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I.E.P.

“SAN JOSÉ DE NAZARETH” DE TACNA

COMPILACIÓN DE TEXTOS

PARA ARGUMENTACIÓN Y DEBATE

“LA POLÍTICA Y LA CORRUPCIÓN EN EL PERÚ”

TACNA - 2022
I.E.P. “SAN JOSÉ DE NAZARETH” DE TACNA

PRESENTACIÓN
La compilación de los textos sugeridos referente al tema de la Política y la Corrupción en el
Perú ha sido elaborada con mucho esmero, dedicación y está dirigido a los estudiantes del 4° Y 5°
grado de Educación Secundaria de la I.E.P. “San José de Nazareth” de Tacna y a toda la comunidad
Educativa en mención.
Se propone este tema como uno de los problemas principales de nuestra realidad nacional,
cuya finalidad es que el estudiante reflexione y proponga cambios positivos en busca del bien común.
Este material servirá como apoyo complementario para las sesiones de clase de Argumentación
y Debate.
El objetivo central es desarrollar la competencia de comunicación oral verbal y paraverbal, así
como lograr hábitos de comprensión de lectura de nuestros estudiantes.
Antes de leer invitamos al estudiante a construir hipótesis a partir de los títulos que acompañan
al texto principal. Si es necesario leer una vez más el texto hasta que lo haya entendido y cuando
escriba, corrija y genere respuestas correctas.
Durante la lectura el estudiante buscará permanentemente interactuar con el material
educativo. Parafrasear las partes más importantes, resumir algunos pasajes, elaborar diversos tipos
de organizadores visuales y emitir una opinión escrita sobre el texto que ha leído.
Después de la lectura los estudiantes estarán en la capacidad de emitir juicios que lo
expresarán a través de argumentos y defender su posición en un debate.
Finalmente, esperamos que sea del agrado del estudiante quién descubra, conscientemente de sus
fortalezas y dificultades en este campo, utilizando estrategias apropiadas para lograr una comprensión
efectiva y una adecuada argumentación oral.

Lic. CATALINA QUISPE JIMENES


Docente del área de Comunicación
I.E.P. “SAN JOSÉ DE NAZARETH” DE TACNA

ESTADO Y CORRUPCIÓN: BREVE RESEÑA HISTÓRICA

La corrupción, como todo fenómeno social, no puede ser comprendido sin considerar la perspectiva
histórica. El Estado colonial era un Estado corporativo. Su organización política estaba sustentada en
el principio que el Rey otorgaba a sus vasallos españoles el poder de administrar el patrimonio
conquistado. Esta organización del Estado colonial fue el resultado de una larga evolución. Desde el
comienzo de la conquista Estas ventajas eran concedidas por el Rey en contrapartida a los servicios
que el beneficiario le había rendido o había prometido rendirle en el futuro. Este debía entregarle al
Rey los tributos y ser leal a la Corona. Los conquistadores se convirtieron en señores feudales. Tenían
cierta autonomía con relación a la Corona y un poder absoluto sobre los indios. Constituían un grupo
social sólido. De esta manera una sociedad caracterizada por una relación señor-vasallo de honor y
aristocracia se reproduce. Esta empresa culminó con la fundación del Virreinato del Perú: el poder de
los conquistadores-encomenderos fue reemplazado por el del Virrey y los funcionarios. El poder
colonial se consolidó sobre la base de una administración centralizada y jerarquizada Los
encomenderos devinieron "corregidores" de los indios, encargados de administrar justicia y de
representar al virrey en sus jurisdicciones. En tanto que rentistas, los encomenderos orientaron sus
actividades hacia la agricultura, las minas y el comercio. La implantación de la burocracia colonial se
explica por la fuerte inmigración de españoles. Cada nuevo Virrey que desembarcaba era acompañado
por un grupo numeroso de españoles a la búsqueda de una "encomienda", de un cargo en la
administración u otros privilegios. A medida que la Corona monopolizaba el poder y las riquezas
(tierras, minas, etc.) se trasformaba en distribuidora principal de privilegios y cargos honoríficos. El
prestigio social consistía entonces en poseer un puesto en la administración. Sin embargo, a pesar de
la centralización de la administración colonial, los funcionarios locales, los comerciantes ricos, los
eclesiásticos, los grandes propietarios de tierras resistían. En efecto, ellos impedían frecuentemente la
aplicación de los decretos, ordenanzas y leyes dictadas por la Corona. Compartían con la burocracia
colonial las ventajas del principio según el cual la ley se acata pero no se cumple En resumen, la
estructura política colonial, por su carácter corporativo y discriminatorio, provocó una
divergencia de intereses sociales e impidió la formación de una identidad nacional. A fines del
siglo XVIII, según Julio Cotler, el Arzobispo de Michoacán Manuel Abad y Quipó -después de haber
señalado que la sociedad colonial estaba formada por españoles bastante ricos e indios, negros y
mestizos bastante pobres- afirmó: "Por consiguiente resulta entre ellos y la primera clase aquella
oposición de intereses y de afectos que es regular entre los que nada tienen y los que lo tienen todo,
entre los dependientes y los señores. La envidia, el robo, el mal servicio de parte de unos; el desprecio,
la usura, la dureza, de parte de los otros. Estas resultas son comunes hasta cierto punto, en todo el
mundo. Pero en América suben a muy alto grado, porque no hay graduaciones; son todos ricos o
miserables, nobles o infames ...En este estado de cosas ¿qué intereses pueden unir a estas dos clases
con la primera y a todas tres con las leyes y el gobierno? La primera clase tiene el mayor interés en la
observancia de las leyes que le aseguran y protegen su vida, su honor y su hacienda o sus riquezas
contra los insultos de la envidia y los asaltos de la miseria. Pero las otras dos clases, que no tienen ni
bienes ni honor ni motivo alguno de envidia para que otro ataque su vida y su persona ¿qué aprecio
harán ellas de las leyes que sólo sirven para medir las penas de sus delitos? ¿Qué afección, qué
benevolencia pueden tener a los ministros de la ley que sólo ejercen su autoridad para destinarlos a la
cárcel, a la picota, al presidio o a la horca? ¿Qué vínculos pueden estrechar a estas clases con el
gobierno, cuya protección benéfica no son capaces de comprender? ». Una vez instalada la República,
la deterioración del orden patrimonial de la Colonia provocó la pérdida de la legitimidad política del
grupo social dominante y la destrucción del aparato de producción. Esto reforzó a los grupos de poder
local y regional frente al poder central "nacional" bastante débil. (p. 109) En este contexto, los jefes
militares rodeados por pequeños grupos de partidarios ocuparon el primero plano de la escena política.
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Era suficiente tener un poco de dinero para organizar un grupo armado y hacerse del poder. A lo largo
del siglo XIX, se establece un vínculo estrecho entre los grupos oligárquicos y las fuerzas militares.
Este fenómeno determinó el perfil político y económico de la nueva República. La desaparición de la
burocracia colonial, la partida de los españoles y la eliminación de los criollos, partidarios de la Corona,
dieron lugar al ascenso de las clases medias al poder. El desempleo debido a la parálisis del sector
productivo empujó a los sectores pobres a buscar en la actividad militar y política la solución a sus
problemas personales. Sus miembros se transformaron en soldados, funcionarios o ideólogos al
servicio del caudillo militar en el poder. Desde allí podían obtener ventajas y escalar en la jerarquía
social. Al mismo tiempo, los jefes militares buscaron acercarse a la población para ampliar su poder y
su base social. Así se reconstituye la relación «señor-vasallo», que era propio del sistema colonial, en
tanto base política de la organización social de la República en formación. Así, el Estado republicano
se convierte, igualmente, en un Estado patrimonial basado en la relación personal entre el señor y sus
vasallos, entre el Presidente o dictador y los ciudadanos. El tesoro público era administrado y
distribuido como un patrimonio personal. Los beneficiarios recibían estas ventajas en pago de los
servicios personales que realizaban en favor de quien detentaba el poder. Uno de los objetivos del
nuevo Estado peruano fue la reestructuración de los diversos grupos sociales. Esta orientación se
evidenció en la voluntad política de constituir un Estado para todos los peruanos. En realidad, los
grupos dominantes, social y económicamente, han utilizado el Estado para realizar una política
paternalista caracterizada por la distribución de ventajas pecuniarias, sinecuras y privilegios. La mayor
parte de la riqueza producida u obtenida por el país ha alimentado las arcas de los grupos sociales
dominantes. La población en su mayoría no ha recibido más que servicios sociales elementales (p.
110) (sanidad, educación), mediante un sistema burocrático que se ha visiblemente deteriorado. En
razón de la crisis económica y política, el Estado no cumplió satisfactoriamente su función tradicional,
sobre todo con respecto a los sectores sociales menos favorecidos. No sorprende, en consecuencia,
que la mayor parte del pueblo haya considerado al Estado como una entidad que le es hostil o
simplemente enemiga. El Estado es percibido como un botín que es de conquistar y aprovechar. Para
los grupos dominantes se trata de continuar gozando de las ventajas que representa controlar el Estado
y para las otras clases sociales de utilizar al Estado en su lucha cotidiana por la supervivencia. Una
mentalidad utilitaria e inmoral se ha desarrollado, los comportamientos son valorados positivamente
en la medida que sean idóneos para alcanzar una ventaja, un privilegio o un provecho cualquiera
prescindiendo de las normas sociales o jurídicas. La emancipación no ha constituido, por ende, una
ruptura real y profunda con el sistema colonial.
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LA CORRUPCIÓN ES EL PRINCIPAL PROBLEMA DEL PERÚ

(Fuente: Correo) El 46% de peruanos señala a la corrupción como uno de los principales problemas
del país y un 82% considera que el crimen organizado ha penetrado la política, según un estudio de la
Asociación Civil Proética, difundido el 09 de diciembre con motivo del Día Internacional contra La
Corrupción.
Tanto en Lima como en el interior del país, la población señala a la delincuencia (62%), la corrupción
(46%) y el consumo de drogas (30%) como los mayores problemas del país.
El 61% de los encuestados señala de manera específica la corrupción de funcionarios y autoridades,
por amplio margen, como el más serio problema percibido en el Estado peruano.
Cuatro de cada cinco encuestados además percibe que la corrupción ha incrementado en los últimos
años y el 53% estima que ésta aumente en el quinquenio siguiente.
A nivel de desempeño institucional, la ciudadanía tiene una evaluación relativamente positiva de los
medios de comunicación y la Defensoría del Pueblo; y en contraste, una mayoritariamente tiene una
apreciación negativa de los partidos políticos y el Poder Judicial.
En ese sentido, el Poder Judicial, el Congreso de la República y la Policía Nacional son consideradas
como las tres instituciones más corruptas del país.
Asimismo, 82% de encuestados considera que el crimen organizado estaría muy infiltrado en la
política, principalmente a través del financiamiento de campañas (38%) y las conexiones con
funcionarios en puestos clave (22%), de acuerdo al estudio.
Frente a esta situación, la propuesta de reforma política que parece encontrar mayor aceptación entre
los encuestados es que las autoridades destituidas por delitos de narcotráfico, lavado de activos y/o
terrorismo no sean reemplazadas y que su curul quede vacía, señaló Proética.
Cuando la corrupción es considerada a un nivel más micro y cercano a los encuestados, el estudio
señala que existe tolerancia media a las coimas, los sobornos, la vara (influencia), las argollas y el
robo de servicios públicos.
De estos dos últimos grupos, el 52% alega haberlo hecho para evitar mayores sanciones y el 37%
porque si uno no paga, las cosas no funcionan. En general, de quienes tuvieron contacto con
funcionarios corruptos, solo el 11% hizo la denuncia respectiva.
La encuesta se elaboró sobre la base de 1308 encuestas a hombres y mujeres mayores de 18 años
de todos los niveles socioeconómicos de residentes en el ámbito urbano de las 16 principales ciudades
del país.
LA CORRUPCIÓN, UNA CONSTANTE EN LA POLÍTICA PERUANA
Durante su visita a Lima, el papa Francisco lanzó una pregunta ¿Qué le pasa a este país que todos
sus presidentes acaban presos? A pesar de la crítica, la situación política no ha mejorado. Después
de la visita del santo pontífice, Martín Vizcarra asumió la presidencia tras la renuncia de Pedro Pablo
Kuczynski, acusado de corrupto. En esta edición de En Primera Plana, tratamos de responder junto a
nuestros invitados a la pregunta que hizo entonces el papa.
En los últimos 12 meses Perú ha tenido dos presidentes. El primero de ellos es Pedro Pablo Kuczynski,
electo en el año 2016, quien debió renunciar a su cargo presionado por el Congreso. La jefatura de
Estado recayó en Martín Vizcarra, entonces vicepresidente del Gobierno de Kuczynski. Sin embargo,
su llegada al poder no ha calmado el ambiente político peruano. El mismo presidente se ha visto
afectado por la crisis en el poder Legislativo y Judicial.
Muchos especialistas coinciden en que uno de los mayores problemas que presenta la clase política
peruana tiene que ver con la corrupción. La extensión en el país de la crisis surgida por las
irregularidades de la empresa Odebrecht ha alcanzado a una buena parte de los dirigentes políticos
de ese país. No obstante, la nación ha mantenido su funcionamiento a pesar de los diversos
escándalos.
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Otros han señalado a la familia Fujimori como la principal responsable de la crisis que vive Perú en la
actualidad. Precisamente el indulto otorgado al expresidente Alberto Fujimori en el año 2017 fue uno
de los puntos que afectó al Gobierno de Pedro Pablo Kuczynsky.

CORRUPCIÓN EN LOS TIEMPOS DE COVID-19

Hoy en día, el Perú y el mundo entero vive amenazado por la pandemia Covid-19; sin embargo,
nuestro país viene sufriendo, desde hace muchísimos años, con otra pandemia casi tan
destructiva, amenazante y dañina como el Covid-19. Esta pandemia se llama corrupción. Con
fecha 16 de marzo de 2020, el Presidente Martín Vizcarra, declaró el estado de emergencia
sanitaria en todo el país, mediante Decreto Supremo Nº 044-2020-PCM. El citado decreto fue
promulgado con motivo de prevenir la propagación del Covid-19. Sumado a este Decreto, se
han venido expidiendo diversas normas respecto de distintos sectores como economía,
agricultura, salud, educación, defensa, etc. Sin embargo, lejos de cuestionar la necesidad de
dicho Decreto, surge una seria preocupación respecto a la alta tasa de denuncias por delitos
de corrupción que vienen suscitándose en distintas instituciones del Estado, principalmente en
el sector salud y la Policía Nacional del Perú.

Con fecha 03 de mayo de 2020, el diario Gestión publicó el artículo titulado “Fiscalía investiga
15 denuncias a nivel nacional por compras sobrevaloradas para la PNP”. En dicho artículo hace
una mención respecto de investigaciones que estarían siendo conducidas por la Fiscalía
Anticorrupción; entre ellas destacan las de Chiclayo y Puno.

Ante los hechos expuestos, podríamos presumir que dichos comportamientos realizados entre
la institución de la PNP en Chiclayo, así como presuntamente su comandante, con el privado,
estarían configurando el tipo penal del delito de colusión. En el ámbito de la contratación
pública, el delito de colusión no es un delito novedoso; ello en tanto, según la Defensoría del
Pueblo, el delito de colusión es el segundo delito de corrupción más frecuente. Como señala
Rojas, cuando la tipificación del delito se refiere a concertación se trata de “acuerdos
perjudiciales y no autorizados entre el negociador estatal y los interesados que contratan o
negocian con el (…). Esta concertación supone así acuerdos ilícitos entre las partes”.

Sin embargo, si bien el delito de colusión resulta ser uno de los de mayor incidencia en el
sistema anticorrupción peruano, el principal reto que afrontan los miembros del Ministerio
Público es el de probar el elemento principal del delito, el cual es la concertación entre el
funcionario público y el privado.
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Asimismo, resulta cuestionable que la PNP Chiclayo haya recurrido para la compra de material
de bioseguridad y limpieza para la prevención del Covid-19, un producto que requiere un
estándar de calidad superior a cualquier otro, a una empresa cuyo rubro principal, señala el
fiscal anticorrupción de Chiclayo, se dedicaría a la venta de alimentos, bebidas y tabaco, así
como de productos cosméticos. Para un producto tan importante resultaría necesario recurrir
a una empresa con amplia experiencia en la materia.

En adición a la falta de experiencia señalada, otro elemento que investiga la fiscalía


anticorrupción de Chiclayo es que el gel que fue vendido a la PNP Chiclayo, no sería apta para
consumo humano y el precio pagado por unidad de dicho gel, sería sumamente mayor al precio
regular en el mercado. Con ello, no sólo expondría la falta de previsión de parte de la PNP al
no buscar un proveedor con la experiencia y la garantía del producto necesaria, sino que
además no procuró adquirir un producto con las especificaciones necesarias a un precio
adecuado y conforme al mercado.

Finalmente, otro elemento con el que cuenta la fiscalía anticorrupción de Chiclayo, es que
sospechosamente la empresa proveedora de dichos productos (no aptos para consumo
humano, sobrevalorados y a una empresa sin mayor experiencia en la venta de los mismos),
según la SUNAT, tiene como gerente general a la esposa del comandante de la PNP Chiclayo
(entidad que realizó la compra). Así también resulta sospechoso que la proforma remitida por
parte de la empresa CEAR SAC haya sido presentada a la entidad días antes siquiera de que
ésta solicitara cotización alguna de los productos.
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LA ETERNA TENSIÓN ENTRE LO INDIVIDUAL Y LO COLECTIVO: EL CASO DE LA


CORRUPCIÓN EN EL PERÚ

SITUACIÓN PERUANA 1: Instituciones Públicas y Privadas de Salud

Cuando se evalúa la situación peruana de los últimos cuarenta años, se nota un evidente progreso
económico y un mejor estándar de vida. Del lado sanitario, una mayor inversión pública - como la
creación del Seguro Integral de Salud- permite a la población menos favorecida acceder a terapias que
salvan o prolongan la vida. Este hito marca una diferencia notable con la década de los 80, en la que
las personas morían por no tener acceso a condiciones mínimas de atención médica, incluidas las
vacunas. Sin embargo, uno de los asuntos comunes en ambas épocas ha sido la corrupción, en una,
la crisis económica se tradujo en crisis moral y un tema de supervivencia; en otra, la abundancia de
recursos es una invitación al pillaje.

El Perú es un país diverso y complejo, por lo que todo diagnóstico situacional y todo enfoque de
gobierno debe contemplar las distintas dimensiones y aristas del sistema sanitario peruano, tanto el
público como el privado. El sector público es diverso entre sí y cuando se le analiza debe considerarse
a cuál sub sector se refiere; ya que, el Ministerio de Salud y el Seguro Social no son precisamente
como dos gotas de agua, y ni qué decir del privado. En general, tan corrupto es un sistema que permite
que sus trabajadores no cumplan con la labor encomendada, que deriven fondos públicos en beneficio
propio o que su incompetencia administrativa permita que los ciudadanos tengan una atención de baja
calidad; como corrupto es un sistema que infla los precios de las pruebas de laboratorio, medicamentos
o de hospitalización, que privilegie el exceso de pruebas diagnósticas o procedimientos sin una base
clínica real o cuyas decisiones se basen en el lucro por sobre las necesidades reales de los pacientes.

Mención aparte, se tiene que erradicar aquella "esquizofrenia clínica" de atender de una manera a un
paciente del sector público y de otra a un paciente del sector privado. Por equidad, todos merecen la
misma calidad de atención y trato, cuando ocurra esto estaremos erradicando el absurdo sistema de
clases en la ciudadanía que erróneamente se ha impuesto en distintos ámbitos de la sociedad peruana
y así los ciudadanos tendrán una mayor confianza en el sistema público.

Otro tema que se soslaya es el rol de la industria farmacéutica. La producción, venta, distribución,
prescripción y almacenaje de medicamentos mueve millones de dólares. La industria farmacéutica es
una actividad privada con fines de lucro, pero con una incidencia directa en el sector público. Como
consecuencia de ello, se prescriben y venden medicamentos por intereses que no son precisamente
basados en evidencia científica. En el sector público estas prácticas se han encontrado limitadas con
normas como la obligatoriedad de la prescripción de medicamentos bajo denominación común
internacional en lugar de marcas específicas; no obstante, la pobre regulación en el sector privado lo
hace reservorio de estas persistencias.
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LA ETERNA TENSIÓN ENTRE LO INDIVIDUAL Y LO COLECTIVO: EL CASO DE LA


CORRUPCIÓN EN EL PERÚ

SITUACIÓN PERUANA 2: La Administración del Sector Salud.

Adicionalmente, los establecimientos públicos de salud del MINSA, con frecuencia están mal
equipados, con instalaciones en un pobre estado donde pacientes, familiares y trabajadores se colocan
en riesgo sanitario. Históricamente, el MINSA no cuida su capital humano y muchas veces lo maltrata.
Personal desmotivado, mal remunerado y con criterios éticos laxos son presa fácil para actos de
corrupción; pero no solo eso, también faltarán con cualquier excusa al trabajo, no cumplirán sus
funciones con diligencia, no cuidarán con responsabilidad los equipos e insumos que tienen asignados,
y, existe la posibilidad, que de hecho ocurre, de que maltraten a los usuarios del sistema público. De
hecho, las denuncias éticas procesadas en el Colegio Médico del Perú se han triplicado en los últimos
20 años, siendo fallas en la relación médico-paciente, la más común. Se tiene evidencia de que estas
fallas, en 1970, representaban un tercio del total de denuncias; mientras que hacia 2015, pasaron a
ser más de la mitad.

Como se puede apreciar, no todo es dinero en el sector público o tener protocolos y reglamentos para
evitar prácticas de corrupción 14; la incorporación de valores éticos en el clima organizacional y en los
procedimientos de atención a las personas se hace imperativa. La tarea no es poca, es vasta y
complicada, pero de ninguna manera será vana.

Hacer que los procedimientos administrativos y de atención sean claros para el personal y para los
usuarios, minimizará los intentos de malos trabajadores que pretendan obtener un ilícito beneficio
propio. La transparencia conlleva no solo mejores procesos de auditoría y control interno sino además
de vigilancia ciudadana.

Por otro lado, la corrupción en salud adquiere varias formas, se distribuye y clasifica de acuerdo a los
niveles burocráticos. Existe una gran, mediana y pequeña corrupción, que va desde la captura política
del sector, sobornos y desfalcos, pasando por irregularidades en las compras o mantenimiento de
equipos, direccionamiento de contratos, hasta llegar al "pitufeo"; es decir pagos subalternos por
consultas o procedimientos, derivación a servicios privados, emisión de certificados de salud falsos,
entre otros (8,14). En general, la corrupción no solo nos hace más pobres económica y moralmente,
nos impide alcanzar mejores niveles de desarrollo. Existe un menor nivel educativo y una sociedad
que se alimenta mal y enferma más generando un círculo vicioso que tiende a mantenernos debajo de
los umbrales aceptables de desarrollo humano 15.

Si bien la corrupción es un evento sistémico que atraviesa toda la sociedad peruana, en el sector salud
(como en justicia o seguridad ciudadana) es un tema muy sensible pues toca directamente el día a día
de la población. La tensión no es solo entre proveedores y usuarios sino entre los imbricados
organigramas de las instituciones, donde los reglamentos internos y la comunicación organizacional
muchas veces no solo es nula sino contraproducente, pues los instrumentos apropiados de gestión
son desconocidos para buen número de los profesionales de la salud. La mejora de estas condiciones,
sumadas a políticas adecuadas de recompensa al buen trabajador y sanción al corrupto logran buenos
resultados, como se ha visto en los estudios de caso en diversos hospitales del MINSA y EsSalud, así
como en el caso particular de la desproporción de la tasa de cesáreas entre los establecimientos
públicos y privados 16, un tema que merece un mayor enfoque y discusión.

Como se ha visto en los casos de corrupción política y empresarial, donde el interés privado subordina
al bien público, los métodos ilícitos cambian y se hacen más sutiles con el fin de evadir los controles.
Por ello, el monitoreo y vigilancia debe ser permanente y recae más en los sistemas de auditoría que
en la investigación académica cuyos objetivos y métodos no están hechos para obtener resultados tan
rápido, más aún, no teniendo por la naturaleza de su función una capacidad sancionadora inmediata
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LA ETERNA TENSIÓN ENTRE LO INDIVIDUAL Y LO COLECTIVO: EL CASO DE LA


CORRUPCIÓN EN EL PERÚ

SITUACIÓN PERUANA 3: Trastornos Sanitarios en Salud

Las circunstancias como las crisis, desastres naturales, generan grandes trastornos sociales y
sanitarios que no pocas veces llevan al colapso. El terremoto de Pisco en 2007 y el Niño Costero en
2017 son muestras de ello. En tales situaciones, el Estado posee normas que permiten acelerar los
procesos de contratación para obtener los bienes y servicios necesarios; sin embargo, este marco legal
también ha permitido graves irregularidades. En el 2007, el entonces jefe del Seguro Integral de Salud
ejecutó compras sobrevaloradas, por lo que fue condenado a prisión, asimismo, funcionarios de la
Dirección General de Salud de Piura, entre otros, son investigados por la Contraloría al encontrarse
serios indicios de irregularidades en las compras y en las obras ante el desastre sanitario del 2017.

Actualmente, la emergencia sanitaria del COVID-19 ha generado que el Gobierno Central destine
transferencias de millones de soles al sector Salud, los municipios y otras dependencias estatales para
paliar la crisis abriendo el riesgo de otra epidemia, la de la corrupción de funcionarios. Por lo pronto,
los medios de comunicación en estos últimos tres meses han revelado evidencias de irregularidades
en las compras y distribución de material de protección personal y canastas de alimentos por parte de
algunas municipalidades y en las fuerzas policiales. El Poder Ejecutivo, acaso prevenido por la historia,
solicitó facultades legislativas al Congreso para ejecutar el llamado "control concurrente", figura legal
en la que la Contraloría General de la República realiza el control de los procesos de gestión en forma
simultánea, pero dada la enorme magnitud de operaciones es posible que algunos procesos escapen
al escrutinio.

Al momento, no ha estallado un gran escándalo de corrupción en el sector público. Los casos que han
indignado a la población son el encarecimiento del oxígeno medicinal y los altos precios de la atención
en clínicas privadas. Si bien no son formalmente actos de corrupción por tratarse de privados;
constituyen, por un lado, abusos de la posición de dominio, pues el mercado de oxígeno está dominado
por un monopolio, y por otro, a prácticas comerciales que sugieren un aprovechamiento de la
necesidad, una práctica legal pero poco ética. Más de tres meses de negociación entrampada entre
las clínicas y el gobierno, terminaron con la amenaza de aplicar el artículo 70 de la Constitución para
expropiar los servicios de atención referidos al COVID-19 y el tan ansiado acuerdo se logró ocho horas
después de lanzado el anuncio presidencial.
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LA PANDEMIA DE LA CORRUPCIÓN: EL VIRUS QUE ATACA A LAS DEMOCRACIAS EN EL


MUNDO

Aunque no hay una definición universal de corrupción, una de las más aceptadas es el del “abuso del
poder público para obtener beneficios privados”, como lo señala el Banco Mundial.
En gran parte, la pandemia ha eclipsado la memoria pública de la corrupción antes de la aparición del
virus en las calles de Wuhan, la importante ciudad de China. Según el Latinobarómetro, la mayor parte
de los países ya consideraban a este flagelo como uno de los más importantes problemas junto con la
creciente delincuencia, el desempleo y el desempeño de la economía en el 2018.
El caso Lava Jato en Brasil transparentó los malos negocios de las grandes empresas transnacionales
en 11 países latinoamericanos.
De acuerdo con el Departamento de Justicia de Estados Unidos, la constructora brasileña Odebrecht
habría pagado 788 millones en comisiones ilegales por más de 100 proyectos de obras. Las últimas
investigaciones de los fiscales revelan que este cálculo se quedó corto.
Las oportunidades
Ante la llegada del coronavirus, los países han tenido que prepararse con rapidez para enfrentar a la
pandemia más peligrosa del último siglo. En forma concreta, esto significa abrir la contratación directa
de bienes y servicios para atender la emergencia sanitaria.
Si bien es cierto que nadie puede discutir la necesidad de abrir concursos en forma apresurada –
muchas veces relajando las medidas preventivas para el buen uso de los recursos económicos–, malos
funcionarios y proveedores han aprovechado esta ocasión para enriquecerse en forma ilegal.
Este es un fenómeno que ha ocurrido con la compra de implementos de bioseguridad, mascarillas,
equipos médicos, productos de limpieza y aseo personal, servicios de alimentación, el oxígeno.
También afectó la entrega oportuna de la atención médica y se teme que pueda ocurrir con las
vacunas. El costarricense Kevin Casas-Zamora, secretario general del Instituto para la Democracia y
la Asistencia Electoral (Idea Internacional), calcula que el escándalo por este motivo ha estallado en
40 países del mundo.
Democracia
Una de las maneras de enfrentar la pandemia ha sido el confinamiento de la población y el aumento
de las restricciones en el funcionamiento de las instituciones públicas, algunas de las cuales se
encargan de supervisar el buen manejo de los recursos públicos.
Un gobierno democrático, que basa su funcionamiento en la división de poderes, la libertad de prensa,
el acceso de poder por elecciones libres y justas, y con eficientes mecanismos de rendimientos de
cuenta y transparencia en el uso de los recursos económicos, puede observar la disminución de las
posibilidades de corrupción, aunque nunca desaparecen del todo.
e acuerdo con el informe Estado global de la democracia de Idea Internacional, se restringieron los
derechos en un 43% de los estados democráticos. Casas-Zamora critica la idea muy difundida de que
“es más fácil controlar una pandemia desde un gobierno autoritario que en un gobierno democrático”.
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Una de las más populares restricciones ha sido la libertad de prensa “para combatir la desinformación”,
según el secretario de Idea Internacional. Detalla que 50 países, entre ellos 20 democracias, han
aprobado leyes para recortar este fundamental derecho ante la incomodidad de una prensa
fiscalizadora.
El abuso del poder y el uso excesivo de la fuerza de la policía y fuerzas armadas han sido justificados
para luchar contra el covid-19.
El cáncer de la corrupción afecta seriamente las bases de la confianza pública y el funcionamiento de
las instituciones. Sus efectos se vuelven más nocivos en tiempos del coronavirus para el buen manejo
de la salud pública. Por eso, es necesario estar atentos para combatirla desde las esferas del mismo
gobierno, las instituciones y una activa sociedad civil.
Medidas ante la vacunación
Dentro de unas semanas o meses, las esperadas vacunas contra el covid-19 comenzarán a llegar a
todas partes del mundo como parte de sus programas de salud elaboradas en una situación de
emergencia.
Los riesgos de corrupción relacionados con la fabricación, adquisición y distribución de vacunas contra
el covid-19 pueden amenazar las economías y los sistemas de salud pública en todo el mundo.
Estos riesgos incluyen la entrada de vacunas falsificadas y de calidad inferior a los estándares en los
mercados, el robo de vacunas dentro de los sistemas de distribución, fugas de fondos de emergencia
destinados al desarrollo y distribución de vacunas, nepotismo, favoritismo y sistemas de adquisición
corruptos.
Para enfrentar este reto, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) ha
elaborado recomendaciones para identificar y mitigar los riesgos de corrupción relacionados con la
fabricación, asignación y distribución de vacunas contra el covid-19.
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LA PERCEPCIÓN DE LA CORRUPCIÓN EN EL PERÚ EN LOS ÚLTIMOS AÑOS

La corrupción es, hasta la actualidad, uno de los problemas más preocupantes para la población
peruana y afecta directamente la legitimidad de las instituciones públicas. Una manera de medir la
incidencia de la corrupción en un país es a través del índice de percepción. Si bien esta medición
puede reflejar cierta subjetividad, es importante tenerlo en cuenta. Por ello, se presenta a continuación
datos actualizados sobre la posición del Perú y la percepción de los ciudadanos en materia de
corrupción.
De acuerdo al Barómetro de las Américas de Latin American Public Opinion Project[1], Perú fue
el país más preocupado por el tema de la corrupción a nivel regional, un 36% de la población lo señala
como el principal problema, por encima de otros temas como la economía, la seguridad, la inestabilidad
política y otros. Ese mismo resultado se registró, según el Instituto Nacional de Estadística e
Informática (2020), en el semestre octubre 2019 – marzo 2020, cuando la corrupción se mantuvo como
el principal problema del país con un 60.6%. Además, revisando los informes previos de esta última
institución, se aprecia que desde el año 2017 hasta la actualidad, se consolida la ubicación de la
corrupción sobre la delincuencia como el principal problema en el Perú.
Por otro lado, también se tiene el índice de percepción de corrupción del público general y expertos
académicos en las instituciones públicas. Por ejemplo, la ausencia de corrupción en los poderes
públicos, de acuerdo con el World Justice Project[2], aumentó en algunos sectores y disminuyó en
otros, respecto del reporte del año 2019. En el caso del Poder Ejecutivo, varió de 0.40 a 0.37. En el
Poder Judicial varió de 0.41 a 0.44. En la Fuerza Pública varió de 0.38 a 0.39. En el Poder Legislativo
varió de 0.16 a 0.13. Respecto a la ausencia de corrupción en la justicia civil y penal, esta varió de 0.38
a 0.37 y de 0.30 a 0.32, respectivamente.
En cuanto a las instituciones que conforman el sistema judicial, de acuerdo con el INEI (2020), en el
periodo octubre 2019 – marzo 2020, un 73.1% señaló no confiar en el Ministerio Público, un 82.3%
desconfía del Poder Judicial, un 72.1% manifiesta no confiar en la Procuraduría Anticorrupción y un
66.6% dice no confiar en la Comisión de Alto Nivel Anticorrupción. A diferencia del periodo julio –
diciembre 2019, en el que un 73% de los encuestados señaló no confiar en el Ministerio Público, un
82.5% desconfía del Poder Judicial, un 71.2% manifiesta no confiar en la Procuraduría Anticorrupción
y un 67.4% dice no confiar en la Comisión de Alto Nivel Anticorrupción (INEI, 2020). Lo cual nos
muestra que no se han dado cambios sustanciales respecto a los bajos niveles de confianza en las
instituciones del sistema judicial en ambos periodos.
Estos datos documentan de manera preocupante que la ciudadanía aún desconfía de ciertas
instituciones públicas y evidencia que por delante queda un largo recorrido para fortalecer la
legitimidad de las mismas.
Asimismo, de acuerdo con la encuesta realizada por Proética en el 2019, el Congreso de la República
con 76%, el Poder Judicial con 47% y los partidos políticos con 31% fueron percibidos como las
instituciones más corruptas. Cabe tener en cuenta que en la encuesta realizada en 2017 la percepción
de instituciones más corruptas era: Poder Judicial, 48%; Congreso de la República, 45% y a Policía
Nacional del Perú, 36% (Proética, 2017). Así, se ve que ante la ciudadanía las dos primeras
instituciones se mantienen como las más corruptas y que incluso ha aumentado el nivel de percepción
de corrupción en ambas. Y es particularmente alarmante la cifra relativa al Congreso de la República.
Frente a ello, es importante mencionar que las instituciones con un alto porcentaje de percepción de
corrupción no son iguales en todas las regiones. Por ejemplo, en la sierra las municipalidades son
percibidas como corruptas por el 32%; por otro lado, los gobiernos regionales son percibidos como
corruptos por el 31% en la sierra y por el 32% en la selva (Proética, 2020). Además, hay que indicar
que, según el Barómetro de las Américas de Latin American Public Opinion Project, el 95% de los
encuestados afirma que la mitad o más de los políticos se encuentran involucrados en actos de
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corrupción, lo cual convierte al Perú en el país con el porcentaje más alto de percepción de los políticos
como involucrados en corrupción.
Por otro lado, respecto a la victimización de casos de corrupción en la ciudadanía, en el periodo octubre
2019 – marzo 2020, siguiendo a lo mencionado por el INEI, el 3.7% de los hogares consultados
señalaron que a algún miembro familiar le solicitaron o se sintió obligado a dar regalos, propinas,
sobornos, coimas al realizar gestiones o demandar servicios en las instituciones públicas. Asimismo,
de acuerdo con la encuesta realizada por Proética en el año 2019, un 13% de las personas aseguró
haber pagado coimas y la mayoría de ellas dijo haberlas pagado a la policía. Además, según el
Barómetro de las Américas de Latin American Public Opinion Project, un total de 26.3% señala haber
sido víctima de corrupción en el año 2019; sin embargo, de acuerdo con Proética (2019) se observa
que existe una alta tasa (91%) de no denuncias del pedido de coimas siendo el principal motivo la falta
de confianza en que las autoridades hagan algo efectivo al respecto.
Estos datos documentan de manera preocupante que la ciudadanía aún desconfía de ciertas
instituciones públicas y evidencia que por delante queda un largo recorrido para fortalecer la legitimidad
de las mismas. Es importante que el Estado peruano siga realizando esfuerzos para incluir e involucrar
a la ciudadanía como un medio de control contra la corrupción en el sector público del país.
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LINEAMIENTOS DEL PLAN ANTICORRUPCIÓN: INSTITUCIONALIZAR LA LUCHA CONTRA LA


CORRUPCIÓN

La década de los ochenta culminó con una enorme crisis de gobernabilidad: partidos sin legitimidad,
instituciones quebradas por el desgobierno, hiperinflación y subversión en crecimiento. Esta situación
se agravó con el triunfo electoral en segunda vuelta, en 1990, de un candidato sin partido, sin mayoría
parlamentaria, sin plan de gobierno. Los primeros años del nuevo gobierno tornaron aún más crítico el
panorama: el nuevo Presidente, Alberto Fujimori, reemplazó su debilidad partidaria por una alianza con
la cúpula de las Fuerzas Armadas. asumió parcialmente el plan de gobierno de ajuste estructural de
su oponente, y descartó cualquier iniciativa seria de concertación con las otras fuerzas políticas
parlamentarias.

El 5 de abril de 1992, Alberto Fujimori propició un autogolpe en alianza con las Fuerzas Armadas;
disolvió el Congreso de la República y las Asambleas Regionales, y paulatinamente intervino el Poder
Judicial, el Ministerio Público, el Consejo Nacional de la Magistratura y el Tribunal Constitucional. La
presión, sobre
todo, de la comunidad internacional y las protestas nacionales obligaron al gobierno a comprometerse
en un retorno, limitado y administrado desde el mismo poder, a la democracia, convocando a
elecciones 25 para un nuevo Congreso y elaborando una nueva Constitución.

El autogolpe sirvió para legitimar y legalizar un sistema de gobierno hiperpresidencialista, autoritario,


desafecto a las instituciones y contrario a su Independencia, adversario de la transparencia en la toma de
decisiones gubernamentales y proclive a cultivar el secreto entre los integrantes de la cúpula gobernante.
Este diseño de gobierno creó las bases para la organización de una red corrupta, organizada desde el
centro mismo del poder político, que ahondó aún más la crisis institucional. La Constitución de 1993 se
encargó de consagrar el presidencialismo autoritario.

La sistemática política de destrucción y sumisión de las instituciones se la puede encontrar revisando las
principales leyes de copamiento del Estado, entre algunas de ellas: la Ley 26546 que creó la Comisión
Ejecutiva del Poder judicial; la Ley 26618, que redujo de seis años a seis meses el plazo para presentar
una acción de inconstitucionalidad; la Ley 26623, que formó el Consejo de Coordinación judicial; la Ley
26859, Ley General de Elecciones para la re reelección; la Ley 26898, que permitió el Copamiento del
jurado Nacional de Elecciones, y la Ley 26933, que restringió las atribuciones del Consejo Nacional de la
Magistratura.

Después de diez años de régimen autoritario y de ocho meses de transición democrática, el reto es
reconstruir un sistema de control constitucional y administrativo del poder, sustentado en un equilibrio de
poderes y en una activa participación ciudadana.

Como expresión de voluntad política Indubitable que contribuya a sentar las bases de una coalición de
intereses públicos y privados para la lucha contra la corrupción, en el ámbito de la institucionalización se
proponen las siguientes medidas.
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ODEBRECHT, LA PESADILLA DE CUATRO EXPRESIDENTES DEL PERÚ

“La corrupción no ha reconocido ningún tipo de ideología”, dijo Samuel Rotta, director ejecutivo del capítulo
peruano de Transparencia Internacional.
Ninguno se salva. Las investigaciones de corrupción en Perú que han sido ligadas a la constructora
brasileña Odebrecht han provocado cárcel, fugas, prohibición de abandonar el país o pedidos de asilo en
los cuatro presidentes que gobernaron los últimos 18 años.
“La corrupción no ha reconocido ningún tipo de ideología”, dijo Samuel Rotta, director ejecutivo del capítulo
peruano de Transparencia Internacional en referencia al centrista Alejandro Toledo (2001-2006), el
derechista Alan García (2006-2011), el izquierdista Ollanta Humala (2011-2016) y el
centroderechista Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018), todos bajo pesquisas fiscales preliminares ligadas a
la corrupción que desplegó Odebrecht mientras realizaba grandes obras de infraestructura.
Alejandro Toledo, el economista de 72 años que llegó al poder como el líder que sacó a Perú de una década
de corrupción en los 90, está prófugo desde el 2017 mientras se busca su extradición desde Estados
Unidos.
La fiscalía lo investiga por supuestamente recibir US$ 20 millones de Odebrecht para ayudar a obtener una
licitación y construir una vía clave que une el Estado brasileño de Acre y la costa del Pacífico de Perú.
Tiene otra investigación por supuestamente recibir otros US$ 3.9 millones que la constructora brasileña
Camargo Correa le otorgó para construir otro tramo de la misma carretera.
Alan García, el abogado de 69 años que el sábado ingresó en busca de asilo a la embajada de Uruguay
en Lima, está investigado por lavado de activos y colusión agravada. La fiscalía lo acusa de recibir US$
100,000 de Odebrecht que provendrían de un fondo de dinero sucio que la constructora usaba para pagar
sobornos en todo Latinoamérica. García niega tal versión y afirma que recibió el dinero por una conferencia
que realizó en Sao Paulo en el 2012.
Ollanta Humala, el militar retirado de 56 años, y su esposa Nadine Heredia afrontaron nueve meses de
cárcel en dos prisiones diferentes que abandonaron en abril del 2018 aunque siguen investigados. La
fiscalía afirma que Odebrecht le otorgó US$ 3 millones para su campaña presidencial del 2011, con la que
Humala llegó al poder. El expresidente niega las acusaciones fiscales.
Pedro Pablo Kuczynski, el exbanquero de Wall Street de 80 años que renunció en marzo pasado cuando
el parlamento opositor se preparaba para destituirlo debido a mentiras sobre sus nexos con Odebrecht por
casi dos décadas, tiene una prohibición de abandonar el país mientras es investigado por el presunto delito
de lavado de activos tras supuestamente recibir US$ 300,000 de la constructora brasileña para su campaña
presidencial del 2011, en la que perdió frente a Humala.
En el 2016 Kuczynski pudo ganar los comicios presidenciales por una leve ventaja sobre la derechista
Keiko Fujimori, quien se convirtió en la mujer más poderosa de la política peruana porque su partido dominó
de forma abrumadora el parlamento unicameral peruano.
No obstante, el poder de Keiko, de 43 años, se desvaneció de forma paulatina mientras avanzaba una
investigación fiscal por presuntamente lavar US$ 1.2 millones de Odebrecht que presuntamente recibió
para su campaña presidencial del 2011.
I.E.P. “SAN JOSÉ DE NAZARETH” DE TACNA

En octubre la hija del expresidente Alberto Fujimori fue encarcelada de forma preventiva por 18 meses.
Terminó en la misma celda que albergó un año antes a la esposa de Humala en una prisión femenina de
Lima.
De acuerdo con encuestas realizadas por Transparencia Internacional en Perú aún existe “una sensación
de impunidad muy grande”, dijo Rotta.
“El hecho de tener a los más altos dirigentes políticos, hayan sido gobierno o no, sentados en el banquillo
de los investigados y algunos de ellos entrando a prisión como Humala o Alan García tratando
desesperadamente de fugarse... creemos que eso puede generar un cambio en la forma de entender la
impunidad por parte de los peruanos”, indicó.
En el 2016, Odebrecht admitió en un acuerdo con el Departamento de Justicia en Washington que pagó
unos US$ 800 millones en sobornos a políticos de toda Latinoamérica, incluyendo US$ 29 millones a los
gobiernos de Perú.

CONDICIONES DEL PLAN ANTICORRUPCIÓN

El éxito de la lucha anticorrupción sólo es posible si se cumple con asegurar cuatro condiciones políticas y
sociales que comprometen sobre todo a los gobiernos, pero también a las instituciones de la sociedad civil
y a los ciudadanos como individuos: rechazo a la impunidad, la constitución de una alianza político- social
contra la corrupción a largo plazo basada en la articulación de intereses, el fortalecimiento del liderazgo
público y privado y el establecimiento de un coto a la corrupción sistémica.

Rechazo a la impunidad
La percepción de los usuarios de los servicios de la administración pública sobre impunidad frente a los
actos de corrupción es fundamentalmente negativa. Prejuicios como que los responsables nunca son
perseguidos, que todos conocen los actos de corrupción y nadie los denuncia, hasta asumir que quienes
denuncian los actos de corrupción salen perjudicados (Banco Mundial, 2001), están muy presentes en el
imaginario de las personas.
Para conseguir el respaldo social y ciudadano, una estrategia de lucha contra la corrupción requiere revertir
la sensación de impunidad imperante en el país. Para creer. la población necesita de acciones
ejemplificadoras. Sin embargo, esta reconstitución de la confianza pública no resulta una tarea sencilla, en
la medida en que lo recurrente en nuestra historia contemporánea ha sido, más bien, la no sanción de los
delitos ligados al mal uso de los fondos públicos.
En este sentido, las acciones emprendidas por la Procuraduría Ad-Hoc y por los jueces y fiscales
anticorrupción son importantes pasos de lo que debe ser un esfuerzo nacional de lucha contra la corrupción.
Estas acciones constituyen, sin duda, un primer eslabón del mismo y permitirán que las posteriores
acciones y medidas tengan credibilidad. Por ello, sus acciones deben reforzarse no sólo para que su labor
se desarrolle en las mejores condiciones sino también, para que el plan en ejecución gane mayor
legitimidad y se afirme. para bien, la sensación de no impunidad.
Constituir una alianza político-social contra la corrupción a largo plazo basada en la articulación de
intereses
Las iniciativas puramente estatales, además de confundirse con iniciativas gubernamentales que
desaparecen o se debilitan con los cambios de gobierno, resultan insuficientes para combatir la corrupción.
A su vez, las iniciativas de la sociedad civil, por más exitosas que fueren, además de insuficientes, pueden
resultar marginales al carecer del respaldo o reconocimiento oficial. La experiencia latinoamericana enseña
I.E.P. “SAN JOSÉ DE NAZARETH” DE TACNA

que la concertación entre el Estado y la sociedad civil en la lucha contra la corrupción es sustantivamente
más eficaz que las iniciativas estatales o particulares por separado.

Las principales instituciones comprendidas en la alianza político-social serían el Presidente de la República


y el Poder Ejecutivo, el Congreso, los partidos políticos, los medios de comunicación, los empresarios, las
iglesias, las universidades, los colegios profesionales, las organizaciones de trabajadores, las
organizaciones sociales y movimientos sociales de base y las organizaciones no gubernamentales. Esa
alianza tendría una diversidad de espacios de articulación y relación: mesas de concertación, iniciativas
locales, regionales o nacionales, campañas nacionales, etc.
Fortalecer el liderazgo público y privado: construir voluntad política.
La lucha contra la corrupción requiere de liderazgos decididos y claros al interior de las organizaciones, en
particular dentro del Poder Ejecutivo. Los responsables de los sistemas de control no ejercen la iniciativa
para conducir las instituciones, a diferencia de los líderes de las organizaciones.
La voluntad política hay que construirla: y este proceso es el reflejo de complejas circunstancias que reúnen
las aspiraciones de tos líderes individuales, el cálculo de los beneficios que pueden derivar de los cambios
de las normas y del comportamiento, y la creencia en la capacidad para reunir el apoyo apropiado para
vencer la resistencia a las reformas contra la corrupción.
Fortalecer la voluntad política requiere que los reformadores se replanteen cómo desplegar las acciones
anticorrupción para evitar lo que se ha convertido en un patrón recurrente en las reformas de la corrupción:
apatía-escándalo-reforma-apatía.
Establecer un coto a la corrupción sistémica
La corrupción sistémica ha sido el carácter distintivo de la forma cómo la corrupción operó en nuestro país
durante la década pasada. Lo innovador, por llamarlo así, fue el copamiento o captura del Estado por parte
del núcleo corrompido y corruptor. y la succión-direccionamiento que éste impuso a las redes preexistentes
y dispersas de la corrupción institucional.
El ordenamiento desde el vértice del Estado dio una nueva y más peligrosa amplitud a la práctica de la
corrupción. Esta se convirtió en la política subrepticia del régimen, bajo la cual se ordenó un conjunto
diverso de políticas públicas: copamiento del Poder judicial y del Ministerio Público, inmovilización del
Tribunal Constitucional, sometimiento del Poder Electoral y de las Fuerzas Armadas, y neutralización y
compra de algunos medios de comunicación.
Que el núcleo corruptor se haya puesto en evidencia a partir de las acciones de la procuraduría y los jueces
y fiscales anticorrupción, y que la perversidad de sus acciones -que configuran la corrupción sintética se
visibilice para el conjunto de la ciudadanía no significa, necesariamente, que tal grado de corrupción no
pueda volver a presentarse.
Inmunizar al Estado y a la sociedad contra la corrupción sistémica es, pues, una necesidad prioritaria. En
este sentido, se requiere un primer núcleo de acciones concentradas alrededor del poder político,
entendiendo por ello no sólo los diferentes ámbitos de acción del gobierno y de los funcionarios públicos,
sino también de los actores políticas en su conjunto.
El proceso de inmunización social y estatal frente a la corrupción sistémica debe, en consecuencia,
concentrar esfuerzos en el reforzamiento de los controles, principalmente del Poder Ejecutivo, Legislativo
y judicial, la transparencia de las acciones públicas de los gobernantes, en todo ámbito, y el control
ciudadano sobre la gestión pública.
I.E.P. “SAN JOSÉ DE NAZARETH” DE TACNA

PROPUESTAS DE CAMBIO ANTE LA CORRUPCIÓN EN EL PERÚ


Para lograr un cambio se requiere de un umbral de personas que se decida a hacerlo. Los inevitables
recambios generacionales deberían empujar a buenas prácticas clínicas y de gobierno, pero para ello se
necesita contar con ciudadanos con valores éticos sólidos.
Un buen ciudadano será un buen profesional. El respeto, la honestidad, la honradez, el sentido de
responsabilidad, la integridad, la justicia, son virtudes que deben inculcarse desde el hogar, solidificarse en
la universidad y ejercerse en el ámbito profesional. Una buena forma de enseñarlo es predicar con el
ejemplo. Por ello antes que discursos que oscilan entre lo académico y lo retórico cada día deberíamos
preguntarnos a nosotros mismos si estamos haciendo lo correcto. Estas buenas acciones deben redundar
en buenas prácticas de gobierno tanto en el sector público como en el privado, pero no solo ello. Una
sociedad más justa es aquella que brinda las mismas oportunidades a todos los ciudadanos, que deben
ser conscientes de sus derechos a partir de una adecuada vigilancia y con derecho al reclamo y la denuncia.
Por otro lado, las instituciones deben regirse por códigos éticos que incluyan sistemas de control interno y
de rendición de cuentas, así como de sanción a quienes incumplen las reglas o muestran una conducta
laboral poco ética. En un país tradicionalmente acostumbrado al "borrón y cuenta nueva" y un sistema que
tiende a las "tercerizaciones" que diluyen responsabilidades, el cambio de paradigma se convierte en algo
prioritario.
Esta pandemia ha desnudado la secular deficiencia del sistema sanitario público. El COVID-19 también es
una sindemia, fomenta otros problemas generalizados: desempleo, rebrote de pobreza, resurgimiento de
otras enfermedades ahora desatendidas, deterioro moral, deterioro de la salud mental, etc. Ante la mayor
crisis luego de la Guerra del Pacífico, la corrupción puede agravar la recuperación global del país, para
evitar ello no basta la retórica sino acciones concretas, el control concurrente, la transparencia de la gestión
pública, el escrutinio de la prensa y la sociedad civil se convierten en herramientas disuasivas como se ha
demostrado en otras latitudes.
El Perú ha hecho una rápida transición del "ganarse alguito" de la época de la hiperinflación al "roba, pero
hace obra" de los años de la bonanza económica. Durante ese tiempo la clase política se preocupó más
de estabilizar los indicadores económicos y la sociedad de disfrutar de la afluencia negada en el pasado.
Todos, o casi todos, olvidaron la ética y un país sin ella es una sociedad tribal donde predomina la ley de
la selva, en este caso, la ley del mercado y la cultura de la superficialidad y el espectáculo donde la
corrupción campea a sus anchas, desde los clubes de los grandes empresarios a las estaciones de los
transportistas informales, atravesando toda la sociedad en un relativismo moral donde los fines justifican
los medios.
COMENTARIOS FINALES
La corrupción peruana no es un secreto recién descubierto, es una realidad que zumba en el rostro de
millones de ciudadanos que hasta se han acostumbrado a ella y la consideran un mal necesario, en muchos
casos es una vía para alcanzar la meta en una cultura que premia el éxito individual a toda costa. Por ello
es importante hablar de ella, así las visiones sean parciales o inocentes. Hay que tenerla a flote para
combatirla y abatirla con las mejores armas, los valores que nos harán mejores ciudadanos, de pensar más
en el bien colectivo que en el individual. De desterrar la cultura de que la corrupción es un mal necesario o
que es un medio para lograr los fines, en este caso la resolución de trabas burocráticas o el acceso a la
salud. Las acciones deben trascender las normas pues muchas veces se convierten en letra muerta cuando
no se cumplen o son tan perfectas que se convierten en irrealizables. Se hace imponderable desde los
distintos ámbitos el generar la conciencia de una ciudadanía responsable con deberes y derechos, de
asumir la capacidad de indignación y protesta frente a los abusos de cualquier índole. La tarea es enorme
y aquí estamos para hacerla.

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