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Insigne y Nacional Basílica de Santa

María de Guadalupe

CAMINO CUARESMAL
GUADALUPANO 2018,
vivir la misericordia
sirviendo a los peregrinos
en la Basílica de Guadalupe.

REZO DE SANTO VIA CRUCIS

CELEBRACION COMUNITARIA

DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

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Directorio de Piedad y religiosidad Popular: EL "VÍA CRUCIS"

131. Entre los ejercicios de piedad con los que los fieles veneran la Pasión del Señor,
hay pocos que sean tan estimados como el Vía Crucis. A través de este ejercicio de
piedad los fieles recorren, participando con su afecto, el último tramo del camino
recorrido por Jesús durante su vida terrena: del Monte de los Olivos, donde en el
"huerto llamado Getsemani" (Mc 14,32) el Señor fue "presa de la angustia" (Lc
22,44), hasta el Monte Calvario, donde fue crucificado entre dos malhechores (cfr.
Lc 23,33), al jardín donde fue sepultado en un sepulcro nuevo, excavado en la roca
(cfr. Jn 19,40-42). Un testimonio del amor del pueblo cristiano por este ejercicio de
piedad son los innumerables Vía Crucis erigidos en las iglesias, en los santuarios, en
los claustros e incluso al aire libre, en el campo, o en la subida a una colina, a la
cual las diversas estaciones le confieren una fisonomía sugestiva.

132. El Vía Crucis es la síntesis de varias devociones surgidas desde la alta Edad
Media: la peregrinación a Tierra Santa, durante la cual los fieles visitan
devotamente los lugares de la Pasión del Señor; la devoción a las "caídas de Cristo"
bajo el peso de la Cruz; la devoción a los "caminos dolorosos de Cristo", que
consiste en ir en procesión de una iglesia a otra en memoria de los recorridos de
Cristo durante su Pasión; la devoción a las "estaciones de Cristo", esto es, a los
momentos en los que Jesús se detiene durante su camino al Calvario, o porque le
obligan sus verdugos o porque está agotado por la fatiga, o porque, movido por el
amor, trata de entablar un diálogo con los hombres y mujeres que asisten a su
Pasión.

En su forma actual, que está ya atestiguada en la primera mitad del siglo XVII, el
Vía Crucis, difundido sobre todo por San Leonardo de Porto Mauricio (+1751), ha
sido aprobado por la Sede Apostólica, dotado de indulgencias y consta de catorce
estaciones.

133. El Vía Crucis es un camino trazado por el Espíritu Santo, fuego divino que ardía
en el pecho de Cristo (cfr. Lc 12,49-50) y lo impulsó hasta el Calvario; es un camino
amado por la Iglesia, que ha conservado la memoria viva de las palabras y de los
acontecimientos de los último días de su Esposo y Señor.

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En el ejercicio de piedad del Vía Crucis confluyen también diversas expresiones
características de la espiritualidad cristiana: la comprensión de la vida como
camino o peregrinación; como paso, a través del misterio de la Cruz, del exilio
terreno a la patria celeste; el deseo de conformarse profundamente con la Pasión
de Cristo; las exigencias de la sequela Christi, según la cual el discípulo debe
caminar detrás del Maestro, llevando cada día su propia cruz (cfr. Lc 9,23) Por todo
esto el Vía Crucis es un ejercicio de piedad especialmente adecuado al tiempo de
Cuaresma.

134. Para realizar con fruto el Vía Crucis pueden ser útiles las siguientes
indicaciones:

— la forma tradicional, con sus catorce estaciones, se debe considerar como la forma
típica de este ejercicio de piedad; sin embargo, en algunas ocasiones, no se debe excluir la
sustitución de una u otra "estación" por otras que reflejen episodios evangélicos del
camino doloroso de Cristo, y que no se consideran en la forma tradicional;

— en todo caso, existen formas alternativas del Vía Crucis aprobadas por la Sede
Apostólica o usadas públicamente por el Romano Pontífice: estas se deben considerar
formas auténticas del mismo, que se pueden emplear según sea oportuno;

— el Vía Crucis es un ejercicio de piedad que se refiere a la Pasión de Cristo; sin embargo
es oportuno que concluya de manera que los fieles se abran a la expectativa, llena de fe y
de esperanza, de la Resurrección; tomando como modelo la estación de la Anastasis al
final del Vía Crucis de Jerusalén, se puede concluir el ejercicio de piedad con la memoria de
la Resurrección del Señor.

135. Los textos para el Vía Crucis son innumerables. Han sido compuestos por
pastores movidos por una sincera estima a este ejercicio de piedad y convencidos
de su eficacia espiritual; otras veces tienen por autores a fieles laicos, eminentes
por la santidad de vida, doctrina o talento literario.

La selección del texto, teniendo presente las eventuales indicaciones del Obispo, se
deberá hacer considerando sobre todo las características de los que participan en el
ejercicio de piedad y el principio pastoral de combinar sabiamente la continuidad y
la innovación. En todo caso, serán preferibles los textos en los que resuenen,
correctamente aplicadas, las palabras de la Biblia, y que estén escritos con un estilo
digno y sencillo.

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Un desarrollo inteligente del Vía Crucis, en el que se alternan de manera
equilibrada: palabra, silencio, canto, movimiento procesional y parada meditativa,
contribuye a que se obtengan los frutos espirituales de este ejercicio de piedad.

MEDITACIONES PARA EL VÍA CRUCIS

«DIOS ES MISERICORDIA»

Según el texto original de Cardenal Gualtiero Bassetti 

MONICION DE ENTRADA

En este Camino Cuaresmal Guadalupano 2018, queremos meditar de


manera particular sobre la misericordia de Dios Padre, que quiere
derramar sobre todos nosotros su Espíritu de gracia y de consuelo.
Sabemos que: la misericordia es el canal de la gracia de Dios que
llega a todos los hombres y mujeres de hoy, a menudo perdidos y
confundidos, materialistas e idólatras, pobres y solos. Miembros de
una sociedad que parece haber desterrado la justicia y la verdad.

Las escuchar las Palabras del Profeta Zacarías: “Volverán sus ojos
hacia mí, al que traspasaron” (Za 12,10), queremos que estas palabras
proféticas se cumplan también en nosotros esta tarde. Que se eleve la
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mirada de nuestras infinitas miserias para posarse sobre Cristo el
Señor, el Amor misericordioso encarnado , que podamos contemplar
su rostro y escuchar sus palabras en esta “Casita Sagrada” de Santa
María de Guadalupe.

Celebrante:

En el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

El Señor este con Ustedes,

R/ Y con tu espíritu

Hermanos dispongámonos a acompañar a Jesús en su Camino hacia


el Calvario, acompañemos a la Virgen María que va junto a Jesús y
junto a cada hermano y hermano que sufre y está sumergido en el
dolor, el sufrimiento y la muerte.

Oremos:

Padre eterno, por medio de la Pasión de tu amado Hijo,


has querido revelarnos tu corazón y darnos tu misericordia.
Haz que, unidos a María, Madre suya y nuestra,
sepamos acoger y custodiar siempre el don del amor.
Que ella, Madre de la Misericordia,
te presente las oraciones que elevamos por nosotros y por toda la
humanidad, para que la gracia de este Vía Crucis
llegue a todos los corazones humanos
e infunda en ellos una esperanza nueva, esa esperanza indefectible
que irradia desde la cruz de Jesús,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo por los siglos
de los siglos. Amén.

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Primera Estación
Jesús es condenado a muerte

V /. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R /. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del Evangelio según san Marcos (15, 14-15)

Pilato les dijo: «Pues ¿qué mal ha hecho?». Ellos gritaron más
fuerte: «Crucifícalo». Y Pilato, queriendo complacer a la gente,
les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo
entregó para que lo crucificaran.

Meditación

Jesús está solo ante el poder de este mundo. Y se somete hasta el


final a la justicia de los hombres. Pilato se encuentra ante un misterio
que no llega a comprender. Se interroga y pide explicaciones. Busca
una solución y llega, posiblemente, hasta el umbral de la verdad. Pero
decide no cruzarlo. Entre la vida y la verdad escoge la propia vida.
Entre el hoy y la eternidad elige el hoy.

Cada uno de nosotros forma parte hoy de la muchedumbre que grita:


«¡Crucifícale!». Nadie puede sentirse excluido. La muchedumbre y
Pilato, en efecto, están dominados por una sensación interior que
acomuna a todos los hombres: el miedo. El miedo a perder las propias
seguridades, los propios bienes, la propia vida. Pero Jesús señala otro
camino.

Oración.

Señor Jesús, cómo nos sentimos semejantes a estos personajes.


¡Cuánto miedo hay en nuestra vida!
Nos causa temor el futuro, los imprevistos, la miseria.

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Cuánto miedo hay en nuestras familias, en los lugares de trabajo, y en
nuestras ciudades, por la violencia que parece no parar…
Algunos tenemos también miedo de Dios: miedo de su juicio divino,
que nace de la poca fe, de no conocer su corazón y de las dudas
sobre su misericordia.
Señor Jesús, haz que el grito de nuestras angustias no nos impida
sentir la dulce fuerza de tu invitación: «¡No tengáis miedo!».

Todos: Padre nuestro ………..

Canto; Estaba la Madre dolorosa


junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía

Segunda estación
Jesús con la cruz a cuestas

V /. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R /. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

 Lectura del Evangelio según san Marcos (15,20)

Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su


ropa. Y lo sacan para crucificarlo.

Meditación.

El miedo ha emitido la sentencia, pero no puede desvelarse y se


esconde detrás de las actitudes del mundo: escarnio, humillación,
violencia y burla. Ahora Jesús está revestido con sus ropas, con su
sola humanidad, dolorosa y sangrante, sin púrpura, ni ningún signo de
su divinidad. Y así lo presenta Pilato: “Aquí está el hombre” (Jn 19,5).

Esta es la condición de todo el que se pone a seguir a Cristo. El


cristiano no busca el aplauso del mundo o la aprobación de la calle. El
cristiano no adula y no dice mentiras para conquistar el poder. El
cristiano acepta el escarnio y la humillación a causa del amor y de la
verdad.

«¿Qué es la verdad?» (Jn 18,38), preguntó Pilato a Jesús. Esta es la


pregunta de todos los tiempos. Es la pregunta de hoy. Aquí está la
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verdad: la verdad del Hijo del hombre predicho por los profetas (cf. Is
52,13-53,12), un rostro humano desfigurado que desvela la fidelidad
de Dios.

Oración

El Verbo de Dios se ha hecho hombre, Vino a enseñarnos la verdad


toda entera, sobre Dios y el hombre. Dios es aquel que toma la cruz
sobre sus hombros (cf. Jn 19,17) y se encamina por la vía del don
misericordioso de sí mismo. Y el hombre que se realiza en la verdad
es aquel que lo sigue en ese mismo camino.

Señor Jesús, concédenos contemplarte en la teofanía de la cruz, el


punto más alto de tu revelación, y de reconocer también en el
esplendor misterioso de tu rostro los rasgos de nuestro rostro.

Todos: Padre nuestro ………..

Canto; Estaba la Madre dolorosa


junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía

Tercera Estación
Jesús cae por primera vez

V /. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R /. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del profeta Isaías (53, 4.7)

Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores;


nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado.
Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca:
como cordero llevado al matadero, como oveja ante el
esquilador, enmudecía y no abría la boca.

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Meditación.

Jesús es el Cordero, predicho por el profeta, que ha cargado sobre


sus hombros el pecado de toda la humanidad. Se ha hecho cargo de
la debilidad del amado, de sus dolores y delitos, de sus iniquidades y
maldiciones. Hemos llegado al punto extremo de la encarnación del
Verbo. Pero hay un punto aún más bajo: Jesús cae bajo el peso de
esta cruz. ¡Un Dios que cae¡

En esta caída está Jesús que da sentido al sufrimiento de los


hombres. El sufrimiento para el hombre es a veces un absurdo,
incomprensible para la mente, presagio de muerte. Hay sufrimientos
que parecen negar el amor de Dios. ¿Dónde está Dios en los campos
de exterminio? ¿Dónde está Dios en las minas y en las fábricas donde
trabajan los niños como esclavos? ¿Dónde está Dios en las barcazas
que se hunden en el Mediterráneo?

Jesús cae bajo el peso de la cruz, pero no queda aplastado. Cristo


está allí, descartado entre los descartados, último entre los últimos.
Náufrago entre los náufragos. Dios se hace cargo de todo eso. Un
Dios que por amor renuncia a mostrar su omnipotencia. Pero que así,
precisamente así, caído en tierra como grano de trigo, Dios es fiel a sí
mismo: fiel en el amor.

Oración.

Te rogamos, Señor,
por todos esos sufrimientos que parecen no tener sentido,
por los judíos muertos en los campos de exterminio,
por los cristianos asesinados por odio a la fe,
por las víctimas de toda persecución,
por los niños esclavizados en el trabajo,
por los inocentes que mueren en las guerras.
Haznos comprender, Señor, cuánta libertad y fuerza interior hay en
esta inédita revelación de tu divinidad, tan humana como para caer
bajo el peso de la cruz de los pecados del hombre, tan divinamente
misericordiosa como para derrotar el mal que nos oprimía.

Todos: Padre nuestro ………..

Canto; Estaba la Madre dolorosa

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junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía

CUARTA ESTACIÓN
Jesús encuentra a su Madre

V /. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R /. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del Evangelio según san Lucas (2, 34-35.51)

Simeón los bendijo diciendo a María, su madre: «Mira, éste


está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten;
será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud
de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el
alma». Su madre conservaba todo esto en su corazón.

Meditación.

Dios ha querido que la vida venga al mundo a través del dolor del
parto: a través del sufrimiento de una madre que da la vida al mundo.
Todos necesitan una Madre, también Dios. «El Verbo se hizo carne»
(Jn 1,14) en el seno de una Virgen. María lo acogió, lo dio a luz en
Belén, lo envolvió en pañales, lo protegió y lo hizo crecer con el calor
de su amor, y lo acompañó hasta su «hora».

Ahora, a los pies del Calvario, se cumple la profecía de Simeón: una


espada le atraviesa el corazón. María ve al Hijo, desfigurado y
exánime bajo el peso de la cruz. Ojos dolorosos, los de la Madre,
partícipe hasta el extremo en el dolor del Hijo, pero también ojos llenos
de esperanza, que, desde el día de su «sí» al anuncio del ángel (cf. Lc
1,26-38) no han dejado de reflejar esa luz divina que brilla también en
este día de sufrimiento.

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María es mujer y madre, imagen de lo femenino y la ternura, de la
Sabiduría y la caridad. María, como madre de todos, «es signo de
esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto», y «como
una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y
derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios» (Exhort. ap.
Evangelii gaudium, 286).

Oración.

Oh María, Madre del Señor,


Tú fuiste para tu divino Hijo el primer reflejo de la misericordia de su
Padre, aquella misericordia que le pediste que manifestara en Caná.
Ahora que tu Hijo nos revela el Rostro del Padre hasta las últimas
consecuencias del amor, caminas en silencio tras sus huellas, como
primera discípula de la cruz, suscita mujeres valerosas para el bien de
la Iglesia. Inspira a cada madre para que eduque a sus hijos en la
ternura del amor de Dios y que, en el momento de la prueba, los
acompañen en su camino con la fuerza silenciosa de su fe.

Todos: Padre nuestro ………..

Canto; Estaba la Madre dolorosa


junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía

QUINTA ESTACIÓN
El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz

V /. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R /. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del Evangelio según san Marcos (15, 21-22)

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Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene,
el padre de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz. Y
llevaron a Jesús al Gólgota, que quiere decir lugar de «La
Calavera».

Meditación.

En la historia de la salvación aparece un hombre desconocido. A


Simón de Cirene, un trabajador que volvía del campo, lo obligan a
llevar la cruz. Y la gracia del amor de Cristo, que pasa a través de
aquella cruz, actúa en primer lugar en él. Y Simón, forzado a llevar un
peso a regañadientes, llegará a ser discípulo del Señor.

El Cireneo nos ayuda a entrar en la fragilidad del alma humana y nos


descubre otro aspecto de la humanidad de Jesús. Hasta el Hijo de
Dios tuvo necesidad de alguien que lo ayudara a llevar la cruz. ¿Quién
es el Cireneo? Es la misericordia de Dios presente en la historia de los
seres humanos. Dios se ensucia las manos con nosotros, con
nuestros pecados y fragilidades. No se avergüenza. Y no nos
abandona.

Oración.

Señor Jesús,
te damos gracias por este don que supera todo deseo y nos desvela tu
misericordia.
Tú nos has amado, no sólo hasta darnos la salvación, sino hasta
hacernos instrumentos de salvación.
Mientras tu cruz da sentido a todas nuestras cruces, a nosotros se nos
da la gracia más grande de la vida:
participar activamente en el misterio de la redención,
ser instrumentos de salvación para nuestros hermanos.  

Todos: Padre nuestro ………..

Canto; Estaba la Madre dolorosa


junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía

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SEXTA ESTACIÓN
La Verónica enjuga el rostro de Jesús

V /. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R /. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del profeta Isaías (53, 2-3)

Sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente,


despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de
dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se
ocultaban los rostros, despreciado y desestimado.

Meditación.

Entre la agitada multitud que contempla la subida de Jesús al Calvario,


aparece Verónica, una mujer sin rostro, sin historia. Y, sin embargo,
una mujer valiente, dispuesta a escuchar al Espíritu y seguir sus
inspiraciones, capaz de reconocer la gloria del Hijo de Dios en el rostro
desfigurado de Jesús, y percibir su invitación: «Vosotros, los que
pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor como el dolor que me
atormenta» (Lm 1,12).

El amor que encarna esta mujer nos deja sin palabras. El amor le da
fuerzas para desafiar a los guardias, para atravesar la multitud, para
acercarse al Señor y realizar un gesto de compasión y de fe: detener
el flujo de sangre de las heridas, enjugar las lágrimas del dolor,
contemplar aquel rostro desfigurado, detrás del cual se esconde el
rostro de Dios. ¿Cómo no ver el rostro del Señor en los millones de
prófugos, refugiados y desplazados que huyen desesperados del
horror de la guerra, de las persecuciones y de las dictaduras? Para
cada uno de ellos, con su rostro irrepetible, Dios se manifiesta siempre
como un valiente rescatador. Como Verónica, la mujer sin rostro, que
enjugó amorosamente el rostro de Jesús.

Oración.

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«Tu rostro buscaré, Señor» (Sal 27,8).
Ayúdame a encontrarlo en los hermanos que recorren el camino del
dolor y de la humillación.
Haz que sepa enjugar las lágrimas y la sangre de los vencidos de toda
época, de los que la sociedad rica y despreocupada descarta sin
escrúpulo.
Haz que detrás de cada rostro, también el del hombre más
abandonado, sepa descubrir tu rostro de belleza infinita.

Todos: Padre nuestro ………..

Canto; Estaba la Madre dolorosa


junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía
 

Séptima Estación
Jesús cae por segunda vez

V /. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R /. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del profeta Isaías (53,5)

Fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por


nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron.

Meditación.

Jesús cae de nuevo. Aplastado pero no aniquilado por el peso de la


cruz. Una vez más, descubre su humanidad. Es una experiencia al
límite de la impotencia, de vergüenza ante quienes lo afrentan, de
humillación ante quienes habían esperado en él. Nadie quisiera nunca
caer por tierra y experimentar el fracaso. Especialmente delante de
otras personas. Con frecuencia los hombres se rebelan contra la idea

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de no tener poder, de no ser capaces de llevar adelante la propia vida.
Jesús, en cambio, encarna el «poder de los sin poder».

Si Jesús ha caído en tierra por segunda vez por el peso de nuestros


pecados, aceptemos entonces que también nosotros caemos, que
hemos caído, que aún podemos caer por nuestros pecados.
Reconozcamos que no podemos salvarnos por nosotros mismos, con
nuestras propias fuerzas.

Oración.

Señor Jesús, que has aceptado la humillación de caer de nuevo bajo


la mirada de todos: quisiéramos contemplarte no sólo cuando estás en
el polvo, sino fijar en ti nuestra mirada, desde la misma situación,
también nosotros por tierra, caídos por nuestras debilidades.
Haznos tomar conciencia de nuestro pecado, la voluntad de volver a
levantarse que nace del dolor. Da a toda tu Iglesia la conciencia del
sufrimiento.

Todos: Padre nuestro ………..

Canto; Estaba la Madre dolorosa


junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía
 

Octava Estación
Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén

V /. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R /. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

 Lectura del Evangelio según san Lucas (23,27-28)

Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se


golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él. Jesús se
volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por
mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos».

Meditación.
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Jesús, aunque está desgarrado por el dolor y busca refugio en el
Padre, siente compasión del pueblo que lo seguía y se dirige
directamente a las mujeres que lo están acompañando en el camino
del Calvario. Y hace un enérgico llamamiento a la conversión. “No
lloréis por mí”, porque yo estoy haciendo la voluntad del Padre, sino
llorad por ustedes por las veces que no hacen la voluntad de Dios.

Es el Cordero de Dios el que habla y que, llevando sobre sus hombros


el pecado del mundo, purifica los ojos de estas hijas, que ya se dirigen
hacia él, aunque de modo imperfecto. “¿Qué tenemos que hacer?”,
parece gritar el llanto de estas mujeres delante del Inocente. Es la
misma pregunta que la multitud le hizo al Bautista y que repiten luego
quienes escuchan a Pedro después de Pentecostés, sintiéndose
traspasado el corazón: “¿Qué tenemos que hacer?” (Hch 2,37).

La respuesta es simple y precisa:“Conviértanse”. Una conversión


personal y comunitaria. No hay conversión sin caridad. Y la caridad es
el modo de ser Iglesia.

Oración:

Señor Jesús,
que tu gracia sostenga nuestro camino de conversión para regresar a
ti, en comunión con nuestros hermanos,
por quienes te pedimos nos des tus mismas entrañas de misericordia,
entrañas maternas que nos hagan capaces de sentir unos por otros
ternura y compasión.
y de llegar a entregarnos por la salvación del prójimo.

Todos: Padre nuestro ………..

Canto; Estaba la Madre dolorosa


junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía
 

Novena Estación
Jesús cae por tercera vez

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V /. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R /. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura de la carta del Apóstol Pablo a los Filipenses


(2,6-7)

Él, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser


igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la
condición de esclavo, hecho semejante a los hombres.

Meditación.

Jesús cae por tercera vez. El Hijo de Dios experimenta hasta las
últimas consecuencias la condición humana. Con esta caída entra aún
más plenamente en la historia de la humanidad. Y acompaña en todo
momento a la humanidad que sufre. «Yo estoy con vosotros todos los
días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28, 21).

El hombre que cae, y que contempla al Dios que cae, es el hombre


que puede finalmente admitir su debilidad e impotencia ya sin temor y
desesperación, precisamente porque también Dios lo ha
experimentado en su Hijo.

Es gracias a la misericordia que Dios se ha abajado hasta este punto,


hasta estar tendido en el polvo del camino. Polvo mojado por el sudor
de Adán y la sangre de Jesús y de todos los mártires de la historia;
polvo bendecido por las lágrimas de tantos hermanos que murieron
por la violencia y la explotación del hombre por el hombre. A este
polvo bendito, ultrajado, violado y depredado por el egoísmo humano,
el Señor ha reservado su último abrazo.

Oración.

Señor Jesús,
postrado sobre esta tierra reseca,
estás cerca de todos los hombres que sufren
e infundes en sus corazones la fuerza para volver a levantarse.
Te pido, Dios de la misericordia,
por todos los que se encuentran postrados por tierra por tantos
motivos: pecados personales, matrimonios fracasados, soledad,

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pérdida del trabajo, dramas familiares, angustia por el futuro.
Hazles sentir que tú no estás lejos de cada uno de ellos,
porque el más próximo a ti, que eres la misericordia encarnada,
es el hombre que más siente la necesidad del perdón
y sigue esperando contra toda esperanza.

Todos: Padre nuestro ………..

Canto; Estaba la Madre dolorosa


junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía
 

Décima Estación
Jesús es despojado de sus vestiduras

V /. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R /. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del Evangelio según san Marcos (15,24)

Después lo crucificaron. Los soldados se repartieron sus


vestiduras, sorteándolas para ver qué le tocaba a cada uno.

Meditación.

A los pies de la cruz, bajo el crucificado y los ladrones que sufren,


están los soldados que se disputan las vestiduras de Jesús. Es la
banalidad del mal.

Es enorme la distancia que separa al Crucificado de sus verdugos. El


interés mezquino por las vestiduras no les permite percibir el sentido
de aquel cuerpo inerme y despreciado, escarnecido y maltratado, en el
que se cumple la divina voluntad de salvación de la humanidad entera.

Aquel cuerpo que el Padre ha «preparado» para el Hijo (cf. Sal 40, 7;
Hb 10, 5) expresa ahora el amor del Hijo por el Padre y el don total de
Jesús a los hombres. Aquel cuerpo despojado de todo, menos del
amor, encierra en sí el inmenso dolor de la humanidad y habla de
todas sus heridas. Sobre todo de las más dolorosas: las llagas de los
niños profanados en su intimidad. Aquel cuerpo mudo y sangrante,
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flagelado y humillado, indica el camino de la justicia. La justicia de
Dios que transforma el sufrimiento más atroz en la luz de la
resurrección.

Oración.

Señor Jesús:
Quiero presentar ante ti a toda la humanidad dolorida.
Los cuerpos de hombres y mujeres, de niños y ancianos, de enfermos
y discapacitados oprimidos en su dignidad. Cuántas violencias a lo
largo de la historia de esta humanidad han golpeado lo que el hombre
tiene como más suyo, algo sagrado y bendito porque procede de Dios.
Te pedimos, Señor, por quien ha sido violado en su intimidad.
Por quien no comprende el misterio de su propio cuerpo, por quien no
lo acepta o desfigura su belleza,
por quien no respeta la debilidad y la sacralidad del cuerpo que
envejece y muere. Y que un día resucitará.

Todos: Padre nuestro ………..

Canto; Estaba la Madre dolorosa


junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía

UNDÉCIMA ESTACIÓN
Jesús es clavado en la cruz

V /. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R /. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del Evangelio según san Lucas (23, 39-43)

Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:


«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a
nosotros». Pero el otro lo increpaba, diciéndole: «¿No tienes
temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros
la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas,
pero él no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate

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de mí cuando vengas a establecer tu Reino». Él le respondió:
«Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso».

Meditación.

Jesús está en la cruz, “árbol fecundo y glorioso, tálamo, trono y altar”


(Himno Vexila Regis). Y desde lo alto de este trono, punto de atracción del
todo el universo, perdona a quienes lo crucifican “porque no saben lo
que hacen” (Lc 23,34).

A la derecha y a la izquierda de Jesús están los dos malhechores,


probablemente dos asesinos. Estos dos malhechores interpelan al
corazón de todo hombre porque muestran dos modos diferentes de
estar en la cruz: el primero maldice a Dios, el segundo reconoce a
Dios en esa cruz. El primer malhechor propone la solución más
cómoda para todos. Propone una salvación humana y su mirada está
dirigida hacia abajo. La salvación para él significa escapar de la cruz y
acabar con el sufrimiento. Es la lógica de la cultura del descarte. Pide
a Dios eliminar todo lo que no es útil ni digno de ser vivido.

El segundo malhechor, sin embargo, no negocia una solución.


Propone una salvación divina y su mirada está dirigida totalmente al
cielo. Para él, la salvación significa aceptar la voluntad de Dios incluso
en las peores condiciones. Es el triunfo de la cultura del amor y del
perdón. Es la locura de la cruz ante la cual toda sabiduría humana
desaparece y queda en silencio.

Oración.

Tú, crucificado por amor,


Dame ese perdón tuyo que olvida y esa misericordia que recrea.
Hazme experimentar en cada confesión
la gracia que me ha creado a tu imagen y semejanza,
y que me recrea cada vez que pongo mi vida,
con todas sus miserias, en las manos misericordiosas del Padre.
Que tu perdón resuene en mí como certeza del amor que me salva,
me renueva y me hace estar contigo para siempre.
Entonces seré de verdad un malhechor bienaventurado
y cada perdón tuyo será como pregustar ya desde ahora el Paraíso,.

Todos: Padre nuestro ………..


20
Canto; Estaba la Madre dolorosa
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía

DUODÉCIMA ESTACIÓN
Jesús muere en la cruz

V /. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R /. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del Evangelio según san Marcos (15,33-39)

Al mediodía, se oscureció toda la tierra hasta las tres de la


tarde; y a esa hora, Jesús exclamó en alta voz: «Eloi, Eloi,
lamá sabactani», que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué
me has abandonado?». Algunos de los que se encontraban
allí, al oírlo, dijeron: «Está llamando a Elías». Uno corrió a
mojar una esponja en vinagre y, poniéndola en la punta de
una caña le dio de beber, diciendo: «Vamos a ver si Elías
viene a bajarlo». Entonces Jesús, dando un grito, expiró. El
velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo. Al verlo
expirar así, el centurión que estaba frente a él, exclamó:
«¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!».

Meditación.

Oscuridad a mediodía: Jesús se dirige al Padre gritando las primeras


palabras del Salmo 22. Es el grito del sufrimiento y de la desolación,
pero es también el grito de la completa «confianza de la victoria
divina» y de la «certeza de la gloria» (Benedicto XVI, Catequesis, 14
septiembre 2011).

El grito de Jesús es el grito de todo crucificado en la historia, del


abandonado y del humillado, del mártir y del profeta, del calumniado y
del condenado injustamente, de quien sufre el exilio o la cárcel. Es el
grito de la desesperación humana que desemboca, sin embargo, en la

21
victoria de la fe que transforma la muerte en vida eterna. “Contaré tu
fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré” (Sal 22,23).

Jesús muere en la cruz. ¿Es la muerte de Dios? No, es la celebración


más sublime del testimonio de la fe. En la gran oscuridad se enciende
la fe: “¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!”, porque quien
muere así, transformando en esperanza de vida la desesperación de
la muerte, no puede ser simplemente un hombre.

Oración

El crucificado es la ofrenda total.


No se ha reservado nada, ni un retazo de su vestidura, ni una gota de
su sangre, ni la Madre.
Ha dado todo: “Todo esta cumplido”.
Cuando no se tiene nada más para dar, porque se ha dado todo,
entonces se es capaz de dar verdaderamente.
Despojado, desnudo, consumido por las llagas, por la sed del
abandono, por los improperios: no tiene ya figura de hombre.
Dar todo: eso es la caridad. Donde termina lo mío, comienza el
paraíso.

Todos: Padre nuestro ………..

Canto; Estaba la Madre dolorosa


junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía

Decimotercera Estación
Jesús es bajado de la cruz

V /. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R /. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del Evangelio según san Marcos (15,42-43.46a)

22
Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del
sábado, vino José de Arimatea, miembro noble del Sanedrín,
que también aguardaba el reino de Dios; se presentó decidido
ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Este compró una
sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana.

Meditación.

José de Arimatea recibe a Jesús antes de haber visto su gloria. Lo


recibe como un derrotado. Como un malhechor. Como un excluido.
Pide el cuerpo a Pilato para impedir que sea arrojado en una fosa
común. José arriesga su reputación y, tal vez también, como Tobit, su
propia vida (cf. Tb 1,15-20). La valentía de José, sin embargo, no es la
audacia de los héroes en la batalla. La valentía de José es la fuerza de
la fe. Una fe que se hace acogida, gratuidad y amor. En una palabra:
caridad.

El silencio, la sencillez y la sobriedad con la que José se acerca al


cuerpo de Jesús contrasta con la ostentación, la banalización y la
fastuosidad de los funerales de los poderosos de este mundo. Su
testimonio nos recuerda, en cambio, a todos aquellos cristianos que,
también en nuestros días, siguen arriesgando su propia vida por un
funeral.

¿Quién podía recibir el cuerpo sin vida de Jesús más que aquella que
le había dado la vida? Podemos imaginar los sentimientos de María
cuando lo recibe en sus brazos; ella, que creyó en las palabras del
ángel y guardaba todo en su corazón. María, mientras abraza a su hijo
muerto, repite de nuevo su «fiat». Es el drama y la prueba de la fe.
Ninguna creatura lo ha sufrido tanto como María, la madre que, al pie
de la cruz, nos ha engendrado a la fe.

Oración.

Repetía la oración del mundo:


«Padre, Abbá, si es posible…».
Sólo un ramito de olivo oscilaba sobre su cabeza
al viento silencioso…
Ni siquiera una espina le quitaste de la corona.
Traspasado también el pensamiento
no puede, no puede allá arriba,
23
no puede el pensamiento dejar de sangrar.
Y ni siquiera una mano le desclavaste del madero:
para que se limpiara de los ojos
la sangre y le fuera concedido
mirar allí al menos a la Madre sola…
Hasta los poderosos
y maestros de crueldad
y la gente, al verlo se cubrían el rostro
y él fluctuaba en una nube:
dentro de la nube del divino abandono.
Y después, sólo después.
Tú y nosotros a devolverle la vida.

Todos: Padre nuestro ………..

Canto; Estaba la Madre dolorosa


junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía

Decimocuarta Estación
Jesús es puesto en el sepulcro

V /. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.

R /. Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del Evangelio según san Mateo (27, 59-60)

José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana


limpia, lo puso en su sepulcro nuevo que se había excavado
en la roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y
se marchó.

Meditación.

Mientras José de Arimatea, sella la tumba de Jesús, él desciende a


los infiernos y abre sus puertas de par en par. Lo que la Iglesia
occidental llama «descenso a los infiernos», la Iglesia oriental lo
celebra ya como Anastasis, es decir, “Resurrección”. Así es como
las Iglesias hermanas comunican al hombre la plena Verdad de este
único Misterio: “Esto dice el Señor Dios: Yo mismo abriré vuestros
24
sepulcros, y os sacaré de ellos, pueblo mío. Pondré mi espíritu en
vosotros y viviréis” (Ez 37,12.14). Tu Iglesia, Señor, canta cada
mañana: “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará
el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y
en sombra de muerte”» (Lc 1,78-79).

El hombre, deslumbrado por unas luces que tienen el color de las


tinieblas, empujado por las fuerzas del mal, hizo rodar una gran piedra
y te ha encerrado en el sepulcro. Pero nosotros sabemos que tú, Dios
humilde, en el silencio en el que nuestra libertad te ha depuesto, estás
más activo que nunca, generando nueva gracia en el hombre que
amas. Entra, pues, en nuestros sepulcros: enciende de nuevo la llama
de tu amor en el corazón de todo hombre, en el seno de toda familia,
en el camino de cada pueblo.

Oración.

Oh Cristo Jesús, todos caminamos hacia nuestra muerte y nuestra


tumba. Permítenos detenernos en espíritu junto a tu sepulcro.
Que el poder de la vida que se ha manifestado en él
traspase nuestros corazones.
Que esta vida sea la luz de nuestra peregrinación terrena.
Todos: Padre nuestro ………..

CELEBRANTE:

Hermanos, concluimos así, nuestro caminar con Cristo hacia su


muerte, sepultura y resurrección, meditemos lo celebrado, ahora,
acompañemos a los hermanos que todavía viven en las tinieblas del
dolor del sufrimiento en el nombre de Señor. Podemos ir en Paz.
AMEN.

CELEBRACIÓN COMUNITARIA DE LA
PENITENCIA EN CUARESMA
Notas previas:

1. Proponemos esta celebración para realizarse a finales de la Cuaresma.


2. Se han unido la liturgia de la palabra y el “examen”. Si no parece oportuno este
esquema puede hacerse como siempre: primero las lecturas y después el examen.

25
3. La reflexión tomada del Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2018,
puede leerse después del evangelio. Cada celebrante verá si debe acortarlo o
buscar otras formas de ofrecerlo a la gente.
4. En el cómputo total ha de pensarse que es necesario programar momentos de
silencio.
5. Es bueno que nos acompañen los símbolos tradicionales de la Cuaresma: la cruz
del presbiterio iluminada y el Evangeliario con cirios encendidos, que nos
recuerden: CONVERTÍOS Y CREED EN EL EVANGELIO. Estos símbolos pueden
introducirse en la procesión de entrada.

RITOS INICIALES

CANTO DE ENTRADA

(EL CELEBRANTE PORTA EL EVANGELIARIO Y LO DEPOSITA SOBRE EL


ALTAR.)

SALUDO DEL PRESIDENTE

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Bendito sea Dios,


que en su infinito amor nos ha dado a su Hijo Jesucristo.
Que su misericordia esté con todos vosotros.

Hermanas y hermanos: sed bienvenidos.

Durante esta Cuaresma queremos prepararnos para celebrar la


Pascua del Señor que significa morir para poder resucitar con Él. Algo
así como clavar nuestros pecados en el madero de la cruz, para
revestirnos de la vida nueva del Espíritu.
En esta celebración comunitaria del Sacramento de la Penitencia
queremos mirarnos en el espejo de Cristo, para medir la distancia entre
su vida y la nuestra, para sopesar lo que nos sobra y lo que nos falta,
para sentir la necesidad de la conversión y abrirnos a la gracia del
Espíritu.

ORACIÓN PRESIDENCIAL

Oremos pidiendo a Dios que nos ilumine

26
para ver con claridad el camino de la conversión. (Instantes de
silencio)

Dios Padre, rico en misericordia,


al ponernos en tu presencia y revisar nuestras vidas,
descubrimos que estamos lejos de responderte con total generosidad
y por ello reconocemos tu bondad y nuestro pecado.
Danos ánimo para recorrer con entusiasmo el camino de conversión a
Ti. Por Jesucristo nuestro Señor. AMEN.

LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA OPCION:
MONICIÓN A LA 1ª LECTURA

Dios nos va a dirigir ahora su palabra para llamarnos a la


conversión. Para disponernos a la escucha será bueno que pensemos un
momento acerca de nuestra actitud interior ante el pecado.

¿Lo aceptamos sin más, sin darle la mayor importancia? ¿Somos


conscientes de nuestros fallos, egoísmos, debilidades, envidias,...? ¿Hay
en nosotros una actitud de humildad, de saber reconocer nuestras
faltas y pedir perdón por ellas? ¿Vemos a Dios como quien nos perdona
y nos quiere, a pesar de todo, si nos acercamos a pedir perdón?

Escuchemos al apóstol Juan.

LECTURA: 1 Jn 1,5 – 2,2

(Se puede tomar del leccionario V, fiesta de los Santos Inocentes).

Examen

A la luz de lo que acabamos de escuchar examinamos:

27
Nuestros pensamientos:

¿Suelo juzgar y criticar a los demás?

¿Soy envidioso o avaricioso?

¿Miro al prójimo con actitudes egoístas?

¿Me gusta ser el centro de todos aquellos que me rodean?

¿Pienso que los demás son los egoístas, los envidiosos,

los que están llenos de defectos?

¿Me considero mejor que los demás?

Nuestras palabras:

¿Suelo insultar cuando me enfado?

¿Es mi lenguaje de un tono colérico y grosero?

¿Soy de los que no dicen nada, pero 'las guardan'

para vengarse en el momento más duro?

¿Miento? ¿Levanto falsos testimonios?

Nuestras obras:

¿Hago mis obras con generosidad o busco siempre mi propio


interés?

Mi relación con familiares, amigos y conocidos, ¿está guiada por


una actitud de servicio o por una actitud de egoísmo?

¿Busco el dominio, el placer, ... o por el contrario tengo una actitud


de servicio? (Instantes de silencio)

SEGUNDA OPCION
MONICIÓN AL EVANGELIO

28
El pecado de omisión puede ser considerado como el pecado del
mundo. Continuamente oímos hablar de hambre, de desempleo, de
pobreza, de guerras, de inmigrantes, de excluidos... Ahora bien, ¿no
formamos nosotros parte de esta sociedad consumista y derrochadora
que al mismo tiempo se lamenta de la pobreza y miseria de tantos seres
humanos?

Escuchemos al Señor en el evangelio.

LECTURA: Mc 10, 17-27

(Se puede tomar del leccionario V, en el Común de santos y santas)

Examen
Después de escuchar la palabra del Señor, pensemos:

¿No hay en mi vida amigos y conocidos a los que podría echar una
mano, con los que podría ser más amable y servicial?

¿Busco el bien de los demás, o solamente estoy preocupado por mis


propias cosas?

En nuestra sociedad hay ancianos abandonados, drogadictos,


deficientes, excluidos,.... ¿qué hago yo por ellos? ¿soy para los demás?

¿tengo tiempo para escuchar, para sonreír, para dar una palabra de
ánimo,...?

¿transmito optimismo a quienes se encuentran deprimidos y sin


ilusión?

¿soy constructor de esperanza?

Tal vez mi respuesta es decirme que no puedo hacer nada, que estas
cosas me superan y desbordan. ¿De verdad creo que no podría aportar
mi granito de arena de alguna forma?

29
¿Me pregunto sinceramente y sin miedos qué es lo que quiere Dios de
mí?

¿Hasta qué punto estoy disponible para cambiar y actuar según los
proyectos que Dios tiene sobre mi persona?

¿Deseo de todo corazón que el Espíritu de Jesús me muestre en esta


Cuaresma mi propio camino para ser testigo fiel del Evangelio y así
anunciar al mundo la Buena Noticia pascual? (Instantes de silencio)

REFLEXIÓN: ( ES CONVENIENTE TOMA UNA PORCIÓN DEL MENSAJE)

MENSAJE DE PAPA FRANCISCO PARA LA CUARESMA 2018.

«Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (Mt 24,12)

 Queridos hermanos y hermanas:

Una vez más nos sale al encuentro la Pascua del Señor. Para prepararnos a
recibirla, la Providencia de Dios nos ofrece cada año la Cuaresma, «signo
sacramental de nuestra conversión»[1], que anuncia y realiza la posibilidad de
volver al Señor con todo el corazón y con toda la vida.

Como todos los años, con este mensaje deseo ayudar a toda la Iglesia a vivir con
gozo y con verdad este tiempo de gracia; y lo hago inspirándome en una expresión
de Jesús en el Evangelio de Mateo: «Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la
mayoría» (24,12). Esta frase se encuentra en el discurso que habla del fin de los
tiempos y que está ambientado en Jerusalén, en el Monte de los Olivos,
precisamente allí donde tendrá comienzo la pasión del Señor. Jesús, respondiendo
a una pregunta de sus discípulos, anuncia una gran tribulación y describe la
situación en la que podría encontrarse la comunidad de los fieles: frente a
acontecimientos dolorosos, algunos falsos profetas engañarán a mucha gente
hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones, que es el centro de todo
el Evangelio.

1. Los falsos profetas

Escuchemos este pasaje y preguntémonos: ¿qué formas asumen los falsos


profetas?

30
Son como «encantadores de serpientes», o sea, se aprovechan de las emociones
humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren. Cuántos
hijos de Dios se dejan fascinar por las lisonjas de un placer momentáneo, al que se
le confunde con la felicidad. Cuántos hombres y mujeres viven como encantados
por la ilusión del dinero, que los hace en realidad esclavos del lucro o de intereses
mezquinos. Cuántos viven pensando que se bastan a sí mismos y caen presa de la
soledad.

Otros falsos profetas son esos «charlatanes» que ofrecen soluciones sencillas e
inmediatas para los sufrimientos, remedios que sin embargo resultan ser
completamente inútiles: cuántos son los jóvenes a los que se les ofrece el falso
remedio de la droga, de unas relaciones de «usar y tirar», de ganancias fáciles
pero deshonestas. Cuántos se dejan cautivar por una vida completamente virtual,
en que las relaciones parecen más sencillas y rápidas pero que después resultan
dramáticamente sin sentido. Estos estafadores no sólo ofrecen cosas sin valor sino
que quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar. Es
el engaño de la vanidad, que nos lleva a pavonearnos… haciéndonos caer en el
ridículo; y el ridículo no tiene vuelta atrás. No es una sorpresa: desde siempre el
demonio, que es «mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44), presenta el mal
como bien y lo falso como verdadero, para confundir el corazón del hombre. Cada
uno de nosotros, por tanto, está llamado a discernir y a examinar en su corazón si
se siente amenazado por las mentiras de estos falsos profetas. Tenemos que
aprender a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial, sino a reconocer qué
cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera,
porque vienen de Dios y ciertamente sirven para nuestro bien.

2. Un corazón frío

Dante Alighieri, en su descripción del infierno, se imagina al diablo sentado en un


trono de hielo[2]; su morada es el hielo del amor extinguido. Preguntémonos
entonces: ¿cómo se enfría en nosotros la caridad? ¿Cuáles son las señales que nos
indican que el amor corre el riesgo de apagarse en nosotros?

Lo que apaga la caridad es ante todo la avidez por el dinero, «raíz de todos los
males» (1 Tm 6,10); a esta le sigue el rechazo de Dios y, por tanto, el no querer
buscar consuelo en él, prefiriendo quedarnos con nuestra desolación antes que
sentirnos confortados por su Palabra y sus Sacramentos[3]. Todo esto se
transforma en violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una
amenaza para nuestras «certezas»: el niño por nacer, el anciano enfermo, el
huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a
nuestras expectativas.

También la creación es un testigo silencioso de este enfriamiento de la caridad: la


tierra está envenenada a causa de los desechos arrojados por negligencia e
interés; los mares, también contaminados, tienen que recubrir por desgracia los
31
restos de tantos náufragos de las migraciones forzadas; los cielos —que en el
designio de Dios cantan su gloria— se ven surcados por máquinas que hacen llover
instrumentos de muerte.

El amor se enfría también en nuestras comunidades: en la Exhortación


apostólica Evangelii gaudium traté de describir las señales más evidentes de esta
falta de amor. estas son: la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la tentación de
aislarse y de entablar continuas guerras fratricidas, la mentalidad mundana que
induce a ocuparse sólo de lo aparente, disminuyendo de este modo el entusiasmo
misionero[4].

3. ¿Qué podemos hacer?

Si vemos dentro de nosotros y a nuestro alrededor los signos que antes he


descrito, la Iglesia, nuestra madre y maestra, además de la medicina a veces
amarga de la verdad, nos ofrece en este tiempo de Cuaresma el dulce remedio de
la oración, la limosna y el ayuno.

El hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que nuestro corazón descubra


las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos[5], para
buscar finalmente el consuelo en Dios. Él es nuestro Padre y desea para nosotros
la vida.

El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el


otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío. Cuánto desearía que la
limosna se convirtiera para todos en un auténtico estilo de vida. Al igual que, como
cristianos, me gustaría que siguiésemos el ejemplo de los Apóstoles y viésemos en
la posibilidad de compartir nuestros bienes con los demás un testimonio concreto
de la comunión que vivimos en la Iglesia. A este propósito hago mía la exhortación
de san Pablo, cuando invitaba a los corintios a participar en la colecta para la
comunidad de Jerusalén: «Os conviene» (2 Co 8,10). Esto vale especialmente en
Cuaresma, un tiempo en el que muchos organismos realizan colectas en favor de
iglesias y poblaciones que pasan por dificultades. Y cuánto querría que también en
nuestras relaciones cotidianas, ante cada hermano que nos pide ayuda,
pensáramos que se trata de una llamada de la divina Providencia: cada limosna es
una ocasión para participar en la Providencia de Dios hacia sus hijos; y si él hoy se
sirve de mí para ayudar a un hermano, ¿no va a proveer también mañana a mis
necesidades, él, que no se deja ganar por nadie en generosidad?[6]

El ayuno, por último, debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una
importante ocasión para crecer. Por una parte, nos permite experimentar lo que
sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre;
por otra, expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y
sediento de la vida de Dios. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a

32
Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único
que sacia nuestra hambre.

Querría que mi voz traspasara las fronteras de la Iglesia Católica, para que llegara
a todos ustedes, hombres y mujeres de buena voluntad, dispuestos a escuchar a
Dios. Si se sienten afligidos como nosotros, porque en el mundo se extiende la
iniquidad, si les preocupa la frialdad que paraliza el corazón y las obras, si ven que
se debilita el sentido de una misma humanidad, únanse a nosotros para invocar
juntos a Dios, para ayunar juntos y entregar juntos lo que podamos como ayuda
para nuestros hermanos.

4. El fuego de la Pascua

Invito especialmente a los miembros de la Iglesia a emprender con celo el camino


de la Cuaresma, sostenidos por la limosna, el ayuno y la oración. Si en muchos
corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón
de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos
empezar a amar de nuevo.

Una ocasión propicia será la iniciativa «24 horas para el Señor», que este año nos
invita nuevamente a celebrar el Sacramento de la Reconciliación en un contexto de
adoración eucarística. En el 2018 tendrá lugar el viernes 9 y el sábado 10 de
marzo, inspirándose en las palabras del Salmo 130,4: «De ti procede el perdón».
En cada diócesis, al menos una iglesia permanecerá abierta durante 24 horas
seguidas, para permitir la oración de adoración y la confesión sacramental.

En la noche de Pascua reviviremos el sugestivo rito de encender el cirio pascual: la


luz que proviene del «fuego nuevo» poco a poco disipará la oscuridad e iluminará
la asamblea litúrgica. «Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las
tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu»[7], para que todos podamos
vivir la misma experiencia de los discípulos de Emaús: después de escuchar la
Palabra del Señor y de alimentarnos con el Pan eucarístico nuestro corazón volverá
a arder de fe, esperanza y caridad.

Los bendigo de todo corazón y rezo por ustedes. No se olviden de rezar por mí.

Vaticano, 1 de noviembre de 2017


Solemnidad de Todos los Santos

Francisco

 [1] Misal Romano, I Dom. de Cuaresma, Oración Colecta.

[2] «Salía el soberano del reino del dolor fuera de la helada superficie, desde la mitad del pecho»
(Infierno XXXIV, 28-29).

33
[3] «Es curioso, pero muchas veces tenemos miedo a la consolación, de ser consolados. Es más, nos sentimos
más seguros en la tristeza y en la desolación. ¿Sabéis por qué? Porque en la tristeza nos sentimos casi
protagonistas. En cambio en la consolación es el Espíritu Santo el protagonista» (Ángelus, 7 diciembre 2014).

[4] Núms. 76-109.

[5] Cf. Benedicto XVI, Enc. Spe salvi, 33.

[6] Cf. Pío XII, Enc. Fidei donum, III.

[7] Misal Romano, Vigilia Pascual, Lucernario.

LITURGIA DEL SACRAMENTO

PETICIÓN COMUNITARIA DE PERDÓN

Presidente: Conscientes de nuestra realidad, acudimos a Dios, rico en


misericordia.

- 1ª FÓRMULA -
- Canto de una antífona penitencial -

 Perdón, Señor, por nuestros egoísmos, nuestra insolidaridad,


por la dureza de nuestros corazones.

 Perdón, Señor, por nuestras intolerancias.

 Perdón, Señor, por nuestras comodidades riquezas y apegos.

- Canto de una antífona penitencial -

 Perdón, Señor, por nuestros orgullos y por menospreciar a los


demás.

 Perdón, Señor, por nuestros individualismos.

 Perdón, Señor, por no descubrirte en el pobre.

- Canto de una antífona penitencial -

- 2ª FÓRMULA

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Se lee el siguiente texto con antífonas penitenciales al principio,
final (e intercaladas).

A: Yo sé que me quieres, Señor, porque eres bueno,

porque tienes un corazón sensible, perdóname;

limpia mis bajos fondos de pecado,

y de mis caídas continuas, levántame.

B: Me siento pecador ante ti, que eres santo,

y mi pecado está agarrado a mí.

¡Cómo soy!: contra ti, contra ti sólo pequé

y tus ojos han visto con pena mi corazón manchado.

A: Qué alegría saber que eres Padre, y también justo y


recto, y que juzgas sin chantajes ni partidismos.

Lo siento; yo nací manchado por la culpa

y antes de nacer estuve envuelto en tinieblas.

B: Tú me miras fijamente y amas lo puro y limpio dentro de


y me hablas suavemente como amigo en el silencio.

Abrázame y tu amor me cambiará el corazón,

sé mi amigo y caminaré hacia la cumbre.

35
A: Devuélveme, que lo perdí, el gozo y la alegría,

y toda mi vida salte en fiesta.

Somos amigos: olvida el mal que hice,

y ayúdame con tu amistad a renovarme.

B: Que nazca en mí, como una fuente, un corazón


puro, y una voluntad firme, Señor, fragua en mí;

quiero ver tu rostro alegre a mi lado

y tu fuerza en mí me acompañe siempre.

A: Dame, te lo pido, la alegría de tu salvación,

y un corazón sincero que se juegue todo por ti;

les diré a los jóvenes que tus caminos son formidables y a


los que pecan sin conocerte que prueben lo que eres Tú.

B: Dame vida, que yo amo el vivir, Tú que eres el Dios de la


Vida.

Y con ella diré a los hombres y mujeres que contigo todo es


posible. Abre mi corazón y mis labios, hacia ti, Señor, para
que diga cuanto te quiero.

A: Ya sé que Tú no andas con pequeñeces,

Lo que Tú me pides es un corazón arrepentido;

un corazón sincero y noble es lo que quieres.

36
B: Sé bueno conmigo y con los otros

y fortalece nuestras vidas indefensas.

A ti nuestra vida dura de cada día te ofrecemos,

para que Tú, Dios nuestro, sobre tu altar,

encuentres nuestro don y lo recibas con alegría.

TODOS: Devuélvenos, te lo pedimos, el gozo y la alegría,

y toda nuestra vida salte hoy en fiesta.

Somos amigos: olvida el mal que te causamos,

y ayúdanos con tu amistad a convertirnos.

PADRE NUESTRO Haznos, Señor Jesús, como tú:


pobres, humildes, serviciales, solidarios, generosos y
compasivos.
Con la oración que Tú mismo nos enseñaste nos
dirigimos a tu Padre y nuestro Padre: Padre
nuestro...

GESTO DE LA PAZ (si se desea)

Presidente: En Cristo, que nos ha hecho hermanos y hermanas


con su cruz, y como signo de reconciliación, démonos
la paz.

CONFESIÓN PERSONAL Y ABSOLUCIÓN

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ACCIÓN DE GRACIAS Y DESPEDIDA

Puede cantarse un canto de acción de gracias.

ORACIÓN PRESIDENCIAL DE ACCIÓN DE GRACIAS

Oremos al Dios que nos ha perdonado.


Dios, Padre bueno,
te damos gracias por el perdón recibido.
Aquí nos tienes, dispuestos a hacer eficaz la luz recibida,
abiertos a tus llamadas.
Queremos proclamar que Tú vives,
y que tu misericordia es eterna.
Bendito seas por los siglos de los siglos. Amén.

BENDICIÓN

El Señor esté con vosotros.

Dios Padre los bendiga


y los ayude a ser testigos del perdón celebrado.

Y la bendición de Dios todopoderoso,


Padre, Hijo + y Espíritu Santo descienda sobre ustedes.

El Señor los ha perdonado. Podéis ir en paz.

TEXTOS PREPARADOS POR: M. I. Sr. Cango. Mons. Jorge Palencia Ramírez de Arellano

Coordinador General de la Pastoral del Santuario

Canónigo Lectoral del Venerable Cabildo de Guadalupe

TEPEYAC – CUARESMA 2018.

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