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UNIVERSIDAD NORORIENTAL PRIVADA

GRAN MARISCAL DE AYACUCHO


FACULTAD DE DERECHO
ESCUELA DE DERECHO

FINALIDAD DE LA PENA.
Trabajo Monográfico como requisito parcial para optar al Título de Abogado

Autores:
Barrolleta Sael José
24.475.087
Lanz Miranda Javier Alejandro
15.631.833

El Tigre Mayo 2020.


UNIVERSIDAD NORORIENTAL PRIVADA
GRAN MARISCAL DE AYACUCHO
FACULTAD DE DERECHO
ESCUELA DE DERECHO

FINALIDAD DE LA PENA.
Trabajo Monográfico como requisito parcial para optar al Título de Abogado

Asesor académico:
Abog. Guzmán Edgard

Asesor metodológico:
Abog. Mansour Marlene

El Tigre Mayo 2020


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UNIVERSIDAD NORORIENTAL PRIVADA


GRAN MARISCAL DE AYACUCHO
ESCUELA DE DERECHO
NUCLEO EL TIGRE

REVISION DEL ASESOR ACADEMICO

En mi carácter de asesor académico del trabajo monográfico correspondiente al lapso

académico 20201, presentado por los bachilleres BARROLLETA SAEL JOSE y LANZ

MIRANDA JAVIER ALEJANDRO titulares de la cedulas de identidad No 24.475.087,

15.631.833, previa revisión y resultados, considero que el presente trabajo reúne los requisitos y

méritos suficientes para ser sometidos a revisión.

En la ciudad del Tigre Mayo 2020.

_______________________________

Abg. Guzmán Edgar.


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UNIVERSIDAD NORORIENTAL PRIVADA


GRAN MARISCAL DE AYACUCHO
ESCUELA DE DERECHO
NUCLEO EL TIGRE

REVISION DEL ASESOR METODOLOGICO.

En mi carácter de asesor académico del trabajo monográfico correspondiente al lapso

académico 20201, presentado por los bachilleres BARROLLETA SAEL JOSE y LANZ

MIRANDA JAVIER ALEJANDRO titulares de la cedulas de identidad No 24.475.087,

15.631.833, previa revisión y resultados, considero que el presente trabajo reúne los requisitos y

méritos suficientes para ser sometidos a revisión.

En la ciudad del Tigre Mayo 2020.

_______________________________

Abg. Monsour Marlene.


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UNIVERSIDAD NORORIENTAL PRIVADA


GRAN MARISCAL DE AYACUCHO
ESCUELA DE DERECHO
NUCLEO EL TIGRE

FINALIDAD DE LA PENA

Autores:
Barrolleta Sael José
Lanz Miranda Javier Alejandro
MES: MAYO AÑO: 2020

RESUMEN

El Estado mediante su facultad punitiva (ius puniendi) impone, a los sujetos incursos en acciones
u omisiones previamente establecidas en la ley como delito, sanciones por tal accionar siendo la
pena la sanción penal por excelencia. Mediante este mecanismo el Estado trata de motivar el
respeto de los individuos al ordenamiento jurídico, planteándose la incertidumbre acerca de si el
castigo es inflingido con ánimo de causar un daño a quien ha delinquido o si con ello evita la
comisión futura de más hechos punibles. Mediante la disciplina penológica, se busca el origen y
antecedentes de la consecuencia a la infracción penal por excelencia como lo es la pena. Por vía
de excepción, existe otra forma de sanción penal denominada medidas de seguridad, aplicables
una vez se encuentra demostrada la inimputabilidad del sujeto activo en la comisión del delito,
teniendo como objetivo primordial utilidad social, por una parte, y corrección para el infractor de
la norma penal, por la otra. En este sentido, los autores modernos, le otorgan cada día mayor
importancia a esta situación, como mecanismo de control en la criminalidad, al activarse como
consecuencia del estado de peligrosidad de los individuos, sin embargo, esta postura ha tenido no
pocos detractores que abogan por un derecho penal de acto y no de autor. De tal manera para que
se puedan ejecutar las penas y medidas de seguridad se necesita la presencia de un vigilante
encargado de tal fin; en este sentido encontramos la presencia del Juez de Ejecución Penal como
garante del cumplimiento de las penas y medidas de seguridad. Se ha seleccionado la investigación
documental tipo monográfico, con un nivel jurídico – dogmático, donde se aplicarán las diferentes
etapas del proceso, que permitirán extraer las conclusiones y recomendaciones.

Palabras claves: Pena, medidas de seguridad, función del Juez, ejecución.


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ÍNDICE GENERAL

REVISION DEL ASESOR ACADEMICO…………………………………….. III

REVISION DEL ASESOR METODOLOGICO……………………………….. IV

RESUMEN……………………………………………………………………… V

INDICE GENERAL…………………………………………………………….. VI

INTRODUCCION……………………………………………………………..... VIII

CAPÍTULO I

Teorías jurídicas que procuran la explicación de la finalidad de la pena

como medio de reacción del derecho penal.

Teoría absoluta de la pena ….…………….…………………………………….. 1

Teoría de la justa retribución………………………..………………………….. 1

Imposición de verificar el libre albedrío…………….…….……………………. 4

Teoría relativa de la pena……...……...………………………………………… 5

Teoría de prevención especial…………………………………………………... 6

Imposición de determinar la necesidad de la pena ……………………………... 8

Teoría de la prevención general…………………………………………….…... 8

Teoría de la prevención general positiva ….………………………………………… 9


7

Fundamentos del “ius puniendi”……….………..…………….……………….... 9

Límite del “ius puniendi”……………………….………..……………………… 10

Utilización del delincuente para amedrentar a otros hombres…………………… 11

CAPITULO II

La base doctrinaria de la pena y las medidas de seguridad como sanciones


en la legislación penal venezolana.

Antecedentes de la legislación penitenciaria…………………………………… 15

Origen de la pena……...………………………………………………………... 18

Diferencias entre la pena y las medidas de seguridad ………………………….. 28

Semejanzas entre la pena y las medidas de seguridad …………………………. 28

Consecuencias de la pena ………………………………………………………. 31

CAPITULO III.

Función que desempeña el juez de ejecución para el cumplimiento de las


penas y medidas de seguridad.

El juez de ejecución penal……………………………………………………… 38

Conclusiones…………………….......…………………………………………. 50

Recomendaciones……………………………………………………………… 52

Referencias bibliográficas………………………………………………………. 53
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INTRODUCCIÓN

Desde épocas inmemoriales el hombre, dada su naturaleza de ser gregario, ha creado

mecanismos de distinta índole que pretenden preservar las normas de control social, creadas para

dar homogeneidad a las conductas de cada una de las individualidades pertenecientes a

determinado colectivo. Es así como, conjuntamente con la creación de esta normativa, se crean

acciones consecuenciales a la omisión de cumplimiento de esos deberes socialmente impuestos:

La pena. En este sentido el Estado ha permanecido en constante intervención de los conflictos

generados por la ocurrencia entre particulares, y entre estos y aquel, de eventos contra “legem”

que se puedan encuadrar dentro de actos tipificados por la legislación como delitos. A través de la

creación legislativa el Estado puede crear, delitos, penas y medidas de seguridad, e imponer y

ejecutar tales sanciones en caso de que se verifiquen aquellas conductas incriminadas con

antelación en la Ley Penal, lo cual constituye la piedra angular del Derecho Penal, la ejecución de

la facultad o potestad denominada “ius puniendi” o derecho a castigar, como imperio soberano del

Estado. Lo dicho precedentemente permite citar a Gómez (1996) dice: Que la pena es un

mecanismo doloroso utilizado por el Estado para tratar, mediante su amenaza e imposición, de

motivar la conducta de los individuos hacia la observancia y respeto de unos valores.

En este orden de ideas, se hace necesario conseguir acerca del fundamento o fin de esa potestad

sancionatoria, pues aún no se sabe a ciencia cierta si el Estado castiga para retribuir con un daño

al sujeto que lo ha producido con la comisión de un delito o si lo hace actuando preventivamente

para evitar su comisión. La pena es la forma de sanción penal por excelencia, con ella el Legislador

amenaza la realización de ciertas acciones u omisiones previamente establecidas, al considerarlas


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perniciosas para aquellos intereses sociales primordiales y consiste en la privación de un bien

jurídico del sujeto activo como principal consecuencia jurídica de su conducta dañosa. Existen

otras formas de sanción penal, denominadas por la legislación y el derecho comparado “medidas

de seguridad”, las cuales persiguen un propósito meramente utilitario para la sociedad y tienen una

finalidad de corrección o reeducación para el infractor de la norma penal.

Por lo anteriormente expuesto, los investigadores señalamos a la pena como la principal forma

de reacción del sistema penal y la cual se aplica como regla general. La excepción está constituida

por la aplicación de medidas de seguridad en aquellos casos de probada inimputabilidad del sujeto

activo.

Por su lado Figueroa (citado por Moreno, 2006) afirma: Que, en esencia, a pesar del carácter

aflictivo de ambas instituciones, tales consecuencias jurídicas no se diferencian, teniendo

disimilitud en su fundamento normativo: las penas están basadas en la culpabilidad mientras que

las medidas de seguridad se apoyan en la peligrosidad criminal.

En cuanto a la clasificación de las penas en el sistema venezolano, el Código Penal las

clasifican en: corporales, no corporales, clasificándose además en principales y accesorias.

Son principales: Las que la ley aplica directamente al castigo del delito.

Son accesorias: Las que la ley trae como adherentes a la principal, necesaria o accidentalmente.

1. Corporales, previstas en el artículo 9 Código Penal:

a) Presidio.

b) Prisión.
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c) Arresto.

d) Relegación a Colonia Penal.

e) Confinamiento.

f) Expulsión del territorio de la República.

2. No corporales, establecidas en el artículo 10 eiusdem.

a) Sujeción a la vigilancia de la autoridad pública.

b) Interdicción civil por condena penal.

c) Inhabilitación política.

d) Inhabilitación para ejercer alguna profesión, industria o cargo.

e) Destitución de empleo.

f) Multa.

g) Caución de no ofender o dañar.

h) Amonestación o apercibimiento.

i) Pérdida de los instrumentos o armas con que se cometió el hecho punible y de los efectos

que de él.

En la doctrina y la legislación comparada las penas pueden ser clasificadas así:

Pena de muerte.

Penas privativas de libertad.


11

Penas privativas de derechos.

Penas pecuniarias.

Pago de las costas procesales.

En relación a las medidas de seguridad, en Venezuela, se encontraban estatuidas en la Ley sobre Vagos

y Maleantes, y eran establecidas para sujetos cuyas acciones se adecuarán a los supuestos de peligrosidad

pre-delictual contempladas en las veinticuatro conductas descritas en el prenombrado instrumento legal,

que hacían presumir la peligrosidad y que sin embargo no constituían delito alguno. (Moráis, 2001, p.50)

Este oprobioso cuerpo legal fue, con toda razón, derogada el 6 de noviembre de 1997, por medio

de una muy apropiada sentencia de la Corte Suprema de Justicia, hoy Tribunal Supremo de

Justicia.

Por su lado el Código Penal, contempla en el artículo 62 “una medida de seguridad post-

delictual, basada en la peligrosidad presunta, indeterminada en cuanto al tiempo de duración”.

Haciéndose una distinción en dos categorías o modalidades: reclusión en establecimiento

hospitalario y entrega a la familia bajo fianza de custodia. Adicionalmente, el Código Orgánico

Procesal Penal, establece el procedimiento especial a llevarse a cabo en el caso de ser considerada

inimputable una persona incursa en un hecho punible, tal proceso deberá ejecutarse conforme a las

reglas de los artículos 410 al 412. De igual forma contiene disposiciones relacionadas con la

ejecución de tales medidas, establecidas en los artículos 501 al 503 ejusdem.

De la misma forma, en la Ley Orgánica de Drogas se encuentra prevista la aplicación de

medidas de seguridad destinadas a los consumidores de sustancias prohibidas (que la antedicha ley

prevé), así como para los consumidores que se encuentren en posesión de las mismas. En atención

a las anteriores premisas, necesario resulta conocer: ¿Cuáles son las teorías jurídicas que procuran
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la explicación de la finalidad de la pena como medio de reacción del derecho penal?, ¿Cuál es la

base doctrinaria de la pena y de las medidas de seguridad como sanciones en la legislación penal

venezolana? y ¿Qué función desempeña el Juez de Ejecución para el cumplimiento de las penas

y de las medidas de seguridad?

Con relación a las interrogantes planteadas surgieron los objetivos de la investigación, siendo

el general: analizar las penas, las medidas de seguridad señaladas en la normativa legal venezolana

y la función que desempeña el Juez de Ejecución Penal. Mientras que los específicos: mencionar

las teorías jurídicas que procuran la explicación de la finalidad de la pena como medio de reacción

del derecho penal, definir la base doctrinaria de la pena y de las medidas de seguridad como

sanciones en la legislación penal venezolana y estudiar la función que desempeña el Juez de

Ejecución para el cumplimiento de las penas y de las medidas de seguridad.

En referencia a la justificación e importancia de la presente investigación, se puede decir que

posee un carácter eminentemente teórico y tiene como meta indiscutible conocer con profundidad

lo relacionado con la institución de la pena como consecuencia inmediata del Derecho Penal, así

como la definición de aspectos básicos de las medidas de seguridad y su régimen en nuestro país.

Se pretendió desarrollar una exhaustiva investigación de aquellos aspectos relacionados con las

instituciones jurídicas señaladas “ut supra,” permitiendo así hacer un análisis comparativo entre

ellas, desde el punto de vista penológico, cuyo objetivo primario está constituido por conocer sus

fines y funciones. Aportando, además, un conocimiento específico sobre los orígenes de la pena,

sus antecedentes históricos, evolución, caracteres, finalidades, funciones y clases de ella, así como

también permitió describir con claridad el concepto, supuestos de aplicación y propósito de las

medidas de seguridad en Venezuela, así como la función del Juez de Ejecución. Al lector
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comprometido con el estudio del Derecho Penal específicamente de la penología, le permite

sumergirse en un área de conocimiento que le accede a una visión integral del tema de marras

favoreciéndole en su desarrollo intelectual.

Valdrá de amparo en gran medida a aquellas personas que de una u otra manera se encuentran

al servicio de la Administración de Justicia, pues siendo la pena la consecuencia jurídica por

excelencia de la infracción penal, su mayor comprensión favorecerá sentencias más adecuadas a

la realidad social que se vive y en gran medida se estimulará de alguna forma la aplicación del

régimen de medidas de seguridad, tan poco utilizado en los Tribunales y poco conocido en los

predios de la vindicta pública. Va además dirigido el presente trabajo investigativo a todo aquel

que desee profundizar sus conocimientos en el área, obteniendo como beneficio un antecedente

más para indagaciones de mayor complejidad o simplemente como elemento de consulta para las

faenas propias del ejercicio del Derecho Penal.

Con relación al alcance, la investigación quiere que vaya en función de lo jurídico y lo social;

el primero porque se busca que el Juez de Ejecución cumpla cabalmente con lo señalado en la

Carta Magna así como en el COPP., en relación a las penas y las medidas de seguridad; y en lo

social, ya que el tema involucra de una u otra forma a los entes integrantes de la sociedad, que al

violentar la leyes deben ser sancionados a través de una pena que será impuesta como una manera

de corregir su error. Desde el punto de vista teórico, proporcionó nuevos asientos bibliográficos,

contribuyendo a ampliar la doctrina, por cuanto recogen aspectos teóricos – jurídicos disgregados

en diferentes fuentes. Desde la visión práctica, permitirá a los jueces, abogados y estudiantes de

derecho utilizar los hallazgos generados por la investigación para producir nuevos conocimientos,

por cuanto son de fácil acceso, comprensión y aplicación.


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En cuanto a la revisión de la bibliografía, se dice acertadamente el aforismo latino: “ubi homo

ibi ius” (donde hay hombre hay derecho), y siendo el ser humano un ente cuya propia naturaleza

le exige vivir en comunidad, se puede decir que se remonta al origen del hombre la aparición del

Derecho, entendido este como conjunto de normas reguladoras de las relaciones derivadas de la

vida común. Al respecto manifiesta el maestro Carnelutti (1999) dice: “El objetivo del derecho es

poner en orden a la sociedad” (p.3). En este sentido, se podría afirmar que la ley penal aparece

simultáneamente con la humanidad como mecanismo de control social. El Estado como único y

exclusivo poseedor de la facultad punitiva (ius puniendi) regula su propia actividad a través de la

creación legislativa penal, imponiéndose de esta manera un límite a su intervención en los

conflictos derivados de la trasgresión penal, ya sea entre particulares, o entre estos y el Estado. A

lo largo de los últimos años, la pena, entendida como consecuencia directa de la infracción penal,

ha sido objeto de innumerables estudios tendentes a obtener respuesta especifica en lo que se

refiere a su eficacia, así como a su sentido, justificación y fines.

Las normas penales vigentes en Venezuela se encuentran contenidas en su mayoría en el Código

Penal. Sin embargo, existe un cúmulo de textos legales que contienen normas de naturaleza penal,

como la Ley Penal del Ambiente, Ley sobre Robo y Hurto de Vehículos Automotores, Ley

Orgánica de Drogas, Ley Orgánica Contra la Delincuencia Organiza y Financiamiento al

Terrorismo entre otras.

De igual manera, de las consecuencias derivadas para un sujeto por la realización de un hecho

punible, las medidas de seguridad son las que mayor cuestionamiento han recibido por los

tratadistas modernos, en razón de las numerosas dificultades que se han presentado relacionadas

con el fundamento teórico de su existencia y permanencia dentro del ámbito del Derecho Penal.
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El antecedente que marca el surgimiento de las medidas de seguridad en la historia del Derecho

Penal es el Anteproyecto de Código Penal para Suiza, elaborado por Carlos Stoos en 1893, lo que

representó una importante contribución a la inclusión de medidas de seguridad en el Derecho Penal

y a su sistematización como nuevas instituciones jurídicas. Por ese motivo tal texto ha sido

considerado como una solución intermedia entre las tendencias que defendían a la pena como única

modalidad de reacción frente al delito y las que abogaban por la sustitución paulatina de las penas

con un mayor protagonismo de las medidas de seguridad.

En Venezuela, hace su aparición en 1939 la Ley sobre Vagos y Maleantes, donde se

encontraban las medidas de seguridad por excelencia. En ese instrumento legal se establecía un

procedimiento administrativo, con carácter sumario y en tres instancias: la primera autoridad civil,

los gobernadores y el Ministro de Justicia. (Moráis, 2001, p.50) adicionalmente, las medidas de

seguridad, que se encontraban previstas en el artículo 4to de la Ley in comento, no tenían tiempo

de duración preestablecido y podían ser privativas y no privativas de libertad, lo que dejaba al

arbitrio o a la arbitrariedad de los representantes del ejecutivo la libertad individual de las personas.

Ahora bien, la pena consiste en la consecuencia lógica del delito, y consiste en la privación o

restricción de ciertos derechos del transgresor, que debe estar previamente establecida en la ley, y

que es impuesta a través de un proceso, como retribución, en razón del mal del delito cometido.

(Arteaga 2001, p. 409) por su parte, Moráis (2001) dice: Que la pena es la sanción penal que se

aplica a una persona cuando procesalmente se ha demostrado que realizó una conducta típica,

antijurídica y culpable. Y poseen las siguientes características:


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a) Están apegadas directamente al principio de la legalidad de los delitos y las penas, por lo

que deben encontrarse estatuidas en la legislación penal con antelación, la cual, además,

debe señalar los límites de su aplicación (principio de “nulla poena sine lege”).

b) Solo el Estado en ejercicio de su facultad punitiva puede aplicarlas, a través de los órganos

jurisdiccionales competentes, y por medio de estricta observancia de la ley adjetiva

(principio de “nulla poena sine iuditio”).

c) Para la aplicación debida de la pena, debe mediar la culpabilidad del sujeto activo del ilícito

penal, declarada la misma en juicio penal (principio de “nulla poena sine culpa”).

d) Solo el sujeto declarado culpable puede ser objeto de sanción penal, es decir la pena es

considerada “intuito personae”, o sea, personalísima.

e) La pena tiene un carácter eminentemente aflictivo, pues de su aplicación se derivan

restricciones a los derechos y en consecuencia al disfrute de determinados bienes jurídicos:

la vida, la libertad, la propiedad, etc.

Con relación a las finalidades de la pena, la doctrina y aquí hay que tomar en cuenta lo afirmado

por Moráis (2001) afirma: Las siguientes:

a) Retribución: el verdadero sentido de la retribución es el de compensar un mal; de manera

de reparar la lesión jurídica y extinguir la culpabilidad del autor.

b) Prevención especial: se enfrenta a los postulados de la teoría absoluta, proponiendo con fin

de la pena el desarrollar una influencia inhibitoria en el autor que le impida cometer delito.

c) Prevención general: lo que se persigue mediante la amenaza punitiva es disuadir a la

generalidad de obrar contrariando las normas legales.


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d) Mixtas: combinan premisas de los postulados absolutos y relativos, afirmando que ninguna

por si mismas estarían en capacidad de establecer adecuadamente el fin de la pena.

Mientras Beccaria (1998) afirma: “El fin, pues, no es otro que impedir al reo causar nuevos

daños a sus ciudadanos y retraer a los demás de la comisión de otros iguales” (P.30). En cuanto a

las medidas de seguridad:

Son los medios tendientes a prevenir la delincuencia mediante el combate de la peligrosidad

social encontrada en sujetos que han llevado a cabo ciertos actos de carácter antisocial delitos o

cuasi delitos y con la finalidad de obtener la adaptación de los sujetos a la vida libre. (García, 1967,

p.35)

Por otro lado, el diccionario jurídico Cabanellas (2001) afirma: “Pueden emplearse por la

comisión de un delito o sin infracción penal típica, por la presunción vehemente de que el sujeto

activo posee inequívoca propensión al delito, dada su peligrosidad” (p.369). Mientras que Reyes

(1989) afirma: “Las consecuencias jurídicas de la conducta de los inimputables, en cuanto tal

conducta se adecue a un tipo penal y sea antijurídica, es la aplicación de medidas asegurativas”

(p.74).

Por su lado, la metodología seleccionada es la investigación de tipo documental, en ocasión a

ser la más adecuada para profundizar sobre el objeto de conocimiento, es decir, las penas, las

medidas de seguridad señaladas en la normativa legal venezolana y la función que desempeña el

Juez de Ejecución Penal. Por ello en relación a la investigación documental Arias (1999) dice; que

es aquella que se basa en la obtención y análisis de datos provenientes de materiales impresos u

otros tipos de documentos.


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Según Ramírez, Bravo & Méndez (1987) dicen: Que una variante de la investigación científica,

cuyo objetivo fundamental es el análisis de diferentes fenómenos de orden histórico, psicológico,

etc. De la realidad a través de la indagación exhaustiva, sistemática y rigurosa, utilizando técnicas

muy precisas; de la documentación existente, que directa o indirectamente, aporte la información

atinente al fenómeno que estudiamos.

De lo señalado anteriormente se puede afirmar que la investigación a realizar tiene su

basamento en textos, leyes, doctrinas, jurisprudencias, documentos o informes; todos los cuales

tienen una característica que les da uniformidad: su naturaleza escrita. Será diseñada la

investigación como de tipo monográfica.

También es importante señalar que fue una investigación jurídica dogmática, porque se realizó

un análisis riguroso y exhaustivo de diversas normas jurídicas, doctrinas nacionales e

internacionales que tienen relación con el tema investigado, para obtener la información necesaria

y pertinente que permitió alcanzar el fin propuesto en el presente estudio. Por su parte y en relación

a lo dicho anteriormente:

Una investigación jurídica dogmática es aquella que concibe el problema jurídico desde una

perspectiva estrictamente formalista, descontando todo elemento fáctico o estructura legal en

cuestión, el objeto del derecho está por tanto constituido por las fuentes formales que lo integran,

todo el derecho debe ser necesariamente emanado de la ley, la costumbre, sus principios generales,

el negocio jurídico y la jurisprudencia. (Witker, 1997, p.12)

En referencia al nivel de la investigación se puede decir que es monográfica de tipo descriptivo

a través del análisis de textos legales y estudios doctrinales realizados con criterio jurídico, es decir

se efectuó usando como soporte una extensa revisión bibliográfica. Por ello es definida la
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investigación descriptiva. Arias (1999) afirma: Que es la caracterización de un hecho, fenómeno

o grupo con el fin de establecer su estructura o comportamiento. En este caso es preciso destacar

que la investigación fue realizada a través de medios documentales y bibliográficos por ser estos

los mecanismos idóneos para la consecución de los objetivos planteados.

Las técnicas que se usaron fueron las propias de la investigación documental: el análisis de

contenido de naturaleza cualitativa, la observación documental, la lectura evaluativa y la técnica

de resumen. A través del análisis de contenido se logró una mejor organización de la información

extraída de fuentes documentales de distinta naturaleza. Mientras que con la observación de dichas

fuentes documentales se obtuvo una óptima clasificación de toda la información recolectada.

Efectuando la debida lectura evaluativo se realizó una valoración de todo aquello que ha sido

escrito por los autores consultados y el utilizar la técnica de resumen consintió hacer una

exposición condensada de cualquier escrito consultado, permitiendo que este sea adecuado a las

necesidades requeridas en la investigación.

El análisis jurídico de la información se realizó conforme al criterio “de mayor a menor”, o sea

de lo general a lo particular. El instrumento de recolección de información fueron las fichas de

trabajo, empleando además el dispositivo mecánico de fotocopiado, esto en aras de aplicar

adecuadamente el sistema de subrayado de los aspectos relevantes, preservando de esta manera los

textos originales. En cuanto a la estructura del trabajo, se encuentra dividido en tres capítulos que

son producto del desarrollo de los objetivos específicos, lo que originó las conclusiones y las

debidas recomendaciones.
1

CAPITULO I

Teorías jurídicas que procuran la explicación de la finalidad de la pena como medio de

reacción del derecho penal

El principal medio de que dispone el Estado como reacción frente al delito es la pena en el

sentido de "restricción de derechos del responsable". El orden jurídico prevé además las

denominadas "medidas de seguridad" destinadas a paliar situaciones respecto de las cuales el uso

de las penas no resulta plausible. De manera que el sistema de reacciones penales se integra con

dos clases de instrumentos; penas y medidas de seguridad.

Desde la antigüedad se discuten acerca del fin de la pena, fundamentalmente tres concepciones

que en sus más variadas combinaciones continúan hoy caracterizando la discusión, así, para

explicar estos remedios incluidos en la legislación penal se ofrecen diversas teorías que parten de

puntos de vista retributivos o preventivos, puros o mixtos que se encargan de fundamentar de

diverso modo y de explicar los presupuestos que condicionan el ejercicio del "ius puniendi" y la

finalidad perseguida por el Estado con la incriminación penal. Por ello se hace necesario explicar

las teorías de las penas:

Teorías absolutas de la pena

Son aquellas que sostienen que la pena halla su justificación en sí misma, sin que pueda ser

considerada como un medio para fines ulteriores. "Absoluta" porque en ésta teoría el sentido de la

pena es independiente de su efecto social, se "suelta" de él. El primer punto de vista es:

La teoría de la justa retribución.


2

Desarrollada por Kant, para quien la pena "debe ser" aun cuando el Estado y la sociedad ya no

existan, y Hegel cuya fundamentación de la pena pública, fue la base que permitió la

sistematización de la teoría del delito, (elaborada a partir de la teoría de las normas de Binding)

concibe al delito como al negación del derecho, y a la pena, como al negación de la negación,

como anulación del delito, como restablecimiento del derecho, entiende que la superación del

delito es el castigo. En coincidencia con Kant, tampoco Hegel reconoce finalidades de

prevención, como el mejoramiento y la intimidación, como fines de la pena.

Esta construcción gravitó decisivamente en relación a la ulterior evolución del Derecho Penal

y, debido a que no existen aún alternativas consolidadas, actualmente conservan relativa vigencia.

En la jurisprudencia la teoría de la retribución ha tenido un importante papel hasta hace poco

tiempo. Esta concepción recibe su característica de "absoluta" debido a que ve el sentido de la pena

no en la prosecución de alguna finalidad social útil, sino que sostiene que dicho sentido radica en

que la culpabilidad del autor sea compensada mediante la imposición de un mal penal, o sea que

agota todo el fin de la pena en la retribución misma, explicada por Kant como un imperativo

categórico emergente de la idea de justicia y fundamentada dialécticamente por Hegel como la

negación de la negación del derecho.

Así, niega una concepción del castigo que se fundamente en razones de utilidad social que

ilícitamente convierta al hombre en un "medio" instrumental en beneficio de la sociedad ya que

tanto para Binding como para todos los defensores de la teoría de la retribución, las concepciones

preventivas resultan incompatibles con la dignidad humana porque sólo cabe motivar con el

castigo a los animales, respecto de los seres humanos la única motivación admisible es la que surge
3

de la propia norma, concebida como una orden “no matarás” que precede a la descripción legal, al

que matare a otro se le impondrá una pena de cuya existencia es independiente de la sanción.

El mal de la pena está justificado por el mal del delito, es concebida como un mal que debe

sufrir el delincuente para compensar el mal causado con su comportamiento, pensamiento que

reconoce como antecedente la Ley del Talión. Ella niega o aniquila al delito, restableciendo el

derecho lesionado, ha de imponerse por el delito aunque resulte innecesaria para el bien de la

sociedad, aunque no se logre un efecto intimidatorio ni exista riesgo alguno de reincidencia debe

igualmente aplicarse. Esto no significa que las teorías retribucioncitas no asignen función alguna

a la pena: por una u otra vía le atribuyen la función de realización de justicia. La opinión más

generalizada afirma que la pena presupone la reprochabilidad del comportamiento sometido a ella

y expresa esa reprochabilidad. Es concebida por ésta teoría como reacción por lo sucedido y

desvinculada del porvenir ya que su fin es reparar el delito y no evitar delitos futuros. Esto explica

la sólida interconexión establecida entre las teorías del delito y la pena:

El fin de la pena es restablecer el orden alterado por el delito.

El delito, condición de la pena, exige la realización de un comportamiento contrario a la norma,

más, la existencia de culpabilidad en el autor del mismo.

El sistema se basa en el libre albedrío siendo culpable aquél sujeto que pudiendo motivarse en

el respeto de la norma optó por la opción contraria y delinquió. El haberse mantenido al margen

de las exigencias que le plantaba el orden jurídico, no obstante haber podido ajustarse a ellas (el

haber podido obrar de otro modo) es el criterio generalmente aceptado sobre el cual se fundamenta

el juicio de culpabilidad.
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La medida de la pena depende de la gravedad del hecho realizado y el grado de culpabilidad

del autor, estableciéndose así un criterio de proporcionalidad entre el delito y la pena. Algunas

objeciones a las tesis retributivas:

Las críticas formuladas a esta teoría explican su progresiva decadencia que se pone de

manifiesto en virtud de que la misma ha sido abandonada por la doctrina penal contemporánea al

menos en su perfil ortodoxo de concepción absoluta. En relación al fundamento y límite del "ius

puniendi":

Fundamenta el "para que" del castigo, pero no explica ¿cuándo? el Estado debe hacerlo.

No fija un límite en cuanto al contenido de la potestad penal estatal.

Presupone la necesidad de la pena que debería en realidad justificar; llevada al extremo

concluiría en que debe castigarse al delincuente aunque ello no resulte necesario en el caso

concreto.

Imposibilidad de verificar el libre albedrío.

Presupone el libre albedrío o libertad de voluntad respecto de lo cual se sostiene que es

irracional fundamentar el derecho del Estado a imponer penas en la existencia de una culpabilidad

basada en él debido a que la libertad de voluntad del autor no es empíricamente demostrable.

La retribución como pago del mal con el mal. La racionalización de la venganza.

El pago o la devolución de un mal corresponde al arraigado impulso de venganza humano. La

afirmación de que con la pena se ejerce una retribución fáctica solamente puede justificarse en la

medida en que ella impide los actos de justicia por propia mano.
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Se entiende que el criterio retributivo no puede ser absoluto debido a que resulta evidente que

no toda culpabilidad debe ser castigada ya que la pena, en el caso concreto, puede producir efectos

contraproducentes (no explica ¿cuándo? el Estado debe aplicar la pena).

La idea de retribución compensadora es vulnerable debido a que la pena no borra el mal causado

por el delito, sino que en realidad añade un segundo mal, "el criterio talionario no permite recuperar

el ojo de la víctima quitando un ojo al autor".

Más allá de las críticas a la teoría hasta aquí expuesta, se puede afirmar que el derecho penal

contemporáneo no ha evolucionado hacia un abandono total de los puntos de vista retributivos

debido, fundamentalmente, a la fragilidad de las teorías preventivas propuestas como alternativas.

La sistematización de los presupuestos de punibilidad, formulados por la escuela clásica desde

perspectivas retributivas se ve como un conjunto de garantías del gobernado frente al Estado y en

los modelos propuestos en su reemplazo parecería estar corriendo riesgo, ello origina un rechazo

de éstos, además, la circunstancia de que no se haya formulado aun ningún sistema que ofrezca

presupuestos de incriminación (teoría del delito) diferentes a los enunciados como consecuencia

de la concepción retributiva, da más fuerza a la sensación de que el abandono de dichas teorías

produciría inseguridad jurídica.

Al mismo tiempo, debe concederse a esta teoría la virtud de haber concebido a la pena como

una reacción proporcional al delito cometido, estableciendo un límite a la pretensión punitiva

estatal.

Teorías relativas de la pena

Las teorías preventivas renuncian a ofrecer fundamentos éticos a la pena, ella será entendida

como un medio para la obtención de ulteriores objetivos, como un instrumento de motivación, un


6

remedio para impedir el delito. Para explicar su utilidad, en relación a la prevención de la

criminalidad, se busca apoyo científico.

Teorías de la prevención especial.

Desarrollada por diversas corrientes de pensamiento penal, como la escuela alemana de Liszt,

el positivismo criminológico italiano, el correccionalismo y la escuela de la defensa social. Aunque

cada una de ellas presente matices, resulta factible enunciar sus principales formulaciones. Es la

posición extrema contraria a la teoría de la retribución. Según éste punto de vista preventivo

especial, el fin de la pena es disuadir al autor de futuros hechos punibles, es decir, evitar las

reincidencias (versión moderna de la teoría) y sólo es indispensable aquella pena que se necesite

para lograrlo, se procurará readaptar al autor mediante tratamientos de resocialización. Así, la

necesidad de prevención especial es la que legitima la pena, según Von Liszt; "sólo la pena

necesaria es justa". Se habla de "relativa" porque su finalidad está referida a la "evitación del

delito".

La prevención especial no quiere retribuir el hecho pasado, no mira el pasado, sino que ve la

justificación de la pena en que debe prevenir nuevos delitos del autor. Esta concepción,

influenciada por el determinismo, no admite la libertad de voluntad, niega que la culpabilidad

pueda ser fundamento y medida de la pena. Von Liszt se dedicó a clasificar delincuentes

considerando que la eficacia de la incriminación exige que ella se adapte a cada sujeto, procurando

corregir, intimidar o inocuizar, según la personalidad de cada individuo sobre el que la pena deba

cumplir su función preventiva, de modo que para dicho autor la prevención especial actúa de tres

maneras:

Corrigiendo al corregible: resocialización.


7

Intimidando al intimidable.

Haciendo inofensivos a quienes no son corregibles ni intimidables.

La necesidad de la pena es la que fundamenta en esta teoría de la imposición. Pese a que existen

razones para considerarlo concepción dominante, éste punto de vista también es vulnerable. En

referencia a las objeciones hechas a la teoría de la prevención especial se tiene:

En cuanto al fundamento y límites del "ius puniendi".

El ideal de corrección explica el fin que persigue la pena, pero no contiene ninguna justificación

del "ius puniendi".

No sirve para fundamentar la conminación de penas, sino en todo caso, para fundamentar la

aplicación y ejecución de penas.

No posibilitan una delimitación del “ius puniendi” en cuanto a su contenido.

Pueden crear el riesgo de fundamentar el Derecho Penal contra los inadaptados, enemigos

políticos o los asociales, mendigos, vagabundos, prostitutas, etc.

Resulta válido cuestionar el derecho del Estado a someter a tratamiento contra su voluntad a

una persona, especialmente si es adulta, porque puede traducirse en una manipulación de la

personalidad para obligarla a dejar de ser lo que quiere. La imposición coactiva de un proceso de

resocialización entra en contradicción con la idea de un Estado de derecho que exige pluralismo.

Así, el fin de resocialización será de tan poca precisión que podría ampliar incontroladamente el

poder del Estado en el campo del Derecho Penal. Incluso debería perseguirse un tratamiento hasta

que se dé la definitiva corrección, aún a riesgo de que la duración sea indefinida.


8

Imposibilidad de determinar la necesidad de la pena.

En la mayoría de los casos, los conocimientos empíricos no bastan para delimitar la necesidad

de la pena, lo que resulta extensivo a lo relativo a naturaleza y quantum de la pena. En aquellos

supuestos en que resulte posible determinar la falta de necesidad de prevención especial la única

conclusión viable seria la impunidad, o sea:

a) Delincuentes primarios y ocasionales. Porque no manifiestan peligro de volver a delinquir.

b) Delitos graves. En ciertos casos no hay peligro de repetición.

c) Delitos cometidos en situaciones excepcionales. Porque casi con seguridad no se volverán

a repetir.

d) Delincuentes habituales. A veces no hay posibilidad de resocializarlos.

e) Delincuentes por convicción. Se dificulta la resocialización debido a que para que la misma

resulte viable es indispensable la colaboración del delincuente y no cabe su imposición

coactiva, no podría aplicársele por la fuerza.

Teorías de la prevención general.

Tiene origen científico en Feuerbach, concibe a la pena como una amenaza que por medio de

las leyes se dirige a toda la colectividad con el fin de limitar al peligro derivado de la delincuencia

latente en su seno. Esta coacción formulada en abstracto se concretiza en la sentencia, cuando el

juez refuerza la prevención general al condenar al autor debido a que por éste acto está anunciando

a los demás lo que les ocurrirá si realizan idéntica conducta (por eso, la lógica de éste criterio exige

que las penas sean cumplidas, de lo contrario, el fin intimidatorio se ve afectado). Así, en su

formulación pura, estas concepciones no se fijan en los efectos que la pena puede surtir sobre el
9

autor mismo, de manera que, "prevención general", significa también evitación de los delitos

mediante la producción de efectos sobre la generalidad.

Estas teorías suelen ser identificadas con el aspecto intimidatorio de las penas ya que su

justificación estará dada por su fin de evitar la comisión de hechos punibles respectos de sus

potenciales autores. La prevención general actúa no sólo con la conminación general de penas,

sino que adquiere mayor efectividad con su imposición y ejecución. La conminación penal debe

intimidar y la ejecución penal debe confirmar la seriedad de la amenaza. Según Fouerbach; La

ejecución de la pena tiene lugar "para que la amenaza de la ley sea una verdadera amenaza". Esta

teoría parece presentar la ventaja de no tener que recurrir al criterio clásico de la culpabilidad sino

al de motivabiliadad del autor. Así, el tipo penal consiste en la descripción de la conducta prohibida

y su fin es motivar (mediante la amenaza con una pena) para que esa conducta no se realice.

Teoría de la prevención general positiva.

La prevención general puede ser entendida de un modo diverso al precedentemente expuesto.

Por una parte, puede manifestarse por la vía de la intimidación a los posibles delincuentes

(prevención general negativa), y, por la otra, como prevalecimiento o afirmación del derecho a los

ojos de la colectividad. Así se adjudica a la pena ya un fin de conservación del orden, o de

conservación del derecho, o para fortalecer la pretensión de validez de las normas jurídicas en la

conciencia de la generalidad, o bien reforzar las costumbres sociales y la fidelidad al derecho o

como afirmación de la conciencia social de la norma. En referencia a las objeciones a la teoría de

la prevención general, se tiene:

Fundamento del "ius puniendi".


10

Esta formulación encierra el peligro de su intrínseca debilidad para fundamentar cuándo es

legítimo que el Estado use la pena, deja sin resolver la pregunta siguiente; ¿frente a qué supuestos

tiene el Estado la facultad de intimidar? Ello explica su tendencia a favorecer el "terror penal"

(como ocurrió en la baja edad media con la práctica de las ejecuciones ejemplares)

Tampoco aporta datos acerca de ¿cuáles son los comportamientos esperados y cuáles los

indeseables?.

Límite del "ius puniendi".

Podría terminar en una tendencia al terror estatal porque podría conducir a un Derecho Penal

más ocupado por su propia eficacia que por servir a todos los ciudadanos.

No es posible determinar cuál es el énfasis punitivo que es necesario aplicar al delincuente para

lograr el efecto intimidatorio en el resto del tejido social.

Utilización del delincuente para amedrentar a otros hombres.

El interés público en la evitación de delitos no basta para justificar, respecto del afectado, lo

que la pena a él le ocasiona: la garantía de la dignidad humana prohíbe utilizar al hombre como

medio para los fines de otros hombres. Es impugnable en sí mismo un criterio que utiliza al

hombre de esa forma ya que no se le castiga por su acción sino por comportamientos que se supone

que otros hombres pueden realizar, asumiendo sentido la objeción kantiana a que lo seres humanos

sean manejados como instrumentos para prevenir las intenciones de otros.

Las impugnaciones a la teoría de la prevención general tampoco han provocado que el Derecho

Penal haya podido despojarse totalmente de este punto de vista. Es importante señalar que fueron

precisamente ópticas de prevención general las que dieron lugar a uno de los más modernos
11

intentos por fundamentar el sistema penal: partiendo de la concepción de Luhmann de que el

derecho es instrumento de estabilización social, se ha explicado la denominada "prevención

general positiva".

Teorías mixtas o de la unión

La polémica entre teorías absolutas y relativas de la pena evidencia que existe más de un fin de

la pena ya que ninguna de las mencionadas concepciones agota el fundamento para su explicación.

De allí se derivan teorías de la unión que procuran articular una síntesis entre las doctrinas en

pugna. Parten del supuesto realista de que no es posible adoptar una fundamentación desde las

formar puras precedentemente señaladas porque ellas ofrecen varios flancos a la crítica. Surgen

así teorías pluridimensionales de la pena que suponen una combinación de fines preventivos y

retributivos e intentan configurar un sistema que recoja los efectos más positivos d cada una de las

concepciones puras hasta aquí analizadas.

Los intentos para presentar una fundamentación coherente de la pena, que contemple al mismo

tiempo las teorías absolutas y las relativas, son variados. Además, éstas "teorías de la unión" son

dominantes en el Derecho Penal contemporáneo. Algunos autores señalan que su existencia pone

en evidencia una crisis cuya manifestación más evidente es la ausencia de respuestas doctrinarias

y legislativas armónicas para justificar el "ius puniendi" estatal, "con todas las consecuencias de

inseguridad que de allí se derivan". Comúnmente las teorías mixtas le asignan al Derecho Penal la

función de protección a la sociedad, sin embargo, tal función no reviste iguales características en

todas las teorías. Pueden reconocerse dos grupos de fundamentaciones:


12

Aquellas que postulan que la protección de la sociedad ha de basarse en la retribución justa y

que los fines de la prevención sólo juegan un papel complementario dentro del marco de la

retribución.

Las que sostienen que fundamento de la pena es la defensa de la sociedad, y a la retribución

corresponde únicamente la función de límite máximo de las exigencias de la prevención,

impidiendo que conduzcan a una pena superior a la merecida por el hecho cometido.

En ambos casos, la protección de la sociedad es entendida en el sentido de protección de bienes

jurídicos y las conminaciones penales se justifican sólo, y siempre, por la necesidad de protección

de bienes jurídicos. En algunos exponentes de estas teorías mixtas, la prevención general se

presenta como la forma concreta de protección de bienes jurídicos en virtud de que el fin de

protección de bienes jurídicos, por sí solo, no legitima la pena.

Se sostiene que el criterio unificador se concreta en la afirmación de que cada concepción tiene

influencia diversa según el momento en que se la considere. De modo que el criterio preventivo

general es el que más gravita a nivel legislativo, es decir cuando se sanciona la norma que prevé

sanción para todo aquel que realice determinado comportamiento. Los puntos de vista retributivo

pasarían a primer plano durante el proceso y especialmente en la individualización judicial de la

pena, ya que al sentenciar debe establecerse considerando preferentemente la gravedad del hecho

cometido y la culpabilidad del autor. Pasarían a segundo plano consideraciones preventivas

especiales vinculadas a la personalidad del autor o al pronóstico de reincidencia, limitándose la

influencia de la prevención general a una función residual, relacionada con evitar la imposición de

una pena tan reducida que suponga efectos contraproducentes para el control social. La teoría de
13

más incidencia durante la ejecución sería la prevención especial en su versión moderna, debido a

que el sistema penitenciario debe orientarse al logro de la readaptación social del condenado.

Infieren los investigadores que, en todas las sociedades, desde las más remotas hasta los

actuales días, se ha tenido un sistema sancionatorio, en cualquier tipo de organización social

existen normas que regulan la conducta de sus integrantes, y donde hay normas existe siempre

alguien que las infringe y al efectuarse la infracción la respuesta suele ser una sanción impuesta al

infractor. En este contexto Morais (2001) afirma: Que ni los delitos, ni las penas son datos

ontológicos, sino por el contrario son conceptos históricos, resultado de procesos de definición.

De esta manera esta autoría estima que los cambios socio culturales han determinado cuales son

las conductas humanas que las sociedades están dispuestas a tolerar o no, que constituye una

infracción y el castigo que ella merece. Expresa la citada autora, además, que las sanciones

guardan relación directa con una determinada forma de Estado y su sentido, funciones y finalidad

no deben desvincularse del sistema socioeconómico y la forma de Estado imperante.

Para los investigadores, las sanciones pueden ser sociales o legales, imponiéndose de esta

manera a consecuencia de conductas antisociales o antijurídicas. Dentro del ámbito de las acciones

antijurídicas hay infracciones o ilícitos penales, así como también civiles, administrativos, etc.; de

manera que cada uno recibe respuesta sancionatoria de igual naturaleza: las sanciones penales son

la respuesta, entonces, a la infracción penal. En este contexto, Reyes (1984) afirma: Que es la

amenaza de una sanción penal para quien culpablemente vulnere el interés jurídico típicamente

protegido, lo que permite diferenciar las normas penales, no solo de las meramente éticas o sociales

sino también de los demás ordenamientos jurídicos. Es decir, cuando en una sociedad se entiende

que un determinado comportamiento humano vulnera intereses personales y colectivos dignos de


14

ser penalmente protegidos, el Estado, por medio del Poder Legislativo, los describe en un tipo

legal, y haciendo uso de su potestad punitiva, advierte a los asociados que por medio de sus jueces

impondrá sanciones a quienes resulten responsables de realizar tales comportamientos, enuncia

genéricamente las categorías punitivas, prisión, multa, etc. Establece límites mínimos y máximos

y señala a los jueces criterios orientadores enmarcados dentro de las finalidades que el propio

Estado atribuye a la sanción, para concretar en cada caso la calidad y cantidad de la sanción que

habrá de imponerse.

En este orden de ideas se hace preciso resaltar que es el Estado es el que detenta el derecho a

castigar, con la abolición de la venganza privada, sólo el Estado tiene el derecho a aplicar

sanciones, aun en el caso que la acción penal sea promovida por iniciativa de la parte ofendida en

los delitos de acción privada. Alude a las tareas esenciales del Estados entre las que se encuentra

la de regular la conducta de los ciudadanos entre sí y de éstos con el propio Estado, en función a

garantizar la vida en sociedad. De manera tal, que se establecen normas que imponen a sus

destinatarios deberes que se corresponden con los respectivos derechos o poderes de las demás

personas y del Estado. Para viabilizar la vida social, el Estado tutela determinados bienes jurídicos

de manera jerarquizada, así como los atentados contra los mismo.


15

CAPITULO II

La base doctrinaria de la pena y las medidas de seguridad como sanciones en la legislación

penal venezolana

Antecedentes de la Legislación Penitenciaria

Es preciso señalar que este capítulo va destinado a las penas y las medidas de seguridad, que

serán aplicadas a los que infringen las normas legales, pero se debe comenzar el trabajo de grado,

tocando la historia de las legislaciones que en materia de penitenciaria han existidos en el país, ya

que sin estos recintos es casi imposible que los reos cumplan con las penas aplicadas; por ello es

bueno recordar que desde mediados del siglo XIX se desarrolló una extraordinaria actividad

parlamentaria cuyos frutos son numerosos Decretos y Leyes sobre régimen penitenciario, algunos

de los cuales son idénticos entre sí. Estas disposiciones fueron:

La ley de 13 de mayo de 1839, bajo la presidencia de José Antonio Páez, que ordena recabar

información “sobre el sistema de corrección llamado penitenciario y de su aplicación en

Venezuela”. En 1854 y 1881 se dictan sendos Decretos que ordenan la construcción de un presidio

cerrado en la fortaleza de San Carlos en el Estado Zulia y años más tardes, fundan presidios

abiertos en las fortalezas de Cumaná y Maracaibo; disposición que fue modificado por decreto de

1881 al disponer que los presidios abiertos funcionaran cárceles públicas de los Estados. Por

consiguiente, los Decretos de 1882 y 1883 ordenan a su vez la creación de tres penitenciarias en

occidente, centro y oriente. Años más tarde aparece una ley de fecha 19 de mayo de 1896 que

ordena construir tres edificios destinados a servir de penitenciarias. Dice el artículo 1: Estos

edificios deben ser “cómodos, seguros y capaces”.


16

A partir de esta ley se evidencia un discreto cambio en el enfoque sobre las normas en el

cumplimiento de las penas. No obstante, así lo demuestra el hecho de que se considerasen

inadecuadas las antiguas fortalezas militares y se pensara en construir edificios especialmente

diseñados como centros de cumplimiento. En el propio texto de la ley se llega incluso a ordenar el

asentamiento del Colegio de Ingenieros para la confección de los planos y las instrucciones

necesarias a la ejecución de las obras. Esto representa el inicio de un nuevo enfoque sobre la

ejecución de las penas. En este sentido esta ley es importante porque, además, aparece con ella por

primera vez en el derecho positivo, la noción de tratamiento. Alemán (citado por Linares, 1981)

afirma: Mientras la privación de libertad permanezca limitada a dos funciones primeras, la de

impedir que el delincuente pueda causar daño o de hacerle trabajar a título de castigo ante sus

semejantes, propiamente dichos. Estos problemas surgen el día cuando a parecer la pretensión de

utilizar la privación de libertad para la corrección del culpable.

Ahora bien, para el autor citado anteriormente, esta es la idea que expresa el articulado de dicha

ley cuando para la construcción de los edificios ha de tenerse en cuenta la estadística criminal de

los establecimientos penales, la separación de reclusos en razón de la edad, sexo y delitos; que

deben disponerse celdas, aulas, talleres, enfermerías, oratorios y demás oficinas y servicios que la

regeneración moral y educación de los penados requiriese. Cabe destacar que esta ley rompe con

una tradición arraigada de colocar al frente de los establecimientos a una autoridad militar

designando para ello a un funcionario civil.

Asimismo, la ley de 1896 fue reglamentada dos años más tarde, el 7 de julio de 1898. De lo

anteriormente expuesto se distingue el Reglamento como extenso texto de 157 artículos, que

registra con una minuciosidad exagerada las normas que deben regular la vida dentro de los
17

establecimientos, las atribuciones y responsabilidades de todos y cada uno de los funcionarios y

penados, desde el director hasta el conserje y el cocinero. Sin embargo, el régimen para los

presidarios se presenta contradictorio. En algunas disposiciones se exige un celo especial en el

cumplimiento de normas que benefician al interno, por ejemplo, cuando se refiere a las

atribuciones de los Inspectores de Cárceles. En otros artículos da al interno un trato humillante, así

el artículo 58 del capítulo I del título III, que lleva el rubro “de los presos condenados” es relevador

de la filosofía penitenciaria de la época:

Se le hará conocer (al interno) la parte penal y disciplinaria del Reglamento, haciéndole

entender, sobre todo, que la obediencia el silencio, el trabajo y su propósito de enmienda son

principales obligaciones suyas, y que si las infringe será castigado desde luego, para lo que será

vigilado de todas maneras, y a toda hora.

Bajo esta perspectiva, es donde mejor se aprecian los fundamentos de la teoría clásica, pues

hay la presunción de que el delincuente ha actuado con libre albedrío, que mediante procesos de

razonamiento debe formularse un propósito de enmienda, como si su readaptación social

dependiera de una resolución de su voluntad. Siendo éste el concepto del delincuente que

prevalece, el régimen penitenciario aplicable difícilmente le reconocerá derechos, sólo tiene

obligaciones, ante las cuales no le quedan otras alternativas que no sea el sometimiento y la

genuflexión.

Se hace importante mencionar la Ley Régimen Penitenciario de 1961, En un primer lugar,

puede considerarse como excesivamente detallista, se ocupa de reglamentar actividades de la vida

diaria, tan de sentido común, muy corriente en las leyes penitenciarias del siglo pasado pero que

no se justifican en el momento actual. Hay capítulos que podían ser suprimidos, como, por
18

ejemplo, el capítulo VI el artículo 38 del mismo dice; “a todo recluso se le asignará cama individual

con ropa suficiente para mudarla periódicamente y mantenerla en debido estado de limpieza”. Sin

embargo, lo triste o irónico a pesar de tanto celo por parte del legislador, solo un 50% de los

internos poseen cama el resto duerme en el suelo.

En las disposiciones relacionadas con el personal penitenciario la ley es igualmente vaga, no

solucionando o reglamentando básicos en esta materia, por ejemplo, el problema de status jurídico

y la estabilidad, no impartiendo directivas precisas para el establecimiento de la carrera

penitenciaria. Este vacío aún no ha sido llenado y sus funciones correspondientes continúan

estando sujetas a los políticos; o políticas ya que a pesar de haberse cumplido las reformas y

previsiones de la ley citada se hubiera producido un cambio importante dentro del marco de la

rehabilitación, que hubiera significado una mejora en las condiciones de vida de los reclusos.

Origen de las penas

Los hombres, cansados de vivir en un continuo estado de guerra, crearon las leyes, buscando

mejorar la convivencia, sacrificando por eso una parte de ella para gozar la restante en segura

tranquilidad. Pero para que la convivencia mejorara era necesario que todos cumplieran las leyes

establecidas y bastaba formar un estado soberano en su administración y legítimo depósito, por

ese motivo se establecieron penas contra los infractores de las leyes, para evitar usurpaciones de

los bienes. Tomando los motivos sensibles, los cuales se basan en teorías de que inmediatamente

hieran en los sentidos.

En cualquier tipo de organización social existen normas que regulan la conducta de sus

habitantes, y por ende el derecho. Por lo tanto, donde hay normas no deja de haber alguien que las

infrinja; cuando hay infracción, la respuesta suele ser una posición impuesta al infractor. Desde
19

tiempos remotos y hasta los actuales momentos, las sociedades, de acuerdo a los cambios socio-

culturales que se ocurren, han venido determinando cuales son las conductas humanas que ellas

están dispuestas a tolerar y cuáles no; qué constituye una infracción y cuál es el castigo que ésta

merece. Tanto la pena como el delito, son conceptos históricos de procesos de definición. Por lo

que las sanciones tienen estrecha relación con la forma de ejercer del Estado. Los sistemas

sancionatorios varían en cuanto el carácter, naturaleza, finalidad y tipos de sanción y en cuanto a

su forma de ejecución. Las sanciones se imponen en consecuencia de las conductas antisociales o

antijurídicas, una para cada caso. Así pues, las sanciones son la respuesta a la infracción penal.

En este orden de ideas, Linares (1981) afirma: En efecto, es la amenaza de una sanción penal para

quien culpablemente vulnere el interés jurídico típicamente protegido, lo que permite diferenciar

las normas penales, no solo de los meramente éticos o sociales, sino también de los demás

ordenamientos jurídicos.

La pena es la sanción que se aplica a una persona cuando procesalmente se ha demostrado que

realizó una conducta típica, antijurídica y culpable. Dicha conducta es el comportamiento humano

que se corresponde a un tipo descrito en la norma como delito. El hecho es valorado como

contrario a la norma, por cuanto es lesivo al interés colectivo. En este contexto:

La pena es la consecuencia lógica del delito y consiste en la privación o restricción de ciertos

derechos del trasgresor, que debe estar previamente establecida en la ley que es impuesta a través

de un proceso, como retribución, en razón del mal cometido. (Arteaga, 1997, p.391)

En base a las concepciones citadas, los investigadores consideramos a la pena como el castigo

que se le impone al delincuente el cual consiste en el menoscabo, privación, restricción o

disminución de un bien jurídico que pertenece a la persona que ha perpetrado un delito entre ellos
20

la libertad y los bienes jurídicos patrimoniales. Sobre esta materia Cuello, (citado por Linares,

1981) afirma que la pena se caracteriza por:

a) El apego al principio de la legalidad. Debe ser establecida en ley e impuesta dentro de los

límites fijados por la ley.

b) La obediencia al principio. Su imposición está reservada a los órganos jurisdiccionales del

Estado, a los Tribunales de Justicia, con observancia de los dictados de la ley procesal y

como consecuencia de un juicio previo.

c) Tener la culpabilidad como elemento esencial para su aplicación. La culpa solo puede ser

impuesta a las declaraciones culpables de una infracción penal.

d) La atención al principio de la personalidad, es decir, la pena debe recaer exclusivamente

en la persona del culpable.

e) La privación de bienes jurídicos que acarrea al condenado; la vida, libertad, propiedad.

Toda pena, cualquiera sea su fin, aun cuando sea ejecutada son sentido humanitario,

siempre es un mal y causa aflicción a quien la sufre.

La naturaleza o esencia de la pena es la justa retribución del mal del delito, es proporcionada a

la culpabilidad del reo. Está retribución es necesaria para ejercer la justicia, para restablecer la

autoridad de la ley infringida y para reintegrar el orden jurídico violado. Por ello, la retribución

conlleva fines elevados como el mantenimiento del orden y el equilibrio fundamental para la vida

social, restaurándola y protegiéndolos cuando están quebrantados por el delito.

No se puede olvidar que la pena es básicamente un acto de fuerza y de afirmación del poder del

Estado, que permite al condenado privarlo de bienes tan importante como lo son la vida y la

libertad. Al admitir la pena el Estado no debe convertir el principio de la retribución en una


21

obsesión sancionadora, ni conducir al extremo la justificación del castigo aun cuando no sea

necesario a la sociedad. La pena solo podrá aceptarse cuando sea realmente necesaria e

imprescindible. ¿El por qué se pena? y ¿para qué se pena? Son interrogantes que se responden al

conocer su justificación, finalidad y legitimidad. La pena se justifica por sí misma, su razón de ser

está en el delito. Se sanciona porque se cometió un delito, como exigencia de justicia: Es una

exigencia ética, derivada del valor justicia; la retribución en su sentido más puro. En consecuencia,

las finalidades que la doctrina penal atribuye a la pena serían:

a) Restablecer el orden jurídico, a través de la retribución.

b) Prevenir todo lo que se obtenga a través de amenaza legal, de la intimidación y de la

afirmación del derecho.

c) Prevención especial, alcanzada a través de la rehabilitación del penado y readaptación a la

sociedad.

d) Defensa social, una vez que se concibe como prevención general y especial.

La legitimidad de la pena viene dada a través de la retribución y la prevención. La retribución

se concibe como la naturaleza y la esencia de la pena. Ésta como ya se dijo, es necesaria para

ejercer la justicia, por cuanto el delito no debe quedar impune y que el infractor cabe recibir su

castigo. Sobre la finalidad retributiva de la pena, Puig (citado por Morais, 2001) dice: La

concepción retributiva de la pena presupone un modelo idealista de un hombre absolutamente libre

de la determinación de factores reales de desigualdad individual y social, la inmensa mayoría de

los delincuentes pertenecen a clases sociales desfavorecidas. ¿Puede pretenderse que el delito,

producto de esa desigualdad deba castigarse porque así lo reclama la justicia?


22

Este planteamiento conlleva a la prevención como la alternativa a la retribución. La prevención

de la delincuencia se considera como la estrategia destinada a evitar que el delito se produzca o se

repita: Prevención general y prevención especial. La función de la prevención general, tiene

efectos sobre todos los miembros de la sociedad. Evita la comisión de delito de cualquier índole

por dos razones: el poder de intimidación, por ser una amenaza legal y como vía para afirmar el

derecho ante la colectividad.

Por su parte el objetivo de la prevención especial es evitar la reincidencia, impedir que la

persona que haya cometido el delito, lo vuelva a hacer, destinándose a ser un individuo cualquiera.

Tomando en consideración de que, si la pena es eficaz para lograr la prevención de la delincuencia,

de que, si alcanza su finalidad de prevención general o especial y de que, si es idónea para

garantizar la seguridad ciudadana, es importante señalar algunos elementos que darán cuenta de

ello:

a) La eficacia de la pena en la prevención del delito es cuestionada, sin embargo, no se puede

prescindir de ella.

b) La prevención general de la pena tendrá su eficacia cuando la ley penal sea conocida por

la mayoría de los miembros de la sociedad, si los comportamientos tipificados se

corresponden con los valores compartidos por dichos miembros y de acuerdo al carácter

de los individuos. La prevención especial para la pena ha sido cuestionada, por lo que su

eficacia radica en la actuación ética y fáctica de las políticas del sistema penal.

c) La idoneidad de la pena para garantizar la seguridad ciudadana depende de la concepción

de una política social dirigida a disminuir las diferencias e injusticias sociales existentes y

que subyacen en el origen y aumento de la delincuencia o criminalidad. Dentro de la


23

clasificación de las penas se pueden mencionar las tipificadas en los artículos 8 y 11 del

Código Penal Venezolano las cuales se clasifican en penas corporales y no corporales:

Las penas corporales afectan la libertad del sujeto: Presidio, prisión, arresto, relegación a una

colonia penal, confinamiento y expulsión del territorio de la república. Las no corporales se

describen como: sujeción a la vigilancia de la autoridad pública, interdicción civil por condena

penal, inhabilitación política, inhabilitación para ejercer alguna profesión o cargo, destitución o

suspensión del empleo, multa, caución de no ofender o dañar, amonestación o apercibimiento,

pérdida de los instrumentos o armas con que se cometió el delito y pago de los costos procesales.

Por su lado el Derecho Penal solo interviene para proteger los bienes jurídicos más importantes

y para ello sanciona los atentados más graves, más violentos y más fraudulentos contra dichos

bienes cuando sea imprescindible o el único medio posible y necesario. En este sentido los

investigadores creemos necesario resaltar que es el Estado detenta el derecho a castigar porque

siendo esos bienes o intereses tutelados en razón de la vida social, la exigencia de que se sancione

el ilícito trasciende a la esfera jurídica del interés particular para afectar la propia comunidad social

y política.

Tanto en la doctrina como en la legislación comparada se encuentran dos tipos de sanciones

penales; las penas y las medidas de seguridad, las cuales constituyen una acción para prevenir la

delincuencia, es por ello que García (1967) dice: Que las medidas de seguridad son los medios

tendientes a prevenir la delincuencia mediante el combate de la peligrosidad social encontrada en

sujetos que han llevado a cabo ciertos actos de carácter antisocial (delitos o cuasi delitos) y con la

finalidad de obtener la adaptación de los sujetos a la vida libre. Por su parte Berinstain (citado por

Beccaria,1998) afirma; estas medidas como los medios asistenciales consecuentes a un hecho
24

típicamente antijurídico aplicados por los órganos jurisdiccionales a personas peligrosas para

lograr la prevención especial.

Ambos criterios convergen en que la base para aplicar las medidas de seguridad es la

peligrosidad del sujeto y que la finalidad de las mismas es la prevención, es decir, la superación

del peligro en una persona concreta. Para ello será necesaria la asistencia al individuo peligroso y

adaptarlo a la vida libre. A finales del siglo XIX y comienzo del siglo XX, la escuela positiva

Itálica no adoptó el criterio de que la ley debe dar a la sociedad los medios que necesita para

defenderse de los sujetos imputados por “peligro” a la misma. En esa época se comenzaron a

manifestar las crisis sociales por concepto de peligrosidad; todo ello se tradujo en un aumento de

criminalidad que exigió una nueva expresión jurídica para su control.

La pena no bastaba como consecuencia de la comisión del delito por lo que debió ser completo

con el concepto de peligrosidad. Este concepto ha sido quizás uno de los más discutidos en los

últimos tiempos, sin que hasta hoy se haya podido precisar, sin embargo, esa falta de precisión no

obstaculizó la determinación de las leyes en cuanto a condiciones y elementos para declarar la

peligrosidad del Estado.

Durante el IV Congreso de Derecho Penal, celebrado en Paris en 1937, se acordó que el

concepto de Estado Peligroso debía ser amplio para facilitar la adaptación de las categorías de

peligro y medidas de seguridad a las necesidades de cada país. Algunas de las categorías que son

constantes en la mayoría de las legislaciones y que así son consideradas peligrosas, hayan

delinquido o no, se mencionan; los reincidentes y profesionales, los alcohólicos y toxicómanos,

enajenados mentales, menores abandonados moralmente pervertidos, delincuentes con


25

responsabilidad disminuida, jugadores habituales y los que explotan el juego, las prostitutas,

proxenetas y rufianes.

La doctrina y la legislación penal de algunos países distinguen los tipos de peligrosidad; la

acción pre y post delictual. La acción pre delictual se observa en el individuo que aún sin cometer

el delito se considera peligroso por las “tendencias antisociales”; la acción post delictual se

considera para aquella persona que ha cometido delito y ese acto se considera un elemento para

evaluar la peligrosidad. Para algunos defensores del concepto de peligrosidad el fundamento de la

medida de seguridad es el estado personal del sujeto y no el delito que este cometió (pre-delictual).

De ahí pues, la medida de seguridad expedita está en elaborar esquemas preventivos que conlleven

a atacar los pronósticos de peligrosidad pre-delictual.

Antiguamente las medidas de seguridad habían sido apartadas del Derecho Penal. Este término

aparece técnicamente por primera vez en el Derecho Penal del siglo XIX. Sin embargo, existían

algunas instituciones similares a las medidas de seguridad ya que las mismas se basan en la

peligrosidad de un individuo que había cometido un delito o estaba a punto de cometerlo y tendían

a castigarlo, segregarlo, innocuizarlo y a reeducarlo (Berinstain, 1974, p.38)

Así que en todas las sociedades se ha visto el delito como un peligro para su normal existencia

y que las medidas preventivas serían un modo de combatirlo. Desde la más remota antigüedad

existían medidas aplicables a individuos, tomando en cuenta varios criterios para su aplicación.

Algunas sociedades precolombinas expulsaban a los peligrosos e indeseables de su territorio, otros

ordenaban cortar las manos del sujeto que robaba. A finales de la edad media y comienzos de la

edad moderna, se crearon en Inglaterra, Francia y España disposiciones legales para enfrentar el

problema de vagancia, en Holanda se establecieron casas para la reforma de vagabundos y


26

meretrices, así mismo, aparecieron disposiciones de internamiento para locos peligrosos en sus

propias casas, hasta tanto recobraran su sano juicio.

Las medidas de seguridad tienen su antecedente jurídico en la Constitutio Criminalis Carolina,

de 1532. Esta preveía en el artículo 176, que cuando un individuo no prestase caución o después

de cometer un crimen, amenazase con cometer un segundo, el juez al considerar que representaba

un peligro para la sociedad podía ordenar como medida de precaución la detención de ese

individuo en prisión, hasta prestar caución o aseguramiento suficiente.

En el derecho penal clásico no florecen las medidas de seguridad, por cuanto la posibilidad de

sancionar se fundamenta en la imputabilidad, culpabilidad y responsabilidad moral del

delincuente. Dichas medidas están justificadas en la escuela positiva, por lo cual todo individuo

que cometa un delito, es socialmente responsable y debe ser objeto de una reacción social por su

peligrosidad. La escuela positiva tuvo ideas para construir un Derecho Penal basado en el “tipo de

autor” y no en el “tipo de acto”. Esto para dar más importancia a la subjetividad del delincuente

que al acto por él realizado. Para ellos, la pena debe ser desechada como método de lucha contra

el delito y debe ser sustituida por medidas de seguridad indeterminadas, manejadas con criterios

biopsicosociles. Las medidas de seguridad, aparecieron en forma orgánica, en el proyecto de

Código Penal Suizo (1893). La desconfianza en la eficacia de la pena como medio para combatir

el delito surgió en el siglo pasado; con el aumento de la criminalidad, se plantea si la protección

contra el delito puede asegurarse solamente con la pena, o si, esa protección sería viable a través

de otra medida de control de carácter preventivo diferente a la pena. En este sentido, en el Congreso

Internacional de Bruselas (1926) afirmo que la pena no era suficiente como medida de protección

contra el delito cometido por anormales mentales, por los delincuentes habituales o por los
27

menores reeducables. Por otra parte, en 1930 el X Congreso Internacional y Penitenciario de Praga,

adoptó, de acuerdo con Yépez (2001) dice: Indispensable complementar el sistema de penas con

un sistema de medidas de seguridad para asegurar la defensa social cuando la pena sea inaplicable

e insuficiente.

Las medidas de seguridad tuvieron cabida en las legislaciones de muchos países del mundo;

por ejemplo, el código italiano de 1930 (Código Rocco) adoptó medidas de seguridad,

estableciendo el sistema “doppio binario”, hizo coexistir, en la legislación, las penas y las medidas

de seguridad, admitiendo los conceptos de culpabilidad y de peligrosidad. Esta coexistencia se

impuso, por cuanto en casi todas las legislaciones contemporáneas, las penas confraternizan con

las medidas de seguridad. Se incrementó la aplicación de medidas sobre todo a la delincuencia

juvenil habitual y a los delincuentes semis – imputables.

Se puede afirmar, que las medidas de seguridad se adoptan con un carácter preventivo para la

sociedad y de corrección para el sujeto; pero no tienen carácter penal, es decir, no tienen como

finalidad la sanción de un determinado hecho punible. Las medidas pueden ser aplicadas con

ocasión de la comisión de un determinado hecho punible en razón a determinadas condiciones del

sujeto, y también sin que la persona haya incurrido en un hecho penal, pero por considerarla

peligrosa desde el punto de vista de la defensa social, su propensión al delito. Un ejemplo claro de

este tipo de medidas de seguridad, de acuerdo con Moreno (2006) afirma: La reclusión en colonias

agrícolas, el internamiento en establecimientos de rehabilitación, la libertad vigilada, entre otros.

Dentro de las clases de medidas aplicables se destacan:

a) Por su fundamento; medidas pre y post delictuales.


28

b) En cuanto al bien jurídico afectado; medidas privativas o restrictivas de libertad o de otros

derechos (internamiento, libertad vigilada, suspensión o prohibición de ejercer cargo,

oficio o profesión) y caución de buena conducta, multas.

c) Medidas determinadas o indeterminadas; según el tiempo de duración.

d) Medidas sustitutivas o acumulativas; de acuerdo a la pena.

e) Por su finalidad, la medida puede ser inocuizadora para enfermos mentales incurables,

curativos y correctivos.

Diferencias entre la pena y las medidas de seguridad

a) La pena presupone culpabilidad del agente; la medida de seguridad sólo supone la

peligrosidad, es indiferente que proceda o no la imputabilidad.

b) La pena no puede rebasar el límite de la culpabilidad del sujeto. La medida prescinde de

este límite. La duración de la pena es proporcional al hecho punible. La duración de la

medida es determinada por la peligrosidad del individuo.

c) Las penas tienen una duración determinada y fija. Las medidas de seguridad suelen tener

una duración indeterminada en el máximo y a veces en el mínimo.

d) La finalidad de la pena, en primer lugar, es buscar la prevención general, el

restablecimiento del orden jurídico, la intimidación del delincuente potencial y la

reafirmación de valores. Las medidas de seguridad buscan esencialmente la prevención

especial.

Semejanzas entre la pena y las medidas de seguridad

a) Se observa en ambas el carácter aflictivo, por cuanto causan aflicción y sufrimiento a las

personas a quienes se aplica.


29

b) Ambas materias están sometidas al principio de legalidad.

c) Tanto las pena como las medidas de seguridad deben individualizarse, es decir, adecuarse

a cada persona según sea su caso.

d) En cuanto a ejecución, las penas y las medidas se cumplen en establecimientos similares,

con las mismas condiciones y problemas.

En la República Bolivariana de Venezuela, durante muchos años, las medidas de seguridad, se

encontraban establecidas en la Ley Sobre Vagos y Maleantes, la cual fue derogada mediante

sentencia de la Corte Suprema de Justicia. Dicha ley contemplaba medidas de seguridad para

sujetos que, sin haber cometido delito, observasen conducta de peligrosidad pre – delictual. Para

la aplicación de la Ley de Vagos y Maleantes se establecía un procedimiento administrativo,

sumario, en tres instancias: la primera autoridad civil, Gobernadores y el Ministerio de justicia.

Las medidas de seguridad allí previstas eran indeterminadas en cuanto al tiempo de duración y se

clasificaban en privativas y no privativas de libertad.

La Ley Sobre Vagos y Maleantes era catalogada como arbitraria y carente de seguridad jurídica,

violaba varios derechos fundamentales establecidos en la carta magna, entre ellos el derecho a la

defensa. De allí pues que fue cuestionada y tratada de anticonstitucional por cuanto violaba las

disposiciones de los artículos de la Constitución Bolivariana de Venezuela, por lo que el máximo

Tribunal de Justicia con la declaratoria de inconstitucionalidad restableció el orden Constitucional

vulnerado a través de dicha norma, pues consideramos entre otras cosas, que dentro del concepto

de peligrosidad “se castiga al hombre por lo que es y no por lo que hace”.

La persona era privada de su libertad sobre la base de supuestos que no están tipificadas en las

leyes venezolanas, como delitos o faltas.


30

Ahora bien, Moreno (2006) dice: Que el Código Penal no establece un sistema de medidas de

seguridad, pero si la aplicación de ellas en algunos casos en particular, como son el del loco o el

demente cuando hubiere ejecutado un hecho que equivalga en un cuerdo a delito grave, previsto

en el aparte único del artículo 62 eiusdem, en cuyo caso dispone que el Tribunal decretará la

reclusión en uno de los hospitales o establecimientos destinados a esta clase de enfermos y si el

delito no es grave y sino es el establecimiento adecuado, será entregado a sus familiares, bajo

fianza de custodia. Igualmente, el del ebrio habitual, previsto en el ordinal 4 del artículo 64, en

cuyo caso la pena corporal que deba sufrirse, podrá mandarse a cumplir en un establecimiento

especial de corrección.

En este mismo orden de ideas se hace oportuno mencionar el conjunto de medidas de seguridad

establecidas en la Ley Orgánica de Drogas aplicables a los consumidores de sustancias prohibidas

que dicha norma prevé. En este caso el juez ordenara medidas de seguridad; herramientas ubicadas

en los artículos 133 y 134. Así como a los consumidores en posesión de las mismas en el artículo

141 ejusdem.

Por su lado el Código Orgánico Procesal Penal tampoco contempla las medidas de seguridad

más que en el caso de los enfermos mentales imputables, por lo que se trata de una medida post

delictual, basada en peligrosidad presunta indeterminada en cuanto a tiempo y duración. Esta

medida tiene categoría de medida privativa de libertad. De manera tal que si el delito cometido

por el enfermo fuese grave sería recluido en un establecimiento hospitalario; si el delito no lo fuese

sería entregado a la familia bajo fianza de custodia. En todo caso será el Tribunal quien utilizará

su discrecionalidad para determinar la gravedad del delito y la medida a aplicar. En este orden de
31

ideas, en los Artículos 410 al 412 del Código Orgánico Procesal Penal se constituye el

procedimiento especial a observar “en razón de la inimputabilidad de una persona”.

No obstante, en el artículo 503 ejusdem, se menciona que corresponde al Tribunal de Ejecución

revisar periódicamente, después de haberse cumplido los seis primeros meses de impuesta la

medida, la situación de quien sufre una medida de seguridad por tiempo indeterminado, para

decidir sobre la cesación o continuación de la medida aplicada.

Consecuencias de las penas

Beccaria (2001) en la II Jornada de Derecho Procesal Penal, afirma; tres consecuencias de las

penas.

La primera consecuencia es que las penas y los delitos sólo pueden ser decretadas por las leyes;

y esta autoridad debe residir únicamente en el legislador. Ningún magistrado puede decretar a su

voluntad penas contra otro habitante de la nación; como tampoco puede modificarla si la considera

injusta o extenderla más allá del límite pactado, ni castigar por bien público y celo. También de

aumentar la pena establecida.

La segunda consecuencia establece que el soberano puede formar leyes generales que sean

obligatorias para todos los habitantes; pero cuando alguna persona no cumpla con alguna de esas

leyes, el soberano no puede juzgarlo, le correspondería ese deber a un magistrado cuyas sentencias

sean inapelables. Todo magistrado debe manejar el sentido a la justicia y no tomando en cuanto si

es adinerado o el de la choza más humilde. Ante la ley no debe de existir diferencia alguna debido

a que está pactado un contrato social entre humanos.


32

La tercera consecuencia es que, si se probase la atrocidad de las penas, sería contraria a la

justicia. Por qué el estado prefiere tener un hombre feliz, que tener esclavos salvajes con los cuales

ya no se logra un bien en la sociedad rompiendo una cláusula del contrato que sería una igualdad

de vida. Siendo que se quiere dejar la guerra para una mejor vida.

El mundo del derecho penitenciario se caracteriza por ser un mundo completamente diferente

ajeno a la realidad cotidiana de las prisiones, tanto es así que se ha dicho muchas veces que la

verdadera utopía del mundo de las cárceles es que las leyes simplemente se lleguen a cumplir. El

control judicial de la ejecución de la pena privativa de libertad es una vieja reivindicación político

criminal que se pierde en la oscuridad de los tiempos, en realidad se podría decir, que desde que

el Estado se hace tripartito, al Poder Judicial se le asigna la competencia no sólo de juzgar sino

también de ejecutar lo juzgado, de manera que se puede decir que la juridización, o sea el control

judicial de la ejecución de la pena, se enmarca dentro de un programa más ambicioso de la

juridización de todo lo que es la ejecución de la pena; como tal, la juridización de la ejecución de

la pena es enormemente como positiva, no solamente para la ejecución de la pena, sino también

para el conjunto del sistema penal.

Que se pueda conseguir un sistema previsible, controlado y un sistema penal que está vinculado

con determinados criterios y determinados principios es en términos generales muy positivo, de

manera que acentúa esto para que quede bien claro que todo lo que se puede avanzar en el campo

del control judicial de la ejecución de la pena privativa de libertad hay que valorarlo desde el punto

de vista político criminal y político penitenciario como muy positivo. Lo es positivo, porque

permite prever, seleccionar la conducta y permite distanciar los distintos protagonistas del

conflicto penal, permite también trabajar con mesura sobre las alternativas de la pena privativa de
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libertad, positivo por todas las razones. Otro aspecto que es importante también dejar claro es que

cualquiera sea la orientación que tenga el sistema penal de las muchas orientaciones que han ido

asignando a través de su historia, ya hablemos de un sistema penal orientado hacia la retribución,

ya hablemos de un sistema penal orientado hacia la prevención general o especial, está claro que

en el marco de un Estado de derecho la finalidad del sistema penal sea cual sea tiene que estar

siempre sometida a los propios principios que sirven de fundamento al Estado de derecho.

El derecho penitenciario, o mejor dicho la ejecución de la pena privativa de libertad, se inserta

dentro del sistema penal; no es más que una forma de sistema de control social que se encuentra

formalizado y comparte con el resto de los sistemas de control social las normas, la sanción y el

proceso. El sistema penal protege, formaliza y recubre de una serie de garantías esos tres elementos

a los que otros sistemas de control social no le dan esos niveles de formalización, ergo, otra idea

que está fuera de dudas es que la ejecución de la pena privativa de libertad está inserta a todos los

efectos positivos y negativos dentro de la administración de justicia penal.

Pero si se analiza las distintas fases de que se compone el sistema penal se observa con sorpresa

que las garantías emanadas del Estado de derecho no gravitan con la misma presión en cada una

de las fases; por eso se ve que la actividad policial y la actividad penitenciaria se desarrollan con

mucha más liberalidad, arbitrariedad, discrecionalidad que la actividad propiamente judicial. Basta

pensar, por ejemplo, cómo la actividad policial y penitenciaria está impregnada de una serie de

principios políticos con los que no juega o no actúa normalmente el poder judicial; principios de

oportunidad, de adecuación, de seguridad, de idoneidad, de conveniencia, todos estos principios

están constantemente presentes en el desarrollo de las actividades de policías y funcionarios de

instituciones penitenciarias.
34

Comparativamente con la actividad de los jueces, la actividad policial y penitenciaria presenta

una opacidad y un hermetismo cualitativamente más importante, de manera que lo que se hace en

las comisarías de policía, los criterios por los que se detiene o no, o por los que el atestado pasa o

no al juzgado de guardia, como lo que se hace en la prisiones por los funcionarios de prisiones,

está revestido de un cierto hermetismo y opacidad que sin embargo no se acompaña a la actividad

de los jueces que es completamente transparente para el mundo del derecho positivo. Por otra

parte, las propias normas reguladoras de estas tres actividades juegan de manera muy distinta o se

han desarrollado a lo largo de la historia de forma completamente diferente.

Como consecuencia de todos estos presupuestos, el exponente máximo del control, que es la

praxis judicial, necesariamente tiene que mostrar carencias y dificultades. Si tenemos una actividad

opaca y hermética, si se tienen una legislación no suficientemente diferenciada y sistematizada, y

si además se trabaja con criterios que son eminentemente de carácter político, la consecuencia es

que el Poder Judicial encuentra constantemente obstáculos y obstruccionismo a realizar con la

misma eficacia un control de estas actividades, eso no es lo más paradójico, lo más paradójico es

que además esta carencia de control garantís tico es estas dos actividades, la policial y la

penitenciaria, no encuentra explicación desde el punto de vista de la importancia que en el conjunto

del sistema penal tienen precisamente estas fases, no desde el punto de vista del jurista sino desde

el punto de vista de las ciencias de la conducta; desde el punto de vista de las ciencias de la

conducta lo verdaderamente definitorio del sistema penal no es tanto la actividad judicial como la

actividad policial y la actividad penitenciaria.

La actividad judicial, en la medida en que si no hay actuación policial las normas penales

carecen de eficacia intimidatoria; la capacidad selectiva que tienen las fuerzas policiales, sobre
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todo en relación con los delitos de bagatela de escasa entidad es enorme. La utilización de esos

criterios a los que nos he referido antes permite una enorme discrecionalidad a las fuerzas de

policía de la que en absoluto disponen los jueces o el Poder Judicial. Otro tanto se puede decir en

relación con el mundo penitenciario, la enorme cantidad, cada vez mayor, de medidas indulgentes

que se están concentrando en torno a la fase de la ejecución de la pena privativa de libertad, tales

como beneficios penitenciarios, permisos de salida a régimen abierto, libertad condicional, entre

otros.

De acuerdo con las legislaciones de cada país, está haciendo que los órganos administrativos

penitenciarios sean realmente los que producen la configuración exacta de la pena privativa de

libertad, de la pena de prisión; es verdad que los jueces deciden el tiempo de duración; claro, el

tiempo de duración, de la pena privativa de libertad pero es completamente ajeno al poder los

jueces decidir la intensidad con que se debe de aplicar la privación de libertad y esa intensidad

puede ser considerablemente mermada hoy día gracias a los institutos jurídicos penitenciarios.

Por su lado, la pena privativa de libertad es una fase más de la administración de justicia penal

y que nada justifica que si la determinación de la pena está absolutamente sometida a la jurisdicción

no lo esté la ejecución de la pena; por lo tanto y buscando una figura análoga para simplificar las

soluciones entendemos que debiera tratarse al funcionario de prisiones de forma equivalente o

análoga a como se trata a la policía judicial; el funcionario de prisiones está o debe estar “de lege

ferenda” bajo la dirección del juez y tiene como misión auxiliar a la actividad del juez de vigilancia

penitenciaria en cuanto que de él depende la organización, gestión e inspección de la ejecución de

esta fase del sistema penal.


36

Pero claro está un juez va a seguir, por razones de tipo orgánico, un modelo jurisdiccional

predeterminado que encaja mal con lo que el juez de vigilancia penitenciaria para ser

verdaderamente eficaz tendría que desarrollar en el campo del derecho penitenciario; pero los

presos son personas que están acostumbradas a ser tratadas como objetos del derecho y no como

sujetos del derecho; y por lo tanto solo un juez que tenga una intervención activa, que incite a la

población penitenciaria a ejercer sus derechos podría llegar a obtener un resultado eficaz de su

gestión.

El principio de igualdad exige tratar de forma desigual lo que es desigual y es desigual la

población penitenciaria con respecto a la población libre; en la población libre no tendría sentido

un juez que buscara la conflictividad para resolverla, en la población penitenciaria a nuestro juicio

está completamente justificado, porque de lo contrario si los condenados no confiaron nunca en la

administración de justicia penal que les condenó, difícil es que terminen confiando en el juez de

vigilancia penitenciaria.

Por lo que se refiere a las actividades hay algunas actividades “de lege ferenda”, a los

investigadores nos parece, que tendrían que ser urgentemente incorporadas dentro de las

actividades a desarrollar por los jueces de vigilancia penitenciaria; es importante que los mismos

controlen toda la normativa no jurídica que se aplica en los centros penitenciarios, normativas,

como son las normas de régimen interno, que para regular las cuestiones concretas de cada

establecimiento está obligado a aprobarlas como una función preventiva; el juez de vigilancia

penitenciaria deberá intervenir también en la distribución de los horarios, de las actividades del

centro y de los presupuestos económicos.


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Todo estos, son actividades que en el marco de la ejecución de la pena privativa de libertad

pueden degenerar en lesiones a veces irreversibles de los derechos fundamentales de los

condenados y por lo tanto la única objeción por la que uno podría entender que no debe de

intervenir un juez en esas actividades porque no son funciones jurisdiccionales es una razón

formal, lo importante no es en lo que interviene el juez. Finalmente debe garantizarse que el juez

se sienta plenamente independiente en el ejercicio de su función jurisdiccional; eso es lo que se

tiene que seguir, salvando de la figura del juez de vigilancia penitenciaria para que pueda

eficazmente completar el control de la administración de la justicia penal.


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CAPITULO III

Función que desempeña el juez de ejecución para el cumplimiento de las penas y las

medidas de seguridad

El Juez de Ejecución Penal

Esta figura jurídica también llamada Juez de Vigilancia Penitenciaria o Juez del Control de la

Ejecución de la Pena es el funcionario judicial que estará encargado de asegurar los derechos del

condenado en caso de abuso de los empleados de sus custodias, así mismo, dicho funcionario

tendrá la jurisdicción de controlar la legalidad de las decisiones que las demás autoridades

penitenciaria tomen cuando las mismas no estén contenidas en la sentencia, también verán la

aplicación de las sanciones de carácter disciplinarias en el recinto carcelario. Controla el

cumplimiento adecuado de las sentencias condenatorias y resuelve todas las cuestiones que se

suscitan durante la ejecución, es decir, las inspecciones y visitas de establecimientos

penitenciarios, puede hacer comparecer a los encargados de los establecimientos ante sí o a los

condenados con fines de control y vigilancia, dicta de oficio las medidas que juzgue convenientes

para corregir y prevenir las faltas que observe en el funcionamiento del sistema y ordena a la

autoridad competente para que en el mismo sentido expida las resoluciones de lugar, también

controla el cumplimiento de las condiciones impuesta en la suspensión condicional del proceso.

Sin embargo, se puede señalar que estas atribuciones no son limitativas, esto se deriva, porque

el Juez de la Ejecución de la pena acoge otras funciones, como son; la revisión del cómputo de la

pena dispuesto por la sentencia, le corresponde de oficio o a solicitud de parte, establecer la

unificación de las penas, organiza el proceso para sustituir la multa por trabajo comunitario o por
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prisión, puede embargar y conoces de los incidentes planteados por el Ministerio Publico y el

condenado relativos a la ejecución y extinción de la pena.

Este funcionario inclusive puede realizar un nuevo juicio sobre la pena. En fin, este funcionario

judicial ordena todas las medidas que sean necesarias para llevar a cabo aquellas funciones y

medidas que se exigen en el ámbito de aplicación de una sentencia penal irrevocable. Es importante

puntualizar que solo las sentencias condenatorias firmes y definitivas pueden ser ejecutadas.

Sobre las medidas de seguridad, las cuales se les aplican a los individuos que se consideran

peligrosos y enfermos, de igual forma el juez de la ejecución penal, tiene sobre ellas competencia

para su aplicación.

Se hace importante destacar la función social del Juez de Ejecución; ya que cuando el legislador

crea las leyes penales, lo hace para que los tribunales la apliquen, lo que quiere decir, que los

tribunales al sancionar al individuo, están aplicando lo que el legislador creó. Cuando el juez de

juicio sanciona penalmente a un individuo que se haya comprobado ser violador de las leyes

penales, está haciendo una especie construcción moral sobre la persona y si a esta obra se le suma

la idea que se tiene del derecho penal, en el sentido de que la finalidad última de la pena es

resocializar y reeducar al individuo para devolverlo como bueno a la sociedad, que mejor

oportunidad esta, para que el Poder Judicial le dé seguimiento a su construcción.

En este caso los investigadores observamos, la función importantísima de este funcionario, de

vigilar y controlar la ejecución de lo que establece una sentencia, de garantizar el respeto de los

demás derechos que le asisten al condenado y de evitarle al penado un doble estado de

victimización. El juez de la Ejecución de la pena, entre sus otras funciones, tiene la obligación de

construir un nuevo ciudadano, de velar porque el condenado presente signo de progreso con
40

relación a su comportamiento que dio origen a la sanción y por vía de consecuencia devolverlo

como bueno a la sociedad.

En cuanto los derechos humanos y el Juez de Ejecución es necesario referirse en dos vertientes

importantes; una, que viene dada por el reconocimiento de esos derechos y otra, referida a su

efectiva tutela y aplicación. De allí la importancia de considerar las atribuciones conferidas a la

figura que representa una esperanza para la salvaguarda de esos derechos, durante el cumplimiento

de la pena de los reclusos.

Por lo antes expuesto cabe destacar que esas atribuciones están relacionadas con los derechos

fundamentales inherentes a toda persona humana y que tienen su base en convenios y pactos

internacionales, consagrados en leyes y normativas a favor de todas las personas, las cuales no se

pierdan por efectos de una condena penal. La ejecución penal se contempla como una actividad

donde se cumplen los mandatos de una sentencia firme; es una sentencia condenatoria definitiva,

enmarcada del Juez o tribunal competente. En tal sentido, se establecen el principio básico de la

legalidad por lo que el Juez ejecutor de la pena debe ceñirse a intervenir para garantizar:

a) El lugar de reclusión del sentenciado; definir de acuerdo a la legislación, el establecimiento

donde éste cumplirá la pena; construir un plan de tratamiento de cada recluso.

b) Que los derechos del condenado sean orientados a la atención de sus necesidades mediante

el control del cumplimiento del régimen penitenciario a través de la inspección del recinto;

resolver las reclamaciones de los sentenciados si le son violados sus derechos y corregir

abusos y desviaciones que puedan suscitarse en el cumplimiento de la condena penal.

c) La decisión sobre los asuntos relacionados con la libertad de los condenados; determinar

con exactitud la fecha en la cual finaliza la pena y el beneficio de libertad cuando lo


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requiera, por concesión de beneficios penitenciarios, tales como trabajo, y estudio; además

autorizar o revocar los permisos que al recluso le sean concedidos; emitir opinión o ejecutar

indultos, conmutación de penas, amnistía, etc.

d) El control y decisión sobre las incidencias del cumplimiento de penas, diferentes a la

privación de libertad, como multas, trabajos comunitarios, inhabilitaciones, etc.

Como garantía de los derechos de los penados se puede mencionar el de no ser condenados a

una pena que no esté prevista en la Constitución Bolivariana de Venezuela y si no es ejecutada por

la autoridad competente. A este respecto Morais (2001) afirma: La ejecución de las penas y

medidas de seguridad no debe quedar al arbitrio de la autoridad judicial o administrativa, sino que

deberá llevarse a cabo de acuerdo a lo dispuesto en leyes y reglamentos. De esta afirmación los

investigadores desglosamos que la función de éste funcionario, se ubica la ejecución de la pena en

el ámbito del derecho penal, procesal y penitenciario, normas éstas que regulan las relaciones entre

el Estado y la persona condenada, desde el inicio de la pena hasta el final de la misma. Visto esto,

no como una relación de poder, sino como una relación jurídica donde existan deberes y derechos

para cada una de las partes.

De tal manera que el condenado no está fuera del derecho, aun cuando el Estado le hubiese

aplicado una condena por alguna falta cometida, sino que se encuentra en una relación de derecho

público en el Estado, donde le son descontados los derechos perdidos o limitados por la condena;

por lo tanto, su condición jurídica es igual al de las personas no condenadas. Cuello (citado por

Escovar 1998) dice: Que debe ser una relación de derecho en la que se le impone al condenado

sólo aquella limitación que corresponde a la pena pronunciada por el Juez de Ejecución. Estos
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derechos pueden ser impartidos de varias formas, y a los derechos específicos de la penitencia; es

decir, estrictamente como preso.

Al mencionar los derechos de los condenados, estos están estrechamente relacionados con

aquellos que como persona humana debe poseer, excepto los que se expresan o son vedados por

ley o por la sentencia, cabe decir: derecho a la vida, a la integridad física, psíquica y moral, a la

dignidad humana, al honor, a la intimidad, a la libertad de conciencia y religión, salud, trabajo,

entre otros, los cuales son establecidos en varias declaraciones, pactos y convenciones

internacionales sobre derechos humanos; en la Constituciones de los países, por lo que cabe

afirmar que la raíz de los derechos del condenado es la Carta Magna de cada país. La Constitución

de la República Bolivariana de Venezuela (1999) comprometida desde su preámbulo con el

amparo de la dignidad y libertad humana no hace excepción en cuanto a los derechos

fundamentales que corresponden a todos los venezolanos, por lo tanto, se extiende también a los

que cumplen condena por sentencia firme.

En este orden de ideas cabe señalar al Artículo 44 de la Constitución de la República

Bolivariana de Venezuela (CRBV), el cual expresa: “ La libertad personal es inviolable” y en

consecuencia consagra todos los derechos y garantías que la persona debe poseer al momento de

ser objeto de una situación condenatoria; ellos son: garantía ante el arresto o detención, derecho a

la defensa y a no estar incomunicado, el límite personal de las penas, la identificación de la

autoridad, el derecho a la excarcelación, la protección frente a la esclavitud o servidumbre y

garantía a un régimen especial sobre los delitos graves.

Por otra parte, y atendiendo los beneficios que el condenado debe adquirir dentro del

establecimiento penitenciario, el artículo 272 de la Constitución de la República Bolivariana de


43

Venezuela (CRBV), citado por Morais (2001) dice: Que el Estado garantizará un sistema

penitenciario que asegure la rehabilitación del interno o interna y el respeto a sus derechos

humanos. A tal efecto, el Juez está obligado a diseñar estrategias y fórmulas que conlleven a

garantizar tal disposición.

Como se ha dicho, la atribución del Juez de Ejecución debe ceñirse al principio básico de la

legalidad para garantizar todos los derechos del recluso o reclusas e intervenir activamente en la

ejecución de la pena. Anteriormente la figura del juez no tenía facultades para intervenir en la

ejecución de la pena, quedando el penado sometido a los abusos de la administración. No obstante,

esto ha cambiado, pasándose a considerar que el Juez representa una figura de control sobre el

cumplimiento de las sanciones del reo o rea. Este ha recibido diversas calificaciones en el ámbito

internacional: Juez de vigilancia, Juez de Ejecución de penas, Juez de Aplicación de Penas,

Tribunal de Ejecución de Penas, entre otros.

En consideración a los derechos del reo como exigencia de justicia, la intervención del Juez de

Ejecución es un corolario del principio de humanización de la pena y una consecuencia del

principio de la legalidad de la misma y de legalidad de la ejecución penitenciaria, lo que conlleva

a concebir sistemas procesales garantizadores de la debida protección en el enjuiciamiento de los

reos o el cumplimiento de las disposiciones reguladoras de la ejecución penal y con ello la

observancia del respeto e intereses legítimos de los reclusos. Esta garantía jurídica se traduce en

la actuación de los jueces toda vez que se ejecute la vigilancia penitenciaria. Cuello (citado por

Escovar, 1998) dice: son innumerables los congresos internacionales donde se han tratado el tema

de la intervención judicial en la ejecución de las penas, como voto importante declarativo del

principio de la legalidad como base del derecho penitenciario y de la exigencia de la intervención


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del Juez en la ejecución de las penas y medidas de seguridad como garantía de la libertad

individual. Una norma de carácter internacional relativa al control jurisdiccional de la

administración penitenciaria es la regla 56,2.

El respeto a los derechos individuales de los reclusos, en particular de la legalidad de la

ejecución de las penas, deberán estar asegurados por el control ejercido conforme reglamentación

nacional por una autoridad judicial o cualquier otra habilitada para visitar a los reclusos y no

perteneciente a la administración penitenciaria. (Morais, 2001, p.125)

De acuerdo a lo planteado, la actuación del Juez de Ejecución está distinguida por el control de

la legalidad de la ejecución de las penas y medidas de seguridad, impuestos mediante sentencia

firme. Se trata de un órgano judicial con funciones específicas de consulta, de vigilancia y

decisión. Tiene atribuciones para garantizar y salvaguardar los derechos de los penados, así como

para corregir los abusos y desviaciones que puedan producirse durante el cumplimiento de la pena.

Aniyar (1995) afirma: El Juez de Ejecución tiene competencia, de acuerdo a la legislación, en

funciones de ejecución de las penas y medidas de seguridad propiamente dicha y funciones de

vigilancia del régimen penitenciario, con el objeto de salvaguardar los derechos de los reclusos. A

este respecto, y con base en las leyes de Francia, Portugal, Italia, España y Venezuela, Morais

(2001) afirma; las principales y más frecuentes atribuciones de los Jueces de Ejecución, son:

a) Acumular las penas en caso de varias sentencias condenatorios, dictados en fases o

procesos diferentes contra las mismas personas.

b) Declarar la peligrosidad de los que puedan resultar sujetos de medidas de seguridad y

decidir las alteraciones del estado de peligrosidad o su cese.


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c) Determinar el lugar y condiciones en que se deba cumplir la pena o medidas de seguridad,

así como la aprobación de los cambios de reclusión.

d) Aprobar el programa de tratamiento a aplicar a cada reo y, de ser posible, modificarlo con

el fin de eliminar posibles violaciones de sus derechos.

e) Resolver las reclamaciones que planteen los reclusos respecto a la clasificación inicial,

progresiones o regresiones dentro del régimen y la imposición de sanciones disciplinarias.

f) Aprobar las solicitudes para trabajar fuera del recinto.

g) Controlar la legalidad del régimen penitenciario a través de la inspección y otras vías.

h) Controlar la ejecución de penas diferentes a las privativas de libertad tales como; multas

restrictivas de derecho y de libertad.

i) Salvaguardar los derechos de los reclusos, a través de medidas y pronunciamientos idóneos

con el fin de prevenir y corregir las situaciones violatorios, tomando en consideración las

normas procedentes de las peticiones que hagan los internos en relación con el régimen y

el tratamiento penitenciario si afecta los derechos fundamentales.

j) Controlar la asistencia post-penitenciaria.

Tomando en cuenta que el control judicial de la ejecución de la pena recae en el Juez de

Ejecución, corresponde hacer algunas consideraciones sobre la eficacia del mismo en su ejercicio,

por cuanto se observa una carencia para investigar los casos de los reclusos, de modo que cualquier

evolución se basa necesariamente, en opiniones doctrinarias, que suelen variar, de acuerdo a la

experiencia de cada sistema. En la República Bolivariana de Venezuela, el ordenamiento jurídico

para la ejecución de la sentencia está regulado por el Código Orgánico Procesal Penal, dicha

ejecución constituye una de las fases mediante los cuales se desarrollará el proceso penal acusatoria

a saber; fase preparatoria, fase intermedia, de juicio, de impugnación y de ejecución. El Juez de


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Ejecución, según el COPP, es uno de los cuatro tipos de jueces que tendrán a su cargo el

cumplimiento de las referidas etapas. La fase de ejecución se inicia, una vez que esté

definitivamente firme la sentencia, tal como está dispuesto en el artículo 472 del COPP, el cual

estipula cual es la última actuación del Tribunal de Juicio y cuáles son las primeras actuaciones

del Juez de Ejecución. En efecto prevé:

El Tribunal de Control o el de Juicio, según sea el caso, definitivamente firme la sentencia,

enviará el expediente junto al auto respectivo al Tribunal de Ejecución, el cual remitirá el computo

de la pena al establecimiento penitenciario donde se encuentre el penado, privado o privada de

libertad. Si estuviere en libertad y no fuere procedente de la suspensión condicional de la ejecución

de la pena, ordenará inmediatamente su reclusión en un centro penitenciario y, una vez

aprehendido o aprehendida procederá conforme a esta regla. El Juez de Ejecución una vez recibido

el expediente deberá notificar a él o la Fiscal del Ministerio Publico.

En todo caso, y a manera de síntesis, la eficacia del Juez depende de la doctrina por la cual se

rige para poner de manifiesto su actuación en cuanto a sus atribuciones en general; varias son los

factores que influyen; formación y especialización, la dedicación exclusiva a la tarea de la

ejecución penal, delimitar claramente las competencias para evitar conflictos, mantener estrecha

relación entre los sectores estadales a fin de lograr mejores resultados, desarrollo procesal

adecuado y la carencia de normas, de procedimiento y de reglamentos adecuados genera una

inconveniente disparidad de criterios.

El COPP, cuenta con varias fases, entre ellas con la llamada fase de ejecución que puede

definirse como aquella relativa al cumplimiento de las penas y medidas de seguridad impuestas

mediante sentencia firme. En este sentido, el Código consagra al Juez de Ejecución, como director
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de esta fase del proceso. La figura del Juez de Ejecución es verdaderamente importante en lo que

se refiere al subsistema penitenciario, ya que tiene competencia para cuestiones que van a tener

una grandísima incidencia en el resultado y eficacia de éste. Dichas competencias, establecidas en

el artículo 471 del Código Orgánico Procesal Penal, son las siguientes:

a) Todo lo concerniente a la libertad del penado, las fórmulas alternativas de cumplimiento

de pena, redención de la pena por el trabajo y el estudio, conversión, conmutación y

extinción de la pena.

b) La acumulación de las penas en caso de varias sentencias condenatorias dictadas en

procesos distintos contra la misma persona.

c) El cumplimiento adecuado del régimen penitenciario. A tales fines, entre otras medidas,

dispondrá las inspecciones de establecimientos penitenciarios que sean necesarias, y podrá

hacer comparecer ante sí a los penados con fines de vigilancia y control. En tales visitas

podrá estar acompañado por fiscales del Ministerio Público. Además, al realizar estas

visitas dictará los pronunciamientos necesarios para prevenir o corregir las irregularidades

que observe.

Hay que destacar entonces, que el Juez de Ejecución es sin duda una figura fundamental en el

subsistema penitenciario, y sobre quien pesa gran parte del funcionamiento del mismo. Las

inspecciones a las prisiones son especialmente relevantes, ya que en éstas el Juez podrá percibir

directa y personalmente las condiciones de tales establecimientos y si en ellos se cumple con los

derechos y deberes establecidos por la respectiva ley.

Ahora bien, en cuanto lo relativo al subsistema penitenciario se encuentra regulado en el Código

Orgánico Penitenciario. De esta norma, nos interesará destacar únicamente los aspectos más
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resaltantes. En tal sentido, se consagra la resocialización o reinserción social del interno como

objetivo del sistema penitenciario, adecuándose a lo dispuesto por la Constitución vigente. Esta

ley regula variados aspectos del sistema penitenciario. Entre ellos se encuentran consagrados como

derechos del penado; el trabajo penitenciario y la educación, lo que conlleva a que el penado tenga

posibilidades de ingresos económicos y se prepare para su vida en libertad. También se recoge en

esta ley el tema de las condiciones de vida en los establecimientos penitenciarios, incluyéndose lo

relativo a la higiene y a la alimentación. Asimismo, se establece una regulación respecto a la

asistencia médica del penado, de la misma forma se encuentra un importante avance relativo; a los

programas de atención integral, con la finalidad de obtener la transformación del condenado. Esta

ley, propugna por otra parte la progresividad penitenciaria, por la cual se buscará que el interno

cada vez se acerque más a la libertad, a través de la redención judicial de la pena por el trabajo y

el estudio.

Los investigares logramos apreciar; que, con la función del Juez de Ejecución de la sentencia,

se verían minimizado los abusos y arbitrariedades que se cometen en contra del preso definitivo,

ya que este sería un vigilante y garante de los derechos y facultades que le reconocen la

constitución, los tratados internacionales y las leyes, de la cual goza un condenado. Así mismo el

individuo tendrá en el juez de la ejecución penal una instancia para defenderse de un posible

atropello que se pudiera cometer en su contra e invocar cualquier incidente a su favor.

Por otro lado, el efecto económico positivo que se ve en esta figura jurídica resulta halagador

para los que ejercen la abogacía, en virtud de que se abriría un nuevo campo laboral para la práctica

del abogado, en ese sentido, la defensa puede proponer medidas ante el juez de la ejecución de la

pena que puedan favorecer a su cliente.


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Pensamos que esta institución en nuestro sistema jurídico va de la mano con la más avanzada

filosofía de respeto por los derechos humanos y con ella se cumple con el principio de que “el

derecho no se detiene ante los muros de la prisión”. Tomando con ello la frase del filósofo Alemán

Federico Nietzche “pero los castigos no deben expresar desprecio; un criminal es siempre un

hombre”.
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COCLUSIONES

Debe decirse, a manera general, que la pena como sanción o castigo es ciertamente nefasta y

problemática, de hecho, indeseable, por lo que, en nuestra opinión, debe utilizarse como la última

opción para realizar el control social, y nunca como la primera elección. Esto es lo que en la

criminología moderna se ha denominado “derecho penal mínimo”. Pero es allí donde el Juez de

Ejecución va a cumplir con su papel, de brindarle la protección debida al reo, que cumpla la pena

impuesta; pero que también se le esté brindando a éste las garantías establecidas en el Código

Orgánico Procesal Penal, así como en los Tratados Internacionales suscritos y ratificados por

Venezuela.

En relación a las teorías jurídicas que procuran la explicación de la finalidad de la pena como

medio de reacción del derecho penal, los investigadores podemos afirmar, que la doctrina la ha

clasificado en tres teorías la finalidad de la pena, a saber; teoría absoluta, teoría relativa y teoría

mixta. A este respecto, en el primer supuesto la pena tiene en si misma su justificación y su razón

de ser como consecuencia del delito, y se sanciona porque se cometió el delito: “punitur qui

peccatum”.

En relación a la teoría relativa, sus defensores afirman que la pena se justifica por los fines que

persigue y es considerada como un medio para lograr tales fines, así, se debe entender como fin

primordial de la pena lograr la prevención de la comisión de hechos punibles, es decir “punitur ne

peccetur”. La denominada teoría mixta, expone a la pena como retribución adicionándole la

obtención de objetivos utilitarios, tomando, como se observa lo principal de las teorías expuestas

“ut supra”.
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En cuanto a la base doctrinaria de la pena y de las medidas de seguridad como sanciones en la

legislación penal venezolana, se tiene que la pena es una sanción que se aplica a una persona que

ha violentado las leyes y se le ha considerado culpable de un delito. Por ello, la pena es considerada

como exigencia natural de la justicia que pide el castigo como una manera de retribución

proporcional por el mal libremente causado y como reacción obligada del ordenamiento jurídico

violado para proteger y preservar los derechos sociales, así como para restaurar el orden social

quebrantado. Mientras que las medidas de seguridad vienen a ser los medios tendientes a prevenir

la delincuencia mediante el combate de la peligrosidad social encontrada en sujetos que han

llevado a cabo ciertos actos de carácter antisocial. Las medidas de seguridad protegen con un

carácter preventivo y de cultura para el sujeto; pero no tienen carácter penal.

El Juez de ejecución deberá conocer de todo lo concerniente a la libertad del penado, las

fórmulas alternativas de cumplimiento de la pena, la redención de la pena por el trabajo y el

estudio, extinción de la pena, el cumplimiento adecuado del régimen penitenciario, entre otras. El

Juez de Ejecución debe garantizar que a los penados no se le violen sus derechos y garantías

previstas en los Convenios y Tratados Internacionales, la Constitución Bolivariana de Venezuela

y las leyes.
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RECOMENDACIONES

a) Que se haga un cambio al modelo de justicia penal, permitiendo a la administración de

justicia, las garantías constitucionales del penado. Que ese cambio sea prioritario a la

participación de la víctima, dentro del proceso y prevea las herramientas necesarias para

que se reeduque y se sienta considerado como persona.

b) Que se destinen una partida presupuestaria mucha más amplia a la que existe, para la

reforma y acondicionamiento de las infraestructuras o centros penitenciarios, con los fines

de mejorar las condiciones de vida de los penados.

c) En casos más extremos la creación de centros penitenciarios dignos, acordes con las leyes

y con los Convenios Internacionales suscritos por Venezuela en esa materia; con el fin de

que el reo cuente con penitenciarias donde se le aplique el tratamiento debido y no se le

vean vulnerados sus derechos.

d) Que el gobierno central transfiera las competencias relacionadas con la administración de

los centros penales y los recursos necesarios hacia las gobernaciones. De esta manera se

crea un vínculo concreto entre la situación de cada uno de los establecimientos y la gestión

del gobierno regional, lo que iría en mejora de la calidad de vida del reo, cumpliría la pena

y el juez de ejecución no se sentiría atado de manos. En este sentido, la descentralización

del sistema hacia los Estados sería una solución al problema.

e) Que el Juez de Ejecución realice trimestralmente informes dirigido a las autoridades

competentes de las condiciones en que se encuentran actualmente los recintos

penitenciarios, para ver si así se puede lograr mejorar estas infraestructuras.


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