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Sociología y antropología de la cultura Prof.

Alejandra Aguilar Ros

SESIÓN 6. IDENTIDADES (¿O RELACIONALES?)

 ¿Quién necesita “identidad”? de Stuart Hall

En últimos años ha habido un debate discursivo en torno al concepto de identidad. La


crítica principal se enfoca contra la noción de una identidad integral, originaria y unificada.
La cuestión de la identidad o el proceso de sujeción a las prácticas discursivas, y la política
de exclusión que todas esas sujeciones parecen entrañar, la cuestión de la identificación, se
reitera en el intento de re articular la relación entre sujetos y prácticas discursivas.
El enfoque discursivo (contrario al naturalista) ve a la identificación como una
construcción, un proceso nunca terminado, siempre en proceso, no determinado pues
siempre es posible sostenerlo o abandonarlo. La identificación es condicional y se afinca en
la contingencia. Es un proceso de articulación, una sutura, una sobredeterminación. Está
sujeta al juego de la diferencia, necesita lo que queda afuera, su exterior constitutivo para
consolidar el proceso. Las identidades nunca se unifican, nunca son singulares, sino
construidas de múltiples maneras a través de discursos, prácticas y posiciones diferentes, a
menudo cruzadas y antagónicas. Son producidas en ámbitos históricos e institucionales
específicos en el interior de formaciones y prácticas discursivas específicas mediante
estrategias enunciativas específicas. Emergen en el juego de modalidades específicas de
poder y, por ello, son más un producto de la marcación de la diferencia y de la exclusión
que signo de unidad idéntica y naturalmente constituida. Las identidades en determinado
tiempo pueden funcionar como puntos de identificación y adhesión sólo debido a su
capacidad de excluir, omitir, dejar fuera.
La identidad es el punto de encuentro, de sutura, entre: por un lado, los discursos y
prácticas que intentan interpelarnos, hablarnos o ponernos en nuestro lugar como sujetos
sociales de discursos particulares; y por otro, los procesos que producen subjetividades que
nos construyen como sujetos susceptibles de “decirse”. De esta manera tiene que ver con
los campos mutuamente constitutivos pero no idénticos: identidad psíquica inconsciente y
las pulsiones; y las prácticas discursivas constituyentes del campo social.

 El sujeto complejo: la condición humana en la era de la red de Denise


Najmanovich

El saber de la modernidad se redujo a la faceta intelectual creyendo que la lógica era


independiente de los afectos, y la sociedad el resultado de un contrato entre ciudadanos
libres. La cultura moderna pretendió disolver las tensiones de la vida imponiendo límites
absolutos, buscando garantías, anhelando definiciones eternas. Así el pensamiento
identitario demoniza o diviniza lo diferente, desde una concepción esencial de la identidad
y la pertenencia. La alteridad sólo puede ser concebida como ajenidad total desde siempre y
para siempre, todo lo que no es propio y conocido será subversivo y es preciso erradicarlo.
Cuando la definición es concebida de modo absoluto la identidad sólo puede pensarse como
una esencia inmutable. Tanto la identidad del individuo como la pertenencia al grupo se
establecerán a partir de la expulsión de la alteridad en todas sus formas. El sujeto moderno
terminó siendo un sujeto abstracto, una abstracción lógica, donde la razón doma los
instintos, la mente al cuerpo, el ser humano a la naturaleza, la civilización a la barbarie. La
disección analítica que lleva a la descomposición de todo fue acompañada luego de un
proceso de composición mecánica. El temor llevó a la constitución del sujeto y el estado
modernos. Como un proceso específico de individuación gestado por la desconfianza mutua
conjugada con la esperanza de que un poder externo resguarde a cada quién del otro.
Pensar en una nueva cartografía significa que ver al ser humano como parte de la
naturaleza y moldeado por la cultura. Abandonar toda noción fija o esencia a priori de
sujeto. Donde ninguna entidad del universo es independiente. Es necesario entrar en la
dinámica de la vida que es la del encuentro y el intercambio, la mutua pertenencia. A través
de la dinámica de intercambios con el ambiente en el que convive cada entidad se van
configurando el adentro y el afuera, lo propio y lo ajeno. Somos seres autónomos pero
ligados indisociablemente a la red activa y afectiva que engloba a todo el universo. La red
es la matriz en la que todos estamos embebidos, nos constituye, nos atraviesa y nosotros la
conformamos. Gracias a un intercambio siempre fluido las redes se van transformando y
nosotros con ellas. No hay ningún elemento aislado que se conecta exteriormente a otros,
hay un fluir de intercambios en los que todos estamos entramados y nos vamos
configurando. Lo singular y lo colectivo están entramados, atravesados y enlazados en una
dinámica de intercambios incesantes. Hacer lugar a la complejidad supone abrirse a una
actitud exploratoria. En la complejidad el conocimiento ya no es reflejo de un mundo
externo, ni proyección de un discurso, sino dialogo activo y productivo en múltiples
dimensiones.

 Identidades Culturales: comunidades imaginarias y contingentes de José Manuela


Valenzuela Arce

Los grupos étnicos son grupos sociales que asumen ciertas características particulares y no
pueden ser definidos de manera esencialista. La etnicidad se construye en base a las
diferencias reales. Las características étnicas son aquellas que prevalecen en un grupo y lo
diferencian como un pueblo. La identidad nacional es una dimensión ideológica que
implica la identificación con un proyecto de nación, tiene varias características como una
visión común de la sociedad, una organización social dominante, un imaginario
compartido, entre otras. Los nacionalismos son acciones y proyectos que dimanan de la
específica concepción e interiorización de la nación o lo nacional. Hay diferentes tipos de
nacionalismos: Nacionalismo legitimador: pretende mantener la prevalencia del proyecto
nacional dominante. Nacionalismo popular: cuestiona el proyecto dominante de nación
desde una perspectiva democrática o de cambio social. Nacionalismo autodeterminista:
plantea el problema de la soberanía y la autodeterminación nacional, en donde se pueden
expresar diferentes grupos sociales con proyectos propios de legitimación, de
emancipación, democráticos o revolucionarios. Estas tres maneras de nacionalismo están
interrelacionadas y es complicado separarlas.
La identidad patria se refiere al sentimiento de pertenencia a un Estado-nación, y es un
tipo de identidad que se ubica en un nivel cultural que refiere a una inversión más que a la
asociación con un proyecto común. Las identidades se forman en un doble dinamismo:
autoidentificación y heterorreconocimiento, también hay que tener claro en que las
identidades son cambiantes y no algo ya dado ni inmutable. La cultura nacional es la que
cubre y uniforma desigualdades, permite la identificación desigual con un proyecto de
nación aparentemente común. Es la búsqueda de un modelo de cohesión interna y
“protección” ante lo “externo”. Lleva un implícito un cierto consenso. Es un proceso
selectivo en el que se van a constituir identidades culturales que se comparten entre los
sectores mayoritarios de la nación.

 Breves apuntes teóricos para acercarse al problema de futbol, la masculinidad y la


violencia de Jacques Paul Ramírez Gallegos

El fútbol profesional moderno con todo y pequeños cambios en las reglas fundamentales
sigue caracterizado por la violencia y el juego fuerte como expresión de una masculinidad
que no han desaparecido sino por el contrario se han re significado en otras formas y
espacios donde sigue existiendo un predominio de formas de violencia más silenciosas
asociadas a la competitividad. El espacio futbolístico es un universo simbólico construido,
practicado, narrado y disfrutado históricamente por hombres. Los atributos de este universo
aparecen en el nivel discursivo, en las retóricas del espectáculo y también en las prácticas,
reservadas tradicionalmente a los varones que dejan al descubierto prácticas y narraciones
que se tejen alrededor de este espectáculo. El fútbol tiene una dimensión estética que
produce un sentimiento de emoción tanto a jugadores como espectadores, provocado entre
otros aspectos por el hecho de que “las principales partes del cuerpo humano, con las que es
lícita la práctica del deporte (los pies y las piernas) están localizadas en la parte inferior del
cuerpo, que es considerada, en la cosmología occidental, la más instintiva, ligada a nuestro
hemisferio irracional y primitivo. El fútbol es arena expresiva de un ethos masculino que
afirma la virilidad en torno a dos ejes contrapuestos: el del homosexual y el del púber. Se
tiene que entender la violencia como una agresión ritualizada, en donde existe una disputa
por un capital simbólico. Así, las apuestas por la gloria y el honor, en el enfrentamiento
con rivales, pueden entenderse dentro de este marco y fuertemente asociadas a la
construcción de la masculinidad en donde se despliegan oleadas de pasiones colectivas.

Compilado por: Luis Rodrigo Galindo Madroño


Con la colaboración de: Juan Miguel Huerta, Michel Ramírez, Aldo M. Pérez-Correa, Karla
C. Ramírez, Ángel E. Rangel, Jorge Capistrán, Miguel Peón, Miguel Ángel Hernández,
Andrea López.

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