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Las historias suelen estar situadas en épocas pasadas o ilusorias que alejan al lector
del presente. Los sueños y las pesadillas también son relevantes por el cambio entre
realidad e irrealidad. Las pesadillas sirven como un presagio particularmente importante
dentro de la literatura gótica, ya que estas tienen una antigua asociación con el acto de
predecir y se usan para agravar los aspectos terroríficos de las novelas. Además, los
sueños permiten a los autores demostrar mejor las emociones de sus personajes en un
estado más inmediato y aterrador.
Los personajes de las novelas góticas incluyen tiranos, villanos, maníacos, doncellas
perseguidas, monjes, vampiros, monstruos, demonios, ángeles, fantasmas y esqueletos.
Estos obviamente pueden aparecer o no dependiendo de la historia en particular, Sin
embargo, hay tres tipos de personajes que aparecen en la mayoría de los textos góticos.
Para empezar, los villanos en estas novelas son complejos, y generalmente simpáticos al
principio para engañar al lector de su naturaleza. Estos son mayormente personajes
masculinos y autocráticos, muchas veces reyes o clérigos que simbolizan el peligro y
persiguen a una doncella inocente. Las obras además a menudo incluyen a una mujer que
sufre a expensas de este villano, las cuales se sienten solas, tristes u oprimidas. La
damisela a veces es mantenida cautiva en un castillo, aterrorizada por un noble, y hay un
héroe fuerte de alto linaje que intentará salvarla del terror, el protagonista. Empero, la
mayoría de veces el personaje principal no es un héroe exactamente. Muchas veces el
protagonista toma la forma del antihéroe, alguien imperfecto con elementos monstruosos
que tiende a tener un alto rango social. Su perdición se presagia, y están agobiados por el
dolor o una tragedia horrible, y a veces, castigados por la culpa. A menudo, son fácilmente
influenciables, impulsados por la pasión, inteligentes, enigmáticos y atractivos.
El goticismo evolucionó a lo largo de los años, y existe una clara diferencia entre las
primeras obras de finales del siglo XVIII y las últimas del siglo XIX, ya que las novelas
góticas clásicas se fundieron con el Romanticismo a comienzos del siglo XIX. Se considera
a El castillo de Otranto (1764) de Horace Walpole la obra fundadora del género y se ve
perfectamente su diferencia con las de comienzos del siglo XIX como Frankenstein (1818)
de Mary Shelley o posteriormente, la literatura de terror inspirada en los inicios del goticismo
como Jane Eyre (1847) de Charlotte Brönte, La caída de la Casa Usher (1839) de Edgar
Allan Poe, Carmilla (1872) de Sheridan LeFanu, Drácula (1897) de Bram Stoker o El
fantasma de la ópera (1910) de Gaston Leroux. La novela gótica decayó a finales del siglo
XIX con la irrupción del Realismo Literario, el Naturalismo y el Modernismo.
Poema — “Anhelo”