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Monólogo en momentos de crisis, el mundo conociendo al Covid-19

Sebastián Castro

Cuando los días eran normales, comparando lo que vivo actualmente, todo era muy atractivo, los
días en la acogedora universidad donde pasaba gran parte de mis días (dejando de lado al estudio),
jugando voleibol, futbol, y hasta el deporte que menos me gusta, el basquetbol.
Recuerdo que en cada cambio de clases y tiempos libres era muy común quedarnos en la entrada de
la universidad hablando y mirando quien entraba y salía para ver si era alguno de nuestros amigos, o
alguien que nos caía mal, o una “vieja” nueva, y si era bonita o no. Hasta las clases eran excelentes,
ya que los profesores hacían lo imposible por hacer clases dinámicas y amenas.
Pero llegó el día, día en el que empezaron a llegar noticias sobre una rara enfermedad nunca antes
vista proveniente de China, y lo más curioso es que una de las cosas que más recuerdo fue que, mi
amigo Carlos tenía más miedo de que el tal Covid llegara a Colombia, que al mismo parcial más
importante de la materia más difícil del semestre.
Fue cuestión de días realmente, donde de un momento a otro la universidad cerró las puertas del
gimnasio, y al día siguiente cerró por completo las instalaciones, para así dar paso a las clases
virtuales; que en lo personal, me parecen una atrocidad.
Poco a poco a todo el mundo empezaron a írseles las ganas de estudiar, tanto así que conozco a
varios amigos que aplazaron semestre o que sencillamente se retiraron de la carrera. Y contar esto
no es fácil, hablando a partir de lo que me pasó, fue una muy mala época los 5 meses después de
esto, ya que al temer tanto por nuestras vidas (literalmente), y por las normas de cuarentena
obligatoria en el país, estuve demasiado tiempo sin salir de la casa, sin hacer lo que para mí era el
pan de cada día. Ya no me bañaba diariamente, descuadré mi horario del sueño, haciendo que me
durmiera a altas horas de la madrugada, para despertarme muy tarde para directamente almorzar,
comencé a dejarme crecer bastante el cabello, sabiendo que intentaba tenerlo corto y, sobre todo,
empezó a decaer mi salud mental, haciendo que fuesen muy pocas las ganas de hacer las cosas,
hacer algo por mí, y evadiendo mis pensamientos con sólo dormir.

Pasaron los días, meses, e incluso un año – ¡Santo Dios!, un año en la misma situación, y de alguna
manera creo que todos nos hemos ido adaptando a esta nueva realidad; hemos salido ya más
confiados, primero siendo salidas muy cortas, sólo para ir a comprar lo necesario, y luego a vernos
muy poco tiempo con personas que extrañábamos, hasta el punto de seguir usando el tapabocas pero
esta vez como accesorio que nos quitamos cuando andamos un poquito más relajados o cuando
nadie nos está mirando. Y es aquí cuando intenté retomar todo lo que quería hacer, me vi con mis
amigos, salí con esa muchacha, di paseítos con mi familia, entré al curso de conducción, y poco a
poco empezó a recobrar el control que tenía de mi vida. Hasta que llegó la universidad otra vez.

Empezaron las clases en este 2021, y luego de haber conseguido un trabajo estable (para darme mis
gustos y apoyar el pago de mis estudios), ha sido muy difícil el ser responsable con las clases, pero
me reto a mí mismo intentando tener roles en estas que me hagan sentir mas comprometido con lo
que hago, como ser monitor o intentando ser líder de grupos, para así tener las ganas que necesito
para volver a ser el Sebastián de inicios de 2019, enamorado de estudiar y de lo que me apasiona,
que me hizo estar en el programa en el que estoy. Tan sólo el tiempo irá diciendo qué versión seré
de mí mismo, si la mejor, o la peor.

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