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INCONSTITUCIONALIDAD GENERAL PARCIAL EXPEDIENTE 1994-2009 CORTE DE
CONSTITUCIONALIDAD, INTEGRADA POR LOS MAGISTRADOS R.M.B., QUIEN LA
PRESIDE, A.M.A., MARIO PÉREZ GUERRA, G.C.C., J.F.F.J., J.R.Q.F.Y.C.E.L.V.: Guatemala,
ocho de febrero de dos mil once. Se dicta sentencia en la acción de inconstitucionalidad general
parcial promovida por C.P. y P.B. y L.R.R. contra el artículo 27 de la Ley del Fortalecimiento de
la Persecución Penal, Decreto 17-2009 del Congreso de la República. Los accionantes
actuaron bajo el patrocinio de la primera mencionada y de los abogados D.G.C.G. y N.E.R.P.. Es
ponente de este caso la Magistrado Vocal III, G.C.C., quien expresa el parecer de este Tribunal.
ANTECEDENTES I. FUNDAMENTOS JURÍDICOS DE LA IMPUGNACIÓN Lo expuesto por los
accionantes se resume: a) el artículo 12 de la
Constitución Política de la República de Guatemala establece la garantía del juicio previo, es
decir, la imposibilidad de imponer penas sin que exista un proceso penal previo en el que se
haya declarado la culpabilidad de una persona mediante sentencia. De la garantía del juicio
previo se deriva el principio de inocencia, reconocido en el artículo 14 constitucional, según el
cual, toda persona goza de un estado de inocencia mientras no sea declarada culpable por
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sentencia firme, aun cuando respecto de ella se haya abierto una causa penal y cualquiera que
sea el estado de esa causa. De esa cuenta, en el curso del proceso penal, el imputado no puede
ser tratado como culpable ni pueden ser restringido en sus derechos, especialmente el que
concierne a su libertad personal, salvo que dicha restricción tenga como propósito asegurar los
fines del proceso, referidos a la averiguación de un hecho señalado como delito o falta y al
establecimiento de la posible participación del sindicado, para así garantizar el derecho a la
justicia. Conforme a lo anterior, la restricción de la libertad durante el proceso debe ser
excepcional, lo que significa que sólo se justifica en casos de extrema necesidad, es decir,
cuando no existan otras medidas menos lesivas para asegurar estos fines procesales. En ese
orden de ideas, es dable afirmar que en el proceso penal la libertad de la persona es la regla y
la excepción es la prisión provisional, como lo consideró la Corte de Constitucionalidad en la
sentencia de veintiuno de mayo de mil novecientos ochenta y siete, dictada dentro de los
expedientes sesenta y nueve - ochenta y siete y setenta - ochenta y siete (69-87 y 70-87).
Aunado a lo expuesto, el carácter excepcional de la prisión preventiva y su finalidad han sido
recogidos y desarrollados en la legislación ordinaria, específicamente en el artículo 261 del
Código Procesal Penal, del que se desprende que su fundamento se encuentra en el
aseguramiento de los fines procesales, revistiendo una medida excepcional aplicable cuando
existe peligro de fuga o peligro de obstaculización para la averiguación de la verdad, y que
únicamente se justifica cuando otras medidas menos gravosas para el imputado no puedan
cumplir con garantizar los fines del proceso; b) el artículo 27 de la Ley del Fortalecimiento de la
Persecución Penal, Decreto 17-2009 del Congreso de la República, establece:
“Inconmutabilidad de la pena. Cuando la pena de prisión a
imponerse, de acuerdo a las disposiciones de las leyes que se reforman y la presente, sea
inconmutable, no procederá medida sustitutiva alguna.” El texto legal anterior recoge una
presunción iure et de iure contra reo, referida a que todas las personas que han cometido
prisión, sin que preceda información de haberse cometido un delito y sin que concurran motivos
racionales suficientes para creer que la persona detenida lo ha cometido o participado en él.” En
tal sentido, conforme a la norma constitucional transcrita, la
potestad de la autoridad judicial para limitar la libertad personal no es absoluta, sino que se
exige una serie de requisitos que deben ser cumplidos incondicionalmente, pues, de lo
contrario, la privación de libertad devendría ilegal. Tales requisitos son: i) desarrollo de la
imputación; ii) función jurisdiccional; y iii) facultad discrecional y no obligatoria. En cuanto al
desarrollo de la imputación, el primer elemento que dispone la Constitución es la existencia de
información previa que revele elementos de convicción suficientes para que el juez, en el caso
concreto, pueda identificar la existencia de un hecho delictivo y que de dicha información, a su
juicio, se logre determinar que la persona ha tenido un grado de participación en ese hecho
delictivo. Cabe indicar que el desarrollo de la imputación no
a apersonarse en el presente trámite para los efectos procedimentales respectivos. Solicitó que
se declare lo que en derecho corresponde. B) El Congreso de la República manifestó lo
siguiente: a) el Decreto 17-2009, cuerpo legal dentro del cual se ubica la norma impugnada,
sufrió el trámite para la formación de la ley previsto en los artículos 176 y 177 de la
Constitución Política de la República, habiendo sido publicado como ley de la República en el
Diario de Centro América el ocho de mayo de dos mil nueve y entró en vigencia ocho días
después de dicha publicación. La emisión de la normativa referida tuvo como fundamento,
según se enuncia en el primer considerando de dicho Decreto, que: “(…) dado el incremento de
la delincuencia que padece el país es urgente reformar las leyes que constituyen instrumentos
idóneos de lucha contra la ola de criminalidad, (…) especialmente en aquellos temas que
permitirán que fiscales y jueces puedan realizar una mejor labor de investigación, y de condena
en su caso, para abatir el alto grado de impunidad que la población reclama, todo lo cual
constituirá un mayor fortalecimiento de la persecución penal, para alcanzar gradualmente la paz
social.” Lo anterior, en concordancia con el
contenido del artículo 1o constitucional, que reconoce que el Estado de Guatemala se organiza
para proteger a la persona y a la familia, teniendo como fin supremo la
realización del bien común. Aunado a ello, a efecto de apreciar de mejor manera la norma
impugnada, deben tomarse en consideración los principios aplicables para su interpretación, así
como los distintos métodos que pueden utilizarse conforme a la estructura jurídica de las penas;
b) la clasificación legal de las penas atiende a los criterios que se refieren a su naturaleza y a su
gravedad. En el caso del Código Penal, el criterio de clasificación de las penas responde a la
gravedad de éstas, existiendo penas graves, menos graves y leves, según su duración.
Asimismo, se reconocen penas accesorias, las que acompañan a las penas principales. La
pena de prisión, pese a las considerables restricciones que se han establecido, continua siendo
la pena por excelencia, al menos si se toma en cuenta que es la que mayores efectos
intimidatorios despliega, tomando en cuenta que su éxito derivó de la posibilidad de imponer
una sanción graduable cuantitativamente y adecuada a la gravedad del delito. Es el legislador el
que tipifica las acciones que constituyen delitos y fija las penas de prisión que, de manera
genérica y como consecuencia de incurrir en aquellas acciones delictivas, deben sufrir los
responsables de su comisión, recayendo en el juzgador la función de aplicar las normas al caso
particular, en el que habrá de considerar las circunstancias en que hubiere ocurrido el hecho, así
como el grado de participación de su autor. En ese orden de ideas, el legislador, en uso de sus
facultades, ha establecido que por la comisión de determinados tipos de delitos no debe
beneficiarse a los responsables con la conmuta de la pena impuesta, y por la gravedad de los
hechos o las circunstancias en que ocurrieren éstos, los sindicados de su comisión no podrán
beneficiarse con medidas sustitutivas de la prisión provisional; como ejemplo de ello, cabe citar
el artículo 164 (sic) del Código Procesal Penal, pues en igual sentido, en leyes específicas ha
sido establecida la prohibición de decretar medidas sustitutivas a quienes se les imputa la
comisión de determinados delitos; y c) los accionantes aducen que la norma objetada viola el
artículo 12 constitucional, lo que no encuadra con la presente acción, pues el sujeto pasivo fue
previamente citado, como sindicado, en su primera declaración; como imputado, en el auto de
procesamiento; como procesado, en la fase intermedia, y como condenado, en la sentencia,
mediante juez pre-establecido. Asimismo, reclaman violado el artículo 14 de la Constitución,
cuando la inocencia es un derecho inherente a la persona, y el proceso penal tiene por objeto la
averiguación de la verdad, en el que se podrá advertir si es o no es responsable. No es cierto
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averiguación de la verdad, en el que se podrá advertir si es o no es responsable. No es cierto
que se limite el derecho de defensa de los sindicados a quienes se niega el otorgamiento de
medidas sustitutivas de la prisión provisional, porque las leyes correspondientes y las
procesales específicas contemplan los recursos que pueden utilizarse por aquéllos para
procurar la reversión de la negativa. Los preceptos recogidos en la norma objetada coadyuvan
con la normativa vigente, relativa a las penas, la conmuta y la inconmutabilidad de la pena, los
que han sido erróneamente interpretados por los accionantes, en aplicación de una prevención
general que obedece a políticas de penalidad de una realidad social para una época
determinada y que se encuadra en lo preceptuado por el artículo 1o de la Constitución. Solicitó
que se declare sin lugar la acción planteada. C) El Ministerio Público señaló: a) el Congreso de
la República, para la emisión de la norma impugnada, tomó en cuenta los múltiples factores
criminogénicos que la ciencia criminológica, por medio de sus estadísticas, recomendó, lo que
se evidencia con los motivos específicos contenidos en los considerandos del Decreto 172009.
En el control social se complementan dos aspectos, por un lado, los que revisten estrategias de
prevención de una conducta, y por el otro, la reacción social frente a la
realización de esa conducta. Con las estrategias de prevención se trata de actuar sobre el
individuo, conformándolo mentalmente para que internalice las normas sociales. El control
social de reacción, por su parte, se centra en las respuestas sociales que provoca una conducta
no deseada. En tal sentido, es factible entender que en virtud del incremento de la delincuencia
que padece el país, fue de urgencia nacional poner en vigencia el Decreto 17-2009, por lo que
la acción promovida debe ser declarada sin lugar; y b) la norma que se impugna permite a
fiscales y jueces que realicen una mejor labor de investigación y de condena, en su caso. Para
que la ley cumpla la función de establecer cuáles son las conductas punibles, debe hacerlo de
forma clara y concreta, sin acudir a términos excesivamente vagos que dejen en la indefinición
el ámbito de lo punible. La norma que se objeta es ley y debe ser fundamento utilizado para
administrar justicia. Solicitó que se declare sin lugar la acción de inconstitucionalidad general
parcial promovida, que se condene en costas a los postulantes y que se imponga multa a los
abogados patrocinantes. IV. ALEGATOS EN EL DÍA DE LA VISTA A) Los accionantes
reiteraron lo expuesto en el escrito de interposición y, además, señalaron: a) la prisión
preventiva pone en juego los derechos a la libertad y a la justicia, los que encuentran
reconocimiento en el artículo 2o constitucional y, en el caso del derecho a la libertad, se reafirma
en el artículo 4o del mismo texto constitucional. El conflicto entre ambos derechos es resuelto,
según la jurisprudencia internacional, mediante el establecimiento de requisitos de ineludible
cumplimiento para la aplicación de esta medida de coerción, referidos a su estricta necesidad,
su carácter subsidiario y su excepcionalidad; b) la norma que se impugna vulnera el derecho a
la presunción de inocencia, pues establece la prisión preventiva obligatoria, sin que el juez esté
en posibilidades de determinar la concurrencia de los presupuestos de esta medida,
configurándola como una pena anticipada. La presunción de inocencia no incide únicamente en
el tema de la carga de la prueba en el proceso penal, sino que se refiere al tratamiento del
procesado, lo que se traduce en que éste debe permanecer en libertad hasta que en sentencia
condenatoria se le declare culpable; c) el Congreso de la República argumenta que la norma
que se objeta no viola el derecho a la presunción de inocencia, pues la culpabilidad del
sindicado será declarada únicamente en sentencia; sin embargo, la norma de mérito establece
una presunción iure et de iure, pues se considera que en todos los casos de delitos cuya pena
sea inconmutable concurre peligro de fuga o de obstaculización para la averiguación de la
verdad, lo que lesiona el derecho de defensa del imputado, el que no se limita únicamente al
derecho de audiencia, sino que alude a la posibilidad de alegar, de presentar prueba y de que
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los alegatos y la prueba presentada sean tomadas en cuenta por el juzgador al asumir su
decisión. En un caso concreto, de nada serviría que el procesado demuestre arraigo, que no
concurren peligro de fuga o de obstrucción para la averiguación de la verdad, pues siempre se
le aplicaría la prisión preventiva. Asimismo, la norma atacada infringe también el artículo 13
constitucional, pues en su regulación no se observan los presupuestos establecidos para dictar
prisión preventiva; d) por otro lado, el artículo que se impugna contraviene el principio de
separación de poderes y la exclusividad en el ejercicio de la función jurisdiccional, despojando
a los tribunales de justicia de la independencia que la Constitución garantiza, pues, conforme a
la regulación vigente, deberán aplicar obligatoriamente la prisión preventiva, sin que puedan
apreciar si en el caso concreto concurre peligro de fuga o de
sentido, de existir razones sólidas que demuestren en forma indubitable la transgresión al texto
fundamental por contravención o inobservancia de los derechos, valores y demás preceptos que
éste reconoce, garantiza o establece, deberá efectuarse la declaratoria respectiva, quedando sin
vigencia la norma inconstitucional.
prisión a imponerse, de acuerdo a las disposiciones de las leyes que se reforman y la presente,
sea inconmutable, no procederá medida sustitutiva alguna.”, establece una presunción iure et de
iure contra reo, referida a que todas las personas a quienes se les
ante la función de las autoridades. Con todo, resulta oportuno acotar que el fenómeno criminal
que sufre Guatemala puede obedecer, entre otras causas, a realidades que han venido
reiterándose en el desarrollo de la historia nacional y cuya solución no sólo resulta
extremadamente compleja, sino que, evidentemente, requiere acciones integrales que incidan
más allá del propio ámbito de la política criminal. Así las cosas, no es mera casualidad que
factores que el conglomerado social ha resentido durante décadas en lo que atañe, por ejemplo,
a la insatisfactoria cobertura o calidad educativa y sanitaria, o a la escasez de empleo y vivienda
dignos –datos que, junto a otros, ubican al país entre las naciones con menores índices de
desarrollo humano del continente, según se desprende de los informes emitidos anualmente por
el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo–, coincidan con los altos niveles de
violencia existentes. Lo antes expuesto hace imperioso reflexionar acerca de la necesidad de
políticas públicas integrales que se dirijan a combatir las causas estructurales de la
problemática criminal que se afronta y que, por lo tanto, no intenten incidir tan sólo en aspectos
concretos que, a la postre, no responden eficazmente a los fines perseguidos. Estas
consideraciones reflejan la inviabilidad de pretender que la simple agravación de las
consecuencias que puedan derivarse de la comisión de aquellas conductas tipificadas como
delitos o faltas o, en su caso, la imposición de mayores restricciones a los derechos y libertades
del procesado operen como soluciones integrales al problema delincuencial o como
mecanismos idóneos para asegurar una eficaz persecución penal. En ese sentido, vale referir,
en lo que concierne concretamente a las normas sustantivas y procesales que configuran la
respuesta estatal ante el fenómeno criminal, que para cumplir el deber de asegurar la pacífica
convivencia en sociedad, dichas normas, más que reflejar una reacción extrema e intolerante
ante el crimen, requieren su efectiva aplicación a los casos en que se susciten los supuestos de
hecho en ellas regulados. De esa cuenta, lo que determinará el éxito de la política criminal que
se formule no será la gravedad de las penas a imponer o las mayores restricciones al ejercicio
de los derechos del inculpado, sino la convicción, conciencia y voluntad de que el orden jurídico
vigente se cumplirá, en tanto los órganos del Estado ejercen las funciones que les han sido
encomendadas y observen con fidelidad los principios y preceptos que recoge la Constitución.
En conclusión, se estima que la respuesta estatal ante el problema de violencia que vive el país
debe estructurarse sobre bases constitucionales, es decir, en respeto irrestricto de las
disposiciones que la norma suprema recoge; aunado a ello, deviene primordial perseguir, antes
que la simple agravación de las penas o la limitación de derechos, el efectivo cumplimiento del
orden jurídico aplicable que establece los deberes y funciones del Estado y sus órganos,
mecanismo específico que determinará la confianza y seguridad del ciudadano y del
conglomerado social en la aplicación de la ley. - III Corresponde ahora efectuar el análisis sobre
la constitucionalidad de la norma impugnada y, para tales efectos, es pertinente referirse a los
preceptos fundamentales que los solicitantes aducen violados como base de su impugnación.
Los solicitantes denuncian que el artículo 27 de la Ley del Fortalecimiento de la Persecución
Penal, Decreto 17-2009 del Congreso de la República, al establecer: “Inconmutabilidad de la
pena. Cuando la pena de prisión a imponerse, de acuerdo a
las disposiciones de las leyes que se reforman y la presente, sea inconmutable, no procederá
medida sustitutiva alguna.”, contraviene el artículo 13 de la Constitución Política
de la República que determina los motivos para dictar auto de prisión, pues no sólo desconoce
los requisitos constitucionalmente exigidos para tales efectos, sino que limita al juez en la
función que le es propia, pues es al órgano jurisdiccional a quien compete decidir acerca de la
procedencia de aplicar dicha medida de coerción. A ese respecto, cabe señalar que la norma
que se denuncia contraria a la Constitución establece el mandato dirigido al juez que conoce del
proceso de imponer prisión preventiva ante la sola circunstancia relativa a que el delito que se
imputa sea sancionado con pena que no tenga el carácter de conmutable; dicha regulación
acarrea, como bien señalan los accionantes, que no se observe aquel precepto fundamental. En
efecto, la norma constitucional confiere al titular del tribunal que conoce del proceso la facultad
de decidir, en ejercicio de la función jurisdiccional que le ha sido encomendada por el propio
texto supremo, acerca de la procedencia de la prisión preventiva en el caso concreto, debiendo
constatar la existencia de información sobre la
desarrolla el texto constitucional, deberá también establecer si las circunstancias del caso
denotan la viabilidad o no de imponer aquella medida, para lo cual habrá de verificar si se dan
los supuestos legales que determinan su procedencia (artículos 259, 262 y 263 del
Código Procesal Penal, entre otros). En tal sentido, la norma que se enjuicia hace caso omiso
de la potestad delegada en el juzgador por la Constitución, determinando que, sin importar lo
que éste pueda constatar e, incluso, ignorando las circunstancias específicas del caso bajo
juzgamiento, la prisión preventiva deberá ser decretada siempre, por imperativo legal, ante la
sindicación por delito cuya pena sea inconmutable. La situación anterior determina la infracción
del precepto contenido en el artículo 13 de la Constitución, por inobservancia del mandato en él
establecido, lo que desemboca en la supresión de una facultad encomendada exclusivamente
al juez de la causa, pues sólo éste, conforme a las circunstancias del caso concreto y
atendiendo a las normas aplicables, es quien deberá decidir sobre la pertinencia y legalidad de
aplicar determinada medida cautelar o, en su caso, la no aplicación de alguna de éstas
(artículo 264 del Código Procesal Penal). Es así como la regulación normativa atacada
interviene indebidamente en cuestiones que la Constitución ha delegado en el criterio del titular
del órgano jurisdiccional, siendo a éste al único que ha autorizado para decidir sobre la
viabilidad o no de dictar, según sus consideraciones y estimaciones concretas, auto de prisión.
En tal sentido, la supresión de la facultad jurisdiccional para decidir sobre la aplicación de la
prisión preventiva, según las circunstancias del caso, se traduce en injerencia en el ejercicio de
la función encomendada, exclusivamente, a los tribunales de justicia, conforme lo determina
específicamente el citado artículo 13 constitucional, en armonía con la norma contenida en el
artículo 203 del mismo texto supremo, lo que permite apreciar el vicio de inconstitucionalidad
que se denuncia. - IV Los accionantes argumentan que la norma objetada contraviene también
el precepto constitucional que reconoce la presunción de inocencia. Con el objeto de dar
es considerado inocente hasta que ha sido convicto. Por lo tanto, siempre que su detención se
haga indispensable, se ha de evitar por la ley cualquier rigor mayor del indispensable para
asegurar su persona.” El contenido de este instrumento tuvo
invaluables repercusiones en la Europa continental y de allí, por obvias razones, las ideas
liberales que propugnaba fueron transmitidas a distintos y lejanos puntos geográficos del orbe.
Como puede apreciarse, el reconocimiento del derecho a la presunción de inocencia en la
Declaración francesa intentó incidir, especialmente, en la situación particular del imputado o
sindicado durante el trámite del proceso, quien debe ser considerado inocente y tratado como tal
en tanto no se le imponga condena como responsable del hecho que se le endilga. Por su parte,
los movimientos revolucionarios que años antes habían desembocado en la independencia de
las colonias británicas en América atendieron también a la necesaria protección de derechos y
libertades, los que, a la postre, fueron recogidos en la Constitución de los Estados Unidos de
América y sus enmiendas. Ahora bien, en el caso estadounidense, en concordancia con el
sistema jurídico adoptado (common law), el reconocimiento de determinados derechos ha
estado íntimamente ligado a las decisiones adoptadas por el Poder Judicial y, de manera
particular, por la Suprema Corte, cuya jurisprudencia ha hecho valer la presunción de inocencia
como derecho derivado del due process of Law (el debido proceso legal), determinando la
exigencia de que la condena se funde en “prueba más allá de toda duda razonable”. De ahí que,
según el concepto del máximo tribunal de justicia de aquel país, la presunción de inocencia se
relaciona de
manera especial con el tema probatorio en el proceso penal, incidiendo en aspectos como la
legalidad y validez de los medios de prueba, la carga de la prueba y las consecuencias
derivadas de ésta (in dubio pro reo). A partir de los distintos alcances que se la han dado al
derecho bajo estudio, cabe afirmar que éste se desarrolla en dos sentidos de singular relevancia
dentro del proceso penal: a) el que atañe a la consideración y trato como inocente del
procesado, en tanto el órgano jurisdiccional no lo declare penalmente responsable en sentencia
y le imponga la pena respectiva; y b) el concerniente a la necesaria actividad probatoria a
desarrollar por quien acusa para desvirtuar el estado de inocencia del acusado, cuya condena
tan sólo podrá basarse en prueba legítima que demuestre fehacientemente y sin lugar a dudas
fundadas su culpabilidad. Es claro que el sistema procesal penal guatemalteco atiende a ambos
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fundadas su culpabilidad. Es claro que el sistema procesal penal guatemalteco atiende a ambos
alcances del derecho fundamental, como lo demuestran las normas que resaltan la exigencia de
un trato acorde con el estado de inocencia del procesado (artículos 14, 259, 261, 264, 268, 274,
275 y 355 del Código Procesal Penal, entre otros), así como aquellas que determinan la
relevancia de la actividad probatoria como único medio para demostrar los hechos contenidos
en la acusación y, con ello, lograr desvanecer válidamente la presunción de inocencia del
acusado (artículos 181, 183, 185, 186, 317, 318 y 385, entre otros). Conforme a lo anterior y
tomando en cuenta los motivos de la impugnación y el contenido de la norma que se objeta, el
análisis que prosigue se contrae al primero de los alcances mencionados. B) La exigencia
constitucional de un trato acorde con el estado de inocencia del procesado hace inviable
cualquier restricción a sus derechos con fines sancionatorios o punitivos previo a la emisión del
fallo judicial que pueda declararlo responsable de la conducta que se le imputa. De esa cuenta,
la observancia del derecho a la presunción de inocencia revela la especial atención que
merecen las medidas cautelares aplicables en el proceso penal, como instrumentos que,
traduciéndose en restricciones a la libertad individual del sindicado (medidas cautelares de
naturaleza personal) o a la libre disposición de sus bienes (medidas cautelares de naturaleza
real), el ordenamiento legal pone a disposición del órgano jurisdiccional a fin de que, mediante
su aplicación, se asegure el efectivo cumplimiento de los fines del proceso. De dichas medidas,
conforme al contenido de la norma impugnada, es la prisión preventiva la que revela la
necesidad de un estudio de mayor profundidad. Al respecto, es evidente que la
Constitución de la República, al mismo tiempo que garantiza el derecho a la libertad personal
(artículos 2o y 4o) reconoce también la posibilidad de restringirla (artículos 6o y 13). Así, es
evidente que la libertad de la persona no deviene en un derecho absoluto, pues resulta factible
la imposición de límites, siempre que éstos sean acordes con los postulados constitucionales.
En efecto, la Ley Fundamental determina dos casos específicos de restricción de la libertad del
individuo: la detención y la emisión de auto de prisión, medidas de coerción personal –conforme
a la calificación que de éstas hace el Código Procesal Penal– que atañen a situaciones
concretas que se originan a partir de la sindicación por la supuesta realización de aquellas
conductas calificadas por la ley penal como delitos o faltas. En el primer caso, es decir, la
detención, señala el artículo 6o constitucional que procederá únicamente por causa de delito o
falta y siempre que exista orden judicial
librada con apego a la ley, salvo los casos de delito o falta flagrante. La detención encuentra
regulación específica en el Código Procesal Penal (artículos 257, 258 y 266), cuerpo legal que
la denomina aprehensión. Ahora bien, en lo que respecta al auto de prisión a que alude el
artículo 13 constitucional (respecto del cual se determinó la contravención en que incurre la
norma objetada), el Código Procesal Penal contiene también regulación específica, entre otras
normas, en el artículo 259, el que reconoce la posibilidad de que el juez ordene la prisión
preventiva del imputado, como le llama, recogiendo los supuestos concretos a que alude el
citado artículo 13 del texto supremo. Como corolario, es la propia Constitución la que, al mismo
tiempo que reconoce y garantiza el derecho a la libertad personal, establece también la
posibilidad de restringir esa libertad por causas específicas referidas, como antes se dijo, a la
imputación por la comisión de delito o falta, es decir, a los supuestos fácticos cuya información
de haberse realizado viabiliza el inicio y desarrollo del proceso penal (artículos 2, 5 y 6 del
Código Procesal Penal). Aunado a ello, dispone el mismo texto constitucional, en el
mencionado artículo 14, que toda persona se considera inocente mientras en sentencia judicial
debidamente ejecutoriada no se le declare responsable, es decir que a quien se encuentre
sindicado por la comisión de delito o falta se le continuará considerando inocente y será tratado
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como tal durante el trámite del proceso hasta que no se emita fallo condenatorio en su contra.
Vale aquí indicar que al emprender la tarea de interpretar la Constitución se hace necesario que
el intérprete tome en cuenta, como principio básico que informa su labor, que el orden
fundamental que la norma suprema establece deriva del conjunto de sus disposiciones, las que
habrán de ser entendidas en su contexto, como unidad armónica, atendiendo siempre a la
interrelación existente entre ellas. En tal sentido, de la correcta intelección de las normas
constitucionales citadas se desprende que, para garantizar el derecho a la presunción de
inocencia, del que se deriva la exigencia de un trato al imputado que responda a dicha
presunción durante el desarrollo del proceso penal, cualquier medida que restrinja o limite su
libertad o el ejercicio de sus derechos debe ser entendida, en todo caso, con carácter
excepcional y adoptada cuando sea absolutamente imprescindible. Así, el propio
Código Procesal Penal, en desarrollo de las normas constitucionales, dispone en su artículo
259, segundo párrafo, que: “La libertad no debe restringirse sino en los límites absolutamente
indispensables para asegurar la presencia del imputado durante el proceso.” De esa cuenta, es
evidente que el auto de prisión a que alude el artículo 13 constitucional, en observancia del
derecho a la presunción de inocencia reconocido en el artículo 14 del mismo texto supremo, no
tiene otro carácter que el de una mera medida cautelar, es decir, un instrumento aplicable para
el solo efecto de asegurar el resultado satisfactorio del proceso, pues, por un lado, garantiza la
comparecencia del sindicado a todas las fases del procedimiento y, por el otro, impide que éste
asuma conductas que puedan obstruir la acción de la justicia. Conforme a lo expuesto, la prisión
preventiva despliega la misma naturaleza que las providencias precautorias, aunque, por su
especial afectación a derechos fundamentales, su regulación se ha elevado a rango
constitucional, siendo la norma ordinaria la que, en desarrollo del precepto supremo, establece
los supuestos y condiciones en que puede ser decretada y el control superior a que está
sometida (artículo 404, numerales 9) y 10), del Código Procesal Penal), así como el
relación de las características propias de una medida de tal naturaleza, entre las que destaca el
requisito de necesidad, pues únicamente será aplicada cuando las circunstancias específicas
tornen indispensable su utilización, derivado del riesgo que supone para el proceso la posible
incomparecencia del imputado o la acción obstaculizadora que pueda emprender. Asimismo,
destaca que se trata de una medida excepcional, en el sentido de que la Constitución privilegia
siempre la libertad del imputado, lo que se traduce en que, de ser factible el aseguramiento de
los resultados del proceso mediante otros instrumentos menos gravosos para aquél, son éstos
los que deben ser aplicados, situación que incide en la naturaleza subsidiaria de la prisión. De
esa cuenta, el ordenamiento procesal penal regula determinadas medidas sustitutivas de la
prisión preventiva, disponiendo en los artículos 264 y 264 Bis del Código de mérito que éstas
habrán de ser aplicadas siempre que el peligro de fuga o de obstaculización para la
averiguación de la verdad pueda ser razonablemente evitado por su medio. Es así como se
comprenden, entre otras, el arresto domiciliario, ciertas prohibiciones al imputado y la caución
económica, medidas que, restringiendo otros derechos del imputado, tienden a asegurar, por
igual, el resultado del proceso. Cabe añadir que tal regulación resulta acorde con el artículo 9.3
del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos que establece: “La prisión preventiva de
las
personas que hayan de ser juzgadas no debe ser la regla general, pero su libertad podrá estar
subordinada a garantías que aseguren la comparecencia del acusado en el acto del juicio, o en
cualquier momento de las diligencias procesales y, en su caso, para la ejecución del fallo.”
Por otro lado, interesa reiterar que el carácter precautorio de la prisión provisional impide su
utilización como pena anticipada, pues el imputado se presume inocente,
debiendo ser tratado como tal, y no puede ser afectado con medidas restrictivas de su libertad u
otros derechos más que en lo razonablemente necesario para asegurar el cumplimiento de los
fines del proceso (artículos 5 y 14 del Código Procesal Penal). Cabe agregar que la diferencia
sustancial entre la prisión preventiva (medida cautelar) y la pena de prisión o arresto
(consecuencia sobreviniente por la comisión de delito o falta, respectivamente) es destacada por
el artículo 10 de la Constitución, al disponer que los detenidos preventivamente deben
permanecer en centros distintos a aquellos en los que han de cumplirse las condenas, lo que se
complementa con la regulación que en tal sentido establece el Código Procesal Penal en su
artículo 274, el que reitera el trato y consideración como inocente que en tales centros debe
darse a quienes sufren prisión con el único fin de asegurar el desarrollo correcto del
procedimiento penal. C) Con base en las ideas expuestas, se aprecia la proporcionalidad que
debe imperar al considerar el interés general por una persecución penal efectiva, esto es, el
aseguramiento del resultado satisfactorio del proceso, y la restricción o limitación a los derechos
del imputado, cuestión que determina la compatibilidad existente entre la utilización de la prisión
preventiva en el proceso penal, observando su carácter de medida excepcional y precautoria, y
el respeto a la presunción de inocencia que la propia Constitución garantiza. Así, la utilización
de la prisión preventiva con un mero interés punitivo o desconociendo el requisito de necesidad
de su aplicación no sólo desvirtúa su naturaleza de medida cautelar, sino que conlleva frontal
contravención al derecho a la presunción de inocencia del imputado. En virtud de lo
considerado, es evidente que la propia excepcionalidad y subsidiariedad de la prisión
preventiva, así como la exigencia de ponderar el carácter imprescindible de su aplicación en el
caso concreto para asegurar el resultado de la causa, determinan que su utilización no puede
regularse como única medida de coerción aplicable en el proceso penal. En efecto, la utilización
15 Jul 2022 04:41:56 16/19
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regularse como única medida de coerción aplicable en el proceso penal. En efecto, la utilización
obligatoria de la prisión preventiva acarrea, entre otras, dos cuestiones específicas que es
menester destacar: a) desconoce la naturaleza cautelar de la medida, pues su utilización, al no
atender ya a los supuestos que revelen la necesidad de su aplicación, deja de obedecer al fin
de asegurar el eficaz resultado del proceso; y b) se impide al juez apreciar el carácter
imprescindible de su uso, ignorando si en el caso concreto concurren o no aquellos supuestos
legalmente exigidos. De esa cuenta, la aplicación obligatoria de la referida medida de coerción
incide en la afectación, para todos los casos de que se trate, de la libertad personal, sin importar
si en la situación específica del imputado se hace necesario o no imponer tal restricción. Lo
anterior acarrea vulneración del derecho a la libertad de la persona, por cuanto, la Constitución
únicamente permite su limitación ante supuestos concretos y, conforme se analizó, cuando las
circunstancias específicas hagan imprescindible su restricción para el solo objeto de garantizar
el logro de los fines del proceso penal. Aunado a ello, al no atender a su naturaleza precautoria
y excepcional, la prisión preventiva obligatoria hace recaer en el procesado los efectos
derivados de la pena que cabe imponer al responsable de la conducta que se le imputa, es decir
que su utilización incumple la exigencia de un trato como inocente que establece la Constitución
en favor de aquel. Ello es así, puesto que el único elemento que determinará la procedencia de
la aplicación de la medida será la sindicación por un delito determinado, no así la necesidad y
pertinencia de su utilización, y que, al prescindir de la función jurisdiccional de
establecer si concurren o no los supuestos legales que hacen viable la medida, haciéndola
aplicable siempre que se impute la comisión de determinada conducta prohibida y sin
posibilidad de su revocación por motivo alguno, su uso desconocerá la presunción de inocencia
que el artículo 14 constitucional garantiza en favor del incoado, tratándolo desde ya como
responsable de la conducta que se le sindica haber cometido. Los criterios expresados han sido
asumidos con anterioridad por este Tribunal, específicamente al emitir la sentencia de veintiuno
de mayo de mil novecientos ochenta y siete, mediante la cual se resolvieron las acciones de
inconstitucionalidad general acumuladas identificadas con los números de expedientes
sesenta y nueve - ochenta y siete y setenta - ochenta y siete (69-87 y 70-87), fallo en el que se
indicó: “La regla
creer... esto es, si en el ánimo de la autoridad judicial surgen elementos de convicción que sean
producto del estudio inteligente del caso. (…) La naturaleza jurídica de la prisión provisional,
como medida cautelar que es, no puede ser confundida con una sentencia condenatoria, que,
en materia penal, adquiere el carácter de constitutiva, por lo que el auto que decreta la prisión
provisional no es incompatible con la presunción de inocencia. En este sentido, no es preciso
que para decretar la prisión provisional haya plena prueba de la culpabilidad del procesado,
sino que, aparte de la información de haberse cometido un delito, „concurran motivos racionales
suficientes para creer que el procesado lo cometió o participó en el mismo, correspondiendo al
J. instructor su apreciación, quien deberá ponderar y valorar los hechos, circunstancias y
actuaciones.”
razonable, los efectos y repercusiones que su decisión particular pueda conllevar para el eficaz
resultado del proceso y, con ello, para el éxito de la acción de la justicia; b) así las cosas,
aquella potestad nunca podrá asimilarse con un actuar arbitrario o irresponsable, denotándose
que la independencia que la Constitución garantiza a jueces y magistrados (artículo 203) no
hace desaparecer en ellos el deber de observar, acatar y cumplir el ordenamiento jurídico en
cada una de sus resoluciones (artículos 154, 203 y 204), cuya infracción repercute en la
obligación de responder, sea en el ámbito administrativo, civil o penal, según corresponda, por
aquellas decisiones o conductas indebidamente asumidas o ejecutadas, como expresamente lo
dispone la norma suprema en su artículo 155; y c) lo expuesto resalta la responsabilidad con la
que el juez ha de proceder al ejercer la trascendental función que le ha sido encomendada,
procurando que la ética, el profesionalismo y la prudencia sean las características determinantes
de su labor, sin atender a fines o intereses extraños a la legítima y justa solución de los
conflictos ante él promovidos para asegurar la pacífica convivencia social.
- VI Con base en las consideraciones anteriores, la acción promovida debe ser estimada,
declarando la inconstitucionalidad del artículo 27 de la Ley del Fortalecimiento de la
Persecución Penal, Decreto 17-2009 del Congreso de la República, precepto que deberá
quedar sin vigencia al día siguiente al de la publicación del presente fallo en el Diario Oficial.
LEYES APLICABLES Artículos citados, 1o, 3o, 17, 19, 44, 46, 152, 153, 175, 205, 206, 267, 268
y 272, inciso a), de la Constitución Política de la República de Guatemala; 2o, 3o, 6o, 114, 115,
133, 137, 139, 140, 142, 143, 144, 145, 146, 149, 150, 163, inciso a), 178, 183 y 185 de la
Ley de Amparo, Exhibición Personal y de Constitucionalidad; 4, 7, 16, 20, 37, 70, 71 y 79 del
Código Procesal Penal; 1, 44, 45 y 51 del Código Penal; 1, 2, 3, 5, 9, 51, 52, 57 y 68 de la Ley
del Organismo Judicial; 2, 8, 28, 29, 37, 47 y 52 de la Ley de la Carrera Judicial; y 31 del
Acuerdo 4-89 de la Corte de Constitucionalidad. POR TANTO La Corte de Constitucionalidad,
con base en lo considerado y leyes citadas, resuelve: I) Con lugar la acción de
inconstitucionalidad general parcial promovida por C.P. y P.B. y L.R.R. contra el artículo 27 de la
Ley del Fortalecimiento de la Persecución Penal, Decreto 17-2009 del Congreso de la
República. II) En consecuencia, se declara inconstitucional el artículo 27 de la Ley del
Fortalecimiento de la Persecución Penal, Decreto 17-2009 del Congreso de la República, norma
que quedará sin vigencia a partir del día siguiente al de la publicación del presente fallo en el
Diario Oficial. I.N. y publíquese esta sentencia dentro del plazo legalmente establecido.