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Capítulo 4

La causa eficiente de los derechos


Sumario: 1. Los hechos jurídicos. 2. Los actos jurídicos. 3. La voluntad. 3. 1. Elementos internos de la
voluntad. 3. 2. Aspecto externo: la manifestación de la voluntad. 4. Condiciones de validez de los
actos jurídicos y la forma. 5. Vicios de la voluntad. 5. 1. Error. 5. 2. Dolo. 5. 3. Violencia (fuerza y
temor). 6. Los hechos ilícitos y la responsabilidad civil. 7. La buena fe de los actos jurídicos. 7. 1.
Simulación. 7. 2. Fraude. 7. 3. Lesión. 7. 4. Abuso del derecho. 7. 5. Abuso de posición dominante en
el mercado. 7. 6. Teoría de los actos propios. 8. Modalidades de los actos jurídicos. 9.
Representación.
1. Los hechos jurídicos
No todos los sucesos o acontecimientos interesan al Derecho, sino sólo los que
influyen en algún derecho o deber jurídico.
Toda norma jurídica describe o encierra un supuesto de hecho y sus consecuencias.
Por ejemplo: El día que se cumplen 18 años de edad (supuesto de hecho) se
adquiere plena capacidad civil (consecuencia). Son hipótesis que la ley regula de
antemano, cuyo cumplimiento producen efectos jurídicos, es decir, las
consecuencias que la ley establece (CCC, art. 25).
Esos hechos, cuando producen efectos en el mundo del Derecho (crean, modifican o
extinguen derechos), decimos que constituyen la causa eficiente o fuente de
derechos y se denominan hechos jurídicos (CCC, art. 257).
Estos hechos jurídicos pueden ser acaecimientos naturales, como la caída de
granizo que daña un auto asegurado contra este riesgo. También pueden ser
producto de hechos del hombre actuando voluntariamente, como cuando hace un
testamento, o involuntariamente, como lo hace quien conduce un automóvil y choca
a otro por conducir con negligencia.
Cuando ese hecho jurídico, además, se trate de un hecho humano que consiste en
una manifestación de voluntad exteriorizada o declarada por una persona, de
conformidad con la ley y regulada de antemano por ella, destinada a producir efectos
jurídicos inmediatos (crear, modificar o extinguir derechos o situaciones jurídicas),
estamos en presencia de un acto jurídico (CCC, art. 259).
2. Los actos jurídicos
El acto jurídico es el centro de las relaciones de derecho privado. A través del
mismo, en forma consciente o no, las personas se dictan sus propias normas o
reglas jurídicas, en el marco de libertad o autonomía de la voluntad que el sistema
legal les permite.
Un contrato es una clase de acto jurídico. La ley permite por este medio –el contrato-
que las partes elaboren las reglas que van a tener que cumplir, encontrándose
facultados a crear reglas que van a tener que cumplir, incluso dejando sin efecto o
reemplazando a la misma ley (salvo que se trate de reglas de orden público -CCC,
art. 12-). El pago de una suma de dinero que hace una persona a su acreedor y un
testamento, también son actos jurídicos ya que cumplen con todos los requisitos que
hemos indicado y tienen por efecto crear, modificar o extinguir derechos.
Cuando se trata de un acto voluntario lícito, pero no tiene por propósito o fin
inmediato adquirir, modificar o extinguir relaciones jurídicas o situaciones jurídicas,
se trata de un simple acto lícito (CCC, art. 258). Por ejemplo, construir una pared o
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jugar un partido de fútbol. En cambio, un contrato es un acto jurídico, porque tiene


por finalidad y efecto fundamental, crear, modificar o extinguir derechos.
3. La voluntad
La voluntad es uno de los elementos esenciales de los actos jurídicos teniendo como
presupuesto esencial la capacidad de hecho que tratamos en un capítulo anterior.
La voluntad individual de las personas, exteriorizada, dentro de los límites de la ley,
es el principal factor destinado a regular las relaciones jurídicas de derecho privado
(Buteler) por medio de la figura legal que se denomina acto jurídico.
Un acto jurídico, en consecuencia, es el producto de la suma de varios elementos
esenciales que lo integran. Se necesitan: un hecho, humano, voluntario, lícito y
destinado a producir efectos jurídicos inmediatos (CCC, art. 259).
El contrato, que es el instrumento más importante en el mundo de los negocios, es
una clase de acto jurídico, de allí que nos preocupamos por considerar los principios
básicos a su respecto dado que se aplican a los contratos.
La voluntad como elemento esencial de un acto jurídico, presenta a su vez dos
aspectos que la integran: interno y externo. A ellos nos referimos a continuación.
3. 1. Elementos internos de la voluntad
La voluntad, en su aspecto interno debe reunir discernimiento, intención y libertad
(CCC, art. 260), elementos que no pueden estar afectados para que un acto jurídico
sea válido y que a continuación consideramos:
a) Discernimiento
Es la aptitud general de conocer que tiene una persona; el tener conciencia de sus
acciones, de su conveniencia, si son buenas o malas, licitas o ilícitas. Se lo describe
como tener "uso de razón". Dos factores influyen para que una persona tenga
discernimiento: su edad y salud mental.
No tienen discernimiento para los actos lícitos la persona menor de edad que no ha
cumplido trece años; ni para los actos ilícitos los menores de 10 años. Tampoco lo
tienen los dementes ni los practicados por los que accidentalmente están sin uso de
razón (art. 261).
Se pueden distinguir en nuestro sistema diversas situaciones de acuerdo a la edad
de las personas y su habilitación para realizar actos jurídicos. Hasta los 13 años son
absolutamente incapaces. Desde los 13 y hasta los 18 años son relativamente
incapaces. Los menores emancipados son capaces, pero con algunas excepciones
por lo que se puede sostener que son limitadamente incapaces. Desde los 18 años
las personas son plenamente capaces.
b) Intención
Es el discernimiento aplicado a un acto concreto. Una persona puede tener
discernimiento, pero incurrir en error (o ignorancia) o ser víctima de dolo, conforme lo
vemos más abajo, en cuyo caso su voluntad debe invalidarse por falta de intención.
Quien firma un documento en el que reconoce una deuda engañado por creer que
está firmando un documento diferente, no se obliga válidamente.
c) Libertad
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La voluntad requiere que quien la emite tenga libertad moral y física para hacer o no
hacer. La voluntad debe estar libre de vicios. El temor, miedo, intimidación y
coacción moral, afectan la libertad moral. La fuerza física irresistible afecta la libertad
física. En estas situaciones la voluntad también debe invalidarse.
3. 2. Aspecto externo: la manifestación de la voluntad
La voluntad, para que tenga efectos jurídicos debe ser exteriorizada (CCC, art. 262).
La realización de un acto jurídico está acompañada de diversas formas. Es lo que se
suele llamar: expresión, manifestación o declaración de voluntad, que tiene diversos
modos de exteriorizarse:
a) Expresa
La expresión positiva o expresa de la voluntad existe cuando se manifiesta
oralmente, por escrito, por signos inequívocos o por la ejecución de un hecho
material (CCC, art. 262).
A su vez esa manifestación expresa puede ser formal o no formal. Las
declaraciones formales son aquellas cuya eficacia depende de la observancia de las
formalidades que exige la ley CCC, (art. 285). Así, por ejemplo, para comprar un
automóvil o celebrar un contrato de compraventa de un inmueble, se exige el
cumplimiento de diversas formas (escritura pública o suscripción de formulario e
inscripción registral, respectivamente).
Por último, una declaración de voluntad es recepticia, cuando para producir sus
efectos debe haber sido receptada por el destinataro o al menos llegado a la esfera
propia de éste. Ejemplo de estas declaraciones son entre muchos otros: la
interpelación que sirve para constituir en mora al deudor (sólo a partir de que el
deudor toma conocimiento -o está en condiciones de hacerlo- del reclamo del
acreedor puede decirse que la declaración adquiere sentido); la notificación de la
decisión de resolver un contrato por incumplimiento (CCC, art. 1078, inc. a); una
oferta de contrato y su aceptación. Si bien no existe ninguna disposición legal que
así lo establezca, ello surge de la propia naturaleza y finalidad de estos actos.
Entre las declaraciones no recepticias, es decir, aquellas que se perfeccionan y
surten efecto tan pronto como la decisión se toma, sin necesidad de que llegue a
conocimiento de nadie, podemos citar el testamento. El testamento produce sus
efectos cuando muere el causante, aun cuando el heredero y demás interesados
ignoren su existencia. Otro ejemplo son las obligaciones cambiarias (ver el capítulo
en el que se tratan los títulos valores) que tienen nacimiento sin necesidad que sean
aceptadas ni puestas en conocimiento de ninguna persona (piénsese en un cheque
emitido al portador). Aunque cabe destacar que los casos de declaraciones no
recepticias son excepcionales.
Vale tener en cuenta, por su importancia práctica, que las declaraciones recepticias
no son eficaces sino a partir del momento en que se ha realizado el proceso
comunicativo, para lo que se requiere sólo la recepción en el destinatario y no el
tener conocimiento efectivo por parte del notificado. Así, si se remite una carta
documento y la misma es recibida en el domicilio del destinatario, se considera
cumplido el acto.
Sin embargo, si la carta documento no llega a destino, la situación se complica,
puesto que, quien utiliza un medio de notificación resulta responsable del riesgo
propio de dicho medio. Ahora bien, este principio no resulta aplicable cuando la
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noticia no llegó a cumplir su cometido por domicilio cerrado, si se prueba que el


consignado en la carta documento era el domicilio real del destinatario, ya que en tal
caso, la no recepción resulta de un hecho atribuible a la negligencia de éste (esto ha
sido resuelto en un caso de comunicación de la situación de despido de un
trabajador). La regla, sigue siendo que los efectos se producen a partir que la
declaración llega a la esfera propia del destinatario, salvo que las circunstancias
demuestren que el deudor ha evitado esa entrada.
Para evitar estas inseguridades se suele utilizar la notificación por medio de acta
notarial, la cual tiene la ventaja que si no es recibida en el lugar de destino el
escribano deja constancia del cumplimiento de la misma dejando una copia del acta
por debajo de la puerta.
b) Tácita
La expresión tácita de la voluntad resulta de aquellos actos, por los cuales se puede
conocer con certidumbre la existencia de la voluntad y, la ley o el contrato, no hayan
impuesto una manifestación expresa (CCC, art. 264).
Considera alguna doctrina como expresión tácita de la voluntad la que puede
resultar de la presunción (*) de la ley en los casos que expresamente lo disponga.
Se asimila a la voluntad tácita, pero aquí no se parte de un hecho real, sino de uno
presumido por la ley, porque es lo que normalmente ocurre.
Los ejemplos más usuales son el del acreedor que devuelve al deudor el pagaré que
firmó, situación en la que la ley presume que se ha extinguido el crédito por remisión
(CCC, art. 950, primera parte) o la situación de quien consume una mercadería que
está a la venta en cuyo caso eso hace presumir que la mercadería se ha comprado.
Imaginemos también los actos de quien quiere celebrar un contrato de transporte en
el servicio de autobuses y se poner en la fila para ascender al vehículo. También se
suele repetir el ejemplo del contrato de mandato para la realización de un negocio,
cuando el mandatario no acepta expresamente el encargo, pero directamente lo
cumple.
c) El silencio como manifestación tácita de la voluntad
Se suele repetir comúnmente un principio que dice "el que calla otorga". En Derecho
no es así. La regla general en el sistema legal es la opuesta.
En Derecho tiene vigencia el principio establecido por el art. 263 del Código, según
el cual el silencio opuesto a actos, o una interrogación, no es considerado como una
manifestación de voluntad, conforme al acto o a la interrogación.
Vale aclarar que, a estos fines, el silencio no es solamente no hablar (callar) sino: no
escribir, no hacer signos y no realizar ningún acto tácito o inequívoco de
manifestación de voluntad. El silencio en este caso es un comportamiento totalmente
neutro.
Existen, sin embargo, excepciones a esta regla general, como las que prevé a
continuación el mismo artículo 263: El silencio sí se considera como manifestación
de voluntad: en los casos en que haya un deber de expedirse que puede resultar de
la ley, de la voluntad de las partes, de los usos y prácticas, o de una relación entre el
silencio actual y las declaraciones precedentes.
Por ejemplo: el art. 56 de la ley de seguros 17418 establece un plazo de 30 días
para que la compañía de seguros se pronuncie respecto del siniestro denunciado,
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aceptando o no la cobertura. Y en la última parte de dicho artículo indica “La omisión


de pronunciarse importa aceptación”. La ley exige en este caso una manifestación
expresa por parte de la compañía de seguros si va a declinar su responsabilidad en
el siniestro. Y del silencio, la ley presume que acepta hacerse cargo del mismo.
Otro ejemplo: si alguien encargó la construcción de una obra, y luego de terminada
paga por la misma y la recibe sin efectuar reserva de ninguna naturaleza, se
presume que dicho silencio implica conformidad con el estado de la misma y ya no
podrá reclamar por los vicios aparentes que presente. Así lo dispone el art. 747 al
cual remite expresamente el art. 1270.
También es un ejemplo de excepción a la regla general sobre el silencio, lo
establecido por el art. 314 del Código: Todo aquel contra quien se presente en juicio
un instrumento privado (*) firmado por él, está obligado a declarar si la firma (*) es o
no suya. En este caso, el silencio de una persona frente a la presentación de un
instrumento privado cuya firma se le atribuye, sí es interpretado por la ley como un
reconocimiento de la autenticidad de dicha firma.
3. 3. Condiciones de validez de los actos jurídicos
Como corolario de todo lo que hemos visto hasta ahora, podemos decir que, para
que un acto jurídico sea válido y produzca en plenitud los efectos previstos de
antemano por la ley, debe cumplir requisitos relativos a sujeto, objeto y forma.
El sujeto: debe tener capacidad (CCC, art. 260) y exteriorizar su voluntad sin vicios.
El objeto: debe tratarse de bienes que estén en el comercio (art. 234).
La forma: en caso de ser impuesta por la ley como requisito para la existencia del
acto. Son por ello actos a los que calificamos de “formales” y a ellos nos referimos
en el punto siguiente.
4. Forma y prueba de los actos jurídicos
Forma de los actos jurídicos es la manera como se exteriorizan. No está definida por
el Código, pero el art. 262, titulado “Manifestación de la voluntad”, dice que los actos
pueden exteriorizarse oralmente, por escrito, por signos inequívocos o por la
ejecución de un hecho material.
La regla general es la libertad de formas, esto es, que si no se establece ninguna por
parte de la ley, las partes pueden utilizar la que crean más conveniente (CCC, art.
284). Remarcamos que es una regla que se aplica también a la forma de los
contratos, que son una clase de actos jurídicos.
Debido a la importancia o seriedad que tienen algunos actos jurídicos, el legislador
ha decidido exigir a su respecto que se realicen solamente mediante el cumplimiento
de una forma determinada. Por ejemplo, contraer matrimonio o comprar un
inmueble, son actos tan importantes para la vida de cualquiera persona y para toda
la comunidad que no pueden dejarse librados a que se celebren como las partes
decidan. Se exige al respecto que se realicen mediante el cumplimiento de ciertas
formas esenciales, sin los cuales dichos actos no existen como tales. Por dicha
razón se califica a estos actos como “formales”. La forma es uno de los elementos
esenciales de estos actos, a diferencia de los otros que por no tener una forma
impuesta por la ley son considerados “no formales”.
A su vez, dentro de los actos formales, se distinguen entre: a) las formas impuestas
por la ley, solemnes o “ad solemnitatem” (*) cuya violación trae aparejada la nulidad
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(*) del acto; y b) los actos formales “ad probationem” (*) en los que la forma prevista
por la ley sólo se requiere para probar el acto en juicio, si fuere desconocida su
existencia por la otra parte.
Las formas solemnes a su vez se clasifican en absolutas y relativas. La clasificación
surge del art. 285 del Código.
Las formas que deben cumplirse de manera absoluta son las que la ley establece
bajo pena de nulidad (*) del acto (como sucede con relación al matrimonio).
Las formas impuestas por la ley que, en caso de no cumplirse, no determinan la
nulidad del acto sino que valen como acto en el que las partes se han obligado a
cumplir con la expresada formalidad, son las denominadas formas solemnes
relativas. Es el caso del boleto de compraventa de un inmueble que no vale como
contrato de compraventa ya que el mismo debe celebrarse por escritura pública. En
estos casos la forma debe siempre cumplirse, por lo que las partes se encuentran
obligadas recíprocamente a hacerlo.
Otro ejemplo de forma solemne es la requerida para la transferencia del dominio de
un automóvil, la cual debe inscribirse en el Registro Nacional de la Propiedad del
Automotor para producir efectos entre partes y con relación a terceros (conf. decreto-
ley 6582/58, art. 1). Si no se cumple con esta forma no se habrá efectuado la
transferencia de la propiedad, ni aunque las partes estén de acuerdo y reconozcan
que eso es lo que han querido.
En estos casos, si no se ha cumplido la forma, los actos realizados no valen como
contratos de compraventa pero sí valen para obligar a las partes a cumplir la forma
requerida por la ley. Las partes podrán exigirse la escrituración del inmueble y
también la firma de los formularios para la transferencia del automotor y sus
respectivas inscripciones registrales. Esto se ha denominado como “conversión” (*)
de un acto jurídico.
Si la forma solemne es absoluta, es decir se exige bajo pena de nulidad (por ejemplo
en el caso de las formalidades para celebrar matrimonio), esa conversión (*) no será
posible (CCC, art. 285, última parte). El matrimonio celebrado sin las formalidades
legales resultará nulo, no resultando posible que las partes se exijan legalmente el
cumplimiento de la forma solemne.
Las denominadas formas probatorias son exigidas por la ley con un propósito
diferente. Están previstas para los casos en que se discuta la existencia de un acto
en un juicio. La ley decide imponer en algunos casos limitaciones a la prueba de la
que se pueden valer las partes o exige alguna clase.
Un ejemplo de forma probatoria es la establecida para la fianza. Dice el art. 1579 del
Código que la fianza debe ser convenida por escrito. Remarcamos que la forma
probatoria que impone la ley para tener por probada una fianza es un instrumento
escrito.
Las consecuencias son las siguientes: Si las partes reconocen en juicio la existencia
de la fianza, no será necesario que se prueba por escrito. Es decir, en razón de ser
reconocida se tendrá por probada la existencia de una fianza aún si no consta por
escrito. Pero si cualquiera de las partes desconocen o niegan la existencia de la
fianza, la única vía de probarlo en juicio será por un instrumento escrito (no se podría
por ejemplo probarse por medio de testigos).
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El Código no ha regulado sobre los distintos medios de prueba, lo cual es materia de


los códigos procesales. Pero se refiere a la eficacia probatoria de los instrumentos
públicos (*) indicando que hacen plena fe (CCC, art. 296), de las actas notariales (*)
(CCC, art. 312), y de los instrumentos particulares (CCC, art. 319) los cuales pueden
estar firmados o no (CCC, art. 287).
Con respecto a los instrumentos privados (*) su eficacia probatoria puede extenderse
a los terceros que no son partes en el acto, desde que tengan fecha cierta (*) (CCC,
art. 317).
5. Vicios de la voluntad
5. 1. Error
Se ha establecido como una garantía del cumplimiento de las leyes un principio
básico que dice que el error o ignorancia del derecho no puede servir de excusa ni
impedir los efectos de los actos lícitos (CCC, art. 8). Por lo tanto, decimos que el
error de derecho no es excusable y el mismo no pude afectar la validez de los actos
jurídicos.
En realidad, resulta imposible que alguien conozca absolutamente todas las reglas
del sistema legal. Sin embargo se parte de una ficción (que conoce todas las normas
legales) para que nadie puede evadirse de las consecuencias previstas por el
sistema legal amparándose en su desconocimiento de la ley.
En cambio, el error de hecho si puede ser excusable, es decir, puede ser utilizado
como fundamento para invalidar un acto y por lo tanto privar a este de efectos
¿Cuándo? Las condiciones surgen de la ley: el error debe ser esencial, sobre la
naturaleza del acto, persona u objeto (arts. 265, 266 y 267).
Un acto viciado de error que reúna las condiciones antes señaladas puede ser
motivo de una declaración de nulidad (*).
Dicha nulidad no se produce cuando el error sea sobre un elemento no esencial o
accidental; cuando la ignorancia del verdadero estado de las cosas proviene de una
negligencia culpable; si se trata de un simple error de cálculo (CCC, art. 268), o si la
otra parte acepta cumplir el acto subsanando el error (CCC, art. 269).
5. 2. Dolo
El dolo, como vicio de la voluntad, es el error provocado por otra persona con la
intención de perjudicar. En cambio, el vicio que se considera error, es el que se
produce en forma espontánea o casual, sin que nadie lo hubiera provocado o se
hubiera aprovechado para perjudicar a quien ha incurrido en un error.
Conforme al art. 271 del Código, acción dolosa para conseguir la ejecución de un
acto, es toda aserción de lo que es falso o disimulación de lo verdadero, cualquier
artificio, astucia o maquinación que se emplee con ese fin. El mismo artículo
extiende el concepto a la omisión dolosa.
Para que exista dolo como causa de reclamo de la nulidad de un acto, se necesitan
los siguientes requisitos: 1°) Que haya sido grave; 2°) Que haya sido la causa
determinante de la acción; 3°) Que haya ocasionado un daño (*) importante; y 4°)
Que no haya habido dolo por ambas partes (CCC, art. 272). Cuando se verifican
todos estos requisitos el dolo se considera esencial y el acto puede ser anulado y
reclamarse los daños ocasionados.
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Cuando la acción u omisión dolosa no es la determinante del acto pero ocasiona


perjuicios, el autor se responsabiliza por los daños ocasionados (CCC, arts. 272 y
274).
5. 3. Violencia (fuerza y temor)
Se vicia la voluntad cuando existe violencia física o moral que afecta la libertad de
las personas. Distinguimos:
a) Fuerza física irresistible: Dice el art. 276 del Código que habrá falta de libertad
en los agentes, cuando se emplease contra ellos una fuerza irresistible. Sería el
caso en que a una persona le tuercen el brazo para que firme un pagaré. O como en
un caso real que llegó a la justicia, de un arquitecto a quien le hicieron firmar una
renuncia para continuar una obra y a su derecho a gran parte de sus honorarios. En
este último caso se consideró probado el vicio de la voluntad por una suma de
presunciones judiciales, como la denuncia casi inmediata del hecho en la policía,
certificado médico del medico policial sobre la existencia de lesiones, falta de sentido
de las renuncias que le habían hecho y firmar y también falta de explicaciones de la
situación por parte del demandado, etc..
b) Intimidación: Existe cuando se inspire a uno de los agentes por injustas
amenazas, un temor fundado de sufrir un mal inminente y grave en su persona,
libertad, honra o bienes, o de su cónyuge, descendientes o ascendientes, legítimos o
ilegítimos (art. 276). La intimidación no afectará la validez de los actos, sino cuando
por la situación del amenazado y demás circunstancias se esté frente al temor
fundado de sufrir un mal inminente y grave.
6. Los hechos ilícitos y la responsabilidad civil
La conducta ilícita es la que transgrede un deber jurídico y da lugar a una sanción.
Quien no cumple con una deuda, queda sujeto a que el acreedor reclame el
cumplimiento forzado de la misma, para lo cual podrá pedir, por ejemplo, que se
embarguen y rematen bienes del deudor suficientes para cubrir la deuda impaga.
Quien conduciendo un vehículo en forma imprudente ha producido daños (*) en los
bienes de otro, debe indemnizar o reparar dichos daños.
El ilícito civil no coincide con el ilícito penal. Los ilícitos penales como regla general,
son perseguidos por el Estado, hasta lograr imponer una pena al autor,
prescindiendo de la decisión de los damnificados. Los ilícitos penales atacan los
valores más altos de convivencia social, resultando peligrosos para el sistema, como
sucede por ejemplo, con un homicidio simple.
Un ilícito penal implica siempre un ilícito civil. El homicidio culposo tiene una pena
fijada por el Código Penal y también genera una sanción civil: la obligación de
compensar económicamente a los herederos de la víctima. Sin embargo, un ilícito
civil no es siempre un ilícito penal, como sucede con el simple incumplimiento de un
contrato por negligencia o culpa.
La función principal de las normas que reglamentan la responsabilidad civil, es la de
compensar o resarcir a la víctima del daño (CCC, art. 1716), aunque como veremos,
también tiene otras, como las funciones preventiva y punitiva (CCC, arts. 1710 y Ley
de Defensa del Consumidor 24240, art. 52 bis).
Como regla general, se puede indicar que no todo incumplimiento genera la
obligación de indemnizar, sino sólo cuando existe culpa (*). En este sentido, el art.
1721 del Código, establece un principio general de responsabilidad por el hecho
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propio al imponer la obligación de indemnizar el daño (*) que se causa cuando se


ejecuta un hecho por culpa o dolo (CCC, art. 1724). A la par, existen eximentes
generales de la culpa, que son el caso fortuito (*) y la fuerza mayor (*).
A esta regla general se agregan supuestos denominados como de responsabilidad
objetiva (*) que se trata de una responsabilidad por el hecho o riesgo de las cosas
que no se funda en la culpa, puesto que el presunto responsable no puede
exonerarse probando que no obró con negligencia (CCC, art. 1722). En estos casos,
existe un factor objetivo de responsabilidad (de allí su denominación) ya que para
exonerarse de la misma, quien se presume responsable debe probar: que el daño se
ha producido por el hecho de un tercero por el cual no debe responder (“por causa
ajena” dice el art. 1722 del CCC).
Los elementos que conforman el régimen de responsabilidad civil, o dicho de otra
manera, habrá obligación de indemnizar, siempre que aparezcan los siguientes
elementos: a) antijuridicidad (hecho ilícito), b) daño (*), c) relación de causalidad
entre daño y hecho y d) factor de imputabilidad (culpa o dolo) o atribución legal de
responsabilidad (responsabilidad objetiva).
En lo que se refiere al primero de los elementos de la responsabilidad civil (hecho
ilícito), no resulta indispensable determinar si hubo violación del deber de parte de
quien ocasionó el daño, sino que lo fundamental para determinar la responsabilidad
es si la conducta ocasionó daño, para luego establecer en cada caso la extensión y
límites del resarcimiento que corresponde sobre la base de la equidad. Así está
ahora establecido por el art. 1716 que establecen el deber genérico de no dañar a
otro. Esto abre la posibilidad de que exista responsabilidad civil aún en caso de
actos lícitos.
7. La buena fe de los actos jurídicos
La buena fe está regulada como un principio general aplicable al ejercicio de los
derechos (CCC, art. 9). El ordenamiento jurídico exige un comportamiento de buena
fe, entendido como tal obrar en forma leal y honesta. Por la importancia moral de la
cuestión, se considera a la buena fe como una exigencia esencial en derecho y
también como un requisito indispensable de los actos jurídicos. Tanto es así que si
falta la buena fe el acto puede quedar sin efecto como si adoleciera de un vicio de la
voluntad.
El deber de actuar con buena fe se repite respecto a las obligaciones, indicando que
deudor y acreedor deben obrar con cuidado, previsión y según las exigencias de la
buena fe (CCC, art. 729).
La obligación de actuar de buena fe se reitera al tratar sobre los contratos. Se indica
como uno de los deberes y cargas que deben cumplirse en la contratación que, tanto
en la negociación, como en la interpretación y ejecución del contrato, debe obrarse
de buena fe (CCC, art. 961).
Cuando falta la buena fe, estamos en presencia de simulación, fraude o lesión que
son actos ilícitos y pueden invalidar los actos jurídicos que tienen estos defectos. Un
efecto similar se produce con el abuso del derecho y la denominada teoría de los
actos propios. Todos estos institutos se relacionan con la buena fe y pueden
determinar la ineficacia de un acto jurídico, por lo que pasamos a considerarlos
sintéticamente a continuación.
7. 1. Simulación
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Es una declaración de un contenido de voluntad no real emitida conscientemente y


de común acuerdo entre partes para producir, con fines de engaño, la apariencia de
un acto que no existe o que es distinto del que las partes efectuaron (Ferrara).
Para que exista simulación se requiere: 1°) Un acto "no real". Existen diferencias
entre lo que se quiere y se da a conocer al público; 2°) Bilateral, por cuanto se ponen
de acuerdo dos personas para mentir. 3°) Tiene por finalidad el engaño a terceros
(CCC, arts. 333 y 334).
Si por medio de esta maniobra se quiere perjudicar a terceros, la simulación será
ilícita (CCC, art. 334). Asimismo, puede ser absoluta cuando en realidad no se ha
realizado ningún acto; como cuando alguien transfiere a nombre de otro una casa
simulando que la ha vendido, pero en realidad sigue siendo el dueño. O puede ser
relativa cuando se ha realizado para encubrir otro acto diferente, como cuando se
hace figurar una venta, pero en realidad se quiere realizar una donación. Existe un
acto ostensible simulado y otro real que se ocultó detrás del anterior (CCC, art. 334).
En estos casos, los interesados tienen derecho a atacar la validez del acto por vía
de una acción de simulación. Esta acción de simulación, entre las partes que la han
cometido, sólo se permite cuando ella es lícita (CCC, art. 335). En los casos de
simulación ilícita, la acción corresponde a los terceros afectados por el acto simulado
(CCC, art. 336), como por ejemplo un acreedor que ha perdido su garantía de
ejecutar bienes de su deudor como consecuencia de que éste simula una venta para
sacar los bienes de su patrimonio.
7. 2. Fraude
El acto o negocio jurídico fraudulento, es el celebrado de mala fe por un deudor
insolvente, o a punto de caer en ese estado, para privar a sus acreedores de la
garantía sobre la cual pueden hacer efectivos sus créditos.
Incurre en fraude a sus acreedores quien realiza actos, para sacas bienes de su
patrimonio o renuncia al ejercicio de sus derechos, que provocan o agravan su
insolvencia, perjudicando a sus acreedores.
Son actos válidos como puede ser una donación. La ley permite las donaciones.
Pero si una persona se encuentra en una situación de insolvencia se le exige que
actúe de buena fe y no perjudique a sus acreedores regalando los bienes que éstos
pueden utilizar para cobrar. El comportamiento de buena fe también se exige cuando
una persona tiene un solo bien y muchos acreedores y procede a pagar
íntegramente la deuda a uno solo perjudicando a los demás.
Frente a estas situaciones se ha establecido como remedio jurídico la acción de
inoponibilidad a favor de los acreedores (CCC, art. 338) fijando la ley los requisitos
(CCC, art. 339).
El acto impugnable puede ser oneroso o gratuito. Sólo en el primer caso debe existir
mala fe del tercero (CCC, art. 339, inc. c). El efecto que provoca el fraude es la
revocación del acto que se dispondrá por sentencia judicial, sólo a favor de quien
accionó y hasta el importe de su crédito (CCC, art. 342).
Se diferencia de la simulación, en que aquí estamos frente a un acto real (y no
falso).
7. 3. Lesión
Derecho Privado - Capítulo 4 - Actos jurídicos 11

La ley ha incorporado un remedio en contra del aprovechamiento en los casos de


personas que actúan necesitados, con debilidad psíquica o inexperiencia, como
consecuencia de lo cual son vulnerables al aprovechamiento que otro quiera hacer
de dicha situación.
Los elementos de la lesión regulada por nuestro sistema legal son dos: a) el objetivo,
consistente en la obtención de “una ventaja patrimonial evidentemente
desproporcionada sin justificación"; y b) el elemento subjetivo determinado por la
necesidad, ligereza o inexperiencia del lesionado, de la cual se ha aprovechado el
lesionante (CCC, art. 332).
Frente a estos elementos, el afectado puede demandar judicialmente la nulidad o la
modificación (reajuste equitativo) de los actos jurídicos. Debe resaltarse que no es
tarea de los jueces rescatar a quien ha realizado un mal negocio, ni a quien se
arriesga para obtener grandes utilidades.
Se interpreta que se encuentra en estado de necesidad, quien frente a los
acontecimientos exteriores está colocado en una situación tan dura, angustiante y
apremiante que pierde la libertad.
Actuar con debilidad psíquica es un obrar irreflexivo sin ponderar las ventajas y los
inconvenientes de la operación. Importa una disminución de las facultades mentales
como podría suceder en alguien que tenga algún grado de demencia senil (sin llegar
a la demencia que justificara una declaración de incapacidad).
Inexperiencia es la falta de conocimientos que se aprenden con el uso, la práctica o
sólo con el vivir, presentándose generalmente en gente que tiene escasa cultura.
Aunque también puede presentarse en personas de elevado nivel cultural pero que
sufren su disminución física o su baja autoestima (por ejemplo en ancianos enfermos
que toman determinada medicación).
En síntesis, como consecuencia de alguna de las situaciones referidas, la víctima de
lesión debe encontrarse en un estado de inferioridad frente a su contraparte. El
estado de inferioridad es aquel en el cual la víctima no ha podido adoptar las
medidas necesarias para salvaguardar su interés frente al otorgamiento de un acto y
como consecuencia de ello, se produce cuando menos una evidente desproporción
en las prestaciones.
Se ha aplicado esta institución para invalidar contratos firmados sin la información o
asesoramiento adecuados y en los que se ha fijado un precio vil. También para
reducir intereses excesivos y cláusulas penales (*) desproporcionadas.
No se configura lesión, en cambio, si se trata de operaciones arriesgadas para
obtener grandes ganancias en poco tiempo y sin mucho respaldo. Tampoco podría
existir lesión en un contrato aleatorio como el seguro, el cual estudiamos más
adelante. No sólo debe existir necesidad, ligereza o inexperiencia, sino que debe
existir la explotación de ellas, lo que requiere demostrar el cálculo, artificio o ardid
correspondientes, pues, sin mediar explotación, la ley no prohíbe vender más caro o
más barato.
En el derecho moderno la lesión se convierte en una institución destinada a
salvaguardar la concurrencia al mercado y a su mantenimiento en condiciones de
relativa paridad, evitando que se desnaturalicen los contratos para convertirlos en
instrumentos económicos de explotación. Así por ejemplo, no se encuentra en
estado de relativa paridad, quien está posicionado frente a la otra parte de un acto
12 Derecho Privado - Capítulo 4 - Actos jurídicos

jurídico en estado de inferioridad, producto de no contar con la información o


asesoramiento adecuado.
Debe tenerse en cuenta que no resulta indispensable acudir al instituto de la lesión
frente a los contratos de consumo regulados por los arts. 1092 y siguientes del
Código que regula sobre las prácticas abusivas (CCC, arts. 1096 y siguientes) y la
Ley de Defensa del Consumidor 24240. Para equilibrar el estado de debilidad
negocial del usuario o consumidor frente al otro contratante, esta legislación especial
pone a cargo del oferente de los bienes o servicios, una serie de obligaciones (por
ejemplo, las establecidas por los arts. 4, 10 y 19). Asimismo, el art. 37 de la
mencionada ley, sanciona con nulidad al contrato en el cual el oferente viole el deber
de buena fe, en la etapa previa a la conclusión del contrato o en su celebración. Las
herramientas y protección que proporciona esta ley, en defensa de los
consumidores, resultan superiores a las del 332 del Código.
7. 4. Abuso del derecho
Los derechos no pueden estar a disposición de la maldad, por cuanto ello contraría
evidentemente la finalidad o espíritu de la ley o la razón por la cual esos derechos
fueron reconocidos.
El artículo 10 veda el ejercicio abusivo de los derechos, pues ese abuso es contrario
a la buena fe con que se debe actuar en la vida social. Los actos abusivos son
aquellos que, han sido cumplidos dentro de los términos de la ley, es decir, conforme
a la regla aplicable; sin embargo, el ejercicio del derecho resulta contrario al espíritu
y finalidad por la cual dicho derecho existe, de manera tal que causa perjuicios a
otras personas.
La disposición antes citada lo define como aquel acto que contraría los fines el
ordenamiento jurídico tiene en mira al reconocer un derecho o al que exceda los
límites impuestos por la buena fe, la moral y las buenas costumbres.
Para identificar las situaciones en que se presenta este instituto, son elementos de
suma importancia; la intención de daño o la falta de interés de quien pretende
ejercer su derecho. Así, si entre diversas opciones se ha elegido las más dañosas
para la otra parte, si el prejuicio es anormal o excesivo, si la conducta es contraria a
las buenas costumbres o si actúa de manera no razonable.
Por lo tanto, el abuso del derecho es un acto ilícito y no está protegido judicialmente;
quien lo haya cometido debe hacerse responsable por los daños y perjuicios
ocasionados, mandando la ley al juez que evite el abuso o reponga la situación al
estado anterior al abuso (CCC, art. 10, última parte)
En este sentido, incurriría en abuso del derecho: El acreedor que se niega a cobrarle
una cuota a su deudor por diferencia de unos pocos centavos. El acreedor que
pretende cobrar una tasa de interés desproporcionada por la mora del deudor. Quien
ha comunicado su decisión de rescindir un contrato sin causa con muy poco tiempo
de anticipación. Quien pretende poner en funcionamiento el pacto comisorio y
resolver un contrato por un incumplimiento insignificante del otro contratante.
En todos estos ejemplos, aún frente a la existencia del derecho, no puede
ampararse su ejercicio de forma abusiva y causando un innecesario perjuicio.
7.5. Abuso de posición dominante en el mercado
Derecho Privado - Capítulo 4 - Actos jurídicos 13

El Código tiene la novedad de incluir una protección especial frente al abuso de una
posición dominante en el mercado (CCC, art. 11), sin perjuicio de las disposiciones
específicas contempladas en leyes especiales (como las leyes de Lealtad Comercial
y Defensa de la Competencia).
No se trata de un abuso individual que estaría contemplado como abuso del derecho
por el art. 10, sino de la posición dominante en el mercado, vinculándose con los
derechos de incidencia colectiva.
7. 6. Teoría de los actos propios
Este instituto sirve para sancionar las conductas contrarias a la buena fe por
incoherentes. La doctrina denominada como “de los actos propios” considera
inadmisible que una persona asuma una actitud que lo coloque en contradicción con
su anterior conducta, como por ejemplo pretendiendo desconocer lo que a
sabiendas efectuó con anterioridad.
Una de las consecuencias del deber de obrar y ejercitar los derechos conforme a la
buena fe, es la exigencia de un comportamiento coherente, entendiéndose por esto
que cuando una persona, dentro de una relación jurídica, ha suscitado en otra con
su conducta una confianza, fundada conforme a la buena fe, en una determinada
conducta futura, no debe defraudar la confianza suscitada, siendo inadmisible toda
actuación incompatible con ella.
Con respecto a los requisitos para aplicar la teoría de los actos propios, hay
coincidencia en exigir una primera conducta que resulte relevante jurídicamente y
que ostente validez, esto es que haya sido realizada con discernimiento, intención y
libertad, sin vicios de la voluntad error, dolo o violencia.
También en exigir una segunda conducta entre las mismas partes, contradictoria o
incompatible o incoherente con la primera, contradicción que debe estar referida a
los aspectos fundamentales de la relación y debe ser de tal magnitud que resulten
contradictorias en forma obvia y absoluta, con la que llamamos conducta anterior o
primera conducta.
Si se encuentran reunidos los requisitos, la consecuencia de la aplicación de la
teoría de los actos propios, consiste en la inadmisibilidad de la segunda conducta, ya
que si bien ésta, tomada aisladamente es legítima, resulta incompatible en relación
con la primera conducta. Se trata de una aplicación para el derecho de la regla que
"el hombre debe ser fiel a sus propios actos" o del aforismo que dice “a nadie es
lícito venir contra sus propios actos".
El nuevo Código ha receptado expresamente esta nueva figura en su art. 1067
titulado: "Protección de la confianza”.
Este principio ya había sido aplicado en casos variados, antes de ser regulado
expresamente. Hemos tomado algunos de los ejemplos más ilustrativos de quienes
han escrito sobre esta doctrina (Borda):
1° Una empresa proveedora de materiales que durante años efectuó a su cliente
bonificaciones en los precios por pago de contado, no puede suprimirlas sin avisar
previamente que cambiaría su conducta.
2° Si luego de vencer el plazo de duración de un contrato de locación, las partes
continuaron cumpliendo las obligaciones de un modo similar a las previstas en el
contrato celebrado, es inadmisible que una de ellas pretenda luego reclamar daños y
14 Derecho Privado - Capítulo 4 - Actos jurídicos

perjuicios derivados de la continuidad en el uso.


3° Quien ha entregado en pago una suma de dinero sin manifestar ningún tipo de
condicionamiento, no puede pretender luego que esa entrega sea considerada como
una simple demostración de solvencia y reclamar su devolución.
4° El comprador de un automóvil que indicó que el color del mismo le era indiferente,
no puede luego pretender que ha existido un incumplimiento de la fábrica que no
entregó el automóvil del color solicitado.
5° Quien pagó intereses por atraso no puede luego pretender que no se encontraba
en mora.
6° Si el comprador ha reclamado al vendedor la devolución de la seña penitencial
doblada no puede, luego, cambiar su tesitura y demandar por cumplimiento de
contrato.
7° Si una de las partes comunica a su deudor moroso que no aplicará una multa
pactada si el deudor cumple en un nuevo plazo que unilateralmente fija, luego no
puede pretender cobrar dicha multa, si el deudor cumplió dentro del nuevo plazo que
la había conferido.
8. Modalidades de los actos jurídicos
a) Condición:
Se denomina condición a la cláusula de los actos jurídicos por la cual las partes
subordinan su plena eficacia o resolución a un hecho futuro e incierto (condición
suspensiva y resolutoria respectivamente, conf. CCC, art. 343).
Existen condiciones que están prohibidas (CCC, art. 344). Es inválido el acto sujeto
a un hecho imposible, contrario a la moral y a las buenas costumbres, prohibido por
el ordenamiento jurídico o que depende exclusivamente de la voluntad del obligado.
La condición de no hacer una cosa imposible no perjudica la validez de la obligación,
si ella fuera pactada bajo modalidad suspensiva. Se tienen por no escritas las
condiciones que afecten de modo grave la libertad de la persona, como la de elegir
domicilio o religión, o decidir sobre su estado civil.
La ley regula también lo que se denomina suposición, que es someter la plena
eficacia o resolución de un acto jurídico a hechos pasados o presentes ignorados (la
condición exige hechos futuros e inciertos) (CCC, art. 343, párrafo segundo).
b) Plazo:
Conforme surge del art. 350 del Código, un acto jurídico se halla sujeto a plazo
cuando su exigibilidad (plazo suspensivo) o su extinción (plazo resolutorio o
extintivo) dependen de un hecho futuro y cierto, es decir, que su vencimiento ocurrirá
indefectiblemente.
Si me comprometo a restituir el dinero que me prestaron el día 31 de diciembre del
corriente año, se trata de un plazo suspensivo. Significa que el acreedor debe
esperar hasta el vencimiento de ese plazo para exigirme la devolución del dinero.
Si celebro un contrato de locación de un inmueble por el plazo de dos años, el
contrato y el derecho del locatario a usar el inmueble se extingue a la fecha de su
vencimiento.
El plazo se presume establecido a favor del deudor, a no ser que, por la naturaleza
del acto, o por otras circunstancias, resulte que ha sido previsto a favor del acreedor
Derecho Privado - Capítulo 4 - Actos jurídicos 15

o de ambas partes (CCC, art. 351). Como consecuencia de la regla general, el


deudor está facultado para pagar antes del vencimiento.
Resulta también usual que se prevean en los contratos de duración cláusulas de
caducidad de plazos. Por ejemplo: una cláusula en un contrato de mutuo que
disponga que si el deudor se atrasa en el pago de dos cuotas consecutivas,
caducarán todas las cuotas no vencidas y el acreedor está facultado a exigir el pago
del saldo total adeudado. En principio dichas cláusulas son válidas.
c) Cargo o modo:
Según se desprende del art. 354 del Código, el cargo o modo es una obligación
accesoria, que se impone al adquirente de un derecho. Ejemplo típico es la donación
con cargo. Por ejemplo: se dona un inmueble con el cargo de utilizarlo durante cierto
tiempo como biblioteca pública.
9. Representación
En la realización de cualquier acto jurídico, la regla general es que los sujetos obren
en su propio interés y en su propio nombre, vinculándose ellos directamente con los
demás sujetos. Pero también puede suceder que se actúe en interés de otra
persona, ya sea por razones de conveniencia o por existir imposibilidad de que el
interesado actúe por sí mismo.
Cuando alguien actúa en interés o por cuenta ajena, significa que los efectos del
acto que está realizando van a recaer sobre el patrimonio de otra persona. Sin
embargo, ese efecto se puede producir de manera directa o indirecta.
Si hay representación se produce un vínculo directo entre representado y el tercero,
relacionándose de manera inmediata, como si el mismo representado hubiera
actuado personalmente en la realización del acto o negocio.
En cambio si esta persona actúa en interés de otro, pero lo hace en nombre propio,
él será quien se compromete y relaciona con este tercero. Si no cumple, él será el
demandado por incumplimiento. Si bien los efectos terminarán recayendo sobre el
interesado ello vendrá de manera indirecta por una cadena sucesiva de reclamos.
Cuando una persona que está autorizada para ello, actúa en interés ajeno,
informando a la otra parte que lo hace en nombre de otra persona, haciéndolo dentro
de los límites de esa autorización, se presenta la figura de la representación, la que
ha merecido una consideración especial por parte del Código (arts. 358 y sgtes.).
Puntualizamos que para que exista representación (*) es necesario: 1°) Que medie
una autorización o poder para actuar extendida por el representado; 2°) Que quien
realiza el acto le haga conocer al tercero con quien se relaciona, que está actuando
en representación de otra persona; 3°) Que el acto que realice se encuentre dentro
de los límites de la autorización o poder.
Si no se conjugan estos tres requisitos, no existe representación. Determinar en qué
casos una persona representa o no a otra resulta de particular importancia ya que, si
no existe tal representación, una persona no se verá obligada por los actos y
contratos que realiza otra persona en su nombre (CCC, art. 359).
El Código regula tres clases de representación: la representación legal, la
representación voluntaria y la representación orgánica (CCC, arts. 358 y sgtes.). La
representación legal es la que la ley establece para los incapaces. Se aplican las
disposiciones sobre representación legal a todas las otras clases.
16 Derecho Privado - Capítulo 4 - Actos jurídicos

La representación voluntaria o convencional es la que surge como consecuencia


de un contrato (el mandato representativo, el contrato de trabajo en algunos casos,
etc.) y que se suele instrumentar en un “poder”.
Para las personas jurídicas y las sociedades en especial, se contempla la
denominada representación orgánica, esto es, la que desenvuelve el órgano
regulado por la ley al efecto. Así tenemos que el órgano de representación en las
sociedades anónimas es el Presidente del Directorio, en las sociedades de
responsabilidad limitada los gerentes. Quien se encuentre desempeñando esa
función en el órgano es quien representa a la persona jurídica. Se presenta como
una situación intermedia entre la representación necesaria y la representación
voluntaria.
Para garantizar la seguridad y certeza de la existencia de la representación el
Código faculta a quienes contratan con quien se pretende representante, para
exigirle que le entregue una copia firmada del poder o instrumento del que surja la
representación (como, por ejemplo, copia del acta de asamblea donde se designa a
una persona como presidente del directorio de una sociedad anónima).
Ello permitirá verificar que se encuentran cumplidos los requisitos que antes hemos
mencionado (CCC, art. 374) y una precaución indispensable a tomar frente a
cualquier negociación. La copia firmada del instrumento del cual surja la
representación, que el representante está obligado a entregar, servirá como prueba
por si eventualmente se pretende desconocer la representación que ha invocado.
Para proteger a terceros, también se ha regulado una serie de situaciones que el
Código ha denominado como representación aparente (CCC, art. 367). Son casos
especiales de representación voluntaria, en las que no hay representación en forma
expresa. Es decir, no ha existido el otorgamiento de un poder, pero que hacen
suponer que hay un poder o autorización tácita para ejercer dicha representación.
Entre los casos que enumera el art. 367 del Código, encontramos algunos que son
muy comunes como la actuación del gerente de un establecimiento comercial en
cumplimiento de sus funciones o el de los dependientes (por ejemplo: un cajero,
quien se considera que tiene poder y representa al principal o titular del
establecimiento cuando hace cobros y pagos en la caja del negocio).
Resulta también muy importante desde el punto de vista práctico lo relativo a la
extinción de la relación representativa, no solamente para proteger a los
involucrados directamente en tal relación (CCC, art. 380), sino fundamentalmente a
los terceros (CCC, art. 381).
Ampliaremos sobre este importante tema al tratar la representación mercantil y los
agentes auxiliares.
(*) Ver glosario.

Bibliografía complementaria
CURÁ, José María (director) y otros: Código Civil y Comercial de la Nación
Comentado, Orientado a contadores, La Ley Bs. As., 2014.
RIVERA, Julio C., MEDINA, Graciela (directores) y otros: Código Civil y Comercial de
la Nación comentado, La Ley, Bs.As. 2014.
Derecho Privado - Capítulo 4 - Actos jurídicos 17

Glosario
Caso fortuito: Suceso no previsible dentro de lo normal o, de ser previsible, que
haya sido absolutamente imposible de evitar. Para determinar en cada caso la
existencia de caso fortuito, deberán tenerse en cuenta las circunstancias de
personas, lugar y tiempo. Ver “fuerza mayor”.
Cláusula penal: Penalidad económica que las partes de un contrato han previsto
para el caso de incumplimiento. Tiene la función de fijar anticipadamente los daños
que sufrirán los contratantes por si alguno luego no cumple con su obligación. La
función de la cláusula penal además de resarcitoria también es compulsiva, por
cuanto que, para exigir la pena, el acreedor no está obligado a probar que ha sufrido
perjuicios, ni el deudor podrá eximirse de satisfacerla, probando que el acreedor no
ha sufrido perjuicio alguno.
Culpa: Omisión de las diligencias que exige la naturaleza del deber jurídico que se
debe cumplir, o del deber genérico de respetar la persona y bienes de los demás.
Conversión (del acto jurídico): Situación de un acto que en su celebración no
sigue la forma impuesta y no queda concluido como tal, convirtiéndose en un acto
que obliga a las partes a otorgar el instrumento previsto por la ley. El acto es nulo
como tal, pero válido para obligar a las partes a cumplir la forma impuesta.
Daño: Menoscabo que sufre una persona en sus bienes vitales, en su propiedad o
patrimonio como consecuencia de un acaecimiento o evento determinado. Si lo que
se lesiona son aquellos bienes que integran un patrimonio el daño es patrimonial o
material. Si lo afectado son bienes inmateriales como la integridad corporal o los
sentimientos, el daño es moral o extrapatrimonial.
Documento: Representación objetiva de un pensamiento que puede serlo bajo la
forma material o literal. Se distingue de la expresión “instrumento” que se reserva sólo
para el último tipo de documentos, esto es, para el documento literal o escrituras
(Ramacciotti).
Fecha cierta: Elemento que extiende el valor probatorio de los instrumentos privados
con respecto a terceros. Adquieren fecha cierta el día en que acontece un hecho del
que resulta como consecuencia ineludible que el documento ya estaba firmado o no
pudo ser firmado después (CCC, art. 317).
Firma: Rúbrica o grafismo al pié de un documento para ratificar o asumir las
obligaciones o declaraciones en él contenidas.
Forma (de los actos jurídicos): Conjunto se signos exteriores que acompañan la
celebración de un acto jurídico. Todo acto tiene por lo tanto una forma. Los llamados
actos “no formales” no es porque no tengan una forma, sino que la misma es dejada
libremente a la decisión de las partes. En cambio son actos formales los que la ley
exige el cumplimiento de una forma determinada. Los actos formales suelen ser
divididos en solemnes (ver forma ad solemnitatem) y no solemnes (ver forma ad
probationem).
Forma ad solemnitatem: La forma es impuesta como una condición de validez. El
acto no puede tener en este caso existencia jurídica como tal, sino a través de esa
forma prescripta por la ley. Por ejemplo: el matrimonio no existe sino después de
culminada la ceremonia solemne prescripta por la ley, en presencia del oficial público
18 Derecho Privado - Capítulo 4 - Actos jurídicos

del Registro Civil y testigos.


Forma ad probationem: O forma probatoria o no solemne, es la forma exigida como
medio de prueba de un acto en juicio. Si una de las partes negara la existencia del
acto, el haber cumplido con la forma impuesta por la ley, será un requisito para que se
tenga por probado el mismo en el juicio. Por ejemplo: En el contrato de fianza se exige
la forma escrita para ser probado en juicio (CCC, art. 1579).
Fuerza mayor: Situación de imposibilidad de evitar que algo suceda. Se aplica a la
acción del Estado o de otras personas que impiden que un hecho sea evitado. Se
suele distinguir del caso fortuito indicando a su respecto que la causa no se puede
evitar, pero sí prever. En cambio, la fuerza mayor es un hecho que no se puede evitar y
tampoco se puede prever.
Instrumento: Manifestación escrita de la cual surgen derechos y obligaciones. Los
instrumentos pueden ser públicos, que son aquéllos otorgados por funcionarios
públicos, con las formalidades que establece la ley, como una escritura pública. Los
instrumentos privados, son los que están firmados, sin intervención de ningún oficial
público como una carta o un recibo. Instrumentos particulares, son los que se
encuentran escritos y pueden estar firmados o no firmados. Cuando están firmados
estamos frente a un instrumento privado. Cuando no están firmados se denominan
instrumentos particulares no firmados entre los que se comprenden otros registros
como las fotografías, filmaciones, grabaciones, etc. (ver CCC, art. 287).
Instrumento público: Ver instrumento.
Nulidad: Sanción de invalidez prevista por la ley, por la cual el acto jurídico pierde la
posibilidad de producir efectos por presentar un vicio o defecto en el momento de su
constitución. La nulidad hace cesar las consecuencias y efectos de los actos que
tengan este vicio, aunque algunas nulidades son subsanables.
Presunciones legales: Juris et de jure: cuando frente a determinadas
circunstancias, la ley impone una consecuencia que no admite prueba en contrario,
porque con ello se preserva el interés común, reglas morales, o asegurar la
efectividad de una institución. Juris tantum: cuando frente a determinadas
circunstancias la ley presume una explicación pero admitiendo la prueba en
contrario. Ejemplos de presunciones juris et de jure: CCC, artículos 74, 2451, etc.
Ejemplo de presunciones juris tantum: CCC, artículos, 332, 367, 899, etc.
Remisión de deuda: Acto mediante el cual el acreedor da ficticiamente por pagado su
crédito, produciendo la extinción de la obligación.
Representación: Institución que permite que un individuo denominado "representante"
ejecute un negocio jurídico en nombre de otro llamado "representado" de modo que el
negocio se considera celebrado directamente por el representado, y los derechos y
obligaciones emergentes del acto pasan directamente al representado.
Responsabilidad objetiva: Situación en que se encuentra el dueño o guardián de
una cosa con la cual se ha causado daño, que deberá probar que por su parte no
hubo culpa para poder eximirse de responsabilidad. Si la cosa fuera riesgosa, será
siempre responsable, a no ser que pruebe que la víctima obró con culpa o que el
hecho se ha producido por culpa de un tercero por quien no debe responder.

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