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Gracia a Vosotros :: desatando la verdad de Dios, un versículo a la vez

El pecado y la Ley, 1ª Parte


Scripture: Romanos 7:7–13
Code: GAV-45-51A

Esta noche, de nuevo tenemos el gran privilegio de estudiar juntos el séptimo capítulo de la epístola
de Pablo a los Romanos. Romanos, capítulo 7. Nuestro texto para esta noche es tomado desde los
versículos 7 al 13. Permítanme leérselo para preparar nuestro mensaje en esta noche. Romanos 7,
comenzando en el versículo 7: “¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero
yo no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No
codiciarás. Mas el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, produjo en mí toda codicia;
porque sin la ley el pecado está muerto. Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el
mandamiento, el pecado revivió y yo morí. Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a
mí me resultó para muerte; porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó, y
por él me mató. De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.
¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para
mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el
mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso”.

Ahora, a primera vista ese parece ser un argumento bastante complejo y difícil de entender. Pero no
es así como lo descubriremos juntos al estudiar este gran pasaje. Antes de que veamos el texto en
particular, permítame recordarle de las buenas noticias más grandes jamás conocidas. Y eso,
resumida en esta breve afirmación: Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores. Esas son
las mejores buenas noticias jamás conocidas. La raza humana entera, debido al pecado, está
encaminada al infierno. Todo hombre, toda mujer que nace en este mundo, tiene como destino el
infierno. Y la razón de esto es que toda persona en este mundo vive en rebelión contra Dios. Y
contra la ley divina de Dios. Toda persona es una violadora del mandamiento divino. Y Dios, siendo
un Dios de justicia, debe demandar un castigo por una violación como esa. Y debido a que los
crímenes del hombre en contra de Dios son tan severos, debido a que la magnitud de ellos es tan
monstruosa, no hay manera en la que los hombres jamás puedan pagar la deuda que deben. Pero,
aunque no pueden pagar en su totalidad la deuda, no puede jamás llegar un momento en el que la
deuda se pueda decir que fue pagada. Pagarán lo que puedan pagar mediante una eternidad en el
infierno, en donde ellos sufrirán.

Entonces, los hombres nacen en el mundo camino al infierno porque han pecado contra Dios. Y
Dios es un Dios de santidad, cuya justicia demanda un castigo así. Pero aunque ese es el hecho del
ser del hombre, no es el deseo del corazón de Dios. Y esta es la razón por la que Pedro escribe:
“Dios no quiere que nadie”, ¿Qué?, “perezca”, 2 Pedro 3:9, “sino que todos vengan al
arrepentimiento”. Y entonces, Dios ha enviado a Jesucristo al mundo para pagar la deuda que todos
los hombres y mujeres deben. A morir la muerte que todos merecen. A llevar el pecado que todos
deben llevar. Y Dios ha ordenado que cuando un hombre o mujer cree en Jesucristo y lo acepta, a
Él y a su obra a favor de ellos, el pecado de esa persona es perdonado para siempre. Y después
Dios ha ordenado que no sólo su pecado sea perdonado, sino que se les concede la naturaleza
santa misma de Jesucristo. Se convierten en participantes de la naturaleza divina misma. Se le
concede eso al pecador creyente y de esta manera está preparado para pasar la eternidad en el
cielo con Dios.
Y entonces, lo vuelvo a decir, las mejores noticias que jamás han llegado al mundo es que
Jesucristo murió para salvar a pecadores. Y por la fe en el Señor Jesucristo, los hombres pueden
estar bien con Dios, pueden escapar del juicio, pueden recibir la justicia divina. Se puede pagar una
deuda a favor de ellos, que nunca podrán pagar por sí mismos. Y estarán equipados para el cielo de
una manera en la que nunca podrán estar equipados por sí mismos. Ahora, esto es lo que el apóstol
Pablo realmente está presentando como el tema de su Epístola entera. Esta es la doctrina de la
justificación por la fe. Esto es que los hombres entran en una relación correcta con Dios a través de
creer en el Señor Jesucristo. Esa es la doctrina central de la fe cristiana. Y de la misma manera, en
la doctrina central de la Epístola de los Romanos, es el corazón del Evangelio y es el corazón del
mensaje de Pablo.

De hecho, nos hemos estado enfocando en esa doctrina maravillosa desde que comenzamos este
estudio. ¿Puedo llevarlo de regreso al capítulo 1 por un momento? Al versículo 16, dónde Pablo nos
da una afirmación condensada del tema, del resto de la Epístola entera a los Romanos: “Porque no
me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al
judío primeramente, y también al gentil. Porque en él la justicia de Dios es revelada de fe y para fe,
como está escrito: el justo por la fe vivirá”. Ahora, ahí está el tema del libro. Los hombres entran en
una relación correcta con Dios por la fe. El Evangelio es un mensaje que les llega a los pecadores y
les habla de una salvación por gracia a través de la fe disponible en Jesucristo.

Ahora, habiendo establecido el tema en los versículos 16 y 17, Pablo entonces comienza a explicar
ese tema a lo largo del resto de esta Epístola maravillosa. Y hemos aprendido que en los capítulos 1
y 2, él mostró la necesidad de la salvación. La necesidad de entrar en una relación correcta con
Dios. En los capítulos 3 y 4, el método de la salvación. ¿Cómo es que una persona entra en una
relación correcta con Dios? Y es por la fe en Jesucristo. Y ahora, en los capítulos 5 al 8, capítulo 5,
6, 7 y 8, el apóstol Pablo nos está mostrando los resultados de la salvación por la fe. Los resultados
de la justificación por la gracia. Y hemos estado aprendiendo acerca de esos resultados. En primer
lugar, en el capítulo 5, vimos que cuando una persona viene al Señor Jesucristo hay seguridad. Ha
hecho la paz con Dios. Las cosas son establecidas en esa relación y él está seguro en Cristo. Y
después, cuando llegamos al capítulo 6 descubrimos que no sólo la seguridad es un resultado de la
justificación por la fe, sino que la santidad es otro. Así como la paz con Dios en el capítulo 5 nos da
seguridad. Entonces, así también la unión con Cristo en el capítulo 6 nos concede santidad.

Y entonces, el creyente recibe la santidad divina. Y en lugar de que la santificación se ha hecho a un


lado y hecho independiente de la justificación por la fe o más bien, que la justificación por la fe
elimine la santificación. Como a Pablo se le acusaba de enseñar, más bien la produce. Los que
cuestionaban a Pablo le decían: “Bueno, si predicas justificación por gracia a través de la fe sin
obras, las obras no tienen parte en la salvación, y que las obras no tienen parte en la santificación y
de más, entonces realmente estás diciendo que la gente puede hacer lo que quiere, la gracia va a
cubrir todo”. Y entonces Pablo señala que, en lugar de que la justificación por la gracia a través de la
fe lleve al libertinaje, lleva a la santidad.

La última vez, comenzamos a abrir este tremendo capítulo 7. Vimos un tercer elemento en términos
de lo que viene como resultado de la justificación por la fe. Y eso es libertad de la ley. Libertad de la
esclavitud a la ley. También vimos en los versículos 1 al 6 que el dar fruto es un resultado, así como
lo es el servicio a Cristo. El versículo 5 dice, o más bien el versículo 4 dice, que producimos fruto par
Dios. Y el versículo 6 dice que servimos al Señor. Ya no en el estado viejo de la letra, sino con un
espíritu nuevo. Entonces, la justificación por la fe es su tema. Él anuncia el tema en los capítulos 1,
16 y 17. Él desarrolla la necesidad para ello en el resto del capítulo 1 y 2. Él describe cómo ocurre
en los capítulos 3 y 4. Y en los capítulos 5 al 8, él muestra sus resultados. Y estamos en medio de
esos resultados en este momento.

Ahora, las palabras esenciales entonces en los primeros ocho capítulos de romanos son las
palabras: gracia y fe. Él está presentando una salvación que es un regalo de Dios recibido por la fe.
Y entonces, conforme usted avanza a lo largo de estos capítulos, y permítame hacer esto con usted
por un momento, regrese al capítulo 3. Y quiero, simplemente llevarlo rápidamente a lo largo de
algunos versículos clave. Usted va a ver estos términos clave e ideas clave. En el 3:22 leemos: “La
justicia de Dios que es por fe”, ahí está esa palabra clave. Versículo 24: “Siendo justificados
gratuitamente por su gracia”. Versículo 25: “A quien Dios estableció para ser propiciación a través
de la fe”. Fe y gracia. Versículo 26: “Declaro, esto digo, en este momento su justicia, para que él sea
el justo, y el justificador del que cree en Jesús”. Ahí está la fe de nuevo. Versículo 28: “Por lo tanto,
concluimos que un hombre es justificado por fe”. Versículo 30: “Viendo que es un Dios quien va a
justificar a la circuncisión por la fe, y a la incircuncisión por la fe”. Capítulo 4, versículo 3: “Porque
¿Qué dice la Escritura? Abraham creyó a Dios”. Ahí está la fe de nuevo. “Y le fue contado por
justicia”.

Versículo 4: “Ahora al que obra, el salario no le es contado de gracia, sino como deuda”. Versículo
5: “Pero al que no obra, sino que cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por
justicia”. Versículo 11: “Él recibió la señal de la circuncisión”, esto es Abraham, “una señal de la
justicia de la fe que él tenía”. Versículo 13: “Porque la promesa para que él fuera el heredero del
mundo, no fue a Abraham o a su simiente a través de la ley, sino a través de la justicia de la fe”. Y
de nuevo el énfasis está en la fe, versículo 16: “Por lo tanto, es por fe, para que sea por gracia”.
Versículo 20: “Y no titubeó ante la promesa de Dios a través de la incredulidad, sino que se
fortaleció en la fe”. Allí está de nuevo: gracia, fe, gracia, fe, en todos lados.

Usted llega al capítulo 5, versículo 1: “Siendo, pues, justificados, por la fe”. Versículo 2: “Por quien
también tenemos acceso por la fe a esta gracia”. Versículo 18: “Por tanto, así como la ofensa de un
juicio vino a todos los hombres para condenación, así también por la justicia de uno, el regalo
gratuito vino sobre todos los hombres para justificación de vida”. Y ahí volvemos a encontrar que es
un regalo, un regalo de gracia. Versículo 20: “La ley entró para que el pecado abundase; pero donde
el pecado abundó, la gracia abundó más”. Versículo 21: “Para que así como el pecado reinó para
muerte, también la gracia reinara para vida”. Capítulo 6, versículo 23, resume lo mismo: “Porque la
paga del pecado es muerte, mas la dádiva, el regalo de gracia de Dios es vida eterna por Jesucristo
nuestro Señor”.

Ahora, usted se da cuenta del desarrollo de manera muy clara. Cuando usted ve esos términos
particulares, en ese mensaje único que Pablo está dando en un contexto judío. Ellos habían sido
creados como todos los hombres suponen que usted apela a Dios y apacigua a Dios y usted agrada
a Dios, al Dios que usted esté tratando de apelar. Por su bondad, o al obedecer sus reglas o sus
leyes o al conformarse a sus estándares. En cierta manera, usted se gana el favor de Dios. Y los
judíos ciertamente estaban comprometidos con eso como un estilo de vida. Y cuando Pablo vino y
predicó una salvación que era un regalo gratuito y que no se lo podía ganar, y que no era recibido
por obra sino por la fe. Y la fe misma era un regalo de Dios, fue muy, muy difícil que los judíos lo
aceptaran. Y después cuando él dijo al final del capítulo 5, que entre más pecado hay, más abunda
la gracia. Eso se volvió casi imposible para ellos de aceptar.
Los judíos, como puede ver, tenían un compromiso profundo con la ley de Dios. Y con un sistema
de justicia por obras que usted hacía su obra para agradar a Dios. Y entonces, en el capítulo 6,
versículos 1 y 2, acusaban a Pablo de liberar a todo el mundo por su principio de gracia y correr por
todos lados para hacer lo que querían. Digo, entre más peco, más gracia. Y entonces usted
simplemente los está entregando al libertinaje. Después de todo, como puede ver, ellos creían que
la ley procuraba la santidad. Y la ley mantenía la santidad. Y si usted quita la ley, y usted quita las
reglas, y usted quita los estándares, entonces ha eliminado la protección de la santidad. Y entonces
lo único que pueden ver es que la sociedad entera se entrega al pecado bajo esta enseñanza de
gracia.

Ahora, ellos tenían en muy alta estima la ley de Dios. Y usted puede dividir la ley de Dios,
simplemente podría decir en tres partes, en lo que a un judío concierne: la ley ceremonial, la ley
social y la ley moral. Ellos lo veían como uno porque les fue dada como uno porque eran un pueblo
único. Y creían que usted tenía que guardar todas esas leyes. Y ese era el estándar de la santidad.
Y la única manera en la que usted podía llegar a ser santo, la única manera en la que usted podía
mantenerse santo, era guardando las leyes. Ahora, los rabinos, ya para el tiempo de nuestro Señor,
y el tiempo del ministerio de Pablo, habían resumido toda la ley del Antiguo Testamento en 613
mandamientos. Y para ser perfectamente santo y para mantener esa santidad, realmente usted
tenía que trabajar duro para guardar los 613 mandamientos. Y simplemente, por causa de mi
curiosidad en esta semana, saqué un libro que los tiene a todos y leí todos ellos. Y habría sido casi
imposible guardarlos todos. Y hay un espectro muy , muy amplio de mandamientos y claro, habían
sido mejorados y alterados en cierta manera por la tradición rabínica. Inclusive, más allá de la
intención de Dios. Los rabinos los dividieron en dos partes. Primero estaban las cosas obligatorias
que tenían que ser hechas. Segundo, las cosas que se prohibían. Decían que habían 248 cosas que
usted tenía que hacer y por alguna razón extraña, decían que corresponde con el numero de
miembros en el cuerpo. No se qué tipo de cuerpo tenían en mente, o quizás una especia de pulpo, o
de otra manera cortaron otras cosas como miembros de lo que normalmente nosotros
consideramos.

Pero estas leyes, estas 248 cosas obligatorias que usted tenía que hacer relacionadas con Dios,
con el templo, sacrificios, votos, rituales, donativos, días de reposo, animales para consumirse,
festivales, comunidad, idolatría, guerra, asuntos sociales, familia, asuntos judiciales, derechos
legales y esclavitud. Y después tenían 365 leyes de prohibición, en otras palabras cosas que usted
no podía hacer. Y había una de esas para todo día solar del año. Se relacionaban con la idolatría,
lecciones de la historia, blasfemia, adoración de templos, sacrificios, sacerdotes, dieta, votos,
agricultura, préstamos, negocios, esclavos, justicia y relaciones. Y entonces, tenían esta vasta
cantidad de leyes y esas leyes, por cierto, tenían todo tipo de matices y todo tipo de interpretaciones
rabínicas, y todo tipo de corolarios y leyes adjuntas, y leyes sobre leyes, sobre leyes. Hasta que
usted literalmente estaba viviendo consumido por esto. Usted tenía que vivir la vida entera con eso
en su mano, y tenía que estarlo leyendo todo el tiempo para que no se equivocara y se acordara
usted de todo. Esta es la razón por la que dice en Hechos 15:10 que era un yugo sobre el cuello de
Israel, el cuál ni nuestros padres ni nosotros pudimos llevar.

Pero sabían que la ley, al darse originalmente, era divina. Como puede deber usted. Que Dios le
había dado a ellos estas leyes. Y que Dios se las había dado por una razón y entonces estaban
circunscritos a estas leyes, como las leyes de Dios. Y creían que debido a que Dios se las había
dado, necesitaban seguirlas. De hecho, había mucho más que motivarlos a obedecer la ley.
Regrese casi al final del libro de Deuteronomio, capítulo 27. Y permítame decirle, si puedo hacerlo,
por qué era tan importante para ellos guardar la ley. Deuteronomio 27:26, ese es el último versículo
en el capítulo. Y de nuevo, esto es la palabra de Dios para ellos, dada a ellos por el agente de Dios,
quien era Moisés, su líder. Y en Deuteronomio 27:26 dice: “Maldito sea aquel que no confirmare
todas las palabras de esta ley para hacerlas”. En otras palabras, si usted no cumple con toda esta
ley que ha sido dada, usted será maldecido. Y simplemente para bosquejar la severidad de eso, lo
único que tiene que hacer es entrar al capítulo 28. Y usted va al versículo 15: “Pero sucederá, que si
no oyeres la voz de Jehová vuestro Dios, para guardar todos sus mandamientos y sus estatutos que
yo te mando este día, que todas estas maldiciones que vendrán sobre ti”.

Ahora, esa es una afirmación muy fuerte. Si no haces todo esto, vas a ser maldecido. “Maldito serás
en la ciudad, y maldito serás en el campo. Maldita será tu canasta, maldito será el fruto de tu
cuerpo, y el fruto de tu tierra, de tus vacas, de tus rebaños y de tus ovejas. Maldito serás tú entres y
salgas”. Y, eso es una maldición bastante amplia, ¿No es cierto? Y si no fuera suficiente, versículo
20: “Jehová mandará maldición, reprensión en todo que lo haga tu mano, hasta que seas destruido,
y perecerás rápidamente debido a la impiedad de lo que has hecho por haberme dejado”. Y
después: “Jehová”, hará ¿Qué?, “la peste se aferre a ti, hasta que te haya consumido de la tierra a
la que vas para poseerla”. Él te va a “matar con fiebre, con inflamación, con un ardor extremo, con la
espada; y te van a buscar hasta que perezcas. Y amigos míos, realmente no quiero leer todo esto,
pero sigue a lo largo de todo el capítulo. Y continúa maldiciendo, maldiciendo, maldiciendo y
maldiciendo. Y la maldición entra en toda dimensión concebible de la vida. Si usted no guarda la ley
de Dios, usted es maldecido.

Ahora, vayamos al Nuevo Testamento. Conforme regresamos donde estamos en el Libro de


Romanos, tenemos un poco de entendimiento. ¿Por qué el judío se sentía tan obligado con la ley de
Dios? Después de todo, era la ley de Dios y Dios era Dios. Y usted no jugaba con Dios siendo Dios.
Y después tiene toda esta palabra tremenda que se relaciona con el hecho de que si usted no
guarda todo eso, usted va a ser maldecido.

Ahora, esta es una carga muy pesada. Pablo hace referencia a esta carga. Y él debió haberla
llevado, porque era un fariseo de fariseos y era totalmente celoso de la ley. Y en Gálatas 3:10, él
dice: “Porque todos los que son de las obras de la ley están bajo maldición”. Toda la gente que
todavía está bajo la ley, todos aquellos que están tratando agradar a Dios al guardar todas sus
leyes, están bajo una maldición. ¿Por qué? Porque usted no puede guardar la ley de manera
perfecta, ¿Verdad? Y entones, dice en Gálatas 3:10, y el cita Deuteronomio: “Maldito es todo aquel
que no hiciere todas las cosas que están escritas en el libro de la ley, para hacerlas”. Ahora, eso nos
dice que Pablo como judío entendía lo que Deuteronomio estaba diciendo, que si usted no hace
todo esto, si usted no guarda todas estas leyes todo el tiempo, usted es maldecido.

Ahora, eso es lo que Dios dijo: “Usted está maldecido”. Entonces, los judíos eran celosos de la ley.
Y cuando llegamos al mensaje del apóstol Pablo, y él dijo: “Las obras no importan. Por las obras de
la ley ningún ser humano será justificado”. Hombre, realmente estaba pisando sus pies teológicos.
Les parecía muy, muy difícil recibir esto. Pero Pablo presenta un gran punto en su mensaje en
Gálatas, capítulo 3, porque él señala la futilidad total de un enfoque como ese: “Maldito es todo
aquel que no hiciere todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas”. Y después él
continua diciendo: “Que ningún hombre es justificado por la ley a los ojos de Dios”. Y él inclusive
profundiza y dice, y eso también es evidente a partir del Antiguo Testamento, porque es en el
Antiguo Testamento en donde dice que “el justo”, ¿por la qué?, “fe vivirá”. Eso es Habacuc.
Entonces, el Antiguo Testamento, ahora escúcheme, el Antiguo Testamento por un lado decía: “Si
no guardan toda la ley, en todo el tiempo, con toda su vida, y la rompen en un punto, son
maldecidos”. Es correcto. Santiago sabía eso. Santiago 2:10 dice: “Porque el que guardare toda la
ley, y la quebrantare en un punto”, ¿Es qué? “Culpable de todo”. Dice usted: “Bueno, ¿por qué
entonces Dios les dio una ley que no podían guardar?” Muy simple, para mostrarles lo pecaminoso
que eran. Y para llevarlos al punto en el que reconocerían que para ser justos tenían que venir a
Dios. ¿Por qué? Por fe. Pero no quisieron venir por fe, ellos prensaron en su justicia propia, que
podían hacerlo por sí mismos, y entonces se aferraron al sistema de justicia por obras e ignoraron el
principio de la fe.

Y entonces, todos estaban bajo una maldición. Como puede ver, quebrantar una ley de Dios no es
como romper un rayo en un ring de bicicleta. Usted pude romper un rayo y seguir manejando. Es
como romper un panel de vidrio. Usted le pega en un punto y todo se cae. Y entonces, todos
estaban maldecidos. Y así es la obligación hacia la ley. La obligación hacia la ley es que usted está
maldecido por la misma, porque no la puede guardar. Sin embargo, trataron, y trataron, y trataron, y
trataron por tanto tiempo, y estaban tan comprometidos con ella, que cuando Pablo llega y predica
un mensaje de la salvación por la gracia a través de la fe, simplemente no lo pudieron recibir. Y
entonces, es muy importante que él sea cuidadoso en explicarles todas las cosas que necesitan
saber para ver la verdad acerca de la ley.

Ahora, vimos que en 6:14 hay un versículo clave de Romanos: “El pecado no se enseñoreará de
vosotros; porque no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”. Él dice: “No están bajo la ley, sino bajo la
gracia”. Esa es una afirmación maravillosa. Sabemos lo que eso significa, ¿No es cierto? Ya no
estamos bajo la ley, ¿En qué sentido? La maldición de la ley. La maldición de la ley porque “Cristo”,
dice Pablo en Gálatas 3, “fue hecho una maldición por nosotros”. Para que fuéramos liberados de la
maldición de la ley. Entonces, en el mensaje aquí Pablo dice: “Miren, ya no estamos bajo la ley,
estamos bajo la gracia”. Ya no estamos bajo esa maldición.

Ahora, en este punto cualquier judío que está pensando va a decir: “Bueno, si la ley no nos puede
salvar, y la ley no nos puede santificar, y queremos salir de estar debajo de la ley, la cual
únicamente nos puede maldecir, entonces ¿De qué sirve la ley?” ¿Verdad? Digo, si tú sólo estás
diciendo, Pablo, sólo estás tomando la ley entera de Dios y la estás desechando y diciendo
simplemente, desháganse de esa cosa vieja. Es inútil, no sirve de nada. ¿Es eso lo que estás
diciendo? Digo, si no podemos ser salvos por la ley, vimos eso en los capítulos 3 y 4, no podemos
ser santificados por la ley, en los capítulos 5 y 6, que tiene que venir a través de la fe en Jesucristo.
Si somos salvados por nuestra unión con Cristo, si somos hechos santos por nuestra unión con
Cristo, entonces ¿Qué lugar tiene la ley? ¿Y por qué Dios fue a tal punto, tan extremo, tan
tremendo, para darnos una ley tan compleja? Y cuando dices que debemos salirnos de estar bajo la
ley y ser libres de la ley, ¿No estás haciendo un lado en lugar de la ley? Bueno, Pablo quiere
explicar todo eso y lo hace en el capítulo 7.

Ahora, escuche con atención y le voy a dar un panorama general. Él nos da, en el capítulo 7, una
muy buena explicación del lugar de la ley. Y es un capítulo muy importante. Pero él ha estado
calentando para llegar a esto por mucho tiempo, desde el capítulo 3, cuando él mencionó por
primera vez que la ley no nos podía salvar. Él se ha estado moviendo en esta dirección. Y si usted
sólo toma el capítulo 3 hasta el 8, usted va a tener una perspectiva amplia de la ley y su función.
Ahora, escuche con atención y le voy a dar un bosquejo de esa sección entera. Primero, lo que la
ley no puede hacer por nosotros. No nos puede salvar. Eso es los capítulos 3, 4 y 5. Lo que la ley no
puede hacer por nosotros. No pude salvarnos. En segundo lugar. Pablo muestra lo que la ley no
puede hacer con nosotros. No puede santificarnos. Capítulo 6. No puede hacernos santos. En tercer
lugar, lo que la ley no puede hacer a nosotros. Si estamos en Cristo, capítulo 7, versículos 1 al 6, no
puede condenarnos. Después, lo que la ley puede hacer por nosotros, capítulo 7, versículo 7 al 13,
vamos a verlos en esta noche, pude convencernos de pecado. Después, lo que la ley no puede
hacer en nosotros, capítulo 7, versículos 14 al 25, no puede liberarnos del pecado. Y finalmente, lo
que la ley puede hacer mediante nosotros, capítulo 8, versículos 1 al 4, puede ser cumplida.

Permítame repetir eso. En los capítulos 3, 4 y 5: lo que la ley no puede hacer por nosotros. No pude,
¿Qué? No puede salvarnos. Capítulo 6: lo que la ley no puede hacer con nosotros. No puede
santificarnos, hacernos santos. Capítulo 7, versículos 1 al 6: lo que la ley no puede hacer a
nosotros. No puede, ¿Qué? Condenarnos. Capítulo 7, versículo 7 al 13: lo que la ley puede hacer
por nosotros. Puede convencernos de pecado. Capítulo 7, versículos 14 al 25: lo que la ley no
puede hacer en nosotros. No puede liberarnos del pecado. Y finalmente, capítulo 8, versículos 1 al
4: lo que la ley puede hacer mediante nosotros. Puede ser cumplida. En el poder del Espíritu que
mora en nosotros.

Entonces, usted realmente de Romanos, capítulo 3 a Romanos, capítulo 8, un retrato amplio de la


ley. Ahora, permítame decirle algo acerca del genio de Pablo. Y Romanos es un genio, es una obra
maestra, tanto de genio humano como del genio de Dios. Usted puede rastrear desde el capítulo 3
el tema de la fe. Puede rastrear el tema de la gracia. Puede rastrear el tema de la justificación.
Puede rastrear el tema del pecado. Puede rastrear el tema de la justicia. Puede rastrear el tema de
la ley. Puede rastrear todos esos temas a lo largo de ese mismo pasaje. Es tan rico que sacude la
mente. Pero entre todos esos temas grandiosos que están aquí, ninguno es tan cautivador que el
tratado amplio de la ley y su función.

Ahora, ya hemos aprendido de los capítulos 3 al 5, que no nos puede salvar. Y hemos aprendido a
partir del capítulo 6 que no nos puede santificar. Y la semana pasada aprendimos del 7:1-6 que no
puede condenarnos. Y ahora vamos a aprender lo que puede hacer en los versículos 7 al 13. Puede
convencernos de pecado. Puede convencernos de pecado. Y quiero decirle esto, esa es la razón
precisa por la que Dios la dio en primer lugar. En segundo lugar, la dio para que fuera cumplida y
pude ser cumplida por nosotros. Pero entraremos a eso cuando lleguemos al capítulo 8 y el poder
del Espíritu Santo.

Entonces, usted tiene una presentación amplia de la ley. Ahora, vimos la semana pasada en esos
primeros seis versículos que la ley ya no nos pude condenar. Muertos a la ley. Y cuando usted
muere, la ley no tiene poder sobre usted. ¿Recuerda ese principio, ahí en el versículo 1? La ley sólo
es buena mientras que usted esté vivo. Morimos en Cristo, la ley no tiene poder sobre nosotros.
Tenemos un nuevo marido, una nueva autoridad, un nuevo amo, Jesucristo. Dice usted: “¿Somos
libres de hacer lo correcto?” No, no. Versículo 6, dice que todavía servimos. Pero no servimos de
una manera mecánica legalista externa, como antes en el sentido viejo de la letra, servimos del
corazón en la naturaleza nueva, ¿De qué? Del Espíritu.

Y entonces, no sea que usted piense que un cristiano está libre para hacer lo que él quiere hacer,
no es así. Usted fue salvo para el propósito de servir a Dios. Y si usted realmente ha nacido de
nuevo, habrá santidad en su vida, habrá fruto en su vida, habrá servicio a Cristo en su vida. Usted
todavía está bajo la ley, nada más que es la ley del nuevo pacto. Es la ley del Nuevo Testamento.
Es la ley moral llevada al Nuevo Testamento. No estamos bajo la ley ceremonial de Israel porque no
somos Israel. No estamos bajo las leyes sociales de Israel. No somos Israel. Pero la naturaleza de
Dios no ha cambiado. Y todavía estamos bajo sus mandatos morales que nos son dados en el
Nuevo Testamento. Nada más que no los hacemos en nuestra propia fortaleza para tratar de
cumplirlos. Los cumplimos a partir de una relación nueva con Jesucristo, en una naturaleza nueva
de Espíritu del corazón, en lugar de que sea como antes, de afuera, bajo el régimen de la letra.

Y todavía servimos. De hecho, cuando usted lleva a alguien a Cristo, dice en Mateo 28, usted va a
ellos y los bautiza en nombre de Jesucristo. Y después les enseña a guardar todas las cosas que os
he mandado, ¿Verdad? No tenemos libertad para desobedecer. Por primera vez tenemos libertad
para obedecer y lo hacemos del corazón porque tenemos un nuevo corazón. Mediante el cual
podemos obedecer desde adentro, mientras que la obediencia antigua era superficial y externa,
únicamente. Entonces, sí estamos bajo la ley de Dios, pero servimos del corazón.

Ahora, eso nos lleva al 7:7 al 13. Si la ley no nos puede salvar, y la ley no nos puede santificar, ¿De
qué sirve la ley? Y la respuesta viene, es buena porque nos puede convencer, de pecado, nos
puede convencer de pecado. Cuatro elementos de esa convicción están en el texto. Y no voy a
tratar de descargar todo en usted, vamos a ver hasta dónde llegamos. Quiero que aprenda lo que
está aquí porque es tan maravilloso. Primer punto, le voy a dar cuatro. Usted los tiene ahí en su
bosquejo, si nos quiere seguir. Aquí está el primero: la ley revela pecado. Ese es el primer elemento
de su poder de convencimiento. La ley revela pecado. Observe el versículo 7: “¿Qué diremos, pues?
¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino por la ley; porque
tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás”. Y de nuevo la imagina su
antagonista judío que va a decir: “Hombre, acabas de decir que estamos muertos a la ley, y la ley ha
sido hecha a un lado, no nos puede salvar, no nos puede santificar, estaba tratando de
condenarnos, necesitamos deshacernos de la ley. Ahora ya no estamos bajo la ley, estamos libres
de su autoridad. ¿Estas diciendo que la ley es mala? ¿Estas diciendo que la ley santa de Dios, que
Dios le dio a su pueblo, la cual fue una manifestación de su corazón, y de su mente, y su voluntad, y
su naturaleza y su propósito, estás diciendo que eso es malo? Digo que si estás diciendo que no
estamos bajo la ley, y la ley no nos puede salvar, y la ley no nos puede redimir, y la ley no puede
hacer esto y eso por nosotros, ¿Entonces la ley debe ser mala?” Y la respuesta de Pablo es, de
nuevo el negativo más fuerte en el idioma: “Dios lo prohíba”. Así lo traducen algunas versiones es
me genoito, no puede ser eso. No, no, no. No hay manera, bajo ninguna circunstancia. Es un
pensamiento terrible, absurdo. No, la ley de Dios no es pecado, no es pecado. Y después él procede
a decir: “Yo no conocí el pecado, sino por la ley”. Por el contrario, no es pecado, revela el pecado.
¿Ve eso?

Digo, si no hubiera ninguna ley no podría haber ningún pecado, ¿Verdad? Digo, si la señal no dijera
“No pise el césped” y usted está en el césped, usted no ha quebrantado ninguna ley. Si no hay
ninguna ley acerca de manejar a cierta velocidad y usted no va a cierta velocidad, usted no ha
quebrantado ninguna ley porque no hay ninguna ley. Entonces, él dice: “La ley revela el pecado”. En
otras palabras, usted eleva, coloca el estándar y usted sabe lo que es el pecado. Ahora, esto
presenta de manera muy clara para mi que él no está hablando de asuntos ceremoniales. Él no está
hablando de asuntos sociales. Él está hablando de la ley moral de Dios. Y entonces, cuando usted
ve ley aquí, Pablo la está usando en el sentido de los estándares morales de Dios. La ley moral de
Dios. Somos llamados a la ley, no para ser salvos por ella, sino para ser juzgados por ella.
Romanos 3:20 dice esto: “Por tanto, por las obras de la ley ningún ser humano será justificado a sus
ojos”. Escuche esto: “Porque por la ley es el conocimiento del pecado”. Es una verdad muy
importante. La ley simplemente nos muestra lo que el pecado es por la definición de Dios. En
Romanos 4:15 lo encontramos ahí: “En donde no hay ley, no hay transgresión”. Versículo 13 del
capítulo 5: “Pero el pecado no es imputado donde no hay ley”. Eso es tres veces: capítulo 3, capítulo
4, capítulo 5. Dijeron lo mismo: sin ley no tiene usted pecado.

Entonces, cuando Dios revela la ley los hombres de manera inmediata son medidos por el estándar
y se hallan pecadores. Ahora escuche, observe la frase en el versículo 7: “Yo no conocí el pecado,
sino por la ley”. No creo que él tiene en mente aquí, en términos de conocer algún tipo de definición
teórica, teológica, de diccionario, de hechos, de la naturaleza y el hecho y existencia del pecado.
Creo que lo que él está diciendo es: “Yo realmente nunca conocí la profundidad del pecado. Y
realmente nunca conocí la plenitud del pecado hasta que realmente entendí la plenitud de la ley”. Lo
que él está diciendo aquí es: “La ley, cuando realmente la entendí, me convenció de pecado”. Note
aquí la palabra “yo”, aquí. Pablo está dando, de pronto, un testimonio personal. De pronto, él está
hablando en la primera persona del singular y él está diciendo lo que está pasando en su propio
corazón. Esta es la pecaminosidad personal propia de Pablo. Él está dando un testimonio de su
convicción. Y yo creo que esto fue parte del haber venido al Salvador. Esto fue parte de la obra de
convencimiento del Espíritu de Dios que culminó en el camino a Damasco. Y los días que siguieron
en su ceguera cuando él llegó a entender su propia vida. Y la necesidad de un Salvador. Y se
entregó a Jesucristo y fue transformado de Saulo, el perseguidor, en Pablo el predicador.

Y creo que es tan importante que usted tenga esta parte de su viaje espiritual. Porque si usted sólo
tiene el camino a Damasco, usted podrá pensar que fe salvado por Dios fuera de su propia voluntad.
Porque hay un acto tan soberano por parte de Dios en el camino a Damasco, que usted se pregunta
si él tuvo algo que ver en su propio corazón, ¿Verdad? Digo, él está caminando, ahí por el camino
matando cristianos. Y después, él está sepultado ahí en el polvo y ordenado el ministerio. Y usted
no sabe si él se involucró en la acción misma, en términos de su propio corazón, hasta que usted
aquí en Romanos ve que de hecho estuvo involucrado. Y al mismo tiempo, Dios estaba trayendo al
corazón de este hombre una convicción acerca de su pecado, que estaba incrementándose
conforme comenzó a ver la ley de Dios por lo que realmente era.

Ahora, por mucho tiempo él pensó que él sabía lo que la ley de Dios realmente decía. Digo, después
de todo era un fariseo. Él era judío. Él era judío. Él podía leerle la ley como ninguna otra persona
podía leer la ley. Él podía interpretar la ley en términos de las tradiciones rabínicas. Él había pasado
su vida tratando de guardar la ley. Él era muy religioso. Él habría caído en la categoría de las
personas descritas en Romanos 10:3, donde dice: “Tienen celo de Dios”. Pero no según
conocimiento, según ciencia. Piensan que saben, pero no saben. Son ignorantes de la justicia de
Dios. Y establecen su propia justicia. Ahí estaba él. Él estaba muy ocupado siendo como el hombre
en Lucas 18, que estaba diciendo: “Señor, te doy gracias porque no soy como los otros hombres,
doy diezmos de todo lo que gano, ayuno, y hago todo esto, y es tan maravilloso ser como yo. Y
debes tú estar contento, Dios, por tenerme”. Digo, él era justo en sí mismo. Él pensó que se estaba
ganando su derecho al cielo. En Gálatas 1:13 él dice, escribiéndole a los gálatas: “Porque habéis
oído de mi vida pasada en la religión judía”. Digo, su reputación como un judío celoso era conocida.
Todo el mundo sabía de este judío celoso llamado Saulo. Él dijo en Gálatas 1:14 : “Yo sobrepasaba
en la religión de los judíos a muchos de mi propia nación, siendo mucho más celoso de la tradición
de mis padres”. Yo era el judío más judío que había. Era la persona más celosa, que guardaba la
ley, que había.
Él da un testimonio parecido, inclusive con más detalle, en Filipenses, capítulo 3. Y todo eso va de
la mano con lo que estamos viendo en Romanos. Filipenses 3:5: “Circuncidado al octavo día”, ese
era el día en el que debía usted ser circuncidado. Él puede agradecer a sus padres por eso, no él.
No obstante, era parte de la tradición entera. Él era “del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín,
hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia”. Escuche
esto: “En cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible”. ¿Estás bromeando? ¿Por la definición
de quien? ¿Quiere saber cómo podía decir él eso? De la misma manera en la que el joven rico vino
y el Señor le preguntó: “Bueno, ¿has guardado la ley?” Y él dijo: “Desde mi juventud he guardado
toda la ley”. ¿Cómo es posible que una persona pudiera decir eso? Así es como lo puede decir.
Porque habían llevado la ley de Dios a la dimensión externa únicamente. Y sólo era cuestión de que
usted hacía y no hacía. Y la habían reinterpretado para acomodar su pecaminosidad.

Entonces, habían reinterpretado la ley y la habían hecho totalmente externa. Sólo era cuestión del
exterior y realmente nunca habían enfrentado con el interior. Y allí es donde está toda la basura.
Habían circunscrito lo externo de su vida para que se viera bien. Y mientras que la ley de Dios sólo
estuviera relacionada con el exterior, pensaban que estaban bien. Y claro, más adelante, en este
mismo capítulo, Filipenses 3, él dice: “Bueno, realmente cuando veo en mi interior, vi toda la basura
que había en mi vida. ¿Y saben qué? Todo era estiércol”. Eso es lo que dice, estiércol. Una vez que
vio dónde estaba el verdadero problema, que estaba dentro, y donde la ley realmente quería
aplicarse a sí mismo, que era por dentro, él vio lo que él era.

Entonces, regresemos al capítulo 7 de Romanos y lo que ve usted ahí es una experiencia de


convicción de Pablo pre-salvación. En algún punto a lo largo del camino, conforme el Señor estaba
llevándolo a la transformación de la salvación, no sólo estuvo el acto soberano de Dios en el camino
a Damasco, sino que estuvo la operación interna del mismo Dios soberano llevando a Pablo a una
consciencia tremenda de la verdad de la ley misma. Y eso es que la ley no sólo era externa, sino
que la ley era interna. ¿Entendió eso? La ley era interna. Dice usted: “¿Cómo sabes eso?” Sé eso
por el elemento en particular de la ley que Pablo escoge. Obsérvelo: “Porque tampoco conociera”,
¿Qué? “La codicia”. Esa es la palabra epitomía o deseos malos, “si la ley no dijera: No codiciarás”.
Él escoge el décimo de los diez mandamientos, el mandamiento “No codiciar”. Y codiciar no es algo
que usted hace por fuera, ¿Verdad? Codiciar es algo que usted hace, ¿Dónde? Adentro. Y de todos
los diez mandamientos, éste es el que es interno. De todos los diez mandamientos, éste es el que
habla del interior, de la lujuria, del deseo, de la codicia. Y Pablo está diciendo: “Cuando vi lo que la
ley de Dios estaba diciendo que tenía que hacer, no sólo con mis actos, sino con mis actitudes, y
que tenía que ver con mi codicia y mis deseos, y querer lo que no era mío, vi que todo lo que yo
estaba haciendo por fuera era realmente estiércol, porque estaba lleno de deseos viles por dentro”.

Ahora, esa es la convicción de la realidad. Eso es la realidad. Usted podrá tener alguien que viene,
como me dijeron: “Sabes, mi vida está bien. Tengo que corregir mi vida porque noto que miento”. O:
“Me he dado cuanta que tomo mucho”. O: “Me enojo, y me está molestando y tengo que corregir mi
vida”. Bueno, eso está bien, pero usted no entiende todavía el verdadero problema del pecado. El
problema del pecado no es externo, usted puede controlar eso por fuera a través de otros medios
que no sean los medios de la gracia, ¿Verdad?, Digo, usted podría dejar de tomar por fuera,
simplemente ir a Alcohólicos Anónimos. Usted podría dejar de mentir, simplemente al recibir algún
tipo de consejería psicológica, ser hipnotizado para que cada vez que usted mintiera, algo raro le
pasara a usted por algún tipo de cosa subliminales que han sido implantadas en su psique mientras
que estaba bajo hipnosis. Digo, usted podría controlar su conducta porque quiere ser aceptado por
muchas personas religiosas que no mienten, o lo que sea. Hay otras maneras de hacelo, pero la
única manera en la que usted va a poder limpiar el deseo malvado de su corazón es mediante una
transformación por Dios.

Y entonces, eso es lo que la ley quiere hacer. Y esta es la razón por la que no sólo hay mandatos
externos, sino que hay mandatos internos. Y este es el que llega con el mayor impacto. Y este es el
que simplemente devasta la codicia porque habla del corazón. Ahora, esta es la experiencia de
Pablo. Pero no sólo su experiencia, creo que habla por todos los que llegan a una convicción
verdadera. Y creo que cuando usted viene a Jesucristo, usted llega a la convicción que no sólo tiene
problemas controlando lo de afuera, sino que usted tiene peores problemas controlando lo de
adentro. Todos los incrédulos que vienen a Cristo vienen así. Ven la realidad de la profundidad de
su pecado. No sólo que hacen cosas malas, sino que hay una corrupción interna en su naturaleza.

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