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UN ANTES Y UN DESPUES

Nicolas Stevan Herrera Castellanos

Universidad Distrital Francisco José de Caldas


Gestión Ambiental y Servicios Públicos
Comprensión y Producción de Textos

Bogotá, D.C.
2021
La pandemia del COVID 19 es algo que me tomó por sorpresa, supongo que como
a todo el mundo. Estoy casi seguro, de que nadie, o al menos muy pocas
personas, se esperaban que algo así pudiera suceder en pleno siglo XXI. Y que
algo tan repentino e inesperado pudiera afectar y cambiar tanto nuestras vidas.
Apenas llevaba un semestre de haber empezado a estudiar, que por cierto había
sido un semestre colmado de paros, como suele ser habitual. Por lo que en
realidad fue muy poco lo que conocí la universidad y asistí a clases de manera
presencial. Mi vida venia atravesando una serie de cambios que apenas estaba
empezando a manejar, llevaba unos 3 o 4 meses de haber regresado a vivir en la
casa de mis padres luego de haberme ido 4 años atrás.

En mis planes nunca estuvo el estudiar, mucho menos en una universidad pública.
Tenía la idea de que era algo casi imposible, mi verdadera preocupación era
trabajar y conseguir dinero, así fue hasta que en un trabajo que tenía me dijeron
que debía terminar el bachillerato. Por lo que, en ese año estudiando los fines de
semana, valide los dos años que me hacían falta y presente el ICFES únicamente
por que era un requisito para poder obtener el diploma. Sinceramente no me
esperaba obtener un buen puntaje. No porque me considerara una persona bruta
o algo parecido, sino porque no me caracterizaba precisamente por ser un
estudiante muy aplicado. Por tan razón, fue una verdadera sorpresa el momento
en que recibí la noticia de que me había ido bastante bien.
Recuerdo claramente el momento en que me enteré de que había obtenido el
puntaje de ICFES más alto en el instituto que me encontraba estudiando. Tenia la
mala costumbre de llegar tarde a clases y ese sábado no fue la excepción, entre
en silencio al salón y me senté donde siempre solía hacerlo; La ultima mesa de la
ultima fila. Fue entonces cuando me percate de que la profesora y mis
compañeros estaban felicitando a Cristian por haber obtenido el puntaje más alto.
Cristian era un joven de cabello rizado, gafas bastante grandes y el rostro colmado
de pecas. Era el típico estudiante aplicado y responsable que además de
participar durante las clases, siempre cumplía con todos los trabajos. Por lo que
en realidad no me sorprendió que le fuera ido tan bien en la prueba. Por el
contrario, imagine el orgullo que debía estar sintiendo en ese momento después
de esforzarse tanto. Hasta ese momento no sabía cuál había sido el puntaje de mi
compañero. Entonces después de unos minutos cuando ya todos habían dejado
de lado las felicitaciones y la profesora estaba retomando su clase, no me quede
con la duda y le pregunte a Cristian cuanto había sido su puntaje. Su respuesta
me sorprendió bastante, ya que yo había sacado 5 puntos más que él. Creo que la
mayoría de personas en una situación parecida lo hubiera comentado, pero como
a mi nunca me a gustado llamar la atención sino por el contrario me considero
pusilánime decidí no decir nada, solo me quede bastante emocionado y con la
certeza de que me había ido bastante bien.
Con esto en mente, me anime a hablar con unos amigos que ya estudiaban en la
universidad y fueron ellos quienes me confirmaron que con mi puntaje era muy
probable que me aceptaran. Realmente esa fue la parte fácil. ya me había
animado a hacer algo diferente con mi vida, y solo fue necesario presentarme a la
universidad para obtener el cupo. La parte complicada y lo que me inquietaba, era
como iba a mantenerme económicamente y estudiar simultáneamente. Pensé en
muchas posibilidades, pero finalmente tuve que reconocer que la mejor opción era
tratar de hablar con mis padres para que me dejaran volver a casa; al menos
durante el tiempo que me tomara hacer la carrera universitaria.
En ese momento ya llevaba 4 años viviendo solo. Trabajaba para mantenerme, y
las pocas veces que me veía con mi familia eran cortos lapsos de tiempo en que
pasaba a visitarlos, de vez en cuando. Mi relación con mis padres nunca a sido
mala, pero tampoco era muy cercana que digamos. En especial en ese momento.
Durante el tiempo que viví solo casi no frecuentábamos. Aun así, no fue muy difícil
convencerlos de apoyarme. Nunca olvidare el día en que les dije que tenía la
oportunidad de estudiar en la universidad distrital, sus rostros estaban llenos de
alegría y las emociones que yo sentí en ese momento son indescriptibles, muy
pocas veces estuve tan seguro de que estaban orgullosos de mí. Mi madre es una
mujer de 38 años. Ella siempre ha estado muy presente en mi vida y ha sido una
mamá bastante cariñosa. Fue ella la primera en acercarse a felicitarme, sus ojos
reflejaban inmensa alegría, era como si una lluvia de estrellas fugases pasaran por
ahí. Por otra parte, mi padre, aunque siempre ha estado conmigo, es un hombre
criado a la antigua y él fue soldado profesional. tiene 43 años, es de contextura
fuerte y bastante alto, son muy pocas las veces que recuerdo un abrazo suyo o
siquiera una muestra de cariño, mucho menos lo había visto llorar. Pero ese día
me abrazo muy fuerte durante varios minutos y entre lágrimas de alegría me dijo
que contaba con todo su apoyo. Que él esperaba grandes cosas de mí.
Habían pasado unos dos meses luego de mi regreso a casa, y a pesar de que mi
familia me trataba bastante bien y no habíamos tenido ninguna discusión, era
inevitable para mí no sentirme como un intruso, o como alguien que solo está de
visita. Ya había pasado mucho tiempo viviendo solo, y no lograba sentirme como
antes cuando vivía con ellos… parte de la familia.
Uno de esos días, me encontraba en casa revisando el celular como era habitual,
cuando de repente me encontré en YouTube con varios videos en los que se
hablaba sobre un extraño virus que apareció en una ciudad de china. Dicho virus
aparentaba ser muy contagioso y mortal y se pronosticaba una pandemia a nivel
mundial. Recuerdo no darle mucha importancia y aunque lo comente con algunas
personas, pensaba que no nos afectaría de ninguna manera o que, al encontrarse
en otro continente al otro lado del mundo, tardaría bastante en llegar a nuestro
país. No sabia lo equivocado que me encontraba, ya que bastaron tan solo unas
semanas para que la enfermedad ya hubiese afectado a la mayoría de países del
mundo. Las noticias nos bombardeaban con una serie de información respecto a
los muertos, los males de la enfermedad, la facilidad de contagio, de escasez de
alimentos, de medicamentos, entre un sinfín más de malas noticias que lo único
que lograban era ponernos más nerviosos y ansiosos de lo que ya podíamos
estar.
Lo primero fue lidiar con el estrés psicológico que causaban todas estas malas
noticias, así que decidimos no volver a ver la televisión. Para ese momento ya
habían decretado la cuarentena estricta y llevábamos varios días encerrados sin
salir de casa. Aunque ahora era mayor el tiempo que compartíamos juntos, mi
sentimiento de no pertenecer a la familia aun no desaparecía. Y todo empeoro
cuando a causa del confinamiento, las empresas empezaron a despedir a sus
empleados, ya que no tenían como seguir pagando los sueldos si estos no
asistían a los puestos de trabajo. Mi papa se vio afectado por esta situación y
perdió el empleo que había tenido durante más de diez años, pero eso no fue lo
peor de todo. Después de eso, le ofrecieron un empleo en una ascienda en el
departamento de Arauca y aunque debía ausentarse durante varios días y trabajar
mas de 12 horas diarias, acepto y estuvo trabajando durante tres meses, ya que
las deudas y necesidades no dan espera. Así permaneció hasta que un día tuvo
un accidente con una maquina muy pesada, que por poco lo deja en silla de
ruedas. La situación no mejoraba para nosotros, y se complicó aún más cuando mi
papá regreso a casa luego de estar una semana hospitalizado y pasar por dos
cirugías, sin darse cuenta, llego contagiado de COVID y todos terminamos
enfermando. Debido a esa serie de desgracias, nadie en casa pudo salir a trabajar
y empezamos a tener problemas de dinero. Cada vez era más difícil mantenernos,
incluso al punto de no tener para comer. Eso aumentaba mi sentimiento de
incomodidad. Sentía que me estaba convirtiendo en un peso, una carga extra para
mis padres, y estuve a punto de salirme de estudiar e irme de nuevo con tal de no
ser un problema para ellos. Aun así, no quería renunciar a mis sueños, y después
de mucho pensarlo decidí cancelar algunas materias para que me quedara más
tiempo y poder conseguir un empleo para ayudar a mi familia. Los primeros días
fueron muy difíciles. y aunque actualmente la situación ha mejorado bastante, sigo
conservando mi empelo. Estudio durante el día y en la noche trabajo y aunque no
me queda mucho tiempo y debo esforzarme el doble puedo decir con alegría que
volví a sentirme parte de la familia.

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