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¿Qué es la ética aplicada?

La ética aplicada constituye una de las áreas más prolíficas y actuales de la


filosofía contemporánea. Los que hacen ética aplicada desarrollan su trabajo en
varias áreas de la sociedad contemporánea donde la ética posee un papel
relevante. Trabajan en ámbitos como la bioética, la ética empresarial, la ética
ambiental, la ética legal, la ingeniería ética, la ética de la comunicación, la ética del
ciberespacio, etc. Éstos y muchos otros ámbitos, donde se lleva a cabo un intento
de tratar con problemas éticos que surgen en la vida cotidiana, constituyen el
objeto de estudio de la ética aplicada.
Si consultamos las páginas web que existen sobre ética aplicada, nos
percataremos de que la ética se encuentra en cualquier carrera o especialidad que
queramos tratar. Hay un interés creciente para el desarrollo de una ética aplicada
en cualquier ámbito de conocimiento. La urgencia de construir una ética aplicada
en el ámbito de la información como disciplina teoricopráctica se acentúa en la
medida en que se desarrollan las nuevas tecnologías que multiplican la capacidad
de difundir todo tipo de mensajes e informaciones relevantes.
Haremos un repaso de los numerosos y controvertidos tópicos de la ética aplicada
contemporánea para poder ofrecer una visión explicativa e interpretativa de estos
tópicos, las teorías éticas que sustentan los argumentos y la naturaleza de la ética
aplicada como disciplina.
1.1. Ética aplicada a las profesiones
A menudo, cuando se habla de ética aplicada, se hace referencia a la ética que se
utiliza en las profesiones, en los diferentes sectores profesionales.
Definimos profesión como aquella actividad permanente que requiere un título,
que sirve como medio de vida y que, asimismo, determina el ingreso en un grupo
profesional determinado. Por consiguiente, en las profesiones hay unas
atribuciones y unos deberes que derivan de su ejercicio y que están definidos
desde el punto de vista legal. El cumplimiento o no de estas obligaciones y
deberes es objeto de la ética profesional.
Por tanto, la ética profesional se centra en el tema del bien, es decir, qué es bueno
hacer, al servicio de qué bienes se encuentra una profesión, cuál es el tipo de bien
que persigue como finalidad.
A menudo, se habla de ética y deontología para referirse a las profesiones.
La deontología profesional se ocupa de los deberes y obligaciones (deon en
griego significa 'deber'), busca formular un conjunto de normas exigibles a todos
los que ejercen una misma profesión. Sin la perspectiva ética, la deontología se
queda sin su horizonte de referencia.
Sin embargo, el bien es pluriforme, tiene muchas facetas. De aquí que no sea
exigible en todos sus aspectos. Por este motivo, se precisan normas que traten de
salvaguardar unos mínimos obligatorios para todo el mundo, compartidos, que
pueden ser interpretados en los mismos términos y que pueden aplicarse con
criterios idénticos.
De este modo, la deontología habla de lo que es vinculante para todos y la ética
se ocupa de los espacios abiertos y plurales que queden en el bien. Por tanto,
ésta tiene como última instancia la conciencia individual y la deontología se mueve
en el terreno de aquello que es colectivo (códigos deontológicos).
La ética es, como señala Hazel Barnes, "un control interior que el individuo ejerce
sobre sí mismo" y su finalidad es el deber en relación con sí mismo y con los
demás. Se trata de una ciencia normativa de la conducta que permite a todos los
profesionales elegir entre diferentes opciones, saber cuál es el camino correcto en
el ejercicio de la profesión. La ética es consustancial al ser humano, puesto que
sólo actúa a partir de las conductas voluntarias del individuo.
Así pues, la ética va más allá de las hipótesis normativas previstas como
obligatorias en el aparato jurídico vigente. De esta manera, pueden existir
conductas lícitas pero no éticas y, por contra, puede haber, excepcionalmente,
conductas éticas que pueden ser ilícitas en determinados ordenamientos jurídicos.
El periodista, por ejemplo, no se limita a escribir simplemente para el consumo de
otros, sino para autoexpresarse, y pone su persona y todo su ser en su actividad
periodística. Aquello que comunica es, de una manera muy real, lo que él es. Se
gusta o se desagrada a sí mismo, no sólo a su público. Lo que hace para vivir de
acuerdo con alguna norma interior no sólo afecta a sus actividades y creencias en
otros, sino también, de una manera muy real, a la misma esencia de su vida.
Sin embargo, ¿cómo podemos saber qué es ético o no en el ejercicio de la
profesión? A esta pregunta pueden darse dos respuestas: la primera de carácter
general y de orden personal, y la segunda estrictamente profesional.
- La primera reside en el hecho de que aquello que es ético se identifica con
la virtud, que explica Platón en La República, como las cuatro virtudes cardinales:
- La sabiduría, que es parte innata y parte adquirida, puesto que combina
conocimientos con habilidades personales y se enriquece a partir de lecturas,
observación y experiencias de la vida.
- El coraje, que hace que la persona busque las realizaciones de sus proyectos
vitales -identificados por medio de la sabiduría-, de manera constante y con
disciplina.
- La templanza, que conjuga prudencia, paciencia y resistencia para materializar
los proyectos de vida.
- La justicia, que comprende dar a cada uno y a cada hecho el lugar que le
corresponde en relación con la razón y la emoción que dignifica al ser humano.
- La segunda identifica aquello que es ético con los valores supremos de la
profesión que se reproducen en los códigos deontológicos de cada una de éstas.
Hoy día, existe un interés creciente por la formulación de normas éticas para
colectivos profesionales que, muchas veces, responden a necesidades de imagen
corporativa: una manera de captar la confianza del público.1 Todas las profesiones
necesitan imagen, estima, reconocimiento social de las capacidades técnicas de
los profesionales, así como de su comportamiento ético. Por otro lado, las
profesiones tienden a definir sus actos profesionales en términos de prestación de
asistencia y no de resultados garantizados. El profesional tiende a decir que ha
cumplido cuando ha hecho las cosas como se hacen entre los colegas de su
profesión, y se desentiende de los resultados. Sin embargo, son estos resultados
deseables los que hacen posible esta profesión. Para que una profesión sirva para
lo que debe servir, no sólo se precisan regulaciones deontológicas y que los
referentes éticos sean correctos y plausibles; conviene garantizar en la práctica
que se apliquen en beneficio de un buen servicio profesional.
1.2. Las dimensiones de la ética profesional
Hortal2 nos habla de dos dimensiones de toda ética profesional: la teleológica y la
pragmática. Una ética profesional no debe restringirse a una colección de
"recetas", sino que debe plantearse como la capacidad de reflexionar y analizar
críticamente la situación a la que se enfrenta el profesional. "La enseñanza de la
ética profesional tiene que ayudar a reflexionar sistemáticamente sobre el servicio
específico, las principales obligaciones y los posibles conflictos éticos con que van
a tener que enfrentarse quienes aspiran a asumir responsable y lúcidamente el
ejercicio de su profesión en beneficio de la sociedad".3
- La dimensión teleológica se dirige a una finalidad, el objetivo de la práctica
profesional. Por ejemplo: ¿para qué sirve esta profesión?, ¿qué queremos
conseguir? Esta tarea se puede hacer bien sólo a partir de su reflexión. "Toda
profesión es ejercida con vistas a la consecución de fines que son parte integrante
de una vida buena. Estos fines se buscan y alcanzan conforme a las posibilidades
y usos accesibles en un momento histórico, y a ellos responden los baremos de
excelencia en el ejercicio de cada profesión".4
- La dimensión pragmática queda subordinada a la primera, que se relaciona con
el código deontológico. Se refiere a cómo hacer en la práctica lo que se ha
propuesto como finalidad siguiendo unas pautas determinadas. Se propone un tipo
de guía estructurada de aquellos aspectos que se refieren a las relaciones del
profesional con sí mismo, con la institución que desarrolla la actividad y con la
sociedad global.
Conviene recordar las dos dimensiones de toda ética profesional: la teleológica y
la pragmática. La teleológica se refiere a la necesidad de establecer una finalidad;
la pragmática, a la de traducir esta última en un código práctico y aplicable.

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