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2001
Gerardo Meneses Díaz
ORIENTACIÓN EDUCATIVA: UNA PRÁCTICA INTERPRETADA EN SU
COTIDIANIDAD
Tiempo de educar, enero-julio, año/vol. 3, número 005
Universidad Autónoma del Estado de México
Instituto Tecnológico de Toluca,
Instituto de Ciencias de la Educación del Estado de México
Toluca, México
pp. 15-43
Tiempo de educar, año 3, número 5, enero-junio de 2001
RESUMEN ABSTRACT
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Orientación educativa: una práctica interpretada en su cotidianidad
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sustentan esta diferenciación entre la perspectiva de la Orientación
Educativa Integral (Tejeda) y la Orientación Educativa (DGEMS): En
primer término, las condiciones de aplicación del esquema de
Tejeda han cambiado, el país [...] atravesó por una serie de
situaciones problemáticas que lo alejaron de una visión integral y
privilegiaron lo vocacional de la orientación. En segundo término, se
observó que la separación de los problemas de la orientación en
varios aspectos corre el riesgo de parcializar las soluciones o
explicaciones de los mismos. Se consideró que todo acto calificado
como educativo tiene que ser entendido como integral ya que los
problemas de los sujetos ‘no se hallan aislados, en distintos
casilleros, sino más o menos asociados −aún siendo de distinto
tipo− por lo cual deben ser abordados en forma coordinada e
integral, aun cuando el orientador principie por uno de ellos, sea el
más grave o el que prefiera (o pueda) exponer el alumno’ (Meneses,
1997: 95) 1
Dos años después, con un presupuesto menor pero con una organización
más definida, se llevó a cabo el 1er. Foro Regional de Orientación Educativa,
donde el problema de la construcción teórica de la OE fue abordado por
el maestro Carlos Zarzar Charur, quien señaló la enorme dificultad que
supone el intento de definir a la OE (cfr. Zarzar, 1990).
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El entrecomillado final de la cita corresponde a Herrera y Montes, 1979: 17.
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Aunque cada uno de los niveles de la práctica acotados por Zarzar Charur
tiene su propia inmediatez cotidiana, el sentido común resulta ser el más
propicio para las contradicciones, ya que el ser constitutivo de la
cotidianidad comparte los rasgos de la misma. Recordemos que para
Agnes Heller “la vida cotidiana es el conjunto de actividades que
caracterizan la reproducción de los hombres particulares, los cuales, a su
vez, crean la posibilidad de la reproducción social.” (Heller, 1991: 21).
Empero, el proceso de reproducción sólo puede ser pensado de cara a
reconocer que la cotidianidad supone continuidad, inmediatez,
mediación hacia lo no cotidiano, enmarcada por su historicidad.
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Precisamente, en otro trabajo he intentado caracterizar a la OE como:
Todos y cada uno de los ámbitos anteriores, sobre los que versan las
preocupaciones de la OE, aparecen en la cotidianidad expresados en
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En el espacio recortado por el paréntesis se dice: “En casos extremos, [la O.E.] ha sido sustituida
desde disciplinas o cuerpos de conocimiento de mayor claridad y definición, no obstante la
preocupación de algunas posiciones que se esfuerzan por dotarla de cientificidad, o en el peor de
los casos, convertida, bajo la aplicación de los parámetros de la ciencia positiva, en una ciencia
más. También existen trabajos que dejan muy claro el carácter eminentemente técnico que desde
su institucionalización ha tenido la O.E. carácter tecnocrático, dirían algunos, que se acompaña del
sostenimiento ideológico relacionado con la vocación, desde referentes epistemológicos muy
propios del medioevo, pero sospechosos para los tiempos actuales en que la racionalización es la
música de fondo para la época.”
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Una visión más amplia de la cantidad y calidad de la producción de investigaciones puede
consultarse en el trabajo de Nava (1993), o Muñoz (1992). Ambos son suficientes para tener una
panorámica de la precariedad de la construcción del discurso conceptual de la OE.
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DISCREPANCIAS DE UN QUEHACER
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Sin descuidar las observaciones anteriores, retornemos a algunos ejes de
aprehensión sobre la cotidianidad de la OE en las instituciones escolares:
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En el Estado de México, por ejemplo, es posible encontrar escuelas que desarrollan una
modalidad u otra, y hasta algunas que satisfactoriamente desarrollan ambas. La realidad de uno y
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Vale señalar que algunas veces las concepciones didácticas asumidas son
muy extrañas y un manual puede, al mismo tiempo en que se concibe
como guía para el servicio de OE, estar constituido por programas para
cada grado escolar de la asignatura. Tal es el caso de la versión de 1991
del Manual para el servicio de Orientación Educativa en las escuelas secundarias
del Departamento de Educación Secundaria del Estado de México.
(Subdirección de Educación Básica, 1991).
otro caso cambia definitivamente. Así, la Universidad Autónoma Chapingo, por ejemplo, opera con
una atención mixta, diferenciando el tipo de atención o intervención de los estudiantes de su
preparatoria con los de sus ingenierías, discriminando entre la orientación y la atención de las
causas de deserción. Las preparatorias estatales, las regionales, las incorporadas a la UAEM y las
particulares tienen diferencias que también tendrían que estudiarse con mayor amplitud.
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Una rápida revisión del documento da pie no sólo para: 1) marcar sus
discrepancias en lo que a concepción de la OE y su ejercicio se refiere,
además, de: 2) explorar los contrasentidos en la temporalidad que
instrumenta en el salón de clases.
Según los autores del texto, lo anterior permite una atención satisfactoria
y de calidad de los orientadores a los alumnos. Esto sorprende puesto
que está considerando que cien estudiantes son pocos para el esfuerzo
de un orientador, sin embargo, subestima la complejidad del tipo de
problemáticas que tienen cabida dentro de la OE, además de mostrarse
indiferente ante el irrisorio tiempo del que se dispone para un
acercamiento personalizado entre los estudiantes y el orientador,
máxime si el mismo manual que a propósito de la OE dice a la letra:
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abierto. La cantidad de actividades inventariadas es descomunal,
simplemente para el primer grado se enlistan más de ochenta acciones,
donde a pesar de que varias de ellas están en función de que los
orientadores se coordinen con otros profesores o integrantes de la
comunidad, son desbordantes para la atención de los cien alumnos
promedio con los que trabaja.
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- “¡No, no dé clase!”.
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charlas por aquí y por allá, y aplique pruebas psicotécnicas, y averigüe la
supuesta ‘vocación’ de su hijo o hija, etc.). De cualquier modo, el
profesorado que ha vivido estas experiencias, se muestra bastante
escéptico con “eso de la orientación”, si bien puede llegar a reconocer que
le ha servido en algunos casos para liberarse de más de una pesadilla: “si
el supuesto especialista no lo resuelve, no lo voy a resolver yo en mi aula, con
todos los alumnos que tengo” (Gómez, 1995: 240).
1) echar balones fuera, que significa que alivian la carga de trabajo del
profesor al liberarlo de molestias; 2) escepticismo tolerante, mientras
los orientadores no interfieran en el trabajo del docente no
representan problema; 3)aceptación positiva, disposición a colaborar
con los esfuerzos del orientador; 4) agravio comparativo, considerar
injusto que sin dar clases con contenidos científicos, se les pague a
los orientadores, presumir que la docencia obligatoria del plan tiene
más valor y representa más esfuerzo; y 5) intrusos incordiantes,
considerarlos un estorbo que toma peor de lo que ya estaba al
ambiente escolar ¡lo que faltaba! (Ibid.).
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tiempo de realización, presiones ambientales, temores
personales, falta de concentración, errores de corrección, errores de
interpretación, evolución del individuo). (Ibid.: 273-274)6
En esta extensa cita hay otros motivos para identificar más de las
discrepancias que vive la OE en nuestro contexto, ya que las ideas de
Santos están ubicadas en la realidad europea y hablan de departamentos
bien constituidos, miran con menosprecio a la psicometría y se oponen a
tareas como las de suplir a los profesores faltantes, situaciones más bien
comunes en nuestra realidad; pero que si bien son comprensibles, no
tienen por qué ser justificables.
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El autor también menciona como falsas expectativas ya las acotadas por Ruiz acerca de quienes
consideran que el trabajo de los orientadores no sirve para nada o es un obstáculo para el
desarrollo de otras tareas académicas, desde luego más relevantes. Se subraya la idea de ‘presiones
ambientales’ por su relación con el inciso siguiente.
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Para la realidad que aquí se está examinando hay de entrada una cuestión
difícil de sortear: la OE no otorga calificaciones, ni como servicio ni como
asignatura. En ese sentido, algunos estudiosos del campo del currículum,
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Cfr. Dewey, 1996, y “Pedagogía del paisaje” en Unamuno, 1997.
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como Alfredo Furlán (1986) y el propio Phillip W. Jackson, han señalado
cómo uno de los componentes clave en la dimensión vivida del
currículum está en relación directa no sólo con los contenidos, en tanto
arbitrariedad cultural, sino con los dispositivos disciplinarios que el
imaginario de la evaluación pone en acto. Es decir, en la actualidad, el
currículum despliega una ordenación que se estructura a través de poner
a la evaluación como centro.
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Banco Mundial y los asomos de la llamada condición posmoderna, han
afectado la vida cotidiana de la sociedad en su conjunto y,
particularmente, causan estragos en la confianza que gozó el sistema
educativo por varias décadas, al ser considerado como la garantía más
efectiva de movilidad social.
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Recuérdese que, según Alvin Gouldner, la ideología es la epistemología de la vida cotidiana y, para
Agnes Heller, conlleva irreflexión.
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Son tan relevantes ambas tópicas que merecen un análisis más detallado.
Aquí sólo se desarrollarán algunas reflexiones en torno a las mismas,
poniendo énfasis en que la cotidianidad las entreteje. No es difícil inferir
que es la supuesta crisis de valores lo que dio pie a la búsqueda de salidas,
colocando entre éstas al plan o proyecto de vida. La idea de crisis de valores
tiene que ver con las evidencias de una entropía social. Sin embargo,
prevalece la visión cuasirreligiosa de que la relación con el mundo debe
ser armoniosa.
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[...] la crisis del país, es en última instancia, una crisis de valores. Los
acontecimientos han ido exhibiendo la falsedad de muchos valores
en que estaba fincada la convivencia mexicana y nos van obligando a
someterlos a reflexión. (Latapí, 1996: 20)
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Sería importante la incorporación de la temática de los mundos de la vida
para que el tema del ‘proyecto de vida’ se dimensionara en los horizontes
de una racionalidad abierta y comunicativa, no bajo las pautas de los
scouts o de los alcohólicos anónimos que, ¿curiosamente?, es similar a la
estructura de lo que las sectas protestantes llaman el plan de salvación.
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Tiene razón Emilio Tenti cuando propone pensar la escuela desde fuera,
para examinar la forma en que la institución escolar construye
subjetividad, y cómo en este proceso se hace chocar la cultura de los
jóvenes con la de los regímenes administrativos y educacionistas, sin
reparo de una visión pública de lo educativo (Tenti, 2001).
BIBLIOGRAFÍA
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