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Fundamentos básicos para la biología celular

1.1. La teoría celular


En sus inicios, a comienzos del siglo XVII, los trabajos en el área de la
biología y microbiología se limitaron a la descripción, lo más detallada
posible, de un mundo diminuto, detectable mediante el uso de lupas o
lentes de aumento pero invisible a simple vista.
La invención del microscopio contribuyó enormemente al estudio
de la célula, siendo Pierre Borel, aproximadamente en 1630, uno de los
primeros biólogos que utilizó este instrumento en sus observaciones. En
1665, Robert Hooke introdujo el término célula para describir un con-
junto de poros (celdas) que formaban la estructura del corcho, y en 1674,
Antón van Leeuwenhoek describió una serie de pequeños «animalitos»
presentes en una gota de agua, constituyendo esta la primera observación
de organismos unicelulares vivos. También describió diferentes formas de
bacterias presentes en material raspado obtenido de sus propios dientes.
En 1838, Matthias Schleiden concluyó que las plantas estaban
constituidas de células y que el embrión de la planta tuvo su origen
en una sola célula. Un año después, el zoólogo Theodor Schwann pu-
blicó que las células de las plantas y animales eran estructuralmente
semejantes. Estas ideas constituyen los dos primeros postulados de la
teoría celular:
— todos los organismos están formados por una o más células, y
— la célula es la unidad estructural básica de la vida.

En 1855 Rudolf Virchow, patólogo alemán, formuló una hipótesis


que actualmente constituye el tercer postulado de la teoría celular:
— las células solo pueden originarse por división de una célula pre-
existente.

Actualmente, la acumulación de conocimientos sobre las carac-


terísticas y procesos que ocurren en la célula permite complementar
estos tres postulados clásicos, por lo es posible incluir a lo anterior
otras consideraciones como:
— todas las células poseen metabolismo.
— la célula es la unidad fisiológica de la vida, ya que las funciones
vitales de los organismos ocurren dentro de ella, o en su entorno
inmediato.
— la célula es la unidad genética de la vida, ya que cada una de ellas
contiene toda la información hereditaria almacenada en las molé-
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culas de DNA, las que son transmitidas a la siguiente generación


durante el proceso de división.
— algunos organismos se encuentran formados solo por una célula
(unicelulares) y otros por muchas células (multicelulares).

1.2. Características de los seres vivos


En los organismos ocurren constantemente una serie de procesos que
los hacen distintos a la materia inorgánica. En términos generales, se
entiende como organismo vivo a todo aquel que es capaz de realizar
las siguientes actividades:
Reproducción: es la capacidad que tienen los seres vivos para pro-
ducir copias de sí mismos, generando nuevos individuos similares a sus
progenitores utilizando para ello mecanismos sexuales o asexuales. La
importancia de esta función radica en perpetuar la especie en el tiempo.
Metabolismo: es la capacidad de los seres vivos para extraer y
transformar la energía del medio y utilizarla para la síntesis y man-
tención de sus propias estructuras. Se divide en dos grandes grupos
de reacciones:
— Catabolismo o reacciones catabólicas, que permiten la degradación
de nutrientes hasta precursores simples, liberando energía en el
proceso.
— Anabolismo o reacciones anabólicas (biosíntesis), que permiten
utilizar precursores simples para construir las moléculas propias
de la célula. Estas reacciones requieren energía.

Relación o sensibilidad con su entorno: es la capacidad de recibir es-


tímulos y reaccionar frente a ellos. El conjunto de reacciones y respuestas
que desarrollan los seres vivos para mantener sus condiciones internas
constantes, a pesar de los cambios ambientales, se denomina homeostasis.
Evolución: se refiere a las modificaciones que deben ocurrir en
los organismos para que se adapten a cambios del ambiente. Estos
cambios ocurren a nivel genético en una población y son transmitidos
a las nuevas generaciones, lo que permite la adaptación e incluso la
aparición de nuevas especies.
Los aspectos anteriores pueden observarse en organismos como
bacterias, plantas y animales; sin embargo, no son tan fáciles de
apreciar en los virus, ya que estos no poseen metabolismo propio y

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necesitan infectar una célula con el fin de reproducirse. Los virus no


son materia inerte ya que las moléculas que encierran en su interior
poseen la información necesaria para obtener copias de sí mismos. Por
este motivo se acepta que los virus están situados en la frontera entre
lo vivo y lo inerte, es decir, en la frontera de la vida.

1.3. Niveles de organización de la materia


Los átomos constituyen el nivel más pequeño de un elemento que man-
tiene sus propiedades químicas individuales. Estos se organizan para
formar moléculas, y estas, a su vez, constituyen las células. Las células
forman parte de tejidos, los cuales se organizan en órganos. Estos últimos
dan origen a aparatos y sistemas. Un conjunto de aparatos y sistemas
que funcionan coordinadamente constituyen un ser vivo (Figura 1.3). Un
grupo de individuos que comparten las mismas características genéticas
forman una especie o población y un grupo de poblaciones diferentes
constituye una comunidad. Las comunidades actúan recíprocamente con
su ambiente para formar un ecosistema y la suma de todos los ecosis-
temas y comunidades en la Tierra es lo que conocemos como biósfera.

Átomo Molécula
(DNA)
Organelo
(Núcleo)

Célula

Tejido
(Epitelio Intestinal)

Órgano
(Hígado)
Sistema
(Digestivo)

Organismo

Figura 1.3. Niveles de organización de la materia para formar un organismo.

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Algunas de las características más importantes de los niveles de


organización de la materia, según su complejidad, son:
Nivel subatómico: lo integran las partículas más pequeñas de la
materia, como son los protones, neutrones y electrones.
Nivel atómico: cada átomo posee un núcleo que está formado por
protones que tienen carga positiva y neutrones carentes de carga, que
tienen la misma masa de los protones. Alrededor del núcleo y en constante
movimiento se encuentran los electrones, que poseen carga negativa.
Existen átomos del mismo elemento que contienen distinto número
de neutrones, por lo que difieren en su masa pero no en sus propieda-
des químicas. Estos se denominan isótopos, como por ejemplo el 16O
y 18O; 12C y 14C.
Nivel molecular: a nivel molecular, los elementos están formados
por átomos del mismo tipo. Por otra parte, los compuestos son molé-
culas que se encuentran constituidas por átomos diferentes, como es
el caso del agua.
Nivel celular: moléculas como fosfolípidos y proteínas consti-
tuyen membranas estructurales, que poseen funciones específicas.
Todas las células poseen una membrana que las delimita. En euca-
riontes existen estructuras especializadas como compartimentos,
denominadas organelos, como por ejemplo: retículo endoplasmático
(liso y rugoso), cloroplastos, mitocondrias, aparato de Golgi, núcleo,
lisosomas y vacuolas.
Nivel orgánico: hay células que existen en forma independiente o
unicelular y otras que se organizan en niveles más complejos hasta for-
mar organismos pluricelulares. En ellos existen tejidos especializados,
órganos y sistemas que desempeñan funciones altamente específicas.
Nivel de población: corresponde a un conjunto de individuos de
la misma especie que viven en un lugar específico por un determinado
periodo de tiempo.
Nivel de ecosistema: se refiere a un conjunto de poblaciones que
habitan en una misma zona y forman una comunidad. Estas comu-
nidades y las relaciones que se establecen con su entorno forman un
ecosistema. Por ejemplo, los factores climáticos delimitan lugares de
vegetación similar que a su vez permiten la existencia de un tipo de
fauna concreta, repitiéndose dichas zonas en áreas muy extensas de
la Tierra que reciben el nombre de biomas. El conjunto de todos los

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biomas terrestres forma la biósfera, es decir, la capa de la Tierra habi-


tada por seres vivos y, por tanto, su nivel de organización más amplio.

1.4. Estructura del átomo y tipos de enlaces


El átomo es el constituyente básico de la materia. También se define
como la partícula más pequeña de un elemento que mantiene todas
sus propiedades. En términos estructurales, posee un núcleo central
que está formado por dos tipos de partículas subatómicas y rodeado
por electrones.
Protones: poseen masa y carga positiva. Su número determina
el número atómico del elemento, por ejemplo el carbono posee seis
protones y este es su número atómico.
Neutrones: son eléctricamente neutros (sin carga) y poseen la
misma masa que los protones. En algunos casos, átomos de un mismo
elemento presentan un diferente número de neutrones en su núcleo
manteniendo constante el número de protones; estas variaciones se
denominan isótopos, por ejemplo el carbono, existe mayoritariamente
como el isótopo estable carbono 12 (12C), que posee en su núcleo seis
protones y seis neutrones. Sin embargo, también es posible encontrar
en el planeta un isótopo menos estable llamado carbono 14 (14C), que
en su núcleo presenta ocho neutrones y seis protones, igual que 12C.
Electrones: se encuentran rodeando al núcleo atómico y en cons-
tante movimiento distribuidos en diferentes orbitales. Poseen carga
negativa y su número es equivalente al número de protones que existe en
el núcleo. En el caso del 12C, dado que posee seis protones en su núcleo,
existen seis electrones distribuidos en diferentes orbitales de energía.
Los átomos pueden interactuar entre sí debido a los electrones que
poseen en sus orbitales de energía. Un orbital incompleto es mucho
menos estable que un orbital completo y, por lo tanto, los átomos con
orbitales incompletos son muy propensos a interactuar con otros, lo
que significa perder, ganar o compartir electrones. Esto es la base del
enlace químico.
Los compuestos iónicos son formados por elementos con una
gran diferencia de electronegatividad, cuyos enlaces son el producto
de fuerzas electrostáticas de atracción entre aniones y cationes. Si la
menor energía se logra mediante la transferencia completa de uno o
más electrones de un átomo a otro se forman iones (catión que posee

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carga positiva o anión si tiene carga negativa), y el compuesto perma-


nece unido por las fuerzas electrostáticas entre ellos. Un ejemplo de
compuesto que presenta este enlace es el cloruro de sodio o sal común.
La unión de fuerzas de atracción entre dos átomos con electro-
negatividades similares o iguales se denomina enlace covalente y es el
resultado de compartir uno o más pares de electrones, lo que provoca
una menor energía potencial. Este enlace se forma exclusivamente
entre átomos no metálicos. Los compuestos formados por este tipo de
enlace pueden ser gases atmosféricos, como por ejemplo: O2, N2, H2O,
CO2; combustibles comunes como el metano (CH4) (Figura 1.4); y la
mayoría las moléculas que se encuentran en el cuerpo humano como
proteínas, lípidos DNA y RNA.

Figura 1.4. Ejemplos de fórmula y estructura química de algunas moléculas


inorgánicas.

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Frecuentemente en los sistemas biológicos, las moléculas presentan


diferentes fuerzas intermoleculares que se relacionan con sus propie-
dades y estabilidad. Una de estas interacciones es el puente de hidró-
geno, que está relacionado con las propiedades del agua. También es
la interacción que existe entre las bases nitrogenadas del DNA y es en
gran medida responsable de estabilizar la estructura de las proteínas.
El puente de hidrógeno es la unión débil, no covalente entre un átomo
de hidrógeno y un elemento electronegativo presente en otra molécula
(como oxígeno o nitrógeno). Para que este tipo de unión se produzca,
el hidrógeno debe estar a su vez unido covalentemente a un elemento
electronegativo, el cual atraerá los electrones del enlace, generando en
su entorno un exceso de carga negativa (δ-), mientras que en torno al
átomo de hidrógeno se genera un déficit de electrones (δ+) (Figura 1.5).

Figura 1.5. Ejemplos de puente de hidrógeno entre diferente moléculas. (A)


agua, (B) alcohol y agua, (C) cetona y agua, (D) amina y agua. Los puentes
de hidrógeno se representan con línea punteada.

Otra interacción conocida entre las biomoléculas son las hidro-


fóbicas, que se originan cuando moléculas hidrófobas, o sea, que no
son solubles en agua, tienden a agruparse cuando se encuentran en
solventes acuosos. Este es el caso de los aminoácidos con radicales
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apolares que durante el plegamiento de la proteína que los contiene


son aislados del solvente y permanecen hacia el interior de la estruc-
tura. En cambio, en el caso de las proteínas transmembranas, los
radicales hidrófobos pueden encontrarse expuestos, encontrándose
con las colas hidrófobas de los lípidos de la bicapa lipídica que forma
la membrana celular.
Finalmente, en las interacciones electrostáticas se relacionan con la
atracción o repulsión de cargas eléctricas. Las moléculas que parti­cipan
contienen en su estructura grupos cargados que les permiten interac-
cionar con moléculas similares o con diferentes iones. Por ejemplo, en
una proteína las cadenas laterales ácidas o básicas pueden interactuar
con iones presentes en el medio o con otras cadenas cargadas. Es decir,
si una cadena tiene carga positiva, podría interactuar con otra que
posea carga negativa.

1.5. Teorías del origen de la vida


Explicar el origen de la vida ha sido un gran desafío para diversas cul-
turas a lo largo de la historia de la humanidad. En general las teorías
se basan en los conocimientos que poseía el ser humano al momento
de elaborarlas. Dentro de las más importantes podemos mencionar:
Creacionismo: sostiene que todas las formas de vida, incluido
el ser humano, fueron creadas por uno o varios dioses, a quienes
también se les atribuye la creación de todo el universo. Estas teorías
fueron muy frecuentes en diversas culturas antiguas (egipcios, mayas,
griegos, etcétera).
Generación espontánea: propuesta inicialmente por Aristóteles.
De acuerdo a ella, los seres vivos se crean a partir de la combinación
adecuada de materia inerte, por ejemplo «los ratones se crean a partir
de alimentos en descomposición y ropa sucia».
En su formulación original, esta teoría fue rebatida por expe-
rimentos llevados a cabo por Francesco Redi y Louis Pasteur, que
demostraron la imposibilidad de que los seres vivos, incluso los más
simples, pudieran aparecer «espontáneamente» de la materia inerte.
Panspermia: plantea que la vida se originó fuera del planeta, en
cualquier parte del universo, y que habría llegado a la Tierra dentro de
meteoritos, siendo liberada al colisionar estos con el planeta y dispersar

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