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Aurora Edo
University CEU Cardenal Herrera
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All content following this page was uploaded by Aurora Edo on 06 March 2020.
Editores
Juan Carlos Suárez Villegas
Luis Alfonso Guadarrama Rico
Jannet Valero Vilchis
Paola Panarese
Todos los derechos reservados. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el
diseño de la cubierta, puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento
electrónico o mecánico. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación
pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de
sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de
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obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).
© Los Autores
Madrid, 2017
e-mail: info@dykinon.com
http://www.dykinson.es
http://www.dykinson.com
ISBN: 978-84-9148-106-5
Resumen. Los medios de comunicación tienen una ineludible responsabilidad social a la hora de
informar sobre el problema estructural de la violencia de género al constituirse como una de las
principales fuentes de educación ─formal e informal─ de la ciudadanía. En este sentido, el cómo
los medios reconstruyen y transmiten esta realidad es fundamental para que la ciudadanía tome
conciencia sobre la magnitud social de este problema y pueda posicionarte en contra de ella. Fue
en 1997, a raíz del caso de Ana Orantes, cuando medios e instituciones ─públicas y privadas─
comienzan a ser conscientes de la importancia cualitativa de este tipo de información, y es
también este caso el que supone un punto de partida para la autorregulación de los propios
medios. Desde entonces, son muchos los códigos deontológicos, pautas y recomendaciones que
se han publicado, promovidos tanto por los propios profesionales de los medios como por
instituciones públicas y asociaciones y colectivos de mujeres, para orientar en el correcto
tratamiento de la información sobre violencia de género en la actividad periodística. La presente
comunicación recopila, clasifica y sintetiza estos documentos publicados al respecto hasta ahora
en España, principalmente, y también alguno de América Latina. Tras la búsqueda y
recopilación de los códigos, se ha procedido a su clasificación de acuerdo con una serie de
criterios como: año de publicación; persona, organismo o colectivo que los promueve y publica;
lugar de publicación; etc. En lo referente a la síntesis, la homogeneidad de los códigos permite
ofrecer una serie de normas, a modo de conclusiones, que comparte la mayoría de los
documentos deontológicos, tales como denominar de la manera más adecuada al problema de la
violencia de género; contextualizar la información en el seno de una sociedad patriarcal con
unos roles y estereotipos masculinos y femeninos muy definidos; no definirla como sucesos
aislados y fortuitos; huir del sensacionalismo; consultar fuentes expertas; etc. Además de
exponer detalladamente los hallazgos de este estudio comparativo de los documentos ya
publicados y recopilados, la comunicación pretende establecer los puntos comunes
fundamentales de un manual de estilo común para el tratamiento periodístico de este tema que
sirva de guía a los futuros profesionales del periodismo. Igualmente, su presentación en un
Congreso Internacional permitirá recabar de otros participantes información adicional sobre
iniciativas de este tipo que hayan podido promoverse en otras partes del mundo,
particularmente en América Latina.
Palabras clave: violencia de género, códigos deontológicos, medios de comunicación,
autorregulación, mujeres, responsabilidad social
17
Este trabajo está enmarcado en el Proyecto Interno INDI 15/01: Democracia deliberativa: fundamentos normativos,
implementación práctica y autorregulaciónen, asociado al Proyecto Nacional del Mineco FFI2013-42443-R; cuyo IP,
en ambos casos, es el profesor Hugo Aznar.
1. Introducción
No es hasta bien entrada la década de los noventa del siglo pasado cuando el problema social de
la violencia de género pasa de estar postergado y oculto en el ámbito privado-familiar al ámbito
de la opinión pública. En España, el hito que marca un antes y un después en la visibilización del
problema y sensibilización por parte de la ciudadanía es el caso de Ana Orantes, asesinada por
su expareja en diciembre de 1997 tras relatar en un programa de RTVA los malos tratos que
había sufrido durante su matrimonio. Fue este caso particular el que destapó la violencia que
algunos hombres ejercen sobre sus parejas o exparejas y que había permanecido durante décadas
silenciado. Fue este caso, también, el que situó el problema de la violencia de género en la
agenda política y mediática.
Para Naciones Unidas, la violencia de género o violencia contra la mujer es «todo acto de
violencia de género que resulte, o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o
psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación
arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la privada». Además,
diferencia entre «violencia de pareja», la ejercida en el seno de una relación, y «violencia sexual»,
que la define como «la tentativa de consumar un acto sexual u otro acto dirigido contra la
sexualidad de una persona mediante coacción por otra persona, independientemente de su
relación con la víctima, en cualquier ámbito». Asimismo, para la Organización Mundial de la
Salud la violencia de género «constituye un grave problema de salud pública y una violación de
los derechos humanos de las mujeres». (OMS, 2014).
En este mismo sentido, el problema de la violencia contra las mujeres «no es un fenómeno
aislado sino que aparece en todas las sociedades y en todas las clases sociales» (Aznar, 2005: 269)
y encuentra su justificación en el sistema social patriarcal y androcéntrico.
Sin embargo, y a pesar de la indiscutible mejora cuantitativa y cierta mejora cualitativa, los
medios de comunicación, en general, siguen ofreciendo un encuadre episódico de la violencia de
género y no un encuadre temático. Es decir, «tratan como violencia de género aquel acto
criminal, puntual y extraordinario por el que un hombre mata a una mujer con la que mantenía
o había mantenido relación sentimental estable» (Martínez, 2010: 58). Y esta idea se traslada a la
opinión pública para quien los casos de violencia de género son episodios aislados y fortuitos,
sin causas y explicaciones comunes de fondo.
Por todo ello, aunque los medios no son los únicos responsables, sí tienen una indudable
responsabilidad social a la hora de informar sobre la violencia contra las mujeres dado su papel
de configuradores de la opinión pública. De hecho, un alto porcentaje de los ciudadanos es
conocedor del fenómeno de la violencia de género a través de los medios, de manera que los
estereotipos y valores que de forma consciente o inconsciente transmiten éstos penetran y calan
en el imaginario colectivo de la ciudadanía. Recalcamos, pues, la ineludible responsabilidad de
los medios que, como fuentes de educación alternativa, desempeñan un papel esencial a la hora
de informar sobre este problema y formar a unos ciudadanos comprometidos y contrarios a la
violencia ejercida contra las mujeres.
2. Códigos Deontológicos periodísticos
La comunicación responsable que se les debe exigir a los medios no sólo pasa por la labor
legislativa del derecho, pues «el control y la regulación estatales no parecen candidatos
adecuados a la hora de mejorar los medios. Obviamente el papel del derecho no desaparece en
mínimo garantizado por el derecho y una comunicación guiada por criterios y principios éticos
resta un espacio muy amplio» (Aznar, 2011: 13). Y este amplio espacio puede y debe ser
ocupado por la autorregulación a través de sus mecanismos, cuyo objetivo principal es hacer
cumplir a la actividad periodística determinadas normas y valores éticos propios de la
comunicación.
Dentro de estos mecanismos de autorregulación, los más conocidos y extendidos entre la
profesión periodística son los códigos deontológicos18. «Es lógico, ya que si la finalidad de la
autorregulación es que la actividad de los medios se ajuste a ciertas pautas éticas, lo primero que
habrá que hacer es precisar dichas pautas; y ésta es la función propia de los códigos» (Aznar,
2005: 35).
El origen de los códigos deontológicos del periodismo tal y como los conocemos hoy en día se
remonta a principios del siglo XX; y, como apunta Aznar (2011: 34), el germen responde a dos
causas diferentes. Por un lado, en Estados Unidos, la falta de profesionalidad, rigurosidad y ética
por parte de algunos medios de comunicación inquietó sobremanera a editores y directores de
principios de siglo, que veían cómo la imagen y la credibilidad de estos medios quedaban en
entredicho. Por otro lado, los propios periodistas, coetáneos de los preocupados directores y
editores, comienzan a ser conscientes de «su estatus profesional propio y de los deberes
deontológicos asociados al mismo», dando paso, de esta forma, a las primeras asociaciones
sindicales de periodistas que impulsan la redacción y publicación de los primeros códigos
deontológicos del periodismo. Sin embargo, no es hasta la II Guerra Mundial cuando se produce
la difusión y generalización de los mismos debido, principalmente, al enorme impacto que los
medios han ejercido sobre la ciudadanía durante la contienda.
En España, dado el contexto histórico de dictadura franquista hasta bien entrada la segunda
mitad del siglo XX, no encontramos ningún código deontológico que guíe a la profesión
periodística. De hecho, el primer documento de estas características que se aprueba en España es
el 1 de noviembre de 1992 en Cataluña, promovido por el Colegio de Periodistas de Cataluña
con motivo de la celebración del II Congreso de Periodistas de Cataluña (Aznar, 2011: 43). La
mayoría de los códigos españoles han sido publicados a partir de la década de los noventa del
siglo pasado, lo que denota que la preocupación por regular éticamente la profesión periodística
es bastante reciente (Coca, 1997).
Una de las características destacadas de la proliferación en estos últimos años de códigos
deontológicos, es su tematización y especificación en asuntos sociales determinados, tales como
racismo, discapacidad, terrorismo, infancia, inmigración o violencia de género.
18
Deontología, según el Diccionario de la RAE, es «parte de la ética que trata de los deberes, especialmente de los que
rigen una actividad profesional». Por su parte, el profesor Aznar (2011: 16) añade que la deontología «se encarga de
reflexionar sobre la dimensión moral de una actividad profesional, como la información y la comunicación; y de
precisar las normas éticas que la deben guiar».
3. Códigos deontológicos periodísticos específicos en materia de violencia de género
La historia del tratamiento de la violencia de género por parte de los medios de comunicación es
relativamente reciente. Distinguimos un primer momento, hasta principios de la década de los
ochenta del siglo XX, cuando los casos de violencia machista sólo llegaban a los medios cuando
había resultado de muerte. El espacio asignado no sobrepasaba al de la noticia o el breve, eran
tratados como sucesos aislados y «se empleaba el estereotipo del crimen pasional para
explicarlos» (Martínez, 2011: 77). La violencia de género y los malos tratos pertenecían al ámbito
doméstico, privado y, como tal, debían permanecer ocultos sin saltar al espacio público.
En su segunda etapa, a partir de los años ochenta, los malos tratos comienzan a adquirir
identidad propia como tema social y, por tanto, salen a la luz los primeros datos gracias,
especialmente, a la labor activa de las organizaciones de mujeres. Sin embargo, el tratamiento
que este tipo de noticias recibe pone el foco en lo sensacionalista y en la morbosidad ofreciendo
una excesiva carga de dramatismo.
La tercera etapa se origina a mediados de los años noventa, concretamente a partir de diciembre
de 1997, cuando los medios de comunicación se sienten desbordados por el asesinato de Ana
Orantes. Este caso supuso en España un punto de inflexión a la hora de informar sobre los casos
de violencia contra las mujeres en los medios de comunicación, pasando de un encuadre
noticioso episódico y privado a un encuadre social y público (Carrasco, Corcoy y Puig, 2015:
79).
Además de la adopción de medidas legales que supuso la repercusión del caso de Ana Orantes,
culminando con la aprobación de la Ley Integral contra la Violencia de Género en el año 2004,
también se redactaron y publicaron normas, pautas y recomendaciones dirigidas a los
profesionales de la comunicación para guiarles en el tratamiento correcto y responsable de la
violencia de género en los medios. Estas recomendaciones éticas profesionales fueron
promovidas desde diferentes instancias: instituciones públicas-gubernamentales, organizaciones
civiles ─como las asociaciones de mujeres afectadas─, colectivos de periodistas, etc. que
perseguían, y persiguen, el mismo fin: poner freno y en la medida de lo posible erradicar la
violencia contra las mujeres desde un ámbito tan importante e influyente como en el de la
comunicación.
Es en 1999 cuando sale a la luz el primer documento de estas características: Decálogo de
recomendaciones a los medios de comunicación para el tratamiento de la violencia contra las
mujeres, elaborado por el Instituto Andaluz de la Mujer. Tras este, han sido más de veinte los
decálogos y protocolos de actuación periodística publicados en territorio español y, más tarde,
en países de Latinoamérica, donde el problema de la violencia de género presenta, si cabe,
dimensiones y cifras más graves que en España y donde se está tomando conciencia de la
importancia que los medios de comunicación desempeñan en una sociedad a la hora de
informar correctamente sobre la violencia machista, no solo para la ciudadanía en su conjunto
sino, también y especialmente, para las mujeres como colectivo vulnerable a este tipo de
violencia.
3. 1. Clasificación cronológica (por año de publicación: del más antiguo al más reciente)
3. 1. A) Específicos sobre violencia de género
Tabla I
AÑO DE DOCUMENTO
PUBLICACIÓN
AÑO DE DOCUMENTO
PUBLICACIÓN
Como podemos observar en el Gráfico 1, son los años de 2003 y 2008 en los que más decálogos y
recomendaciones se publican ─un total de cuatro cada año─, teniendo en cuenta que uno de los
documentos del 2008 no pertenece al territorio español, sino al sudamericano (Argentina).
Si agrupamos los años por periodos políticos y electorales, observamos que del 2000 al 2003,
bajo el gobierno del Partido Popular (PP) con José María Aznar a la cabeza, se publican un total
de nueve códigos, pero sólo uno promulgado por un gobierno local, el Ayuntamiento de
Pamplona (Tabla I), gobernado en el año de la publicación del documento por Unión del Pueblo
Navarro (UPN) en coalición con el PP.
En el primer periodo de mandato de José Luis Rodríguez Zapatero, del Partido Socialista Obrero
Español (PSOE), 2004 ─ 2007, se publican un total de seis códigos, la mitad de ellos promovidos
por gobiernos autonómicos (Tabla I): uno por el PP (Junta de Castilla y León), otro por el PSOE
(Xunta de Galicia) y un tercero por el Partido Regionalista de Cantabria (PRC) con ayuda del
PSOE. Es en este periodo, concretamente el 28 de diciembre de 2004, cuando, además, se
aprueba la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, uno de los
avances, en el plano legislativo, más importantes en esta materia. En su articulado, la Ley
también regula el papel que los medios de comunicación y la publicidad deben jugar en el
problema de la violencia de género; específicamente, el artículo 14 establece que «Los medios de
comunicación fomentarán la protección y salvaguarda de la igualdad entre hombre y mujer,
evitando toda discriminación entre ellos. La difusión de informaciones relativas a la violencia
sobre la mujer garantizará, con la correspondiente objetividad informativa, la defensa de los
derechos humanos, la libertad y dignidad de las mujeres víctimas de violencia y de sus hijos. En
particular, se tendrá especial cuidado en el tratamiento gráfico de las informaciones».
Sin embargo, bajo el segundo mandato del socialista José Luis Rodríguez Zapatero, 2008 2011,
ninguno de los códigos aprobados ─un total de siete, siendo dos de ellos publicados en
Latinoamérica (Tabla I)─ es promulgado por gobiernos autonómicos y/o locales.
El último periodo, 2012 2015, y bajo el gobierno del PP con Mariano Rajoy como presidente,
sólo son publicados tres códigos ─uno en el 2014 y otros dos en el 2015; ninguno en 2012 y
2013─, uno de ellos promovido por el Ayuntamiento de Zaragoza (Tabla I), del mismo signo
político que el gobierno central. El escaso número de recomendaciones publicadas en este
periodo, podría coincidir con una de las conclusiones más destacadas que Comas (2015: 118)
establece en
Cataluña (CAC) en el informe de seguimiento de las noticias sobre violencia de género del año
2013, que: «El más relevante [de los retrocesos] es la drástica disminución de la presencia de
actores políticos en las noticias». Comas apunta que de las noticias analizadas por el CAC en
materia de violencia de género durante 2013, en ninguna se recoge declaraciones o comentarios
de miembros del gobierno central en ese año bajo el mandato del PP─ pero, añade, «esta
ausencia no puede atribuirse a un sesgo de los medios, privilegiando a unos sobre los otros, sino
a la existencia de una estrategia consciente de silencio por parte del gobierno español en torno a
la violencia de género». Un gobierno que, según Comas, está alejado de la lucha contra el
problema de la violencia de género y desinteresado en erradicar las desigualdades de género.
3. 3. Número de documentos publicados y/o promovidos por cada entidad (específicos y
genéricos)
Gráfico 2
7 Nº de documentos
promovidos/publicados por cada entidad
6
En el Gráfico 2 observamos que los colectivos de periodistas, tales como la FAPE, la UPV o el
CAC, son los que más promueven y publican pautas periodísticas para el correcto tratamiento
de la violencia de género en los medios. Lo que denota interés, sensibilización y concienciación
de estos colectivos profesionales hacia esta lacra y su representación en los medios de
comunicación. En tercer y cuarto lugar, compartidos ambos, encontramos a los propios medios
y a las asociaciones de mujeres periodistas, como la ADPC, respectivamente. Estos datos
contrastan con la opinión generalizada de que son los propios profesionales de la información
quienes rechazan este tipo de documentos al considerarlos un mecanismo que merma su
libertad y que ejerce censura sobre su labor periodística.
Los códigos deontológicos son un mecanismo de autorregulación, el cual «nace del compromiso
voluntario de los agentes que participan en la comunicación» (Aznar, 2011: 17). Asimismo, y
como apunta Aznar, estos mecanismos de autorregulación complementan la libertad profesional
haciendo que esta sea usada de manera responsable.
La concienciación de los periodistas se complementa, como vemos en el Gráfico 2, con la labor
de los gobiernos autonómicos y locales, quienes representan el segundo puesto en entidades que
promueven la redacción de estos documentos. Lo que muestra, como en el caso anterior, la
preocupación de las entidades públicas y gubernamentales sobre la violencia machista.
Por otro lado, los diferentes Institutos Regionales de la Mujer, asociaciones de mujeres,
fundaciones, universidades y contribuciones de autoras a título personal, han participado en la
elaboración y publicación de guías prácticas y recomendaciones; ampliando, así, el espectro
social concienciado y comprometido en la lucha contra la violencia machista. Y en este sentido
se pronuncia Martínez (2012: 66), para quien la implicación de las diferentes entidades, públicas
y privadas, en la promulgación de normas deontológicas que afectan sólo al colectivo de los
periodistas, es una «particularidad reseñable y positiva» ya que todos comulgan del mismo
objetivo: poner fin a la violencia de género.
19
En este punto, la mayoría de los códigos recomienda no identificar a la víctima; sin embargo, voces autorizadas en
la materia, como Juana Gallego Ayala, discrepan y consideran que sí hay que ponerle nombre y apellidos a las
víctimas para poner rostro a la violencia de género, al igual que se hacía con las víctimas de ETA.
Gráfico 3
Denominación más
apropiada; 3%
Fuentes expertas;
No generalizar; 5%
16%
Seguimiento noticias
(en clave positiva);
9%
No estereotipos ni
sensacionalismo;
13%
Contextualizar; 10%
No suceso asilado;
10%
Anonimato
víctima/presunción
de inocencia agresor;
12%
Qué es la violencia de
Información de género; 11%
servicio; 11%
Como se establece en el Gráfico 3, la pauta más repetida por los códigos deontológicos es la de
emplear fuentes informativas expertas y especializadas y/o evitar declaraciones de los vecinos,
amigos y familiares de la víctima y del agresor.
No caer en el sensacionalismo ni en el morbo, no frivolizar la información y no emplear
estereotipos ni eufemismos en las noticias sobre violencia de género es la segunda norma más
recogida por los documentos analizados.
Asimismo, las recomendaciones conceden, siguiendo el orden de mayor a menor, gran
importancia a respetar la no identificación de la víctima y/o la presunción de inocencia del
agresor; a ofrecer información útil para las víctimas; a dejar claro que la violencia de género es
una violación y un atentado contra los derechos humanos; a que hay que contextualizar la
información yendo más allá de las falsas causas inmediatas (alcohol, celos, adicción); a
considerar la violencia contra las mujeres como un problema social y estructural causa del
sistema androcéntrico en el que vivimos y no como casos aislados y fortuitos; y a hacer un
seguimiento de las noticias indicando qué sucede con el agresor y/o informando sobre mujeres
supervivientes que han logrado salir adelante.
Por su parte, la no generalización de la violencia de género a grupos sociales marginados y el uso
del término más apropiado para definir este problema son las pautas menos seguidas por los
códigos, ocupando los puestos de penúltima y última respectivamente.
También es significativo, por lo que se refiere a la identificación del agresor, que siete de los
códigos analizados a pesar de recomendar el respeto hacia la presunción de inocencia del
agresor, son partidarios de dibujar el perfil de este, explicar cómo actúa tanto en público como
en privado, cuál es su comportamiento, etc. para permitir a víctimas o posibles víctimas la
identificación del mismo. Un número reducido de códigos ─cuatro─, sin embargo, sí abogan
por publicar los datos identificativos del agresor.
Fuera de los diez puntos aportados por Martínez, hemos comprobado que otros ítems, anotados
en la siguiente tabla, también son tratados por algunos de los códigos analizados.
Tabla III
20
desterrado, a no respetar la identidad de las víctimas o a incluir declaraciones de testimonios que no aportan nada a la
información.
c) El 67% de las unidades no superan la extensión de una columna del diario, por
lo que las informaciones publicadas son en formato de breves.
d) El 26% de las unidades especifican la nacionalidad de las víctimas y/o
agresores21.
e) el 69% de los agresores son identificados con algún
dato en las unidades analizadas.
f)
ninguna mención referida a los antecedentes del caso22.
g) Casi el 94% de las unidades aclara qué ha sucedido con el agresor (detenido, en
prisión preventiva, suicidio o intento de suicidio)
h) El 69% de las unidades aportan cómo el agresor/asesino agredió/asesinó a la
víctima.
i) El 78% de las unidades utilizan fuentes informativas cualificadas23.
6. Conclusiones
Si comparamos estos resultados aportados por el informe de la ADPC con las diez pautas
establecidas por Martínez (Gráfico 3) y con las seis extraídas tras el análisis de los códigos (Tabla
III), observamos que el tema de la violencia machista apenas recibe diversos enfoques,
traducidos en la utilización de géneros periodísticos de análisis, interpretación y opinión, y que
es tratada desde una óptica puramente informativa donde predominan las informaciones de
agresiones y/o asesinatos concretos.
Esta escasa atención prestada al problema de la violencia contra las mujeres también se ve
reflejada en la extensión de las noticias, donde gran parte son breves. Se les concede, por lo
tanto, y en pocas ocasiones, el espacio destinado, por ejemplo, a un reportaje en profundidad.
Aunque cada vez menos, se sigue desvelando la procedencia de las víctimas y los agresores,
sobre todo si son extranjeros, lo que puede potenciar la idea de que la violencia de género sólo
afecta a determinados grupos sociales y raciales.
Asimismo, y esta es una de las pautas más vulneradas, continúan ofreciéndose datos
identificativos de las víctimas y de los agresores. También son abundantes las informaciones que
explican el modo en que el agresor/asesino actuó, aumentando el morbo y el sensacionalismo de
la noticia.
Por su parte la recomendación más implementada es la de consultar a fuentes cualificadas,
coincidiendo con el ítem más repetido en los códigos analizados (Gráfico 3).
7. BIBLIOGRAFÍA
AZNAR, H. (2005). Ética de la comunicación y nuevos retos sociales. Códigos y recomendaciones para los
medios. 1a. ed. Barcelona: Paidós Papeles de Comunicación 45.
21
Si bien es cierto que la tendencia de los últimos años, según el informe, es dotar de mayor importancia a los
protagonistas cuando son extranjeros.
22
Aunque, de acuerdo al informe, la tendencia respecto a años anteriores es la de incorporar, cada vez más, los
antecedentes (si había denuncias previas, si había orden de alejamiento) a las informaciones.
23
Las fuentes cualificadas que predominan son las institucionales y políticas, mientras que las fuentes expertas apenas
son consultadas.
AZNAR, H. (2011). Comunicación responsable. La autorregulación de los medios. 3a. ed. Barcelona: Ariel.
CARRASCO, M., CORCOY, M. y PUIG
violencia de género en Euskadi: Deia, El Correo, El País y Gara (2002- Comunicación y sociedad,
Vol. 24, Núm. 2, pág. 435 ─ 466.
tratamiento informativo de la violencia contra la mujer en Galicia hoy: un
Observatorio (OBS) Journal. Vol. 4, Núm. 4, pág. 53 72.
MARTÍNEZ, B. (2011). El tratamiento informativo de la violencia contra la mujer a la luz de los códigos
deontológicos. Universidad de Vigo [Tesis Doctoral].