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Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados Mateo 5.4
Las bienaventuranzas de Jesús son ocho cosas que producen una vida plena y
fructífera. Queremos aprender a tomar decisiones sanadoras sobre la base de estas ocho
cosas que nos enseñó Jesús.
Es la segunda la que me parece más difícil. Admitir que no tengo el control. Aceptar
que no tengo el control. Admitir mis faltas y fracasos.
Muchos pueden llegar a experimentar esa libertad por primera vez en sus vidas. Puedes
conocer la verdad y decir: “Sí, puedo vivir la vida que Dios ha planeado para mí. Sí.
Puedo hacer las cosas que pensé que jamás llegaría a hacer”. Sí, puedo abandonar ese
mal hábito que pensé que me iba a esclavizar por el resto de mi vida. Sí, puedo ser libre
del dolor generado por el recuerdo constante de mis heridas del pasado. Estas cosas
pueden suceder.
Para Jesús, felicidad es esperanza y gozo, independientemente de las circunstancias externas. Para
hallar esperanza y gozo, la forma más profunda de la felicidad, sigue a Jesús a cualquier costo.
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Al decir: “Felices los que lloran”, nos muestra que el camino que Jesús sigue para
consolar a los que sufren por situaciones que están fuera de nuestro control. Este camino
es diferente de nuestro camino de comodidad y esperanza. Dos caminos totalmente
diferentes.
Lo que Jesús nos dice con esta declaración, Felices los que lloran… es que, a
menudo, las cosas que más tratamos de evitar son aquellas que Dios quiere usar para
enseñarnos el camino de la verdadera felicidad.
Cuando me niego a aceptar el dolor por lo que ha sucedido en mi pasado, por las
heridas que he recibido, me seguirán hiriendo. Pero cuando me animo a admitirlas, Dios
abre las puertas de la prisión y me da alivio real.
Juan 8.34, 36
Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es
del pecado. 36 Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.
b. No puedo evitar que el dolor llegue a mi vida, pero si puedo decidir como voy a
enfrentarlo. (no puedes evitar la enfermedad en ti, o en los que amas; los accidentes;
que cometan errores, etc. La Biblia dice que todos somos pecadores y enfrentaremos
las consecuencias del pecado.
El alcohol. No estoy conforme con mi vida. No me gusta como están las cosas,
pues entonces, ¿qué puedo hacer? Me tomo un trago. Quizás eso hará que me
sienta mejor. Y eso se transforma en mi camino hacia el alivio. Eso es lo que me
alivia. Esa copa. Esa copa con hielo, ese trago con alcohol. La droga, cualquiera
que sea. Buscas alivio de esa manera.
Los juegos de azar. Cada vez que la vida se pone difícil, cuando te sientes mal y
desesperanzado, te vas a Las Vegas o simplemente te conectas al Internet… De
repente, recibes esa carga de adrenalina que te hace sentir que puedes ganar y
mejorar tu vida.
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auto compadecerse. Piensan que cuanta más lástima tengan de ellos mismos,
mejor se sentirán. Cada vez que se deprimen o angustian, empiezan a auto
compadecerse. Tú sabes bien cómo funciona. Llegas a casa, cierras puertas y
ventanas, bajas las persianas y todo queda oscuro. Generalmente, grandes
cantidades de chocolate entran en juego. Celebras tu fiesta privada de auto
compasión, pensando que así te sentirás mejor. Ese es tu camino hacia el alivio y
la esperanza.
Isa 22:4 Por esto dije: Dejadme, lloraré amargamente; no os afanéis por consolarme
El problema es que todas esas cosas que pensamos que nos darán alivio y esperanza,
todas esas vías de escape,
Casi siempre se convierten en otro problema porque termino siendo adicto a ellas,
porque tengo que repetirlas una y otra vez; y cuanto más lo hago, más temporal y
artificial es el alivio que obtengo.
c. No puedo evitar que el dolor llegue a mi vida, pero puedo decidir aprender de él.
Hay personas que te harán daño, te causaran dolor; pero tú puedes decidir repetir y
hacerles a otros lo que te hicieron, o aprender de tu misma experiencia y decidir no
hacer lo mismo.
La felicidad y la bendición más profunda, a menudo vienen de aquellas cosas
que no quiero que sean parte de mi vida; cosas que jamás escogería.
Llorar es una expresión normal del dolor. Es una expresión de que reconozco que me
duele, que no me gusta, que no me agrada.
Isaías 57:15 Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es
el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu,
para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.
A Algunos nos cuesta aceptar que a Dios le interese mi dolor porque pensamos que
Dios está aquí solo para condenarte. Tienes ese pensamiento en tu mente: Dios está al
acecho, esperando que te equivoques, para así castigarte. Él quiere atraparte “in
fraganti” y así disfrutar condenándote, echándote en cara lo malo que eres.
Romanos 8:34
34 ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? 32 El que no
escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará
también con él todas las cosas? 33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que
justifica. 34 ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también
resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. 35
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre,
o desnudez, o peligro, o espada? 36 Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el
tiempo; Somos contados como ovejas de matadero.
37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38
Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni
potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa
creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.
Cada vez que piensas que Dios te quiere condenar, tus sentimientos te han dicho una
mentira. La verdad es que Jesús dio su vida por ti. La verdad es que Jesús murió por ti.
La verdad es que él resucitó para decirte: “No vine a condenarte”. La verdad es que
ahora está sentado a la diestra de Dios, orando por ti, a fin de que sepas que no vino a
condenarte.
Lucas 4.16-21
Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a
su costumbre, y se levantó a leer. 17 Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el
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libro, halló el lugar donde estaba escrito: 18 Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me
ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados
de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los
oprimidos; 19 A predicar el año agradable del Señor. 20 Y enrollando el libro, lo dio al
ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. 21 Y comenzó a
decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.
Es el Dios de la consolación
2 Corintios 1:3-5 dice:
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda
consolación, 4 el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también
nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que
nosotros somos consolados por Dios. 5 Porque de la manera que abundan en nosotros las
aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación.
1 Corintios 10.13
No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os
dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la
tentación la salida, para que podáis soportar.
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¿Cómo te ama Dios? Él te ama como ningún ser humano te ha amado. El amor
humano que puedes experimentar en esta vida no es comparable al amor de Dios.
Podríamos leer muchos versículos que hablan del amor de Dios y de la diferencia entre el
amor de Dios y el amor del hombre. El amor del hombre se desvanece. Lo has
comprobado. Hoy existe pero mañana ya no estará allí. Muchos de ustedes han sufrido
alguna desilusión de esa clase. El amor humano se marchita, pero el amor de Dios es
eterno.
El amor humano falla. Muchos de ustedes han experimentado un amor que fracasó.
Alguien les falló. Es una de las heridas más grandes de tu vida. Tal vez fue tu madre o tu
padre. Tal vez fue tu esposo o esposa. Tal vez, uno de tus hijos o un amigo cercano. El
amor humano falla. Porque los humanos son imperfectos. ¿Y el amor de Dios? El amor
de Dios no falla.
Salmos 86:15 Mas tú, Señor, Dios misericordioso y clemente, Lento para la ira, y grande
en misericordia y verdad,
Es un consuelo saber que el amor de Dios nunca nos fallará. El amor humano se
desvanece, pero el amor de Dios es eterno. A menudo, nos ganamos el amor humano.
Pero el amor de Dios es un regalo.
Como humanos, aprendemos a amarnos sobre la base de “yo te doy y tú me das”,
“haz esto por mí y yo haré aquello por ti”. “Si me tratas bien, te trataré bien”. “Rasca mi
espalda y rascaré la tuya”. Así es como solemos amar los seres humanos.
Es un regalo. El regalo de una relación personal con Dios. El regalo del perdón. El
regalo de una vida nueva.
Si aún no estás seguro de que has tomado esa decisión, la decisión de iniciar una
relación personal con Jesucristo, comienza aquí. Esta es la base. Es el fundamento.
Puedes hacerlo ahora mismo. Es un regalo. ¿Cómo recibes un regalo? Diciendo que
sí. Dios te está diciendo que tiene un regalo para ti: “Quiero que recibas mi perdón.
Quiero que recibas una vida nueva. ¿Por qué no confías en mí, en vez de confiar en ti
mismo?”. Dime que quieres tener una relación personal conmigo. Dilo en tu corazón,
ahora mismo. Ora en este momento, con los ojos abiertos. No necesitas cerrar los ojos
para orar. Solo di: “Señor, quiero ese regalo ahora mismo. Quiero tu perdón. Quiero ese
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regalo que es tener una relación personal contigo. Quiero esa vida que solo tú me puedes
dar. Jesús, ven a mi vida”. Con esa oración estarás recibiendo el regalo del amor de Dios.
Dios me ama. Cuando recibes ese regalo puedes vivir con él todos los días de tu vida.
Algunos de ustedes recibieron este regalo hace unos meses. Otros, hace años.
Sabes que tienes una relación personal con Dios. Conoces el amor de Dios. Pero la
verdad es que últimamente tu vida no parece reflejar esa verdad. Especialmente en tu
trabajo, en tu matrimonio, o en la relación con tus hijos; todo parece indicar que no hay
amor en tu vida. Te sientes un perdedor.
Todos los días de tu vida, cualquiera sean las circunstancias, sin importar lo que
digan de ti; todos los días de tu vida, la única verdad es esta: Dios te ama. Dios te ama y
esa es una verdad eterna. Dios te creó y quiere tener una relación personal contigo.
Tengo que descubrir quién soy en realidad. Soy un pecador arruinado. Pero Dios me
ama. Eso es lo que soy, gracias al amor de Dios en Cristo Jesús.
Quiero que mi relación con Dios mejore. Pero primero debo admitir que he estado
tratando de hacer las cosas conforme a lo que mejor me ha parecido. Eso hará que me
sienta mal porque debo reconocer que me equivoqué. Tengo que sentirme peor para
poder sentirme bien. Esta verdad puede aplicarse a miles de situaciones de mi vida.
Si tuviera que depender de mi fuerza de voluntad para cambiar desde hoy y por el
resto de mi vida, me daría por vencido ahora mismo. Me sentaría en mi casa a ver el
partido de fútbol, en vez de estar aquí o intentar algo. No tengo esa clase de motivación.
Así qué, ¿de dónde saco el poder para cambiar? Dios nos lo dice. Él tiene una
esperanza refrescante para ti.
Isaías 40.28-31
28 ¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la
tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance.
29 El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. 30 Los
muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; 31 pero los que esperan a
Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán;
caminarán, y no se fatigarán.
No reposa todo sobre tus hombros. Quieres esperanza, enfócate en el poder de Dios
para cambiar. No soy yo que cambio para agradar a Dios. Es Dios, que me cambia por su
poder. Es la esperanza en él.
Así es como Dios obra en ti, y te da la fuerza. Él te dará el deseo. Aunque sientas
que no quieres cambiar, sabes que debes hacerlo, pero no quieres. Di: “Señor, dame la
voluntad”. Él está dispuesto a darte la voluntad.
Y a darte el poder. Sientes que no tienes la energía para cambiar. No tienes
esperanzas de cambiar porque no tienes energía para escalar semejante montaña. Dios
te dará el poder. Allí es cuando la puerta de la prisión se abre. Allí es cuando entra la
libertad, cuando reconoces que no se trata de ti, de tu poder o de tu energía. Solo se trata
de Dios y de lo que él quiere hacer en tu vida.
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LA DECISIÓN DE LA ESPERANZA
Decisiones que Sanan tu Vida 2ª parte.
La semana pasada: Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les
pertenece. Mateo 5:3 (NVI)
La decisión de la realidad: Me doy cuenta de que no soy Dios, admito que no tengo el
poder para controlar mi tendencia a hacer cosas malas y que mi vida es incontrolable.
Felices los que lloran, pues ellos serán consolados. Mateo 5:4 (NBH)
Pero tú, Señor, eres Dios clemente y compasivo, lento para la ira, y grande en
amor y verdad. Salmos 86:15 (NVI)
Aun si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno porque tú estás a mi
lado; tu vara de pastor me reconforta. Salmos 23:4 (NVI)
Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios. Romanos 3:23 (NBH)
Nada hay encubierto que no haya de ser revelado, ni oculto que no haya de
saberse. Lucas 12:2 (NBH)
Yo te he amado con amor eterno; por eso te sigo tratando con bondad. Jeremías
31:3 (DHH)
Pero por su gracia son justificados gratuitamente mediante la redención que Cristo
Jesús efectuó. Romanos 3:24 (NVI)
3. CONSIDERA ______________________________________________
Pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se
cumpla su buena voluntad. Filipenses 2:13 (NVI)