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Pascua Juvenil

Viernes Santo
Integración
Dinámica de coordinación para aumentar la concentración de los participantes.

Dinámica: La Vasija y Adoración a la Cruz

Momentos del Viernes Santo

El vía crucis.
Acompañamos a Cristo a lo largo de su subida al Calvario donde va a ser crucificado.
Es un momento para sentir como nuestra indiferencia y nuestro pecado son responsables
del dolor de muchos, aunque no nos lo parezca. Atrévete a sacar lo peor de ti y
depositarlo en la cruz de Jesús.

La celebración de la Pasión.
Este es un momento distinto. Ya no es para sentirse culpable sino para admirarse de lo
que puede llegar a hacer un Dios por amor. Todo el padecimiento de Cristo está
motivado por el amor que nos tiene, ¿seremos capaces de captarlo?

Adoración a la cruz
Se trata de identificarse con ella, de poner en ella nuestro nombre, de responder con
nuestra entrega a la entrega de Cristo por nosotros.

Las 7 palabras
La tradición comenzó en el siglo XVII por un sacerdote jesuita en Perú. Desarrolló un
servicio de meditaciones para el Viernes Santo basado en las últimas palabras de Jesús y
en la devoción difundida alrededor del mundo. Las últimas palabras de Jesús, tal como
aparecen en el Evangelio, se volvieron parte de la tradición cuaresmal de la iglesia.
Las Últimas Siete Palabras son parte de la tradición del servicio de Viernes Santo y a
menudo, incluye música, rezos o reflexiones. La mayoría de las iglesias eligen a siete
oradores diferentes.
Jesús está en la cruz; su coraje, su cuerpo, su sangre, su tormento es nuestro; y en medio
de ese dolor insoportable, él hace su última confesión: Hay un Dios y Dios me
escuchará. ¿Cuántas veces nos hemos permitido entregarle nuestras necesidades y
padecimientos a Dios?

Descendimiento de la cruz
Es un ejercicio de piedad, una obra de misericordia, que José Arimatea y Nicodemo
realizaron en aquel atardecer de tinieblas del primer y definitivo Viernes Santo de la
historia.
Y ¿qué significa hoy evocar y actualizar este ejercicio de piedad, esta obra de
misericordia del Descendimiento de Jesucristo y su enterramiento posterior? Significa,
respetar, amar, cuidar y potenciar la vida desde que es engendrada y hasta su ocaso
natural. Toda vida humana y la vida de todos es útil, es un don de Dios. No existe la
vida inútil ni indigna, excepto cuando el egoísmo humano.

Sentido del Viernes Santo


En este día, en el que celebramos la Pasión y Muerte de Nuestro Señor, vemos el
cumplimiento de lo ocurrido en la tarde del Jueves Santo: “esto es mi Cuerpo, que se
entrega por vosotros”; “este cáliz es la nueva alianza en mi Sangre, que es derramada
por vosotros” (Lc 22, 14-20).
Hoy hemos de seguir a Jesús en el camino de la Cruz, y contemplar el Misterio de Amor
que se encierra en la contemplación del Misterio del Costado abierto, con la
contemplación del agua y la sangre que manan de ese Costado, y detenernos en ese baño
de Misericordia que el Padre derrama sobre la humanidad con la muerte de su Hijo.
El Viernes Santo es uno de esos días que la Iglesia nos pide que sea una jornada de
ayuno y abstinencia, para que por muy legítimos que sean los placeres, en este día los
dejemos de lado, y así podamos vivir más unidos a Cristo el Misterio de la Cruz, desde
un silencio interior, pues es parte de lo que nos indica San Ignacio a la hora de meditar
la Pasión: “Dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas y
pena interna de tanta pena que Él pasó por mí”. La austeridad y el ayuno de este día no
es un luto, sino que es algo esperanzador, ya que desembocará en la alegría de la
resurrección. Un aspecto importante de este ayuno es la ausencia de celebraciones
sacramentales en estos días.
La Liturgia de este día nos ayuda a profundizar en el sentido del Viernes Santo: vemos
cómo no hay ritos iniciales en los Oficios de la Pasión, porque se trata de una
continuación del Misterio que se celebra en la Misa de la Cena del Señor. La Liturgia de
la Palabra nos adentra en la Pasión para que contemplemos con los ojos del apóstol
testigo, lo ocurrido en aquella tarde en el Calvario. Vemos a Cristo despojado de todo, y
se expresa en la austeridad del templo en este día: el Sagrario vacío y abierto, el Altar
despojado de manteles, solo encontramos dos cirios luciendo en el Monumento.
Tras la Liturgia de la Palabra, se presenta la Oración Universal, para tener presente que
todo lo que Jesucristo ha asumido, ha quedado redimido. Por ello, la Iglesia, como
único camino de salvación, se encarga de interceder por la humanidad.
El Viernes Santo es sinónimo de Cruz. En este día, tras los Oficios, no hay reserva del
Santísimo, y por ello pasamos a adorar la Cruz. Cuando pasamos por delante de Cristo
Crucificado hacemos la misma señal de adoración que al Santísimo, la genuflexión.
La Cruz ha sido siempre nuestra bandera, el guión que abre todos nuestros encuentros o
peregrinaciones, es la puerta que nos lleva al encuentro con Cristo o con su Madre.
Somos seguidores del Crucificado; y Él nos invita a negarnos a nosotros mismos, a
coger nuestras cruces y a seguirle. Hemos de abrazar nuestras cruces y la Suya, porque
es entonces cuando abrazaremos al Amor y al Consuelo que Jesús ha derramado con su
Sangre por la Humanidad. San Rafael Arnáiz decía: “Detrás de la Cruz tiene que haber
siempre una sonrisa, pues tiene que ser dulce el abrazo a la Cruz de Jesús”. Mira hoy al
Crucificado con ojos nuevos, contempla y admira, déjate penetrar por la fuerza de la
Cruz en la que pende el Amor.
La última parte de la Liturgia de este día es la Comunión, entrar en comunión con Cristo
es participar de su entrega, participar del Misterio Redentor, poniendo nuestras personas
y nuestras vidas al servicio de Dios y de la Iglesia. Ante la Cruz, Jesús nos pide la
respuesta a ese Amor, a esta entrega generosa. Este es el camino que hoy se nos ofrece:
acoger el Amor, la llamada seductora de Jesús por la que quedamos cautivados.
Mateo 27, 37-56
“37. Sobre su cabeza pusieron, por escrito, la causa de su condena: «Este es Jesús, el Rey
de los judíos.» 38.Y al mismo tiempo que a él crucifican a dos salteadores, uno a la
derecha y otro a la izquierda. 39.Los que pasaban por allí le insultaban, meneando la
cabeza y diciendo: 40. «Tú que destruyes el Santuario y en tres días lo levantas, ¡sálvate
a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!» 41. Igualmente, los sumos sacerdotes
junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él diciendo: 42. «A otros salvó y a sí
mismo no puede salvarse. Rey de Israel es: que baje ahora de la cruz, y creeremos en él.
43.Ha puesto su confianza en Dios; que le salve ahora, si es que de verdad le quiere; ya
que dijo: “Soy Hijo de Dios.”» 44. De la misma manera le injuriaban también los
salteadores crucificados con él. 45.Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la
tierra hasta la hora nona. 46.Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz:
«¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has
abandonado?» 47. Al oírlo algunos de los que estaban allí decían: «A Elías llama éste.»
48.Y enseguida uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja, la empapó en vinagre y,
sujetándola a una caña, le ofrecía de beber. 49.Pero los otros dijeron: «Deja, vamos a ver
si viene Elías a salvarle.» 50. Pero Jesús, dando de nuevo un fuerte grito, exhaló el
espíritu. 51.En esto, el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo; tembló la
tierra y las rocas se hendieron. 52.Se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos
difuntos resucitaron. 53.Y, saliendo de los sepulcros después de la resurrección de él,
entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos. 54.Por su parte, el centurión y los
que con él estaban guardando a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, se llenaron de
miedo y dijeron: «Verdaderamente éste era Hijo de Dios.» 55. Había allí muchas mujeres
mirando desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle.
56.Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y la
madre de los hijos de Zebedeo.”

En este momento te proponemos un trabajo personal. Busca un lugar apartado, vuelve a


leer despacio Mateo 27, 37-52 y responde con sinceridad a las siguientes preguntas.
Puedes anotarlas.
• ¿Estás dispuesto a ayudar a Jesús a cargar con la cruz?

• ¿Puedes identificar tus propias cruces? ¿Qué es lo que más te pesa en la vida?
¿qué
es lo que más te hace sufrir?

• ¿Cómo vives tus cruces de cada día?


• ¿Quiénes te ayudan a cargarlas?

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