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Boff La Santc3adsima Trinidad Es La Mejor Comunidad
Boff La Santc3adsima Trinidad Es La Mejor Comunidad
COMUNIDAD
Leonardo Boff
Índice
Advertencia
Introducción: La santísima Trinidad es nuestro programa de
liberación
1. En el principio está la comunión de los tres, no la soledad del uno
1. De la soledad del uno a la comunión de los tres
2. En el principio está la comunión
3. ¿Por qué solamente tres personas divinas y no dos o una sólo?
4. Es peligroso decir: un solo Dios en el cielo y un solo jefe en la tierra
5. Una experiencia desintegrada de la santísima Trinidad
6. La misma gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo
7. La santísima Trinidad es un misterio que siempre hay que conocer de
nuevo
8. La perijóresis: la interpenetración de las tres divinas personas
9. Las dos manos del Padre: el Hijo y el Espíritu Santo
2. El proceso de revelación de la santísima Trinidad
10. ¿Cómo se reveló el Padre de cariño infinito?
11. ¿Cómo se reveló el Hijo, nuestro hermano?
12. ¿Cómo se reveló el Espíritu Santo, nuestra fuerza?
13. La conciencia trinitaria de los primeros cristianos
14. El Antiguo Testamento: preparación para la revelación de la santísima
Trinidad
3. La razón humana y la santísima Trinidad
15. ¿Cómo expresaron los cristianos la santísima Trinidad?
16. Tres maneras. de entender la santísima Trinidad
17. Las palabras-clave para expresar la fe en la santísima Trinidad
18. Formas erróneas de entender la santísima Trinidad
4. La imaginación humana y la santísima Trinidad
19. Creer también con la fantasía
20. La persona humana como imagen de la Trinidad
21. La familia humana, símbolo de la Trinidad
22. La sociedad como imagen de la Trinidad
23. La Iglesia, gran símbolo de la Trinidad
24. El mundo, sacramento de la Trinidad
5. Lo que es la santísima Trinidad: la comunión de vida y de amor
entre los tres divinos
25. La Trinidad es una eterna comunicación de vida
26. Yo-tú-nosotros: la santísima Trinidad
27. La Trinidad como una eterna autocomunicación
28. La santísima Trinidad es la mejor comunidad.
29. Lo masculino y lo femenino dentro de la santísima Trinidad
30. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo existen desde siempre juntos
31. En la Trinidad todas las relaciones son ternarias
32. Tres soles, pero una sola luz: así es la santísima Trinidad
6. La comunión de la Trinidad: crítica e inspiración para la sociedad y
la Iglesia
33. Más allá del capitalismo y del socialismo real
34. De una Iglesia-sociedad hacia una Iglesia-comunidad
7. La persona del Padre: Misterio de ternura
35. ¿Quién es el Padre? Misterio de ternura
36. El Padre, la raíz eterna de toda la fraternidad
37. El Padre maternal y la madre paternal
38. El Padre, el principio sin principio
39. Cómo aparece el Padre: en el misterio de todas las cosas
8. La persona del Hijo: Misterio de comunicación y principio de
liberación
40. ¿Quién es el Hijo? La comunicación eterna
41. El Hijo eterno del Padre eterno en el Espíritu Santo
42. Lo masculino y lo femenino del Hijo, nuestro hermano
43. La misión del hijo: liberar y hacer a todos hijos e hijas
9. La persona del Espíritu Santo: Misterio de amor e irrupción de lo
nuevo
44. ¿Quién es el Espíritu Santo? El motor de la liberación integral
45. El Espíritu está siempre junto al Hijo y al Padre
46. La simultaneidad del Espíritu Santo con el Padre y el Hijo
47. La dimensión femenina de! Espíritu Santo
48. Misión del Espíritu Santo: Unificar y crear lo nuevo
49. La relación única entre el Espíritu Santo y María
10. La Trinidad en el cielo y la Trinidad en la tierra:
La historia interna de la Trinidad reflejada en la historia externa de
la creación
50. Como era en el principio: la eternidad de la Trinidad
51. La Trinidad del cielo se manifiesta en la tierra
52. La gloria y la alegría de la Trinidad
53. La creación proyectada hacia la comunión
54. Cada persona divina ayuda a la creación del universo
55. Signos trinitarios bajo la sombra de la historia
56. Ahora y siempre: la Trinidad en la creación y la creación en la Trinidad
Conclusión: Resumen de la doctrina trinitaria: el todo en muchos
fragmentos
Glosario: Palabras técnicas y afines de la reflexión trinitaria
Advertencia
Detrás de todos los grandes problemas humanos hay siempre una cuestión
teológica. Hay siempre una exigencia de radicalidad, es decir, de un
sentido último, de una referencia definitiva. Cuando uno estudia estas
cuestiones se hace teólogo, independientemente de su inscripción religiosa
o confesional, del uso que hace o deja de hacer de la terminología técnica
que ha creado la llamada "teología". Hay una pregunta insoslayable: ¿Cuál
es la estructura última del ser? ¿Qué se esconde detrás de lo que vemos,
vivimos y sufrimos? ¿Qué podemos esperar? ¿Habrá un último bienestar?
¿Quién nos acogerá?
Las respuestas a estas cuestiones existenciales y sociales están
codificadas en las religiones. Las teologías intentan darles legitimidad con
todos los recursos de la razón y de otras formas de convencimiento. A
pesar de este carácter institucional, cada persona interroga por su cuenta y
busca una respuesta que llegue a adecuarse a su percepción de la
realidad.
Normalmente, cada tipo de sociedad produce su adecuada representación
religiosa. La religión que domina en un grupo es la religión del grupo
dominante. La forma dominante de representar a Dios se ve influida por la
forma con que la cultura dominante representa a Dios. Y esta cultura
representa a Dios dentro del marco de sus intereses fundamentales. Así,
en la sociedad capitalista, basada en el desinterés del individuo, en la
acumulación privada de los bienes, en la prevalencia de lo particular sobre
lo social, normalmente la representación de Dios acentúa el hecho de que
Dios es uno solo, de que es el Señor de todo, de que es todopoderoso y
fuente de todo poder. De ahí se deriva normalmente que los detentores del
poder en la tierra son sus representantes naturales. El mongol Mangu-
Khan escribió una carta al rey de Francia en donde expresaba bien este
raciocinio lógico: "Este es el orden del Dios eterno: en el cielo hay un solo
Dios eterno y en la tierra tiene que haber un solo señor, Gengis-Kahn, el
hijo de Dios". En su sello se lee: "Un Dios en el cielo y Khan en la tierra:
sello del Señor de la tierra".
La Iglesia, en su faceta institucional-histórica, se ha desarrollado dentro del
marco occidental, fuertemente caracterizado por la concentración del poder
en pocas manos. Se ha inculturado dentro de unas matrices en las que el
poder monárquico, el principio de autoridad y de propiedad prevalecían
sobre otros valores más comunitarios y societarios. Así es como se
entiende el perfil histórico actual de la institución eclesiástica, con su modo
propio de distribución social del trabajo religioso entre clérigos y laicos,
marcadamente poco participativo. Dentro de este contexto, difícilmente
podría asimilarse el misterio trinitario como comunión de las tres distintas
personas, que respetada su distinción por causa del amor y de la
comunión son un solo Dios. Una doctrina trinitaria basada en la unidad de
la única naturaleza divina o de la figura del Padre, causa única y fuente
última de toda la divinidad, se presentaría como más adecuada al contexto
general de la cultura. No sin razón predomina en la conciencia de la Iglesia
un monoteísmo atrinitario o pretrinitario más bien que una verdadera
conciencia trinitaria de Dios. La vuelta a una comprensión radicalmente
trinitaria de Dios ayudaría a la Iglesia a superar el clericalismo y el
autoritarismo, todavía vigentes en los comportamientos eclesiásticos. El
desafío para la estructura eclesial no es propiamente la secularización ni la
politización de la fe; éstos son riesgos menores; el verdadero desafío para
el tipo actual de institución que concentra todavía demasiado poder en el
clero es la vivencia de la fe trinitaria, de la fe-comunión entre distintos, que
forman una comunidad viva y abierta. Esta fe llevaría a toda la estructura
de la Iglesia a un proceso de conversión. La misma estructura sería
evangelizada, ya que Puebla enseñó muy bien que "la evangelización es
una llamada a la participación en la comunión trinitaria " (n. 218). Esto se
aplica fundamentalmente a la Iglesia como institución.
Por otro lado, hemos de reconocer que el espíritu de comunión y por eso
mismo la raíz trinitaria de la Iglesia se conservó y se vivió mejor en la
vida religiosa y en el cristianismo popular. En estos terrenos el poder es
más participado y está muy presente el sentido de fraternidad. Esta tiene
que abrir cada vez más espacios a la participación igualitaria de todos, sin
discriminación alguna por razones de sexo o de la función específica que
uno ocupa en el conjunto eclesial. Sólo entonces podrá ser verdad lo que
dice el concilio Vaticano II: "De esta manera la Iglesia toda aparece como
el pueblo reunido en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo"
(Lumen gentium 4).
Igualmente comprobarnos, en los procesos sociales de hoy, una inmensa
voluntad de participación, de democratización v de transformaciones que
fomentan la gestación de una sociedad más igualitaria, participativa,
pluralista v fraternal. Este anhelo se afianza mejor con una comprensión
trinitaria de Dios. Más aún, encuentra en la fe cristiana en el Dios-comunión
de las tres divinas personas la utopía trascendente de todas las búsquedas
humanas de formas más participativas, comunionales y respetuosas de las
diversidades. Dios-Trinidad es lo que es. Pero la fe en Dios-Trinidad-de-
personas-distintas, enfrentada con esta realidad emergente, adquiere una
especial importancia. La Trinidad se revela también en la dimensión
política. La fe en la comunión trinitaria se puede convertir en una bandera
de liberación integral y de principio promotor de los afanes de participación
personal, social e histórica.
Nuestras reflexiones intentan reforzar este proyecto social a partir del
propio terreno específico de la teología trinitaria. Queremos
transformaciones en las relaciones sociales, porque creemos en Dios.
Trinidad de personas en eterna interrelación e infinita perijóresis.
Queremos una sociedad que sea más imagen y semejanza de la Trinidad,
que refleje mejor en la tierra la comunión trinitaria del cielo y que nos
facilite más el conocimiento del misterio de la comunión de los divinos tres.
Este libro traduce en un lenguaje más asequible lo que expusimos con una
terminología técnica en La Trinidad, la sociedad v la liberación (1987).
Consideramos la concepción trinitaria de Dios tan revolucionaria para la
sociedad, la Iglesia y la autocomprensión de la persona, que nos
disponemos a difundirla en esta forma más popular y, según espero, más
universalmente comprensible. Por el hecho de que hemos de tratar con lo
más importante y fascinante, hemos tenido que trabar una lucha
permanente con las palabras, para que fueran las más adecuadas.
Realmente, pierden consistencia cuando se las confronta con lo Inefable de
la comunión de las tres divinas Personas. Resultan como alusiones o
frágiles saetas que apuntan hacia el misterio siempre conocido y al mismo
tiempo siempre desconocido en todo el conocimiento. Pero estamos
convencidos de que apuntan en una dirección exacta.
INTRODUCCIÓN
La santísima Trinidad es nuestro programa de
liberación
¿POR QUÉ nos ocupamos hoy de la santísima Trinidad? Creer en un solo Dios
constituye ya una gran dificultad. ¡Cuánto más creer en tres personas que son un
solo Dios! ¿Vale la pena creer en Dios? ¿Qué ganamos con ello? ¿Qué cambia en
nuestra existencia el hecho de decir con toda sinceridad: creo en Dios, creo en el
Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, siempre juntos y en comunión de vida y de
amor?
Estamos convencidos de que vale la pena creer en Dios. Con ello queremos
expresar la convicción de que no es la muerte la que tiene la última palabra, sino la
vida; no es el absurdo el que gana la partida, sino el sentido pleno. Decir creo en
Dios significa: hay alguien que me rodea, que me abraza por todas partes y que me
ama; él me conoce en lo mejor de mí mismo, en el fondo del corazón, en donde ni la
persona amada puede penetrar; él conoce el secreto de todos los misterios y la
dirección de todos los caminos. No estoy solo en este universo abierto con mis
interrogantes, para los que nadie me da una respuesta satisfactoria. El está
conmigo, existe para mí y yo existo para él y delante de él. Creer en Dios quiere
decir: existe una última ternura, un último seno, un útero infinito, en el que puedo
refugiarme y tener finalmente paz en la serenidad del amor. Si esto es así, vale la
pena creer en Dios. Esto nos hace ser más nosotros mismos, potencia nuestra
humanidad.
Pero no basta acoger la existencia de Dios. ¿Cómo vive Dios? ¿Cómo es? Aquí es
donde entra la santísima Trinidad. Creemos que Dios no es soledad, sino comunión.
El uno no es lo primero, sino el tres. Primero viene el tres. Luego, debido a la
relación íntima entre los tres, viene el uno como expresión de la unidad de los tres.
Creer en la Trinidad significa: en la raíz de todo lo que existe y subsiste hay
movimiento, hay un proceso de vida, de extroyección, de amor. Creer en la Trinidad
significa: la verdad está del lado de la comunión y no de la exclusión; el consenso
traduce mejor la verdad que la imposición; la participación de muchos es mejor que
el dictado de uno solo. Creer en la Trinidad implica aceptar que todo se relaciona
con todo, formando un gran todo; que la unidad resulta de mil convergencias y no de
un factor solamente.
Nosotros nunca vivimos; siempre convivimos. Todo lo que favorece la convivencia es
bueno y vale la pena. Por eso vale la pena creer en ese modo comunitario de la
existencia de Dios, de la forma trinitaria de Dios, que es siempre comunión v unión
de tres.
No necesitamos responder a la cuestión: ¿Cómo se relaciona ese Dios-Trinidad con
los hombres? Es algo evidente. El nos incluye a todos y nos sobrepasa con su
comunión. Pero ¿cómo se relaciona con la utopía de los pobres y de los oprimidos?
Estos casi siempre han sido vencidos y convencidos por los poderosos de que son
débiles y de que no pueden vencer. Pero, a pesar de todo, viven, dormidos y
despiertos, el sueño de una humanidad sin oprimidos ni opresores. Los oprimidos
son los verdaderos portadores de esperanza, ya que son los únicos que viven de la
esperanza y necesitan de ella para seguir resistiendo y buscando la liberación. ¿Qué
es lo que desean finalmente los pobres? Quieren algo más que el pan, la casa y el
trabajo. Quieren una sociedad que se organice de tal forma que todos con su trabajo
puedan ganarse el pan y construir su casa. Y esa sociedad solamente se levantará
cuando logre estructuras sobre la participación del mayor número posible de sus
miembros, dispuesta a superar las desigualdades sociales, proponiéndose respetar
las diferencias y decidir la realización de la comunión entre todos y con el destino
trascendente a la historia.
En este contexto de búsqueda es donde la Trinidad gana especial importancia. En
ella encontramos realizado de forma definitiva nuestro programa liberador. En
efecto, en ella hay diferencia y distinción, hay igualdad y perfecta comunión y hay
unión de personas hasta el punto de que son una sola realidad divina, dinámica y en
eterna reproducción. Mirando hacia la Trinidad sacamos las oportunas
consecuencias para nuestra realidad social con vistas a su trasformación.
Considerando nuestros anhelos, especialmente el de los oprimidos, descubrimos en
la Trinidad su concreción utópica, su convergencia final más allá de nuestra propia
imaginación.
Vale la pena creer en la Trinidad y en un Dios-comunión, porque un Dios semejante
se compagina con lo más excelente de nuestra naturaleza y no se opone a nuestras
búsquedas más fundamentales. Al contrario, sale a nuestro encuentro y se ofrece a
sí mismo como su plena realización.
CAPÍTULO 1
En el principio está la comunión de los tres, no la
soledad del uno
1. De la soledad del uno a la comunión de los tres
¿Cómo es el Dios de nuestra fe? Muchos cristianos se imaginan a Dios
como un ser infinito, omnipotente, creador del cielo y de la tierra, que vive
solo en el cielo y tiene a sus pies toda la creación. Es un Dios bondadoso,
pero solitario. Otros le conciben como un padre misericordioso o un juez
severo. Pero siempre piensan que Dios es solamente un ser supremo,
único, sin posibles rivales, en el esplendor de su propia gloria. Podrá estar
con los santos, con las santas y los ángeles en el cielo. Pero todos ellos
son criaturas; por muy grandiosas que sean, no dejan de haber salido de
las manos de Dios; por tanto, son inferiores, solamente semejantes a Dios.
Pero Dios estaría fundamentalmente solo, porque hay un solo Dios. Esta
es la fe del Antiguo Testamento, de los judíos, de los musulmanes y
comúnmente de los cristianos.
Necesitamos pasar de la soledad del Uno a la comunión de los divinos tres,
Padre, Hijo y Espíritu Santo. Al principio está la comunión entre varios, la
riqueza de la diversidad, la unión como expresión de entrega y donación de
una persona divina o las otras.
Si Dios significa tres personas divinas en eterna comunión entre sí,
entonces hemos de concluir que también nosotros, sus hijos e hijas,
estamos llamados a la comunión. Somos imagen y semejanza de la
Trinidad. En virtud de esto, somos seres comunitarios. La soledad es el
infierno. Nadie es una isla. Estamos rodeados de personas, de cosas y de
seres por todas partes. Por causa de la santísima Trinidad, estamos
invitados a mantener relaciones de comunión con todos, dando y
recibiendo, construyendo todos juntos una convivencia rica, abierta, que
respete las diferencias y beneficie a todos.
La fe cristiana no niega la afirmación: sólo existe un Dios. Pero comprende
de forma distinta la unidad de Dios. Por la revelación del Nuevo
Testamento, lo que existe de hecho es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Dios es Trinidad. Dios es la comunión de los divinos tres. El Padre, el Hijo y
el Espíritu Santo se aman de tal manera y están tan interpenetrados entre
sí que están siempre unidos. Lo que existe es la unión de las tres divinas
personas. La unión es tan profunda y radical que son un solo Dios. Es algo
similar a tres fuentes que constituyen un único y mismo lago. Cada fuente
corre en dirección a la otra; entrega toda su agua para formar un solo lago.
Es algo similar a tres focos de una misma lámpara, que constituyen una
sola luz.
Es preciso cristianizar nuestra comprensión de Dios. Dios es siempre la
comunión de las tres divinas personas. Dios-Padre nunca está sin el Dios-
Hijo y el Dios-Espíritu Santo. No es suficiente confesar que Jesús es Dios.
Hay que decir que él es el Dios-Hijo del Padre junto con el Espíritu Santo.
No podemos hablar de una persona sin hablar también de las otras dos.
2. En el principio está la comunión
Dios es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en comunión recíproca.
Coexisten desde toda la eternidad; nadie es anterior ni posterior, ni
superior ni inferior al otro. Cada Persona envuelve a las otras, todas se
interpenetran mutuamente y moran unas en otras. Es la realidad de la
comunión trinitaria, tan infinita y profunda que los divinos tres se unen y
son por eso mismo un solo Dios. La unidad divina es comunitaria, porque
cada persona está en comunión con las otras dos.
¿Qué significa decir que Dios es comunión y por eso Trinidad? Sólo las
personas pueden estar en comunión. Implica que una esté en presencia de
la otra, distinta de la otra, pero abierta, en una reciprocidad radical. Para
que haya verdadera comunión, tiene que haber relaciones directas e
inmediatas: ojo a ojo, rostro a rostro, corazón a corazón. El resultado de la
entrega mutua y de la comunión recíproca es la comunidad. La comunidad
resulta de relaciones personales, en las que cada uno es aceptado como
es, cada uno se abre al otro y da lo mejor de sí mismo.
Pues bien, decir que Dios es comunión significa que los tres eternos,
Padre, Hijo y Espíritu Santo, están vueltos unos a los otros. Cada persona
divina sale de sí misma y se entrega a las otras dos. Da la vida, el amor, la
sabiduría, la bondad y todo lo que es. Las personas son distintas (el Padre
no es el Hijo ni el Espíritu Santo, y así sucesivamente), no para estar
separadas, sino para unirse y poder entregarse unas a otras.
En el principio está no la soledad del uno, de un ser eterno, solo e infinito.
En el principio está la comunión de los tres únicos. La comunión es la
realidad más profunda y fundadora que existe. El amor, la amistad, la
benevolencia y la entrega entre las personas humanas y divinas existen
por causa de la comunión. La comunión de la santísima Trinidad no está
cerrada sobre sí misma. Se abre hacia fuera. Toda la creación significa un
desbordamiento de vida y de comunión de las tres divinas personas, que
invitan a todas las criaturas, especialmente a las humanas, a entrar
también ellas en el juego de la comunión entre sí y con las personas
divinas. El mismo Jesús lo dijo muy bien: "Que todos sean una sola cosa;
como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean una sola
cosa en nosotros" (Jn 17,21).
"Se ha dicho, en forma bella y profunda, que nuestro Dios, en su misterio
más íntimo, no es una soledad, sino una familia, puesto que lleva en sí
mismo paternidad, filiación y la esencia de la familia, que es el amor. Este
amor, en la familia divina, es el Espíritu Santo"(Juan Pablo II en Puebla,
e128 de enero de 1979, hablando a la Asamblea del CELAM).
CAPÍTULO 2
El proceso de revelación de la santísima Trinidad
CAPÍTULO 3
La razón humana y la santísima Trinidad
CAPÍTULO 4
La imaginación humana y la santísima Trinidad
CAPÍTULO 5
Lo que es la santísima Trinidad:
La comunión de vida y de amor entre los tres
divinos
32. Tres soles, pero una sola luz: Así es la santísima Trinidad
Muchos cristianos encuentran una dificultad especial en imaginarse a las
tres personas divinas como un solo Dios. ¿Cómo es posible que tres sea
igual a uno? Hemos de decir enseguida, como ya lo hicimos al principio,
que cuando hablamos de tres personas y de un solo Dios no estamos
haciendo ninguna matemática y ninguna operación contable. Las Escrituras
no cuentan nunca nada en Dios. Sólo conocen la expresión "único". El
Padre es "único", el Hijo es "único" y el Espíritu Santo es "único". Lo único
no es un número, el primero de una serie, sino justamente la negación de
todo número. Lo "único" no tiene semejantes ni subsecuentes. Es sólo él y
nadie más. Por eso, en la santísima Trinidad no existe ninguna suma.
Hemos de partir de aquí: existen tres únicos: el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo. Esta afirmación es importante: el fundamento de toda la realidad
descansa sobre la coexistencia de tres únicos y no en la soledad del uno,
siempre idéntico a sí mismo. Los tres únicos son irreductibles entre sí. Son
distintos, pero no desiguales. Así también está el samba, el rock, la bossa-
nova, el canto gregoriano, que son diferentes géneros de música, pero no
son desiguales en dignidad y valor. La diferencia no es sinónimo de
desigualdad. Todos son expresiones musicales. Algo semejante ocurre con
los tres únicos. Son distintos: el Padre no es el Hijo ni el Espíritu Santo,
pero los tres son igualmente eternos e igualmente Dios. Si son distintos, es
para poder estar en comunión y poder intercambiar su propia riqueza. Los
tres únicos jamás están yuxtapuestos, uno al lado del otro. Los divinos tres
éstán eternamente vueltos unos a los otros. Más aún: moran el uno dentro
del otro, comulgan de la vida y del amor de uno y de otro de forma tan
infinita y perfecta, que constituyen una única comunidad. Por eso decimos,
sin ir contra la lógica y la matemática: las tres personas divinas están de tal
modo relacionadas entre sí, se interpenetran tan amorosamente y con
tanta radicalidad y totalidad, que constituyen un solo Dios.
Hemos de referirnos a las experiencias humanas de amor y de intimidad en
relación con el espíritu, el corazón y las personas, para poder entender
esta unidad. Son dos los que se aman y en la familia son tres (padre,
madre, hijos). Pero su atracción es tan profunda que sienten que forman
una sola vida y una sola fusión de corazones y de destino. Algo semejante
e infinitamente más perfecto pasa con los divinos tres: el amor, la
comunión entre sí y la circulación de la vida de cada uno, entregada
siempre y eternamente a los otros, son tan absolutos que constituyen la
unidad de Dios. Como decía san Juan Damasceno: La santísima Trinidad
es como tres soles. Están de tal forma el uno dentro del otro que dan
origen a una sola luz. Así Dios, siendo tres personas, es eternamente un
solo Dios-amor.
Para vislumbrar un poco el misterio de la comunión de los divinos tres,
hemos de calar muy hondo en nuestras propias experiencias. Conviene
escuchar la llamada del amor, que quiere unión, comunión, fusión con la
persona humana. En el fondo, ya no queremos decir: `yo pienso, yo quiero,
yo hago'; sino "nosotros pensamos, nosotros queremos, nosotros hacemos';
juntos y en comunión. Si esto ocurre con nosotros, pálida imagen de la
Trinidad, ¡cuánto más ocurrirá entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,
tres personas y un solo Dios-amor-vida, verdadero prototipo de todo cuanto
existe y cuanto vive!
CAPÍTULO 6
La comunión de la Trinidad:
Crítica e inspiración para la sociedad y la Iglesia
CAPÍTULO 7
La persona del Padre: Misterio de ternura
CAPÍTULO 8
La persona del Hijo: Misterio de comunicación y
principio de liberación
CAPÍTULO 9
La persona del Espíritu Santo:
Misterio de amor e irrupción de lo nuevo
44. ¿Quién es el Espíritu Santo?
El motor de la liberación integral
El Espíritu Santo es aquel que supera la relación yo-tú (Padre-Hijo) e
introduce el nosotros. Por eso el Espíritu Santo es por excelencia la unión
entre las personas divinas; es la persona que revela para nosotros con
mayor claridad la interrelación eterna y esencial entre los divinos tres. En la
historia, el Espíritu se muestra como una fuerza volcánica, como un
vendaval que toma a las personas y las arrastra a hacer obras grandes. Así
ocurre con los líderes carismáticos como los jueces, con los profetas, con
el siervo doliente que lucha por el restablecimiento del derecho y de la
justicia, con los reyes investidos de poder para proteger al pueblo, con el
mesías, portador de todos los dones del Espíritu. Podemos resaltar
algunas características del Espíritu.
Él es la fuerza de lo nuevo y de la renovación de todas las cosas: crea
orden en la creación, hace surgir al nuevo Adán en el seno de María,
impulsa a Jesús a la evangelización, resucita al crucificado de entre los
muertos, anticipa a la humanidad nueva en la Iglesia y nos trae, al final, el
nuevo cielo y la nueva tierra.
El Espíritu es el que actualiza la memoria de Jesús, el liberador. No deja
nunca que las palabras de Jesús se queden muertas, sino que sean
continuamente releídas, adquieran nuevos significados y fomenten nuevas
prácticas.
El Espíritu es el principio liberador de las opresiones de nuestra situación
de pecado, que la Biblia llama con el nombre de "carne". La "carne" expresa
el proyecto de una persona vuelta hacia sí misma, que se olvida de los
otros y de Dios. El Espíritu es el continuo generador de libertad (cf 1Cor
3,17), de entrega a los demás y de amor. El Espíritu es el padre de los
pobres, infundiéndoles esperanza para sacudir las opresiones que
soportan, haciéndoles soñar siempre con un mundo reconciliado y justo y
luchar para realizarlo. Finalmente, el Espíritu es la fuerza creadora de
diferencias y de comunión entre las diferencias. Es él el que suscita entre
las personas los más diversos dones y en las comunidades los más
diferentes servicios y ministerios, como se enseña en la epístola a los
Romanos (c. 12) y en la primera a los Corintios (c. 12). Pero esta
diversidad no deriva en desigualdades y discriminaciones. Todos bebemos
del mismo Espíritu (1Cor 12,13). Los dones no se dan para la
autopromoción, sino para el bien de la comunidad (1Cor 12,7).
El Espíritu se derramó sobre todos. Él habita en los corazones de las
personas, dándoles entusiasmo, coraje y decisión. El consuela a los
afligidos, mantiene viva la utopía en las mentes humanas y en la
imaginación social, la utopía de una humanidad totalmente redimida, y da
la fuerza para anticiparla, incluso a través de las revoluciones dentro de la
historia. El es una persona divina junto con el Hijo y el Padre, emergiendo
al mismo tiempo que ellos y estando esencialmente unido a ellos en el
amor, en la comunión y en la misma vida divina.
Bíblicamente, el Espíritu es como un huracán y un vendaval Es una forma
de transformación lo mismo que el amor, que es más fuerte que la muerte.
El Espíritu no es, como para nuestra cultura, algo etéreo e indefinible. ¡Qué
inmenso dinamismo engendraría la espiritualidad si aceptáramos al Espíritu
como energía vital y siempre innovadora!
CAPÍTULO 10
La Trinidad en el cielo y la Trinidad en la tierra:
La historia interna de la Trinidad reflejada en la
historia externa de la creación
50. Como era en el principio: La eternidad de la Trinidad
Nosotros estamos en el tiempo. El futuro viene, pasa por el presente y se
transforma en pasado. 0 también venimos del pasado, atravesamos el
presente y caminamos hacia el futuro. Todos tenemos un comienzo, un
medio y un fin. Nos encontramos dentro de un espacio de tiempo limitado.
Con la santísima Trinidad las cosas son distintas. Ella es eterna, no tuvo
comienzo ni tendrá fin. Nos enfrentamos aquí con un misterio abismal, que
supera nuestro pensamiento y nuestra misma imaginación. ¿Cómo arrojar
un poco de luz sobre este misterio? Quizá sólo lo consigamos
negativamente, es decir, diciendo lo que no es la eternidad; lo que es en sí
misma es algo que se nos escapa por completo. Pero no por eso hemos de
caer en el mutismo. Si no hay conceptos, hay al menos algunas
indicaciones.
Eternidad no significa un tiempo interminable e ilimitado. Eternidad no
quiere decir un envejecer sin fin, sino una juventud permanente y sin
amenaza. Si fuera una duración interminable, entonces deberíamos afirmar
que Dios no tiene fin. Pues bien: las criaturas racionales tampoco tienen
fin. Un día comenzaron a existir gracias al acto amoroso de las tres divinas
personas y son eternizadas para siempre en la comunión trinitaria. ¡Pero
tuvieron un comienzo! La santísima Trinidad nunca comenzó. Existió
siempre, desde el principio y eternamente; y nunca cesará de existir. Aquí
es donde surge el limite de nuestra comprensión: ¿Cómo representarnos a
alguien que siempre existió? Nuestra experiencia nos atestigua que todo lo
que conocemos comenzó algún día, se va desarrollando y acabará
muriendo. O bien, en el caso de las personas, que comenzaron un día y
pasarán a una eternidad sin fin. Con la santísima Trinidad no hay un
comienzo ni habrá un fin. Lo que nos presenta dificultades no es tanto el
sin-fin, sino el sin-comienzo. Por eso la eternidad no significa una cantidad,
sino que quiere expresar una cualidad divina. La santísima Trinidad es tan
perfecta, posee la vida de una forma tan plena y simultánea, que no
presenta ninguna insuficiencia. El estar abierto y en comunión es
perfección. Si ella asocia a su comunión perijorética a otras personas y
hasta al universo entero, no es por carencia, sino por sobreabundancia.
Ella se expansiona infinitamente y se expresa, y en cada momento es
absoluta y totalmente plena.
Cuando decimos que la Trinidad existe desde el principio, queremos
confesar lo siguiente: antes de que hubiese la más mínima porción de
materia atómica, antes de que irrumpiese cualquier señal de vida, antes de
que comenzase la sucesión de los tiempos, el Padre ya existía
expresándose totalmente en el Hijo y amando juntos infinitamente al
Espíritu Santo. Nosotros, como criaturas, estábamos en la mente divina
como proyecto a realizar en un momento determinado y así poder
participar de la comunión trinitaria. No entendemos lo que estamos
diciendo. Pero queremos afirmar solamente que el amor, la comunión, el
entrelazamiento amoroso de las divinas personas es una realidad tan
extraordinaria y tan plena, que siempre existió y existirá para siempre.
La eternidad es un problema solamente cuando queremos entenderla. Y
nunca la entenderemos. Pero se transforma en una fuente de alegría
cuando sabemos y creemos que vamos a participar de ella en una fiesta
sin fin, en un banquete de hermanos y hermanas, de amigos, en plenitud,
en una victoria sobre el tiempo, deslumbrante, sin la menor sombra de
amargura.
CONCLUSIÓN
Resumen de la doctrina trinitaria:
El todo en muchos fragmentos
1. Cuando hablamos de Dios, debemos pensar siempre en la santísima
Trinidad La Trinidad es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, siempre juntos
y en comunión perfecta. Esta comunión perfecta hace que las tres divinas
personas sean un solo Dios-vida-amor.
2. Es peligroso quedarse sólo con la afirmación de un único Dios fuera de una
fe trinitaria. Hay líderes religiosos y politicos que invocan esta comprensión
unicista de Dios para justificar su autoritarismo y exclusivismo.
3. Lo que permite vislumbrar por qué las tres divinas personas son un solo
Dios es la perijóresis. Perijóresis significa la interrelación eterna que existe
entre los divinos tres. Cada persona vive de la otra, con la otra, por la otra y
para la otra persona. Están desde siempre entrelazadas e interpenetradas,
de manera que no podemos pensar ni hablar de una persona, por ejemplo,
del Padre, sin tener que pensar y hablar también del Hijo y del Espíritu
Santo.
4. Solamente conocemos a la Trinidad en sí misma a partir de las señales
que nos ha dejado en la historia, en la vida humana, en las religiones y en
la Biblia. En el camino de Jesús y en la acción del Espíritu Santo en los
primeros cristianos aparece claro que existe el Dios-Padre, el Dios-Hijo y el
Dios-Espíritu Santo, siempre juntos y en eterna comunión recíproca.
5. El desafío fundamental de la fe trinitaria es éste: ¿Cómo compaginar tres
en uno y uno en tres? ¿Cómo se llega de la trinidad de personas a la
unidad de un solo Dios y cómo se pasa de la unidad de un solo Dios a la
trinidad de personas?
6. La Iglesia expresa su doctrina oficial de esta forma: Dios es una naturaleza
en tres personas. La naturaleza responde a la unidad de la Trinidad. La
persona garantiza la Trinidad en la unidad. Existen, además, dos
procesiones, esto es, dos maneras por las que una persona procede de la
otra. El Padre engendra al Hijo (primera procesión) y el mismo Padre junto
con el Hijo espira al Espíritu Santo (segunda procesión). Están, además,
las relaciones, esto es, las conexiones que rigen entre los tres: la
paternidad, la filiación, la espiración activa y la espiración pasiva. Por las
relaciones las personas se distinguen unas de otras. También se
distinguen por su propia personalidad específica. Finalmente, están las
misiones del Hijo, para liberarnos y hacer hijos e hijas, y del Espíritu Santo,
para santificarnos y reconducirnos al seno de la santísima Trinidad.
7. Hay tres maneras consagradas de profundizar racionalmente en la doctrina
trinitaria: las corrientes ortodoxa, latina y moderna. La teología ortodoxa (de
la Iglesia ortodoxa de oriente) parte de la unidad de la naturaleza del
Padre. El Padre es fuente y origen de toda la divinidad. El por su boca
profiere la palabra, que es el Hijo. Al proferir la palabra le sale
simultáneamente el soplo, que es el Espíritu Santo. Los tres reciben del
Padre toda la naturaleza divina; por eso son consustanciales. La teología
latina (de la Iglesia romano-católica) y otras parten de la naturaleza divina,
que es espiritual. El Espíritu absoluto, sin principio y origen de todo, es el
Padre. El Padre se conoce por su inteligencia y engendra el Hijo. El Padre
y el Hijo se aman, y juntos espiran al Espíritu Santo. En los tres se
encuentra la misma naturaleza; por eso hay un solo Dios. La teología
moderna parte de las tres personas juntas. Destaca el hecho de que las
tres están siempre interrelacionadas y en eterna comunión (perijóresis).
Esta relación es tan absoluta que los divinos tres se unifican sin fundirse,
siendo así un único Dios vivo.
8. Hay tres maneras equivocadas de pensar la fe en la Trinidad. Está primero
el triteísmo, por el que se afirma que existen tres dioses: el Padre, el Hijo y
el Espíritu Santo. En esta visión no se considera la perijóresis, es decir, el
entrelazado eterno entre los divinos tres. Está luego el subordinacionismo,
que considera solamente al Padre como el Dios verdadero. El Hijo y el
Espíritu Santo están subordinados a él, sin poseer la misma naturaleza
divina. Así se niega la igualdad divina entre las tres personas Y está,
finalmente, el modalismo, que afirma la existencia de un único Dios, pero
con tres modos de manifestarse en el mundo. Cuando el único Dios crea,
usa la máscara de Padre; cuando libera, el pseudónimo de Hijo, y cuando
santifica y lo reconduce todo hacia el Reino, se presenta con la cara del
Espíritu Santo. En esta visión se abandona la trinidad de personas.
9. Todas las expresiones técnicas que utilizamos para intentar comprender
algo de la Trinidad poseen un valor aproximativo, analógico y figurativo,
como "generación" por parte del Padre en relación con el Hijo, o
"espiración" por parte del Padre y del Hijo respecto al Espíritu Santo, o las
demás palabras como "naturaleza", "persona", "relaciones", "procesiones",
"misiones". Podernos utilizar también la forma bíblica de expresarse, como
"revelación", "reconocimiento", "comunión", "vida" y "amor".
10.La razón no es el único acceso al corazón de la Trinidad. Existe también la
fantasía. Por ella captamos mejor la significación existencial que la
santísima Trinidad tiene para nuestra vida. Por la fantasía es como
percibimos que la persona humana, la familia, la comunidad, la sociedad, la
Iglesia y el cosmos son señales, símbolos y sacramentos de la Trinidad.
11.En virtud de la interrelación (perijóresis) entre las tres divinas personas,
todo en ellas es ternario y participado. Esto no impide que haya acciones
propias de cada una de las personas, por las que aparece la propiedad de
la persona singular.
12.La acción propia del Padre es proyectar toda la creación en el acto de
"engendrar" al Hijo a la luz del Espíritu Santo. Por eso todos los seres
tienen un carácter de misterio (que viene del Padre) y también un carácter
filial (que viene del Hijo, engendrado por el Padre), así como un sentido
espiritual (lleno de dinamismo, que viene del Espíritu Santo).
13.La acción propia del Hijo es la plena comunicación de la revelación y la
encarnación. Por ella nos libera de nuestra inhumanidad y nos diviniza,
haciéndonos hijos e hijas de Dios.
14.La acción propia del Espíritu Santo es unificar y crear lo nuevo mediante la
santificación. Así lo realizó plenamente en Jesús y de un modo totalmente
personal en María santísima.
15.El sentido último de la creación es poder ser receptáculo de comunicación
de las tres divinas personas. La comunión trinitaria se abre hacia fuera e
invita a la creación, a las personas y a todas las criaturas a participar de su
vida de comunión. La creación, al final de la historia, será el cuerpo de la
Trinidad.
16.La comunión, que es la naturaleza de la Trinidad, significa criticar todas las
formas de exclusión y de no-participación que existen y persisten en la
sociedad y también en las Iglesias. Propugna, además, las
transformaciones necesarias para que haya comunión y participación en
todas las esferas de la vida social y religiosa. La santísima Trinidad
representa el mejor programa para la liberación integral.
17. La santísima Trinidad es un misterio sacramental. Esto significa que
es una realidad que aparece en muchos signos, que puede ser cada vez
más conocida, sin que acabe nunca nuestro esfuerzo por conocerla. Por
ello, incluso en la eternidad, viviendo dentro de las tres divinas personas,
nunca dejaremos de crecer en el conocimiento, siempre abiertos a
descubrir nuevos aspectos, sin terminar nunca nuestra sed de saber, de
amar, de palpar y de convivir.
GLOSARIO
Palabras técnicas y afines de la reflexión trinitaria
ACCIÓN AD EXTRA (hacia fuera): Se dice de las acciones que la Trinidad
realiza hacia fuera del círculo trinitario, como la creación del universo,
la revelación, la salvación de los seres humanos.
ACCIÓN AD INTRA (hacia dentro): Se dice de las acciones intratrinitarias,
dentro del círculo trinitario, como la generación del Hijo y la espiración
del Espíritu Santo.
ACCIÓN APROPIADA: Es una acción atribuida a una de las personas
divinas, aunque sea realizada juntamente por las tres, debido a una
afinidad con las propiedades de aquella persona. Así, se atribuye al
Padre la creación, al Hijo la redención y al Espíritu Santo la
santificación.
ACCIÓN PROPIA: Es una acción específica de una persona determinada,
como la encarnación del Hijo o la venida del Espíritu Santo sobre
María en el momento de la concepción de Jesús.
AFIRMACIÓN ESENCIAL: Es aquella afirmación que se fundamenta en la
esencia divina, igual y única en las tres personas. Una afirmación
esencial es, por ejemplo, decir que Dios es misericordioso, infinito,
eterno; es decir: la esencia divina es eterna, infinita, misericordiosa.
AFIRMACIÓN NOCIONAL: Es aquella que se basa solamente en las
personas en su distinción unas de otras. Hay cuatro afirmaciones
nocionales: el Padre engendra, el Hijo es engendrado, el Padre y el
Hijo (o el Padre por el Hijo) espiran al Espíritu Santo, el Espíritu Santo
es espirado por el Padre y por el Hijo (o a través del Hijo).
ANÁFORA: Literalmente significa "ofrecimiento"; es la parte central de la
celebración eucarística, que incluye la consagración, la anamnesis
(recuerdo de la pasión, muerte, resurrección y ascensión de Cristo) y
la comunión.
ANAMNESIS: Literalmente significa "memorial"; es el recuerdo, después de
la consagración del pan y del vino, de la pasión, muerte, resurrección
y ascensión de Cristo.
APOFÁTICO: Literalmente significa "sin palabra"; es la actitud del teólogo
ante el misterio divino; después de decir todo lo que puede, guarda
silencio respetuosamente. Se dice que hay una teología apofática, que
termina en el silencio de la veneración y la adoración.
ARKÉ: Expresión griega para significar el hecho de que el Padre es
principio, fuente y causa única en la generación del Hijo y en la
espiración del Espíritu Santo. Véase principio, causa.
ARRIANISMO: Es una herejía propuesta por Arrio (250-336), sacerdote de
Alejandría (Egipto). Arrio afirmaba el subordinacionismo, o sea: el Hijo
(y el Espíritu Santo) son subordinados al Padre; son criaturas
sublimes, creadas antes del universo, pero no son Dios. Está,
además, el subordinacionismo adopcionista: el Hijo fue adoptado
como Hijo por gracia del Padre, pero no tiene la misma naturaleza del
Padre.
CARISMA: En griego significa "gracia"; es un don o una habilidad que el
Espíritu Santo concede a una persona con vistas al bien dé todos.
CIRCUMINCESIÓN: Significa la interpenetración activa de las personas
divinas entre sí, debido a la comunión eterna que vige entre ellas.
Véase Perijóresis.
CIRCUMINSESIÓN: Indica el estar o el morar de una persona en otra, ya
que cada persona divina solamente existe en la otra, con la otra, por la
otra y para la otra. Véase Perijóresis.
DOXOLOGÍA: Fórmula de alabanza (doxa en griego). Aparece
generalmente al final de las oraciones, en las que se da gracias al
Padre por el Hijo en la unidad del Espíritu Santo.
DS: Abreviación del nombre de dos teólogos (Denzinger-Schónmetzer),
que publicaron el libro Enchiridion Symbolorum, de f initionum et
declarationum de rebus fidei et morum, que es un elenco de los
credos, definiciones y declaraciones sobre asuntos de fe y de moral
que el magisterio de la Iglesia (concilios, sínodos y pronunciamientos
oficiales del papa) pronunció a lo largo de la historia del cristianismo.
La primera edición es de 1854, y la última (32), de 1963.
ECONOMÍA: Son las diversas fases de realización del proyecto de Dios en
la historia o de la progresiva revelación del mismo Dios; en el campo
trinitario, economía significa el orden en la procesión a partir del
Padre: en primer lugar viene el Hijo, y luego el Espíritu Santo.
EK: Partícula griega que corresponde al latín ex o de, y significa la
procedencia de una persona divina de la otra. Así, el Hijo es
engendrado de (ek o ex o de) el Padre; el Espíritu Santo procede del
Padre y del Hijo (según la teología latina).
EKPOREUSIS: Término griego para designar la procedencia del Espíritu
Santo a partir del Padre, que es siempre Padre del Hijo. En latín, el
término es spiratio (espiración).
EPIKLESIS: Celebración en la que se invoca al Espíritu Santo.
ESENCIA DIVINA: Es aquello que constituye al Dios trino en sí mismo, la
divinidad; es el ser, el amor, la bondad, la verdad y la comunión
recíproca, en la forma de lo absoluto e infinito. Véanse también
Naturaleza, Sustancia.
ESPIRACIÓN: Acto por el que el Padre, junto con el Hijo, hace proceder a
la persona del Espíritu Santo (según los latinos) como de un único
principio. Los griegos hacen proceder al Espíritu solamente del Padre
y del Hijo o del Padre a través del Hijo.
FILIOQUE: Literalmente, "y del Hijo"; doctrina según la cual el Espíritu
Santo procede del Padre y del Hijo como de un solo principio. Esta
interpretación doctrinal se llama también "filioquismo"; es frecuente
entre los teólogos latinos.
GENNESIS: Término griego para expresar la generación del Hijo por parte
del Padre.
GESTALT RELACIONAL: Término usado por el teólogo alemán J.
Moltmann para expresar la contribución del Hijo en la espiración del
Espíritu Santo junto con el Padre; la persona del Espíritu proviene del
Padre, mientras que la configuración concreta (Gestalt) de la persona
del Espíritu Santo se deriva del Hijo. Es relacional, porque las
personas están siempre vueltas hacia las otras y dentro de las otras.
HOMOIOUSIOS: Literalmente, "de naturaleza semejante"; herejía según la
cual el Hijo no es igual, sino de naturaleza semejante al Padre.
HOMOIOUSIOS: Literalmente, "de la misma o igual naturaleza"; se dice
que el Hijo y el Espíritu Santo tienen la misma e igual naturaleza que
el Padre; las personas son consustanciales.
HIPÓSTASIS: Término griego para designar a la persona divina. Véanse
Persona y Prósopon.
INNASCIBILIDAD: Propiedad exclusiva del Padre, la de no ser engendrado
ni derivado de nadie; es principio sin principio.
KÉNOSIS: Expresión griega que significa "aniquilamiento" o "vaciamiento";
es el modo que escogieron las personas divinas (el Hijo y el Espíritu
Santo) de comunicarse en la historia. Se opone a doxa, que significa
el modo glorioso.
KOINONÍA: Expresión griega, equivalente a communio (comunión) en latín;
es el modo propio de relacionarse entre sí las personas, incluso las
divinas.
MISIÓN: En la teología trinitaria significa la autocomunicación de la
persona del Hijo a la naturaleza humana de Jesús de Nazaret, y del
Espíritu Santo a los justos, a María y a la Iglesia. Se trata de la
entronización de la humanidad en el seno del misterio trinitario.
MISTERIO: En sentido estricto significa la realidad de la santísima Trinidad
como inaccesible a la razón humana; incluso después de comunicada,
puede ser conocida indefinidamente sin ser captada jamás totalmente
por la mente humana. Dios trino es misterio en sí mismo, no sólo para
la mente humana, ya que la Trinidad es esencialmente infinita y
eterna. En sentido histórico-salvífico, el Dios trino es un misterio
sacramental, o sea, un misterio que nos es comunicado por las
actitudes y palabras de Jesús y en la acción del Espíritu Santo en la
comunidad eclesial y en la historia humana.
MODALISMO: Doctrina herética según la cual la Trinidad constituye sólo
tres modos de ver humanos del único y mismo Dios, o también tres
modos (máscaras) de manifestarse el mismo y único Dios a los seres
humanos; Dios no sería trinidad en sí, sino estrictamente uno y único.
MONARQUÍA: En lenguaje trinitario significa la causalidad única del Padre;
sólo el Padre engendra al Hijo y espira, siendo Padre del Hijo, al
Espíritu Santo; es una expresión típica de la teología greco-ortodoxa.
MONARQUIANISMO: Es la negación de la Trinidad en nombre de un
estricto monoteísmo.
MONOTEÍSMO: Es la afirmación de la existencia de un uno y único Dios; el
Antiguo Testamento conoce un monoteísmo pre-trinitario, anterior a la
revelación de la santísima Trinidad; puede haber, después de la
revelación del misterio de la Trinidad, un monoteísmo atrinitario: se
habla de Dios sin tener en cuenta la trinidad de personas, como si
Dios fuera una realidad única y existiera sólo en su sustancia; existe el
monoteísmo trinitario: Dios es uno y único, debido a la única sustancia
que existe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo, o debido a la
comunión eterna y a la perijóresis que vige desde el principio entre las
tres divinas personas.
NATURALEZA DIVINA: Es la sustancia divina una y única en cada una de
las personas; responde a la unidad o a la unión en Dios.
NOCIÓN: Son las características propias de cada una de las personas, que
las diferencian a unas de otras: la paternidad y la innascibilidad para el
Padre, la filiación para el Hijo, la espiración activa para el Padre y el
Hijo, la espiración pasiva para el Espíritu Santo. Por tanto, hay cinco
nociones.
PATREQUE: Literalmente, "y por el Padre"; en la Trinidad todas las
relaciones son ternarias; así el Hijo se relaciona con el Espíritu Santo
junto con el Padre o por el Padre; de la misma forma, el Espíritu Santo
ama al Hijo por el Padre y junto con el Padre, etc.
PEGHE: Expresión griega para designar al Padre como fuente única e
infinita de donde brotan el Hijo y el Espíritu Santo.
PERIJÓRESIS: Expresión griega que significa literalmente que una
persona contiene a las otras dos (sentido estático) o que cada una de
las personas interpenetra a las otras, y recíprocamente (sentido
activo). El adjetivo perijorético designa el carácter de comunión que
vige entre las divinas personas. Véanse Circumincesión y
Circuminsesión.
PERSONA: En lenguaje trinitario significa lo que es distinto en Dios; es la
individualidad de cada persona, que existe simultáneamente en sí y
para sí y en eterna comunión con las otras dos. Véanse Hipóstasis y
Subsistencia.
PROCESIÓN: Es la derivación de una persona a partir de la otra, pero
consustancialmente, en la unidad de una misma naturaleza, sustancia,
esencia o divinidad.
PRÓSOPON: Literalmente significa máscara o careta; en lenguaje trinitario
es una palabra griega para designar a la persona divina en su
individualidad; es sinónimo de hipóstasis. Véase Persona.
RELACIÓN: En lenguaje trinitario significa la ordenación de una persona a
las otras, o la eterna comunión entre los divinos tres. Hay cuatro
relaciones: paternidad, filiación, espiración activa y espiración pasiva.
SABELIANISMO: Herejía de Sabelio (comienzos del siglo II en Roma),
llamada también modalismo: el Hijo y el Espíritu Santo serían simples
modos de manifestación de la divinidad, y no personas distintas.
Véase Modalismo.
SÍMBOLO: En sentido técnico de la teología antigua designa los
formularios por los que la Iglesia resumía oficialmente su fe; es
sinónimo de credo.
SPIRITUQUE: Literalmente, "y del Espíritu"; como las relaciones en la
Trinidad son siempre ternarias, se dice que el Padre engendra el Hijo
junto con el Espíritu Santo, o que el Hijo reconoce al Padre junto con
el Espíritu Santo.
SUBORDINACIONISMO: Es la herejía de Arrio, según la cual el Hijo y el
Espíritu Santo estarían subordinados, en relación desigual, al Padre,
sin poseer de forma idéntica la misma naturaleza; serían entonces
criaturas excelentes, sólo adoptadas (adopcionismo) por el Padre en
su divinidad.
SUBSISTENCIA: Es uno de los sinónimos de persona o hipóstasis; como
en la Trinidad no hay nada accidental, se dice que las relaciones entre
las personas son relaciones subsistentes; la persona es considerada
como una relación subsistente.
SUSTANCIA: En lenguaje trinitario designa lo que une en Dios y es
idéntico en cada una de las personas. Véase Naturaleza y Esencia.
TEOGONÍA: Proceso por el que surge la divinidad o explicación del
misterio de la Trinidad de tal forma que da la impresión de que las
personas no son coeternas y coiguales, sino que se producen unas a
otras.
TEOLOGÍA: En lenguaje trinitario designa la Trinidad en sí misma,
prescindiendo de su manifestación en la historia; teología se opone
entonces a economía.
TEOLOGÚMENO: Se dice de una teoría teológica propuesta por los
teólogos, pero que no pertenece al depósito de la fe; es un
teologúmeno afirmar, por ejemplo, que el Espíritu Santo asumió la
realidad humana de María, haciendo de su maternidad humana una
maternidad divina.
TRIADA (TRIAS): Expresión griega para designar la trinidad de personas.
TRINIDAD ECONÓMICA: Es la Trinidad en cuanto que se autorreveló en la
historia de la humanidad y actúa con vistas a nuestra participación en
la comunidad trinitaria.
TRINIDAD INMANENTE: Es la Trinidad considerada en sí misma, en su
eternidad y comunión perijorética entre el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo.