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Grupo: CR16.
Aunque esta joven denuncio que ya existía violencia familiar, nunca le fue resuelto
su caso. Al año siguiente obtuvo permiso para trabajar y se empleó como cajera
en una tienda de ropa en Tacuba, cerca del metro Allende; encargaba a sus hijos
con la abuela Antonia y regresaba por ellos en la tarde. En mayo desapareció.
Bernardo fue a casa de sus suegros por la noche, tenía un gesto parecido a la
preocupación; preguntó por Nadia, pero se hizo de mañana sin que regresara.
Antonia preguntó por su hija en el trabajo: la habían visto subir al metro de
regreso. Avisó de la desaparición a la autoridad. Recorrió hospitales de la Cruz
Roja, civiles, ministerios públicos. Se apretó las manos y entró a las morgues con
la esperanza de que en la gaveta próxima a abrirse no estuviera su hija. Bernardo
la acompañó.
Fueron nuevamente al Ministerio Público. Otra vez los judiciales y sus dudas:
“¿Pues qué le hizo su hija?”, entonaban con la insinuación de que cualquier cosa
ella se la habría merecido. Otra vez el médico legista y su mirada aburrida y
acostumbrada sobre los moretones.
Otra denuncia, esta vez por lesiones y secuestro. No pasó nada: nada. A los
pocos meses Nadia regresó por última vez.
Pero esta vez todo terminaría mal, Nadia fue víctima de maltrato tanto psicológico
como llegar a golpearla, humillaciones, en este caso no se pudo dar tratamiento a
la víctima ya que desafortunadamente nadie atendió sus suplicas de ayuda, si la
hubieran ayudado quizás ella siguiera con vida, pienso que el mejor tratamiento
para esta victima hubiese sido el aprender a su marido desde la primer denuncia,
brindándole a ella y a sus hijos protección, terapias con psicólogos que le
pudieran ayudar a superar la mala vida que estaba viviendo, el diagnostico
desfavorablemente sufría de violencia constantemente su error fue regresar con
su esposo por última vez, corriendo con la mala suerte de no salir con vida, ya
que este hombre termino con su vida de manera que hicieron creer era un suicidio,
la madre de Nadia no descanso hasta que los culpables pagaran por el asesinato
de su hija, trascurrieron 13 años para que dictaran auto de formal prisión a
Bernardo e isidro.
Conclusión: