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UNIVERSIDAD INTERNACIONAL SEK

CRITICA DE LA ARQUITECTURA
SAMANTA MENA

La Mercancía
Marx

1 EL DE LA MERCANCÍA
El fetichismo es el atribuirle a una cosa propiedades que no le son propias, es decir, considerar que una
cosa es algo distinto a lo que realmente es. Más aún, es atribuirle propiedades mágicas,  mistificar una
cosa. Esto es muy usual y puede ocurrir por una mezcla de ignorancia y creencias animistas, como cuando
antiguamente se creía que las yeguas, y las mujeres, eran fecundadas por el viento. Este viento era
fetichizado como algo que no es. También algo se puede fetichizar si se lo asocia con ideas mágicas o
religiosas, así los creyentes consideran a la hostia y al vino como al cuerpo y la sangre de Jesús.
Con las mercancías pasa algo parecido, pero lo extraño es que el fetichismo de las mercancías surge por
considerarlas como “lo que son” a primera vista, es decir que no surge de algo ajeno a ellas, sino de una
forma que les es propia. Las mercancías se nos presentan tal cual son, no nos ocultan que son cosas útiles
y que tienen un precio. Al contrario, tan claro vemos que las mercancías son valores de uso con valores de
cambio, que sólo vemos eso: valores de uso que portan valores de cambio. El valor de cambio aparece
unido a cada mercancía y parece ser una propiedad del valor de uso que constituye cada mercancía.
Aquí empieza el fetichismo, o la falsificación del concepto, cuando el valor de cambio es visto como una
cualidad del valor de uso al que está unido, porque el valor de uso es lo que realmente vemos, no
podemos ver qué otra cosa puede ser la causa del valor de cambio, hasta no hacer un análisis más
profundo.

2 CONSECUENCIAS
La más importante consecuencia de la forma mercantil que toman las relaciones sociales, es que se genera
un lenguaje de cosas, mediante el juego de los precios en el mercado, que se autonomiza de las decisiones
que quieran tomar las personas, y al contrario, este lenguaje de cosas domina el movimiento de la
economía y por lo tanto domina las vidas de las personas que la producen. Las personas se convierten en
engranajes de una máquina ciega. Cuando los precios de una mercancía caen, todo un sector de la
producción se deprime y multitudes quedan en la calle sin saber bien a quién culpar ante semejante paliza.
Los que conservan sus trabajos son sometidos a presiones fuertísimas para que rindan más y mejor, y
cuando vuelven a sus casas, agotados, no saben a quién culpar por el castigo diario que reciben. “Es la
situación”, “Está difícil”, se escucha. Hasta ayer un trabajo era útil, y hoy no lo es más. El culpable está
bien oculto. El mismo capitalista actúa como un autómata. 
La otra condición insoslayable depende de un esfuerzo propio de la clase, es el esfuerzo crítico que
destruye ese mundo de apariencias sustentado por la propaganda capitalista, y revela la posibilidad y la
necesidad de un cambio revolucionario. Aquí es necesaria la actividad de los militantes sobre la
subjetividad de los trabajadores.

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