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Ante la agresiva campaña publicitaria que ha sido montada por la Autoridad

Nacional del Ambiente (Anam) y por las empresas hidroeléctricas, es


necesario hacer algunas aclaraciones acerca del cambio climático.

Hay que aceptar que esta es una realidad mundial que tendremos que
enfrentar con mucha creatividad y previsión. Pero bien saben los altos
funcionarios de la Anam que nuestro país es un actor de muy poca
relevancia en los inventarios de gases de invernadero, que hoy día están
dominados por países desarrollados y economías emergentes como China,
India y Brasil. Lo que nosotros como país hagamos tendrá un impacto
mínimo sobre el presente y el futuro del clima mundial, y si a alguien hay
que achacar los huracanes, inundaciones y otras catástrofes que se
generen por el cambio climático no será al endeble istmo de tres millones
de habitantes.

Lo que también saben, o por lo menos debieran saber, las autoridades de la


Anam, es que Panamá sí tiene un porcentaje desproporcionado de la
biodiversidad a nivel global, con innumerables especies de flora y fauna,
algunas de ellas únicas de áreas protegidas como el Parque Internacional
La Amistad, sitio de Patrimonio Mundial de la Humanidad, que hoy día no
solo están amenazadas por el inevitable cambio climático, sino también por
la avaricia de las empresas hidroeléctricas y de sus consultores y
especuladores enquistados en el Gobierno, que quieren llenar nuestros ríos
de decenas de represas para vender energía a otros países y para seguir
engordando sus ya rebosantes bolsillos.

Tal ha sido la inmoralidad de estos vividores que han disfrazado sus


negociados familiares como proyectos para el Mecanismo de Desarrollo
Limpio (MDL) del Protocolo de Kyoto. Ya ha llegado la hora de decir la
verdad. Los proyectos MDL que tanto ha estado promocionando la
presente administración de la Anam no reducen gratuitamente la
generación de gases de invernadero, sino que le venden el derecho a
contaminar a los países más desarrollados. En la transacción, se generan
dividendos que son transferidos a países mercenarios como el nuestro, y
quién sabrá si ese dinero irá a parar a las comunidades necesitadas o si
terminará atrapado en la larga cadena de expertos que organizan estas
transacciones y que seguramente estarán enfilándose para administrar
estos fondos una vez termine la presente administración presidencial.
Las conclusiones son claras: esas hidroeléctricas que quieren vendernos
como energía limpia no ayudarán a prevenir los desastres naturales en
Panamá –más bien incrementarán nuestra vulnerabilidad, como sucedió
con la apertura de compuertas que realizó AES en Bayano hace alguno
años; tampoco realizarán una contribución de mayor importancia a la
reducción del cambio climático; pero lo que sí producirán serán impactos
severos e irreversibles sobre nuestra biodiversidad de importancia mundial.
Entonces, ¿por que tanto afán de la Anam por promover la construcción de
hidroeléctricas, tanto que hace poco el mismo subadministrador, Eduardo
Reyes, tomó la pala para iniciar la construcción de un proyecto que todavía
no había completado sus inventarios biológicos ni tenía un programa de
reasentamiento aprobado por la población afectada? Tal vez la respuesta
haya que buscarla algunos años atrás, en alguna otra institución u
organismo internacional, en aquellos días en que la viuda ngöbe, Isabel
Becker, todavía recogía su cacao a orillas del río Changuinola, sin siquiera
pensar en que su finca se convertiría en el futuro sitio de presa del proyecto
hidroeléctrico Chan 75.

El mundo sufre cambios acelerados y Panamá no escapa a estos


cambios globales y locales, como la variabilidad climática, el cambio
climático y los riesgos meteorológicos propios de la zona tropical.
Somos más vulnerables a las variaciones y excesos relacionados con el
agua como: fenómenos meteorológicos violentos, tormentas,
inundaciones y también a sequías.

La población en general y los sectores relacionados con la energía


hidroeléctrica, el transporte (aéreo, marítimo y terrestre) agua
potable, el sector agropecuario, seguridad alimentaria, salud, turismo
entre otros, dependen cada vez más, de los cambios y riesgos
meteorológicos y climáticos.

Panamá se encamina a ser un eje estratégico mundial y no es


admisible que el ‘factor sorpresa’ afecte las actividades económicas, es
necesario adaptar o desarrollar modelos para manejar escenarios
relacionados con las variables meteorológicas y climáticas para la
toma de decisiones y minimizar riesgos, por ejemplo:
—El desarrollo de sistemas de alerta temprana de riesgos de
inundación.

—Desarrollo de escenarios de sequías e inicio de cosechas a mediano


y largo plazo relacionado con el manejo del recurso hídrico para riego
y reservas de agua para consumo humano.

—Manejo del recurso hídrico para maximizar los beneficios del agua,
mediante sistemas de regulación, almacenamiento y
aprovechamiento.

—Escenarios de proliferación de vectores que transmiten el dengue


en relación a las condiciones meteorológicas.

—Contar con un sistema de vigilancia y pronósticos para los diferentes


medios de transporte y para el sector turismo.

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