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LA MÁQUINA DE TEJER MEDIAS

Por S. S.

Entre los fundadores de la industria, merece especial atención Guillermo Lee, inventor del telar de
medias, como hombre de gran habilidad mecánica y de perseverancia, a cuyos esfuerzos débase
que una vastísima ocupación lucrativa fuera proporcionada a la clase trabajadora. Las noticias que
se tienen respecto de las circunstancias relativas a la invención del telar de medias son muy
confusas, y en muchos casos contradictorias, pero no existe duda respecto de su inventor. Este fue
Guillermo Lee, quien había nacido en Woodborough (Inglaterra) aldea distante once kilómetros de
Nottigham, hacia 1563. Según diversos relatos, era heredero de una pequeña alquería; según otros,
era un estudiante pobre, y tuvo que luchar contra la pobreza desde sus primeros años. Entró como
interno gratuito en el Colegio del Cristo, de Cambridge, en mayo de 1579, pasando luego a San Juan
donde se graduó de bachiller en artes, en 1582-83. Se cree que principió como maestro de artes en
1586.

En el tiempo en que Lee inventó el telar de medias, estaba encargado de una iglesia en Calverton,
cerca de Notingham; y refieren algunos escritores que el invento tuvo origen en un afecto no
correspondido. Se dice que el joven pastor se había enamorado de una señorita del pueblo, quien
no correspondía a su afecto. Cuando Lee la visitaba, tenía la costumbre de poner más atención en
el procedimiento de tejer medias y enseñar a sus discípulos ese arte, que a las pláticas de su
admirador. Asegúrese que este desaire hizo nacer en su espíritu tal aversión al tejido hecho a mano,
que formó la resolución de inventar una máquina que pudiera invalidarlo, haciéndolo una ocupación
infructuosa. Se dedicó durante tres años a conseguir este invento, sacrificando todo por su nueva
idea. Cuando se hizo aparente la perspectiva del éxito, se dedicó al arte de hacer medias con la
máquina. El que un pastor que habitaba en una aldea lejana, y cuya vida en su mayor parte había
transcurrido entre libros, haya podido idear una máquina de movimientos tan delicados y
complicados, y hacer avanzar de golpe el arte de tejer desde el procedimiento fastidioso de enlazar
hilos para hacer una cadena de ojales con tres agujas pequeñas en manos de una mujer, hasta el
bello y rápido procedimiento de tejer con un telar de medias, es por cierto una proeza sorprendente,
que puede ser declarada sin igual en la historia de los inventos mecánicos. El mérito de Lee era tanto
mayor, cuanto que el arte de la fabricación se hallaba entonces en su infancia, y hasta aquel
momento se había prestado poca atención a los inventos de
maquinarias para fines manufactureros.

Habiendo puesto su telar en un alto grado de perfección, y


deseando alcanzar la protección de la reina Isabel, cuya afición
excesiva a las medias de seda tejidas era bien conocida, fue Lee
a Londres para presentar el telar ante Su Majestad. Sin
embargo, Isabel no le dio el estímulo que él había esperado; y
se dice que la reina se opuso al invento alegando que privaría

EL AMIGO DE LOS NIÑOS (The Children’s Friend). Publicaciones Interamericanas de la Pacific Press Publishing Assn.
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a un gran número de personas pobres de su ocupación de tejer medias. Tampoco pudo Lee obtener
otros protectores: y considerando que él y su invento eran tratados con desprecio, aceptó el
ofrecimiento que le hiciera Sully, sagaz ministro del rey de Francia, Enrique IV, para que se dirigiera
a Rouen, y principiaba con la manifactura de medias en grande escalpa, pues trabajaban de continuo
nueve de sus telares, cuando desgraciadamente volvió a acosarlo la adversa fortuna. Su protector
Carlos IV, con el que contaba para sus recompensas, honores, y la ofrecida concesión de privilegios,
que habían inducido a Lee a establecerse en Francia, fue asesinado por el fanático Ravaillac, y el
auxilio y la protección que hasta entonces había gozado Lee le fueron retirados. Para hacer adelantar
sus reclamaciones en la corte, fuese Lee a París; pero, siendo protestante y extranjero, sus
peticiones fueron desoídas. Agotado por las vejaciones y los pesares, murió poco después en París
este distinguido inventor, en un estado de extrema pobreza y desamparo.—

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