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Esa relevancia se construye desde una premisa fundamental que hay que explicitar: el
reconocimiento del carácter pluridimensional de la relación de trabajo. Esto es, una relación
de carácter económico que sujeta al trabajador a las necesidades productivas de la
empresa en una sociedad capitalista, pero que, al mismo tiempo, se constituye como una
relación política en el sentido que estructura un poder privado en el contexto de una
sociedad democrática.
Desde ese ángulo, necesariamente debe reconocerse la doble dimensión del trabajador
en las sociedades contemporáneas: como sujeto que forma parte de una relación laboral
cuya finalidad es la productividad —y que se expresa en el vínculo contractual—, y como
sujeto que forma parte de una relación de poder que lo expone a una subordinación fáctica
y jurídica, que es, a todo esto, la justificación de la expansión de los derechos
fundamentales en la relación de trabajo 1 .
Es una forma de permitir que los trabajadores logren —en palabras de Rogmanoli—
"expropiar cuotas de autocracia privada" 3 propias de la empresa moderna, que se reflejan
con nitidez en los poderes legales reconocidos al empleador y que se manifiestan
significativamente en la confección unilateral de las condiciones de trabajo.
En el trabajo, antes del derecho está el poder. Exploremos, entonces, en qué consiste el
poder que la empresa ejerce sobre el trabajador y qué presión ejerce sobre sus derechos
fundamentales.
De partida, existe consenso en la literatura que el poder es "un punto clave en el campo
de las relaciones laborales", ya que "las relaciones laborales están centradas en los
procesos de influencia y control sobre el trabajo" 4 . De ahí que "debería ser evidente que
la relación laboral es una forma específica de poder" y que "el poder es una propiedad de
la estructura, las actividades y los procesos característicos de las relaciones laborales y,
como en todas las relaciones de poder, la lucha por el control es el rango central y constante
"5.
Las formas que adoptan ese poder empresarial sobre el trabajador son múltiples.
No es extraño que en esa intensa forma de poder y sus técnicas de control propias de las
empresas fordistas en el capitalismo del siglo veinte, Foucault viera la concreción del viejo
ideal benthamiano del "panóptico" —expresado en la fábrica, la cárcel y el hospital -: "en el
panóptico se producirá algo totalmente diferente: ya no hay más indagación, sino vigilancia,
examen. No se trata de reconstruir un acontecimiento, sino de vigilar sin interrupción y
totalmente. Vigilancia permanente sobre los individuos por alguien que ejerce sobre ellos
un poder —maestro de escuela, jefe de oficina, médico, siquiatra, director de prisión— y
que, porque ejerce ese poder, tiene la posibilidad no solo de vigilar, sino también de
constituir un saber sobre aquellos que vigila ", y agrega que ese "es un rasgo característico
de nuestra sociedad: una forma de vigilancia que se ejerce sobre los individuos de manera
individual y continua, como control y castigo, como recompensa y como corrección, es decir
como método de formación y transformación de los individuos en función de ciertas normas
"12 .
El efecto más relevante del panóptico —incluida la fábrica—, según el propio Foucault,
será la de inducir en el sujeto "un estado consciente y permanente de visibilidad que
garantiza el funcionamiento automático del poder" 13 .
Ahora, en las últimas décadas, una forma tradicional de poder y control sobre los
trabajadores, se han agregado nuevas formas de control, que lejos de aminorar la jerarquía
empresarial, la han acrecentado exponencialmente. Y es que, como apunta con lucidez
Crary, "la forma que toma la innovación dentro del capitalismo es la simulación continua de
lo nuevo, mientras que las relaciones de poder y el control permanecen efectivamente
iguales" 14 .
¿En qué consiste estas nuevas tecnologías de poder empresarial?
Por una parte, el control tecnológico — digital de la relación laboral, derivado del auge de
las tecnologías de la información y, por otro lado, el control emocional, reforzado por el
ascenso de la "cultura de los valores empresariales" 15 .
Pero no solo se trata del tradicional control vertical ahora potenciado por el uso de la
informática —el ojo digital—, sino también porque el trabajo ahora se hace a través —y
cada vez más— de esa comunicación. Es decir, "en el posfordismo, cuando la línea de
producción se convierte en flujo informativo, la gente trabaja precisamente comunicándose.
La comunicación y el control se requiere mutuamente" 17 .
Con relación al control emocional que hoy se ejerce sobre los trabajadores, que ocurrió
en los últimos tiempos —en palabras de Berardi— "el alma fue puesta a trabajar", lo que
constituiría "el núcleo esencial de la transformación posindustrial, de la transformación a la
que estamos asistiendo en las últimas décadas del siglo XX " 20 .
Ese control "del alma" del trabajo se hace efectivo por la difusión de una fuerte ideología,
a la cultura de los valores de la empresa 21 .
De ahí, como apunta Antunes, que "el escenario es aún más intenso en los estratos
precarizados de la fuerza humana de trabajo, que experimentan las condiciones más
carentes de derechos y viven en condiciones de inestabilidad cotidiana, dada por el
trabajo part-time , temporario, precarizado "y que" bajo la incertidumbre y la superficialidad
dadas por la condición de precarización o de riesgo de desempleo, la alienación puede
asumir formas aún más intensificadas e incluso brutalizadas, pautadas por la pérdida (casi)
completa de la dimensión de la humanidad " 28 .
Se produce eso que, con lucidez, Fisher denominación el poder indefinido: "el trabajo
sigue en casa, se trabaja desde la casa o se está como en casa en el lugar de trabajo, etc.
es que la vigilancia externa ya no es necesario: en gran medida la sustituye la vigilancia
interna. El Control solo funciona si uno es cómplice con él. De ahí viene esa figura de
Burroughs, "el adicto al control": aquel que necesita fanáticamente controlar, pero que
también es víctima él mismo del control que lo domina y lo posee " 30 .
¿Tiene algo que decir el derecho sobre este formidable proceso de acumulación de poder
empresarial? ¿Como podría enfrentar el potente efecto desestabilizador que ese poder
tiene en los intereses más relevantes del trabajador como ciudadano?
Pues bien, de partida, para que el derecho pueda erigir la idea de los derechos
fundamentales como herramienta y límite frente a ese poder, se requerirá una profunda
transformación constitucional. Dicha transformación se producirá en el transcurso del siglo
veinte y será conocida como constitucionalización del Derecho del Trabajo.
No cabe, en rigor, confundir dos fenómenos jurídicos históricos diferentes que concurren
rotulados bajo el mismo título. En efecto, podría sostenerse que la constitucionalización del
Derecho del Trabajo ha operado en dos direcciones opuestas: la incorporación de normas
laborales en la dimensión constitucional, y su reverso, esto es, la irradiación de las normas
de derechos fundamentales al orden laboral.
Ambos procesos así delineados, serán el soporte para que estos derechos pretendan
cumplir su función frente al poder empresarial en el trabajo: como herramienta y como límite.
Esta nueva dirección del pensamiento jurídico "se corresponde con una modificación de
la realidad social, con el desarrollo de la sociedad industrial, con la aparición progresiva de
la clase trabajadora como nueva clase ascendente, con las condiciones económicas,
sociales y culturales precarias en que vive , con las duras y penosas dimensiones en que
desempeña su trabajo " 35 .
La ampliación relatada abrirá ese citado orden a una pluralidad de sujetos anteriormente
ignorados —campesinos, asalariados, pobres, infantes, etc.— lo que importará, en la mayor
parte de las veces, reconocer el derecho de organización de estos nuevos sujetos
constitucionales, incluyendo , como caso paradigmático, las organizaciones sindicales.
Se dirá, entonces, que "el cambio más significativo del tránsito del Estado de derecho al
Estado social de derecho lo constituye la sustitución de una concepción formal por una
material de igualdad; la realización de la igualdad ya no queda librada únicamente a las
fuerzas del mercado, sino que depende de la continua y deliberada intervención de las
autoridades públicas para promover personas, grupos y sectores desfavorecidos " 39 .
Por ello, para el logro de esa finalidad distributiva del nuevo orden constitucional, se erige
como pieza fundamental el reconocimiento del derecho a la libertad sindical y los derechos
vinculados al conflicto colectivo: negociación colectiva y huelga 42 . En ese sentido, "el
nacimiento y desarrollo del derecho social están marcados a fuego por el intento de codificar
en términos jurídicos los conflictos relacionados con el trabajo asalariado" 43 .
Se afirmará, de partida, que "la antigua posición que sólo reconocía eficacia vertical a los
derechos fundamentales, estaba anclada en el viejo constitucionalismo, en tanto que en las
primeras constituciones, las proclamaciones de esos derechos se efectuaban para proteger
al individuo de la tiranía En cambio, en las sociedades modernas es claro que junto a un
posible Estado agresor del individuo, los grandes núcleos privados de poder económico
pueden dar lugar a relaciones de dominación de los individuos, tan intensas o más que las
nacidas desde los poderes públicos y respecto de las que también resulta imprescindible
defenderse " 47 .
Y el caso paradigmático de ese poder privado, es el empleador en la relación laboral. La
falta de paridad contractual, atendida la diferencia de peso contractual de las partes,
expresará la necesidad de poner barreras entre ellas.
Como se ha apuntado, "desde tiempo atrás se viene planteando como cuestión crucial la
eficacia horizontal de los derechos fundamentales, en particular respecto a los que se han
llamado derechos laborales fundamentales inespecíficos, a partir de los cuales se puede
afirmar la ciudadanía del trabajador en la empresa. En efecto, si es posible diseñar una
Constitución socioeconómica para referirse a los ciudadanos titulares de esos derechos
fundamentales en cuanto trabajadores, ya los empresarios en tanto son titulares de una
organización productiva y creadores de empleo, no se puede prescindir de esa otra
vertiente de la constitucionalización de las relaciones sociales y económicas, que trata de
hacer efectiva la ciudadanía en las empresas " 48 .
Es necesario, por razones del tema que anima a este libro, detenerse con detalle en
aquellas premisas jurídicas que explican el proceso de constitucionalización y su reflejo en
el Derecho del Trabajo.
Y en los textos constitucionales del derecho comparado se hará constar esa eficacia
normativa de los derechos fundamentales. En el caso chileno, reconocida, en efecto, bajo
la denominación local de "principio de vinculación directa de la Constitución", según los
claros términos de su artículo 6º, inciso segundo, que señala que "los preceptos de esta
Constitución obligan tanto a los titulares o integrantes de dichos órganos como toda
persona, institución o grupo ". Así, además, se desprende de modo inequívoco de los
amplísimos términos en que está concebida la acción de amparo constitucional que, según
el artículo 20 de la Constitución, puede ser ejercida en contra de "actos u omisiones
arbitrarios o ilegales" queprovoquen "privación, perturbación o amenaza en el legítimo
ejercicio de los derechos y garantías" establecido en el artículo 19, según los números que
en dicho artículo se indican.
De ahí se afirmará que, "en razón de lo dispuesto por estos artículos, es indiscutible que
los derechos fundamentales son más que mera lírica constitucional" 59 . En ese sentido, la
"consecuencia más básica consiste en concebir a los derechos como normas supremas,
efectivas y directamente vinculantes, que pueden y deben ser observadas en toda la
operación de interpretación y aplicación del derecho" 60 .
Pero hay algo más con relación a la normatividad de las normas constitucionales: esa
eficacia directa o normativa de la Constitución no sólo se restringe a la regulación de las
relaciones entre el Estado y los ciudadanos (eficacia vertical), sino que también, y ahí la
gran novedad, afecta las relaciones entre particulares (eficacia horizontal).
Se trata de una idea unidireccional de los derechos absolutamente acorde con la filosofía
liberal, al amparo de la cual se había gestado el concepto de dichos derechos: "una vez
establecidos jurídicamente la libertad y la igualdad, ambas debían producir de forma
automática la prosperidad y la justicia mediante el mecanismo del mercado ", y de ahí que"
la función capital de los derechos fundamentales en la sociedad burguesa ya materializada
consistió en trazar una línea de separación entre Estado y sociedad. límites a su actuación;
desde el de la sociedad, derechos de protección " 64 .
En este último caso, la Corte Interamericana señalará que "en una relación laboral regida
por el derecho privado se debe tener en cuenta que existe una obligación de respeto de los
derechos humanos entre particulares. los derechos humanos protegidos, que existe en
cabeza de los Estados, se derivan efectos en relación con terceros (erga omnes). Dicha
obligación ha sido desarrollada por la doctrina jurídica y, particularmente, por la teoría
del drittwirkung , según la cual los derechos fundamentales deben ser respetados tanto por
los poderes públicos como por los particulares en relación con otros particulares " (Corte
Interamericana de Derechos Humanos, Opinión Consultiva OC-18/03, párrafo 140).
Estos derechos son expresión de un orden básico de valores fijados en las normas
constitucionales que dirigen el ordenamiento jurídico —justicia, libertad, igualdad, etc.— y
por ello "también la rama del Derecho Privado habrá de atenerse a dichos valores, que
presentan una serie de exigencias objetivas para su logro " 69 .
En ese sentido, "el posible alcance de una norma de derecho fundamental únicamente lo
obtendremos, precisamente, a partir del análisis de la norma que lo pretende, no de su
contexto". Y dado que se configuran con un doble carácter, tanto de derechos subjetivos
propiamente tales, como de elementos objetivos y estructurales del ordenamiento jurídico,
"se irradian al conjunto de relaciones sociales, incluidas las que suceden entre
particulares" 70 .
Se sostiene que "hay acuerdo en que la eficacia de que se trata debe ser distinta según
la posición de poder que las partes de la relación ocupen en la sociedad: la Drittwirkung es
un reflejo de la idea misma de la Constitución como limitación del poder público , sólo que
refiere al abuso de poder privado o las situaciones en las que un particular goza de una
posición de poder dominante en un ámbito determinado de relaciones " 71 .
Atendido que "actualmente se acepta, en general, que las normas iusfundamentales rigen
en las relaciones ciudadano / ciudadano y, en ese sentido, tienen un efecto en terceros o
un efecto horizontal. Lo que se discute es cómo y en qué medida ejercen esta influencia
" 76 .
El debate, sin embargo, parece tener un área clausurada: la doctrina laboral. Predomina
la tesis de la eficacia inmediata y directa de los derechos fundamentales entre particulares:
"el disfrute, por tanto, de este tipo de derecho por parte del trabajador en la relación laboral
se encuentra garantizado por la propia CE, en la medida en que ella misma reconoce que
los derechos que establece adquieren eficacia general inmediata, sin necesidad, por tanto,
de un ulterior desarrollo legislativo " 82 .
Lo anterior, se produce porque el sector del ordenamiento jurídico donde este debate se
difumina es, precisamente, el Derecho Laboral. Aquí, la lógica de la autonomía privada y
de la igualdad de las partes, principal lanza argumentativa de los partidarios de la eficacia
indirecta, viene trastrocada desde mucho antes de la constitucionalización del derecho —y
de la eficacia horizontal de los derechos fundamentales—, pues esta rama del derecho ha
intentado, desde su aparición histórica, la corrección y el equilibrio de la situación de poder
en que se desenvuelve la relación privada entre empleador y trabajador. Esa relación de
poder, qué duda cabe, tiene más parecido a la relación existente entre autoridad y
ciudadano, que a la del vendedor y comprador del Código Civil 83 .
De este modo, la lógica intrínseca del Derecho del Trabajo no es proteger los espacios
de autonomía de los privados —como ocurre en el Derecho Civil—, sino frenar los
eventuales abusos de una situación de poder, que se rotula como de mando y de
obediencia. Y esa es precisamente la misma lógica inscrita en el código genético de los
derechos fundamentales. No ha y tensión, por tanto, entre la lógica propia del Derecho del
Trabajo y la eficacia horizontal directa o inmediata de los derechos fundamentales.
En ese sentido y ante ese panorama, la irrupción de la eficacia directa e inmediata de los
derechos fundamentales del trabajador en la relación laboral, tiene una pretensión de efecto
emancipador de la misma, ya que "desaparece, por obra de esa modernización que la
Constitución impone, la configuración paternalista del poder empresarial como atributo de
una responsabilidad personal frente a la comunidad; y como se elimina la sobrevaloración
de los deberes de lealtad y fidelidad del trabajador a la empresa, como expresión de una
subordinación personal a un modélico funcionamiento de la producción " 84 . De lo que se
trata, es que la "empresa se convierta en parte de una República y los trabajadores
conservan siempre sus derechos, incluso dentro de la empresa 85 ".
De este modo, circundan en torno al sujeto, por una parte, "los derechos específicamente
laborales de que son titulares los trabajadores asalariados o empresas en tanto que sujetos
de una relación laboral" —paradigmáticamente derecho a la huelga y negociación
colectiva—, y por otra, "los derechos constitucionales de carácter general y, por ello, no
específicamente laborales que pueden ser ejercidos, sin embargo, por sujetos de las
relaciones de trabajo —los trabajadores en particular— en el ámbito de las mismas, por lo
que en tal caso adquieren un contenido o dimensión laboral sobrevenidos " 86 .
¿Qué puede explicar —desde el derecho— la menor ofensividad política de unos con
relación a los otros?
De este modo, como herramientas han sido entendidos esos derechos fundamentales en
diversas tradiciones jurídicas comparadas. De ellos se ha dicho que "entre otras
significaciones tienen la de legitimar medios de defensa a los intereses de grupos y estratos
de la población socialmente dependientes", y que en el caso de la huelga, opera "como
instrumento de presión constitucionalmente reconocido, que la experiencia secular ha
mostrado ser necesario para la afirmación de los intereses de los trabajadores en conflictos
socioeconómicos, conflictos que el Estado social no puede excluir, pero a los que sí puede
y debe proporcionar los adecuados cauces institucionales " (Sentencia Tribunal
Constitucional español 123 / 1992).
Y en el caso chileno la cuestión no será distinta, se dirá en relación con este tipo de
derechos que "se presenta como el rechazo por parte del factor trabajo, de manera
concertada y colectiva, a continuar su aporte, con miras a lograr mejoras desestimadas
social, el hijo CUANDO POR EL en sus Condiciones Y Su Situación de capital en Este
SENTIDO se Hace manifiesto su Carácter de pressure ante el Empleador;. es un
" ultimátum " a la patronal, Que se Enfrenta a la inminencia de la suspensión de labores y
consecuente paralización del Proceso Productivo. Carecen los Dependientes de otra
Herramienta Pacífica Que Pueda contrapesar la autonomía y poder de la propiedad. Su
Necesidad this íntimay directamente unida a la reivindicación de derechos que se
consideran conculcados e, indirectamente, al bien común " (Corte Suprema, Sentencia rol
Nº 3514-2014).
Es evidente la fuerte connotación política que los derechos específicos específicos tienen
para un sistema de relaciones laborales. Por ello, no es de extrañar que, tal como lo
señalará ampliamente la doctrina, la introducción en el texto constitucional de la libertad
sindical, la negociación colectiva y la huelga, tendrá una clara consecuencia político-
institucional: la pretensión de un sistema de relaciones laborales democrático 91 .
Pero donde se encuentra la diferencia más relevante y que se liga con lo anteriormente
apuntado, es en las consecuencias políticas de ambos procesos. Mientras la incorporación
de los derechos fundamentales específicos —como la negociación colectiva y la huelga—
están encaminados a producir un efecto significativo de reparto del poder empresarial,
atendida su pretensión de reequilibrar las relaciones laborales, el ejercicio de los derechos
fundamentales inespecíficos exhibe un político más modesto: asegurar un espacio de
autonomía personal para el trabajador.
Pero esas relevantes diferencias no deben opacar aquello que lo une. Ambos tipos de
derechos fijan un nexo del trabajo con la ciudadanía, si es que entendemos esa condición
en sentido amplio: "como un estado que limita la mercantilización" y confiere a los
trabajadores "derechos para influir en las condiciones de trabajo" 93 .
De ese modo, pese al diverso peso que cada tipo de derecho tiene para la tarea de
construir un Derecho del Trabajo robusto, radicalmente ligado al contrapoder de los
trabajadores 94 , no cabe soslayar el íntimo nexo de los derechos fundamentales en
cualquiera de sus versiones con la idea que desvincula al trabajador de su condición de
mercancía: la de ciudadanía. Condición, en fin, que expresa "el logro de derechos que los
trabajadores poseen por razón de formar parte de una comunidad humana, y que son
conferidos por fuerzas institucionales, más que por fuerzas de mercado" 95 .
CAPÍTULO II TUTELA LABORAL
En ese sentido, la tutela de esos derechos del trabajador puede provenir desde tres
fuentes relevantes de un sistema legal determinado:
En primer lugar, encargar esa protección a una vía constitucional general. Es decir, dejar
entregada la aplicación de estos derechos a un modo propio del Derecho Constitucional. Se
trata de una opción tradicional del derecho latinoamericano, que se hace operativa por la
vía de las denominadas acciones de amparo constitucional.
En segundo lugar, encargar esa protección por las vías ordinarias destinado por el
Derecho del Trabajo. De esta manera, el trabajador afectado por conductas empresariales
que lesionen sus derechos constitucionales debe recurrir a las formas de protección que se
prevén para los derechos laborales de la legislación ordinaria. En este caso, el derecho
fundamental de que se trata queda asimilado a un derecho laboral legal o común, recibiendo
la protección que la legislación laboral establece para ese tipo de derechos. De ese modo,
por ejemplo, el despido que lesiona derechos fundamentales es procesado jurídicamente
bajo las reglas del despido injustificado o improcedente, postulando a la sanción propia de
ese tipo de despido ilegal 96 .
El problema que suelen plantear estas dos vías —la constitucional y la laboral común—
es que la primera no es sensible al tipo de relación en la que se está ejerciendo el derecho
—la relación laboral—, y la segunda, no es sensible al tipo de derecho que se está
intentando cautelar —un derecho de máxima jerarquía. De ahí, entonces, que estas vías
pueden no contener las condiciones necesarias para una protección eficaz de estos
derechos, ya sea porque no resuelven las particularidades probatorias propias de la materia
—como la rebaja del estándar de prueba—, ya sea porque no las consecuencias jurídicas
necesarias e idóneas para este tipo de derechos, como la nulidad del acto, medidas
reparatorias e indemnizaciones por daño moral.
En tercer lugar, en fin, se puede recurrir a una vía especial y propia del Derecho del
Trabajo, mediante lo que suele denominarse tutela laboral. La justificación de esta opción
es que, desde la especialidad del Derecho del Trabajo, hay mejores posibilidades de
construir una herramienta eficaz de protección de los derechos que le son propios en razón
del sujeto titular —el trabajador—, y del espacio en que se ejercen —La relación laboral—.
Ahora, cualquiera sea la vía o forma de las mencionadas en una tradición jurídica
determinada, relevante revisar búsquedas son las condiciones mínimas que deben
concurrir en el diseño institucional para llevar a cabo un cabo esa protección.
Y es que más allá de la tradición legal de que se trate, es relevante indagar acerca de
qué condiciones en el diseño de las instituciones jurídicas, son necesarias para dar cabida
dentro de un sistema legal a la idea de la protección eficaz de estos derechos.
En segundo lugar, resaltar que nos referiremos a la tutela legal de un tipo de estos
derechos fundamentales, aquellos que antes y precisamos como derechos fundamentales
inespecíficos. En el entendido que los derechos laborales propiamente tales —
específicos— tienen sus propios modos de protección dentro de los sistemas legales
laborales, lo que no impide —como suele ocurrir— que se confunda la protección de ambos
tipos de derechos dentro de un mismo cauce jurídico . Es lo que ocurre en los casos del
derecho chileno y el español 98 .
Entonces, la cuestión es ¿qué condiciones debe tener el diseño institucional de una tutela
laboral para dar el ancho en la protección de los derechos fundamentales del trabajador?
A nuestro juicio, tres son las condiciones que cualquier modalidad de protección legal
debería cumplir como necesarias y suficientes para dar por sentada la pretensión de
tomarse en serio estos derechos.
Primero, una tutela amplia de derechos, segundo, la resolución del problema probatorio,
y tercero, un sistema de reparación integral frente a las vulneraciones.
La protección eficaz de estos derechos supone una extensión del mecanismo de tutela
en dos sentidos: temporal y espacial.
Y esta es, precisamente, una de las carencias más relevantes de la tutela laboral del
derecho chileno, ya que, según veremos en este capítulo, dicha acción no contempla la
protección contra conductas previas a la contratación, particularmente la discriminación pre-
ocupacional. En efecto, el artículo 485 del Código del Trabajo establece que "también se
aplicará este procedimiento para conocer los actos discriminatorios a que se refiere el
artículo 2º de este Código, con excepción de los contemplados en su inciso sexto". La
excepción a la que se refiere el artículo citado corresponde, precisamente, a los actos
previos a la contratación laboral, esto es, discriminación pre-ocupacional 99 .
Esa amplitud puede lograrse utilizando una fórmula abierta en el diseño de la tutela legal,
como el caso español donde la ley se refiere a "derechos fundamentales y libertades
públicos" (artículos 177 y ss. De Ley Regulad ora de la Jurisdicción Social), o una fórmula
cerrada pero amplia, como ocurre con el derecho chileno, donde la ley (artículo 485 del
Código del Trabajo) establece un listado cerrado y amplio de derechos protegidos. Una
opción de menor calidad tutelar es la extrañamente restrictiva opción —restringida a
derechos básicos— del derecho nicaragüense: el artículo 105 de la Ley Nº 815 señala
que"A estos efectos se entenderá por derechos fundamentales: a. Libertad de asociación y
la libertad sindical y el reconocimiento efectivo del derecho de negociación colectiva; b.
Eliminación de todas las formas de trabajo forzoso u obligatorio; c. Abolición efectiva del
trabajo infantil; y d. Eliminación de la discriminación en materia de empleo y ocupación,
referidos en la Declaración de Principios y Derechos Fundamentales en el Trabajo y su
Seguimiento, adoptada en 1998 por la Organización Internacional del Trabajo ".
Esta rebaja de estándar de prueba en relación con las conductas lesivas de derechos
fundamentales del trabajador, ha sido incorporada al derecho tanto por la vía jurisprudencial
como por la vía legal, según explicaremos más adelante.
No existe una regla general en el Derecho del Trabajo comparado sobre el punto. Lo que
parece claro es que esas consecuencias jurídicas deben suponer el diseño y
establecimiento de un sistema de reparación eficaz e integral, más allá de la forma que
adopta la tutela de esos derechos, sea una vía constitucional o una laboral, como las ya
explicadas.
Por eficaz, debe entenderse que la reparación tenga una intensidad que la transforme en
efectiva —disolviendo cualquier mantenimiento de la vulneración de esos derechos—. Y
por integral, que alcance todos los extremos de la afectación empresarial de esos derechos,
desplegando consecuencias en diversas dimensiones para reparar el derecho, tales como
la ineficacia jurídica, las indemnizaciones y otras medidas reparatorias.
La sanción jurídica del despido, que lesiona derechos constitucionales del trabajador,
debe ser necesariamente la nulidad de este y el consecuente reintegro del trabajador. Es
la regla común y obvia en los sistemas legales, ya sea que se trate de derechos
fundamentales de carácter inespecífico, como los propiamente laborales.
El panorama del derecho comparado acredita esa condición. Así, con relación al derecho
francés, explica Javillier, "el derecho del empleo debe entonces primar sobre el derecho de
los contratos, a fin de asegurar el triunfo de las libertades públicas o de los derechos
fundamentales de la persona. El despido es irregular, es nulo; no tiene en consecuencia
ningún efecto jurídico " 102 . En el caso italiano, el artículo 18 del Statuto dei lavoratori
establece la nulidad en las hipótesis de despido discriminatorio, por causa de maternidad o
de paternidad y por despido creado por "motivo ilícito determinante" ("ex" art. 1345 CC).
Y en nuestro continente, el derecho uruguayo contempla esa nulidad por lesión del
derecho a la libertad sindical, al señalar la Ley Nº 17.940 (2006) en su artículo primero
que "es absolutamente nula cualquier discriminación tendiente a menoscabar la libertad
sindical de los trabajadores en relación con su empleo o con el acceso al mismo. En
especial, es absolutamente nula cualquier acción u omisión que tenga por objeto: b)
Despedir a un trabajador o perjudicarlo en cualquier otra forma a causa de su afiliación
sindical o de su participación en actividades sindicales, fuera de las horas de trabajo o, con
el consentimiento del empleador, durante las horas de trabajo ". Agregando el artículo
tercero de la misma ley:"en todo caso que la sentencia a recaer constate la violación a
cualquiera de las garantías prescritas en el artículo 1º de la presente ley, se dispondrá la
reinstalación efectiva o reposición del trabajador despedido o discriminado, generándose
en consecuencia a favor de éste el derecho a percibir la totalidad de los jornales que el
hubiere correspondido cobrar durante el período que insuma el proceso de reinstalación y
hasta que ésta se efectivice " .
Es la misma solución del derecho chileno para ese caso específico del despido lesivo de
la libertad sindical, contemplada en el artículo 294 del Código del Trabajo: "si el despido o
el término de la relación laboral de trabajadores no amparados por fuero laboral se realiza
en represalia de su afiliación sindical, participación en actividades sindicales o negociación
colectiva, el despido o término de la relación laboral no producirá efecto alguno ".
Desde el punto de vista formal, este tipo de despido supone la contravención de las
normas constitucionales del sistema jurídico, de modo tal, que, por razones de jerarquía
dentro del sistema legal, no pueden tener eficacia jurídica de ninguna naturaleza. Si el
despido que lesiona los derechos de carácter constitucional del trabajador queda
convalidado por la vía de un pago indemnizatorio —consolidando sus efectos extintivos—,
entonces las normas constitucionales y su supremacía quedan desbordadas.
Asimismo, desde el punto de vista sustancial, podemos sostener que cualquier solución
alternativa a la nulidad del despido, particularmente un pago indemnizatorio, produzca un
resultado inadmisible en un Estado constitucional de derecho. Ese resultado admite que la
pretensión más fuerte reconocida un interés en el sistema legal —la que reviste la calidad
de derecho fundamental—, definitivamente defraudada o devaluada, traduciendo su
contenido —la mayoría de las veces— en una pretensión puramente monetaria. Y eso,
podemos decir con Sandel, corrompe la idea misma de derechos fundamentales, ya que
devalúa aquello que los hace valiosos: que están tan íntimamente conectados con la
dignidad humana, que no tienen compensación en dinero posible 103 .
En el caso del derecho chileno podemos distinguir dos etapas sucesivas en la historia de
la protección de estos derechos del trabajador, cuyo punto de división —el momento cero—
es la incorporación de la acción de tutela laboral. El día antes, la protección de los citados
derechos quedaba entregada a los medios constitucionales generales, particularmente el
denominado recurso de protección, y el día después, una acción específica laboral para
esos derechos: la acción de tutela laboral.
Se trató de una modificación más que significativa. La protección por la vía ordinaria del
derecho constitucional resultó para este tipo de derechos del trabajador un rotundo
fracaso. Y es que pese al reconocimiento normativo de la eficacia horizontal de esos
derechos en el propio Código del Trabajo —artículo 5º, inciso primero—, ello no había
significado la vigencia efectiva de los mismos, cuestión que la doctrina había destacado
anotando profundo divorcio entre las normas y la realidad.
La vía estándar que nuestro ordenamiento jurídico contempla para la tutela de los
derechos fundamentales garantizados en la Constitución —la denominada acción de
protección—, se había mostrado absolutamente inútil para la tutela de dichos derechos en
la relación laboral.
d) Y, por último, el riesgo evidente de que el ejercicio de esta acción genera en términos
de estabilidad en el empleo para el trabajador que tiene una relación laboral vigente. En
efecto, no es difícil imaginar que el empleador adoptará diversas represalias, especialmente
el despido, contra el trabajador que ha recurrido en su contra para la protección de sus
derechos constitucionales. En ese sentido, dispone de un mecanismo insuperable a nivel
legal: el despido por necesidades de la empresa.
Obviamente, así entendidas las cosas, no había existido en nuestra legislación laboral
adjetiva espacio para la creación de los cauces procesales necesarios para la protección
de derechos no patrimoniales, vinculados, más que al intercambio de servicio por salario, a
la dimensión moral del sujeto, entendido como titular de derechos fundamentales.
En ese sentido, la reforma procesal laboral implementada por la Ley Nº 20.087 (2006) y,
en particular, la acción de tutela, fue el primer paso del orden jurídico laboral por tomar en
serio este tipo de derechos de los trabajadores.
Esta acción de tutela viene a ser la traducción procesal de la idea de la eficacia horizontal
de ese tipo de derechos, en las relaciones jurídicas entre privados y en este caso particular
al interior del contrato de trabajo. Y más que eso: se trata no sólo de la eficacia horizontal
de los derechos fundamentales entre particulares, sino de su eficacia inmediata o directa
en cuanto la acción procesal se ejerce directamente por el trabajador en contra del otro
particular involucrado entre la relación laboral —el empleador— 105 .
El tenor literal de la ley que expresa que dicho plazo se contará "desde que se produce
la vulneración de derechos fundamentales" podría llevar a cabo una respuesta
afirmativamente esa pregunta. Ahora, es difícil tener más y mejores argumentos contra
dicha tesis.
Dar por caducada la acción, sobre la base de que la conducta se inició hace más de 60
días, a pesar de que continúa vulnerando los derechos fundamentales pertenecen, es un
despropósito que desconoce varias cuestiones relevantes:
Primero, que estamos frente a un ilícito continuado cuyo reproche jurídico se mantiene,
ya que se siguen vulnerando derechos fundamentales. Segundo, que se trata de proteger
derechos básicos de las personas, por lo que la actitud judicial debería ser especialmente
cuidadosa en no sostener interpretaciones procesales o sustantivas que los restrinjan
innecesariamente, más aún cuando de parte del ejercicio de la acción de tutela juega de
trasfondo el "derecho al acceso a la justicia".
c) La acción de tutela y el procedimiento a que da lugar sólo tiene por objeto la protección
de derechos fundamentales de los previstos en el artículo 485 del Código del Trabajo. Por
lo mismo, no es susceptible de acumularse:
Primero, con acciones de naturaleza no laboral, como por ejemplo, intentar cobrar un
préstamo de dinero entre las partes;
Segundo, con acciones con idéntica pretensión basadas en fundamentos jurídicos
diversos, como por ejemplo, demandar la tutela contra la discriminación laboral del
trabajador discapacitado, fundado en la Ley Nº 19.779 ( art. 17 ) o del trabajador portador
de VIH, basado en la Ley Nº 19.284 (art. 48).
La acción de tutela sí es compatible con otras acciones de naturaleza laboral, las que no
sólo pueden, sino que deben interponerse también en la misma demanda o denuncia, ya
que, de lo contrario, señala el expreso texto de la ley, "el no ejercicio importará su renuncia
"(artículo 489 del Código del Trabajo).
En adelante distinguiremos entre el sujeto que puede ejercer la acción de tutela (sujeto
activo) y contra quien puede ser interpuesta dicha acción (sujeto pasivo).
El trabajador es el titular del derecho y de la acción de tutela, pero no está habilitado para
disponer del derecho fundamental propiamente tal. Se trata de derechos establecidos en
normas jurídicas de derecho público de rango constitucional, por tanto, no estarían
disponibles para autonomía privada, ni siquiera para su titular. De este modo, tal como
ocurre con los derechos laborales específicos, en ese caso por disponerlo expresamente el
principio de irrenunciabilidad establecido en la ley (artículo 5º del Código del Trabajo), los
derechos fundamentales del trabajador son irrenunciables.
Cabe recordar en este punto que nuestra ley expresamente le asigna como finalidad a la
organización sindical "velar por el cumplimiento de las leyes del trabajo o de la seguridad
social, denunciar sus infracciones ante las autoridades administrativas o judiciales, actuar
como parte en los juicios o reclamaciones a que den lugar la aplicación de multas u otras
sanciones " (artículo 220 del Código del Trabajo) 107 .
En todo caso, la Inspección del Trabajo debe, antes de efectuar la denuncia, llevar a cabo
un cabo "una mediación entre las partes a fin de agotar las posibilidades de corrección de
las infracciones constatadas".
El artículo 485 del Código del Trabajo, que delimita el ámbito de aplicación del
procedimiento de tutela laboral, es explícito, y señala que "el procedimiento contenido en
este Párrafo se aplica respecto de las cuestiones suscitadas en la relación laboral por
aplicación de las normas laborales , que afecten los derechos fundamentales de los
trabajadores " , y que por ello se entiende " cuando aquellos derechos resulten lesionados
en el ejercicio de las facultades del empleador ". Asimismo, en ese mismo artículo se señala
que"se entenderá que los derechos y garantías a que se refieren los incisos anteriores
resultan lesionados cuando el ejercicio de las facultades que la ley reconoce al empleador
limita el pleno ejercicio de aquéllas sin justificación suficiente, en forma arbitraria o
desproporcionada, o sin respeto a su contenido esencial ".
De este modo, lo que fija el ámbito de aplicación de esta acción, y por ende quien puede
ser sujeto pasivo de la demanda, es el ejercicio o pretensión de ejercicio de las facultades
propias del empleador.
Surgen en este punto, tres cuestiones relevantes: primero ¿qué conductas del empleador
deben considerar lesivas de los derechos fundamentales del trabajador ?; segundo, ¿qué
acciones cuentan como conductas imputables laboralmente al empleador por tutela ?; y
tercero, ¿qué otros sujetos de derecho distintos al empleador pueden tener la calidad de
sujeto pasivo de la acción de tutela?
La conducta lesiva de derechos fundamentales del trabajador por parte del empleador es
polimórfica, pudiendo adoptar cualquier forma y, pero con efecto o consecuencia específica:
restringir desproporcionadamente alguno de los derechos fundamentales protegidos del
trabajador.
De este modo, el centro del ilícito en esta materia deja de ser la realización de una
específica conducta prevista por la ley —una tipificación al modo tradicional—, sino la
producción o la pretensión de producción de un estado de cosas que restrinja o afecte un
derecho fundamental del trabajador.
Y la producción de ese estado de cosas rechazado por las normas sobre tutela puede
ocurrir por conductas exclusivamente materiales del empleador, como por ejemplo, un
sistema de control de los trabajadores, la revisión de casilleros, los hostigamientos o las
amenazas, o de conductas jurídicas propiamente tales, como una norma del reglamento
interno, una cláusula contractual o el despido del trabajador.
Se trata, qué duda cabe, de un notable avance desde el punto de vista de la técnica
jurídica en la protección de los derechos fundamentales del trabajador, que deja atrás la
idea de tipificar la lesión de estos derechos como ilícitos de conducta, y, por tanto, desviar
todo el debate a la descripción del tipo, y no a la protección efectiva de los derechos
fundamentales del afectado.
En ese sentido, reconstruyendo las normas legales dictadas, podemos describir el hecho
ilícito en esta materia como la conducta del empleador, que restringe o pretende restringir
el ejercicio de un derecho fundamental del trabajador. En algunos casos esa conducta
puede derivar del ejercicio de una facultad reconocida por ley, ya sea el poder de mando,
el poder disciplinario propio del empleador, o la facultad de contratar o despedir
trabajadores, y que son reconocidas como derivaciones de sus derechos constitucionales,
lo que podría en algunos casos importar un conflicto de derechos fundamentales del
trabajador y del empleador, sobre la que volveremos más adelante en este libro a propósito
del razonamiento jurídico.
Cabe despejar dos dudas relevantes en este punto: primero, ¿puede la conducta lesiva
del empleador estar constituida por una omisión ?; y segundo, ¿puede ser dicha conducta
la "no renovación" de un contrato de trabajo?
Los derechos afectados, como veremos más adelante, por la "no renovación" pueden ser
la garantía de indemnidad si dicha conducta responde a una represalia por la pretensión de
ejercer derechos con auxilio estatal, la libertad de expresión si responde a una represalia
por el discurso del trabajador, o puede ser constitutivo de una discriminación si dicha
conducta se funda en un criterio sospechoso o prohibido, cuestión que ha sido, como vemos
al final de este capítulo, especialmente relevante en el caso de los funcionarios públicos.
5.2. El empleador y la imputación por conductas lesivas horizontales
Debe responder, asimismo, de las conductas de otros sujetos que pueden afectar los
derechos fundamentales del trabajador, particularmente las que derivan de la conducta de
los compañeros de trabajo del trabajador afectado —conductas lesivas horizontales—.
Y en el caso chileno, cumple esa función de atribución normativa el artículo 184 del
Código del Trabajo, que señala "el empleador estará obligado a tomar todas las medidas
necesarias para proteger eficazmente la vida y salud de los trabajadores, manteniendo las
condiciones adecuadas de higiene y seguridad en las faenas, como también los
implementos necesarios para prevenir accidentes y enfermedades profesionales ".
Primero, la cuestión acerca de si está dentro de las condiciones necesarias para que
surja esa responsabilidad la puesta en el conocimiento del empleador de los hechos por
parte del trabajador.
La respuesta pasa por tener en cuenta que dicha acción no fija la calidad de sujeto pasivo
en relación con quien es formalmente el empleador, sino a quien ejerce, como dice el
artículo 485 del Código del Trabajo, las facultades que la ley le reconoce al empleador .
En el primer caso —definido en el artículo 183 A del Código del Trabajo—, una empresa
principal solicita la ejecución de una obra o la prestación de un servicio a un tercero —
llamado contratista—, quien debe realizarlo, por su cuenta y riesgo, y ejerciendo el mando
de esos trabajadores que están bajo su subordinación. En el suministro de trabajadores
transitorios, en cambio, una empresa llamada usuaria solicita la cesión de trabajadores a
otra empresa, denominada de servicios transitorios, quedando esos trabajadores
formalmente contratados por ella, pero bajo la subordinación de la primera.
La respuesta afirmativa presenta pocas dudas. Existen varias razones para sostener ello,
partiendo por el hecho que, tal como se dijo antes, el sujeto contra quien se ejerce la acción
de tutela es aquel que ejerza "las facultades que la ley le reconoce al empleador", y este es
un caso paradigmático, donde ocurre que esas facultades no están radicadas en el
empleador, sino en un tercero al contrato de trabajo, como es la empresa usuaria.
En efecto, tal como señala el artículo 183 letra X "el usuario tendrá la facultad de
organizar y dirigir el trabajo, dentro del ámbito de las funciones para las cuales el trabajador
fue puesto a su disposición por la empresa de servicios transitorios". Por otra parte, el
artículo 183 letra Y dispone expresamente que "el ejercicio de las facultades que la ley le
reconoce a la usuaria tiene como límite el respeto a las garantías constitucionales de los
trabajadores, en especial cuando pueda afectar la intimidad, la vida privada o la honra de
asado ".
Zanjar este punto —el de la calidad de sujeto pasivo de la usuaria— es relevante porque
a pesar de que parece claro que los trabajadores transitorios no estarán en condiciones
reales de ejercer una acción de tutela en contra de la empresa usuaria, el suministro de
trabajadores corresponda a un trabajo prestado normalmente en condiciones de
precariedad, cuestión que hace a dichos trabajadores especialmente vulnerables al poder
de mando y dirección de la empresa usuaria.
En ese sentido, tal como ha destacado Caamaño, el régimen legal previsto en la Ley de
Subcontratación "origina que el trabajador transitorio se encuentra en una posición especial
de sujeción frente a la empresa usuaria, con quien no le une vínculo contractual alguno,
sino una situación de hecho puntual, cual es la circunstancia de tener que prestar servicios
para ella. Esto último adquiere un mayor énfasis si se considera que el trabajador transitorio
quedará también sujeto al reglamento interno de la usuaria, conforme a lo prescrito por el
artículo 183 X inciso 1, frase 2. Es así, como la ausencia de condiciones particulares
referidas a la situación del trabajador en la empresa usuaria, salvo las generales que
contiene el contrato de puesta a disposición en materia de jornada de trabajo, descansos,la
naturaleza de los servicios o el lugar en que deben prestarse, genera una suerte de zona
gris propicia a los excesos del control de la actividad laboral por la UE, todo lo cual puede
repercutir negativamente en la situación personal y profesional del trabajador "111 .
Es obvio, que, en estos casos, quienes además pueden denunciar tutela a los usuarios
serán o la Inspección del Trabajo, o los sindicatos de la empresa usuaria, quienes aparecen
revestidos de un evidente "interés legítimo" para accionar.
En primer lugar, cuando la empresa principal se encuentra situada por la propia ley en la
posición jurídica que le corresponde al empleador. Como ocurre en nuestra legislación
cuando la principal ejerce atribuciones en el ámbito de la seguridad e higiene en el trabajo,
donde su responsabilidad es directa (art. 183-E del Código del Trabajo). En estos casos, la
ley ha puesto al empleador en calidad de responsable de las posibles vulneraciones de los
derechos fundamentales del trabajador en ese ámbito.
En segundo lugar, cuando la empresa principal ejerce, en los hechos, una o más
facultades propias del empleador. En estos casos, ocurre que la empresa principal se ha
colocado en posición de sujeto pasivo de la acción de tutela, en cuanto su situación es el
ejercicio de una facultad que se entiende que, desde el punto de vista dogmático,
correspondencia al empleador, y que es la justificación de la responsabilidad por tutela
laboral en los términos previstos en el artículo 485 del Código del Trabajo. Así, por ejemplo,
la empresa principal que ha decidido no permitir el ingreso de un trabajador contratista a
sus instalaciones o ha dispuesto su despido como represalia a sus actividades sindicales,
políticas o sociales, ejerce un poder propio del empleador —decidir quién puede o no
prestar los servicios contratados—,
En el derecho comparado, como antes dijimos, existe ya una idea consolidada sobre el
difícil escenario probatorio que el trabajador debe enfrentar en las denuncias por violación
o lesión de derechos fundamentales. Se hace, en consecuencia, imperativo para otorgar
una tutela efectiva de dichos derechos, la reducción del esfuerzo probatorio en los procesos
designados.
Por otro lado, el contexto probatorio hostil en que el trabajador debe obtener la prueba
que le dé soporte fáctico a la tutela de sus derechos fun damentales. En efecto, como se
ha destacado ampliamente en la doctrina, "sobre la base de la constatación de un mayor
poder del empresario sobre la prueba, derivado de su acusada proximidad y dominio sobre
las fuentes probatorias, que desnivela profundamente las facilidades de una y otra respecto
de la prueba de los hechos que avalan la pretensión del trabajador, la norma procesal
laboral corrige las reglas sobre la carga de la prueba en el juicio " 113 .
De este modo, para tomar la protección de los derechos fundamentales del trabajador en
serio, se hace necesario el establecimiento de reglas especiales sobre el esfuerzo en la
prueba de dichas conductas por "una pluralidad de razones interrelacionadas de política
jurídica: la realización de intereses generales de justiciabilidad de los derechos
fundamentales —garantías de justicia—; afrontar el problema práctico consistente en las
dificultades de la prueba del hecho discriminatorio o contrario al derecho fundamental —
debilidad de la posición probatoria— ", lo que lleva a establecer" reglas especiales de
distribución de la prueba a favor de la posición subjetiva del trabajador, agravándose
simétricamente la del empresario demandado " 114 .
En ese sentido, se trata de una regla legal que descansa en una sólida razón de política-
social fundada en la protección de los trabajadores: si se pretende hacer de la tutela judicial
de sus derechos fundamentales algo relevante en el mundo real del trabajo, hay que ir más
allá de las ampulosas declaraciones formales de las normas en la materia. Para ello es
necesario asumir que lo que nos interesa socialmente hablando es que un "hecho
verdadero" no pase por "hecho falso" solo por razón de un estándar innecesariamente
exigente en la materia. Sobre todo, when ese hecho es la vulneración de los derechos más
relevantes del sistema jurídico respecto del contratante débil de la relación de trabajo.
6.1. El alivio o rebaja probatoria en la tutela laboral
En la recepción legal, entre otros casos, puede citarse el derecho español. Primero a
través de una famosa sentencia del Tribunal Constitucional sobre despido antisindical
(38/1981), y después, por la vía de una norma legal expresa, se consagra una regla
procesal sobre la carga de la prueba, que tiene por objeto hacer más liviano para la víctima
procesos el esfuerzo probatorio en los lesiones de derechos fundamentales. Dicho
precepto, el artículo 181.2 de la Ley Reguladora de la Jurisdicción Social, señala que "en
el acto del juicio, una vez justificada la concurrencia de indicios de que se ha producido
violación del derecho fundamental o libertad pública, corresponderá al demandado la
aportación de una justificación objetiva y razonable, suficientemente probada, de las
medidas que desea y de su proporcionalidad".
En Alemania, a su turno, el parágrafo 611 a inciso 1 frase 3 del Código Civil BGB, señala
que en caso de que el trabajador logre acreditar hechos que permiten presumir la existencia
de un trato no igualitario en razón del sexo, le corresponde al empleador asumir la carga de
probar que el trato no igualitario se encuentra justificado por razones objetivas que dicen
relación con el sexo, o bien, probar que la consideración al sexo del trabajador es un
requisito imprescindible en la actividad a ser desarrollada.
En el caso del derecho chileno, se adoptó el camino de una regla legal explícita. Para
ello, se introdujo una norma novedosa para la época: "cuando de los antecedentes
aportados por la parte denunciante resulten indicios suficientes de que se ha producido la
vulneración de derechos fundamentales, corresponderá al denunciado explicar los
fundamentos de las medidas deseadas y de su proporcionalidad " (artículo 493 del Código
del Trabajo).
Las razones de esta regulación legal, como dijimos, son político-sociales. Al derecho
chileno le interesa de manera que las conductas lesivas de los derechos de los trabajadores
en el contexto de la empresa no queden impunes por una exagerada exigencia probatoria,
normalmente inalcanzable para los afectados. De ahí, la especial relevancia de la
denominada "prueba de indicios" del artículo 493 ya citado.
Entonces ¿en qué consiste la regla del artículo 493 del Código del Trabajo?
Desde el punto de vista conceptual, lo que aquí se encuentra es una rebaja del estándar
de prueba, esto es, del "umbral a partir del cual aceptaremos como probada una
hipótesis" 116 .
De generarse esa sospecha y no ser destruida por la prueba presentada en el juicio por
el empleador, el imperativo del derecho es determinado y específico: debe darse por
acreditada la conducta discriminatoria.
En ese sentido, en tutela laboral la regla del artículo 493 del Código del Trabajo modifica
la respuesta a la pregunta de quién debe soportar el costo el hecho que no ha probado
plenamente probado, pero sobre el cual recae una sospecha razonable de su ocurrencia.
Y explicada así, la regla del 493 del Código del Trabajo no corresponde en sentido estricto
a una regla de la etapa probatoria, sino a una regla de juicio. Esto es, una regla que opera
cuando el juez, al momento de dictar la sentencia, debe resolver quién debe soportar el
hecho que no ha estado plenamente acreditado en el proceso, pero de cuya ocurrencia, por
la presencia de indicios al respecto, se guarda sospecha razonable 118 .
Cabe precisar que los hechos cuya "razonable duda" queda determinada en el proceso
afectado, a diferencia de la pauta distributiva normal, al demandado empleador. Este sabe,
a su turno, desde el inicio del proceso respectivo, que en la acción de tutela existe, por
expresa disposición legal, una rebaja del estándar probatorio 119 .
Se trata de una regla legal de juicio que no opera, por tanto, ni en la etapa de
aceptabilidad de la prueba —audiencia preparatoria—, ni de la rendición de la prueba —
audiencia de juicio—, sino que en la etapa de la construcción de la sentencia por parte del
juez, esto es, en la de la decisión judicial del fondo del asunto.
De este modo, es perfectamente posible que no sea necesario aplicar la regla de juicio
contenida en el artículo 493 del Código del Trabajo. Más precisamente en dos casos
opuestos: a) el trabajador logra la prueba del hecho lesivo la aportación de prueba directa
mediante el hecho; o b ) el empleador logra acreditar hechos constitutivos de una
justificación objetiva y proporcionada de la conducta.
Cabe apuntar, en fin, que no estamos frente a una presunción o rebaja de carácter judicial
—esto es, que nazca por la decisión casuística del juez de la causa—, sino una regla legal
general de rebaja de standard probatorio, que como tal debe entenderse conocida por las
partes, como cualquier otra regla de derecho.
En lo referido al acceso a esta reducción probatoria para el trabajador, cabe señalar que
para que el denunciante se aproveche de esta ventaja procesal, le corresponde acreditar la
existencia de indicios suficientes de que se ha producido la vulneración de los derechos
fundamentales protegidos por el procedimiento .
Dichos indicios dicen relación con "hechos que han generado en el juzgador al menos la
sospecha fundada de que ha existido lesió n de derechos fundamentales". Por ello, la
prueba reducida de que se beneficia el trabajador se traduce en la prueba de hechos que
generen en el juez una sospecha razonable de que ha existido la conducta lesiva 120 .
Los indicios en esta materia pueden ser, entre muchos otros: a) la correlación temporal
del ejercicio fundamental y la conducta lesiva del empleador (como ocurriría si una vez
enterado el empleador que el t rabajador ha efectuado una denuncia, lo despidiera en el
tiempo inmediato); b) manifestaciones del empleador que den a entender o puedan leerse
motivadas por un móvil lesivo de derechos fundamentales; c) la comparación del trato del
empleador a trabajadores en una situación comparable a la denunciante, y
especialmente; d) la existencia de un clima lesivo de derechos fundamentales de la
empresa, dado por conductas previas y persistentes del empleador.
Por "suficientes", expresión utilizada por la ley, debe entenderse más que un número
determinado de indicios, la exigencia de una cierta calidad de sistema: deben permitir la
sospecha razonable para que el juez declare que la vulneración se ha producido 122 . Así,
el hecho de que el empleador despida a los trabajadores al otro día de terminarse el fuero
laboral posterior a la negociación colectiva, lesionando la libertad sindical del afectado, o al
día siguiente de ser notificado de una denuncia a la Inspección del Trabajo o una demanda
judicial, lesionando su garantía de indemnidad, es solo un indicio, pero suficiente de que
razonablemente se ha producido la conducta denunciada.
En ese sentido, cabe precisar que la prueba del empleador debe ir dirigida, oa negar los
hechos —atacando las premisas fácticas de la demanda—, o como lo señala la misma
norma legal citada, a acreditar que su conducta está desconectada de motivaciones o
resultados lesivos de dichos derechos, esto es, que su conducta tiene una explicación
objetiva y razonable que la desvincula de la afectación de los derechos del trabajador.
El Derecho del Trabajo chileno intenta resolver el desafío de los efectos jurídicos del acto
lesivo de derechos fundamentales del trabajador, mediante un mecanismo de reparación
amplio. Para ello, se articula un haz complejo de consecuencias.
Dicho haz está diseñado a propósito de la regulación de la sentencia definitiva en la
acción de tutela, dando lugar a lo que habíamos denominado "sentencia compleja", en
atención a la pluralidad de consecuencias en caso de considerar lesiva la conducta del
empleador.
El artículo 495 del Código del Trabajo dispone: "La sentencia deberá contener, en su
parte resolutiva:
4. La aplicación de las multas a que hubiere lugar, de conformidad con las normas de
este Código. En cualquier caso, el juez deberá velar para que la situación se retrotraiga
al estado inmediatamente anterior a producirse la vulneración denunciada y se abstendrá
de autorizar cualquier tipo de acuerdo que mantenga indemne la conducta lesiva de
derechos fundamentales. Copia de esta sentencia deberá remitirse a la Dirección del
Trabajo para su registro ".
De este modo, en el caso de acogerse una acción de tutela, el Derecho del Trabajo
chileno contempla un mecanismo de reparación institucional que, dentro del marco de la
función judicial, establece un haz complejo de consecuencias jurídicas:
En primer lugar, una consecuencia jurídica inhibitoria dirigida a impedir que el empleador
persista en la conducta lesiva, debiendo proceder como lo exige la ley, ordenar el "cese
inmediato" del comportamiento antijurídico.
En esta dimensión, las consecuencias previstas por el derecho pueden dividirse en dos,
según la forma de la conducta lesiva empresarial: si se trata de una conducta puramente
material —un sistema de cámara, de escáner u otro—, la ley exige su "cese inmediato ",
esto es, la detención en su ejecución y la exigencia de no repetición por parte del empleador
sancionado.
Se contempla la atribución de una amplia facultad para que los jueces del trabajo fijen
esas medidas de reparación. En rigor, cabe señalar que los jueces son colocados en una
posición singular. No deben fijar, mirando al pasado, si se infringió una norma primaria del
sistema y aplicar una consecuencia o sanción prevista de antemano por la propia norma,
sino una cuestión bien distinta. Deben establecer, con cierto grado de discreción, las
medidas que, mirando hacia el futuro, logren la reparación del respeto de los derechos
fundamentales del trabajador.
Se trata de eso que se ha llamado una "regla de fin", esto es, una norma que exige el
logro de una finalidad sin señalar, exactamente, cómo se logra. A diferencia de las
habituales reglas de acción que señalan qué consecuencias específicas se siguen de su
aplicación. Las reglas de fin, como la del artículo 493 del Código del Trabajo, "se dirigen al
futuro: señalan un objetivo (futuro) a alcanzar; es, por tanto, una forma más abierta de
regular la conducta, y su aplicación es por ello menos predecible: hay una mayor apertura
a la discrecionalidad " 123 .
De esta manera, el Derecho del Trabajo chileno ha previsto una regla de fin en materia
de reparación por conductas lesivas de derechos fundamentales del trabajador. El juez
debe, en el caso concreto, determinar qué medidas son idóneas y necesarias para lograr el
objetivo que le ha trazado el legislador en la norma del artículo 495 del Código del Trabajo:
obtener la reparación de las consecuencias de la conducta lesiva, incluida la reparación,
más allá del afectado en concreto.
De este modo, cabe valorar positivamente esta exigencia del legislador sobre el juez del
trabajo, en cuanto le obliga a asumir la vulneración de los derechos fundamentales como
un problema de dimensión social y no sólo como una cuestión de reparaciones entre
particulares. De ahí que las medidas reparatorias, en especial la denominada "garantía de
no repetición", tienen un efecto que supera a la propia víctima y permiten una respuesta
institucional al desafío de la represión de la discriminación.
Cabe apuntar que si el caso lo amerita como forma necesaria de reparación, dentro de
esas medidas puede estar el reintegro del trabajador afectado. Como señala Marzi, es el
"juez quien debe retrotraer al estado anterior. De manera que ordenar readmitir es una
medida posible de acuerdo con la norma del artículo 495 del Código del Trabajo" 125 .
En tercer lugar, la consecuencia pecuniaria consistente en una tutela resarcitoria fijada
por el juez, atendido el perjuicio provocado por la conduc ta lesiva del empleador. En
relación con esta indemnización por daño moral —en el caso de vulneraciones producidas
durante la relación laboral—, cabe señalar que no admite duda en la doctrina nacional.
Como señala acertadamente Gamonal, la sentencia de tutela "debe indicar las medidas
de reparación, incluyendo" las indemnizaciones que procedan ". ser reparado, en virtud de
este procedimiento, mientras el contrato está en ejecución " 126 .
Esta cuestión ha sido especialmente destacada por la jurisprudencia laboral, que en voz
de la Corte Suprema ha sostenido que"esta forma de interpretar las normas no es justificada
ni convincente, dado que no es posible derivar la exclusión de la indemnización del daño
moral bajo el entendimiento que sólo procede indemnizar daños que se encuentran
previstos en forma expresa en la ley laboral. comprender el asunto significaría una
infracción a un principio fundamental de la responsabilidad civil que se sustenta en la
reparación integral de los daños que se les ocasionan a las víctimas. laboral a pesar que
se satisfagan las condiciones de procedencia de la indemnización. Principio que tiene un
respaldo constitucional en el artículo 19 Nº 1 de la Carta Fundamental, pues de qué valdría
la garantía del derecho a la integridad física y síquica si no pudiere ejercerse una acción
indemnizatoria que pretenda retrotraer a la víctima, en la medida de lo posible, a la situación
más cercana a la anterior a la vulneración de su derecho, mediante la respectiva
indemnización. El planteamiento de la recurrente llevaría a privar a todo trabajador que no
haya sido despedido de toda indemnización pecuniaria, aunque haya padecido una
vulneración a algún derecho fundamental que le causó daño. Bastaría, conforme este
planteamiento, que el empleador cese en el acto lesivo desvaneciéndose los perjuicios
ocasionados los que quedarían sin reparación. De ahí que deba concluirse que todo
trabajador, haya o no sido despedido, (Corte Suprema, rol Nº 6870-2016).
En el caso del despido lesivo de derechos fundamentales, tal como veremos más
adelante, es la ley —y no el juez— quien fija una indemnización a título de sanción,
consistente en un mínimo de 6 meses y un máximo de 11 meses de la remuneración
mensual del trabajador (artículo 489 del Código del Trabajo), la que, como sostendremos a
propósito del despido, es compatible con la reparación por el daño moral.
Por último, la ley faculta al juez, de estimarlo necesario atendida las características de la
conducta lesiva, que aplique una multa. La regla legal citada indica que la sentencia que
acoja la tutela laboral deberá determinar "La aplicación de las multas a que hubiere lugar,
de conformidad con las normas de este Código". Es obvio que la ley se refiere a los casos
en que la lesión importó una infracción a las normas legales del propio, pudiendo en esos
casos el juez aplicar esa sanción jurídica.
Cabe en fin citar, para terminar este punto, una consecuencia jurídica prevista fuera del
Código del Trabajo, pero relacionado con la tutela laboral, y que ha resultado ser un
mecanismo de sanción eficaz: la exclusión de la empresa sancionada, de participar del
Registro de Compras Públicas.
En el ángulo jurídico, el despido es siempre un acto unilateral del empleador que pretende
poner término al contrato de trabajo. Y en buena parte del siglo veinte se entendió que esa
facultad debía ser restringida un régimen de estabilidad en el empleo mediante la defensa
del derecho constitucional al trabajo. Dicho régimen tomó "la significación de una norma
cuasi moral —según la cual privar a los asalariados de su reproducción material es
demasiado grave como para poder ser objeto de decisiones estratégicas puramente
económicas, e incluso como para poder convertirla en la palanca deliberadamente
instrumentada de una relación de fuerza global " 127 .
En ese sentido, sus connotaciones políticas son innegables: buena parte de los ideales
del Derecho del Trabajo están en juego en este complejo momento del ejercicio del poder
empresarial. En el despido no solo se decide la pérdida de ingresos económicos del
trabajador, sino cuanto de equilibrio hay en la relación laboral, y si las justificaciones de
igualdad o libertad que esta rama del derecho erige como pretensiones de legitimidad,
tienen algún sentido de realidad. Como se ha precisado, "el despido no es exclusivamente
una fórmula que priva al trabajador de su empleo, es también la manifestación de un poder
empresarial que repercute o puede hacerlo en la esfera de la dignidad, un poder que de
carecer de límites intensificaría la posición empresarial de tal modo que propiciaría una
surte de feudalismo industrial " 128.
Ahora, desde el punto de vista del Derecho del Trabajo, el despido es susceptible de dos
tipos de reproche: de ilegalidad —por no sujetarse a las normas legales que lo regulan—,
o de inconstitucionalidad —por vulnerar derechos fundamentales—.
Con esa densificación nos referimos al hecho de que al tradicional reproche previsto por
las normas legales que constituyen el Derecho del Trabajo, vinculado a la justificación del
acto extintivo, se le agrega una dimensión de fundamentalidad: el despido debe ajustarse
a las exigencias derivadas de las normas constitucionales de derechos fundamentales.
Conviven así dos dimensiones de la regulación jurídica del despido en aquellos sistemas
jurídicos que han sido expuestos a la constitucionalización del derecho 129 : la exigencia
derivada de la ley, y la de las normas constitucionales.
En el primer caso, el despido ilegal puede serlo por vulneración de las normas sustantivas
que regulan la causalidad del acto, o por vulneración de las normas formales que regulan
el procedimiento de despido. En el caso de las normas sustantivas que regulan el contenido
del acto del despido, el Derecho del Trabajo exige la idea de causalidad como expresión
del principio de protección del trabajador.Esa idea toma el nombre de estabilidad en el
empleo, y se expresa en la represión de los despidos arbitrarios, entendiendo como tales
aquellos que no se ajustan al sistema de causales que cada derecho laboral
establece. Asimismo, el principio de estabilidad exige —junto a las causales— la existencia
de remedios jurídicos que sancionen el despido arbitrario.
Y según cuales sean las consecuencias de ese despido ilegal, en la doctrina laboral
comparada se distingue entre un sistema de estabilidad laboral propia y uno de estabilidad
impropia. En el primer caso, el despido ilegal acarrea como sanción la inexistencia del acto
extintivo, de modo tal que conduce necesariamente a la reincorporación del trabajador en
su puesto de trabajo. En el segundo caso, en cambio, el acto extintivo es eficaz, pero genera
un deber indemnizatorio para el empleador, y un derecho reflejo para el trabajador.
Y, como dijimos, junto con este reproche legal del despido sin causa justificante, convive
—en los sistemas jurídicos constitucionalizados— el reproche constitucional. La
impugnación de esta forma de despido no dice relación con la falta de causalidad exigida
por ley, sino con que el acto empresarial que pretende poner término al contrato de trabajo
se ha efectuado con vulneración de uno o más derechos fundamentales del trabajador 132 .
La sanción jurídica del despido que lesiona derechos constitucionales del trabajador, tal
como dijimos antes en este libro, debe ser obligatoriamente la nulidad y el consecuente
reintegro del trabajador. Es la regla común del derecho comparado, ya sea que se trate de
derechos fundamentales de carácter inespecífico, como los propiamente laborales.
La justificación de la nulidad del despido lesivo de derechos fundamentales parece en el
contexto comparado —como de cualquier otra conducta empresarial de esa naturaleza—
evidente.
Desde el punto de vista formal, este tipo de despido supone la contravención de las
normas constitucionales del sistema jurídico, de modo tal que, por razones de jerarquía
dentro del sistema legal, no pueden tener eficacia jurídica ninguna naturaleza. Si el despido
que lesiona derechos de carácter constitucional del trabajador queda convalidado por la vía
de un pago indemnizatorio —consolidando sus efectos extintivos—, entonces las normas
constitucionales quedan vulneradas y la idea de la supremacía constitucional perfectamente
desbordada. De ahí que se afirme, con certeza que "la nulidad por discriminación o por
violación de un derecho fundamental no es una opción para el legislador, sino que es un
efecto directamente deducible de la Constitución" 133 .
Y desde el punto de vista sustancial, podemos sostener que cualquier solución alternativa
a la nulidad del despido, particularmente un pago indemnizatorio, produzca un resultado
inadmisible en un Estado constitucional de derecho.
Podríamos decir, en esos casos, que el derecho hace una promesa —la de la máxima
protección— que el mismo derecho no cumple. Como veremos, todas estas inconsistencias
pueden ser dichas de la tutela laboral chilena, que, como veremos, pone precio al despido
lesivo de derechos fundamentales, sin tener la mínima pretensión de nulidad en la
materia 134 .
En fin, cabe precisar que las dos dimensiones regulativas del despido —la constitucional
y la legal— son, en rigor, conceptualmente independientes. Por ello, es perfectamente
posible, por una parte, que el despido se ajuste a las exigencias constitucionales —no
lesione ningún derecho fundamental del trabajador—, y sea ilícito por no ajustarse a la ley
—no tiene justa causa legal de despido. Pero también es posible lo inverso, que un despido
sea considerado lesivo de derechos fundamentales del trabajador, no obstante, se
encuentra ajustado a las normas legales que regulan la justificación del despido, figura
conocida como despido pluricausal.
Por despido lesivo debemos entender aquel que vulnera o restringe uno o más de los
derechos fundamentales del trabajador. En el caso chileno, aquellos derechos previstos en
las normas de tutela laboral. Sea porque esa afectación se produce en la razón del propio
acto extintivo, sea porque esa afectación se produce en la ejecución del despido.
De ese modo, es posible distinguir dos tipos de despido vulneratorio en el marco de la
tutela laboral.
Existen así conceptualmente hablando, tres opciones posibles en esta forma de despido
lesivo.
Por una parte, el despido lesivo patente de derechos fundamentales. Nos referimos a
aquel despido en que el empleador hace constancia del móvil lesivo en el acto extintivo
mismo, o en la comunicación de éste al trabajador. Se trata, obviamente, de una hipótesis
excepcional: atendido el disvalor que ese motivo representa socialmente, el empleador
tenderá casi sin excepciones a encubrirlo.
Por otro lado, el despido lesivo latente de derechos fundamentales. Nos referimos a aquel
despido en que el motivo antijurídico se mantiene oculto o encubierto por una causa
aparente de carácter neutral o no lesiva.
Y, por último, el despido lesivo por resultado. En este caso, el despido produce una
afectación del derecho fundamental, careciendo su móvil de relevancia, ya que la conducta
objetivamente interpretada produce una afectación del contenido de unos o más derechos
del trabajador 135 .
En segundo lugar, el despido puede ser lesivo debido a la ejecución del despido 136 . En
este caso, no se reprocha la lesión en el acto extintivo mismo, sino en las conductas
empresariales a través de las cuales este se lleva a cabo. Dichas conductas empresariales
pueden producirse antes ,durante o después del despido mismo.
Esta diversidad morfológica del despido lesivo de derechos fundamentales del trabajador
en la acción de tutela, que cubre no solo la motivación o resultado del acto jurídico del
despido propiamente tal, sino también las circunstancias fácticas que hacen a la ejecución
de ese acto de rescisión por parte de la empresa, encuentra su fundamento normativo
evidente en la expresión de la propia ley, que señala como conducta reprochada
jurídicamente no el despido propiamente tal que lesiona derechos fundamentales —a
secas, diríamos—, sino las vulneraciones de esos derechos "con ocasión del despido
" (artículo 489 del Código del Trabajo) 139 .
En fin, como queda claro en este punto, nada impide, por la señalada amplitud del despido
lesivo previsto en las normas legales, que el despido no sea lesivo como acto jurídico
extintivo, pero resulte lesivo en su ejecución 140 .
Cabe señalar que una de las principales hipótesis de lesión de derechos fundamentales
corresponde a la conducta que vulnerabilidades garantías del trabajador "con ocasión" del
despido, cuestión que, entonces, nos coloca dentro de la hipótesis de una nueva categoría
del despido, que se ubica entre el injustificado y el despido nulo, y cuya consecuencia es
un recargo indemnizatorio previsto expresamente por la ley.
Aquí opera plenamente la regla del artículo 493 del Código del Trabajo ya analizada y,
por tanto, al trabajador le correspondencia, salvo que tenga prueba directa disponible,
acreditar indicios que hagan razonable la sospecha de que el motivo o el resultado del
despido ha producido una lesiones de sus derechos fundamentales.
Cabe precisar que la prueba del empleador debe ir dirigida, oa negar los hechos —
atacando las premisas fácticas de la demanda—, o como lo señala la misma norma legal
citada, a acreditar que su conducta está desconectada de motivaciones o resultados lesivos
de dichos derechos , esto es, que cuenta con una explicación objetiva y razonable que la
desvincula de la afectación de los derechos del trabajador.
Ahora, como el despido en Chile está sujeto a un sistema de causalidad prevista en la ley
entre los artículos 159 y 161 del Código del Trabajo, es altamente probable que dicha
conducta —el despido— esté aparentemente cubierto por una causal que lo justifique,
cuestión que nos lleva directamente a la pregunta: ¿puede justificar el empleador la no
lesividad del despido acreditando la efectividad de la causal legal de término respectiva?
Dicho de otro modo, ¿puede el empleador, ante los indicios enviados por el trabajador,
destruir la sospecha razonable de que se trata de un despido lesivo de derechos
fundamentales acreditando la efectividad de la causal legal de término del contrato?
En rigor, desde el punto de vista conceptual, nada impide que el empleador haya tenido
efectivamente una causal legal para poner término al contrato de trabajo, y al mismo tiempo,
lesione con esa conducta los derechos fundamentales del trabajador. En palabras simples,
es perfectamente posible que el empleador, teniendo efectivas necesidades de la empresa,
decida utilizar esa justificación para despedir, precisamente, al trabajador que efectuó un
reclamo en la Inspección del Trabajo (garantía de indemnidad), o al que hizo declaraciones
públicas sobre la empresa (libertad de expresión), o al que es homosexual (discriminación),
etc.
No se trata, en rigor, que el empleador alegue una causal de término ficticia o que no está
en condiciones de probar, en cuyo caso se trataría de un despido de causalidad única y
lesiva de derechos fundamentales, sino una cuestión diferente: el empleador está en
condiciones de justificar su conducta lesiva en una causal de despido legal acreditada.
En estos casos, concurren en el mismo despido dos causas que se mueven en planos
distintos. Una causa legal que justifica el despido del trabajador desde el punto de vista de
las normas normas de tutela laboral 141 .
En dicho caso, la conducta del despido ha efectivamente lesionado las garantías del
trabajador y, por tanto, las consecuencias jurídicas del mismo serán las que se encontrarán
en las normas de tutela laboral. El despido pluricausal es, a fin de cuentas, un despido
lesivo de derechos fundamentales.
Es que, tal como señala la ley, si la conducta lesiva se produce "con ocasión" del despido,
entonces, las consecuencias de dichas conductas quedan sometidas a una norma especial
que corresponde al artículo 489 del Código del Trabajo. Dicha norma establece un haz
indemnizatorio: la indemnización común por término de contrato de trabajo por decisión del
empleador (artículo 163), la indemnización sustitutiva del aviso previo (artículo 162)
y "adicionalmente, a una indemnización que fijará el juez de la causa, la que no podrá ser
inferior a seis meses ni superior a una vez meses de la última remuneración mensual ".
a) Una indemnización propiamente laboral, tasada a valor de un mes por año de servicios
y fracción superior a seis meses, que cubre el daño económico por el despido de
conformidad al artículo 163 del Código del Trabajo, y una indemnización sustitutiva del aviso
previo, consistente en la última remuneración mensual devengada.
A nuestro juicio, el juez debería tener en cuenta dos cuestiones relativas a la gravedad
de la afectación del o los derechos fundamentales en juego:
Por una parte, la gravedad individual que la afectación tuvo para el trabajador, medida
por la intensidad en que se agredió o restringió el derecho respectivo del trabajador.
Y, por otra parte, también debe tenerse en cuenta la gravedad que la afectación ha tenido
desde el punto de vista del colectivo, cuestión relevante, por tratarse de derechos con
especial proyección social. Y ahí nos parece que un criterio razonable del derecho
comparado es el denominado "efecto desaliento", esto es, atender al grado en que el
despido de que se trata ha amenazado el ejercicio de los derechos fundamentales del resto
o de otros trabajadores, por provocar en ellos un razonable desaliento de ejercer sus
garantías constitucionales 142. El ejemplo es evidente, si una empresa decide despedir un
trabajador por expresar sus ideas políticas o por expresar sus trabajadores laborales,
existen altas posibilidades de que se produce el efecto de desaliento en el resto de los
trabajadores, quienes reciben un mensaje disuasivo: en la empresa no se debe intentar
ejercer la libertad de expresión. En esos casos, la sociedad se ve seriamente dañada y, por
tanto, la conducta del empleador debe ser más seriamente reprendida, y la indemnización
debería moverse al máximo del tramo legal.
En otro punto, cabe señalar que una cuestión relevante de esta indemnización, es si cae
dentro del espacio de responsabilidad laboral de la empresa principal, en el caso de la
subcontratación. La ley señala como concepto que fija dicha responsabilidad —en el
artículo 183 letra b— a la "obligación laboral de dar", especificando que deben entenderse
como de ese carácter las indemnizaciones por término de contrato de trabajo.
Miradas así las cosas, esta cuestión debe ser resuelta en términos afirmativos. Y ello,
porque la obligación de pagar la indemnización que genera el despido lesivo de derechos
fundamentales corresponde exactamente a las condiciones exigidas por la ley: en una
obligación de naturaleza laboral que se traduce en un pago de dinero (obligación de dar).
No se trata en este punto, eso parece obvio, de hacer responsable a la empresa principal
de una obligación de hacer, la de no afectar los derechos fundamentales del trabajador en
régimen de subcontratación. De lo que se trata es de una cuestión distinta: determinar
legalmente que la empresa principal responda subsidiaria o solidariamente en términos de
una obligación de dar —pagar una indemnización— por el no cumplimiento de esa
obligación por parte de la empresa contratista, la que, previamente, ha sido condenada a
pagar una indemnización por la vulneración de derechos del trabajador.
En fin, respecto de la sanción jurídica por el despido lesivo de derechos fundamentales,
cabe apuntar lo que ya señalamos antes. En rigor, se permite sanear económicamente una
lesión de derechos fundamentales. Se trata, sin duda, de la mayor inconsistencia del
derecho laboral chileno en la materia, el que el despido con infracción a derechos
fundamentales —contemplados en normas constitucionales— sólo puede ser considerado
conceptualmente nulo por las razones que ya explicamos antes 144 .
Ahora, esa inconsistencia tiene una excepción 145 . El caso del despido discriminatorio
grave (artículo 489 del Código del Trabajo).
Por discriminatorio debe entenderse el despido que está motivado por una causa
prohibida o sospechosa, y por grave debe entenderse aquel que se muestra como
especialmente odioso respecto de un trabajador en particular (gravedad individual), o aquel
que busca producir un efecto de desaliento en el resto de los trabajadores, ya sea para que
no ejerzan sus propios derechos, ya sea para mandar una señal de castigo respecto de
algún colectivo en particular (gravedad colectiva).
En estos casos, nuestra ley sí considera nulo, por lo tanto, sin efecto jurídico alguno, al
despido lesivo de derechos fundamentales. En ese caso, la consecuencia es un derecho
de opción del trabajador: u opta por reintegrarse al trabajo del que había sido despedido, u
opta por un haz de indemnizaciones por término de contrato de trabajo, incluida una
indemnización sancionatoria 146 .
Para decirlo de otro modo, la indemnización por despido lesivo tiene un carácter
sancionatorio, mientras que la indemnización por daño moral tiene un carácter reparatorio
—es una forma de satisfacción alternativa de la víctima—. De ahí, la plena compatibilidad
entre ambas.
Primero, es perfectamente posible que el daño moral sea inferior a seis meses o superior
a los once, que son los límites de la indemnización del despido lesivo, generándose
situaciones tanto de infra, como de supra reparación del daño. De hecho, como ya dijimos
antes, es perfectamente posible que el trabajador no haya experimentado un daño moral
—en el sentido tradicional del término—, en diversas hipótesis de despido lesivo de
derechos fundamentales. Lo que no puede faltar jurídicamente para que exista la
indemnización prevista en el artículo 489 del Código del Trabajo, es la afectación de
derechos fundamentales, no la ocurrencia de un daño de naturaleza moral.
Del mismo modo, respecto de la indemnización por despido lesivo, la Corte de Valparaíso
señala que "se trata de una" indemnización sancionatoria ", que corresponde determinarla
conforme a la entidad del daño producido y de la vulneración del derecho fundamental
constatado. Corte estima que el tribunal a quoincurre en yerro jurídico al considerar que no
es posible otorgar la indemnización especial adjunta a otra por daño moral. Refuerza esta
interpretación la propia literalidad de la norma contenida en el artículo 489 del Código del
Trabajo, en cuanto no hay ninguna restricción ni limitación para conceder ambas
indemnizaciones. Asimismo, apoya la afirmación de que se trate de una indemnización
punitiva la circunstancia de que se trata de que su monto esté predeterminado por la ley,
sin que, en estricto rigor, se requiera una prueba del daño mismo " (Corte de Apelaciones
de Valparaíso , rol Nº 331 2017) 149 .
La relación entre despido indirecto y ejercicio de la acción de tutela puede ser planteada
del siguiente modo: si un trabajador entiende que la conducta del empleador lesiona sus
derechos fundamentales, ¿puede ejercer el derecho de despedirse (autodespido) previsto
en el artículo 171 del Código del Trabajo y accionar de tutela para obtener las
consecuencias respectivas?
De ahí que la doctrina laboral comparada prácticamente de modo unánime sostenga que
es un despido por una razón casi obvia: el término del contrato de trabajo no viene motivado
por la voluntad del trabajador, sino por la conducta del empleador de no cumplir las
obligaciones del contrato , en este caso, por lesionar los derechos fundamentales del
trabajador.
Como lo explica Javillier, "la dimisión del asalariado, que resulta de una falta grave de
parte del empleador, provocada por este último, debe ser recalificada en un despido.
empleo del asalariado, fuera de la voluntad exclusiva y libre de este último. Tal es el caso,
en particular cuando el empleador "presiona hasta el límite" al asalariado, a punto que este
dimite o, bien, no cumple con los pagos salariales " 151 . De hecho, en nuestro derecho, de
acogerse la acción de autodespido, se genera como consecuencia la misma a la que apunta
el autor en el derecho francés: el pago indemnizatorio respectivo de un despido
injustificado 152 .
Pero, además existen otras razones. Por una parte, una razón de finalidad. Pretender
que el legislador laboral de la acción de tutela sólo buscaba proteger el despido cuando
este fuera de gatillado por la voluntad declarada del empleador, es reducir arbitrariamente
el alcance de la protección. Se frustra la finalidad expresa buscada por la ley: dar la
protección más amplia posible a estos derechos, atendida su posición superior sobre el
sistema.
Y qué decir del absurdo que esto representa. La ley establecióía una especie de premio
al empleador que, vulnerando esos derechos, no gatille formalmente el despido. De ahí un
cuadro casi ridículo, en que el empleador que discrimina o lesiona las garantías
constitucionales de un trabajador, pero que no lo despide, recibe una gratificación de la ley:
no podrá ser demandado por despido lesivo de derechos fundamentales en el marco de la
acción de tutela.
Alejándonos del viejo dogma del derecho chileno sobre la división abismal entre el trabajo
para el Estado y el trabajo para un particular, cabe destacar lo obvio: en ambos casos se
trata de trabajo subordinado. Y, por tanto, en ambos casos existe un poder privado que
puede devenir en lesivo para los derechos del trabajador.
Se trata de proteger por esta vía aquellos derechos directamente conectados con la
dignidad del que trabaja bajo el mando de otro a cambio de una remuneración, cualquiera
sea la condición jurídica del acreedor de ese trabajo.
Y no solo eso. La especial justificación para la existencia de una tutela laboral de los
trabajadores privados —la existencia de una situación de sujeción a un poder jurídico
ajeno— se presenta de igual manera en los funcionarios públicos: se trata de trabajadores
subordinados que se implican personalmente en la prestación de servicios.
"Las relaciones laborales entre los empleadores y los trabajadores se regularán por este
Código y por sus leyes complementarias.
Para que esa supletoriedad opere —de el punto de vista legal— deben concurrir dos
condiciones necesarias y suficientes: primero, que la materia no se encuentre regulada en
el estatuto administrativo respectivo, y segundo, que la regulación del Código del Trabajo
no sea incompatible con los "derechos estatutos" .
No cumple, por cierto, con esa calidad —la de ser una regulación de protección de los
derechos fundamentales— la existencia de normas y / o procedimientos administrativos
para el conocimiento de cuestiones de legalidad administrativa.
En la dimensión normativa, las capturas por la tutela laboral no contradicen las normas
administrativas que regulan la función pública, porque las demás medidas reparatorias
judicialmente determinadas —incluida la indemnización por daño moral— no contradicen el
contenido de norma alguna de los estatutos administrativos de que se trata. Es más, en el
caso de las indemnizaciones por despido lesivo de derechos fundamentales se trata de una
sanción por la lesión de dichos derechos, y no una prestación por los años de servicios, la
que estaría en contradicción con las normas del Derecho Administrativo.
Y en el mismo sentido, con relación a la indemnización por daño moral por vulneraciones
durante la relación laboral del funcionario público, la Corte Suprema ha sostenido su plena
aplicación, sosteniendo que no debe olvidarse "lo estipulado en el Nº 4 de la misma regla,
conforme al cual" En cualquier caso, el juez deberá velar para que la situación se retrotraiga
al estado inmediatamente anterior a producirse la vulneración denunciada y se abstendrá
de autorizar cualquier tipo de acuerdo que mantenga indemne la conducta lesiva de
derechos fundamentales ". La directriz del legislador se orienta a restablecer un equilibrio
roto por la conculcación del derecho fundamental, lo que no sólo involucra el cese de la
conducta lesiva, sino que le otorga al juez amplias facultades para alcanzarlo, entre las
cuales cabe incluir la indemnización de los perjuicios y, en particular, el daño moral "(Corte
Suprema, rol Nº 6870-2016).
Pero no solo existe plena compatibilidad normativa, sino que, además, existe plena
coincidencia con relación a los fines. Los de las normas de tutela laboral y los que el
derecho le asigna al Estado y la función pública.
Dicho de otra manera, mientras la confianza legítima limita el acto administrativo —no
renovación de contrata o terminación anticipada— en la existencia de una motivación que
justifique el acto, la limitación de tutela dice relación con su contenido en un sentido
específico: que dicha motivación no debe ser lesiva de un derecho fundamental del
trabajador.
Desde el punto de vista teórico, la cuestión más relevante que ocurrió en el siglo veinte
con la idea de derechos fundamentales será su expansión. Expansión en sus componentes
estructurales: el de derecho subjetivo y el de fundamentalidad.
De ese modo, por una parte, la idea de "bloque de constitucionalidad" que densifica el
origen formal de estos derechos, ampliando las fuentes de estos desde el texto
constitucional a los tratados internacionales de derechos fundamentales. Dicho bloque
"estaría constituido por: a) los derechos que la carta fundamental explicita sin taxatividad;
b) los que asegura el derecho internacional por medio de los principios de ius cogens ; c)
los que asegura el derecho convencional internacional de derechos humanos y
derecho internacional humanitario; d) los que aseguran el derecho internacional
consuetudinario " 161 .
Pero, además, por otra parte, esa densificación constitucional tendrá otra manifestación
tan relevante como la anterior, que se constituye por el reconocimiento de normas y
principios constitucionales de carácter implícito, como forma de reconstrucción coherente
del sistema jurídico en su conjunto 162 . La forma de reconstrucción de una norma o principio
implícito, se ha dicho 163 , puede "presentarse como una especificación de un principio
explícito, puede realizar por inducción (de normas generales, a partir de normas más
concretas) o tomando en cuenta que el principio implícito sea instrumental, la actuación de
un principio explícito " 164. Derechos tan importantes como la privacidad en el sistema
jurídico estadounidense, o la huelga en Alemania o Chile, tendrán su origen en esa
dimensión implícita 165 .
El resultado es que uno de los rasgos de la trasformación constitucional del siglo pasado
será, precisamente, la irrupción de una pluralidad de justificaciones en términos normativos:
en ellas se superponen unos a otros derechos que tienen fundamentos ideológicamente
disímiles y, a veces, contrapuestos 169 .
En relación con la expansión direccional, cabe apuntar que dice relación con la cuestión
de quienes son los sujetos afectos al normativo de los derechos fundamentales, dicha
expansión va desde una idea de contenido de eficacia unidireccional —contra el Estado—
a una eficacia pluridireccional —contra el Estado y otros particulares—. Como fue
revisado in extenso anteriormente, solo nos remitiremos a la cita de Alexy en el punto: "los
derechos fundamentales no solamente tienen aplicación a la relación entre el Estado y los
ciudadanos, sino, mucho más aún, a todos los ámbitos del derecho. Con ello se produce
un efecto irradiante de los derechos fundamentales sobre todo el sistema jurídico. Estos
derechos gozan así de ubicuidad " 171 .
Aquí, como dijimos, la aplicación de los derechos fundamentales genera dos tipos de
problemas relacionados con su contenido y que derivan de su estructura: la propia de
normas abiertas y genéricas. Normas —la de esos derechos— que deberán ser objeto —
para ser aplicadas— de particulares técnicas de especificación y concretización.
La referencia a la apertura de las normas de derechos fundamentales, dice relación con
que sus condiciones de aplicación no están previstas de modo alguno o solo de manera
muy parcial, de modo que las normas no dicen nada o dicen muy poco acerca de
circunstancias en que un determinado interés derivado de la protección constitucional. En
el caso de la genericidad, las normas de derechos fundamentales no concretan en ningún
modo, o solo parcialmente, cómo se dará protección a ese interés antes reconocido.
De partida volvamos unos pasos atrás. Un derecho fundamental es —en mayor o menor
medida— el reflejo de un valor constitucionalmente reconocido 174 .
Ese valor exige para su satisfacción la protección de uno o más intereses. Dichos
intereses, a su turno, constituyen las denominadas razones subyacentes de la norma
constitucional que los reconoce y que deben guiar el proceso aplicativo de ese derecho,
particularmente la determinación de su contenido.
Ese interés protegido por la norma constitucional —que reconoce el derecho fundamental
en cuestión—, es el que debe, a nuestro juicio, gobernar el proceso de interpretación, tanto
para la especificación de qué conducta es la protegida al titular del derecho, como para la
determinación de las específicas posiciones que comprenderán las obligaciones de terceros
frente a ese titular.
Se trata tanto del proceso de especificación del derecho —determinar exactamente qué
conducta es la protegida—, como de concretización —determinar exactamente a través de
qué deberes se le protege—. Ambos son problemas interpretativos que deben ser resueltos
a la luz de alguna teoría normativa para la aplicación de esos derechos, de las que daremos
cuenta en la parte final de este libro sobre razonamiento jurídico. Como explicaremos, a
nuestro juicio, esa teoría debe resolver esos problemas sobre el supuesto de la máxima
extensión de esos derechos.
Como explica Luzzati, por genericidad se entiende un rasgo propio de las normas de
principios —como son los derechos fundamentales—: "en ese sentido, sólo es posible
clasificar los principios como normas genéricas. En el sentido de que las disposiciones de
principio exigen hacer algo para un fin más o menos determinado, pero no siempre
especifican qué se debe hacer. Sobre los medios, por tanto, poco se dice, ya menudo nada
de nada " 178 .
En la tutela laboral de la ley chilena, en ese sentido, el bien jurídico protegido no son los
derechos fundamentales del trabajador, a secas. Ni siquiera los derechos fundamentales
previstos expresamente por el texto constitucional en el ya citado artículo 19. Lo protegido
son los derechos fundamentales del trabajador anterior, expresamente catalogados en el
artículo 485 del Código del Trabajo. Se trata de un catálogo razonablemente amplio, que
incluye una porción relevante de los derechos que en teoría podrían serle reconocidos al
trabajador en el espacio empresarial.
Los derechos contemplados en esa enumeración taxativa de la ley, y por tanto protegidos
por la acción de tutela, son de dos tipos, según su origen: los de fuente constitucional,
previstos todos en el artículo 19 del texto fundamental, y los de fuente legal , en rigor, un
solitario derecho que corresponde al derecho a no ser objeto de represalias laborales —
derecho a la indemnidad laboral—, según explicaremos.
f) Libertad de expresión, opinión e información sin censura previa (artículo 19, Nº 12,
inciso primero);
El cuerpo y su protección han sido siempre relevantes para el trabajo. En rigor, fue lo que
dio origen al Derecho del Trabajo.
Es que el primer desafío de la regulación del trabajo por cuenta ajena y asalariado —en
los albores del capitalismo— será eso que, precisamente, Supiot llamará "el problema del
cuerpo" : la vieja prohibición de que el ser humano no sea el objeto del contrato.
¿Cómo hacer, entonces, que el objeto del contrato sea el sujeto? ¿Cómo superar la
barrera que significa que el trabajo no sea susceptible de ser escindido de la fuerza activa
que lo genera: el trabajador?
El Derecho del Trabajo cumplirá esa función. Constituirá ese "ser jurídico" del que el resto
del derecho carece. De ese modo, el contrato de trabajo permitió un hecho inédito para la
regulación jurídica civil de la época: apropiarse del trabajo sin necesidad de apropiarse del
trabajador. Se disocia así ficticiamente al objeto —el trabajo— del sujeto —el
trabajador— 181 .
Como se dirá, todo reposará "sobre la ficción de una posible separación entre el
trabajador que se obliga y el trabajo, que es el objeto de su obligación. como sujeto que
como objeto del trabajo " 182 .
Constituyendo algo que antes no existía: el contrato de trabajo. Una figura contractual
donde el objeto es un hacer. Pero no un hacer cualquiera, un hacer con una novedad: un
hacer subordinado.
Dicho de otro modo, donde antes había apropiación y sumisión puramente fácticas, el
Derecho del Trabajo instala la ajenidad y la subordinación.
El resultado será lúcidamente descrito por Polanyi: "la supuesta mercancía llamada
fuerza de trabajo no puede ser manipulada, usada indiscriminadamente, o incluso dejarse
ociosa, sin afectar también al individuo humano que sea el poseedor de esta mercancía
peculiar. trabajo de un hombre, dispondrá incidentalmente de la entidad física, psicológica
y moral que el "hombre" al que se la aplica ese título " 183 .
El cuerpo queda, de ese modo, atrapado en esa relación de la que da cuenta el contrato
de trabajo. Pero no solo en su dimensión física, sino también en su dimensión intelectual y
moral, porque las exigencias de rendimiento productivo han superado la racionalidad
tradicional del cuerpo, y han avanzado contemporáneamente, en las palabras de Berardi,
"sobre el gobierno de las almas" 184 .
Y frente a ese complejo espacio que hoy representa la empresa moderna, que pone sobre
el trabajador no solo exigencias físicas, sino también nuevas exigencias intelectuales, todo
bajo la lógica de la máxima productividad, el derecho pretende erigir la barrera de la
integridad física y síquica como un límite.
La protección del cuerpo es, en sentido amplio —mente y afecto incluido—, la finalidad
del derecho a la integridad física y síquica. Se ha sostenido que la integridad
física " implica la preservación y cuidado de todas y cada una de las partes del cuerpo, lo
que conlleva al estado de salud de las personas. habilidades motrices, emocionales,
psicológicas e intelectuales " 185 .
Se trata de un derecho fundamental de titularidad individual, de ahí que sólo sea exigible
como sujeto activo por la persona natural, en este caso, el trabajador. Y su sujeto pasivo es
universal dentro de la relación laboral: no solo el empleador está obligado a su contenido,
también terceros como los compañeros de trabajo, empresas relacionadas, clientes, etc.
No es difícil convenir que mientras la integridad física dice relación con el resguardo y
protección de la materialidad del cuerpo, la integridad síquica dice relación con la protección
del universo intelectual y emocional del trabajador 186 .
Se trata de dos intereses jurídicos distintos entre sí, aunque relacionados. Mientras la
integridad física remite a un espacio vital con contenido determinado y acotado a la realidad
corporal del trabajador, la integridad síquica evoca un espacio protegido abierto y con
contornos indeterminados y dinámicos, referidos a la realidad emocional y afectiva del
trabajador 189 .
Y ello dado que el empleador como sujeto pasivo tiene un doble deber: uno de abstención,
otro de protección y prevención. Dicha situación pasiva para el empleador tiene un doble
fundamento normativo, por un lado, el derivado de su posición de sujeto pasivo de la vida
e integridad de los trabajadores por aplicación del artículo 19 Nº 1 de la Constitución; y, por
otro lado, la exigencia del artículo 184 del Código del Trabajo, que dispone del deber del
empleador de protección, exigiendo tomar las medidas que sean necesarias "para proteger
eficazmente la vida y la salud de los trabajadores".
De este modo, el empleador tiene un deber negativo de no afectar con su conducta, por
una parte, la seguridad e integridad corporal del trabajador y, por otra, el deber de no
interferir o restringir su integridad afectiva, intelectiva y emocional.
Como es obvio, el interés jurídico protegido en el primer caso —la integridad física— da
lugar a un deber de contenido muy determinado y concreto: no dañar la seguridad corporal
del trabajador. En cambio, el interés jurídico en el segundo caso —la integridad síquica—
exige un deber abierto y dinámico: no afectar el espacio emocional y moral del trabajador.
Pero también tiene un deber positivo, tomar las medidas necesarias para que dichos
intereses constitucionales del trabajador sean protegidos, atendido que al respecto un
especial deber de cuidado con el fundamento normativo legal ya citado. En ese sentido, es
posible que la lesión del derecho fundamental del trabajador provenga de la falta de
cumplimiento de ese derecho, como ocurrirá si las condiciones de trabajo suponen un
ambiente laboral hostil y peligroso, ya sea que el mismo derive o no de la falta de
cumplimento de las normas legales del trabajo en la materia 190 .
En el ámbito del trabajo, un caso paradigmático de lesión de este derecho fundamental
de los trabajadores es el acoso laboral, al que por su relevancia dedicaremos las próximas
páginas.
El acoso adquiere relevancia a partir de la década del sesenta, producto de los estudios
sobre la agresividad animal realizados por Lorenz 191 . Corresponde, sin embargo, a
Leymann su utilización para describir el fenómeno que se presenta en las organizaciones
humanas en general, e intensamente en las relaciones laborales en particular, conocido
bajo el término mobbing 192 .
Se refiere a la "situación en la que una persona ejerce una violencia psicológica extrema,
de forma sistemática y recurrente y durante un tiempo prolongado sobre otra persona o
personas en el lugar de trabajo, con la finalidad de destruir las redes de comunicación de
la víctima o víctimas, destruir su reputación, perturbar el ejercicio de sus labores y lograr
que finalmente esa persona o personas acaben abandonando el lugar de trabajo
" 193 . Todas las definiciones siguen las mismas coordenadas, como la de Hirigoyen, "toda
conducta abusiva que atenta, por su repetición o sistematización, contra la dignidad o la
integridad psíquica o física de una persona, poniendo en peligro su empleo o degradando
su ambiente de trabajo " 194 .
La Ley Nº 20.607 (2012) introdujo en el Código del Trabajo chileno el acoso laboral como
conducta ilícita. Dicha figura legal podría ser calificada como propia de una noción
tradicional del acoso, influenciada por la mirada sicológica, según lo explicado antes.
El inciso segundo del artículo 2º del Código del Trabajo contempla una definición de
acoso laboral en los términos siguientes: "toda conducta que constituya agresión u
hostigamiento reiterados, ejercida por el empleador o por uno o más trabajadores, en contra
de otro u otros trabajadores, por cualquier medio, y que tenga como resultado para el o los
afectados su menoscabo, maltrato o humillación o bien que amenace o perjudique su
situación laboral o sus oportunidades de empleo " 196 .
Una primera aproximación al concepto legal citado evidencia que el acoso laboral es
incompatible con el respeto a la dignidad humana, idea que opera como fundamento
axiológico de la noción misma de acoso y que comparte con otras formas de hostigamiento,
como es el acoso sexual. Con todo, y más allá de la noción legal descrita, el acoso laboral
se constituye como una forma de hostigamiento que tiene el potencial de ser pluri-ofensiva,
pudiendo lesionar una pluralidad de derechos fundamentales de la víctima. De allí su
reproche jurídico y su sanción " 197 .
Los medios del acoso pueden ser cualesquiera y comprenden acciones tanto de carácter
verbal como escrito, gestual o de contacto físico, actitudes u omisiones. Ello porque como
señala la ley chilena en su definición: "la agresión u hostigamiento puede efectuarse por
cualquier medio" 200 .
Cuestión adicional y algo problemática es el hincapié que hace la ley a la reiteración como
elemento definitorio de la figura. Al respecto, ya hemos señalado que "llama la atención que
con la exigencia de este elemento el CdT asume una posición relativamente rígida, que
impediría calificar como casos de acoso laboral a aquellas agresiones que se verifiquen por
un comportamiento único, con lo cual pareciera que se sigue una conceptualización
del mobbing más cercana a la sicología que al Derecho del Trabajo, perdiéndose de vista
que lo que debiera interesar prioritariamente desde una perspectiva normativa es el
resguardo efectivo de los derechos fundamentales " 201 .
La vaguedad del término "reiterados" da margen para que los operadores del derecho
determinen de qué manera se cumple este elemento para poder entender establecido un
acoso laboral. Así, en la práctica jurisprudencial se aprecia la exagerada importancia que
se le da a este componente y el efecto que genera es con frecuencia negativa, pues se
condiciona la noción de acoso al hecho de que se demuestre la reiteración de la agresión
u hostigamiento. En este sentido, al no configurarse la persistencia temporal de la agresión,
el análisis de la lesión de los derechos fundamentales del trabajador, que es el
verdaderamente relevante, puede pasar a segundo plano 202 .
Es necesario señalar, en este punto, que la "exigencia de reiteración" no debe ser leída
en sentido puramente cuantitativo. En rigor, debe ser entendida en el contexto de gravedad
de las conductas empresariales, de modo tal que, existiendo actos que importan un
hostigamiento intenso y grave por parte del empleador u otros trabajadores, la exigencia de
reiteración debe ser atenuada en favor del afectado.
La definición se hace cargo de la distinción referida a las clases de acoso laboral, la que
en atención al agresor distingue entre "acoso vertical", caracterizada por una conducta de
hostigamiento proveniente del empleador, y el "acoso horizontal", en el que uno o más
trabajadores se encuentran en los hostigadores de otro trabajador.
El concepto jurídico de acoso laboral está integrado por una conducta ejecutada por unos
determinados sujetos, que producen un resultado específico: la vulneración de los derechos
fundamentales del trabajador. En efecto, la ley exige que, además de la conducta, ésta
produce "como resultado para el o los afectados su menoscabo, maltrato o humillación o
bien que amenace o perjudique su situación laboral o sus oportunidades de empleo".
Se ha apuntado al respecto que "así, entonces, el Código del Trabajo parte de la base de
que el resultado lesivo se relaciona con la afectación de uno o varios derechos
fundamentales y no con un daño síquico en concreto, de modo tal que lo lesionado es un
conjunto de bienes jurídicos protegidos que giran en torno a la dignidad del trabajador, tales
como la honra, la privacidad o la no discriminación " 205 .
Configurado el acoso laboral en los términos anteriores, nuestro sistema legal, desde el
punto de vista de las normas laborales, entrega al afectado diversos mecanismos para su
protección.
- denunciar de tutela por lesión de derechos fundamentales de acuerdo con las normas
generales de los artículos 485 y siguientes del Código del Trabajo;
- denunciar de tutela por causa de acoso laboral, fundado en la disposición del artículo
489 del Código del Trabajo;
La ley laboral chilena incorpora expresamente como causal de despido indirecto del
artículo 171 del Código del Trabajo, "las conductas de acoso laboral" del empleador. Esta
norma ofrece la posibilidad que, frente a conductas antijurídicas del empleador, el
trabajador ponga término unilateralmente a su contrato de trabajo y solicite ante el tribunal
las indemnizaciones con que la ley grava el despido indebido.
La doctrina laboralista denomina a esta figura despido indirecto, porque el empleador, si
bien no despide formalmente a su trabajador, se comporta de manera ilegal, con lo que
justifica la terminación efectuada por el trabajador. En ese sentido, "la Ley Nº 20.607
reconoce la procedencia del autodespido de las víctimas, lo que en principio no es nuevo,
pues era una vía ya usada antes de esta reforma, pero que hoy se ve completamente
complejizada al tener que invocarse y establecerse en un juicio ordinario conforme al
numeral 1º del artículo 160, lo que resultará en la gran mayoría de los casos una operación
de tipo "kamikaze" para las víctimas, por las dificultades probatorias que el acoso laboral
o mobbing conlleva si se carece de mecanismos que alivianenesta carga, como sí se
analizará para el procedimiento de tutela " 207 .
La ley laboral chilena incorpora expresamente como causal de despido disciplinario las
conductas de acoso laboral del trabajador (artículo 160, letra f, del Código del Trabajo), de
manera que la ley habilita al empleador para despedir a los trabajadores que incurran en la
referida conducta respecto de otro compañero.
En esa perspectiva, la posibilidad que la ley chilena otorga al trabajador acosado de poner
término inmediato y unilateral al contrato, es una solución tradicional dentro del derecho
comparado. Corresponde a una óptica restrictiva sobre el carácter del acoso laboral, al que
solo se entiende como una infracción al contrato por parte del empleador, de ahí que se
autorice su rescisión al trabajador, y no como una conducta pluriofensiva de derechos
fundamentales del mismo.
A propósito, y avanzando unos pasos, en el caso del despido indirecto por acoso laboral
¿es compatible con la acción de tutela laboral?
No existe incompatibilidad alguna entre estas normas y las de tutela laboral. Toda vez
que el artículo 489 del Código del Trabajo, al hablar de una vulneración que se produce
"con ocasión del despido", incluye la terminación producto de un despido indirecto, figura
que desde el punto dogmático laboral corresponde exactamente a un despido.
Como ya explicamos antes en este libro, tanto la doctrina laboral, como la jurisprudencia
judicial 208 , se han decantado por entender que el ejercicio de la acción de tutela laboral es
compatible con el autodespido.
Cabe, en fin, volviendo a las normas de acoso laboral del Código del Trabajo, hacer una
valoración adicional que de algún modo está de en todas estas líneas. Se trata de una ley
con una óptica tradicional sobre el acoso, al que mira como una pura infracción del deber
de seguridad del empleador —por sí mismo o por los compañeros de trabajo—, y eso se
traduce de su mecánica, la que no tiene como finalidad reparar la integridad física o síquica
del trabajador, o de cualquier otro derecho fundamental —como la privacidad u honra—
que haya resultado lesionado.
El acoso laboral no es sólo un ilícito laboral que conduce al despido indirecto. Es, antes
que eso, una conducta pluriofensiva de derechos fundamentales del trabajador, y los
derechos involucrados —como la integridad, honra, no discriminación, etc.— son objeto de
resguardo por parte de la ley a través de la tutela laboral.
En el primer caso, estando vigente la relación laboral, la tutela laboral busca poner
término al hostigamiento de que es objeto el trabajador, por las vías de la ley para el caso
de acogerse dicha acción. De partida, la cesación de la conducta de hostigamiento, ya sea
que provenga del empleador o de los compañeros de trabajo. Y si el acoso se ha
materializado en algún acto jurídico referido al trabajador —como una amonestación,
traslado, ejercicio del ius variandi , etc.—, la ineficacia jurídica de los mismos. Asimismo, la
determinación de las medidas reparatorias del o los derechos fundamentales vulnerados
en el acoso laboral, las que deben tener por objeto restituir su ejercicio 210 .
En el segundo, esto es, en caso del despido, el acoso laboral podrá ser reprimido
jurídicamente por la vía establecida en el artículo 489 del Código del Trabajo sosteniendo
la vulneración "con ocasión del despido". No parece discutible conceptualmente esta
posibilidad. Ello ocurre cuando el despido del trabajador es el acto final de una cadena de
conductas empresariales de hostigamiento en el contexto laboral. De este modo, el despido
lesivo por acoso lugar a las consecuencias ya explicadas para este tipo de conductas: un
haz indemnizatorio que incluye una indemnización sancionatoria de 6 a 11 meses de
remuneración y las medidas reparatorias que correspondan.
Asimismo, debe considerar —de corresponder— la reparación del daño moral como
explicamos antes en este libro. Según ya sostuvimos latamente, la indemnización adicional
que discutir el artículo 489 del Código del Trabajo no agota el eventual resarcimiento del
daño moral que pudiese afectar al trabajador, atendido que se trata de una indemnización
sancionatoria o de daños punitivos 212 .
Cabe precisar, por último, la relación entre acoso laboral, como aquí la hemos explicado,
y la vulneración del derecho a la integridad física y síquica de los trabajadores.
El acoso es, por definición, una vulneración a ese derecho fundamental. Pero ese
derecho fundamental no se agota en el acoso. Su ámbito de protección, como es obvio,
supera los intereses protegidos por la noción de acoso laboral de nuestro derecho.
Para decirlo de otro modo, el acoso es siempre una lesión a la integridad síquica de los
trabajadores, pero no necesariamente una lesión a esa integridad constituye un acoso
laboral.
De este modo, las conductas lesivas de este derecho superan con creces la tipología
reducida del acoso laboral, que tanto nuestra ley y doctrina laboral han sostenido —con
fuerte influjo de la sicología en este punto— 213 , abarcando una amplia gama de conductas
empresariales que pueden carecer de la nota de reiteración y sistematicidad exigida por la
noción tipológica del acoso, pero que producen una afectación al derecho fundamental en
comento.
Así, en casos conocidos en nuestra jurisprudencia judicial, bastan malos tratos y gritos
"el día" de los hechos para dar por configurada la vulneración: "los hechos acreditados que
dicen relación con los gritos y malos tratamientos psicológicos que habría sufrido la
denunciante el día de los hechos, dan cuenta de una vulneración grave al derecho que se
indica, en su vertiente de integridad psíquica. una persona, no admite justificación alguna,
constituyendo siempre infracción a la garantía constitucional del artículo 19 Nº 1 de la
Constitución Política " (1 erJuzgado del Trabajo de Santiago, T-697-2017). Y en el mismo
sentido anterior, la jurisprudencia laboral ha precisado "ahora bien, que para que estemos
frente a una vulneración a la integridad física o psicológica del actor, se hace necesario que
exista un acto del empleador que importe un atentado directo, que lo menoscabe en su
condición de persona humana, que lo ridiculice o estigmatice frente al resto de sus
compañeros de trabajo " (1 er Juzgado del Trabajo de Santiago, T-186-2014).
Como se ve en estos casos, una sola y exclusiva conducta empresarial puede estar en
condiciones de afectar la integridad física y / o síquica del trabajador, y, por tanto, ser
considerado una lesión de este derecho fundamental, en la aplicación de las normas de
tutela laboral 214 .
5. DERECHO A LA NO DISCRIMINACIÓN
Detrás del derecho a la no discriminación hay una molestia, aquella que provoca una
conducta que perjudica a una persona por razones que, críticamente amente evaluadas,
parecen especialmente molestas u odiosas socialmente. Y ese perjuicio puede tener
consecuencias en ámbitos relevantes de la vida en sociedad, entre ellos, el trabajo.
De ahí que se sostenga que "el rasgo central de la discriminación como un problema
social consiste en juzgar a la gente solamente como miembro de un grupo despreciado" 215 ,
precisándose que "la comprensión de la discriminación, en consecuencia, debe nutrirse de
la comprensión del fenómeno más amplio del odio colectivo: esto es, del odio hacia ciertos
colectivos compartidos por otros colectivos " 216 .
¿Cómo interpretar esta pléyade de instrumentos normativos citados que reconocen tanto
el principio de igualdad como el de no discriminación?
De partida, hay que destacar que el principio de igualdad exhibe una estructura
compleja. En rigor, supone dos mandatos distintos: primero, un mandato de trato
igualitario; y, segundo, uno de trato diferenciado.
El principio, entonces, prohíbe tratar desigual a los iguales y prohíbe tratar igual a los
desiguales. Como se ha explicado "la norma exige trato igual en nombre de la justicia,
porque ya hemos comprobado que la igualdad, como tal, no es moralmente valiosa, sino
que sólo cuando se trata de una igualdad justa. justificado, pero lo está exactamente por la
misma razón por la que lo está el trato desigual de lo desigual, es decir por la razón de la
justicia que supone " 218 .
Lo anterior, como se ha explicado, supone que "el mandato de trato diferenciado recibe
el nombre de deber de promoción y de protección de los desfavorecidos, que corre a cargo
del Estado" 219 .
El contenido del derecho a no discriminación es, en rigor, una prohibición. Y esto, como
sostendremos en adelante, consiste en la interdicción de cualquier trato en materia laboral
que se funde en un criterio sospechoso o prohibido y que carezca de una justificación
proporcionada.
Vistas así las cosas, esta forma de entender la discriminación pone en el centro de su
engranaje conceptual la idea de razonabilidad. La misma apunta a entender que la
discriminación se encuentra justificada cuando es razonable y objetiva, esto es, cuando
carece de arbitrariedad. Se trata de una noción tomada en su día de la doctrina alemana —
particularmente de Leibholz—, que sostiene que se vulneraba la idea de igualdad "cuando
una disposición (que se enjuicia) debe ser catalogada como arbitraria" 222 .
Como se ve, se trata de una concepción que, traída al caso laboral, daría lugar a una
prohibición extensa de no discriminar, ya que —en los hechos— estaría vedada cualquier
distinción de trato empresarial en el lugar de trabajo que careciera de alguna razón de
sustento. De este modo, para quienes ven así la figura, "no sería necesario ninguna
enumeración de causas o motivos, ya que el principio es el de que resulta discriminatoria
toda diferencia no justificada" 225 .
El problema no es, sin embargo, sólo una jurisprudencia equívoca, que se ha construido
—como en el caso chileno— a partir de esta concepción, sino la confusión que supone,
precisamente entre la exigencia de justificación de los actos del empleador y el derecho
fundamental de no discriminación.
De este modo, por ejemplo, en materia de despidos, las diferencias de trato sin
justificación son consideradas ampliamente como jurídicamente ilegales, porque vulneran
la idea de causalidad de los despidos, recogidas en las normas legales de las respectivas
tradiciones jurídicas de que se trate - como el despido injustificado del Código del Trabajo
chileno—. Pero ello no equivale a un despido discriminatorio, ya que se requiere de un plus
de gravedad que justifica el reproche de rango constitucional: el despido se funda en una
razón inaceptable from el punto de vista de las convenciones morales dominantes, en tanto
desprecian la pertenencia a un colectivo determinado, como puede ser el sexo, la raza o la
tendencia sexual del trabajador despedido, entre otras.
Esta concepción, así presentada, no confunde interés ese jurídico que sustenta el
carácter constitucional del derecho a la no discriminación, con la exigencia propia del
Derecho del Trabajo derivada del principio protector de motivación y / o justificación de los
actos empresariales, exclusivamente operativizado, como dijimos, a través de la
causalidad.
¿Es relevante la diferencia entre ambas concepciones para la aplicación del derecho?
De entrada, la discriminación supone una diferencia de trato negativa, esto es, que afecta
la posición laboral de un trabajador, porque pierde o deja de recibir un derecho o beneficio
o una situación jurídica anterior.
Esa diferencia de trato puede adoptar cualquier forma fáctica —rebaja o eliminación de
beneficios, aumento de cargas laborales, etc.— o jurídica —ejercicio del ius variandi ,
despido u otra—.
La forma múltiple del trato empresarial negativo incluye la "no renovación" de un contrato
de trabajo o de cualquier otra figura relacional de que se trate, como la contrata en el sector
público 228 . Como ya explicamos antes, cualquier poder jurídico debe entenderse sujeto, al
menos, a las exigencias legales que derivan de la tutela laboral: no vulnerar los derechos
fundamentales del trabajador 229 .
Lo anterior, por expresa disposición legal, ya que como señala el artículo 493 del Código
del Trabajo, superada la aportación de indicios por la víctima de la discriminación,
corresponde al demandado la "justificación de la medida y su proporción". Pero no basta
cualquiera justificación. La ley exige una fundamentación que excluya la motivación lesiva
de derechos fundamentales, como puede ser la razón discriminatoria o la de represalia por
el ejercicio de la libertad de expresión o la libertad ideológica, entre otras. Así lo ha
entendido la jurisprudencia, que en voz de la Corte Suprema ha declarado que"los
tribunales de justicia, conociendo de la tutela laboral, pueden examinar si los motivos de la
no renovación de la contrata importan afectación de derechos fundamentales. En
consecuencia, el inciso primero del artículo 10 del Estatuto Administrativo no impiden
examinar dichos derechos" (Corte Suprema, rol Nº 36491-2015).
En el ámbito del derecho laboral nacional, otro tanto efectúa el artículo 2º, inciso tercero,
del Código del Trabajo, al señalar que "Los actos de discriminación son las distinciones,
exclusiones o preferencias basadas en motivos de raza, color, sexo, edad, estado civil,
sindicación, religión, opinión política, nacionalidad, ascendencia nacional u origen social,
que tengan por objeto anular o alterar la igualdad de oportunidades o de trato en el empleo
y la ocupación " .
Tanto en el derecho internacional, como en el chileno, parece haber acuerdo en que los
catálogos no deben ser entendidos de manera exhaustiva.
De ahí que la doctrina laboral sostenga rotundamente que "en la actualidad, tales
enumeraciones no pueden ser consideradas de ningún modo como taxativas, sino como
puramente ejemplificativas" 237 . Otra —que veremos más adelante— es si los catálogos
cumplen, entonces, alguna función.
El punto es que supuesto que el catálogo del artículo 2º del Código del Trabajo es abierto
y no taxativo, surge como cuestión fundamental determinar sobre qué criterio se construirá
la sospecha o prohibición que se exige como presupuesto conceptual de la discriminación.
Dicho de otro modo, la pregunta que corresponde responder es ¿cuál será el criterio
normativo que fijará lo que se considera como sospechoso o prohibido para efectos de la
discriminación laboral?
La respuesta que parece asentarse en el Derecho del Trabajo chileno es la que deriva de
la propia norma constitucional. En efecto, abierto el "catálogo de la sospecha" de la
discriminación, se hace clave determinar qué criterio normativo está detrás de esa
sospecha. Y el artículo 19, Nº 16, inciso tercero de la Constitución, parece tener parte de la
respuesta: lo común a los criterios sospechosos es que, en principio, no dicen relación con
la capacidad o idoneidad personal del trabajador.
Pero, no basta solo esa consideración. La idoneidad o la capacidad explica parte del
fundamento de la razón de por qué un criterio en particular nos parece sospechoso. Se
requiere, además, que ese criterio o móvil, junto con estar desconectado de los méritos o
la aptitud técnica del trabajador, exprese un motivo que socialmente nos parezca
significativamente disvalioso, porque a través de él el empleador nos ofende como
comunidadicamente organizada 239 .
Sin embargo, como también ya dijimos, parece existir acuerdo en la comunidad jurídica
que se trata de un catálogo abierto y no taxativo, cuestión que deja otro problema pendiente:
cuál es la función de ese catálogo.
Una primera tesis es afirmar que el catálogo sí es relevante. Y lo es, porque esos criterios
habitualmente previstos en las normas sobre discriminación expresa una voluntad del
legislador que no es meramente ejemplar, sino que constituye una calificación de gravedad.
Hay dos posibles respuestas de aquellos que sostienen la relevancia del catálogo:
Las dificultades de esta posición son variadas. Primero, no queda nada de claro por qué
algunas discriminaciones van a ser blindadas como reglas "no derrotables" y otras, sí. Es
evidente la sensación de arbitrariedad de atribuir al legislador esa finalidad. De hecho, es
perfectamente posible que se considere, en un caso en concreto, más grave una distinción
de trato fundada en un criterio no catalogado —como es la discapacidad, no señalado en
la norma laboral chilena— que uno listado —como la nacionalidad— .
Y en segundo lugar, esta posición no se aviene con los textos jurídicos que contemplan
el derecho a la no discriminación ya la interpretación que ya hemos aludido. En todos ellos
se habla de la justificación "objetiva y razonable" como hipótesis de excepción no prevista
originalmente. De hecho, no se hace cargo de la larga tradición jurídica —incluyendo la de
los tratados internacionales— donde se asume que la prohibición de la utilización de los
criterios sospechosos es prima facie y derrotable.
Y en ese sentido, el problema de esta posición es obvio: qué hacer con los múltiples
casos donde se producirá un cruce entre las exigencias del derecho a la no discriminación
y aquellas derivadas de otros derechos o principios de rango fundamental. Como aquel
caso del "concurso para el reclutamiento de médicos para los hospitales de la Seguridad
Social, al que aspiran titulados que religiosamente se definen como Testigos de Jehová y
que, por tanto, consideran que las transfusiones sanguíneas están sujetas a una prohibición
absoluta. concordará en que aquí concurren, de un lado, el principio de prohibición de
desigual por razón de las creencias religiosas y, por otro, el principio de protección de la
vida humana ". Y que, en el caso del reclutamiento, al menos, de especialistas en cuidados
intensivos, no sería difícil entender que "240 .
Una segunda respuesta es la que sostiene que la relevancia del catálogo es de menor
intensidad que la tesis anterior. La relevancia viene dada porque las discriminaciones
fundadas en esos criterios serán consideradas más graves y, por tanto, para ser
exceptuadas o derrotadas, sujetas a una exigencia argumentativa de mayor intensidad.
Se trata de una posición obviamente influida por la doctrina de los criterios sospechosos
de la jurisprudencia norteamericana. Como es bien sabido, en esa tradición existe un juicio
de igualdad en base a una escala de intensidades. Las clasificaciones sospechosas —
como la raza o la orientación sexual— que exigen un escrutinio estricto que supone la
persecución de un "interés primordial" y la necesidad imperativa de esa clasificación para
el logro de ese interés; las clasificaciones cuasi sospechosas —principalmente fundadas
en criterios de género— exigen un escrutinio intermedio, que supone un "interés importante"
y la idoneidad de la clasificación para alcanzarlo; y por último, las clasificaciones no
sospechosas que se someten a un "escrutinio débil, que sólo supone la existencia de un"
interés legítimo "241 .
Trasladada fuera del contexto de origen, esta forma de mirar la cuestión se traduciría en
aplicar esa "escala de intensidades" al problema del catálogo: los criterios incluidos están
los sospechosos y, por tanto, sometidos a un escrutinio estricto. Los no incluidos, en tanto,
solo a un escrutinio débil.
Es una posición más abierta tenue que la tesis anterior, ya que se considera que todos
los criterios de discriminación son derrotables y, por ende, a la ponderación. La diferencia,
entonces, está dada por la carga argumentativa a la que se ven someidos unos y otros. Los
catalogados suponen una intensidad en la relevancia superior para ser derrotados - "un
interés imperioso", en palabras de la jurisprudencia de la Corte Suprema norteamericana—
, en comparación con los no catalogados —que sólo exigen un interés legítimo—.
La respuesta a esta crítica viene dada en aquellas tradiciones donde existe consenso en
que los catálogos cumplen un rol regulativo calificado calificado: la inclusión en el catálogo
ha supuesto una voluntad no controvertible del legislador de agravar las distinciones
fundadas en dichos criterios, fundamentalmente por razones históricas —Grupos
maltratados por motivos de raza, como en Estados Unidos— o políticas —ofensas
especialmente perturbantes para ciertas comunidades, como el discurso nazi en
Alemania—.
Pero ¿qué hacer con aquellas tradiciones legales donde no existe tal acuerdo expresado
en prácticas jurisprudenciales, ni se presentan razones históricas compartidas sobre la
función del catálogo? Dicho de otro modo, la cuestión es ¿por qué otras experiencias
legales, tanto locales como internacionales, asumirá que ciertos criterios son más graves
que otros, si ello no expresa ningún acuerdo ni tradición histórica que se haya reflejado en
el diseño de esos catálogos ?
En esas tradiciones jurídicas, como no cabe duda es la chilena, los criterios de
discriminación, como los contenidos en el artículo 2º del Código del Trabajo —sexo, edad,
sindicación, raza y otros— no expresan ninguna protección a minorías históricamente
castigadas, ni son más graves, bajo alguna práctica interpretativa compartida, que aquellos
no incluidos —como orientación sexual, la calidad del portador de VIH o la discapacidad—
.
Una tercera posibilidad —y que aquí asumimos como correcta— es sostener que el
catálogo es irrelevante, ya que no cumple una función deóntica particular que incida en el
carácter de la prohibición —derrotable o no— ni en la intensidad de la misma —más o
menos grave—.
Esto es especialmente cierto para el caso del catálogo del artículo 2º del Código del
Trabajo, pero, en rigor y salvo excepciones a las que ya nos referimos, para todo catálogo
de criterios de discriminación.
En ese sentido, da igual estar fuera que estar dentro del catálogo, ya que lo relevante
para que la acción se considera deónticamente prohibida, por discriminatoria, es que se
vulnere la igualdad de trato laboral por una razón que provoca rechazo desde un punto de
vista de la moral crítica.
La única función del catálogo sería una ventaja argumentativa: se da por supuesto —sin
necesidad de justificación adicional— el carácter prohibido de los criterios contenidos en
ese catálogo, pero ello no aumenta ni intensifica la gravedad de las distinciones fundadas
en ellos.
La fortaleza jurídica de esta posición es obvia. Se aviene con los textos internacionales
sobre la discriminación, donde los catálogos son considerados "abiertos". Y más importante
aún, se considera en el mismo plano deóntico —esto es, prohibidos prima facie - tanto los
criterios del catálogo, como los no previstos en el mismo. De hecho, tal como se dijo al
inicio, casi todos los textos jurídicos en esta parte hicieron una cláusula de apertura del
estilo "y cualquier otra consideración" discriminatoria.
Si los textos son abiertos y nada más que enumerativos, no se ve razón, en principio,
para sostener que unos son más importantes que otros, desde el punto de vista de la
intensidad de la prohibición.
Detrás de esta tesis, además, hay potentes razones éticas ¿en base a qué razones
deberían considerarse de distinta gravedad la discriminación fundada en el sexo —criterio
habitualmente catalogado—, que la fundada en la discapacidad —criterio previsto no
previsto? -.
En principio, ninguna.
Si exigir el sexo es una diferencia de trato prohibida para contratar un trabajador: ¿qué
hacer con la empresa de guardias que se contrata para la tarea de revisar a las asistentes
mujeres a un concierto o un recital? o ¿qué hacer con el colegio católico que contrata
profesores de religión y que exige que sean, al menos, creyentes?
El problema es que en esta tesis no se dice qué peso debe tener esa razón, y por tanto,
ha dado lugar a una aplicación práctica que suele ser amigable tanto con las buenas y las
malas razones. Se da por satisfecha la exigencia para el empleador, con la mención de un
motivo cualquiera para que su actuar deje de ser irracional o caprichoso.
Por último, cuando para el logro de una finalidad legítima derivada de un derecho
fundamental, se requiere la restricción de una posición cubierta por otro derecho —de modo
tal que la satisfacción de uno solo puede realizar una costa del otro—, debe ejecutar el
juicio de proporcionalidad en sentido estricto. Dicho juicio puede expresarse, como ya lo
habíamos adelantado, en la denominada ley de la ponderación: cuanto mayor sea el grado
de no satisfacción de un derecho fundamental, tanto mayor debe ser la importancia del
cumplimiento del otro 245 .
Esta operación supone tres pasos básicos: primero, determinar el grado de afectación o
restricción de un derecho fundamental del trabajador; segundo, determinar el grado de
importancia del derecho del empleador que opera en sentido contrario; y tercero, debe
compararse a ambos para establecer si la importancia de uno justifica la restricción del
otro. Desde la perspectiva de la discriminación laboral, el juicio de proporcionalidad
supondría que la afectación concreta del derecho a la no discriminación es menos intensa
- repercusión leve en la igualdad del trato del trabajador, que la importancia que la medida
supone en concreto para la finalidad empresarial perseguida —alta relevancia para uno o
más objetivos vinculados a la propiedad o la libertad empresarial—.
En ese sentido, una empresa puede considerar como factor para una medida de trato
laboral negativa —como el despido o la no contratación— las ideas religiosas para un
trabajador —su condición de testigo de Jehová—, cuando la función de ese trabajador es
ser médico de urgencia de un centro médico, o su afiliación sindical, si se trata de un
directivo de la empresa 246 .
De modo tal que, para ser considerado proporcionado la medida empresarial, debe
acreditar que ella no produce un resultado social que supere la propia consideración del
sujeto concreto afectado, en cuanto ese derecho expresa el rechazo comunitario por una
conducta portadora de un desprecio a un colectivo que es calificado de inaceptable.
De la revisión de este conjunto de normas, parece claro que el interés jurídico protegido
detrás de ellas es la autonomía del sujeto para determinar, evaluar y exteriorizar las ideas
y creencias que lo definido como persona. Como ha explicado la doctrina nacional, se
protege "el proceso racional, reflexivo, la elaboración intelectual del ser humano y su
adhesión o no a concepciones valóricas o creencias, sean estas religiosas, filosóficas,
ideológicas, políticas o de cualquier otra naturaleza" 248 .
En ese sentido, lo protegido por este derecho fundamental alcanza tanto una dimensión
sustantiva como espacial.
En el segundo caso, este derecho fundamental protege las ideas y creencias del
trabajador, tanto en su dimensión de conciencia interna o reflexiva, como en la
exteriorización de creencias en el espacio social.
En el caso del despido lesivo por libertad de conciencia, cabe agregar que corresponderá
a una conductaiva pluriofensiva. Si el despido responde a la ideología política del
trabajador, la conducta es discriminatoria por razones políticas, si es por razones religiosas,
será discriminación por razones de religión, y así sucesivamente, vulnerándose el derecho
a la no discriminación prevista en el artículo 2º del Código del Trabajo. A su turno, si las
ideas y creencias del trabajador fueron manifestadas en alguna forma de discurso, el
despido o medida empresarial lesiona simultáneamente con la libertad de expresión
establecida en el artículo 19, Nº 12 de la Constitución.
No cabe confundir, en este caso, el ejercicio del derecho a la libertad de conciencia con
la denominada "objeción de conciencia". El trabajador que oponga su conciencia para no
cumplir con una orden o mandato empresarial, está ejerciendo este derecho fundamental
—de libertad de conciencia— protegido por la tutela laboral.
Pero no está, en rigor, en una situación de objeción de conciencia, ya que esa figura
jurídica tiene perfiles limitados que excluyen la situación de la relación entre trabajador y
empleador. Dicha figura supone oponer la conciencia como excusa jurídica relevante para
cumplir con un mandato legal que impone un deber jurídico determinado. Como lo ha
sostenido la doctrina, la objeción de conciencia es "la negativa a cumplir un mandato de
autoridad o una norma jurídica, invocando la existencia, en el fuero de la conciencia, de un
imperativo que prohíbe dicho cumplimiento" 249 .
Nada impide, por cierto, que en casos específicos de trabajadores, atendido el carácter
de sus funciones, la ley les permite ejercer el derecho de objeción de conciencia 251 . Se
trata de trabajadores cuya parte de sus funciones corresponde al cumplimiento de un deber
legalmente impuesto. En dicho caso, los trabajadores podrán jurídicamente ser objetores,
obviamente si así voluntariamente lo deciden, ya que en caso de ser una exigencia
empresarial estaríamos ante una lesión de su derecho fundamental de libertad de
conciencia.
7. LIBERTAD DE EXPRESIÓN
Pero esa expresión tan singular de la autonomía humana como es la "voz", se enfrenta
en el trabajo con un escenario cargado de complejidad. Como sugiere Budd, la expresión
del trabajador queda peligrosamente sometida a la racionalidad empresarial: "la voz se
identifica con la implicación del trabajador a la hora de compartir ideas para mejorar los
procesos (ej. Círculos de calidad) o con el hecho de que el trabajador se desarrolló en
grupos con autonomía (ej. equipos de trabajo que se dirigen a sí mismos), todo ello a fin de
mejorar el rendimiento de la organización ". De ahí que "ver el trabajo como ciudadanía
profesional, sin embargo, es ir más allá de los aspectos de eficiencia de la voz, para dar
valor también a las necesidades humanas, incluso cuando la voz del trabajador no mejora
la productividad"
Proteger esa diversidad y conectar con las necesidades humanas son la justificación de
la protección de la expresión. Y en torno a ella se ha construido un derecho de amplia
recepción, tanto en la normativa internacional como en la interna.
Más allá de la configuración jurídica de este derecho 254 , cuestión directamente vinculada
a cada tradición legal, la libertad de expresión comprende un conjunto de posiciones activas
protegidas en favor de su titular, en este caso, del trabajador.
Por una parte, la facultad para difundir ideas y discursos de cualquier naturaleza o índole
y por cualquier medio, en cualquier momento y oportunidad, sin autorización previa (libertad
de expresión). Y por otra, la facultad de emitir información y / o recibir información, esto es,
"la difusión de hechos, sucesos o acontecimientos de la realidad. En ese sentido,
comprende el derecho a difundir libremente información. Pero no solo es el derecho a
difundir o transmitir la información lo que se tutela, sino también el derecho de acceder a
ella " 255 .
Cabe destacar, la amplitud de los medios a través de los cuales se ejerce este
derecho. Como se ha explicado, "las expresiones se pueden realizar a través de palabras
y letras; pero también por medio de actos (como la quema de una bandera) y símbolos
(como lo sería llevar un brazalete con algún mensaje). valor comunicativo del silencio (por
ejemplo, en casos de personas que se han negado a prestar juramentos) y las artes, como
las pinturas, la música y las obras de teatro, han sido consideradas, también, formas de
expresión. fin, son también formas de expresión " 258 .
Desde el punto de vista pasivo, la libertad de expresión del trabajador supone un conjunto
de prohibiciones respecto del empleador 260 .
De este modo, cualquier conducta del empleador que restrinja o impida el ejercicio de la
libertad de expresión y de información por parte del trabajador, supone una lesión a ese
derecho fundamental.
En este caso, dicha represalia puede ser desde una conducta material —un perjuicio
económico o un llamado de atención— hasta conductas jurídicas —como una
amonestación reglamentaria— y, particularmente, el despido. Mirado desde este punto de
vista, podríamos hablar de una garantía de indemnidad propia de la libertad de expresión
que, a diferencia de la garantía común, protegido de las represalias por el ejercicio de la
libertad de expresión, sin requerir el denominado elemento institucional, esto es la
intervención de la Inspección del Trabajo o los Tribunales de Justicia.
La libertad de expresión del trabajador tiene tanto límites legales, como constitucionales.
E n El Primer Caso, La Norma Que Establece Como causales de despido del Trabajador
-sen Derecho a indemnización- " las Injurias proferidas por el trabajador al
Empleador" (article 160, Nº 1, letra d). El legislador ha mediado legalmente el cruce entre
el derecho de la libre expresión del trabajador y la honra del empleador, siempre que se
trate de una persona natural 265 .
Por tratarse de una restricción legal, debe ser leída de modo estricto y restringido: solo
en casos especialmente "graves" —como lo exige la propia ley— debe entenderse
justificado el despido del trabajador 266 .
Pero también existe un límite constitucional: el que derive de un eventual conflicto con
otros derechos constitucionales de la empresa, particularmente con la denominada imagen
empresarial, siempre que se entienda la misma como parte de un activo integrante del
patrimonio empresarial, esto es, del derecho de propiedad. Lo anterior, porque la
denominada "imagen corporativa" no puede formar parte del derecho a la honra, en cuento,
a nuestro juicio, ese derecho escapa de la órbita de las personas jurídicas, al directamente
estar fundado en la "dignidad individual" de la persona.
En cualquier caso, por último, no cabe oponer como límite al ejercicio del derecho de la
libertad de expresión y, en rigor, a ningún derecho fundamental del trabajador, ni el
denominador principio de buena fe 269 , ni los arcaicos deberes éticos del trabajador. Tal
como explicaremos más adelante en este libro, eso vulnera el principio de primacía
constitucional de los derechos fundamentales. Esto es especialmente relevante en el caso
de la libertad de expresión, cuyo contenido —como explicamos antes— puede suponer la
protección de discursos críticos, ácidos e hirientes para el empleador, poco compatibles
con la idea de moderación que suele rodear la retórica jurídica de la moderna buena fe o
de la anticuada lealtad 270 .
De la relación entre libertad de expresión y trabajo, en las líneas que siguen abordaremos
la cuestión del control empresarial sobre las redes sociales.
Por control empresarial entenderemos aquellas formas de vigilancia que dejan huella en
materia laboral, porque se traducen en una conducta que afecta algún espacio de la vida
del trabajador con relación al uso de las redes sociales, un despido, una amonestación o
una alteración de sus condiciones de trabajo. No puede, obviamente, el derecho tratar de
regular aquella vigilancia que la empresa realiza en las sombras, que no deja, por tanto,
una huella para ser seguida 271 .
Es obvio que el control empresarial de las redes sociales puede suponer, por una parte,
una afectación al derecho a la vida privada y, por otra, a la libertad de expresión. Aquí
sostendremos que ello ocurre, en el primer caso, excepcionalmente, y en el segundo,
generalmente.
Respecto de las redes sociales y los derechos fundamentales del trabajador, es posible
partir del modo más obvio posible: pocos dudarían que el uso de aquellas se vinculan
inmediatamente en nuestra cultura a la privacidad y la libertad de expresión.
No hay, en ese sentido, en las redes sociales ánimo de opacidad, que es lo constitutivo
en estos casos de la privacidad, sino de algo distinto: el de exhibirse frente a los otros. De
este modo, el espacio constituido por las redes sociales no aparece como un espacio donde
pudiera, en principio, reivindicarse una pretensión o expectativa de privacidad de
intensidad, salvo que la conducta del trabajador intensifique esa expectativa 274 .
De hecho, salvo formas especiales de discursos —los denominados discursos del odio—
, toda expresión queda dentro del ámbito protegido de ese derecho fundamental, incluso,
como ha declarado la jurisprudencia de la Corte Interamericana, aquellas que resulten
"ingratas" (Caso Ríos y otros vs.Venezuela, sentencia del 28.01.2009). Como explicamos
antes, el porqué de que la libertad de expresión tenga un registro tan amplio de discursos
protegidos, dice relación con la doble fundamentación de ese derecho: el respeto a la
autonomía moral del sujeto hablante, por una parte, y la exigencia de una pluralidad de
voces para que la democracia funcione, por otra.
Establecido que las prácticas que se realizan en el espacio de las redes sociales pueden
quedar protegidas, excepcionalmente por el derecho a la privacidad, y generalmente por la
libertad de expresión, cabe preguntarse cómo resolver esa tensión de derechos que esos
casos necesariamente presentarán.
¿A qué debe darle prioridad al derecho: a los intereses jurídicos del empleador, que
justifican el control empresarial de las redes, oa los derechos fundamentales del trabajador,
que se ven comprometidos por dicho control?
De este modo, el control empresarial de las redes sociales podrá devenir en un problema
de conflicto de derechos fundamentales, en donde los intereses jurídicos patrimoniales del
empleador que justifican y validan el citado control, entran en conflicto con los derechos
fundamentales del trabajador que utiliza las redes, particularmente con los citados derechos
a la privacidad y la libertad de expresión.
En ese sentido, los hechos u opiniones a las que el empleador acceda por esos medios,
equivalen al conocimiento que cualquier tercero debería por recibir fórmulado en canales o
redes de acceso abierto. Esas opiniones, hechos o conductas del trabajador pueden ser
utilizados por el empleador para adoptar decisiones laborales respecto del trabajador, sin
que exista una afectación significativa de la privacidad.
En aquellos casos en que el trabajador como usuario de las redes sociales ha construido
una expectativa de privacidad por el uso de restricciones de acceso de terceros, existe un
hecho difícil de controvertir: el trabajador entendía que lo que daba a conocer por las redes
ya no era de acceso general y abierto, sino controladora un círculo restringido o cerrado de
personas. El derecho debe reconocer esa expectativa y entender que en estos casos existe
un problema de afectación intensa de la privacidad. En el caso de que el discurso de que
se trata significativamente intereses con reconocimiento constitucional del empleador, de
modo tal, que se presenta una confrontación de derechos fundamentales en toda regla. En
estos casos, la solución razonable dice relación con la aplicación del principio de
proporcionalidad:
En concreto, la decisión de proporcionalidad debe tener como criterio último para efectuar
esa ponderación, la gravedad de la conducta o declaración realizada por el trabajador en
las redes sociales. Solo frente a conductas efectiva e incontrovertiblemente graves, debería
considerar derrotada la privacidad, ello porque su expectativa de privacidad es de
intensidad: ha deliberadamente optado por cerrar canales —como los de las denominadas
sociales— que son habitualmente abiertos, ello con la intención expresa —Que debe ser
respaldada por el derecho— de proteger su privacidad.
Entonces, los discursos en sentido amplio del trabajador, expresados en las redes
sociales, se encuentran protegidos por el derecho fundamental de la libertad de expresión,
de modo tal, que el control empresarial sobre el mismo constituye una afectación que debe
ser analizada sobre el mismo principio ya señalado: la proporcionalidad de la intervención.
De este modo, la decisión acerca de qué derecho debe primar, corresponde a comparar
la importancia de las expresiones del trabajador para su ejercicio de la libertad de expresión,
con relación a la gravedad de la afectación de los intereses empresariales reconocidos
constitucionalmente. Como se ha dicho, concurren en este punto "plurales intereses: el
trabajador, de expresar sus ideas o manifestar sus quejas sin sufrir por ello penalización
alguna; el de la empresa, de controlar las manifestaciones de opinión de sus empleados e,
indirectamente, maximizar la eficiencia; y el de la sociedad, de promover la legalidad y la
transparencia " 275 .
En el caso del empleador, los derechos fundamentales que pueden verse afectados por
las expresiones del trabajador en las redes sociales son de diversa naturaleza: la propiedad
—como el daño a la imagen de la empresa o la divulgación de secretos comerciales de la
empresa—, la honra —como el daño al honor del empresario—, la no discriminación —
expresiones racistas—, etc.
¿Qué hacer con el discurso crítico —esto es, aquellas expresiones negativas, a veces
ácidas y otras hirientes— del trabajador para con su empleador, que se comunican por las
redes sociales?
La idea de que el trabajador tiene un deber especial de cuidado con los intereses de la
empresa, que se traduciría en una suerte de recorte del derecho a la libertad de expresión,
es una cuestión simplemente inaceptable: la libertad de expresión es un derecho
fundamental que extiende toda su capacidad de acción cualquiera sea la calidad del sujeto
que la ejerce, y sus límites deben necesariamente venir sostenidos en otros derechos
fundamentales del empleador o de terceros.
En ese sentido, no existe ningún derecho fundamental del empleador que tenga como
contenido algo así como una inmunidad al discurso crítico de sus trabajadores. De hecho,
los intentos doctrinarios por sostener esa inmunidad del empleador han supuesto siempre
el uso de categorías infraconstitucionales y, por tanto, sin la fuerza jurídica necesaria para
limitar la libertad de expresión de rango constitucional.
Como dijimos antes, ni el deber de buena fe, ni menos deberes éticos de naturaleza
puramente contractual, tienen la jerarquía jurídica suficiente para pretender erigirse como
el fundamento de una restricción a la libertad de expresión del trabajador, en términos de
impedir el discurso crítico del trabajador contra la empresa.
En segundo lugar, aquellos casos donde primarían los intereses protegidos por los
derechos fundamentales del empleador por sobre la libertad de expresión. Se trata de todos
aquellos casos donde las expresiones vertidas o conductas registradas en las redes
sociales, suponen una intensa afectación de la imagen como manifestación de la propiedad
de la empresa o la propia honra del empleador —si se trata de una persona natural—, que
no se ve compensada por la importancia del discurso en cuestión.
Nada impide, en fin, que en el caso de las redes sociales, además, el control empresarial
sea el vehículo o medio para lesionar otros derechos fundamentales, particularmente el
derecho a la no discriminación. No es que el control mismo de las redes sea discriminatorio,
sino que se le utiliza como medio para obtener información que deriva en un trato
diferenciado en base a un criterio prohibido 277 .
8. DERECHO DE LA HONRA
Pero esa enorme atracción tiene un solo sentido: la racionalidad productiva. Como
crudamente lo describe Meda, "la empresa no tiene nada de ciudadana, y todo tiene de
productiva: si bien esto no es óbice para procurar humanizar cuanto se pueda las
condiciones de producción. para el aprendizaje de la vida en sociedad " 279 .
¿Qué rol juega, entonces, la reputación del trabajador en un espacio avasallante como la
empresa contemporánea? ¿Qué puede la honra reclamar para sí frente a la imagen
corporativa como máxima expresión de mercantilización de la vida?
La honra se nos muestra como un derecho cuyo contenido gira en torno al reconocimiento
y la valoración que cada persona puede sostener frente al resto, con la pretensión de no
ser afectado y perturbada por terceros. Ya sea que se trate de la valoración propia,
expresada en la imagen que cada uno tiene derecho a moldear y diseñar ante sí mismo,
como de la valoración que pretendemos frente a terceros.
Desde el punto de vista jurídico, el derecho a la honra está estipulado en el artículo 19,
Nº 4, de la Constitución, y se encuentra entre uno de los derechos protegidos por la tutela
laboral. En la relación laboral, la vulneración del derecho a la honra puede manifestarse,
como en otros derechos, dentro de la relación laboral como al momento del término. Y en
ambos casos puede lesionarse la honra en las dos dimensiones en que tradicionalmente
se expresa: por una parte, en la valoración que el sujeto tiene de sí mismo, como en la
reputación y prestigio que pretende en los demás 280 .
De este modo, referirse a los trabajadores como "unineuronales" ( 2º Juz gado del
Trabajo, T-615-2014), remitir "correos electrónicos denostando su condición de mujer y
espetando graves y serios insultos" (Juzgado del Trabajo Antofagasta, T- 194-2017), tratar
al trabajador de manera soez, "reputándolo de ladrón" (1 er Juzgado del Trabajo de
Santiago, T-186-2014), o conductas tales como revisar arbitrariamente la mochila de un
trabajador en particular, sin sospechas relevantes de ilicitud (Juzgado del Trabajo de la
Serena, T-15-2010), denostar en público la preparación de la comida de trabajadoras de
cocina mapuches (Juzgado de Letras de Nueva Imperial) 281 , desplazar de su lugar de
trabajo y de su función sin justificación (1 erJuzgado del Trabajo de Santiago, T-839-2014)
o la suspensión de la trabajadora como forma de sanción por la filtración de terceros de
fotos eróticas privadas (Juzgado del Trabajo de Los Ángeles, T-60-2017) son todas formas
empresariales que lesionan el derecho a la honra de los trabajadores propiedad.
En rigor, eso puede suceder en dos hipótesis: por una parte, que el acto formal del
despido sea lesivo en sí mismo, como, por otra, que las circunstancias del despido sean
vulneratorias de la honra. Ambos casos, como explicamos antes, están comprendidos por
la tutela laboral, atendido que se trata de conductas lesivas "con ocasión del despido"
(artículo 489 del Código del Trabajo).
Con relación al despido lesivo en el primer sentido, cabe señalar que ello ocurriría cuando
en el contenido del acto formal del despido se expresen declaraciones que lesionen la honra
del trabajador. Como dicho acto exige una formalidad por escrito exigida por el artículo 162
del Código del Trabajo —conocida en Chile como carta de despido—, que de acuerdo a la
regulación legal supone un conjunto de declaraciones del empleador, incluyendo la causal
y los hechos que la constituyen.
¿Cómo podrían vulnerar la honra del trabajador las declaraciones del empleador en la
formalización del mismo?
Cuando el contenido del acto formal de notificación del despido, exigido por la ley,
contenga declaraciones e imputaciones al trabajador que no sean estrictamente necesarias
y proporcionadas para el fin legal establecido: justificar la causal que la ley exige para poner
término al contrato en razón del sistema de causales previsto en el Código del Trabajo
(artículos 159, 160 y 161 del Código del Trabajo).
De este modo, cuando el empleador en razón de la notificación que la ley le exige sobre
la causal y los hechos que la constituir, incluye declaraciones que, excediendo la estricta
necesidad de justificación de la causal, produce un descrédito o menosprecio en la
valoración propia o ajena del trabajador, se configura una conducta lesiva de afectación al
derecho de honra del trabajador 283 .
Esta cuestión es relevante, porque alguna de las causales que la ley permite para
despedir al trabajador facultan al empleador para imputar conductas que pueden
objetivamente producir una afectación a la honra del trabajador, como las de caducidad
laboral previsto en el artículo 160 del Código del Trabajo . La línea de la licitud queda fijada
por el estándar previsto en la propia ley (artículo 493 del Código del Trabajo): la necesidad
y proporcionalidad de la conducta empresarial en la imputación de los hechos que
constituirían la causal de despido disciplinario.
En el caso del despido lesivo de la honra por las circunstancias de ejecución, la honra
puede ser vulnerada por conductas del empleador que acompañan al mismo, ya sea que
se produzcan antes, durante o después de la formalización del mismo 284 .
Esto es algo para tener en cuenta. El reproche del despido no es sólo un asunto de
regulación en la dimensión formal del derecho: que se cumpla con los procedimientos y las
causales previstas en la ley para justificar el despido. La aplicación de la tutela laboral
supone, particularmente en el caso del derecho de la honra, una dimensión jurídica
adicional con relación al contexto factual del despido: el mismo no debe ejecutarse en los
hechos con afectación a la consideración y prestigio propios de cada persona 285 .
En fin, es posible trazar el contraste entre la protección de la honra prevista por tutela y
la propia ley laboral.
Desde esa perspectiva, si bien la legislación laboral establece una protección a la honra
del trabajador en la relación laboral, por la vía de permitir el autodespido por la causal de
"injurias" del empleador (artículo 160, Nº 1, letra d), la protección de la tutela laboral es más
extensa e intensa.
Y es más intensa por la razón de las consecuencias previstas por la ley para cada
caso. En el tratamiento legal de la "injuria" empresarial, la única sanción prevista para el
empleador por afectar la honra del trabajador es la indemnización por autodespido, que es
equivalente a la del despido injustificado.
9. DERECHO A LA PRIVACIDAD
Durante mucho tiempo, la empresa fordista tenía un límite territorial que garantizaba la
privacidad por alcance: al abandonar la fábrica el trabajador se ponía fuera del alcance del
poder empresarial. Por eso, la imagen de la empresa panóptica —lúcidamente sostenida
por Foucault— tenía pleno sentido: la fábrica —como la cárcel— era un espacio físico donde
el empresario pretendía controlar cualquier espacio e intersticio. Se habló, entonces, de la
empresa panóptica en la doctrina laboral 286 .
Pero la tecnología de la información no solo permite que ese panóptico sea realidad, sino
mucho más. Como dijimos antes, la informática y las nuevas formas de comunicación digital
a las que da lugar —en este caso, entre empleador y trabajador—, diluyen cualquier espacio
físico como límite o frontera. El poder sobre el trabajador deja de reconocer fronteras físicas,
constituyéndose como un espacio pleno de transparencia a la luz empresarial, muy propio
de las sociedades de control sugerida por Deleuze 287 .
Desde la dimensión estrictamente jurídica, el cruce entre trabajo y privacidad impone dos
cuestiones fundamentales para resolver: primero, cómo se va a determinar el contenido de
ese derecho de cara a su ejercicio dentro de la empresa, y segundo, cómo se van a resolver
los eventuales conflictos que ese ejercicio genere con los poderes jurídicamente
reconocidos al empleador.
Más allá de la aparente pluralidad de ideas sobre lo privado, resultante posible relevar
dos grandes líneas de la reflexión y, en algún sentido, de la praxis jurídica acerca de lo que
dicho derecho debe reflejar.
Por ello, mientras una exige opacidad, la otra supone lo contrario: visibilidad. Y en esa
perspectiva, ambas dimensiones de la privacidad tienen sentido para el trabajador y sirven
para moldear la relación entre ese derecho y el poder empresarial. Mientras la privacidad,
como secreto, le permite al trabajador mantener en la opacidad aspectos de su vida,
denegando el acceso al panóptico empresarial; la privacidad, como autonomía, le permite
—junto con el secreto— algo adicional: constituirse como sujeto propio y único, visibilizando
su peculiar e individual percepción del mundo ante un espacio social tensionante a dicha
visibilización, como es la empresa.
De este modo, que el empleador no intrusee el correo electrónico del trabajador es una
exigencia de privacidad —o del secreto de las comunicaciones, según corresponda— como
espacio secreto; que el empleador deba respetar el modo que el trabajador diseña y modela
cómo será visto hacia afuera —con aros, piercing o barba—, o como miembro de una
mino ría sexual o cultural, o cómo exhibe su carácter —sereno, directo, tímido o apagado—
deriva de la privacidad como autonomía 292 .
Hay potentes razones sustantivas para decantarse por una interpretación amplia del
derecho en cuestión. No solo las de carácter interpretativo que explicaremos en el capítulo
siguiente —entre ellas el principio pro homine—, sino por razones de coherencia
constitucional.
¿Qué tiene que ver la democracia con mirar la privacidad de los trabajadores desde la
autonomía?
La relación pública es fundamental, pero no evidente: las mejores teorías de la
democracia contemporánea la explican como un procedimiento deliberativo entre
ciudadanos que concurren a esa deliberación y razonada sin sujeciones arbitrarias de
terceros, lo que exige un espacio de constitución de la voluntad libre de interferencias
arbitrarias o coacciones. Pues bien, ese espacio, precisamente, es el que nos ayuda a
asegurar la privacidad como autonomía.
Para ser ciudadanos activos en el proceso de debate público que supone la democracia,
requiere un espacio privado que nos permita constituirnos como sujetos dialogantes, que
estén en condiciones de decidir cómo queremos presentarnos a nosotros ya nuestras ideas
ante el resto. De ahí "la idea —sugerida por la experiencia griega— que lo público se
soporta en lo privado y que, por lo mismo, el deterioro de lo privado acaba desmedrando lo
público" 293 .
Y ahí entonces, entre lo privado y lo público, se cuela lo social. Y aparece con luz
destellante la empresa por una cuestión que no es difícil de advertir: hay pocas dudas de
que uno de los espacios sociales más relevantes, para buena parte de las personas en las
sociedades modernas, es la empresa y la compleja red de relaciones que se construyen en
torno a ella.
La pregunta que surge, obvia, en ese punto es: ¿cómo podrá un ciudadano construir y
sostener en el espacio público de la deliberación democrática el discurso de la diferencia
—en particular de las minorías sexuales, religiosas, culturales— si en el espacio más
relevante de las sociedades modernas —el trabajo— esas diferencias son reprimidas y
sujetas a la coacción del empleador?
En ese punto, lo privado como un derecho de contenido amplio muestra toda su sutil
relevancia: nos permite retirarnos hacia nosotros mismos, opacando a los ojos de lo público
nuestro espacio íntimo, pero al mismo tiempo, nos permite volver sobre nuestros pasos
para volcar hacia afuera eso que hemos construido y moldeado alejado de las miradas,
mostrándonos como ciudadanos autónomamente constituidos.
¿Qué espacios pueden ser reclamados como propios de las expectativas de privacidad
del trabajador?
La privacidad del trabajador tiene como ámbito protegido tres dimensiones: la personal,
la espacial y la virtual.
La privacidad personal dice relación con la dimensión física del trabajador y sus objetos
personales. Incluye la protección de su corporalidad, los fluidos corporales, datos biológicos
y biométricos, y se extienden a sus objetos personales: pertenencias y documentos, bolsos,
herramientas, contenedores, medicina, computador personal, automóvil, etc. 295 .
Desde el punto de vista activo, el trabajador tiene la facultad de decidir impedir el acceso
de terceros a las zonas y espacios señalados, y la de ejercer las acciones necesarias para
exigir el respeto de la opacidad de los aspectos vitales comprendidos en el derecho de
privacidad .
Pero también, como ya sostuvimos, la privacidad no solo sirve para opacar aquellos
espacios regidos por la pretensión de privacidad, sino que también incluye la facultad de
diseñar y exhibir con libertad su imagen —el aspecto físico, la indumentaria y los artefactos
estéticos— y el carácter personal.
- Prohibición de restringir, por cualquier medio, la autonomía del trabajador con relación
a la exhibición de uno o más aspectos propios de su privacidad, tales como la apariencia
externa de él mismo, incluyendo el aspecto físico en sentido estricto, la indumentaria, los
adornos y artefactos estéticos, etc.
En ese sentido, no toda afectación de la privacidad del trabajador derivará en una colisión
o conflicto de derechos, sino solo aquellos donde la restricción de posiciones protegidas
por la privacidad es resultado del ejercicio de facultades que estén adscritas a uno o más
derechos constitucionales del empleador .
Si la conducta empresarial es ilegal o no dice relación con una facultad soportada por un
derecho fundamental que se oponga a la privacidad, no hay colisión alguna que resolver,
sino lisa y llanamente una vulneración. En ese sentido, la conducta empresarial de acoso
laboral o sexual, que implica una afectación de la privacidad del trabajador, o la pretensión
del empleador de regular las relaciones afectivas entre sus empleados, no dan lugar a una
confrontación entre derechos fundamentales, en un caso porque se trata de una conducta
ilegal, en el otro, porque esa pretensión empresarial no se vincula a ningún interés de
reconocimiento constitucional del empleador. Se trata de casos donde se lesiona lisa y
llanamente la privacidad.
Esto es muy relevante, porque puede que antes que un problema de colisión o tensión
entre derechos, se trate de un caso de aplicación de una regla legal que inhibe la actuación
empresarial, según cada caso, obviamente, de la regulación legal de cada país. Esto
ocurre, por ejemplo, como veremos, con la vigilancia de los trabajadores por cámaras de
video.
En el restante de los casos, esto es, en los que sí existe ese conflicto, recién se plantea
el problema de los límites: ¿cómo deben resolverse los múltiples cruces entre parte de la
realidad que se entiende correspondencia a la privacidad o intimidad del trabajador —Tales
como correo electrónico, hábitos personales, opciones sexuales—, con las eventuales
invasiones que en el ejercicio de sus facultades podrían ser impulsadas por el empleador?
Y aunque trataremos en extenso esta cuestión en relación con todos los derechos
fundamentales del trabajador, en el próximo capítulo, apuntemos algunas cuestiones en
relación con la privacidad.
De partida, antes que todo, tenemos la posibilidad de que exista legislación que resuelva
ese cruce. No tenemos noticia de que haya algo así —una normativa legal laboral que
regule sistemáticamente el problema—, aunque sabemos que hay normativa que resuelve
algunos aspectos particulares o específicos del problema: la regulación del correo
electrónico en el trabajo , en Inglaterra), o la solicitud empresarial de información sobre
hechos privados, como el estado de deuda comercial o la maternidad (artículos 2º y 194 del
Código del Trabajo chileno).
Al juicio de necesidad, por su parte, le importa que la medida o restricción del derecho
fundamental sea indispensable para lograr el fin legítimo, no existiendo una alternativa más
benigna con el derecho fundamental en cuestión. En ese sentido, será necesario y
proporcionado la conducta del empleador que restringe los derechos fundamentales del
trabajador sólo cuando no exista un medio menos gravoso de obtener el objetivo
perseguido.
¿Qué ocurre si efectuada esa comparación persiste la duda por un juicio de intensidades
equivalentes?
En el iter del contrato de trabajo no será difícil, entonces, imaginar diversas hipótesis de
conflicto entre el derecho de la privacidad del trabajador y uno o más derechos
fundamentales del empresario, cuyo grado de afectación y de importancia,
respectivamente, tienda a ser equivalente. En dichos casos, la proporcionalidad laboral
exige que se tome en cuenta la posición preferida por el derecho en su conjunto, que es la
representada por la afectación del derecho fundamental del trabajador, expresado en la
fórmula normativa en dubio pro debilis , decidiendo esos casos difíciles en su favor.
Este último, utilizando términos gráficos, se trata de un modelo en que los derechos
fundamentales de las partes "representan conjuntos secantes, de modo que existe un
espacio de intersección entre ellos, que es justamente el espacio en que se producen los
conflictos" 303 .
En ese modelo, los derechos no protegen un espacio irreductible para ejercer sus
facultades a cada titular del derecho —como el modelo geográfico—, sino que se
yuxtaponen unos con otros en un punto de intersección que explica lo que aquí hemos
denominado colisiones de derechos fundamentales entre las partes del contrato de trabajo.
Cada derecho tiene, en este modelo, un ámbito protegido o contenido fijo y definitivo, y
entre ellos existe una suerte de armonía simétrica dada por la correcta delimitación de uno
respecto del resto de los derechos fundamentales 305 . En este sentido, se afirma que "los
supuestos usualmente planteados como colisión entre derechos o entre derechos y bienes
constitucionales, son en realidad seudocolisiones, no debiendo ser resueltos a través de la
ponderación de bienes, sino por la vía de esclarecer interpretativamente o delimitar el
contenido del derecho de que se trate " 306 .
En un interesante caso del derecho comparado, un fallo judicial —la STSJ de Galicia, de
25 de enero de 1996— "se pronuncia sobre la instalación por parte de la empresa
propietaria de un casino de juegos de micrófonos disimulados, aunque no ocultos, en la
mesa de juego de la ruleta y en la caja de cambios ", descartándose una posible vulneración
al derecho de la intimidad, ya que" el centro de trabajo no constituye por definición un
espacio en el que se ejerza el referido derecho por parte de los trabajadores ", ya que ese"
derecho se ejercita en el ámbito de la esfera privada del trabajador, que en la empresa hay
que limitarlo a los lugares de descanso o esparcimiento, vestuarios, servicios y otros
análogos, pero no en aquellos lugares en que se desarrolla la actividad laboral " 307 .
El carácter geográfico del razonamiento es obvio: las conversaciones "en los lugares de
descanso o esparcimiento, vestuarios, servicios y otros análogos" son parte del espacio
reservado para la intimidad del trabajador, los "lugares en que se desarrolla la actividad
laboral", en cambio, son parte de la zona reservada para el derecho de propiedad.
De entrada, como explicamos antes, when el problema ha sido solucionado por expresa
regulación legal, la proporcionalidad debe ajustarse a dicha normatividad. En el caso de la
vigilancia sobre los trabajadores —al que nos estamos refiriendo—, cuando la normativa
legal exige que ese poder empresarial se someta a determinadas condiciones o requisitos,
la falta de estos supone una vulneración al derecho a la privacidad por conducta ilegal,
haciendo superflua la existencia de razones proporcionales.
Solo una vez que la medida de vigilancia de que se trate se ajuste a la ley, proceda en
los casos que corresponda efectuar el ejercicio de proporcionalidad, antes explicado, propio
del modelo argumentativo 309 .
El resultado, sin embargo, puede llevarnos a la necesidad de una regla final o de salida,
particularmente para la solución de casos de equivalencia. Esto es, casos donde la
proporcionalidad en sentido estricto se ve frustrada por la existencia de una afectación
igualmente intensa a la importancia de la conducta o medida para la satisfacción del
derecho del empleador. En dichos casos, como explicamos antes, la dimensión laboral del
principio de proporcionalidad exige resolver el asunto en el sentido de dar prioridad al
derecho fundamental del trabajador: se trata del sujeto al que el derecho en su conjunto
reconoce en posición de debilidad, lo que justifica una decisión favorable en su
sentido. Como explicaremos en detalle, esa posición favorable viene contenida en el
derecho en el principio de favor debilis, o en este caso en particular, de in dubio pro
operario.
En ese contexto, ¿es posible construir reglas que doten de mayor determinación al
modelo argumentativo de derechos fundamentales en el marco del espacio laboral?
No nos referimos al caso del correo personal —cuyo carácter privado nunca estuvo en
duda—, sino al correo corporativo o institucional, esto es, aquel que deriva de una cuenta
cuya propiedad corresponde a la empresa y que ha sido puesto por la misma a disposición
del trabajador.
Como ya hemos sostenido antes, la mejor forma de resolver esta cuestión compleja es
recurrir a la idea de proporcionalidad: y determinar si la intervención del correo del
trabajador fue idónea, necesaria y proporcionada.
Esta forma de razonamiento ponderativo es relevante en la jurisprudencia internacional
sobre la materia. De ese modo, precisamente, ha sido la forma de argumentación del
Tribunal Europeo de Derechos Humanos en la materia:"en estas circunstancias, parece que
los órganos jurisdiccionales nacionales no consiguieron, por un lado, comprobar,
concretamente, si el empleador había informado previamente al demandante la posibilidad
de que sus comunicaciones en Yahoo Messenger iban a ser controladas y, por otro, tener
en cuenta que no se le había informado de la naturaleza y alcance de la vigilancia a que
iba a ser sometido, así como del grado de intrusión en su vida privada y en su
correspondencia. concretos justificaban la introducción de las medidas de control, en
segundo lugar, si el empresario pudo haber utilizado medidas menos intrusivas para la vida
privada y la correspondencia del demandante y, en tercer lugar,si el acceso al contenido de
las comunicaciones hubiera sido posible sin su conocimiento (apartados 120 y 121)
",concluyendo "a la luz de todas las consideraciones anteriores y sin perjuicio del margen
de apreciación del Estado demandado, el Tribunal considera que las autoridades
nacionales no protegieron adecuadamente el derecho del demandante respeto de su vida
privada y su correspondencia y que, por lo tanto, no valoraron el justo equilibrio entre los
intereses en juego. En consecuencia, se había producido una violación del artículo 8 del
Convenio (RCL 1999, 1190, 1572) " (Sentencia TEDH, 5 de septiembre de 2017, caso
Barbulescu contra Rumania, párrafo 39 ).
En este punto, parece relevante, más allá de las múltiples decisiones judiciales en el
derecho comparado en aplicación de la proporcionalidad, revisar la posibilidad de diseño
de una regla que permita enfrentar de modo más determinado —y predecible— la cuestión
de la vigilancia del correo electrónico de la empresa.
Ello supone determinar las propiedades relevantes que deben ser tenidas en cuenta para
todos los casos que formen parte del universo de casos que se buscan resolver, en este
caso del control del correo corporativo por parte del empleador, todo a la luz de los casos
paradigmáticos resueltos por la jurisprudencia. Como explica Martínez "es necesario contar
con criterios normativos o valorativos para seleccionar seleccionar son esas circunstancias
que tanta incidencia tienen en la determinación del peso de los elementos en conflicto" 314 .
En ese sentido, la regla debe contener, junto con el mandato al empleador, las
condiciones (propiedades relevantes) en que dicha orden normativa pierde valor por
tratarse de excepciones como casos generales de no aplicación del principio. Para ello, se
deben mirar ambos lados del problema: el grado de afectación para el derecho del
trabajador, y el grado de relevancia para los intereses constitucionales del empleador.
Las propiedades relevantes que hemos considerado para la regla expuesta son:
Esa apertura del correo electrónico debe ser complementaria con la titularidad de la
cuenta: individual —un trabajador— o colectiva —varios trabajadores—. De tratarse de una
cuenta individual, la expectativa de privacidad se fortalece; si la cuenta es colectiva, se
atenúa.
Es necesario relevar que la justificación empresarial para la revisión del correo electrónico
no dice relación con el contenido existente en el correo respectivo, sino con la sospecha o
indicios previos debidamente acreditados. No forma parte de las condiciones para derrotar
la prohibición, el contenido propiamente tal.
En efecto, la propiedad relevante para la protección del derecho o interés constitucional
del empleador, no puede ser el contenido del correo respectivo, ya que ello supondría el
vaciamiento total del derecho a la privacidad y conducir al absurdo de legitimar
jurídicamente un sistema de "tanteo "—Salir a pescar— que permitirá al empleador revisar
siempre los correos con la expectativa de una justificación ex post : el hallazgo de un
contenido determinado.
En ese sentido, la regla jurídica que aquí proponemos se traduce en tres subreglas:
1.- Se prohíbe cualquier revisión del contenido del correo cerrado e individual, salvo que
(a) existan sospechas fundadas y acreditables de la existencia de la comisión de un ilícito
de carácter legal por parte del trabajador, y se haya advertido de modo previo y efectivo la
existencia de eventuales controles.
2.- Se prohíbe la revisión empresarial del contenido del correo abierto e individual o el
correo cerrado y colectivo, salvo que (a) que existan sospechas fundadas y acreditables de
(a) o / y de la existencia de transferencia de información estratégica de la empresa.
3.- Se prohíbe la revisión empresarial del contenido del correo abierto y colectivo, salvo
que existan sospechas fundadas y acreditables de (a), (b) o / y del uso laboralmente
indebido del correo electrónico.
En los casos difíciles a que den lugar los reglas 2 y 3, esto es, donde exista una duda
límite de cómo solucionarse por las particularidades del caso concreto, parece relevante
acudir al conocimiento previo por parte de los trabajadores de la existencia del control de
los correos electrónicos, tanto para fortalecer la expectativa de privacidad —en caso de
ausencia de conocimiento efectivo de la política de control—, como para debilitar su
intensidad —en caso de presencia de dicho conocimiento—.
Hasta el más sofisticado diseño jurídico de un derecho puede tornarse pura ilusión,
expuesto a los efectos de la represalia. El derecho normativamente mejor construido puede
quedar en papel mojado, si su titular queda expuesto al temor de que su ejercicio pueda
traer más perjuicios que ventajas.
Eso es lo que hace, precisamente, tan justificada la protección frente a las represalias
laborales. Que la consecuencia para quien pretendiente ejercer un derecho sea una pérdida
o desmejora en uno de los ámbitos más relevantes y delicados de la vida contemporánea
—como es el trabajo—, hace de esa represalia una cuestión de especial
gravedad. Equivalente a la vulneración de un derecho fundamental.
Privar o perjudicar a una persona por pretender ejercer sus derechos, en aquel lugar
donde se lleva un efecto —de modo principal— la distribución de bienes tan esenciales
como el salario, la integración social y desarrollo de la personalidad, es una cuestión que
debe ser mirada con especial gravedad por el derecho.
En el caso del derecho chileno, el artículo 485 del Código del Trabajo señala que en igual
sentido —de conducta lesiva de derechos fundamentales— "se entenderán las represalias
ejercidas contra de trabajadores, en razón o como consecuencia de la labor fiscalizadora
de la Dirección del Trabajo o represalias ejercidas en contra de trabajadores por el ejercicio
de acciones judiciales, por su participación en ellas como testigo o haber sido ofrecido en
tal calidad ".
Ahora, más allá del "parecido de familia" con otras instituciones similares en el derecho
comparado, como el caso español o el estadounidense 317 , la garantía de indemnidad
chilena tiene un peculiar perfil, que dice relación con su amplia configuración con relación
al interés jurídico protegido: impedir la represalia laboral por el recurso de los trabajadores
a la acción administrativa o judicial en defensa de sus derechos.
De partida, debe existir una represalia. Esto es, una conducta empresarial que afecta al
trabajador y que sea respuesta a la pretensión de ejercicio de sus derechos en el contexto
institucional previsto por la ley.
Necesariamente debe haber una relación de acción del trabajador de pretender ejercer
sus derechos y la represalia del empleador, debiendo la segunda ser consecuencia de la
primera. Así se desprende del tenor literal del artículo 485 inciso tercero del Código del
Trabajo, al utilizar las expresiones " por el ejercicio de acciones judiciales, por su
participación en ellas como testigo o haber sido ofrecido en tal calidad, o bien como
consecuencia de la labor fiscalizadora de la Dirección del Trabajo ".
En ese sentido, ha señalado que "resulta del todo insuficiente para establecer que haya
existido un actuar tendiente a ocasionar dan ~ o al trabajador, sobre todo porque no se
divisa la conexión causa-efecto entre estos hechos, en circunstancias que una represalia
necesariamente debe ser respuesta o reacción directa, lo que no se dio en la especie
" (Juzgado del Trabajo de Valparaíso, RIT Nº T-53-2009).
b) Contexto institucional
La represalia empresarial debe ir acompañada —por exigencia de la ley— de lo que
podríamos denominar un contexto institucional. Entendiendo por dicho contexto la
presencia de un organismo público que sirve como escenario a la conducta empresarial.
Se trata de una exigencia que tiene como efecto que el ámbito de protección del derecho
de indemnidad en Chile sea bastante amplio, ya que no solo comprende —como veremos—
las represalias del empleador ante las acciones judiciales, sino que también las represalias
ejercidas en contra de trabajadores cuando interviene la Dirección de Trabajo ejerciendo su
función de fiscalización 320 .
En este punto, surgen dos cuestiones relevantes: qué debe entenderse "por labor
fiscalizadora" de la Dirección del Trabajo y qué alcance debe tener la referencia al órgano
administrativo.
De ese modo, por "labor fiscalizadora" debe entenderse cualquier actuación del
trabajador que, de acuerdo con las reglas institucionales, sea considerada como una forma
de acceder a la protección del órgano administrativo, ya sea que se trate de una actuación
previa —por ejemplo , solicitud de un dictamen o pronunciamiento—, ya sea que se trate
de una denuncia propiamente tal. También, como es obvio, deben entenderse
comprendidas las represalias por actuaciones fiscalizadoras de oficio.
En fin, cabe apuntar que, como parece obvio, porque la ley no lo exige en ningún sentido,
no es necesario que la actuación o labor fiscalizadora conduzca una sanción para el
empleador. Esto es relevante en cuanto el interés jurídico protegido por esta garantía es
que el trabajador acceda a la protección estatal, más allá de si las pretensiones del
trabajador terminan siendo o no confirmadas por el órgano administrativo
respectivo. Tampoco sería necesario, obviamente, para el caso que ahora veremos de
garantía de indemnidad donde la ley solo exige el ejercicio de una acción judicial, no el éxito
de la misma 322 .
En el caso del ejercicio de una acción judicial, el artículo 485 inciso tercero del Código
del Trabajo señala como hipótesis de vulneración de la garantía de indemnidad a
las "represalias ejercidas en contra de trabajadores por el ejercicio de acciones judiciales,
por su participación en ellas como testigo o haber sido ofrecido en tal calidad ".
La acción judicial que puede dar lugar a la garantía de indemnidad puede haber sido
interpuesta por cualquier persona (por ejemplo en el caso del trabajo ilegal de menores en
el artículo 17 Código del Trabajo), por otro trabajador (por ejemplo en el caso de la
impugnación de la calidad de no habilitado para negociar colectivamente del 305 Código
del Trabajo), por la organización sindical a la que esté afiliado el trabajador afectado (por
ejemplo, en el caso de representación judicial de los derechos laborales del trabajador a
petición de parte del Nº 2 del artículo 220 Código del Trabajo), o por la propia Inspección
del Trabajo (en una denuncia por prácticas antisindicales del artículo 292 del Código del
Trabajo).
En relación con el trabajador que se ofrece o presta declaración contra la empresa como
testigo, la jurisprudencia había sostenido una interpretación amplia: "cabe señalar que la
norma transcrita es lo suficientemente clara en su redacción de manera que, a juicio de esta
sentenciadora, no cabe duda alguna de que es además "lo suficientemente amplia" para
que se entienda que esta garantía protege no sólo al trabajador que recurre ante la
autoridad administrativa o al órgano jurisdiccional en defensa de sus propios derechos, sino
también y como en el caso de marras, cuando lo hace en calidad de testigo de otro
trabajador o en defensa de derechos de otros trabajadores, sea o no representante de ellos
. La norma establece que se sancionan las represalias en contra de los trabajadores "por
el ejercicio de acciones judiciales", cuidándose el legislador de señalar que se sancionan
aquéllas por el ejercicio por el trabajador de "sus propias" acciones judiciales.(Juzgado del
Trabajo de La Serena, T-13-2009) 323 .
En el caso de una represalia empresarial por el ejercicio de un derecho del trabajador sin
el contexto institucional señalado, porque no existió una labor fiscalizadora administrativa,
ni se interpuso una acción judicial, no hay, en rigor, una lesión del derecho fundamental de
indemnidad por las razones ya explicadas.
Lo anterior, no quiere decir que se trate de una represalia lícita. En rigor, lo contrario: si
corresponda a un despido, no cabe sino considerarlo como injustificado, ya que en el
sistema de causales de terminación del contrato de trabajo chileno no está previsto —
obviamente— como causal la represalia en respuesta al ejercicio de uno o derechos más
del trabajador. E, incluso, en ciertas condiciones, puede ser considerado lesiva del derecho
de la libertad de expresión, la que incluye —como sostenemos en este libro— el derecho
del trabajador a no ser objeto de represalias por su discurso, cualquiera sea su naturaleza,
incluyendo aquel necesario para expresar una pretensión de que se cumpla con lo debido
en razón de sus derechos.
Cabe señalar, en fin, respecto de la garantía de indemnidad una cuestión clave desde el
punto de vista del razonamiento jurídico: se trata, a difere ncia del resto de los derechos
protegidos por la lista del artículo 485 del Código del Trabajo que están reenviados
directamente al texto constitucional, de un derecho fundamental construido como una regla,
y no como un principio 324 . En efecto, la norma en cuestión tiene la estructura propia de
una regla, en cuanto fija de antemano las condiciones de aplicación de la misma: en las
relaciones laborales, y cuando el trabajador haya ejercido una acción judicial o se haya
producido una fiscalización de la Inspección del Trabajo, el trabajador tiene el derecho a no
ser objeto de represalias laborales de cualquier índole 325 .
Por lo mismo, la doctrina afirma que "como regla de principio, se predica la indemnidad
con relación a todos los derechos fundamentales, de forma que a todos ellos acompaña
una prohibición de sanciones o menoscabos ocasionados por el disfrute y que, lógicamente,
limita la utilización de las legítimas facultades empresariales para represaliar al trabajador
que los ha ejercido ", agregándose que" se reconoce la posibilidad de represalias en la no
incorporación o contratación, aunque en ese caso, requisito innecesario, pero que en la
práctica concurrirá, había mediado una relación laboral anterior con el mismo trabajador
" 326 .
En ese sentido, no hay duda de que pueden "revestir los mecanismos de represalia
empresarial distintas modalidades, como son las renovaciones contractuales,
discriminaciones retributivas, modificaciones de contrato de trabajo, traslados, sanciones
disciplinarias y despidos" 327 .
Y en ese sentido, aunque aquí hablamos del derecho de indemnidad, la conducta lesiva
de "no renovación" puede afectar también la libertad de expresión, si es una represalia por
el discurso del trabajador, o puede ser constitutivo de una discriminación si dicha conducta
se funda en un criterio sospechoso o prohibido.
CAPÍTULO IV RAZONAMIENTO
Dicha teoría normativa no se agota, como podría creerse, en el conocido binomio principio
/ ponderación, sino que, además, supone otras premisas conceptuales que intentan dar
sustento y coherencia a la nueva hora de la eficacia jurisdiccional de los derechos
fundamentales. De hecho, esa teoría tiene de sustrato la idea de los derechos
fundamentales como derechos abiertos, genéricos y restringibles.
En efecto, se suelen afirmar tres cuestiones sobre derechos fundamentales desde esta
mirada de la cuestión, las que ya hemos adelantado en este libro:
De partida, que se trata de normas indeterminadas, tanto desde el punto de vista de sus
condiciones de aplicación (normas abiertas), como desde el punto de vista de sus
consecuencias jurídicas (normas genéricas).
Además, se trata de normas derrotables, esto es, de normas que ordenan hacer algo "a
prima facie", pero esa orden puede ser derrotada en caso de conflicto con otras normas de
igual valor jerárquico, de modo tal que sus problemas de conflicto deben ser resueltos por
vía de la ponderación y proporcionalidad.
Como se ve, se trata de problemas aplicativos distintos, por lo que no cabe contraponer
la subsunción con la ponderación en el razonamiento de derechos fundamentales. La
segunda supone a la primera. O, dicho de otro modo, solo una vez especificado y
concretizado el derecho fundamental, eventualmente podrá existir una colisión de derechos
fundamentales que requiera un ejercicio de ponderación.
Según la denominada "teoría externa" de los derechos fundamentales, hay dos ideas
principales que deben ser consideradas para resolver los problemas aplicativos señalados:
primero, una concepción amplia o extensiva del contenido de los derechos fundamentales,
y segundo, los límites de esos derechos correspondencias a restricciones provenientes de
otros derechos mediante un ejercicio de ponderación y proporcionalidad 331 .
La base de esta teoría, como veremos, radica en distinguir entre dos momentos sucesivos
en la delimitación del ámbito protegido de un derecho fundamental: primero, un
ámbito prima facie, cuyo contenido está protegido de modo provisional, y segundo, un
definitivo de protección . Entre ambos momentos media la ponderación y la
proporcionalidad.
Como se ve, en todos estos casos, las normas de derechos fundamentales fijan un interés
protegido constitucionalmente, pero no determinan qué es exactamente lo protegido, esto
es, la conducta y las circunstancias que forman parte de las condiciones de aplicación de
ese derecho fundamental.
Como se ha dicho que "el contenido de este ámbito de protección inicial está conformado
por todo el espectro de normas y posiciones jurídicas que sea posible relacionar en principio
semánticamente con el derecho tipificado en la Constitución. Como tal, este vasto contenido
ya constituye por Si una entidad jurídica. This adscripción a primera vista, se Lleva un cabo
con criteria muy Laxos y se fundamenta en el Principio in dubio pro libertate, SEGÚN EL
Cual, en Caso de duda sobre un caso, Este Dębe considerarse Como un caso relevante
desde la óptica de los derechos fundamentales " 335 .
Por lo mismo, "todo lo que presente una propiedad que —considerada aisladamente—
baste para una subsunción bajo el supuesto de hecho queda tipificada, cualesquiera que
sean las otras propiedades" 336 . En el mismo sentido, se sostendrá que "la Constitución
suele emplear para definir el objeto principal de un derecho fundamental, sobre el que
después pueden recaer adicionales concreciones, términos de cierta imprecisión e
indeterminación. deberá realizar la forma más amplia posible " 337 .
¿Cuán extenso o amplio debe ser, entonces, el ámbito protegido de los derechos
fundamentales 338 ?
El máximo posible que permita la norma jurídica de principio que establece el derecho
fundamental. Esto puede suponer que, incluso, "el ámbito protegido puede albergar
conductas que en ocasiones resulten inmorales, antisociales o antijurídicas, en el entendido
que normalmente serán contrarrestadas en virtud de una restricción o limitación" 339 . Y así,
por ejemplo, "la libertad artística otorgaría protección constitucional a toda acción que pueda
caer en el espacio de significado del concepto de" arte ", interpretado en sentido amplio:
desde pintar el techo de la Capilla Sixtina hasta cubrir de grafitis los vagones del Metro o
pintar en un cruce de calles, en horas de máxima circulación " 340 .
Para que la determinación interpretativa sea lo más amplia posible, como hemos
sostenido, el intérprete debe recurrir a un esquema interpretativo que gire en torno a una
trilogía robusta de argumentación: la finalidad de las normas constitucionales, los valores
jurídicos comprometidos y el razonamiento sistémico. De este modo, la indeterminación
producto del carácter abierto del derecho fundamental, se cierra —especifica— en el
sentido de la opción que asegure un contenido extensivo y amplio de aplicación de ese
derecho fundamental.
El argumento finalista dice relación con la mejor finalidad que es posible atribuir
argumentativamente a la norma, en el entendido que la misma debe ser expresión de
aquellos objetivos "de una legislatura racional". Lo anterior, porque este argumento se
refiere "al fin o propósito que se imputa a un fragmento de la legislación sobre la presunción
de que ha sido promulgado por una legislatura racional" sobre la idea que se deba tratar al
derecho como "una empresa teleológica donde el telos u objetivo es independiente de los
términos del texto promulgado " 341 .
De este modo, por ejemplo, como el fin racional del derecho antidiscriminación es
remover los obstáculos que enfrentan colectivos socialmente disminuidos, por tanto, no solo
protege contra específicos criterios sospechosos o prohibidos expresamente previstos en
los catálogos legales, sino también contra cualquiera que exprese esa cualidad. Asimismo,
como la forma más racional de interpretar la norma que establece el derecho de indemnidad
es atribuirle el sentido de promover el ejercicio de los derechos de que el trabajador es
titular ante la protección estatal, su protección no solo alcanza la prohibición frente a
represalias por fiscalización administrativa efectiva por parte de la Dirección del Trabajo,
sino también a los actos preparatorios (denuncias o solicitudes) ante cualquier órgano
administrativo de competencia laboral342 .
La argumentación interpretativa debe, además, considerar las razones vinculadas a los
valores socialmente relevantes involucrados en la protección de cada derecho. La
determinación del contenido de un derecho fundamental no es solo una operación de orden
formal, sino también sustantiva.
Y la forma de determinar ese contenido es reconocer qué tipo de intereses son las que
socialmente reconocemos como valiosos detrás de esa protección jurídica, esto es, una
forma de "argumentación que valore el sentido y el alcance de los valores subyacentes de
un determinado derecho y también su relación con otros valores relevantes " 343 .
De esta manera, la determinación de ese contenido debe estar guiada por los valores
que movieron al sistema jurídico a consagrar ese derecho con la máxima categoría. En ese
sentido, este tipo de argumento "interpretativo deontológico" dice relación con que "la
intención de actuar justamente siempre puede ser imputada a la legislatura considerada
como cuerpo creador de derecho idealmente racional" 344 .
De este modo, la interpretación del derecho de la libertad de expresión debe leerse desde
la puesta en valor del ideal de la participación en el discurso, la privacidad from el ideal del
autogobierno, la discriminación desde la idea de igualdad para colectivos despreciados, la
honra desde la valoración personal y social de la identidad.
En fin, la interpretación de las normas de derechos fundamentales debe estar guiada por
el contexto normativo en que se encuentran, particularmente, las normas de derecho
internacional que refieran al mismo interés protegido.
Como se sabe, dicha convención interpretativa supone el mandato de hacer una lectura
amplia de las disposiciones que cumplen derechos fundamentales en favor de sus
titulares. Se trata de "un criterio hermenéutico que informa todo el derecho de los derechos
humanos, en virtud del cual, se debe acudir a la norma más amplia, o interpretación más
extensiva, cuando se trate de reconocer derechos protegidos e, inversamente, a la norma
oa la interpretación más restringida, cuando se trata de establecer restricciones
permanentes al ejercicio de los derechos o su suspensión extraordinaria " 346 .
Por lo mismo, se ha sostenido que "la Constitución suele emplear para definir el objeto
principal de un derecho fundamental, sobre el que después pueden recaer adicionales
concreciones, términos de cierta imprecisión e indeterminación. deberá realizar la forma
más amplia posible " 347 .
Como lo vimos en el capítulo anterior, respecto de los derechos fundamentales mentales
protegidos por la tutela laboral en nuestro derecho, las normas que contienen los son
susceptibles de ser especificadas en clave interpretativa amplia, esto es, con una lectura
atenta a las finalidades que constitucionalmente perseguidos como comunidad con esos
derechos.
En ese sentido, y como sostuvimos antes en este libro en relación con los derechos
protegidos por la tutela laboral. De este modo, por ejemplo, "expresión" significa no solo
palabra, sino también gesto y acto, incluyendo la protesta como parte de la conducta
protegida por el derecho fundamental. Y ello, según ya vimos antes, porque la finalidad que
se garantiza "la libre circulación de las ideas" y esa circulación supone —a veces—
conductas socialmente disruptivas con la normalidad, como es la protesta. Y en el caso de
la privacidad, supone sostener que el ámbito protegido del derecho de intimidad abarca no
sólo zonas espaciales (el hogar o las comunicaciones) o afectivas (relaciones familiares o
sexuales) de la vida del trabajador, sino también dimensiones vitales de autonomía , como
la apariencia externa del mismo,
Se trata, en rigor, de buena parte de los casos que se conocen en acciones de tutela o
constitucionales con relación a los derechos de esta categoría de los trabajadores: el
despido del trabajador por su tendencia sexual, el acoso laboral o sexual sobre el trabajador
, el despido por efectuar un reclamo ante la autoridad administrativa o judicial, o en fin, si
fue objeto de un trato discriminatorio.
De este modo, el contenido extenso del derecho fundamental está sujeto a restricciones,
las que deberán provenir de otros derechos o bienes de equivalente rango jerárquico. La
idea de la restringibilidad de los derechos fundamentales ha sido explicada de este modo:
"la teoría externa presupone la existencia de dos objetos jurídicos diferentes. El primer
objeto es el derecho prima facie o no derecho limitado, el segundo, es la restricción de ese
derecho. Como resultado de la restricción se obtiene el derecho definitivo o limitado. En el
primero se pregunta si la consecuencia jurídica buscada forma parte del contenido del
derecho prima facie . Si esto es así, en un segundo paso se examina si el derecho prima
facieha sido limitado legítimamente en el caso concreto, de tal forma que ya no se tenga un
derecho definitivo " 349 .
En otras palabras, "este amplio contenido prima facie del derecho fundamental no
puedese de modo definitivo en toda su extensión" y esto ocurre porque las normas o
posiciones protegidas disponibles "se contradicen y entran en conflicto con normas
protegidas por otras disposiciones constitucionales" y "una vez restringido, todo derecho
fundamental adquiere su posición jurídica definitiva" 350 .
En efecto, la ponderación gira en torno a la asignación por parte del juez de peso o fuerza
a un derecho fundamental por sobre otro derecho fundamental con el que se encuentra en
conflicto, mediante el establecimiento de una jerarquía axiológica, cuya aplicación da como
resultado que "un principio (el considerado superior en dicha jerarquía valorativa) desplaza
al otro (u otros) y resultante aplicable" 352 .
En este caso, "los conflictos entre principios se deciden en la dimensión del peso", a
diferencia de los conflictos entre reglas, que se deciden en la dimensión de validez. Lo
anterior, toda vez que los principios representan "un objeto de optimización, que puede ser
realizado en grado máximo, según las posibilidades fácticas y jurídicas, son por ello
gradualmente realizables" 353 . Y precisamente, el grado de realización de cada principio en
las situaciones de colisión, debe ser decidido por el juez en cada caso, intentando que cada
principio se sacrifique por el otro en la menor medida posible (principio de proporcionalidad).
La ponderación reenvía al denominado principio de proporcionalidad 354 . En efecto,
frente al debate sobre si la ponderación no es más que la actividad irracional y arbitraria del
juez, que sopesa y balancea a su antojo los principios en conflicto, la respuesta de la teoría
constitucional que la sostiene, como ya dijimos, será la construcción del principio de
proporcionalidad 355 .
Esta sostiene que si se asume que los derechos fundamentales están contenidos en
normas de principio y opciones son concebidos como mandatos de optimización, la
determinación del límite en que se cumple con lo ordenado por el principio, dependderá de
su eventual colisión con otro bien de relevancia constitucional, y la resolución de esa
colisión provendrá de la aplicación del principio de proporcionalidad. En ese sentido, la tesis
supone que la medida en que se justifica la restricción de un derecho fundamental viene
determinado por las exigencias de la proporcionalidad 359 . De ahí que existe una conexión
conceptual y necesaria entre los derechos fundamentales y el principio de
proporcionalidad 360 .
Esta operación supone tres pasos básicos: primero, determinar el grado de afectación o
restricción de un derecho fundamental; segundo, determinar el grado de importancia del
derecho que opera en sentido contrario; y tercero, debe compararse a ambos para
establecer si la importancia de uno justifica la restricción del otro. Para hacer operativo este
ejercicio de asignación de peso y, por ende, permitir la comparación entre los derechos en
colisión, se propone una escala triádica de intensidad: grave, media o leve.
¿Podría verse afectado esa asignación de peso de los derechos en juego por factores
adicionales a ser tratados en la ponderación?
Se supone, y así lo hemos señalado, que entre los derechos constitucionales no existen
jerarquías a priori, ni órdenes de prelación cerrados. Peronada impide que, por tradiciones
ideológicas y políticas de una comunidad jurídica en particular, se le atribuya en abstracto
una importancia relativa mayor a un derecho fundamental y eso debe ser considerado al
momento de resolver una colisión de derechos fundamentales: "de este modo, por ejemplo,
puede sostenerse que el principio de protección de la vida tiene un peso abstracto mayor
que la libertad, por cuanto, es obvio, para poder ejercerlo es necesario estar vivo. mayor a
los derechos fundamentales sobre otros principios, ya la libertad de expresión y al derecho
de intimidad sobre otros derechos fundamentales, debido a la conexión del primero con la
democracia y del segundo con la dignidad humana " 370 .
En segundo lugar, también puede ser relevante al momento de ponderar los derechos en
juego, la seguridad en las premisas fácticas sobre la importancia y / o afectación de cada
derecho, esto es, el grado de certeza y precisión fáctica acerca del impacto que la conducta
que se enjuicia tendrá en dichos principios constitucionales. Como explica Lariguet, "las
apreciaciones empíricas pueden tener un mayor o menor grado de certeza que incidan en
el mayor o menor peso que se le atribuya a los principios. Así, por ejemplo, la afectación
del derecho a la vida y la salud de la niña evangélica será considerada seria o intensa si
existe la certeza, apoyada en apreciaciones empíricas seguras, de que la niña, si no es
hospitalizada, morirá. Si, en cambio,371 .
¿Cómo se relacionan todos estos elementos de la proporcionalidad en sentido estricto —
atribución de peso específico, peso abstracto, seguridad de las premisas fácticas— al
momento de resolver un caso concreto de ponderación?
Es lo que Alexy denomina la "fórmula del peso", esto es, el cociente que resulta de la
división de la intensidad de la afectación del derecho fundamental con el grado de
importancia del derecho fundamental contrario en las circunstancias del caso concreto,
considerado su peso abstracto y la seguridad de las premisas fácticas relativas a su
afectación.
Podríamos decir que el trabajador no deja de ser ciudadano, ni el ciudadano deja de ser
trabajador, debiendo la proporcionalidad en sentido general devenir en una
proporcionalidad de carácter laboral.
La aplicación del principio de proporcionalidad para resolver esta nueva realidad jurídica
supone, por una parte, revisar los derechos de las partes que entran en conflicto en el marco
del contrato de trabajo, y por otra, determinar las condiciones necesarias para que
corresponda aplicar el citado principio.
Revisemos ambas cuestiones. De partida, la idea de la colisión de derechos
fundamentales entre empresario y trabajador, ha sido una hipótesis "en la mayoría de las
ocasiones, el conflicto de fondo sometido al conocimiento del juez tiene la siguiente y típica
estructura: un trabajador invocará la tutela de un derecho fundamental personalísimo
(intimidad, libertad ideológica o prohibición de discriminación), que estima ha sido lesionado
por un acto u omisión del empresario. Dada esta estructura, el canon interpretativo del
razonamiento judicial encaminado a ponderar y sopesar entre los derechos constitucionales
en colisión, es el principio de proporcionalidad; es éste el camino de obligada aplicación
cuando, como en estos casos,372 .
¿Qué derechos son los que pueden entrar en colisión en el marco del contrato de trabajo?
Como se ha apuntado, "la ley, en efecto, puede establecer que en la circunstancia X debe
triunfar un principio sobre otro, cerrando así el supuesto de hecho o, si se prefiere,
convirtiendo en condicional lo que era un deber incondicional o categórico, y en tal caso
cabe decir que la ponderación ha sido ya realizada por el legislador, de modo que al juez
no le queda más tarea que la de subsumir el caso dentro del precepto legal, sin ulterior
deliberación " 375 .
En general, en todo caso, no existen normas legales que resuelvan y regulen de modo
general las potenciales colisiones de derechos al interior del contrato de trabajo. Existe,
como se ha destacado insistentemente, una indiferencia notable del legislador laboral para
tratar el tema del ejercicio de ese tipo de derechos fundamentales del trabajador.
En efecto, pese a la importancia fáctica del tema, tal como ya lo señalamos anteriormente,
el legislador laboral ha tendido a ignorar el problema 377 . En ese sentido, la regulación legal
del ejercicio de los derechos fundamentales al interior del contrato de trabajo es muy
excepcional y referida a uno u otro derecho en particular 378 .
Lo relevante aquí, es que la falta de regulación legal abre puertas para la aplicación del
principio de proporcionalidad. En ese sentido, la solución a la tensión provocada por la
irrupción y el ejercicio en él de los derechos fundamentales del trabajador en un escenario
potencialmente lesivo —como es la relación jurídica laboral—, se traslada desde el espacio
legislativo al espacio judicial.
De partida, señalar que la determinación del interés jurídico constitucional perseguido por
la medida restrictiva se encuentra fuera del principio de proporcionalidad, constituyendo "un
dato externo y ajeno" que "representa el parámetro a través del cual enjuiciar la medida,
una constante que no puede cuestionar y que queda fuera de su campo de tiro
" 379 . Dejaremos fuera de la idea que la valoración constitucional del fin perseguido es parte
del juicio de idoneidad 380 .
Esto ocurre cuando la medida adoptada por el empleador, que restringe el o los derechos
fundamentales del trabajador, tiene por objeto asegurar una finalidad constitucionalmente
relevante, específicamente, algún derecho fundamental del empleador, tales como la
libertad de empresa o el derecho de propiedad. Ello porque la proporcionalidad supone una
colisión o encuentro entre derechos de igual rango jurídico, esto es, de derechos
fundamentales.
En ese sentido, con relación al derecho fundamental del trabajador, su ejercicio sólo debe
verse limitado, en forma estrictamente proporcional y razonable, por la satisfacción de
intereses, multas o posiciones que pueden ser comprendidas dentro del ámbito de los
derechos fundamentales del empresario, como es el ejercicio del poder de mando o de
dirección, adscritos al derecho de propiedad oa la libertad de empresa del empleador.
En ese sentido, la buena fe, el abuso del derecho o cualquier otra categoría análoga,
entendida como suele hacerse —esto es, como un límite interno o inherente—, no tienen
cabida conceptual en la teoría externa que sustenta la proporcionalidad, y por tanto , es un
error su uso en la aplicación del principio de proporcionalidad para la solución de colisiones
de derechos fundamentales en el marco del contrato de trabajo.
Salvo que se sostenga que ella —la buena fe— corresponde a un principio constitucional
y que, por tanto, constituye un límite externo y de rango jerárquico equivalente a un derecho
fundamental. El problema es que en ese caso la buena fe solo operara como límite de los
derechos fundamentales del trabajador de modo contingente y no necesario: solo en
aquellos ordenamientos legales donde se le reconozca no como un principio general del
derecho, sino como un principio de rango constitucional. El punto es que, en la mayoría de
la tradición legal continental, incluido el derecho chileno, la buena fe carece de ese
reconocimiento constitucional 393 .
En este caso, lo que se mide es la relación de medio-fin entre la conducta del empleador
que restringe un derecho fundamental del trabajador y la finalidad, respaldada
constitucionalmente, perseguida por el empleador, que probablemente será proteger
algunos de sus derechos fundamentales, como la propiedad o la libertad de empresa, o el
derecho de un tercero, como la seguridad e integridad del resto de los trabajadores o de
sus clientes.
En efecto, como se ha destacado, "se trata simplemente de que el medio (limitación) sea
apropiado para obtener la finalidad (protección de un bien o derecho constitucional)" 397 . En
consecuencia, se ha apuntado "el juez habrá de comprobar si la limitación impuesta por el
empresario sirve o no para garantizar su libertad de empresa y las facultades de ella
derivadas; si existe o no adecuación entre el acto limitativo del derecho fundamental de la
persona del trabajador y el único derecho que puede enfrentarse a aquél " 398 .
Por lo mismo, como dijimos antes, la conducta empresarial que está fuera de la órbita
justificativa de un derecho constitucional de la que es titular el empleador, es una afectación
directa del o los derechos del trabajador, no suponiendo ejercicio de ponderación alguna,
sino la aplicación subsuntiva del derecho: se trata de una conducta ilícita. Por lo mismo, la
apelación a "el clima organizacional", a las "necesidades de la empresa", a la "imagen
corporativa" y otras razones del mismo nivel de vaguedad, no logran generar una genuina
colisión que deba ser resuelta en el marco de la proporcionalidad laboral, en cuanto no
forman parte del contenido de algún derecho de rango constitucional del empleador 399 .
Como sostiene González Beilfuss, "el requisito de la idoneidad tiene forma de regla
jurídica, es decir, obliga a rechazar aquellas medidas que no sean aptas para conseguir
una determinada finalidad" y en ese sentido, se basa "en consideraciones fácticas: la
adecuación o inadecuación de una medida no depende de sus consecuencias jurídicas o
de su mayor o menor incidencia en ámbitos protegidos constitucionalmente, sino
únicamente en su capacidad para conseguir la finalidad perseguida 400 ".
El objeto del juicio de idoneidad es, en rigor, doble. Primero, se debe medir la relación
entre la medida o conducta empresarial con el estado de cosas concretas que persigue —
fin inmediato—, y segundo, se debe evaluar la relación de este último con el interés
constitucional pretendido por la medida —fin mediato—.
En ese sentido, se dirá que "el juicio de adecuación determinará, por consiguiente, el
reconocimiento al trabajador de la tutela solicitada cuando la conducta del empresario sea
manifiestamente irracional, arbitraria o caprichosa" 402 .
La medida empresarial deberá ser puesto, como ya dijimos, en dos niveles: primero, se
trata de determinar si la conducta o medida empresarial logrará el fin inmediatamente
buscado, esto es, si contribuirá a ese estado de cosas valioso que el empleador ha decidido
perseguir con la conducta empresarial.
Y es que es posible que la medida sea inidónea en el primer nivel e idónea en el segundo
nivel, y viceversa. En el primer caso —el más frecuente— la medida no logra el resultado
del fin inmediato: las cámaras de video no están instaladas mirando zonas productivas de
la empresa donde pueden evitarse hurtos, ya que, por ejemplo, apuntan a espacios
recreacionales o comedores. Ello a pesar de que evitar hurtos —fin inmediato— dice
relación directa con un interés constitucional legítimo del empresario —la propiedad.
El segundo caso, más excepcional, es que el fin inmediato perseguido por la medida no
esté conectado con un interés constitucional del empresario; como si, por ejemplo, se
introdujera una "cláusula en el contrato de trabajo de acuerdo con el cual la relación
contractual cesará si el trabajador contrae matrimonio" 403 . Esa medida busca controlar las
relaciones afectivas entre los trabajadores —de forma inmediata— con el objetivo de
proteger —fin mediato— su libertad empresarial y / o derecho de propiedad. Entre el fin
inmediato y el interés constitucional del empresario no existe conexión alguna: hay una
medida inidónea en la segunda dimensión.
De este modo, en consecuencia, la medida empresarial no supera el juicio de idoneidad
en cualquiera de los dos siguientes casos: a) es una medida inútil porque no logra el fin
inmediato perseguido y / ob) es una medida inútil porque el fin inmediato perseguido no
está conectado con un derecho fundamental del empresario.
Cabe, por último, en este punto, referirnos al problema del "quántum" de la idoneidad,
esto es, a intentar resolver la pregunta de cuánto debe servir la medida para el fin
perseguido. Este es un problema central de la idoneidad y la respuesta que se dé a esta
pregunta determinará la intensidad con que debe evaluarse la medida empresarial objeto
del enjuiciamiento de proporcionalidad.
Por un lado, se encuentra la tesis débil de la idoneidad. Se exige, en este punto, que la
medida objeto del juicio de idoneidad "sirva" para cumplir el fin perseguido y, en ese sentido,
que ella ayude o contribuya al logro del objetivo de inmediato, aunque no asegure
efectivamente su consecución. Y que ayude o contribuya a su realización, significa, nada
más, que facilite su realización de algún modo.
La tesis fuerte, en cambio, supone que la medida o la conducta que se enjuicia sea capaz
de lograr efectivamente el fin inmediato perseguido. Así, una medida o conducta "deberá
ser considerada idónea sólo si es que contribuyó con mayor eficacia, rapidez y seguridad
para la obtención del fin, y aquella que más lo realiza" 404 .
Para algunos, la correcta es decantarse por la tesis fuerte al sostener que "la restricción
que sufre el derecho resultó apropiado, esto es, realmente útil para lograr el fin que justifique
el límite del derecho" 405 .
Para otros, la tesis acogida debería ser la débil, señalando que "con carácter general
cabe destacar, en este sentido, que la adecuación de una medida para alcanzar una
determinada finalidad no ha de ser absoluta. el requisito de idoneidad no implica un juicio
de perfectibilidad en el sentido que sea exigible que el medio utilizado sea el óptimo para
conseguir el fin perseguido. acercar la consecución de dicha finalidad o, en algunos casos,
no la obstaculiza " 406 .
En el mismo sentido, se sostiene que "el efecto principal es que, una excepción de las
medidas legislativas que no de ningún modo a la realización de la finalidad legítima
perseguida por el legislador, todas las demás deberán cumplir los requisitos adecuados y
deberán someterse a la aplicación sucesiva de los subprincipios de necesidad y de
proporcionalidad en sentido estricto ". Y agrega que "defiende la idea, contraria a la línea
jurisprudencial predominante, pero acorde con la opinión doctrinal mayoritaria, según el
cual, el subprincipio de idoneidad debe entenderse en sentido débil —para ser exactos de
la manera más débil posible—" 407 .
Como es fácil advertir, quienes sostienen la tesis débil de la idoneidad están haciendo
referencia a las medidas que deben tomar por el legislador para lograr un interés
constitucionalmente protegido.
Y ello es muy relevante. Ya que, en este caso, se sostiene que existen potentes razones
democráticas para afirmar que la idoneidad requerida al legislador de las medidas
limitativas de los derechos fundamentales, corresponde a una exigencia de intensidad
moderada o débil, entendida como juicio negativo acerca de que la medida no sirve en
absoluto para lograr el fin perseguido.
Ahora, la pregunta central en este punto es ¿cuál debería ser la tesis sobre la idoneidad
en el ámbito de las relaciones de trabajo? Dicho de otro modo, ¿bajo qué estándar debería
medirse la adecuación o idoneidad de la medida del empresario que afecta un derecho
fundamental del trabajador?
A nuestro juicio, en el Derecho del Trabajo debería sostenerse la tesis fuerte, ya que el
agente no es el legislador ni opera en su favor el principio de distribución de competencias
constitucionales. Se trata de un particular —el empresario—, que no tiene ningún ámbito
formal de competencia y que no intenta lograr un objetivo público vinculado a la democracia.
En ese sentido, no corresponde en absoluto equiparar aquí, como la tesis débil supondría,
al empresario con el legislador.
El criterio de la necesidad, como ya explicamos, dice relación con que la medida que
restringe un derecho fundamental no "puede ser alcanzada por otro medio por lo menos
igualmente eficaz, y que a la vez no restrinja el derecho fundamental afectado o lo restrinja
con una intensidad menor " 408 .
En el ámbito laboral ha sido descrito del siguiente modo: "el órgano judicial habrá de
constatar si la constricción al derecho fundamental es estrictamente indispensable o
imprescindible para salvaguardar la facultad que ha legitimado su adopción. Por
consiguiente, el saldo del juicio de indispensabilidad resultó negativo cuando la decisión
empresarial sea la alternativa más gravosa entre las posibles " 409 . En ese sentido, es
correcto afirmar que la medida empresarial es necesaria "por no existir otra que,
consiguiendo los mismos objetivos, es decir, siendo igual de eficaz, sea menos gravosa
para el derecho fundamental que se ha de limitar" 410 .
De este modo, el juicio de necesidad señala que si la medida empresarial propuesta tiene
medidas alternativas que cumplen con la condición de ser —al menos— igualmente eficaz
para el logro de ese fin, y al mismo tiempo restringe en menor medida o no restringe en
nada el derecho fundamental del trabajador, entonces, la medida empresarial es
innecesaria y desproporcionada.
De este modo, la instalación de un escáner en una empresa de medicamentos que
permite una imagen real del cuerpo de los trabajadores, y que busca por parte de la
empresa cumplir con el control de su patrimonio —junto con el resguardo de la salud
pública— , pretendiendo evitar el posible hurto de productos farmacéuticos, es considerado
lesiva del derecho de privacidad de los trabajadores por innecesaria: "en este punto es un
hecho establecido en el considerando undécimo, que la sociedad denunciada estuvo en
situación de implementar un mecanismo de imagen, con el mismo escáner EqO, que no
implicase que una persona, cualquiera sea esta, pudiese ver, aun sin el rostro, el cuerpo de
los revisados y, en específico sus partes genitales y otras íntimas .En específico, pudo
implementar un mecanismo donde la imagen era un cómic, que no dejase al desnudo ya la
vista el cuerpo del trabajador. La sola reflexión anterior, hará concluir a este sentenciador
que no se cumple el subjuicio o principio de necesi dad, toda vez que la sociedad
denunciada, con un mínimo de diligencia y cuidado, pudo haber implementado un sistema
de imagen que fue menos lesivo para la intimidad corporal " (T-320-2015 del Segundo
Juzgado del Trabajo de Santiago) 411 .
El primer control dice relación con la idoneidad de las medidas alternativas: es necesario
determinar si ellas logran con igual o mejor eficacia el fin inmediato perseguido por el
empresario.
¿Qué significa que una medida alternativa sea igual o más eficaz que la medida
enjuiciada?
Se trata de un análisis hipotético - "de la idoneidad de medidas que no han sido llevadas
a la práctica" 416 - y que "no requiere que los alternativos sean los óptimos entre los posibles.
de comparación fija, que se exige como mínimo " 417 .
Como resultado de "la aplicación de la regla, puede comprobarse que el medio alternativo
en comparación con lo no establecido es igualitariamente idóneo, es igualmente adecuado
o más adecuado" 418 .
De ahí que sea especialmente relevante discutir, en este punto, a qué nivel de eficacia
deben ajustarse a las medidas alternativas para ser objeto de prueba de necesidad. Como
vimos, buena parte de la doctrina exige que la o las medidas empresariales alternativas
deben ser "igualmente idóneas" o "más idóneas" que la que es objeto del enjuiciamiento.
Lo importante del punto es que la aplicación de esa exigencia fuerte de eficacia de las
medidas alternativas podría tener un grave efecto en los derechos fundamentales de los
trabajadores, ya que debería, en general, aceptarse la "no existencia" de medidas
alternativas por no tener la misma o mejor eficacia para lograr el fin inmediato
perseguido. Se pierde, por así decirlo, la potencia limitativa del juicio de necesidad para el
control de las medidas empresariales, atendida la dificultad que en muchos casos supondrá
la exigencia fuerte de que existen medidas mejores para el logro del fin empresarial
perseguido.
ya que valorado en términos de potencialidad o de poder, las cámaras de video son
mucho más eficaces que los métodos tradicionales humanos y que los mecanismos de
control. Es difícil encontrar un medio técnico alternativo más eficaz "422 .
Así, la instalación de un sistema de cámaras de video con micrófonos tiene una medida
alternativa menos eficaz, como es la instalación de un sistema de video sin dicha grabación
de audio, pero que puede ser considerado para el juicio de necesidad: es menos agresiva
con el derecho fundamental del trabajador que aquélla. Entonces, la medida empresarial —
de instalación de sistema de video con audio— es innecesaria y, por tanto,
desproporcionada 423 .
De ahí que se enuncie de modo positivo la regla y se concluya que "la restricción del
empresario sólo logrará superar el test de imprescindibilidad si la medida adoptada
comporta, para la esfera de la libertad protegida, el menor sacrificio" 424 .
Parece esta ser la opción la jurisprudencia chilena en la aplicación del juicio de necesidad
en el caso del escáner ya citado. No se exige que la opción "cómic" sea más eficaz que la
versión "fotografía" para la detección de hurtos en la empresa, solo que ayude o contribuya
a esa finalidad.
Por último, cabe referirse al segundo control sobre las medidas alternativas: el referido al
grado de afectación que ellas tienen en el derecho fundamental del trabajador en
comparación con la medida empresarial enjuiciada. En ese sentido, "el medio alternativo
debe implicar una restricción menor para los derechos afectados y posibilitar así un fomento
mayor o mejor de su realización desde el punto de vista empírico" 427 .
Si la medida alternativa idónea para conseguir el fin empresarial es menos lesiva —o más
benigna— con el derecho fundamental del trabajador, entonces la medida empresarial
enjuiciada no supera el test de necesidad y debe ser considerado desproporcionada. Si, en
cambio, la medida alternativa es idónea, pero afecta en mayor medida el derecho
fundamental del trabajador, entonces la medida enjuiciada supera el control y debe ser
necesaria y proporcionada.
En relación con la rapidez, cuanto mayor es la velocidad con que la medida empresarial
afecta la posición iusfundamental del trabajador, mayor es el grado de restricción del
derecho en cuestión. De este modo, la decisión del empresario de instalar un sistema de
control y grabación de las conversaciones telefónicas es una intervención más intensa del
derecho fundamental del trabajador al secreto de las comunicaciones, que el control de las
llamadas efectuadas mediante "la utilización de facturas telefónicas por su titular " 435 .
En relación con la probabilidad, en tanto mayores sean las posibilidades de que la medida
empresarial real y efectiva afecte la posición protegida del trabajador, mayor es el grado de
afectación de su derecho fundamental. En ese plano, por ejemplo, la implementación de un
sistema de control y grabación permanente de las conversaciones telefónicas de los
trabajadores aumenta las posibilidades de la afectación del derecho fundamental, en
comparación con la utilización de "un sistema automático de selección de trabajadores,
como es el que escoge, mediante presión de un pulsante electrónico, a saltos y sin
determinación previa, a algunos trabajadores " 436 .
En relación con el alcance, mientras mayores sean las posiciones e intereses protegidos
por el derecho fundamental del trabajador que se ven aquejados por la medida empresarial,
mayor será el grado de afectación del derecho en cuestión. De este modo, la revisión de
las taquillas del trabajador supone una afectación menor que la revisión personal, en cuanto
la primera restricción sólo la privacidad referida a los objetos del trabajador, mientras que
la segunda añade al control su corporalidad e individualidad física 437 .
En relación con la duración, cuanto más prolongada sea la medida empresarial que afecta
la posición protegida del trabajador, mayor será el grado de afectación de la esfera
resguardada por el derecho fundamental de que se trate. En ese sentido, el control de la
prestación de servicios por parte de la empresa por vía de llamadas al móvil del trabajador,
es menos intenso que el "control de movimientos mediante GPS instalado en el vehículo de
la empresa utilizado por el trabajador en sus desplazamientos " 438. En la misma línea, la
medida empresarial de un "test de honestidad" —impregnación de tinte invisible en un billete
previamente introducido en un monedero dejado en los vestuarios— agrede levemente el
derecho a la privacidad de la trabajadora "en cuanto el examen de manos de la actora tuvo
una duración temporal limitada, la suficiente para comprobar si las tenía manchadas con el
referido tinte " 439 .
En segundo lugar, es necesario determinar qué importancia tiene la posición afectada por
la medida empresarial en el derecho fundamental del trabajador de que se trata. Si la
posición afectada es más relevante para el derecho fundamental —porque se encuentra
más cerca del núcleo del derecho— entonces la medida involucrada es más grave o afecta
de mayor medida el derecho fundamental del trabajador.
En este punto, se parte de la idea de que las distintas posiciones e intereses que protege
un derecho fundamental no tienen la misma importancia y centralidad para el orden jurídico
que lo establece. En efecto, en conformidad con la teoría externa o amplia —ya explicada—
del contenido de un derech o fundamental, la mayor cantidad posible de posiciones e
intereses deben ser comprendidos dentro de su ámbito protegido prima facie , pero no
todas esas posiciones tienen igual valor normativo 440 .
b) la parte o porción del derecho fundamental afectado. Mientras mayor sea la parte o
contenido del derecho involucrado, mayor es la intensidad de la afectación;
c) la relevancia que tiene la posición afectada para la función del derecho fundamental —
el cumplimiento de la función para el derecho fundamental establecido— y;
Del mismo modo, la intangibilidad del cuerpo es considerada una posición más central o
fundamental en el ámbito protegido por la intimidad, que los efectos personales o los objetos
sobre los cuales el trabajador proyecta su expectativa de privacidad. Por lo mismo, la
revisión física del trabajador es considerada una restricción más intensa de la intimidad que
el examen de sus taquillas o efectos personales —bolsos o carteras— pues este último
"resulta ser el más inocuo y liviano de todos, pues esta de armario individual que se tiene
en la empresa para guardar la ropa o efectos personales está obvia y plenamente
independizado del cuerpo del trabajador " 443. El primero, en cambio, es "el control más
agresivo que se puede hacer sobre el trabajador, donde están más en juego los derechos
constitucionales de dignidad e intimidad" 444 . En el mismo sentido, el control de la imagen
del trabajador es considerado menos central en el ámbito protegido del derecho a la
intimidad, que el contenido de sus conversaciones con terceros 445 .
En fin, siguiendo la misma línea de reflexión de los casos anteriores, no sería difícil
sostener que la medida empresarial que persigue conocer la tendencia sexual del
trabajador restringe en mayor medida el derecho fundamental del trabajador, que aquella
que busca conocer la situación comercial del mismo , ya que la primera posición o interés
—la opción sexual— tiene, atendidas las consideraciones normativas jurídicas dominantes,
una centralidad mayor dentro del ámbito protegido del derecho fundamental de privacidad,
que el estado comercial del trabajador.
b) Grado de importancia de la medida empresarial para el derecho fundamental del
empresario
En efecto, cuanto más significativo sea para el derecho fundamental del empresario que
se satisfaga el fin inmediato perseguido por la medida, entonces mayor será su importancia
en la determinación de su peso concreto para la aplicación del juicio de proporcionalidad
en sentido estricto.
Lo anterior, supone una evaluación, al igual que el grado de afectación del derecho
fundamental del trabajador, tanto desde la perspectiva fáctica como de la normativa.
En relación con la rapidez, cuanto con más velocidad logre la medida empresarial el fin
inmediato perseguido, mayor es el grado de importancia de la satisfacción del derecho
fundamental del empresario. De este modo, la instalación secreta de una cámara de
televisión sobre la caja registradora de los trabajadores para detectar sustracciones de
dinero, es más relevante que la medida de iniciar una investigación regular que implique el
interrogatorio de los trabajadores o controles contables a la gestión de bandejas.
min relación con el alcance, en tanto mayores sean las posiciones e intereses
pertenecientes al derecho fundamental del empresario que está protegido por la medida
empresarial, mayor será el grado de importancia de la satisfacción del derecho en
cuestión. De este modo, la instalación de un sistema de cámaras de vigilancia en la mayor
cantidad de lugares de la empresa tendrá más importancia, para el derecho fundamental
del empresario, que restringirla al lugar preciso en que se presten los servicios convenidos,
como ocurriría si esa instalación alcanza las "zonas de caja, máquina recreativa en la que
se sospecha que juega el trabajador que tiene prohibido, espacios comunes con el público
o clientes de la empresa; dependencias comunes de un hotel con el objeto de comprobar
si se tienen encendidas las luces del mismo y abiertas las puertas al público; puertas
deentrada y salida del al macén-despensa que da acceso a la cocina, del que se sospecha
que se sustrae n viandas de la empresa, etc. " 447 .
En relación con la duración, cuanto más tiempo la medida empresarial logre el fin
inmediato y, de ese modo, más tiempo cautele la o las posiciones del derecho fundamental
del empresario, mayor será el grado de importancia de la satisfacción del derecho de que
se trata . En ese sentido, la revisión aleatoria del correo electrónico del trabajador es una
medida menos relevante para la consecución del fin empresarial perseguido, que la
instalación de un programa de vigilancia "permanente, que permite registrar todo cuanto
realiza el trabajador" 448 .
Y al igual que en el caso del derecho fundamental del trabajador, dicha cuestión —el
grado de importancia— dice relación con la centralidad de la posición protegida por la
medida empresarial en el derecho fundamental respectivo.
Se repiten, entonces, en este nivel del juicio de proporcionalidad en sentido estricto, las
consideraciones ya efectuadas anteriormente: la determinación del grado de importancia
de la finalidad perseguida por la medida empresarial desde las premisas normativas,
supone determinar la centralidad de la posición o interés tutelado dentro del ámbito
protegido del derecho fundamental de que se trate.
Por ello es necesaria la utilización de diversos criterios, ya revisados para el caso del
trabajador: la fundamentalidad que la posición protegida con la medida empresarial tiene el
derecho respectivo —cuán cerca está del núcleo del derecho—; la parte o porción del
derecho fundamental que se busca satisfacer con la medida empresarial; la relevancia que
para la función del derecho fundamental del empresario tiene la posición protegida con la
medida; y la importancia de la posición afectada para el ejercicio de otras posiciones
jurídicas o de otros principios constitucionales asociados a ese derecho fundamental —
mientas más se afecte el ejercicio de otras posiciones jurídicas o derechos fundamentales,
mayor será la intensidad de la afectación—.
En ese sentido, por ejemplo, podría sostenerse que la finalidad de protección del
patrocinio empresarial —perseguida con la instalación de un sistema de vigilancia al interior
de la empresa— dice relación con una posición más central y relevante en el derecho de
propiedad, que la protección de la reputación empresarial mediante "la imposición de un
determinado código de vestimenta" "uniformando la imagen de sus empleados y
permitiendo su rápida identificación" 450 .
Determinado, por una parte, el grado de afectación que la medida empresarial tendrá en
el derecho fundamental del trabajador, y, por otra, el grado de importancia que tiene para
la satisfacción del derecho fundamental del empresario, esto es, establecer "si la
importancia de la satisfacción del segundo principio justifica la falta de satisfacción del
primero" 451 .
Por ello, se suele afirmar que "el conflicto no queda resuelto de forma estable, de una vez
por todas, haciendo prevalecer sin más uno de los principios sobre el otro ...; toda solución
del conflicto vale sólo para el caso concreto y, por lo tanto, es imprevisible la solución del
mismo conflicto en casos futuros " 452 .
De esta manera, "esta visión correctísima —el conflicto entre derechos sin admitir una
superioridad axiológica de unos sobre otros— de los derechos fundamentales exige
proceder a una ponderación en cada caso de los derechos en conflicto y la resolución por
preeminencia de uno de ellos , esto es, su prevalencia concreta frente al derecho que, en
este supuesto, insistimos, debilitadamente cede, pero no desaparece " 453 .
En ese sentido, siguiendo un caso propuesto por Alexy, la medida legal de obligar a los
productores de tabaco de anunciar los daños que sus productos causan en los
consumidores, es de intensidad "leve en la libertad de profesión u oficio", especialmente
comparadas con otras —como la prohibición de venta—. A su turno, los riesgos para la
salud asociados al tabaquismo son elevados, por lo cual las razones de la intervención son
de peso. De esta manera, asegurada en primer lugar la intensidad de la injerencia como
leve, y alto el grado de importancia del motivo de ella, así, con el Tribunal Constitucional,
se puede denominar, ciertamente, el resultado de la comprobación de la proporcionalidad
en sentido estricto, como evidente " 454 .
Explicado cómo opera el núcleo del juicio de proporcionalidad en sentido estricto —la
denominada ley de la ponderación—, cabe preguntarse si podría verse afectado esa
asignación de peso de los derechos en el juego por factores adicionales a ser seleccionados
en la ponderación.
Esta fórmula "amplía la definición de la ponderación, para incluir en ella las premisas
concernientes al peso abstracto de los principios y la seguridad de las apreciaciones
empíricas. Mediante la escala triádica, esta fórmula aclara también cómo pueden
compararse los grados de intervención y satisfacción de los principios en colisión, así como
su peso abstracto y la seguridad de las premisas empíricas " 458 .
No obstante, como ya vimos en este libro antes, en la doctrina se suele entender que
tiene un mayor peso abstracto la libertad de expresión, especialmente por tratarse de lo
que se denomina una "garantía preferida".
Como señalamos, también puede ser relevante al momento de ponderar los derechos en
juego en el marco del contrato de trabajo fácticas, la seguridad en las premisas sobre la
importancia y / o afectación de cada derecho, esto es, el grado de certeza y precisión
fácticas acerca del impacto que la conducta que se enjuicia tendrá en dichos principios
constitucionales.
El asunto es que "no siempre es posible reconocer con certeza el punto en que se
satisfacen de forma óptima los principios en colisión", siendo las posibilidades "para
reconocer la magnitud que corresponde a cada una de las variables de la fórmula del peso,
limitadas . Estos límites se proyectan en las premisas empíricas y normativas relevantes en
la ponderación " 463 .
En ese sentido, la afectación intensa del derecho fundamental del trabajador se sustenta
en premisas fácticas de certeza muy superior ("con toda seguridad" su imagen será
afectada), que las premisas de la misma naturaleza sobre el grado de importancia que la
medida reviste para el derecho fundamental del empresario ("no está comprobado que
algún otro trabajador de la empresa no pudiera desempeñar esa tarea").
Y en ese caso, la principal posibilidad son las situaciones de colisiones de derechos, con
igual peso abstracto y con similar seguridad sobre las premisas fácticas acerca de la
afectación y la intervención en cada uno de ellos.
En primer lugar, aquellos casos de colisiones de derechos con distinto peso abstracto. En
estos, la solución derivada de la combinación del resultado obtenido por la comparación
entre el grado de afectación del derecho fundamental del trabajador versus el grado de
importancia de la satisfacción del derecho fundamental del empresario, junto con la
consideración del mayor peso abstracto del derecho que setrate. Como ya explicamos en
este libro, ese sería el caso del ejercicio de la libertad de expresión por el trabajador.
En segundo lugar, existirán hipótesis de conflicto de derechos con igual peso abstracto y
con distinta seguridad de las premisas fácticas. En estos casos, la solución derivada de la
combinación del resultado obtenido de la comparación entre el grado de afectación del
derecho fundamental del trabajador versusel grado de importancia de la satisfacción del
derecho fundamental del empresario, junto con la consideración de la mayor o menor
seguridad de las premisas fácticas del impacto de la medida empresarial en cada uno de
los derechos en conflicto. Tal como ya señalamos, es posible que la afectación en el
derecho fundamental del trabajador sea no sólo intensa, sino también cierta (la instalación
de un sistema de vigilancia de video sobre los puestos de trabajo para detener hurtos y
sustracciones detectadas por la empresa). Y que, a su turno, la importancia de la medida
para el derecho fundamental del empresario sea relevante (como es la protección de la
propiedad ante sustracciones),
Ello no significa, sin embargo, que siempre esa instalación será lícita, ni que siempre
deba ceder el derecho de intimidad del trabajador frente a la propiedad empresarial.
En rigor, dicha regla fija una prioridad entre los derechos fundamentales en colisión (el
derecho del trabajador cede ante el derecho del empresario o viceversa), pero de modo
condicionado, en cuanto esa prioridad se establece para ese caso concreto, y no importa
ningún orden abstracto entre esos derechos.
La respuesta, como vimos antes en este libro a propósito del correo electrónico de los
trabajadores, es afirmativa: "la regla de procedencia condicionada adquiere al mismo
tiempo una validez que se proyecta a los casos futuros idénticos y análogos" 469 . Lo
anterior, ya que la ponderación daría como resultado "la elaboración de una regla que
correlaciona estos aspectos o elementos relevantes con una solución determinada, de
modo que todo ulterior supuesto idéntico en sus propiedades relevantes será solucionado
del mismo modo, mediante un razonamiento subsuntivo" 470 .
Posteriormente, y una vez ubicadas prima facie las posiciones enfrentadas de cada una
de las partes en el ámbito protegido de uno o más derechos fundamentales, procede la
ponderación por la vía de la aplicación del principio de proporcionalidad para determinar
qué posición y qué derecho fundamental triunfará transitoriamente "para ese caso en
concreto". De esa operación se producirá una regla que determinará bajo qué condiciones
debe ser preferido un derecho fundamental respecto de otro, para todos los casos
sustancialmente iguales.
Por último, y volviendo a la subsunción, las razones que determinaron la regla de derecho
que expresa el resultado de la ponderación y que da preferencia a un derecho por sobre
otro, se pretende "no se limiten estrictamente a ese caso (por mucho que, naturalmente, los
efectos jurídicos de la decisión se circunscriban a él), sino que sirvan también para cualquier
otro supuesto que comparta las mismas propiedades relevantes (esto es, que sea instancia
del mismo caso genérico) " 472 .
De ahí que se afirme que la ponderación conlleve una valoración que "no pocas veces
depara resultados contradictorios, no ya sobre la aplicación en abstracto de los referidos
principios a la luz de los singulares intereses en juego, sino sobre la apreciación en concreto
de una misma realidad empresarial " 475 .
Ello supone, sin embargo, que opere una regla de precedente en el sistema jurídico
donde se genere esa regla result de la ponderación, ya que el modo de evitar el
particularismo (o la ponderación ad hoc) es mediante una universalización por esa vía: " la
ponderación se configura (..) como un paso intermedio entre la declaración de relevancia
de dos principios en conflicto para regular prima facie un cierto caso y la construcción de
una regla para regular en definitiva ese caso; regla que, por cierto, merced al precedente,
puede generalizarse y terminar por hacer innecesaria la ponderación en los casos centrales
o reiterados " 477 .
En ese ámbito es donde se entiende que las opciones político-jurídicas planteadas sean,
por una parte, favor libertatis, que supone hacer primar los intereses de la persona por
sobre la opción legislativa, y por otra, la deferencia con el legislador y máximo respeto del
juicio constitucional al legislador democrático.
De ahí que en el marco del contrato de trabajo no sea difícil imaginar múltiples hipótesis
de conflicto entre derechos fundamentales entre trabajador y empresario, cuyo grado de
afectación y de importancia, respectivamente, tienda a ser equivalente.
En ese sentido, como vimos antes, un caso paradigmático para ejemplificar esa dificultad
es el caso referido a la instalación de cámaras de videos para controlar la actividad laboral
de los trabajadores. Como lo ha destacado la doctrina, "la vigilancia con cámaras de
seguridad dentro de la empresa vuelve a ser, en realidad, y más que en otras situaciones
conflictivas ya analizadas, un problema de equilibrios, en este caso, entre el derecho
fundamental a la intimidad de los trabajadores y el poder de dirección empresarial " 482 .
No es difícil imaginar, por una parte, intensas o graves restricciones al derecho a la
privacidad del trabajador, en cuanto "estos dispositivos permiten un control especialmente
incisivo" 483 de los trabajadores, y por otra parte, la existencia de una "poderosa razón
empresarial (la seguridad general, la atención a servicios ineludibles, etc.) para proceder a
un control tal " 484 .
De ahí, insistimos, que no sea complejo encontrar diversos casos difíciles o de empate
que involucren la instalación de sistemas de videovigilancia o cámaras, y que ellos sean
solucionados por medio de decisiones judiciales que, aplicando el principio de
proporcionalidad, deparen "resultados contradictorios, no ya sobre la aplicación en
abstracto de los referidos principios a la luz de los singulares intereses en juego, sino sobre
la apreciación en concreto de una misma realidad empresarial " 485 .
Y en la propia doctrina laboral se refleja esa situación de complejidad, ya que los autores
encuentran razones tanto para justificar la decisión, como para rechazarla. Para algunos,
el grado de importancia de la medida es de tal entidad que la justifica jurídicamente y la
torna proporcionada: "la circunstancia de que el empresario no haya informado a los
trabajadores de que están siendo filmados, no invalida la monitorización cuando se trata de
verificar una sospecha cierta acerca de los incumplimientos graves con ocasión del
desarrollo de la prestación del trabajador vigilado, de modo tal, que deben aceptar los
controles ocultos —sin conocimiento por parte de los trabajadores— cuando con los
mismos se pretende poner de manifiesto la conducta ilícita de un concreto trabajador sobre
el que se tienen razonables y fundadas sospechas "488 . Para otros, en cambio, el grado de
afectación es intenso, ya que el control empresarial ha descubierto conductas que se
"realizan en conciencia de no ser observado", que causarán un "grave deterioro ad
futurum de la imagen" y ha supuesto un " secretismo "que ha ido más allá de detectar el
incumplimiento laboral, y que no se compensa con la importancia que la medida tiene para
el derecho de la empresa 489 .
Son casos donde razonablemente se puede hablar de empate, es decir, hipótesis en que
el grado de la afectación en el derecho fundamental del trabajador y el grado de satisfacción
en el derecho fundamental del empresario reflejan la misma intensidad.
De ahí que parte de la doctrina laboral sostenga que la importancia del principio de
proporcionalidad debe ser atenuada "porque adolece de una cierta debilidad para garantizar
posiciones subjetivas del trabajador" 495 . De este modo, posiciones del trabajador que
podrían incluir parte de ese núcleo que comprende el contenido esencial de sus derechos
fundamentales, se ven ahora bajo la aplicación de la ponderación y de la relativización de
la "garantía del contenido esencial", sujetas a restricciones proporcionadas.
En cualquier caso, esta solución mejoraría la respuesta del derecho al problema de los
casos trágicos de empate en cuestiones de derechos fundamentales entre empresarios y
trabajadores, y nos acercaría a la idea de derecho que, según Dworkin, se parece al ideal
de los sistemas jurídicos complejos y evolucionados.
En ellos, los problemas de empate estos son situaciones excepcionales, porque sistemas
siempre —o casi— tienen un criterio para desempatar 499 , y esas reglas a las que se refiere
a Dworkin "son como en el Derecho de Familia el criterio conocido como" interés superior
del menor ", en el Derecho Constitucional " en dubio por libertate " o " en dubio pro
legislatore " 500. Y en materia de trabajo, el en dubio pro operario .
Para algunos esa posibilidad existe. De hecho, la doctrina constitucional habla del
"principio de concordancia práctica", esto es, la necesidad de acordar, en la medida de lo
posible, arreglos que hagan aplicables simultáneamente los principios constitucionales,
dándoles su máxima efectividad. Y hacia ella debería ir dirigida, precisamente como
objetivo prioritario, la solución de colisiones entre derechos fundamentales.
Según dicho principio, "los bienes jurídicos constitucionalmente protegidos deben ser
coordinados de tal modo en la solución del problema, que todos ellos conservan su entidad.
Allí donde se produzcan colisiones no se debe, a través de una precipitada ponderación de
valores", sacrificar uno por el otro, sino que hay que buscar su adecuada coordinación, no
debiendo ir "más allá de lo que venga exigido por la realización de la concordancia entre
ambos bienes jurídicos" 501 .
De ahí que la concordancia práctica suponga "que los preceptos constitucionales, y los
bienes e intereses por ellos protegidos, sean, todos ellos, salvaguardados en la solución
del caso, sin dar lugar, por lo tanto, a lo que llama HESSE una" apresurada ponderación
"entre unos y otros, que concluya en la excluyente afirmación de un precepto y en el
siguiente relegamiento de otro u otros" 502
Ante tal escenario, se insiste en la necesidad de que "en caso de con flicto entre derechos
fundamentales ha de abrogarse por encontrar una fórmula relacional de ambos que
garantiza el ejercicio de todos ellos" 506 , lo cual significa que este principio de "concordancia
práctica "" supera esta exigencia, lo que supone un más con respecto al juicio de
ponderación "ya que" postula la óptima efectividad posible de los principios o bienes en
conflicto " 507 .
El problema es que esa solución de "arreglo medio" es más bien excepcional, como
reconoce la propia doctrina: "ciertamente en el mundo del Derecho una solución
conciliadora no siempre será viable" 512 .
En ese sentido, aunque en la mayor parte de las veces la ponderación no tendrá como
resultado un arreglo de compromiso entre derechos fundamentales en conflicto, sino el
desplazamiento de uno en favor del otro, se reconoce la posibilidad de que existan casos
excepcionales de concordancia práctica , como posible arreglo intermedio entre los
derechos en conflicto 513 .
Se trata, en todo caso, de una situación expresamente prevista por la ley, que obliga al
empleador a efectuar los ajustes necesarios para permitir el ejercicio de la libertad religiosa
de sus trabajadores. El Título VII de la Civil Derechos Act (1967) y su ENMIENDA Randpolh,
establecen Como "práctica ilegal" la negativa del Empleador de aceptar CORRECTO Los
AJUSTES Necesarios ( " alojamiento razonable ") para lograr v Una Solución Que permita
una SUS Trabajadores ejercer su derecho de una la libertad religiosa. Pero, Como Se Trata
De Una Solución intermedia, Dicha exigencia de adecuación Tiene Un Límite Y Es Que esa
adecuación empresarial no hay gravamen excesivo de la ONU provoque ( " dificultad
excesiva ") 516 .
Primeramente, cabe señalar que esta cláusula del "contenido esencial", como límite a los
límites de los derechos fundamentales, presenta uno de los desacuerdos entre juristas más
relevantes del constitucionalismo de posguerra 517 . Salvo un aspecto referido a su función
—todos parecen aceptar que se trata de un "límite de límites" -, todos sus costados generan
debate y disputa a los que nos referiremos en adelante.
El contenido esencial se alza, de esta manera, como "un límite definido de sustancia
nuclear que en ningún caso puede ser traspasado", siendo ese núcleo constituido por
aquellas "características determinantes del derecho, cuya desaparición determinada per se
una transmutación de éste, que dejaría de ser lo que era, para pasar a ser algo distinto
" 521 .
La teoría relativa, en cambio, sostiene que "el contenido esencial es aquello que queda
después de la ponderación. Las restricciones que son acordes con el principio de
proporcionalidad no vulneran la garantía del contenido esencial, aun cuando en el caso
particular no dejen nada del dere ch o fundamental. La garantía del contenido esencial se
reduce al principio de proporcionalidad " 523 .
Según esta teoría "la garantía de contenido esencial se limitaría a exigir que cualquier
restricción que se efectúe sobre un derecho fundamental esté suficientemente justificada,
siendo el test que se aplica para examinar esta justificación el principio de
proporcionalidad" 524 .
¿Qué relación existe entre este principio de respeto al contenido esencial de los derechos
fundamentales y el de proporcionalidad?
De partida ambos tienen algo en común: son límites a los límites de los derechos
fundamentales, es decir, ambos sirven a la misma función, determinar en qué condiciones
serán aceptables jurídicamente las restricciones a los derechos fundamentales.
No es difícil entender que, en este caso, la exigencia del contenido esencial deviene en
irrelevante e innecesaria. Si el contenido esencial de un derecho fundamental es lo que
queda de él después de la aplicación del principio de proporcionalidad, entonces, dicho
principio no juega ningún rol autónomo respecto de la ponderación.
De ahí que se diga, por el propio Alexy, que la garantía del contenido esencial "no formula
frente al principio de proporcionalidad ninguna restricción adicional de las restringibilidad de
los derechos fundamentales" 525 .
Este difícil ajuste entre contenido esencial absoluto y principio de proporcionalidad, puede
que "explique la tendencia relativizadora que se observa en la jurisprudencia constitucional
española: tan sólo cabe argumentar sobre las razones que justifican la limitación de un
derecho, de manera que, al final, el contenido esencial viene a ser aquella parte del derecho
que no se puede sacrificar legítimamente o sin justificación suficiente " 526 .
Ahora, no siempre parece haber claridad en este punto por parte de la doctrina
laboral. Así, se afirma en una opinión que no debería el sustento de la teoría de la
proporcionalidad, que "el juicio de proporcionalidad en sentido estricto se supera si la
medida restrictiva es ponderada y equilibrada, por derivarse de ella más beneficios o
ventajas para el interés general que perjuicios sobre otros bienes o valores en conflicto. La
proporcionalidad así entendida exige en cualquier caso el respeto al contenido esencial del
derecho fundamental " 528 .
Las consecuencias del abandono de la tesis del contenido esencial absoluto en materia
laboral son significativas, especialmente si incluidas se miran desde el punto de vista de los
derechos fundamentales inespecíficos del trabajador. Ya no existe un mínimo no
traspasable por el ejercicio de los poderes del empresario, quien más que sujeto a una
prohibición —la de no traspasar ese núcleo básico—, queda sujeto a un deber de
fundamentación: d eberá acreditar que tiene razones proporcionadas para restringir el
derecho fundamental de que setrate.
En ese contexto, lo ilícito de la conducta del empresario no es que se traspase una barrera
infranqueable del contenido del derecho —como lo sostendría la teoría del contenido
esencial absoluto—, sino que el empresario no ha cumplido con su deber de justificación
de la medida o conducta, como lo exige el principio de proporcionalidad.
La pregunta tiene pleno sentido, aun cuando la teoría de la proporcionalidad pudiera tener
una respuesta: en aquellos casos donde la afectación del derecho es tan intensa y tan
grave, simplemente no existen posibilidades de justificar o compensar esa pérdida con la
necesidad de satisfacer otro derecho fundamental. En términos laborales, la cuestión sería
la siguiente: la instalación de cámaras de video en las puertas del baño o del comedor de
la empresa no parece tener compensación alguna para servir de justificación en términos
del juicio de proporcionalidad en sentido estricto.
Como señala su teórico principal, "existen condiciones en las cuales pueden decirse con
muy alta seguridad que no tiene precedencia ningún principio opuesto" 529 . En ese sentido,
"la cláusula del contenido esencial no es aquí una exigencia autónoma o suplementaria,
sino una razón más a favor de la ponderación que, en condiciones normales, permite
ahorrar una parte de la argumentación cuando nos hallamos ante intervenciones patente y
especialmente lesivas " 530 .
Ahora, cabe explorar, de igual modo, una respuesta desde fuera del principio de
proporcionalidad, con el fin de intentar salvar la idea de contenido esencial del derecho
fundamental en relación con el principio de proporcionalidad.
De este modo, las restricciones a los derechos fundamentales tendrían una doble
limitación: primero, superar las exigencias del principio de proporcionalidad —idoneidad,
necesidad y proporcionalidad—, y segundo, no afectar el contenido esencial del derecho
fundamental.
Para ello, es necesario sostener una tesis mixta del contenido esencial. La idea central
de esta posición es reconocer un contenido esencial como núcleo del derecho que no puede
ser objeto de restricción alguna, y un contenido "no esencial" o "accidental" que podría ser
motivo de limitaciones bajo las exigencias del principio de proporcionalidad. Así, las
restricciones a los derechos fundamentales deben superar "los juicios de adecuación,
indispensabilidad y proporcionalidad en sentido estricto; y finalmente, aun cuando la
restricción sea, en efecto, proporcionado, debería resolverse si la misma ha de declararse
inconstitucional por afectar, no a una facultad o posibilidad de actuación integrante del
contenido normal del derecho, sino constitutiva del absolutamente intangible contenido
esencial "
Dicho de otro modo, en una parte del contenido del derecho fundamental del trabajador,
operaría el juego de la ponderación y la aplicación del principio de proporcionalidad, y en la
otra —la esencial propiamente tal—, no cabría ponderación alguna por existir una
protección definitiva derivada del contenido esencial del derecho fundamental.
Esta opción ha sido expresamente propuesta en materia laboral, ya que implica "la
valoración implícita de que hay ciertos contenidos absolutamente intangibles mientras que
otros podrán perderse ocasionalmente en el juego de las ponderaciones" 533 .
Por lo tanto, "habrá que llamar la atención sobre que, mientras que el contenido esencial,
por antonomasia, se traduce en una zona intocable de derechos, impenetrable para el
legislador, entonces se harían también acreedores de otra zona, externa, de" carácter
claudicante ", que podría ser sacrificada por el legislador al objeto de preservar otros
derechos o bienes constitucionales, siempre que el límite sea proporcionado. Si no lo es,
esto es, si una medida incidiera en un derecho fundamental, mas cuanto fue proporcionado
representaría una violación del citado contenido " 534 .
Se trata, qué duda cabe, de una atractiva solución intermedia para los casos laborales,
"que deja a salvo los dos lemas fundamentales del sistema de derechos fundamentales:
siempre se garantizará una protección mínima del derecho y nunca se necesitará una
limitación innecesaria o no justificada del mismo " 535 .
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