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Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD)

Facultad de Humanidades
Escuela de Psicología
Profesor
Nataly Cristina Corporan Melo
Asignatura
Psicología Contemporánea
Tema del Trabajo
Tarea Unidad 5
Nombre del Alumno
Denisse Altagracia Cabrera Chalas
Matricula
100553181
Sección
01
Fecha
13/10/2022
Introducción.
En esta asignación trataré los capítulos 7, 8 y 9. El capítulo 7 habla acerca de: Más
allá de la psicoterapia tradicional: El enfoque humanista centrado en la persona, El
enfoque psicoterapéutico centrado en la persona, Síntesis y depuración de las
corrientes tradicionales, La empatía, La actitud positiva incondicional, Autenticidad y
Enriquecimiento del enfoque existencial. El capítulo 8 trata sobre: Psicoterapia de
grupo, Antecedentes, Estado actual, Diferencias entre terapia grupal y terapia
familiar, Psicoterapia grupal psicoanalítica, Estructura de los grupos, Técnica del
encuentro grupal, Aplicaciones, Análisis transaccional, Terapia gestáltica y
Perspectivas de la terapia grupal. Y el capítulo 9 expone: Terapias de familia,
Antecedentes, Terapias de familia estructural y estratégica, Vertiente conductual-
cognoscitiva, Técnicas, Terapias de familia sistémicas, Técnicas conductuales-
cognoscitivas, Aplicaciones, Vertientes sistémicas, Terapias de familia
conductuales-cognoscitivas, Avances recientes, Resultados de investigaciones
empíricas, El individuo dentro del sistema, Críticas y observaciones recientes.
Desarrollo.

Luego de estudiar y leer los capítulos 7, 8 y 9 del libro base: Psicologías


Contemporáneas, de Luis Oblitas, se proponen las siguientes actividades:
 Define los siguientes conceptos empatía, actitud positiva incondicional y
autenticidad, según el enfoque será psicoterapéutico centrado en la persona.
LA EMPATÍA
La actitud empática en el psicoterapeuta, que se manifiesta en un intento de éste
por comprender a fondo la experiencia de la persona en búsqueda y por transmitir
de manera verbal esta comprensión esclarecedora, es compartida por todas las
corrientes psicoterapéuticas contemporáneas. La actitud empática, es, en la
actualidad, reconocida por todas las corrientes como un elemento indispensable del
proceso psicoterapéutico. La aportación del enfoque centrado en la persona
consistió en la identificación y análisis de tal actitud y en el énfasis que puso en ella
como un factor terapéutico de primer orden en el proceso. Así, la actitud empática
puede ser descrita como un captar la experiencia de la otra persona en la
interacción psicoterapéutica del presente con todos los matices de sentimiento,
superficial o profundo, y con todos los significados simples o complejos que dicha
experiencia tiene para la persona. Es una captación no evaluatoria de la experiencia
de esa persona tal como ella la vive y la describe, comunicada con nitidez y con
afecto. Posee como objetivo inmediato, por una parte, comunicar la comprensión de
la experiencia con claridad en la formulación y, por la otra, con interés y afecto. La
actitud empática en el enfoque centrado en la persona supone que ésta es capaz,
en condiciones favorables, de explorar su propia experiencia y, debido a su impulso
natural al crecimiento, efectuar los cambios que considera más apropiados para sí.
Tiene como propósito inmediato facilitar y estimular esta exploración y estos
cambios. El entrenamiento clínico del psicoterapeuta centrado en la persona se
concentra en captar, con la mayor precisión posible, los matices del sentimiento y
del significado en la experiencia de la persona que recibe ayuda.
LA ACTITUD POSITIVA INCONDICIONAL
En mayor o menor grado, los diversos sistemas psicoterapéuticos conceden gran
importancia a la expresión libre y espontánea de la persona que recibe ayuda, pero
divergen en la metodología para motivar tal expresión. La permisividad del
psicoterapeuta para facilitar la manifestación de la experiencia implica, de su parte,
no emitir juicios de valor, explícitos o implícitos, sobre la persona o sobre su
conducta. Esta permisividad ha sido una de las características del proceso
psicoterapéutico en las distintas corrientes analíticas. En los procesos de
modificación de la conducta, la permisividad queda circunscrita por los límites que
impone con toda claridad y según su criterio el ingeniero o modificador, quien, desde
un principio, refuerza los repertorios de conductas apropiadas y procura inhibir las
que no lo son, de acuerdo con objetivos establecidos. A la persona se le permiten
exclusivamente conductas que contribuyan a la formulación y aplicación del
programa. En el enfoque centrado en la persona, la actitud positiva incondicional
puede ser descrita no sólo como permisividad, sino, más aún, como una actitud de
manifiesto interés y aprecio por todo lo que la persona es, por todas sus conductas y
por su comunicación. El hecho es que ni las fuerzas instintivas ni las estructuras
adaptativas ni las presiones ambientales pueden ser bien comprendidas si se les
considera de forma separada y no como integrantes de un solo impulso hacia el
crecimiento y evolución en los organismos y en sus especies, cuya manifestación
más importante fue la aparición y el desarrollo de la vida consciente. La aceptación
incondicional de este impulso hacia el crecimiento en toda conducta de la persona
que busca ayuda psicoterapéutica facilita que la experiencia subjetiva de ésta
resulte comprensible y manejable. Cuando la persona descubre que todo en ella,
aun su llamada patología, es producto de dicho impulso y se le recibe con una
actitud positiva incondicional en tanto que su experiencia, su comunicación y su
conducta no sólo merecen sino que reciben genuino aprecio por parte del
psicoterapeuta, los recursos de esta persona, en el presente, se van movilizando
para hacerla crecer en autoestima, ampliar el ámbito de su conciencia, establecer
pautas más constructivas de funcionamiento y, lo principal: para sentir hacia sí
misma y hacia los demás la actitud positiva incondicional que está experimentando
en la relación terapéutica. Introyecta o internaliza esta actitud positiva y aprende a
quererse a sí misma, no como “debería ser”, sino como realmente es. En la persona
que recibe ayuda, el reforzamiento de esta actitud de aceptación, aprecio y afecto
hacia sí misma por lo que realmente es, constituye el núcleo de la psicoterapia.
Tanto la permisividad como la actitud positiva incondicional parecen tener sus
límites en todas las corrientes psicoterapéuticas. Así, la palabra incondicional puede
ser la más idónea para calificar esta actitud desde el enfoque centrado en la
persona. Sin embargo, la conveniencia de mantener este calificativo. En la práctica
psicoterapéutica que emana de las orientaciones analíticas, la permisividad tiene
límites muy claros. Se permite y se estimula la expresión catártica de sentimientos y
emociones y cualquier modo de expresión o manifestación verbal de la experiencia.
En el sistema centrado en la persona, la actitud positiva incondicional del
psicoterapeuta no tiene más límites que aquellos que la misma actitud positiva
incondicional hacia sí mismo impone a la otra persona.
AUTENTICIDAD
A menudo, en la práctica psicoterapéutica, se acepta que la mayor autenticidad o
correspondencia entre lo que una persona percibe y lo que dice de sí misma es
índice de buen funcionamiento psíquico. En realidad, que llegue a existir un alto
grado de esta correspondencia en la comunicación de las personas es uno de los
objetivos prioritarios del proceso psicoterapéutico que se centra en que la persona
que recibe ayuda, en la misma relación con el psicoterapeuta, se vaya liberando del
conflicto y de la inconsistencia entre lo que experimenta y lo que expresa de sí
misma. En el enfoque centrado en la persona, el psicoterapeuta emerge en la
relación psicoterapéutica con toda la vulnerabilidad de su ser real. Esta
vulnerabilidad se ha demostrado más efectiva para obtener resultados favorables
mediante el proceso, que la imagen del terapeuta profesional inalcanzable, capaz de
situarse por encima de la problemática humana y evaluarla y explicarla desde su
sillón de cuero, detrás del escritorio o a la cabecera del diván. La técnica en manos
de un profesional, auténtico y genuino en la relación interpersonal psicoterapéutica,
es un instrumento de valor incalculable para facilitar el desarrollo del proceso. En
cambio, esa misma técnica en manos de un psicoterapeuta no acostumbrado a
manifestarse como persona real obtiene resultados muy parciales y a muy largo
plazo en la relación de ayuda. Como agente neutro en el proceso psicoterapéutico,
el psicoterapeuta no puede darse. La persona humana se manifiesta a través de los
más insignificantes matices de su comportamiento. La forma de saludar, el tono de
voz, la ropa, el mobiliario de la oficina, la manera y el estilo de intervenir o de
interpretar y muchos otros elementos no verbales transmiten innumerables
mensajes implícitos o explícitos acerca de la persona que en realidad es el
psicoterapeuta. La autenticidad no sólo no opaca la seriedad y el profesionalismo de
la relación, sino que coloca estos atributos en sus perspectivas más reales. Todo
proceso psicoterapéutico posee como objetivo elevar el nivel de autenticidad en las
personas que se benefician de él. Tanto la práctica como la investigación sugieren
que el mejor reforzador de la comunicación auténtica es la conducta del propio
terapeuta (Carkhuff, 1974). La autenticidad en la relación interpersonal quita al
terapeuta tonos dogmáticos y autoritarios al manifestar sus puntos de vista, lo hace
más humilde y modesto al emitir sus hipótesis o hacer interpretaciones. Consciente
de que en la comunicación siempre existen elementos que desconoce, tendrá que
manifestar sus percepciones de forma tentativa, abierto a entender más. Deberá
bajarse del sillón del maestro a la arena de la vida y aceptarse como un compañero
de búsqueda.
 Elabora una línea de tiempo sobre la psicoterapia de grupo desde sus
antecedentes hasta el estado actual en que se encuentra.
Antecedentes
En su forma moderna, el encuentro grupal tiene su origen en Estados Unidos
(Battegay, 1973); en 1905, el médico estadounidense Pratt promovió la psicoterapia
de grupo en pacientes tuberculosos utilizando el entonces denominado “método de
clases” (en la actualidad sería el de “interacción dinámica”). En nuestros días, es la
reunión de varias personas que trabajan sus problemas personales con la dirección
de uno o dos psicoterapeutas. Existen variantes donde el grupo es un paciente y
varios terapeutas. En los tiempos antiguos, la religión y la filosofía producían tal
satisfacción, que al ser humano le eran suficientes para sentirse bien, no había
necesidad de pensar en otras cosas; pero, en los tiempos actuales, en los cuales
hay una búsqueda incesante de nuevas formulaciones, de nuevos sentimientos,
símbolos y formas de vida, es lógico que aparezcan sectas muy concurridas,
profetas sin igual, grupos de encuentro, predicciones sensacionalistas, todo ello
buscando un sentido a la vida. Esto lo escribió Hesse en 1927 y es increíble cómo
resulta válido hasta hoy. Se ha acortado la distancia entre lo real, el creer y la
superstición. En 1959, Moreno escribió lo siguiente: Se puede hablar de tres
revoluciones psiquiátricas: La liberación de las cadenas a los enfermos mentales,
hecho por Pinel, y que simboliza a la primera revolución. El desarrollo del
psicoanálisis por Freud y la ubicación de la psicoterapia como parte de la medicina
es la segunda revolución. El desarrollo de la terapia grupal, el psicodrama, la
sociometría, y la sociatría, representa a la tercera revolución.
Estado Actual
Battegay, quien es de orientación psicoanalítica profunda, separa en terapia grupal
de orientación analítica, terapia directiva-sugestiva, psicodrama y de metodología
focal. El estilo directivo de las terapias grupales tiene en común su deseo de que la
psicoterapia empleada sea efectiva y breve (Haley, 1963). Uno de los líderes de
este método es Erickson, quien fue psicoterapeuta privado en Phoenix, y a quien se
le reconoció primero como médico hipnotizador. El estilo de su método tiene sus
bases en la técnica hipnótica y, entre el pasado y el presente, no es imprescindible
la exploración de la infancia. Cosini separa a los grupos en directivos y no directivos
de la siguiente manera: a) directivo verbal: terapia grupal analítica, análisis
transaccional, grupos de consejo, grupos didácticos y grupos conductuales; b)
directivo accional: psicodrama, gestáltica, juego de roles y conductual; c) no
directivo verbal: grupo centrado en el paciente y de autoayuda, y d) no directivo
accional: grupos de psicodrama y de actividades. De acuerdo con sus parámetros,
los grupos pueden separarse en los siguientes: de apoyo, de orientación analítica,
psicoanalíticos, transaccionales, conductuales, psicodramáticos, gestálticos y
centrados en el paciente. Si clasificamos por el contenido, sería de la siguiente
manera: los grupos de apoyo trabajan los factores del medio ambiente. Los
analíticos, las situaciones pasadas y presentes dentro y fuera del grupo. Los
psicoanalíticos, las experiencias primarias del pasado y las relaciones
interpersonales grupales. Los transaccionalistas, las relaciones primarias
interpersonales y el énfasis en el “aquí y ahora”. Los conductuales, los síntomas
específicos sin dar importancia a la causalidad. Los psicodramatistas, a las
situaciones presentes y pasadas y a las relaciones dentro y fuera del grupo. Los
gestálticos, a las situaciones presentes con preponderancia en el “aquí y ahora” y
los grupos centrados en el paciente, en las situaciones presentes y la relación
dentro y fuera del grupo. Si los separamos por la dependencia: los grupos de apoyo
la intensifican entre ellos y, sobre todo, la dirigen al líder. Los grupos analíticos
tienen dependencia interna y es variable frente al líder. Los grupos psicoanalíticos
no tienen dependencia interna y es variable frente al líder. Los grupos
transaccionalistas valoran la dependencia interna y tratan de no reforzarla hacia el
líder. Los grupos conductuales no refuerzan su dependencia interna y aumentan su
confianza hacia el líder. Los grupos psicodramáticos no refuerzan su dependencia
hacia el líder. Los grupos gestálticos rechazan toda forma de dependencia. Los
grupos centrados en el paciente refuerzan la dependencia intragrupal. De la misma
forma, puede separarse el proceso del grupo, la conducta del terapeuta y las
interpretaciones. Los grupos de autoayuda pueden clasificarse como: a) grupos de
farmacodependientes y jugadores compulsivos (por ejemplo, Alcohólicos Anónimos);
b) grupos de familias y amigos de farmacodependientes y jugadores compulsivos
(por ejemplo, Alanon, Gamanon); c) grupos de víctimas de abuso (por ejemplo, de
violación, incesto, prostitución, entre otros); d) grupos de apoyo para víctimas de
enfermedades (cáncer, herpes, paraplejía, cegueras, etc. ) grupos de población en
transición (separación y divorcio, adolescencia, climaterio, entre otros).
 ¿Cuál es la diferencia entre la terapia grupal y la terapia de familiar?
La primera diferencia está en relación con el tiempo. La terapia familiar es,
necesariamente, breve o trata de ser breve. En la terapia grupal, sus integrantes no
están presionados por finalizar la terapia lo más pronto posible; además, el tiempo
no es el problema principal. Cuando un grupo familiar ingresa a terapia, tiene la
sensación de iniciarla con dolor y temor; en la terapia grupal, la mayoría de sus
integrantes van percibiendo una fascinación en el proceso, reciben y brindan
resonancia (feedback), aprenden nuevos papeles (roles) y experimentan nuevas
conductas. Las buenas terapias familiares tienen metas específicas, las cuales,
cuando son alcanzadas, hablan del éxito de la terapia. En las terapias de grupo, son
importantes las metas y la resolución de las crisis, pero sólo como una parte de la
estructura caleidoscópica de la terapia. En el proceso de la terapia grupal, los
sueños, las personalidades, los estilos de vida, los valores e, incluso, los tipos
constitucionales van variando. Los integrantes aprenden a crecer, pelear, amar,
jugar, etc. La sensación de comunidad une al grupo en todo momento y es el agente
principal de curación. El proceso de cambio puede ser “rápido” o “lento”. Para las
personas que tienen problemas personales severos o difusos y que desean
conocerse profundamente, o para los que deciden hacer cambios importantes en
sus vidas, es más apropiada la terapia grupal. En la terapia grupal, los participantes
reciben la misma forma de atención que en la de los grupos de autoayuda, pero las
metas a alcanzar van mucho más lejos que recibir soporte e información.
 Presenta en un cuadro de 2 columnas las diferentes modelos de terapia
familiar descritos en el capítulo 9, en la primera columna colocarás el modelo
o técnica de terapia y en la segunda columna harás una descripción de sus
autores y en qué consiste la técnica.
El modelo o técnica de terapia Descripción de sus autores y en qué
consiste la técnica
Terapias de familia estructural El exponente principal de la corriente
estructural es Minuchin (1974, 1993),
aunque también cabe mencionar a
Aponte (1974) y a Montalvo (1973).
Dentro de esta orientación, uno de los
presupuestos básicos es que un
sinnúmero de psicopatologías y
problemas familiares se deben a la
manifestación disfuncional y
desadaptativa del sistema familiar. En
lugar de centrar el problema de un niño
en un nivel individual y con énfasis en
los procesos internos del mismo, el
clínico sistémico parte de la premisa de
que el problema de ese niño no es otra
cosa sino la manifestación de un
sistema familiar desadaptado.
Terapias de familia estratégica Esta modalidad se identifica sobre todo
con autores como Jay Haley (1976) y
Cloe Madanes (1981). La premisa
básica en la cual se engrana esta
terapia familiar de corte sistémico
consiste en conceptualizar un síntoma
como un acto de comunicación familiar
o como una secuencia de conductas
que implican mantener la homeostasis
del sistema. Lo que todo terapeuta
estratégico desea hacer es interrumpir y
desbalancear la homeostasis patológica
anterior, lo que le permitiría a la familia
desarrollar y practicar nuevos estilos de
comunicación. En esta modalidad
sistémica, no se intenta que los
miembros desarrollen intromisión de los
patrones desadaptativos anteriores; lo
que se pretende es usar el síntoma del
paciente para generar un nuevo
sistema o una nueva estructura.
Vertiente conductual-cognoscitiva El terapeuta de familia conductual-
cognoscitivo se ha nutrido, más que
nada, de varias teorías de aprendizaje y
del estudio minucioso y sistemático de
las interacciones y transacciones
familiares, tanto de familias “normales”
como de disfuncionales. Gerald
Patterson y sus innumerables colegas
(Patterson, 1974; Patterson y Brodsky,
1966) durante las décadas de 1960 y
1970 iniciaron toda una revolución de
estudios empíricos y de
conceptualización teórica, los cuales
dieron paso al estudio de los procesos
familiares. Dentro de esta vertiente, se
trabaja con la premisa de que las
conductas disfuncionales son, en gran
parte, aprendidas y otra porción de ellas
se adjudican a disfunciones de corte
biológico. Un ejemplo de estas últimas
sería la conducta antisocial de un
adolescente la cual podría explicarse
por un sistema nervioso central
hipoactivo (Parker, 1993).
Terapias de familia sistémicas A causa de las similitudes que existen
entre los enfoques estructurales y los
estratégicos, hemos decidido entrelazar
las técnicas de ambas. Tal y como lo
explica anteriormente, dentro de las
terapias sistémicas de familia se hace
hincapié en obtener cambios en la
homeostasis familiar patológica. En el
modelo estructural se desea lograr
cambios sustantivos en una estructura
jerárquica en donde existen
triangulaciones o coaliciones entre hijos
y padres que no son apropiadas. Para
alcanzar esto, es indispensable que el
terapeuta lleve a cabo de manera
exitosa las siguientes tres acciones: a)
se una a la familia en una posición de
liderazgo; b) realice un mapa de la
estructura subyacente de dicha familia
(coaliciones, triangulaciones,
distanciamientos, enredos, fronteras), y
c) intervenga en forma activa para
estructura.
Técnicas conductuales-cognoscitivas Dentro de la vertiente conductual-
cognoscitiva se pueden hallar docenas
de técnicas diferentes, por lo que aquí
sólo bosquejaremos a grandes rasgos
algunas de las principales, en especial
las que se aplican en un nivel de
intervención familiar.
Psicoeducativa: No importa si es en el
tratamiento de la esquizofrenia, en
trastornos de niños o en trastornos de
ansiedad, en este modelo se pretende
garantizar que los miembros de la
familia o la pareja tengan un
entendimiento claro de los principios del
aprendizaje social y de la condición del
paciente
Estrategias de condicionamiento
operante: Éstas se usan sobre todo en
el manejo de niños y adolescentes. Por
ejemplo, en casos de niños con
trastornos de conducta se recomiendan
técnicas como el aislamiento (time-out)
y la economía de fichas (token
economy).
Contrato conductual: Una variación del
condicionamiento operante consiste en
realizar un contrato familiar (o marital)
escrito en donde cada una de las partes
se comprometa a eliminar ciertas
conductas indeseadas y a aumentar las
deseadas.
Entrenamiento en comunicación: En
este tipo de modalidad, el terapeuta
trae a la sesión un asunto controversial
en la familia y monitorea la manera en
que ésta discute, maneja y resuelve el
mismo.
Entrenamiento en solución de
problemas: No sólo los estilos de
comunicación pueden ser deficientes en
familias que buscan ayuda, sino que
también su modo de solucionar un
conflicto. Para resolver o modificar
estos estilos anquilosados, el terapeuta
expone a la familia a situaciones
problemáticas y les va enseñando y
moldeando cómo manejar técnicas
basadas en solución de conflictos.
El modelo de D’Zurrilla (1986) es
sistemático y estructurado, por ejemplo,
se toma un problema sin resolver y se
aplica el sistema de D’Zurrilla que
consiste en los siguientes pasos: a)
tormenta de ideas; b) eliminar las
alternativas o ideas ridículas o
improbables; c) evaluar las ventajas y
desventajas de las alternativas o ideas
que hayan quedado; d) identificar la
alternativa con más ventajas a favor; e)
exponer un plan sistemático para que
dicha idea se implemente de inmediato;
y, f) un periodo de seguimiento para
estudiar si la misma es viable y exitosa.
Utilización de técnicas cognoscitivas:
Terapeutas conductuales de familia y
de pareja (Baucom y Epstein, 1989;
Bedrosian y Bozicas, 1994; Dattilio y
Padesky, 1990; Weiss, 1984) han
comenzado a incorporar estrategias
provenientes de las terapias
cognoscitivas ya que han identificado
que parte de los conflictos de pareja o
familiares se deben a que sus
miembros demuestran una marcada
proclividad para interpretar diferentes
acontecimientos cotidianos como
amenazantes o conflictivos, cuando en
realidad no lo son. Tales
interpretaciones irracionales culminan
en discusiones dañinas e innecesarias.
Vertientes sistémicas Las terapias de familia de tipo
estructural han sido aplicadas con éxito
en diversos trastornos psicosomáticos y
alimenticios, como el asma (Minuchin,
Baker, Rosman, Liebman y Todd, 1975)
y la anorexia nerviosa (Minuchin,
Rosman y Baker, 1978). En estos
trastornos, el terapeuta de familia
intenta desenfocar el síntoma del
paciente identificado (el “chivo
expiatorio”) de la atención de la familia
y se dirige a reestructurar la familia
creando nuevas fronteras, eliminando
triangulaciones y coaliciones,
remarcando el problema del paciente
identificado e, incluso, podrían usarse
técnicas conductuales para promover
un cambio sistémico.
Terapias de familia conductuales- Contrario a las terapias sistémicas, los
cognoscitivas enfoques de familia conductuales-
cognoscitivos tienen a su favor un
bagaje extenso de investigación
empírica que respalda su uso y
efectividad (Gurman, Kniskern y Pinsof,
1986). Trastornos de conducta en
niños: Esta modalidad consiste en
orientar y educar a los padres sobre los
parámetros y características de la
condición y, luego, en aplicar de
manera gradual y progresiva técnicas
basadas en aprendizaje social. Los
resultados indican que las mejorías
conseguidas son, en muchos casos,
firmes y estables. Esquizofrenia:
Diversos estudios impecablemente
diseñados revelan que las
intervenciones de familia de tipo
conductual son muy efectivas para
reducir el uso de medicamentos,
recaídas y sintomatología en estos
pacientes una vez que regresan a su
hogar. En parte, estas estrategias van
encaminadas a que los padres del
paciente reduzcan la sobreprotección,
las críticas y la hostilidad al paciente
(Fallon, Boyd y McGill, 1984; Tarrier y
Barrowclough, 1990). Problemas de
pareja: Los terapeutas de familia
conductual entienden que, si el
problema identificado es de la pareja,
no hay necesidad de tratar a otros
subsistemas (ejemplo, los niños).
Jacobson y colaboradores (Holtzworth-
Munroe, Jacobson, Deklyen y
Whisman, 1989; Jacobson, 1978,
1984), han realizado una labor
programática sobre la efectividad de las
terapias conductuales cognoscitivas en
problemas de pareja. Los resultados
revelan que esta modalidad, al
momento de escribir estas líneas, es la
más favorecida en un nivel empírico, en
donde se benefician de una manera u
otra la mayoría de las parejas
(Jacobson y Addis, 1993). Misceláneas:
Otros estudios reflejan aplicaciones
exitosas de terapia familiar conductual-
cognoscitiva en trastornos de tipo
sexual (Whalen y Perlmutter, 1988), en
familias con niños con problemas de
aprendizaje y del desarrollo (Harris y
Bruey, 1988) y en pacientes obsesivos-
compulsivos (Hand, 1988).

Opinión.

En mi opinión, la psicología como disciplina científica con una metodología propia,


se ha abierto camino en las mismas escuelas de psicología de los países
latinoamericanos. Las aportaciones de las distintas formulaciones psicoanalíticas a
la ciencia psicológica son indudables. Durante mucho tiempo las hipótesis
psicoanalíticas fueron las únicas opciones para una práctica psicoterapéutica sería y
profesional a pesar de la dedicación y los esfuerzos de un número creciente de
jóvenes psicólogos que han conseguido que la psicología, como disciplina científica,
comience a crecer y a desarrollarse con mayor independencia de modelos
filosóficos y médicos. La psicología es reconocida como la ciencia del
comportamiento y de la experiencia humana. El gran reconocimiento que la
psicología ha recibido en los países de América Latina como una ciencia
independiente se debe a los esfuerzos de muchos psicólogos que, dando mayor
importancia a la objetividad de los datos, en el diseño experimental estricto y en la
formulación operacional de los fenómenos sujetos a estudio, han rescatado la
psicología de los consultorios psiquiátricos y de las bibliotecas filosóficas para
llevarla a todos los campos de la actividad humana. Si la psicología como disciplina
científica es todavía desconocida y, lo que es más lamentable, muy poco empleada
en Latinoamérica. En cuanto a terapia de grupo, el grupo siempre brinda soporte
moral para el que se siente aislado y solo, y comenta acerca de alternativas útiles
para el que busca soluciones. La terapia grupal ofrece a sus integrantes la
oportunidad de experimentar y aprender lo concerniente a relaciones
interpersonales y a la interacción afectiva dentro del contexto social. Cada miembro
del grupo recibe resonancia en su intento de estar y actuar con los demás, expresa
sentimientos que estaban bloqueados y experimenta, analiza y trabaja los conflictos
interpersonales del pasado. La terapia grupal es la opción de tratamiento para el
que desea desarrollar su libertad emocional y ejercer las relaciones interpersonales.
Los integrantes de un encuentro grupal son colaboradores en el proceso terapéutico
del grupo. El papel del psicoterapeuta es no-directivo, no usa un plan de actividades
preconcebido, aun cuando su influencia sobre el grupo es muy alta. La participación
en un grupo puede volver a una persona más afectiva y flexible; crea maneras de
pensar y sentir más intensas y productivas. Una buena reunión grupal puede
despertar la satisfacción de vivir, incrementar la espontaneidad y productividad,
conectar el sí mismo personal con el de los otros y mejorar la salud psicofísica. En
la actualidad, las terapias de familia constituyen uno de los enfoques más
empleados por muchos psicólogos, psiquiatras y trabajadores sociales. Unas cuatro
décadas, las terapias de familia han pasado a ser de una modalidad incipiente e
innovadora, a una totalmente establecida con un respaldo empírico y conceptual
considerable.
Bibliografía.
 Los capítulos 7, 8 y 9 del libro base: Psicologías Contemporáneas, de Luis
Oblitas.

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