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Resumen Clínica
Unidad 1
Acercamiento al sufrimiento a través del counselling – Barreto,
Díaz y Saavedra
Es inútil comunicarse o tomar decisiones sólo a la vista de los hechos. En el ámbito sanitario, en toda
comunicación se incluyen valores. Sin la consideración de los mismos, la comunicación entre sanitario y
paciente nunca podrá ser de calidad. Si no se consideran estos valores vitales no podríamos ni siquiera
considerar “humana” la comunicación sanitario-paciente.
El counselling es uno de los caminos que facilita esta aproximación y posibilita el manejo de la situación con
el menor daño emocional posible para los enfermos, familiares y profesionales sanitarios.
Rogers, uno de los indudables promotores del counselling señala como actitudes básicas la empatía, la
veracidad y la aceptación incondicional. La empatía permite la disposición y habilidad para comprender y
transmitir comprensión a la persona que se acompaña, a través del entendimiento de la situación vital en
que se encuentra y necesita cambiar respetando su punto de vista. La congruencia y veracidad, consiste en
expresar con sinceridad que se siente solidaridad con el sufrimiento del otro y que de verdad se pretende
ayudar con todas las herramientas a su alcance y requiere un sólido asentamiento en valores por parte del
profesional que presta la ayuda. El compromiso con el sufrimiento puede genera malestar en el profesional.
La aceptación incondicional resalta la importancia de aceptar, sin juicios de valor y sin reservas la biografía
de la otra persona, su estilo de vida y sus comportamientos.
Reconocer las propias emociones con el fin de entenderlas, asumirlas y dirigirlas en la dirección
adecuada.
Fomentar en el profesional la reflexión antes de actuar y el control de las reacciones impulsivas
propias de la idiosincrasia o transmitidas culturalmente.
Entender y contener las reacciones emocionales de las personas.
Ayudar a que la persona se entienda, compartiendo la carga emocional e incidiendo en la naturalidad
y normalidad de sus reacciones en la situación en la que se encuentra.
Psicología Clínica 2022 Autor: Francisco Escudero
Confrontar las emociones desde la empatía para que, a través de la información y la reflexión, pueda
dar nuevos significados y cambiar de perspectiva sobre los problemas o decisiones que ha de tomar.
Ayudar a descubrir sus propias estrategias adaptativas y potenciar sus recursos para disminuir la
percepción de amenaza de su situación.
Buscar y activar apoyos familiares y sociales en su entorno próximo.
En caso de que el estado de ánimo presentase acusadas características ansiosas o depresivas, sería
necesario solicitar la intervención de un especialista.
Este apoyo emocional, junto con una información acorde a las necesidades del paciente, se considera como
elementos indispensables en la promoción del bienestar. La información es un recurso que debería formar
parte del cuidado estándar y ofrecerse de forma permanente.
Los beneficios percibidos por el paciente en relación al tratamiento se encuentran en la capacidad por parte
del médico de fomentar esperanza.
La ausencia de una comunicación adecuada médico-paciente, junto con la tendencia de los pacientes a no
manifestar sus propias necesidades, y sobre todo las relativas a lo emocional, conlleva que las decisiones
sobre opciones de tratamiento se tomen bajo criterios mayoritariamente médicos, obviando la propia
voluntad del paciente.
Todos los pacientes necesitan apoyo emocional independientemente de cuáles sean sus preferencias y sus
deseos.
Junto a las necesidades de poder, de pertenencia, existen otras razones profundas del psiquismo que deben ser tenidas
en cuenta.
Desarrollo
¿Por qué un psicólogo clínico debe conocer la legislación en salud mental?
La vastedad del campo de acción del psicólogo clínico requiere una aproximación al conocimiento de la
legislación vigente en salud mental, conscientes de su incidencia en las prácticas de promoción, prevención,
de asistencia y reinserción social que implican al clínico. Esto con la finalidad de aportar a la formación de
profesionales comprometidos en la implementación de la misma, lo cual es parte del proceso de adquisición
de herramientas para involucrarse en la progresiva transformación del sistema sanitario.
Psicología Clínica 2022 Autor: Francisco Escudero
En el caso de psicología clínica se considera indispensable conceptualizar y revisar algunas de las ideas
fuerzas que la sustentan, y orientan el quehacer del clínico en el desempeño de sus funciones en los
diferentes campos de ejercicio profesional, a saber: la noción de padecimiento subjetivo y/o sufrimiento
psíquico; la definición de la salud mental como campo y la interdisciplinareidad e intersectorialidad como
ejes rectores de dicha construcción; el proceso de desinstitucionalización y los dispositivos sustitutivos de
abordaje del sufrimiento psíquico.
Desde esta perspectiva, se aspira a que todos los actores implicados se reconozcan en sus condiciones de
semejantes, al implicarse en el proceso poniendo en juego sus subjetividades y el hecho de estar
condicionados por un entorno socio-económico que contextualiza la producción de sufrimiento psíquico y
que dinamiza y complejiza las posibilidades y el alcance de las intervenciones profesionales, para aliviarlo.
Hay modos de definir al sujeto y la subjetividad, renunciando a la idea de individuo pero no a la de
singularidad; al hacerlo, se deja de lado los dualismos como mente-cuerpo, individuo-sociedad, ya que lo
singular no hace dupla con lo genérico, sino que lo particulariza, y que el cuerpo aparece como social y
subjetivo.
Esto, además, refuerza la necesidad de afianzar la implementación del método clínico como el recurso
fundamental del psicólogo clínico, por tratarse del estudio en profundidad del caso singular.
El sujeto y la subjetividad adquieren condición de proceso o devenir constante, y se abren a una gama de
diversidades, sobre la base de una idea de potencia e innovación, que se aleja de la idea del sujeto como
predeterminación o repetición absoluta.
Estas conceptualizaciones son herramientas para comprender variadas formas de producción de
padecimiento actual, siendo que el campo de las prácticas en salud un conjunto de dispositivos en los cuales
se concreta el “cuerpo a cuerpo”.
En este sentido, se propone pensar a la salud mental como campo, al modo de lo planteado por Bourdie,
quien define los campos sociales como “espacios de juego históricamente constituidos con sus instituciones
específicas y sus leyes de funcionamiento propias”. Campos en tanto estructuras vivas, que se presentan
como sistemas de posiciones y relaciones entre ellas. Se piensa a la salud mental como campo, porque en
su interior se juegan sistemas de pensamiento, en tanto formas de abordar problemáticas; se definen modos
de intervenir, es decir, prácticas; y en el ejercicio de las mismas se origina cierta producción de pensamiento;
se legitima a esas prácticas y a los agentes de ese campo; y finalmente, se genera un sustrato legal-jurídico
que las regula en su conjunto.
La delimitación del campo de la salud mental es compleja, en su amplitud cabe lo relativo a la salud integral,
así como a la calidad de vida social de los sujetos, familias, instituciones, comunidades. Campo, a su vez,
fuertemente impactado por los procesos de crisis y transformación de la vida social y su incidencia en la
subjetividad.
En el marco de la Ley Nacional de Salud Mental N° 26657 se reconoce a la salud mental como un proceso
determinado por componentes históricos, socio-económicos, culturales, biológicos y psicológicos, cuya
preservación y mejoramiento implica una dinámica de construcción social vinculada a la concreción de los
derechos humanos y sociales de cada sujeto.
Otra de las características insoslayables de este campo, es su interdisciplinareidad.
Ejes que hay que contemplar en la construcción del campo de la Salud mental:
Enfoque interdisciplinario: cada disciplina dentro de los “equipos” democráticamente tiene que
ocupar un espacio con su saber.
Enfoque interisintitucional: hay que crear “redes” de atención de la salud mental, en donde se
agrupen integralmente los distintos y nuevos problemas de la población.
Aspecto intersectorial: con un “fundamento ético” requiere la cooperación con diversos sectores. Es
necesario descentrar el saber y el saber hacer de la psiquiatría.
La nueva legislación plantea que “debe promoverse que la atención en salud mental esté a cargo de un
equipo interdisciplinario integrado por profesionales, técnicos y otros trabajadores capacitados. El proceso
de atención debe realizarse preferentemente fuera del ámbito de internación hospitalario y en el marco de
un abordaje interdisciplinario e intersectorial.
Psicología Clínica 2022 Autor: Francisco Escudero
Esta forma de pensar implica la construcción de un lazo social diferente, en tanto marco de representaciones
que asegura una reciprocidad en las interacciones entre quienes comparte un espacio. Lo cual significa
trabajar en la construcción de un lazo social donde el saber y el poder circulen, el del sujeto, la familia, la
comunidad, y/o el otro profesional.
A mediados del siglo XX, cuando la confluencia de políticas sociales universales de los estados de bienestar,
la expansión de idearios de derechos y la aparición de recursos médico-famarcológicos con capacidad de
mitigar las sintomatologías, dieron lugar al nacimiento de las políticas en salud mental en los países
“centrales”. Las cuales coincidían en la meta de termina con las internaciones prolongadas o indefinidas y
abordar las problemáticas psiquiátricas de manera ambulatoria, desde una perspectiva comunitaria.
Desde comienzo del siglo XXI, sucedió en la región una revitalización de la propuesta de APS a partir de la
crítica a las reformas promercado.
La modalidad de abordaje propuesta consiste en la construcción de la Red de Servicios con Base en la
Comunidad, que implica una nueva manera de gestión de la demanda en el seno de comunidad; indica que
debe promoverse el mantenimiento de vínculos, contactos y comunicación de las personas internadas con
sus familiares, allegados y con el entorno laboral.
Además, indica que los centros de salud deberán contar con equipos interdisciplinarios que integren diversas
disciplinas.
Este modelo de gestión articulada APS y Salud Mental, desde un marco que reconoce la complejidad del
proceso de salud-enfermedad-cuidado, así como la necesidad de transformar las políticas de salud mental,
desde una perspectiva de derechos, que promueva prácticas subjetivantes que ponen en el centro de la
escena la dignidad como categoría.
Según esta concepción, se evaluarán los fenómenos y los acontecimientos, inferirá un diagnóstico y se
propondrá un tratamiento. La antropofilosofía que sustenta esta propuesta puede resumirse en algunas
notas esenciales:
El hombre es un ser único, irrepetible y singular, más allá de sus múltiples expresiones y aspectos.
Para acercarnos no debemos hacerlo en forma reduccionista.
El hombre es un ser espiritual. Es la dimensión de los valores que dan sentido a su vida.
El hombre es un ser fáctico. El hombre no sólo se caracteriza por su existencialidad, lo espiritual sino
por su facticidad, por lo que tiene, lo que le es dado, o sea su ser biológico, sus rasgos psicológicos,
su contexto sociocultural. Por el cuerpo, el espíritu se expresa. Por eso cuando se enferma, se opaca
la posibilidad de expresión.
Psicología Clínica 2022 Autor: Francisco Escudero
El hombre es un ser libre y responsable. A nivel psíquico sería el libre albedrio, la posibilidad de elegir,
pero en el nivel ontológico es la libertad interior o creadora, la que trasciende. Hay
condicionamientos biológicos, psicológicos y sociales, pero el hombre es libre para tomar una actitud
frente a ellos. No es libre “de” sino libre “para”.
Los CP en la Argentina
En 1981-83 ya hay distintos grupos que brindan CP con profesionales de distintas especialidades, aumentan
los voluntarios que siguen recomendaciones de la OMS y asisten en distintas ciudades con diferentes
métodos organizativos que no son excluyentes, es decir se pueden combinar y/o alternar entre sí. También
se promocionan y enseñan conceptos y métodos de los CP.
El éxito es el resultado de la gran motivación y la gran cantidad de tiempo y recursos que dedican sus
integrantes al desarrollo de los modelos operativos adaptados a posibilidades y limitaciones. Es un modelo
lento y desgastante pero efectivo porque el impacto de la actividad asistencial y docente induce cambios
que pueden expandir la actividad a programas de mayor complejidad. La actividad ininterrumpida implica
alto interés en la comunidad y el personal sanitario responsable de muchos pacientes con enfermedad
avanzada. Pero, aún no hay cambios en el modelo asistencial.
Los factores que más retrasan los cambios asistenciales o hacen deficiente la situación son:
Las posibilidades en CP
Siempre es necesaria una institución de apoyo para las prácticas diagnósticas y terapéuticas para poder
derivar a los especialistas.
Operativamente:
1. El equipo es parte de la institución y brinda asistencia en la institución y la comunidad.
2. El equipo es comunitario, autónomo y utiliza una institución y brinda asistencia en la institución y la
comunidad.
Según la relación con el médico derivante:
Psicología Clínica 2022 Autor: Francisco Escudero
1. El paciente consulta al equipo de cuidados paliativos que inicia tratamiento y continúa siendo asistido
en internación o en domicilio.
2. El médico derivante consulta o deriva al paciente al equipo de cuidados paliativos. Ambos inician el
tratamiento y lo continúan en internación o en domicilio. Ésta es la opción más efectiva.
Palabras finales
La práctica de cuidados paliativos es más compleja e integral cuanto mayor número de personas integra el
equipo y construir este equipo multiprofesional, multidisciplinario es una tarea que requiere esfuerzo y
tiempo. Lo importante y urgente es iniciar la asistencia.
Evaluar
Predecir
Intervenir
Podemos formular principios iniciales de la consulta terapéutica, que se desdobla en tres fases: inicial
(precedentes, fuente, contacto inicial), central y final:
1. la mejor psicoterapia es la que aprovecha mejor los recursos disponibles, no la que persigue un
proceso ideal de cambio.
2. Habiendo múltiples programas disponibles, es bueno seleccionar el más adecuado, evitando la
tentación de imponer el que más se practica. o el que está más de moda.
3. Un conocimiento equilibrado de los precedentes es el mejor modo de estar preparado para una
consulta.
4. El terapeuta debe ajustar sus preguntas a una economía de medios que le permita equilibrar una
actitud abierta con la necesaria búsqueda de los elementos que le ayuden para orientar su tarea
hacia un fin.
5. Es conveniente no desafiar al paciente a que ahora logrará mejorar lo precedente.
6. Toda consulta terapéutica debe contribuir a que el paciente contemple el trabajo a realizar como una
labor de cooperación con el terapeuta para garantizar el rol activo del paciente necesario desde las
primeras decisiones.
Las entrevistas de admisión incluyen la instancia de devolución que es el paso que más manifiesta la
experiencia clínica.
Su nombre.
Su historia vital personal, su personalidad, sus antecedentes, su estado de salud, la descripción de su
problema con la historia y evolución.
Cómo llega a la consulta.
Su motivo manifiesto y latente, pero prestando especial atención a su pedido.
Su conciencia de enfermedad.
Su fantasía de enfermedad.
Su fantasía de curación.
Su fantasía de análisis
Sus mecanismos de defensa.
Su motivación para realizar el tratamiento.
En el sistema interactúan el paciente y su contexto que incluye también al terapeuta. Hay necesidades del
paciente que pide o demanda. Es esencial singularizar al paciente y en función de eso, planificar la estrategia
y el tiempo.
Psicología Clínica 2022 Autor: Francisco Escudero
Hay también necesidades del terapeuta, que requiere:
Paciente
Terapeuta
La relación terapéutica, diferente a otras relaciones por su asimetría, su carácter retributivo u
honorarios, el encuadre y la alianza terapéutica. Ésta está basada en 2 pilares: en la confianza con la
garantía del secreto profesional, la privacidad, la confidencialidad, la neutralidad, la actitud ética y
en la cooperación.
La psicoterapia no es por lo tanto un tratamiento que se “recibe” del terapeuta, sino una relación de trabajo
encaminada a buscar soluciones a los problemas emocionales, afectivos y/o de relación que los pacientes
padecen, con la intención que tales modalidades de enfrentamiento de las dificultades resulten más
efectivas que las que dichos pacientes han estado utilizando hasta ese momento. Lo fundamental del
proceso terapéutico pasa por la experiencia humana de sentirse comprendido, respetado y valorado por
otro. Se trata de un proceso activo y co-participativo que se desarrolla en un contexto interpersonal definido
en tiempo y espacio.
Independientemente del tipo de estrategia, es clarificador delimitar el problema, revisar la bibliografía sobre
el problema, establecer la estrategia metodológica pero, por sobre todo considerar la posición ética del
terapeuta, la ética del cuidado, que es hacer ciencia con el otro, con-ciencia, a la luz de los valores y de los
principios.
La psicología clínica basada en la evidencia implica la integración de la experiencia clínica con los resultados
de la investigación.
Si planteamos el interrogante de cuál es la eficacia de la psicoterapia podríamos afirmar que su eficacia es
limitada, determinada por múltiples factores, entre los que sobresalen los dependientes del paciente, del
terapeuta, de la teoría utilizada y del contexto, que incidirán sobre el tratamiento. La psicoterapia como
terapéutica de los trastornos psíquicos debe basarse en la investigación, especialmente la empírica, sujeta a
las mismas condiciones que rigen para otras prácticas clínicas científicas. Ello especialmente para demostrar
eficacia, eficiencia y utilidad clínica con un tratamiento formal, replicable y confiable.
El valor del acto sexual mismo asociado ahora con el mal, el pecado, la caída, la muerte, mientras que
para la antigüedad tenía consideraciones positivas para la salud, la armonía de la existencia, etc.
La delimitación del compañero legítimo.
La descalificación de las relaciones entre individuos del mismo sexo.
La abstinencia, la castidad y la virginidad, sumamente exaltadas como valor moral y espiritual en el
cristianismo.
En suma, naturaleza del acto sexual, fidelidad monogámica, relaciones heterosexuales y castidad ocuparon
el centro de la moral sexual cristiana.
Este dispositivo conformaría uno de sus ejes alrededor de la familia, una familia reorganizada y delimitada
como base de la producción sentimental en una nueva demarcación del mundo privado. Esta familia —
llamada ahora nuclear— se conformó como un eje organizador de las nuevas clases burguesas.
Son ya conocidos los cuatro conjuntos estratégicos que Foucaulto distinguió a partir del siglo XVIII a
propósito del sexo: histerización del cuerpo de la mujer, transformación de las conductas procreadoras,
pedagogización del sexo del niño y psiquiatrización del placer perverso. Durante el siglo XIX, en una
preocupación ascendente por el sexo se perfilan cuatro figuras paradigmáticas: la mujer histérica, el niño
masturbador, la pareja malthusiana y el adulto perverso.
Las relaciones de poder que regulan los vínculos, modos de subjetivación y prácticas eróticas de hombres y
mujeres, al mismo tiempo que construyen sus mundos íntimos, son parte de dispositivos políticos, filosóficos
y científicos de desigualaciones, apropiaciones y violentamientos diversos.
Las clasificaciones de las especies y subespecies de homosexualidad, junto con la configuración de
identidades homosexuales, han permitido un avance en los controles sociales, estigmatizaciones,
persecuciones sobre los portadores de tales clasificaciones e identidades.
Psicología Clínica 2022 Autor: Francisco Escudero
En la construcción histórica de sus sexualidades, Occidente ha desplegado variados caminos desde los
placeres antiguos hasta las identidades sexuales modernas. Estas últimas han sido un foco estratégico de las
disciplinas modernas y se encuentran hoy en franco proceso de transformación.
En el mismo sentido, pueden encontrarse transformaciones en el mundo masculino joven en relación con
sus prácticas sexuales.
Se rechaza el propio acto de establecer nomenclaturas. Dicen que se sienten cómodos con su sexualidad;
ésta parece no estar atravesada por culpas y desgarros de generaciones anteriores. Rechazan la idea de
construir identidad sexual, rechazan hacer del rasgo totalidad identitaria y suelen ver, en dicha totalización,
totalitarismo.
Si a esto sumamos el incremento y visibilización de travestis, transexuales y transgéneros o, por ejemplo,
que en los ámbitos lésbicos uno de los debates pase por la discusión entre lésbicas que se denominan
mujeres lésbicas y otras que se consideran lésbicas pero no mujeres, estaríamos en presencia del paso de la
diferencia a las diversidades sexuales. Este tránsito implica la construcción de categorías filosóficas y políticas
que puedan dar cuenta de estas transformaciones.
No se trata de la mera diferencia, sino de la diferencia como negativo de lo idéntico, por lo que, en el mismo
movimiento en que se distingue la diferencia, se instituye la desigualdad.
Se trata de pensar en diferencias que no refieran a la identidad: en diferencias de diferencias. De allí la
importancia de la noción deleuziana de multiplicidad. No se trta de negar identidades ni totalizaciones sino
de pensar totalizaciones que no subsuman las partes. A Lucrecio le interesa pensar lo diverso como diverso,
ya que el problema no estaría en la constatación de la diversidad en la naturaleza sino en esa razón para lo
diverso, es decir, pensar categorías que den cuenta de la diversidad.
Por multiplicidad no se entiende el mucho de lo Uno no el rechazo de identidades y totalizaciones, sino
aquello que escapa a dualismos y binarismos generalmente reductivos, que incita a pensar desde lógicas no
disyuntivas, desde el “y” y el “entre”.
Se afirma aquí que las políticas de lo Uno del Imperio han extremado y exasperado las desigualdades
distributivas y las impunidades concomitantes. No se trata de dejar de distinguir las diferencias, sino de no
hacer, de las diferencias, identidades.
El respeto por las diferencias culturales es condición necesaria pero no suficiente para un pensamiento
político de la multiplicidad.
La posibilidad de construcción de libertadas pasa, entre muchas otras cuestiones, por el desafío político de
sostener las tensiones que implica la articulación de prácticas, teorías y experiencias colectivas específicas.
Modelos de intervención
Existen múltiples modelos de estructuración y organización de equipos de cuidado paliativo. Estos deben
adaptarse a las necesidades de práctica local, a los recursos disponibles y a las prioridades establecidas por
las autoridades locales y los diferentes servicios. Algunos modelos frecuentemente utilizados son:
Psicología Clínica 2022 Autor: Francisco Escudero
1. Pacientes hospitalizados en unidades específicas de cuidados paliativos dentro del recinto
hospitalario, o fuera de éste, donde pueden ser internados para manejo sintomático, o cuidados
terminales.
2. Servicios comunitarios, compuestos por profesionales dedicados al tema de los cuidados paliativos,
que brindan sus servicios en el lugar de residencia del paciente.
3. Hospitales de día, donde acuden pacientes y familiares desde sus casas para recibir cuidados
adecuados.
4. Unidades especializadas en cuidados paliativos que actúan como interconsultoras dentro de un
hospital general o servicio específico, que además de sus labores con pacientes y familias, ejercen
una labor educativa a los profesionales en contacto con los pacientes.
Nos parece interesante el modelo de Arranz que propone como objetivo «obtener bienestar o atenuación
del sufrimiento» en estos tres protagonistas y define como sufrimiento, cuando a una persona le «acontece
algo que percibe como una amenaza importante para su existencia personal u orgánica y, al mismo tiempo,
siente que carece de los recursos para hacerle frente».
Ya que el sufrimiento es una sensación subjetiva, que depende de la evaluación que el paciente haga de sus
recursos, se puede afirmar que, lo más importante en la evaluación del paciente, no es el síntoma en sí
mismo, sino más bien, el grado de amenaza que éste le produce.
Podremos eliminar o atenuar los síntomas y potenciar los propios recursos del paciente para enfrentarlos o
mejorar su percepción de control sobre la situación y, así, disminuir el sufrimiento e incrementar su
bienestar.
En la segunda fase, el ayudante reúne los diferentes datos que surgen, y los personaliza, de manera que el
paciente los interprete, a través de la autocomprensión y reestructuración del modelo representacional. El
objetivo es que el paciente descubra dónde se encuentra, en relación a dónde quiere o necesita estar,
preparándose para el cambio.
En la última etapa, se elabora un plan de acción.
Uno de los pilares fundamentales es la empatía, que es la comprensión y recepción de los estados
emocionales del otro, desde el punto de vista del otro. Otras actitudes importantes, según Rogers, son la
congruencia, es decir, expresarse en forma coherente con lo que se vive y siente, y la aceptación
incondicional, o sea, aceptar al otro sin enjuiciarlo.
Psicología Clínica 2022 Autor: Francisco Escudero
La consejería pone énfasis en la comunicación asertiva, que es cuando expresamos de manera honesta y
abierta lo que pensamos, pero manifestamos entender la posición del otro, la escucha activa, el diálogo
desde la empatía, la comunicación no verbal, el respeto a los silencios.
Lo “reprimido” no era lo interdicto por la moral social, sino aquello que, simplemente, no coincidía con la
imagen que el sujeto necesitaba sostener sobre sí mismo. La inconsciente, de este modo, carecía de
delimitación, de fronteras y de componentes precisos, y adoptaba un carácter configuracional. Las
experiencias que no eran congruentes con el concepto que el sujeto tenía de sí mismo, eran excluidas de la
conciencia.
La valoración condicional
Un rasgo común a todos los seres humanos sería una necesidad de origen oscuro pero cuyas manifestaciones
están a la vista: la necesidad de aceptación del otro; de “consideración positiva”. Esta necesidad ayudaría a
edificar la identidad, pero también constituiría una puerta abierta para las patologías mentales.
Los otros se incorporan al campo de la experiencia, ubicándose al lado mismo de las voces autóctonas,
deformándolas, acallándolas, sustituyéndolas. Este sería un fenómeno universal: se produciría una definida
expulsión de la conciencia de aquellos impulsos propios que pudieran provocar el retiro del afecto o la
sanción. Cuando este grado relativamente normal de distorsión perceptiva se agudiza, estamos ante lo que,
para Rogers, es el hecho psicopatológico mismo: la “incongruencia” entre la experiencia organísmica y el
autoconcepto.
El conflicto psíquico
Cuando los “otros significativos” condicionan su consideración positiva hacia el sujeto, el autoconcepto de
éste tiende a distanciarse de la experiencia, no reconociéndola como propia, deformando o bloqueando su
simbolización.
El proceso distorsivo, cuando ocurre, es observable en el comportamiento: los impulsos congruentes con el
sí mismo son adecuadamente simbolizados en la conciencia y se traducen en conductas libres, espontáneas;
aquellos otros que, por su incompatibilidad con el sí mismo, son “distorsionados” o “negados” pueden seguir
dos caminos:
Psicología Clínica 2022 Autor: Francisco Escudero
1. No son actuados ni reconocidos, generando ansiedad, tensión y sentimientos de extrañeza.
2. Son actuados pero no reconocidos como propios.
En los casos de desórdenes mentales más severos, como las neurosis graves o las psicosis, tenemos como
telón de fondo el mismo mecanismo.
Podríamos preguntarnos cómo es posible que las experiencias amenazantes sean percibidas como tales y,
por tanto, rechazadas por el sí mismo. Rogers toma como factor explicativo el concepto de “subcepción”.
Sería posible una discriminación por debajo de los niveles neurológicos necesarios para la representación
consciente: el organismo es capaz de discriminar estímulos amenazantes sin utilizar sus centros nerviosos
superiores, y reaccionar en consecuencia. Esta percepción de la “amenaza” genera angustia, y para yugularla
el individuo pone en operaciones sus defensas básicas: la percepción “selectiva” por medio de la cual
escotomiza sectores enteros de sus demandas organísmicas. Pero esta defensa es víctima de esta “rigidez
perceptual”, y sólo ingresarán del mismo elementos compatibles con un sí mismo que se ha tornado poco
representativo del campo experiencial.
Mediante el proceso de la terapia es posible el logro de dos condiciones:
1. Que la aprehensión de la propia experiencia organísmica deje de ser condicional.
2. Que la persona llegue a un estado de alta consideración positiva incondicional de sí misma.
La terapia rogeriana
Uno de los supuestos básicos del sistema rogeriano es el de que la persona tiene recursos propios para la
autocomprensión, para el cambio de concepto sobre sí misma y para el autogobierno; y que, creando un
clima “facilitador”, es posible desarrollar terapéuticamente estas potencialidades. El término “cliente” con
el que se nombra al paciente hace explícito este supuesto básico de que cada persona merece y necesita
una gran autonomía.
Para que el clima relacional devenga tierra fértil para el autodesarrollo del cliente, debe cumplirse tres
condiciones. La primera actitud, necesaria y suficiente, es la de “congruencia”: cuanto más el terapeuta sea
él mismo en la relación, cuanto más auténtico, espontáneo y distante de “fachadas profesionalizantes” se
evidencie, mayor será la posibilidad de autodesarrollo del cliente.
La segunda actitud indispensable es la de la “aceptación incondicional” de la persona del otro. Valorar al
cliente sin juicios o expectativas personales, respetándolo por lo que es y no por lo que debiera ser, según
algún tipo de patrón cultural; permitirle vivir cualquier tipo de experiencia interna en un contexto donde
todo se radicalmente aceptado, es construir una atmósfera antagónica a la que, sin dudas, fue mermando la
fe en sus propias potencias.
La tercera condición para el vínculo terapéutico idóneo es la de “comprensión empática”. Se trata aquí de
un “escucha activa” del discurso del cliente.
Las consecuencias de una intervención terapéutica debieran ser, para Rogers, una captación cada vez menos
condicional de la propia experiencia organísmica y el logro de una real integración entre experiencias y
conciencia. El ambiente terapéutico deviene así un taller de reaprendizaje del autoconcepto.
La hipótesis básica
Toda persona poseería una proclividad no adquirida a actualizar las potencias propias de su organismo. Para
que ello ocurra es necesario que exista consideración positiva por parte de los otros y también de la persona
Psicología Clínica 2022 Autor: Francisco Escudero
para consigo misma. Esta proclividad innata constituye la piedra basal del modo en como Rogers piensa los
fenómenos psíquicos.
Para Rogers tanto la materia viva como su último resultado evolutivo, la inteligencia, no tienden al nivel
mínimo de tensión ni a la desorganización, sino a la búsqueda de estímulos y al reordenamiento constante
y creciente. Lo vivo puede ser entendido como sistema abierto es incesante enriquecimiento a partir de
elementos que ingresan del medio, y que la tendencia al caos que manifiesta lo no vivo se origina en su
naturaleza de sistema cerrado, carente de realimentación.
El enfoque centrado en la persona descansa sobre la tendencia actualizante, la cual está presente en todo
organismo vivo; la tendencia a crecer, a desarrollarse, a realizar su total potencialidad. Tal manera de ser
confía en esta tendencia direccional progresiva del ser humano que lo lleva hacia un más complejo y
completo desarrollo.
Unidad 2
Diagnóstico familiar sistémico – Balaguer
¿Cómo conducir la entrevista diagnóstica?
En la primera entrevista diagnóstica debe establecerse un contrato en torno de un problema resoluble,
descubriendo la situación social que por necesidad, lo genera.
Psicología Clínica 2022 Autor: Francisco Escudero
La duración de la entrevista diagnóstica es de 50 minutos, 1 hora o varias horas en el caso de una familia en
crisis.
El lugar de referencia para llevarla a cabo es el consultorio. Los honorarios son fijados por el terapeuta.
Al principio es conveniente conocer a todos los que están involucrados en la situación problemática que
genera el conflicto, ya que el cambio los afectará a todos.
La entrevista individual exige que el terapeuta sea capaz de calcular las consecuencias que acarreará el
cambio para los miembros del sistema, que no estén presente.
Cuantas más personas participen en la entrevista, tanto más eficaz y rápido será el proceso terapéutico.
La primera entrevista diagnóstica debe esclarecer la estructura familiar y en el transcurso de la misma, la
terapeuta y la familia deben llegar a un acuerdo acerca de la naturaleza del problema y las metas u objetivos
de la terapia. La tarea del terapeuta es comprender el problema y formularlo de manera que pueda hacerse
algo al respecto.
Etapa social.
Etapa de planteo del problema.
Etapa de interacción.
Etapa de fijación de metas.
Etapa de cierre.
Comenzaremos evaluando la motivación, ya que ésta juega un papel protagónico en cualquier psicoterapia,
debido a que es el factor de mayor peso predictivo en cuanto al resultado del tratamiento.
Motivación en la pre-entrevista
Quién pide la hora de la primera entrevista y para quién.
Facilidad o dificultad para acordar un horario.
Urgencia para concertar un día.
Pertenecer a cierta clase de pacientes.
Motivación en la entrevista
Puntualidad.
Como llegar a la consulta, mandados, derivados o por iniciativa propia.
Presentación de la queja.
Intentos o no de solución del problema que motivó la consulta.
Cantidad y calidad de información útil.
Papel que juegan los otros significativos.
Que quiere lograr en la consulta/terapia.
Psicología Clínica 2022 Autor: Francisco Escudero
También el terapeuta debe examinar en cada oportunidad a que están motivados, lo que se halla
determinado en parte por su marco teórico, en parte por su circunstancia personal y en parte por las
características de cada paciente en particular.
Pre-entrevista
Comienza con el primer contacto a través de la llamada telefónica para pedir turno. Aquí la motivación ocupa
un papel protagónico.
Podemos determinar a qué tipo de consultante pertenece. Se toma nota del nombre y la edad del paciente
identificado.
Por último se solicita que concurran todos los que conviven con él.
Etapa social
En esta etapa se realiza la presentación del terapeuta y de la familia.
Todos los miembros de la familia deben participar en la acción. Al entrar al consultorio se sentarán dónde y
cómo lo deseen, una vez que se hayan presentado, el terapeuta deberá dirigirse a cada integrante de la
familia y preguntarle cómo se llama, edad, actividad, horarios y datos de los ausentes.
Esto se hace para definir la situación en el sentido que todos son importantes y están involucrados en ella.
Aquí se registra una primera impresión del estado de ánimo de cada uno y del sistema en general.
Se debe tener en cuenta el desplazamiento en el consultorio, cómo se ubican. La actitu del terapeuta es
comportarse como un anfitrión, haciendo sentir cómodo a sus invitados. Trata que logren relajarse y realiza
hipótesis tentativas.
El terapeuta se une a la familia haciendo que todos se sientan cómodos y se consideren partícipes de la
reunión.
No se permitirá que nadie hable del problema hasta lograr alguna respuesta social. Este primer momento
puede darnos datos significativos, nos permitirá ubicarnos en cómo iniciar la próxima etapa. Se puede
evaluar el grado de motivación de cada uno. Se tiene una primera impresión del estado de ánimo de cada
uno y del grupo. También se observa el desplazamiento en el consultorio, modo y lugar donde se sientan, y
primera interacción con ellos.
Estas primeras conclusiones son provisorias, a corroborar más tarde y no deben ser comunicadas a la familia,
para no provocar actividades defensivas que puedan causar dificultades posteriormente.
Etapa de interacción
Aquí ya debe estar claramente definido el motivo de la consulta, antes de comenzar la interacción.
El terapeuta estimula a la familia a dialogar entre sí sobre el problema y deja de ser el centro de la
comunicación. Se pueden realizar desplazamientos en el lugar, acercando o alejando algunos miembros.
El objeto es lograr que todos los miembros hablen entre sí, sin excluir a nadie. Se procura traer la acción
problema al seno de la reunión, reproduciendo la situación familiar que genera la problemática. La
visualización de la interacción entre los miembros le permitirá al terapeuta establecer un diagnóstico de la
situación.
Etapa de cierre
La entrevista concluye con la concentración (día y hora) de una nueva entrevista, lo cual puede plantear
varias cuestiones.
Que la presencia de algún otro miembro es esencial para la terapia.
Convenir la asistencia de esa persona.
Plantear una directiva, propone “tarea para el hogar”.
Inmediato: según datos captados por los sentidos, es decir, datos directos ya que son captados por
la observación.
Mediato o Racional: sin datos directos, se usa el razonamiento con datos indirectos.
Exjuvantibus: en base a los datos observados e inferidos, podemos realizar un diagnóstico final en un
contexto.
¿Cómo se opera?
Se parte de tres preguntas insoslayables:
1. ¿Qué necesita el entrevistado?
2. ¿Qué puedo hacer?
3. ¿Me puedo comprometer?
Si coincide lo que podemos ofrecer con lo que el entrevistado necesita y nos podemos comprometer,
deberemos diferenciar el problema, crear una hipótesis de la herramienta fundamental para lo que el
proceso diagnóstico es la herramienta fundamental. Este proceso conlleva dos condiciones:
contextualización y acotación. En Cuidados Paliativos cobra especial importancia investigar el área corporal
recordando que la psique se sostiene sobre un cuerpo, que si además está enfermo, repercutirá sobre ella.
Primer momento: se diagnostica la situación del grupo familiar y el tipo de relaciones o vínculos entre el
equipo, el paciente y la familia; la actitud ante la enfermedad y ante la posibilidad de la muerte; cómo se da
la culpa, qué tipo de conductas reparatorias aparecen y la calidad de los cuidados.
Segundo momento: se elabora una estrategia paliativa, el entrenamiento familiar desde un enfoque
preventivo incluyendo a la familia al equipo interdisciplinario para atender el duelo de la pérdida de salud y
la posibilidad de la pérdida física.
Tercer momento: se continúa la asistencia a la familia aún luego de la muerte del enfermo si esta lo requiere.
En definitiva, evaluamos la calidad de vida desde la escala del distrés. Y entonces trabajamos desde el
componente emocional sin descuidar la sintomatología orgánica, para facilitar las estrategias más adecuadas
de afrontamiento según las fases que transita el paciente y su entorno.
El principio fundamental es que el psicólogo clínico sea integral para ayudar a llevarlos a un equilibrio en
todos los órdenes de su vida, no sólo en el curso de su enfermedad.
Se intentó corregir la omisión observada sobre las ansiedades de las mujeres en torno a sus genitales y las
implicaciones consiguientes para la feminidad primaria, sin excluir el análisis de los derivados de la envidia
al pene.
El género es un concepto contemporáneo y lo primero que intentaré considerar es si el género es sinónimo
de feminidad primaria.
Elise sugiere que deberíamos utilizar el término de mujer (femaleness) basándonos en el cuerpo femenino y
reservar el término feminidad primaria para las identificaciones e identidad de género femenino. Sin
embargo, Elise obseva que "en realidad nunca puede separarse un sentimiento primario de
mujer [femaleness] de los significados sociales del género".
La identidad nuclear de género se establece antes de que la niña conciba la diferencia de sexos. La niñita
sabe que su cuerpo es el mismo que el de su madre y diferente del del padre, es decir, tiene representaciones
de su cuerpo femenino, representaciones que conforman su identidad de género, previa a la diferencia entre
ambos sexos.
El núcleo de la idea del género es que tanto varones como niñas reconocen y se identifican con el padre y
la madre, respectivamente, y son reconocidos e identificados por el madre y la madre como niño o niña igual
o diferente de ellos mismos antes de que el niño/a llegue a ser consciente de la diferencia sexual. Esta idea
está basada en una estructura intersubjetiva que configura la feminidad y masculinidad del nacimiento hasta
la etapa adulta, puesto que los rasgos masculinos y femeninos están psicológicamente abiertos y la identidad
cambia a lo largo de la vida.
Si la figura de la madre como madre enferma se entiende como una representación resultante de su rivalidad
destructiva, esto puede llevar a las mujeres -que no desean reproducir este modelo de género femenino- a
sentirse culpables por abandonar a la madre.
La discriminación entre la relación con la madre y la madre como modelo de género permite conservar las
representaciones maternas internas como un vínculo de apego seguro, aun cuando no se reproduzca el
modelo de feminidad ofrecido por la madre.
Podríamos preguntarnos si en la actualidad la maternidad no es un gran dilema para una mujer madura; por
qué tendrían que pensar que es una cuestión de confusión respecto a su identidad que guarda relación con
los hombres. La ampliación de ideales del self femenino ha sido la causa por la que muchas mujeres que no
desean ser madres o que posponen la maternidad sientan que están en falta.
La decepción edípica tiene que ver con el mandato del modelo tradicional de feminidad: una vida dedicada
a los otros y sus consecuencias: dolores de cabeza y problemas somáticos.
El significado de la madre internalizada enferma y limitada podría representar lo opuesto de una mujer
envidiada por su vida sexual con el padre y el producto de sus triunfantes esfuerzos fálicos contra el
estereotipo de una persona devaluada. Significados en conexión con su self y el de la madre, con el género
femenino en su carácter de aspectos inferiores o devaluados, y no con su relación con los hombres: sea el
padre o el marido.
La teoría implícita de algunas autoras es considerar ciertas diferencias respecto del estereotipo de la
feminidad como "una mayor adherencia a su feminidad desvitalizada y la triste ironía es que 'teniéndolo
todo' no tiene nada de importancia o satisfacción real". De modo que, desde una perspectiva
contemporánea de la feminidad, lo que implica la integración en la identidad femenina de aspectos
tradicionalmente masculinos, que le generan mayor satisfacción y valor para sí misma.
Si vamos a incorporar el concepto de género, necesitamos ampliar nuestra escucha y sintonizar más con el
modo en que las mujeres hablan de las restricciones de su self, las dificultades que afrontan cuando deciden
diferenciarse del modelo materno tradicional y la importancia de comprender y separar estas ansiedades de
los conflictos edípicos. Esta orientación podría ayudar en el tratamiento a liberarlas de preocupaciones
somáticas y corporales.
Creo que la teoría implícita que hace difícil asimilar plenamente las perspectivas contemporáneas sobre el
desarrollo femenino está basada en la idea de que el género es una cuestión sociológica, no pudiendo
considerarse que se trata de una estructura amplia y compleja del self configurada desde su comienzo en el
intercambio intersubjetivo inconsciente del niño/a con sus figuras parentales.
Desde esta perspectiva es desde la que considero que el concepto de género, tiene un lugar propio e
ineludible en el seno del psicoanálisis.
Características definitorias
Como cualquier otra relación humana, la entrevista puede definirse a partir de la tarea que se propone, de
sus objetivos. Estos están siempre presentes y, aunque no se los explicite ni se los reconozca formalmente,
gravitan, cuando no deciden, el curso de la relación.
Los objetivos, a su vez, se rigen por pautas, pautas que siempre existen aunque no se las reconozca. Por esto
se hace necesario definir siempre explícitamente las pautas al comienzo de la entrevista, más allá de que se
advierta o no alguna duda por parte de la persona entrevistada.
Los objetivos de la entrevista son radicalmente distintos de los de la psicoterapia. En un caso, el objetivo es
orientar a una persona hacía una determinada actividad terapéutica; en el otro, se realiza lo que antes se
indicó. De modo que la primera condición es delimitar con rigor los fines de la entrevista.
Una norma básica de la entrevista, que en buena medida condiciona su técnica, es la de facilitar al
entrevistado la libre expresión de sus procesos mentales, lo que nunca se logra en un encuadre forma] de
preguntas y respuestas. La relación que se procura establecer en la entrevista es la que da a] sujeto la mayor
libertad para explayarse, para mostrarse como es. De ahí que Bleger subraye la gran diferencia entre
anamnesis, interrogatorio y entrevista. El interrogatorio tiene un objetivo más simple, rescatar información.
La entrevista, en cambio, pretende ver cómo funciona un individuo, y no cómo dice que funciona. El
interrogatorio quiere averiguar lo que el entrevistado sabe, lo que le es conciente. La entrevista psicológica
parte, en cambio, de otro supuesto; quiere indagar lo que el entrevistado no sabe, de modo que, sin
descalificar lo que él nos pueda decir, más va a ilustrarnos lo que podamos observar en el curso de la
interacción que promueve la entrevista.
La entrevista psicológica es, pues, una tarea con objetivos y técnica determinados, que se propone orientar
al entrevistado en cuanto a su salud mental y al tratamiento que mejor pueda convenirle, si eventualmente
le hace falta.
Así delimitada, la entrevista psicológica persigue objetivos que se refieren al que consulta; pero también
puede abarcar otras finalidades, si fuera otro el destinatario de sus resultados.
Hay otra característica de la entrevista que para Bleger tiene valor definitorio, y es la investigación: la
entrevista es un instrumento que, al par que aplica el conocimiento psicológico, sirve también para ponerlo
a prueba.
El campo de la entrevista
La entrevista configura un campo, lo que para Bleger significa que «entre los participantes se estructura una
relación de la cual depende todo lo que en ella acontece». La primera regla consiste en procurar que este
campo se configure especialmente por las variables que dependen del entrevistado. Para que esto se
Psicología Clínica 2022 Autor: Francisco Escudero
cumpla, la entrevista debe contar con un encuadre, donde se juntan las constantes de tiempo y lugar, el
papel de ambos participantes y los objetivos que se persiguen.
Para Bleger, «campo» tiene un sentido preciso, el de un ámbito adecuado para que el entrevistado haga su
juego. Para lograrlo, el entrevistador trata de participar lo menos posible, de modo que tanto mejor está el
campo cuanto menos participe. Esto no significa, por cierto, que no participe o pretenda quedar afuera, sino
que deja la iniciativa al otro, al entrevistado. Por observador participante yo entiendo aquel que mantiene
una actitud que lo reconoce en el campo como un interlocutor que no propone temas ni hace sugerencias y
frente al cual el entrevistado debe reaccionar sin que se le dé otro estímulo que el de la presencia, ni otra
intención que la de llevar adelante la tarea.
En resumen, el entrevistador participa y condiciona el fenómeno que observa y, como dice Bleger con su
precisión característica, «la máxima objetividad que podemos lograr sólo se alcanza cuando se incorpora al
sujeto observador como una de las variables del campo».
Esta actitud es la más conveniente para alcanzar los fines propuestos. Si nos involucramos más allá que lo
que nuestra posición de observador participante dictamina, sea preguntando demasiado (interrogatorio),
dando apoyo, expresando manifiesta simpatía, dando opiniones o hablando de nosotros mismos, vamos a
desvirtuar el sentido de la entrevista, convirtiéndola en un diálogo formal.
La alternativa interrogatorio o entrevista, sin embargo, no debe ser considerada como un dilema inevitable,
y es parte de nuestro arte amalgamarlos y complementarlos.
Con respecto a la angustia inicial de la entrevista, corresponde aceptarla y no interferirla; pero no si es el
artefacto de una actitud de excesiva reserva del entrevistador. El entrevistado dio el primer paso al venir, y
es lógico (y humano) que el entrevistador dé el siguiente con una pregunta (neutra y convencional) sobre los
motivos de la consulta, para romper el hielo.
Encuadre de la entrevista
El proceso psicoanalítico sólo puede darse en un determinado encuadre. También la entrevista tiene su
encuadre, que no puede ser otro que el marcado por su objetivo, en decir, recoger información del
entrevistado para decidir si necesita tratamiento y cuál es el de elección. Ahora bien, el encuadre se
constituye cuando algunas variables se fijan como constantes. A partir de este momento y de esa decisión
se configura el campo y se hace posible la tarea.
En la entrevista están por igual comprometidos entrevistado y entrevistador. El «instrumento» del
psicoanalista es su mente, de modo que en la entrevista nosotros vamos a investigar en qué forma se
conduce el entrevistado frente a sus semejantes, sin perder de vista que nosotros mismos somos el
semejante con el cual esta persona se tiene que relacionar.
El encuadre de la entrevista supone fijar como constantes las variables de tiempo y lugar, estipulando ciertas
normas que delimitan los papeles de entrevistado y entrevistador con arreglo a la tarea que se va a realizar.
El analizado debe saber que la entrevista tiene la finalidad de responder a una consulta suya sobre su salud
mental y sus problemas, para ver si necesita un tratamiento especial y cuál debería ser ese posible
tratamiento. Esto define una diferencia en la actitud de ambos participantes, ya que uno tendrá que mostrar
abiertamente lo que le pasa, lo que piensa y siente, mientras el otro tendrá que facilitarle esa tarea y
evaluarlo.
La situación es, pues, asimétrica, y esto surge necesariamente de la función de cada uno, hasta el punto que
no es preciso señalarlo sistemáticamente. Una actitud reservada pero cordial, contenida y continente pero
no distante forma parte del rol del entrevistador.
Psicología Clínica 2022 Autor: Francisco Escudero
La entrevista se realiza siempre cara a cara. Por esto es preferible que los dos participantes se sienten frente
a un escritorio o, mejor aún, en dos sillones dispuestos simétricamente en un ángulo tal que les permita
mirarse o desviar la m irada en forma natural y confortable.
Para iniciar la reunión pueden solicitarse, por de pronto, los datos de identidad del entrevistado, luego de lo
cual se le indicará el tiempo que durará la entrevista, la posibilidad de que no sea la única, y se lo invitará a
hablar. La entrevista no responde, por cierto, a la regla de la asociación libre, como la sesión psicoanalítica.
Técnicas de la entrevista
La técnica de la entrevista es propia y singular, distinta de la de la sesión de psicoanálisis o de psicoterapia.
No sólo los objetivos de una y otra son distintos sino también los instrumentos, ya que la asociación libre no
se propone y la interpretación se reserva para situaciones especiales.
Sin recurrir a la asociación libre, que de hecho requiere otro encuadre que el de la entrevista y sólo se justifica
cuando tiene su contrapartida en la interpretación, podemos obtener los informes necesarios con una
técnica no directiva que deje al entrevistado la iniciativa y lo ayude discretamente en los momentos difíciles.
Un simple mensaje preverbal, como asentir ligeramente con la cabeza, mirar amablemente o formular algún
comentario neutro es, por lo general, suficiente para que el entrevistado restablezca la interrumpida
comunicación.
Lo mismo se logra con la vieja técnica de repetir en forma neutra o levemente interrogativa las últimas
palabras del entrevistado.
De al interpretación en la entrevista
Hemos dicho repetidamente que es necesario y conveniente discriminar entre la entrevista y la sesión de
psicoterapia. Digamos ahora que una diferencia notoria entre ellas es que en la entrevista no operamos con
la interpretación.
Liberman entiende que el setting de la entrevista no autoriza el empleo de ese instrumento y también
porque quiere destacar la entrevista como lo que él llama una experiencia contrastante, que justamente le
haga comprender al sujeto, cuando se analice la diferencia entre aquello y esto. Si el contraste no se logra,
Liberman teme que las primeras interpretaciones de la trasferencia negativa sean decodificadas como juicios
de valor del analista. La diferencia entre lo que pasó antes y lo que pasa ahora, en la sesión, le da al analizado
la posibilidad de entender el sentido del análisis como una experiencia no convencional en que el analista
no opina sino interpreta.
Bleger considera que hay casos determinados y precisos en que la interpretación es pertinente y necesaria,
«sobre todo cada vez que la comunicación tienda a interrumpirse o distorsionarse». Por esto Bleger dice que
el alcance óptimo es la entrevista operativa, cuando el problema que el entrevistado plantea se logra
esclarecer en la form a en que concretamente se materializa en la entrevista.
La interpretación en la entrevista es legítima si apunta a remover un obstáculo concreto a la tarea que se
está realizando. No la empleo nunca, en cambio, para modificar la estructura del entrevistado, simplemente
porque ese no es el propósito de la entrevista ni lo que el entrevistado necesita. El sujeto no viene a adquirir
insight de sus conflictos sino a cumplimentar una tarea que lo informe sobre un tema concreto y
circunscripto, si debe hacer un tratamiento y qué tratamiento le conviene.
Psicología Clínica 2022 Autor: Francisco Escudero
En resumen, el famoso y controvertido problema de interpretar durante la entrevista debe resolverse
teniendo en cuenta los objetivos que nos proponemos y el material a nuestro alcance. No debe resolverse
lisa y llanamente por sí o por no.
Evolución de la entrevista
La entrevista tiene una evolución y de ella podemos derivar valiosas predicciones. En cuanto experiencia
previa al tratamiento psicoanalítico, la entrevista informa sobre hechos fundamentales. El analista, por de
pronto, fijará el criterio de analizabilidad de esa persona con respecto a sí mismo; el futuro paciente, por su
parte, saldrá de la entrevista con una experiencia que, a su debido tiempo, podrá contrastar con la sesión
para obtener una primera comprensión del método psicoanalítico. La entrevista, pues, nos permite evaluar
lo que podemos esperar del potencial analizado y, recíprocamente, qué necesitará él de nosotros.
Esta evolución puede darse desde luego en una sola entrevista; pero es más posible y detectable en dos. Hay
que tener en cuenta, además, que el entrevistado cambia por lo general de una a otra entrevista y el
entrevistador mismo puede cambiar y aun reponerse del impacto que puede haberle significado el primer
encuentro. Por último, es conveniente darle al entrevistado un tiempo para pensar su experiencia, antes de
doria por terminada.
Cuando hablamos de la entrevista, pues, nos estamos refiriendo a una unidad funcional. En general nunca
debe hacerse una sola, sino todas las que sean necesarias para cumplir con la tarea emprendida. En resumen,
conviene pues decir de entrada que esa entrevista no será la única y eventualmente hacer hincapié en que
las entrevistas no son un tratamiento.
Psicología Clínica 2022 Autor: Francisco Escudero
Durante las entrevistas tenemos oportunidad de estudiar algunas de las crisis vitales que atravesó el
entrevistado en el curso de su vida, y la que más nos interesa, la actual, la que necesariamente atraviesa el
sujeto durante la época en que consulta. Si no logramos detectar esta crisis vital con sus elementos
inconcientes e infantiles corremos el riesgo de empezar un análisis a ciegas.
Decidido partidario de la pareja analítica, Liberman utiliza las entrevistas para evaluar hasta qué punto la interacción
que se establece entre entrevistador y entrevistado será curativa o iatrògena. En el primer caso asumiremos la tarea
que se nos propone, esto es, elegiremos a nuestro paciente; en el segundo sabremos descalificarnos a tiempo, para
darle al entrevistado «una nueva oportunidad remitiéndolo a otra persona con quien consideremos que sí puede tener
una conjunción de factores que hagan más favorables las condiciones para que se desarrolle un proceso
psicoanalítico».
Si durante las entrevistas se reproduce una crisis vital y, paradigmáticamente, la que está cursando el
entrevistado, la que en alguna manera lo llevó a la consulta, y esa crisis se resuelve bien, hay derecho a
suponer que el curso de ese análisis va a seguir ese modelo favorable. El isomorfismo entre los motivos de
la consulta y los conflictos que realmente tiene el paciente sientan también un pronóstico auspicioso. Del
mismo modo, cuanta mayor capacidad tenga el analista para captar los mecanismos de defensa movilizados
por el paciente, en mejores condiciones estará para tratarlo, lo mismo que si en el curso de las entrevistas
esos mecanismos cambian.
Si no hay isomorfismo entre los motivos que el sujeto aduce y sus verdaderos conflictos, lo único que se
puede inferir es que ese paciente está muy perturbado. Viceversa, cuando el analista capta rápida y
penetrantemente los mecanismos de defensa de su paciente potencial, puede inferirse que es un analista
competente; pero habría todavía que probar que esa competencia depende de un sistema de comunicación
específico entre ambos, porque de no ser así estaríamos d. nuevo frente al hecho trivial de que la mejor
pareja se alcanza cuando с paciente distorsiona poco y el analista comprende mucho.
Si después de terminada una entrevista me digo que me gustaría analizar a este tipo o, viceversa, que no me
gustaría, pienso que se me ha planteado un problema de contratrasferencia que tengo que resolver. No hay
duda que derivarlo, si me resulta desagradable, le ofrece a mi desdichado persónate la posibilidad de
encontrar un analista que simpatice más con él de entrada; pero no resuelve el problema de los sentimientos
que despierta en los otros. El tema surgirá fatalmente en el análisis y sólo allí podrá resolvérselo.
Yo creo, finalmente, que el problema de la pareja analítica parte siempre del error de pensar que la relación
entre analizado y analista es simétrica. Se olvida que, por muchos problemas que el analista tenga y por
mucho que lo afecte su insalubre profesión, está también protegido por su encuadre. La diferencia entre la
habilidad del analista y su psicopatología no radica simplemente en el énfasis con que se plantea esta opción
dilemática, dado que de nada valdrá una buena capacidad para analizar que esté vinculada radicalmente con
la psicopatología del analista. El destino de la relación analítica se define por la psicopatología del paciente
y por las cualidades del analista.
Al abandonar la idea de la pareja, renuncio a la posibilidad de hacer predicciones acerca de cómo va a influir
en el proceso el específico vínculo entre un determinado analista y un determinado analizado; pero lo hago
porque considero que la variable en estudio es ilusoria, o tan compleja que no puede considerársela
válidamente.
Psicología Clínica 2022 Autor: Francisco Escudero
La entrevista de derivación
La entrevista de derivación es por de pronto más compleja que la otra, ya que debemos obtener de ella una
información suficiente para sentar una indicación y, al mismo tiempo, evitar que el entrevistado se ligue demasiado a
nosotros, lo que puede poner en peligro nuestro propósito de mandarlo a un colega. Hay todavía una tercera dificultad
en este tipo de entrevista, y es la prudencia con que se deben recibir los informes (cuando no las confesiones) y recabar
datos de alguien que, por definición, no va a ser nuestro analizado.
El entrevistador en estos casos debe dar un solo nombre, para que no se refuerce en el entrevistado la idea de que es
él quien entrevista.
Acostumbro a pedirle, al mismo tiempo, que me comunique cómo le fue en la entrevista que va a realizar y
quedo a sus órdenes para cualquier dificultad que pudiera surgir. Con esto dejo abierta la posibilidad de que
vuelva a llamarme si no le gusta el analista al que lo mandé, sin reforzar sus mecanismos maníacos, ni
fomentar una reversión de la perspectiva.
Yo creo que el futuro analizado elige de hecho y de derecho a su analista, aunque bien sé que la mayoría de
las veces lo hace por motivos muy pocos racionales; y sé qué poco podemos hacer para evitarlo.
La devolución
Todos los analistas coinciden en que al término del ciclo de las entrevistas algo tenemos que decir al
entrevistado para fundar nuestra indicación.
La devolución no debe ir más allá del objetivo básico de la tarea realizada, esto es, aconsejar al entrevistado
el tratamiento más conveniente, la indicación con sus fundamentos, siempre muy sucintos.
En realidad, y sin considerar la curiosidad normal o patológica, los motivos que sientan la indicación en
principio no están dentro de lo que el paciente necesita saber.
Encuadre
Como toda tarea clínica, el psicodiagnóstico parte de un encuadre. Este permitiría que el entrevistado
configure el campo, al mantenerse constantes las variables del entrevistador.
En la primera entrevista tenemos que decidir que encuadre elegir: según la edad y el motivo de consulta del
entrevistado, podrá ser más o menos estricto.
El encuadre incluye la modalidad y objetos del trabajo, la duración, el lugar, los horarios, honorarios y el rol
de cada uno durante el proceso. Será explicitado por el psicodiagnosticador al final de la primera entrevista,
teniendo en cuenta: su actitud, técnica profesional y los objetivos de la tarea.
Nuestro rol será el de un observador no participante durante las primeras entrevistas, hora de juego y
administración de los tests; pero se transformará en activo en la entrevista final, donde le daremos al
entrevistado nuestra opinión sobre lo que le sucede. Al final de la primera entrevista debemos explicarle al
sujeto o a sus padres, que en los próximos encuentros tendrá que jugar, hacer dibujos, o inventar historias
y que luego nos reuniremos para conversar acerca de los resultados.
La psicopatología infantil presenta particularidades: los niños combinan diferentes funcionamientos y varían
con facilidad de uno a otro. Es muy frecuente que aquello que presente no sea estrictamente síntomas, sino
trastornos en la estructuración psíquica, en un recorrido estructurante y reestructurante.
Prefiero que queden preguntas sin respuesta a que todo parezca concluido, a que se vayan con la ilusión de
que ya está todo dicho.
Por otra parte, consultar por un hijo implica generalmente una herida narcisista. Herida que genera dolor.
Un sinfín de ilusiones se derrumban. Ilusión de un hijo perfecto producto de padres ideales. Ilusión de que
el modelo de niño se personifique y que colme y calme toda angustia.
¿Quiénes consultan?
La primera entrevista en la consulta por un niño es generalmente con los padres.
Si pensamos las entrevistas con los padres como anamnesis, al estilo médico, como un lugar para recabar
datos, siguiendo un cuestionario prefijado, estaremos operando con una teoría de la historia como
acumulativa, con una idea de la constitución psíquica que nos lleva a buscar “hechos” traumáticos.
Estaremos suponiendo un registro “objetivo” de sucesos y, por consiguiente, que los padres funcionan a
pura conciencia.
Si pensamos que la historia es una construcción retrospectiva de los acontecimientos pasados, que el
psiquismo se va estructurando y signado por vivencias que dejan huellas y que estas se enlazan y reorganizan
de acuerdo a legalidades diferentes, que cuando madre y padre hablan, Ello, Yo y Superyó están en juego,
que aquellos que preguntan, piden y se quejan, están a su vez marcados en una cadena de repeticiones,
tendremos que pensar que los padres también son consultantes y tendremos que escucharlos
psicoanalíticamente.
Los padres son sujetos escindidos y las relaciones padre-hijo están inevitablemente marcadas por las
pasiones y por el narcisismo.
Cada suceso cobra sentido en tanto recuerdo ligado a otros recuerdos. Entonces, embarazo y parto,
alimentación y control de esfínteres, se enlazarán a las pasiones, a los conflictos, a las esperanzas y a las
decepciones que marcan los avatares de la relación, irrepetible en su repetición, de esos padres con ese hijo.
Ellos propondrán la secuencia y, si son escuchados, encadenarán el fracaso escolar a la muerte del abuelo o
a las peleas conyugales o al recuerdo de la propia escolaridad.
Cuánto tiempo tomó el pecho, cuándo fue el control de esfínteres, son datos que podemos preguntar, pero
si lo hacemos de inicio, en la primera entrevista, obturamos la posibilidad de que esos elementos aparezcan
en un relato en el que se anuden a afectos y a otros recuerdos.
Psicología Clínica 2022 Autor: Francisco Escudero
Entonces, la historia que armen será fundamental, en tanto son ellos los que pueden recordar lo que en el
niño es huella sin palaras, pero fundamentalmente porque es la historia que han construido sobre ese niño
y sobre ese vínculo, la historia que le transmiten al hijo, el armado que han podido hacer, que muchas veces
es fragmentario, contradictorio y que suele ir variando a lo largo de las entrevistas.
También hay que tener en cuenta que el padre y la madre suelen relatar historias distintas, acompañadas
de diferentes matices afectivos.
Podremos descubrir qué lugar ocupa este niño, con quién lo identifican, con quiénes se identifica, cómo se
da en esa familia la transmisión de fantasías, la comunicación de inconsciente a inconsciente, de
preconsciente a preconsciente, el contagio afectivo, las defensas predominantes.
Y a la ve la historia que han armado, esa suerte de elaboración secundaria de lo vivido, organizará, dará
forma a las huellas mnémicas del niño, a lo que en él se viene inscribiendo.
En las primeras entrevistas se van abriendo vías, y ciertas conexiones van quedando al descubierto. Los
señalamientos hechos por el analista, así como aquello que ellos “se” escuchan por primera vez, marcan la
apertura del trabajo analítico.
Psicología Clínica 2022 Autor: Francisco Escudero
Como psicoanalistas, debemos partir de la idea de que el otro es, fundamentalmente, otro sujeto, un
desconocido que podrá evocar en nosotros ciertos sentimientos, ciertas historias pasadas, ciertos personajes
de nuestra vida, pero que, ante todo, es otro semejante diferente, alguien que nos habla, como puede, de
su sufrimiento.
Las entrevistas abiertas permiten encuadrar la relación en un marco psicoanalítico, posibilitando el trabajo
posterior. Así queda iniciado un camino en el que se podrá investigar la historia de cada uno de los padres,
la historia como pareja, las representaciones que sostienen de sí mismos y de sus hijos y las fantasías que
albergan sobre la maternidad y la paternidad. Se les propone un espacio en el que pueden asociar, recordar,
pensar, en el cual son escuchados sin prejuicios ni mandatos.
Con los padres, deberemos evaluar si pueden historizar la vida del niño, fantasear sobre su futuro, a la vez
que ubicarlo como ser pasible de modificaciones, logros, avances y como sujeto que sufre. Cuando esto no
se da, iremos ayudando a construir esa representación de “otro”.
En el vínculo padres-hijos se ponen en juego, en algunos casos, los ideales de ideal del yo, los proyectos
inconclusos. Se espera que el niño cumpla lo que los padres no pudieron hacer. Hay allí una idea de futuro.
Son consultas en las que prima la desesperación, las sensaciones de fractura narcisista y es fundamental
escucharlos a ellos, registrar lo que sienten, las sensaciones de desvalimiento que los inunda. Podemos
pensar que en estos casos el funcionamiento de los padres es predominio narcisista. No pueden descentrarse
de sí y pensar al niño como un ser sufriente, en tanto están inundados por un dolor desbordante frente a un
hijo al que viven como un extraño. Los afectos predominantes son la desesperación, el odio, la culpa. Es
imprescindible entonces, con ellos ubicarlos como sujetos escindidos, muchas veces desgarrados, que
sienten un dolor intolerable.
Otra meta en el trabajo con estos padres es desarmar las certezas en relación al hijo. Muchas veces, este
trabajo se realiza paralelamente al trabajo con el niño.
En cada uno de estos casos, el trabajo psicoanalítico con los padres será diferente. En tanto lo que predomine
sea el narcisismo materno-paterno, ellos serán el centro de la escena, los protagonistas a los que habrá que
contener, organizar, sostener y, sobre todo, escuchar, ligando su discurso con sus angustias, sus temores y
sus deseos, ayudándoles a hacer un reordenamiento de sus ejes identificatorios en el lugar que se dan a sí
mismos y le dan al otro. Las intervenciones se centrarán en su sufrimiento y en el modo en que repiten
pedazos de su historia.
Entrevistas “abiertas”
Las entrevistas de inicio implican una escucha activa, que muestra un analista atento a todo lo que se dice y
hace, interesado en lo que se transmite y que sigue el decurso de aquello que proponen los consultantes.
Nadie comunica de entrada los ejes fundamentales de sus padecimientos, pero sí da algunas líneas de
aproximación a ellos.
En aquello que los padres transmiten será fundamental tener en cuenta cómo se posiciona cada uno frente
al padecer del niño y ante la situación, siempre difícil, de pedir ayuda para un hijo.
Desde la teoría psicoanalítica, sabemos que los padres no inciden a través de hechos “puros” sino que sus
conductas son efecto de transacciones entre los deseos inconscientes, las prohibiciones, los mandatos
sociales y los ideales transmitidos a través de las generaciones.
Las entrevistas preliminares son fundamentales para “abrir el juego”, para tirar las líneas directrices de lo
que después se va a ir dando a lo largo del tratamiento.
Planteado esto es posible afirmar que sería imposible codificar las primeras entrevistas o hacer enunciados
generales o plantear número de entrevistas con los padres y con el niño, y ni siquiera pautar rígidamente la
sucesión de las mismas.
Resumiendo: 1) los padres son, también ellos, consultantes; 2) hay que tener en cuenta, con el niño mismo,
que puede necesitar intervenciones que sean estructurantes. Es decir, hay consultas en las que el problema
no es el retorno de lo reprimido sino la falla en la estructuración psíquica, ya sea en la estabilización de la
represión primaria, en la erotización, en la constitución del yo de placer… Entonces deberemos pensar
intervenciones que sean estructurantes del psiquismo.
El niño es un sujeto en crecimiento; por ende, instituir como permanente y quieto aquello que está en
proceso de cambio puede ser iatrogénico. Tener eso en cuenta es fundamental en estos movimientos de
apertura.
Psicología Clínica 2022 Autor: Francisco Escudero
La evaluación clínica desde el modelo psicodinámico. El proceso
psicodiagnóstico en niños y adolescentes – Jorge
Introducción
La evaluación clínica Implica un proceso de recoger y organizar la información acerca de una persona, para
lograr una mejor compresión de ella y poder hacer alguna predicción acerca de su conducta futura.
Las variables que conforman el objeto de estudio serían los procesos y contenidos inconscientes.
Tabla de momentos:
Psicología Clínica 2022 Autor: Francisco Escudero
Niños muy pequeños, infantes: su presencia directa, lógicamente, es excepcional, no así su presencia
en el discurso. Aquí el trabajo del que se trata es, primordialmente, el de la construcción del cuerpo
y la posibilidad de intervención analítica sobre las funciones tiene una importancia capital.
Niños con imagos: Tosquelles señala la diferencia decisiva entre el niño que ya cuenta con la
posibilidad de producción propia de imagos para sostenerse y aquel que aún no. Lo que ya asigna
una función específica a la cura analítica, cuando encontramos niños con déficits en dicha
producción. El trabajo de este niño concierne a la separación del Otro primordial, al dominio de la
angustia y de la culpabilidad que esto genera, conjuntamente con el florecimiento de su sexualidad
polimorfa y las primeras manifestaciones concretas de tipo edípico. El trabajo en que encontramos a
este niño comprometido es el de destete, a condición de dejarle a este término todas sus resonancias
metafóricas, que van mucho más allá de la pulsión oral.
El niño “edípico” clásico: tiempo de primera gran resignificación de experiencias tempranas y en que
cobran cierto grado de estabilización las teorías sexuales, esto es, los mitos individuales del pequeño
sujeto. Tiempo también en que la diferencia que va de la madre al padre debe radicalizarse. El
analista suele encontrar a este niño en la tarea de posicionarse sexualmente. Tiempo en fin en que
se construye y estabiliza esa transformación de la angustia tan clave localizada por Freud como
angustia-señal por lo cual, cualquier fallo apreciable en el desarrollo previo de la simbolización afecta
su montaje, poniéndose de relieve ahora como fallo.
El niño latente: en mi opinión, una instancia decisiva la constituye aquí la primera desfamiliarización
del sujeto y no sorprenderá la frecuencia con que la escuela se constituye en el factor
desencadenante derivador. Desde este punto clave deben pensarse el redescubrimiento pulsional
por la represión en el que tanto ha insistido desde siempre el PSA y la consolidación de todo lo que
pueda llamarse proceso secundario. El analista se tropieza aquí con un primer extrañamiento entre
el niño y lo que el PSA le propone. Aquel está comprometido radicalmente en asentar el proceso
secundario tomando distancia con respecto a los modos del imaginario que hasta entonces más o
menos lo envolvía. El PSA propone desarmar aquello que apenas se está cimentando. De aquí la
importancia que toma la espera del analista.
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Púber, adolescente temprano: la metamorfosis corporal, en todas las resonancias que “corporal”
tiene en la textualidad analítica, el retorno en espiral de todos los modos de angustia, castración y
fragmentación como primus inter pares, la crisis en todas las referencias identificatorias que venían
ofreciendo un mapa más o menos seguros, la identidad repreguntada, los “tres duelos”. Me parece
que la clave del proceso adolescente reside en que lo extra-familiar devenga más importante que el
campo familiar, incluso y sobre todo en términos de economía libidinal, lo que propongo entonces
designar como “la segunda” gran desfamiliarización del sujeto. Una de las claves está en poder
simbolizarse como extraño apoyado en su extrañamiento corporal.
Adolescente tardío: Se constituye una dimensión de desencuentro entre un analista que no está de
acuerdo y un paciente que a la vez que agradecido insiste en que tiene que parar; en este punto es
característico que aparezca una determinada tarea que el o la joven quiere encarar en el “mundo
exterior” al análisis.
Por segunda vez, y aún intensificado con respecto al latente, los objetivos del sujeto en tratamiento,
o que viene a consultarnos, están en secreta contradicción con los fines del análisis, por menos con
los fines inmediatos del análisis. El trabajo más importante al que el adolescente se halla abocado es
de cierta consolidación. Exige montar una especie de “versión definitiva” de ciertas cosas, inclusive y
sobre todo de la configuración sintomática que pueda tener. Pero entonces nuestra invitación a “des-
ser” sólo puede ser soportada por el paciente, concentrado en ser de un modo en que pasablemente
pueda reconocerse en el Otro en tanto social, durante cierto lapso.
Esta precaria puntuación tiene que sostenerse en dos supuestos teóricos que ahora tengo que examinar. El
primero concierne a una teoría de la salud. El otro, a qué concepción de niño se maneje.
Por lo que hace al primero, pienso que le guste o no, el analista tiene cierta teoría de la salud que se pone
en cato, interprete, piense o escriba. Lo único elegible es llevarla implícita, o mejor dicho renegada, con el
agravante de que en esta condición dispondrá de respuestas más bien que de preguntas, o sacarla a la luz,
lo que parece mucho más acorde con la ética del PSA y con su antigua, nuclear, observación de que lo no-
dicho daña. El acto teórico primordial es introducir esta palabra: salud, en el campo del debate teórico, antes
que “definirla”.
El PSA dispone ya de conceptualizaciones importantes para pensar la cuestión. Empezaría por usar de la
tajante distinción que Winnicott traza: la pareja salud/normalidad y que es el único punto de partida posible
para un encaramiento psicoanalítico del problema.
La hiancia que separa salud de normalidad es más manifiesta en el niño, en comparación al adulto donde la
brecha se tiende a suturar mediante el recubrimiento ideológico de la primera por la segunda.
En tanto al segundo supuesto, las transformaciones en el concepto de Inc., o sea, a nivel del objeto mismo
del PSA, han traído, como uno de sus efectos, virajes en qué semas específicos de “niño” nuestra disciplina
recorta. La primera figura de niño en PSA es el “perverso polimorfo”, por lo demás un niño reconstruido
desde el adulto en tratamiento. No es contingente que la segunda figura, producto ahora del contacto
analítico sostenido y regular con los chicos, haga hincapié en la ansiedad: se trata del niño de las ansiedades
y defensas, por una parte, a la vez que del niño hacedor de fantasías. Lo que yo llamaría la tercera
concepción, en cuyo seno nos encontramos, piensa al niño como un ser al “borde de la angustia
inconcebible” lo cual de inmediato introduce la problemática del Otro en una multiplicidad de resonancias
que van desde el cuerpo materno al lenguaje en el marco de la cuestión de fondo: paso “delo Real al
Significante”, y por ende, inventario de los fallos y modulaciones que el trabajo clínico registra en esta
epopeya de la ontogénesis. Los otros dos “niños” no han muerto, quedan reintegrados en un plateo que
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estimo más amplio y que sigue con más minuciosidad los trabajosos caminos de la terapia psicoanalítica.
Desde esta perspectiva, entonces, encararé ahora el campo clínico en niñez y adolescencia.
Ya es tiempo de introducir el segundo eje, el de la psicopatología, aunque no trataré aquí de penetrar en el
detalle de cada formación particular.
Aquí también mi primer paso es hacer un inventario más o menos aproximativo:
Psicosis esquizofrénicas: campo extremadamente crítico y por lo mismo fecundo para el analista y las
consideraciones concernientes a su posición, campo donde la “invención” es obligada en un grado
posiblemente no igualado por otras formaciones clínicas.
Trastornos narcisistas no psicóticos (TNNP): de mucha importancia teórica, por otro lo que nos
enseña sobre la espacialidad inconsciente y el cuerpo de ella involucrado. Campo además donde la
respuesta clínica al PSA suele ser excelente.
Debilidad mental: es común se la involucre psicopatológicamente por como retroactua sobre ella el
discurso familiar.
Depresiones: bajo este término involucro una gama de muy distinta gravedad, a mi entender, uno de
los “destinos” más frecuentados en nuestro medio, en mucha mayor medida que lo que solemos
interesarnos en el tema, afectado últimamente por posiciones en exceso formalistas.
Tendencia antisocial y su derivación en psicopatía: es importante aquí la diferencia que se introduce
cuando su montaje empieza a redituar beneficios secundarios, ganancia que la caracteropatiza.
Caracteropatías: creo fecundo pensarlas en la perspectiva de tempranas “alteraciones del yo” cuyos
efectos demoran o toman su tiempo percibirse. Por eso mismo prefiero extender su denotación para
permitirle abarcar distintos y difusos modos de trastornos de identidad, muy importantes en la clínica
con el adolescente, así como toda la rica problemática del falso self.
Trastornos psicosomáticos: conforman una gama de afecciones extremadamente variable en cuanto
a la frecuencia y también en el grado de irreversibilidad del trastorno. Una de las complicaciones del
análisis en estos casos la constituye la resistencia familiar a pensar más allá de lo “orgánico”, de ahí
que un apoyo fundamental para que sea posible el tratamiento reside en la actitud y la “post-
ambivalencia” del pediatra que deriva hacia el PSA.
Perversiones: aquí creo que hay que introducir una diferenciación. Por un lado aquellas
perturbaciones en el desarrollo sexual del niño. Del otro, perturbaciones de naturaleza psicótica en
su unificación narcisista, a nivel del rasgo unario, siendo aquí el acto perverso de carácter
eminentemente restitutivo. Aquí el análisis sólo es posible si se toma “el toro por las astas”, o sea
yendo al punto del potencial psicótico al que la perversión contiene y no si el analista se queda
fascinado con el “complejo de castración”, que suele ocupar más lugar en la formación profesional.
En otros casos la edad más temprana o la mayor descompensación lleva a un trabajo más intenso
con la familia. Esto permite al psicoanalista una investigación más amplia de las funciones y de la
prehistoria.
Impulsiones: en particular la drogadicción, generalmente reservadas al ámbito de la pubertad y
adolescencia. El PSA choca aquí con enormes dificultades, no sólo por la forma de regresión
“maligna” que caracteriza al paciente sino, hablando en particular de nuestro medio, por la falta de
apoyatura institucional para sostener un tratamiento con un paciente que, sólo, no puede sostener
cosa alguna y con una familia donde la regla es que no haya interlocutor. Más favorable es la situación
cuando se trata de actuaciones impulsivas transitorias en neurosis o depresiones, en las primeras a
veces con un carácter de juego propio de la adolescencia. Lo que pasa es que en las impulsiones las
repercusiones de tipo social, como intervención policial y judicial, etc., a veces introducen más
complicaciones que cuando nos medimos con estallidos psicóticos.
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Conversiones clásicamente conocidas por “pre-genitales”: tics, tartamudeo, etc., caracterizadas por
lo “rebelde” del síntoma, duro de transformar, o de disolver.
Y en fin, campo de las neurosis: campo de alcance “clásico” del PSA. También aquí hay que tomar en
consideración un ámbito de dispersión, en el que se despliegan episodios neuróticos pasajeros, a la
manera de “crisis de crecimiento”, y no solamente durante la niñez sino en la misma pubertad y
adolescencia. En el tratamiento con adultos nos encontramos por lo general con formaciones ya
estabilizadas, con respecto a lo cual siempre llegamos tarde, mientras que en niñez y adolescencia
nos movemos en un campo muchísimo más fluido, psicopatológicamente, incluso, muy irregular con
respecto a “la otra” psicopatología, donde no es nada raro que tengamos la ocasión de asistir, y por
ende la chance de impedir, a la formación de una sintomatología.
Es una delimitación mucho más fértil aquella que agrupa a fenómenos susceptibles de curación espontánea
por parte de factores “inherentes a la vida” separándolos de aquellas formaciones clínicas para las que no
hay otra alternativa que un tratamiento. Aquí se podrían agrupar las neurosis, trastornos del carácter,
impulsiones, psicopatías adolescentes, autismo, psicosomáticas cronificadas, etc. Pero no es tan fácil trazar
límites estables, toda vez que prácticamente cada supuesto “cuadro” tiene sus expresiones episódicas, de
fase, y sus coagulaciones ya sujetas a un orden de repetición. He aquí un criterio clínico, una pregunta
decisiva: ¿Hay repetición? En términos generales, una primera regla clínica prudente sería la de no iniciar un
tratamiento cuando no viene ya con una marca de “por segunda vez”. Podemos también oponer aquella
gama de casos donde el analista puede trabajar en lo principal sólo con el niño o con el adolescente a aquella
otra donde tal cosa es imposible y/o inútil en tanto hay un trabajo por hacer a nivel de las funciones
parentales.
Sea lo que sea, la estructuración del psiquismo no es cosa solo de “el” niño.
Ya podemos introducir el concepto clave, tanto desde el punto de vista clínico como desde el punto de vista
teórico, que atraviesa de punta a cabo nuestra perspectiva en este campo. No es otro que el jugar, columna
vertebral por donde se lo considere, desde nuestras evaluaciones que lo toman como índice decisivo y que
siempre lo tienen en su punto de mira hasta la problemática más amplia del desarrollo simbólico del sujeto,
pues si hay algo que el PSA temprano puede demostrar y volver a demostrar es que no existe instancia en la
constitución humana que no pase por él, que no se realice a su través. Hasta el punto que aquello que no
pasa por el jugar o bien no se cumple como operación o se pseudoefectiviza. Me propongo que el jugar haga
de unificador de los diversos ejes teóricos que movilizo, en la medida en que todos se resignifican al
atravesarlo. El Inc. está estructurado como un jugar.
La evaluación puede definirse como el proceso de recopilar la información que será empleada como base
para la toma de decisiones por parte del evaluador o por aquellas personas a las que se les comunican los
resultados. La evaluación, por lo tanto, implica recopilar información, combinar, integrar y procesar esa
información y orientar en la toma de una decisión. Los objetivos de la evaluación son describir, explicar y
predecir, lo que lleva implícito establecer diferencias tanto intersujetos como intrasujetos, todo ello con
finalidades concretas, ya sean de investigación o de terapia.
Es importante señalar que no sólo debemos considerar en la evaluación los aspectos disfuncionales de quien
consulta, sino también sus recursos personales en las diferentes áreas. No se trata ya tan sólo de evaluar
falencias o problemas, sino también se plantea la necesidad de evaluar recursos.
Las operaciones de diagnóstico tropiezan con problemas adicionales difíciles de soslayar. Algunas
dificultades ser relacionan con el hecho de que los pacientes suelen “no calzar bien” en las categorías
diagnósticas, otras con la pobre conexión entre diagnóstico y psicoterapia, otras complicaciones se refieren
a sesgos en el diagnóstico derivados de teorías “estrechas” del clínico; otras, paradójicamente, derivan de
una ausencia de teoría por parte del clínico.
La evaluación cognitiva
A través de las cogniciones organizamos y damos un sentido a nuestra experiencia vital, por lo que el hombre
debe ser considerado un ser autoconsciente, activo y responsable, que no se halla inexorablemente ligado
a los condicionantes ambientales ni a la lucha por la mera adaptación pasiva al medio por la supervivencia,
sino que busca activamente conocimiento y que, por lo tanto, se halla en un proceso constante de
autoconstrucción, un ser que formula planes, posee objetivos, tiene recuerdos y no puede liberarse de
ciertos sesgos y prejuicios a la hora de realizar su propia elaboración de la realidad. Los procesos de búsqueda
y transformación de la información operan sobre representaciones internas de la realidad. Lo crucial es la
interpretación que el sujeto haga de las diversas situaciones, en función de las estructuras o esquemas de
conocimiento que haya construido.
Frente a una situación x, se activa un determinado esquema que procesa la información y le otorga un
significado o interpretación a dicha situación.
Estos esquemas son modelos internos o aspectos del sefl y del mundo a través de los cuales las persona
perciben, codifican y recuerdan la información.
El clínico cognitivo intenta conocer cómo elabora el cliente la información, así como el contenido de la
misma.
En relación a los instrumentos de evaluación, nos encontramos con una amplia variedad: la elección de uno
de ellos dependerá del objetivo de la evaluación.
Psicología Clínica 2022 Autor: Francisco Escudero
La entrevista clínica es el método más habitual de recoger información. Independientemente de si
se utilizan otras técnicas, nada puede reemplazar la versatilidad de la entrevista. El clínico cognitivo
recopilará información durante las entrevistas de las siguientes áreas:
Descripción del problema.
Historia y evolución del problema.
Problemas psicológicos anteriores.
Historial médico.
Historia personal.
Antecedentes familiares.
Personalidad.
Se emplean también las entrevistas semi-estructuradas, que tratan de guiar el conocimiento del
clínico a través de una cierta estructura, con el fin de obtener la información más pertinente, del
modo más completo posible.
Otro método para recolectar datos en el periodo inicial es el Cuestionario de Historia de Vida. Este
cuestionario contiene preguntas abiertas y cerradas, listado de síntomas, frases a completar, etc.,
abarcando las áreas biológicas, afectiva, cognitiva, conductual, social, etc.
Los autoinformes presentan la ventaja que en un periodo breve de tiempo se pueden comprobar las
hipótesis elaboradas a partir de las entrevistas; a la vez que permiten analizar diversos componentes
del problema y rastrear síntomas asociados. Los autoinformes son técnicas que requieren poco
tiempo de aplicación, ofrecen puntuaciones “objetivas” de la subjetividad del paciente y muchas
están estandarizadas y tienen normas psicométricas. Es oportuno aclarar que su aplicación no
constituye un diagnóstico sino que contribuyen como un elemento más información dentro de la
evaluación.
Una técnica fundamental son los autorregistros. Estos son informes elaborados por el cliente, en los
que debe prestar especial atención a las propias acciones en situaciones naturales. Los formatos de
autorregistro más comúnmente empleados son los diarios, las listas y las hojas de registro. En líneas
generales, el clínico cognitivo le pide a quien consulta que registre por escrito determinado aspectos
relacionados con su problema, así como las situaciones en los que estos aspectos ocurrieron.
Generalmente, el cliente realiza el autorregistro a lo largo de los días transcurridos entre las sesiones.
Este registro realizado por el propio sujeto nos brinda información sobre la frecuencia e intensidad
de los síntomas. Una ventaja de este instrumento es su flexibilidad, esto es, el clínico los diseña a
medida y en función del paciente y sus síntomas. Un inconveniente de los autorregistros es que debe
entrenarse al paciente para el mismo, lo que implica dedicarse a esta tarea algunas semanas, con el
fin de obtener información detallada y fiable. Es importante analizar la reactividad de la conducta al
autorregistro, esto es, los cambios que se producen en la conducta del paciente por el simple hecho
de estar observándola y registrándola. Es fundamental revisar los registros con el paciente, no sólo
para comentar los datos con él, sino también para evaluar si se necesita más entrenamiento.
Los manuales de clasificación diagnóstica le permiten al clínico ubicar estadísticamente a una persona en
función de una categoría diagnóstica. Asimismo, resultan de suma utilidad para facilitar la comunicación
entre profesionales y para diseñar investigaciones que avalen y mejoren las descripciones de los distintos
trastornos mentales. Las categorías presentadas en los Manuales son aproximaciones descriptivas y
fenomenológicas que ayudan a ordenar y organizar la información sobre el paciente, pero de ninguna
manera reemplazan la tarea del psicólogo clínico.
La evaluación cognitivo-conductual se ha caracterizado por intentar mantener la objetividad de sus
procedimientos evaluativos. La evaluación se realiza sobre frecuencias de respuesta o grado de creencia de
un conjunto de ítems individuales, sin centrarse en los diálogos internos. El momento evaluado suele ser el
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presente o un pasado cercano. El resultado de la evaluación suele ser un diagnóstico específico. En cuanto a
los formatos de evaluación, se emplean cuestionarios autoadministrados, los cuales están en su mayoría
estandarizados.
En la aproximación constructivista existe un solapamiento entre el proceso evaluativo y el terapéutico,
considerando que cualquier evaluación implica un proceso que genera cambios, proceso que debe ser
dirigido para promover la reconstrucción personal, objetivo último del consejo psicológico y la psicoterapia.
Lo que se intenta evaluar es el sistema de constructos del sujeto. La evaluación no hace referencia a un
momento puntual en el tiempo, sino que intenta reconstruir la etiología y el desarrollo de una experiencia
determinada. El resultado de la evaluación se interpreta desde un punto de vista amplio, de entrevistas
interactivas, buscando las particularidades de los constructos personales del sujeto. La unidad de análisis
son las diferencias, distinciones fundamentales o constructos bipolares que los individuos utilizan para
ordenar sus experiencias. El instrumento de evaluación más utilizado es la técnica de la rejilla descripta como
un sistema de representaciones de las relaciones existentes entre el conjunto de cosas que una persona
construye y el conjunto de formas de construcción de dicha persona.
El clínico cognitivo intenta conocer qué y cómo conoce el consultante, a partir de explorar cómo se
representa el mundo y a sí mismo, y cómo elabora conocimientos, cuáles son los esquemas cognitivos con
los que procesa la información, en qué nivel del sistema cognitivo se encuentra la disfunción, partiendo
siempre del análisis de los pensamientos, así como de las emociones y conductas que ocasionan malestar o
sufrimiento.