helenís-
Setenta. . . . 165 a. C.· R e be lió n asm o nca na. tica.
Las tend e ncia s espirituales: sad ucrn m ¡;;mo , esscm s- El Maestro de Jus· Reco nquista de la inde pend en cia política.
m o (manuscrito " de Qumran). fa r1i s~ísm o (c~ sc~ a n­ ti c ia . 6J a. C . : Ent rada de P o mpeyo en J e rusaJ én .
za de la Le y Oral) , fil osofía hclc ni s t1ca , m es ianism o H i 1J e 1, C h ;1111m a y,
40 a. C.: R e inado de Hero des el Grande . El 'Im perio Roman o.
70 d . a po calíptico (nacimiento de l cristianism o) . R abí Ga mli el. Fi ló n 6 d . C.: Pal esti na , provi ncia r om a na. /\u guslo, Tiberi o .
de Alejandría.
67- 70 d . C.: G ue rra y dest ru cció n del ScguJ1d o Vcspasiano , Tito
J esú s, Ca ifás, Pedro , Templo .
Sa n Pablo.

Diáspora. Centro Babilónico


70 d . El Tal mud d e J erusal én . Rabí Y o h an~n ben
Adrian o
E l Ta lmud d e Bab il onia. Zaqqay.
En .Babi lonia: Imperi o
L a. literatura h o mili ética , éti ca, fil osófi ca mística Rabí Aqui ba. 135 l nsurrecc ió n y de rr o t a del fal so M es ías Bar- parto.
del Midraeh. Rabí J uda e l Santo. Kokba . Adve nim.iento d el Im pe-
Los Ma est ros del pe nsa mi ento lalmúdi co : Tanaim . Rab í M e ir. 5J7: Ed ict os de Just. inia no; pé rdida de la iglialdad ri o á rabe. Co nqui ~ ta d e
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Diá•pora1 Centro Occidental


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blica y talmúdica.
Los problemas espiritua les de la pe rsecución: repcn- G ucrch o n de M ctz .
sa miento mesiánico de la vocac ió n de Jsrael. M e ir de R otembur-
go.
David R cube ni .
J ose lin de R osh e im .

220 221
EPOCAS HECHOS ESPJRITUALES LOS T-IEROE/3 11/S TUlllA
111;c11 o s l'O LITI COS UN! Vl"RSA /,

Oiá•pora: Centro Oriental


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L as tom as de conciencia. n ista .
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1948: Proclam ació n del Estado d e I sra el.
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U nidos.
Asunto Slan sky y proceso de Jas Blusas Blan ca s
(:11 el dominio sov iético.
Persecució n y expulsió n de los judÍO"i de Egipto .

222 223

/,
INDIC E

Proximidad de Moisés .. Pág . 7


ldentidad de Moisés . .. . 35
Vocación de Moisés . . . . . . 87
F. I Exodo o el d esc uhr imi <' nto riel ¡iníjimo 99
La R evela c ión o la L ey . . 108
E l Des ie rto o la A li an za . .. 127
La vocación judía . . 14 l
El Exod o o la mi s ió n hum a na H7
La Ley o la fid e li dad cós m ica 162
L a Alian za o la so ledad mes iá n.i ca 17 7
Siete temas de la fidelidad judía a Moisés 193
T. El Hu ma ni s mo pasc ual 19.~
rl . Prestig ios d e l a Li te ra li dad ·196
lH. L a lnmed ia tida d 198
TV. El T ut eo . . . . .. .. . .. . ... . . . . . . 20 1
V. El F.x ili o de Dios 20:3
\IT. La r es ponsa bili dad de :Is ra e l 205
V ff. La R ede nció n ' uni ve rsa l rio r la Uni c id ad
de Isra el 21·1
Notas bi bliog rá/ icas 2 16
! lustracion es 2 19
Cua dr o s1.n óp1 ir·n 220
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