Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Resumen para Primer Parcial de Psicopatología de La Infancia y La Adolescencia
Resumen para Primer Parcial de Psicopatología de La Infancia y La Adolescencia
PRIMER PARCIAL DE
PSICOPATOLOGÍA DE
LA INFANCIA Y LA
ADOLESCENCIA.
MÓDULOS 1 AL 4.
AÑO 2020
Resumen módulo 1 psicopatología de la
infancia y la adolescencia
1.7 Pensar la infancia en tiempos de deshonra o acerca del <siglo del niño>
que no fue.
A principios del siglo XX se irán desarrollando especializaciones profesionales
relativas a la niñez, con diferente nivel de experticia (pedagogos, pediatras,
psicólogos, etc.) que también contribuirán al proceso de transformaciones
sustanciales en la experiencia de los niños. El siglo XX será a su vez el escenario
histórico en el cual se sancionen los cuerpos normativos universales más
trascendentales referidos a la infancia -la Declaración Universal de los Derechos
del Niño (1959) y la Convención Internacional de los Derechos del Niño (1989)-.
No solo el cuadro de brutalidades, explotaciones y violencias múltiples a la que es
sometida la infancia a diario en todas partes del mundo pone en cuestión la
efectivización de las declaraciones normativas, sino que además la infancia en
tanto construcción socio histórica viene siendo sometida a medulares procesos de
redefinición, en los cuales se multiplican las perspectivas que someten a cuestión
la permanencia de sus atributos modernos, e incluso, algunas de ellas, hacen
referencia al <fin de la infancia>, en un escenario socio histórico profundamente
paradójico.
A partir de su perspectiva histórica sobre la infancia, Carli observa tendencias
progresivas y regresivas en la consideración de la niñez, dado que, por un lado
son identificables avances en el reconocimiento de los derechos del niño al
tiempo que se produce una ampliación del campo de saberes sobre la infancia,
por otra parte, el conocimiento generado y acumulado no derivó en un
mejoramiento de las condiciones de vida de los niños, y en ese sentido estos
perdieron condiciones de igualdad para el ejercicio de sus derechos (2006). Carli
identifica, en primer término, un incremento de la visibilidad de la infancia como
resultado del reconocimiento de los derechos del niño. Al mismo tiempo, señala,
se produjo cierta invisibilización de las consecuencias trágicas que tuvo sobre los
niños las importantes transformaciones socioeconómicas, generándose una
sociedad crecientemente marcada por las diferencias sociales. Paralelamente, la
autora percibe en este ciclo histórico un proceso de creciente mercantilización de
los bienes y servicios para la infancia en un escenario de acceso material desigual
de la población infantil al consumo. En este sentido, las condiciones desiguales
para el acceso provocaron no solo el aumento de diferencias, sino también la
presencia de nuevas formas de distinción social a través del consumo infantil.
Las alteraciones que estaría sufriendo la relación adulto - niño es otro factor sobre
el que dirigen la atención otras perspectivas que vienen también observando
variaciones significativas en el estatuto de la niñez, a partir de las cuales incluso,
alguna visión viene advirtiendo de la posible desaparición de la infancia.
Infancia y psicoanálisis
La irrupción en el discurso de la noción de infancia freudiana, el hablar y
conceptualizar respecto de la “sexualidad infantil” (Freud, 1905) –otorgándole
carácter universal– provocó un gran escándalo en su tiempo, adhesiones y
críticas, subvirtiendo modelos progresistas y evolutivos al darle condiciones de
posibilidad al análisis de la lógica subjetiva.
El psicoanálisis ubica en el discurso a “niño” como “objeto” sujeto a la lógica del
inconsciente; es decir, objeto por tanto del interjuego de la demanda, subjetivante,
que va de la alienación a la separación del deseo del Otro.
Para Lacan “niño” define un concepto trabajado por lo inconsciente en las
operatorias y permutaciones simbólicas que instituye el deseo al instituir la ley.
Considerar al término infancia como significante implica que la misma será
definida desde la posición subjetiva del hablante. Este concepto ocupa un lugar
nodal en este trabajo, ya que allí se fija el punto de imposibilidad de una teoría
que oficie como modelo y que plantee una posición unívoca.
Infancia y lenguaje
La infancia –en tanto significante– es al lenguaje lo que el deseo a la Ley. La
infancia fue, es y será un significante siempre en falta de significación.
Entonces, si la infancia es al lenguaje lo que el deseo a la ley, tratar al término
infancia como un significante nos permite descentrar el análisis de los efectos de
sentido promovidos al otorgarle a la infancia la condición de moderna.
Infancia moderna resulta así el saldo de un significado de infancia que se legitima
en el circuito de intercambio simbólico político-académico, el cual se traduce en
una definición teórica unívoca acerca de cuál es LA noción de infancia válida,
permitiendo –por contraposición y ante los diferentes cambios producidos a lo
largo del siglo XX– declamar y declarar el fin de la infancia (moderna) y la
aparición de nuevas infancias y adolescencias.
Sostendremos que, en tanto infancia opera como significante en la singularidad
biográfica y, desde allí se proyecta a lo colectivo, el enunciado sobre la caída/fin
de la infancia, tanto como admitir a los niños como consumidores, justifica la
definición de nuevas infancias y adolescencias, lo cual habilita un campo de
desujeción y de des-historización. Allí mismo se desliga a lo infantil que cada uno
porta y, además, lo que aparece como nuevo en el comportamiento de los
infantiles sujetos, se presenta al modo de lo siniestro, en lo real de la escena.
Se advierte la renuncia a la inscripción filiatoria en el linaje familiar, social, cultural.
De este modo, se desplaza dicha inscripción hacia el universo imaginario propio
del discurso de la cultura hegemónica de nuestra época, por parte de
generaciones de adultos que, desilusionadas con su propia infancia, no acreditan
el derecho a la misma en las nuevas generaciones. Esto puede dar lugar a la
constitución de la posibilidad de infancias en falta de mitos y leyendas.
Infancia e institución(es)
Hablaremos de institución para designar la marca simbólica de la diferencia que
inscribe al hablante en la legalidad del lenguaje. En este sentido, la institución
será considerada como la dimensión legislada de la vida. Desde esta perspectiva
será preciso analizar los efectos de discurso que promueve la tan mentada des-
institucionalización.
Siguiendo la línea de pensamiento que plantea el devenir de la teoría de
Agamben, infancia instituida será aquella legislada por la escisión fundante que
abre la hiancia entre lengua y discurso; lengua y habla; entre lo semiótico y lo
semántico, haciendo del sistema de signos, discurso donde se produce el
interjuego de lo Uno y lo múltiple en la articulación significante.
Será entonces que instituir implique dejar por fuera, dejar ex–sistente lo Uno: lo
real, habilitándose en esa escisión el hiato para las operaciones del lenguaje
regidas por la legalidad del inconsciente desde donde se producirá –en la relación
del infantil sujeto al Otro– la configuración del fantasma en y desde el campo del
Otro. ¿Por qué hablar del fantasma? Porque el fantasma auxilia al sujeto ante el
encuentro con lo real. Nos asegura “contar con el marco del agujero a lo real”.
Instituir infancia como dimensión legislada de la vida no puede ser un proceso ni
exclusivamente singular ni exclusivamente colectivo, sino que está sujeto tanto a
las vicisitudes propias a cada singularidad como a las formas ceremoniales
colectivas que legislan el pasaje por las operatorias de inscripción de la ley en la
cultura.
Infancia, en tanto significante siempre en falta de significación, no admite ser
capturado en campo de sentido unívoco alguno, sino que requiere continuar
representando el intercambio en la línea de las generaciones y ligando la
continuidad y discontinuidad de cada uno con su propio antepasado, así como las
continuidades y discontinuidades que renuevan el juego diacrónico y sincrónico
de la historia humana.
Infancia instituida, será producto en lo singular, del pasaje por la operación
metafórica de la castración. Ese pasaje –siempre pasible de accidentes– requiere
de su correlato y sostén colectivo, para que los dos tiempos mistificación–
desmitificación puedan encontrar el soporte simbólico-imaginario que bordee a lo
real de la Cosa.
Resumen módulo 2 psicopatología de la
infancia y la adolescencia
El contexto social actual que formará parte de la situación analítica (D. Liberman
1971), tiene la característica de bombardear con infinidad de estímulos que por su
simultaneidad no dan el tiempo suficiente para ser asimilados ordenadamente y
contribuir a formar pensamientos lógicos y ser comprendidos, sino que causan
mayormente una percepción traumática. Esto a partir del nacimiento, no sólo
desde lo inmediato, sino que del entorno mediato también. No sólo comienza una
influencia directa intersubjetiva debido a la presencia del otro, generalmente la
madre, sino opera una influencia transubjetiva social directa también. La única
barrera dosificadora es el amor materno dedicado que tiene la oportunidad de
poner, durante la primera infancia, en parte y mínimamente ritmo y orden en estos
encuentros traumatizantes, al ser múltiples y simultáneos.
Acerca de la subjetividad
Gran parte de los seres humanos que vemos son distintos a los de la época de
Freud, a los historiales clásicos de Klein, y distintos a muchos de los pacientes de
Lacan. Hay un cambio en la subjetividad, que la gente que conocemos hoy no es
la que nos pintan los historiales clásicos.
Lo primero que quiero señalar es que la producción de subjetividad no es un
concepto psicoanalítico, es sociológico. La producción de subjetividad hace al
modo en el cual las sociedades determinan las formas con la cual se constituyen
sujetos plausibles de integrarse a sistemas que le otorgan un lugar.
. La fuerza con que la producción de subjetividad de una época desmantela
enunciados anteriores hace que uno tenga que apelar a toda la fuerza moral y al
conocimiento histórico para sostenerse. Es evidente que ha habido cambios en la
producción de subjetividad. Pero la producción de subjetividad no es todo el
aparato psíquico. Es el lugar donde se articulan los enunciados sociales respecto
al Yo. El aparato psíquico implica ciertas reglas que exceden la producción de
subjetividad, por ejemplo, la represión. Uno puede decir que ha habido, en
Occidente, cierta liberación en el modo de la represión sexual. Hay un cambio en
cómo los y las adolescentes llegan a la sexualidad actualmente, respecto de mi
época. Las adolescentes llegan felizmente y los varones llegan aterrados. ¿Por
qué? Porque los varones tienen que dar pruebas de virilidad, hasta que no llegan
a su primera relación no saben cuán hombre son, si funcionan. En cambio, las
chicas, no tienen que dar prueba de nada, ni siquiera gozar demasiado. Tienen
simplemente que acceder a una relación sexual, hasta tal punto que es un valor
negativo no haber tenido relación sexual a cierta edad.
. Pero la pregunta es si ha desaparecido la represión... Evidentemente no. Lo que
ha desaparecido son ciertas formas de ejercicio de la genitalidad, pero la
represión no. Seguimos teniendo un psiquismo articulado por la defensa y la
represión. El Psicoanálisis no puede abstenerse del concepto de defensa y
represión. Es algo que excede la producción de subjetividad histórica y tiene que
ver con el modo que se constituye el Sujeto.
Es indudable que si hay algo impactante en esta cultura es el modo en el cual el
autoerotismo infantil se ha extendido bajo formas que producen un
desplazamiento lindante en lo perverso. Todos hemos asistido con horror a la
adquisición en los kioscos del moco de King-Kong. El moco de King–Kong es un
desplazamiento no reprimido del placer nasal.
El concepto de Edipo clásico planteado por Freud hoy no se sostiene. Hoy la
familia es una especie de res extensa que tiene que ver con las nuevas formas de
ensamblaje familiar. Nuevos modos de engendramiento.
Alguien me preguntó el tema de la ansiedad y la depresión. En los países del
primer mundo la predominancia es depresiva y en los de tercer mundo predomina
la ansiedad. ¿Por qué?... Es evidente. El sujeto actual está bombardeado por el
riesgo de deconstrucción y aniquilamiento. Yo trabajé dos elementos:
autoconservación y autopreservación del Yo. La autoconservación alude a la
necesidad de mantenerse con vida y la autopreservación a la necesidad de
mantener la identidad. Nuestra sociedad propicia una deconstrucción de la
identidad en beneficio de la autoconservación. La mayoría de los sujetos tiene
que renunciar a lo que son para la supervivencia. La categoría de desocupado
como categoría de identidad, el desocupado no es alguien en estado de, sino su
ser mismo es la desocupación. Alude a la pérdida de identidad.
1. Investigar la subjetividad
Investigar la subjetividad implica trabajar con lo singular de cada situación
compleja, con lo peculiar de cada caso sin pretender realizar generalizaciones
que borren las diferencias cruciales para la clínica. En esas diferencias, en lo que
podrían llamarse las diversas versiones del sufrimiento, reside la riqueza de la
escucha clínica y las posibilidades de intervención a medida de las necesidades,
sin aplicar esquemas terapéuticos preconcebidos.
Al hablar de producción de subjetividad, en coincidencia con Silvia Bleichmar
(2005), se afirma que la misma es: “…un componente fuerte de la socialización,
(que) evidentemente ha sido reglada, a lo largo de la historia de la humanidad, por
los centros de poder que definen el tipo de individuo necesario para conservar al
sistema y conservarse a sí mismo.
2- Desatención e hiperactividad
Algunos autores denominan como “epidemia” al TDAH instalando la cuestión
sobre si es “una entidad patológica individual o si forma parte de un trastorno del
desarrollo social y emocional más amplio”. Resulta particularmente interesante
que neuropsicólogos refieran que la hipótesis sobre el origen del TDAH en la
disfunción de las conexiones fronto-estriadas sea utilizada como justificativo para
el uso de la Ritalina (metilfenidato), sin tomar en cuenta la función de la corteza
como órgano reflejo del lóbulo frontal en tanto también funciona como el centro de
control del comportamiento social encargada de las respuestas al medio
ambiente.
Otros autores han descripto también los vínculos parento-filiales para estos niños,
para Rodríguez Fabra las modalidades atencionales y de relacionamiento con el
mundo exterior “adquieren sentido en la historización del vínculo madre-hijo”
estableciéndose entonces una relación directa de las características atencionales
de los niños con los modos del vínculo temprano.
Psicopatología y subjetividad
Hay una cierta incompatibilidad entre psicopatología y subjetividad en la medida
en que el hecho de la subjetividad impide tener una concepción definida de la
normalidad. Al carecer de una categoría de la normalidad, todo lo que se refiere a
lo patológico queda un poco indefinido. Psicopatología, o presencia de la
subjetividad en el trastorno, implica ya de entrada el no poder hablar de
normalidad, lo que convierte en particularmente complicado pensar una
psicopatología.
Otra dificultad de la psicopatología consiste en la imposibilidad de contar con una
categoría de la maduración, puesto que uno de los contenidos semánticos de la
noción de normalidad es la maduración. “Está suficientemente maduro”, se dice.
El criterio de la maduración es de uso habitual en el mundo animal y vegetal. En
el mundo humano su uso epistémico es más difícil. Desde el punto de vista
conceptual no es riguroso, porque la maduración implica que hay un objeto que
tiene en sí mismo su propio código de desarrollo o de normalización. En la medida
en que la subjetividad es una alteración de la vida corporal y de la vida instintiva,
la categoría de maduración no es aplicable a la psicopatología. Así pues, sin una
maduración de referencia y sin un dato dado como estable e inmutable, es
complicado el diagnóstico y no digamos la etiología.
INTRODUCCIÓN
El aprendizaje es uno de los factores que hacen posible el desarrollo. El
desarrollo es un proceso o conjunto de procesos que conducen a un ser de un
estado primitivo, elemental, a un estado más elaborado y complejo, provisional o
definitivo. El aprendizaje es un factor que hace posible el desarrollo de algunos
aspectos del sistema nervioso y la conducta considerada en su forma más amplia.
DIAGNÓSTICO
Éste puede ser realizado por un equipo multidisciplinario o por un neuropsicólogo,
según el concepto que se tenga de ellos. Si se trata de un equipo
multidisciplinario se comienza por la entrevista inicial, en la que se realiza la
historia clínica y el examen neurológico. En esta entrevista participan siempre tres
profesionales y se realiza en lo posible a ambos padres y al niño, juntos o por
separado. Los tres profesionales que participan son un neuropediatra,
un psicólogo y el tercero depende del motivo de consulta (ej. psicomotricista)
No deben incluirse sólo los datos relacionados con la dificultad, sino también
aquellos que se refieren a sus posibles causas y los antecedentes personales y
familiares. De esta manera, la lectura de la historia clínica debe dar una idea de
qué es lo que tiene el niño, o sea, que permite realizar un diagnóstico presuntivo
que puede o no orientar el estudio que se realizará.
Se comienza por el examen neurológico, que tiene como fin saber si existen
signos lesionales y cuál es el nivel de desarrollo del niño, signos madurativos.
También se realiza siempre un estudio psicológico que informa acerca del
rendimiento intelectual, mientras que otros estudios formarán parte de lo que
mencionamos enseguida.
Para realizar el resto del estudio se pueden seguir tres criterios:
– Un estudio multidisciplinario estándar.
– Un estudio multidisciplinario dirigido a las dificultades que
aparecieron en la historia clínica.
– Un estudio neuropsicológico.
CONCLUSIONES
Queremos destacar la importancia de este tema por la frecuencia con que
consultan niños porque los padres o los maestros consideran que tienen
dificultades del aprendizaje. La mayoría de ellos presentan otros problemas o
patologías que requieren solución, por lo que se trata de lo que se denomina
dificultades secundarias del aprendizaje. Destacamos que en muchas ocasiones
no se trata de problemas del niño, sino de su ambiente
Resumen módulo 4 psicopatología de la
infancia y la adolescencia
Introducción
Se entiende por inquietud aquel comportamiento del niño que pone en un primer
plano el cuerpo, un cuerpo en movimiento, un cuerpo que se hace presente en
detrimento de otros componentes de la subjetividad, que, en ocasiones, implica
un comportamiento agitado del niño, y una dificultad en el mantenimiento del
mismo sobre una actividad específica durante cierto tiempo. En este punto, es
necesario aclarar, que habitualmente la inquietud se patologiza y se la nómina
como hiperactividad formando parte del Trastorno por Déficit de Atención con
Hiperactividad (TDAH). En consecuencia, es indispensable distinguir la inquietud
como una característica epocal, en la que los niños habitualmente se mueven más
que en otras épocas, de aquella que adviene un indicio del sufrimiento infantil, de
lo que no puede ser puesto en palabras y por eso se ubica en el cuerpo.
1. La atención
W. Wundt define a la atención como claridad de conciencia. Realiza una diferencia
entre el foco y el campo, siendo el foco la información apercibida o
verdaderamente atendida. Distingue la apercepción de la percepción, en tanto la
primera refiere a los contenidos que caen en el foco de la conciencia y la segunda
a los que caen en el campo, por consiguiente, la apercepción supone para este
autor la máxima claridad de conciencia. Lo apercibido es el campo de atención.
Por su parte, para W. James a atención es una característica de la conciencia que
selecciona en función de la relevancia del objeto. En este sentido James hace
hincapié en la función de selección de la atención. Es la toma de posición por
parte de la mente, de una clara y definida forma, de uno entre varios objetos o
pensamientos que puedan aparecer simultáneamente.
Otro autor importante de esta corriente es Edward Titchener (1867-1927). Alumno
de Wundt, sus estudios sobre la atención lo llevaron a formular siete leyes del
funcionamiento atencional:
-ley de la claridad de la información atendida: es un atributo de las sensaciones
más que de los objetos
- ley de los dos niveles: refiere a la relación de claridad de los objetos atendidos y
no atendidos.
- ley de la acomodación: refiere al mantenimiento de la atención sobre un objeto,
es decir su focalización.
- ley de la priorización de la entrada: un objeto atendido entrará con mayor
facilidad a la conciencia que un objeto no atendido.
-ley de limitación de la capacidad: solo es posible atender un número reducido de
objetos.
- ley de los distintos grados de claridad: se relaciona con la existencia de
distractores que influyen en la claridad de la atención.
- ley de inestabilidad temporal: la atención puede ser interrumpida con facilidad.
Respecto de la atención específicamente, Vygotsky (1979) es el primer autor que
incluye la dimensión psicológico-afectiva de la función y considera que la atención
voluntaria no es biológica sino social.
En la misma línea Luria (1986), habla de la atención como un sistema funcional
(no una función) ya que es la resultante final de numerosos procesos, que pueden
incluso estar localizados en áreas diversas del cerebro.
Ribot (1910) la vincula con la asociación, siendo base de la misma. Supone la
existencia de una idea central que sólo atrae a las que se relacionan con ella y
nada más. La atención consiste en un estado intelectual que permite la adaptación
del individuo. Distingue la atención espontánea o natural de la voluntaria o
artificial, considerando a la primera como la verdadera ya que la voluntaria es
producto de la educación y el aprendizaje. La atención espontánea tiene siempre
como causa estados afectivos, por lo que es algo que caracteriza a la persona.
Para este autor la atención es intermitente, y esa intermitencia, en una continuidad
aparente, es la que hace posible una atención sostenida.
Roselló (1998) la conceptualiza como un mecanismo vertical en la medida que
articula los diversos procesos psicológicos (ej. percepción, memoria, motivación,
aprendizaje) al mismo tiempo que cumple una función de control sobre los
mismos. El autor trabaja el vínculo entre atención y motivación, y, entre atención y
emoción. Para este autor la atención no puede ser entendida como un proceso
simple. Su análisis indica por lo menos la existencia de tres factores: la
selectividad, la resistencia a la distracción, y la habilidad para pasar de un foco a
otro.
Paralelamente y a partir del desarrollo del psicoanálisis, la atención comienza a
ser conceptualizada no solo como una función de la conciencia, sino como una
función que tiene un rol fundamental en el principio de realidad, en la medida que
es entendida como investiduras exploratorias por parte del yo hacia el mundo
exterior (Freud, 1895) “el resultado de la atención será que en lugar de la
percepción aparecerán una o varias investiduras” (p. 412).
Freud la plantea como una función del Yo, en su función de inhibidor de los
procesos psíquicos primarios, a la vez que, como el responsable de dirigir las
investiduras de atención hacia el mundo exterior. Más adelante (1900) le otorgará
a la atención una función en el pasaje del preconsciente a la conciencia.
En el Diccionario de Psicopatología del Niño y del Adolescente. (Houzel,
Emmanuelli, Moggio, 2006), se define a la atención como un estado en el que la
tensión interior está dirigida hacia un objeto exterior. También es definida en
relación a la conciencia, en este sentido es la selección de un acontecimiento o
pensamiento y su mantenimiento en la misma. En la medida que supone un
proceso de selección es una función importante ya que permite al niño no quedar
dominado por los estímulos externos. Tal proceso de selección supone una
investidura de un aspecto del mundo, y el mantenimiento de dicha investidura.
Tomando estas nociones y a partir de los planteos de Freud, Janin (2004) propone
una atención refleja, inmediata, que se encuentra en el límite de lo biológico y lo
psíquico y una atención psíquica o secundaria consecuencia de la inhibición de los
procesos psíquicos primarios, lo que implica el proceso de constitución del
preconsciente.
El pasaje de la atención refleja a la investidura de atención - o sea a la atención
secundaria- pone en juego el deseo. Tal investidura representa un desplazamiento
del centro, desde el yo al otro. Atender de manera sostenida implica mantener esa
investidura a pesar de que produzca displacer.
Por su parte Untoiglich (2011) entiende la atención como una función yoica que se
produce intersubjetivamente, producto de un proceso histórico libidinal. Es con el
otro que se va a decidir a qué se atiende y como se atiende. También la vincula
con la inhibición de procesos psíquicos primarios, estableciendo el límite entre
percepción y alucinación, por lo que interviene en el principio de realidad.
La motricidad:
Muchas veces, se confunde la inquietud, la vitalidad, con la hiperkinesia.
Podríamos decir: un niño que se mueve mucho, pero con objetivos, en un
despliegue motriz ligado a metas, es un niño vital. Esto se confunde muchas veces
con algo patológico a partir de la exigencia del contexto de que un niño sea
alguien quieto, alguien inmóvil.
Hay, sin embargo, niños que sufren y que lo manifiestan con un movimiento
desordenado. En estos niños el movimiento en lugar de servir como acción
específica promueve mayor excitación, en lugar de producir un placer y una
descarga, funciona en un circuito de erotización, se les torna excitante.
Si el narcisismo materno borra diferencias, quiebra distancias, si se hace por él y
se le prohibe el movimiento, si se habla por él, si se lo ubica como objeto a ser
tocado y mirado, el niño puede quedar sometido a la actividad materna en una
posición totalmente pasiva, o puede intentar ser, demostrar que está vivo, a través
del despliegue motriz.
En segundo lugar, la pulsión de dominio se intrinca con el masoquismo y la pulsión
de muerte. La meta del investimento particular de la motricidad que se da en estos
casos es la de expulsar la parte de la pulsión de muerte no intrincada.
Frecuentemente, el niño hiperkinético tiene un mundo fantasmático que lo acosa y
le resulta terrorífico. ¿Por qué le resulta terrorífico? Podemos afirmar que las
fantasías funcionan en él como estímulos imparables, aterradores, no
diferenciables de realidad. El mundo fantasmático lo abruma y no hay proceso
secundario que le posibilite frenar el pasaje a una motricidad desenfrenada.
Freud afirma que hay modos de traducir, de organizar los pensamientos
inconscientes de un modo preconsciente que son anteriores a la palabra. Es lo
que llamamos preconsciente cinético y preconsciente visual. Por ejemplo, cuando
un nene de dos años se cae y uno le pregunta qué le pasó, él repite la acción,
arma toda la escena nuevamente, se tira al piso, se vuelve a tropezar con lo que
se tropezó y puede decir “nene-pumba”. Es el pensamiento cinético.
Los niños “hiperkinéticos” presentan dificultades ya en la constitución del
preconsciente cinético, en esa organización preconsciente a través de acciones,
por lo que no pueden apelar a esos modos de traducción. Dificultad, entonces, en
el procesamiento secundario de las representaciones en sus momentos iniciales,
que lleva a un trastorno en la posibilidad de representar, de ligar, de traducir en
palabras lo pulsional.
Podemos hablar así de diferentes tipos de motricidades:
a) Motricidad como descarga violenta, muchas veces ligada a la analidad.
Presupone la expulsión frente a las urgencias. Es una motricidad desprovista de
significatividad simbólica, pero que tiene valor psíquico. Implica la imposibilidad de
procesar las exigencias pulsionales.
b) La motricidad como acción, es decir, pensamiento en acto. Ciertos
movimientos pueden ser pensados como el modo en que se dice, retorna lo que
no tuvo palabras. Esta motricidad implica escenas que corresponden a vivencias y
puede ser leída.
c) La motricidad en forma de procedimientos autocalmantes (como hamacarse
compulsivamente), que neutralizan las tensiones demasiado intensas para traer la
calma.
d) La motricidad como dominio de la realidad, como transformación del
contexto y de uno mismo.
Las intervenciones:
Para pensar las intervenciones con el niño es fundamental diferenciar de qué tipo
de desatención, hiperkinesia e impulsividad se trata.
Es diferente pensar en un niño que no sostiene las investiduras del mundo por
identificación con un vacío y al que habrá que ayudarlo a construir, de a poco, la
atención hacia el mundo, acompañándolo en sus intentos, a pensar en un niño
que se aterra de un mundo fantasmático en el que pensamiento y acción están
indiscriminados. También van a ser diferentes las intervenciones con un niño que
no atiende porque no diferencia estímulo de pulsión y vive en un magma
indiferenciado, al que habrá que marcarle las diferencias, ayudarlo a investir el
mundo, nombrarle los diferentes objetos enfatizando y modulando diferentes
ritmos y tonalidades, a aquellas intervenciones con un niño que no atiende porque
está atento a todo, que vive en un mundo en el que toda sensación, toda
percepción, cobra una dimensión excesiva, como si fueran múltiples estímulos
aguijoneándolo. Con este último, el tono de voz y la actitud del analista puede ser
suave, monocorde, apuntando a la contención y al sostén, hasta que el niño pueda
ir escuchando tonalidades sin que éstas lo perturben.
Con estos pacientes el lugar del analista puede ser el de promotor de investiduras
estables, con intervenciones tales como: “Miremos..., escuchemos…, espera…”.
Teniendo en cuenta que, cuando quedan sujetos a la exigencia pulsional, estos
niños entran en un circuito de repetición del que no pueden salir solos, vamos
haciendo un trabajo de encontrar vías de derivación y de mediatización de lo
pulsional.
Algunos recursos que he utilizado con estos niños son : a) la escritura (o el dibujo);
b) sostener el juego o crear una situación de juego a partir de un acto (Por
ejemplo, un paciente me tira con una madera y yo la esquivo y armo de a poco un
juego de tirar maderas, encontrarlas, volverlas a tirar, hasta llegar a un juego de
esconder y buscar, primero siguiendo su ritmo, desesperado, vertiginoso, y luego,
a propuesta mía, diciendo “frío, caliente...”); c) diferenciar el juego de la realidad
(en la medida en que muchas veces estos niños se sienten atrapados por un
mundo fantasmático del que no pueden salir); d) ir incluyendo variaciones, como
intermediaciones; e) ir armando una envoltura que posibilite ligazones (pensando
que es necesario un aporte externo), envoltura que se arma con las palabras, el
tono de voz, los ritmos del analista.
Pienso que esto es trabajo psicoanalítico. Y que presupone un tipo de
intervenciones que implican que en estos niños no se han constituido diferencias
claras entre Icc y Prcc, que responden de un modo inmediato a los estímulos
pulsionales, que no hay un tiempo de espera interna ... y que la posibilidad de
simbolizar es una cuestión a construir en el tratamiento psicoanalítico.