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4.1 Definición de objetivos y metas. 4.

4 Planificación de las actividades


4.2 Manejo del estrés. diarias.
4.3 Postergación de funciones. 4.5 Liderazgo de la administración
del tiempo.

El tiempo es una situación objetiva, que transcurre fuera de nosotros sin que
podamos controlarlo. Sin embargo, el tiempo puede adquirir las características
y el ritmo que establezcamos para su distribución si implementamos estrategias
personales para el uso y la administración del tiempo. Este proceso requiere de
un trabajo reflexivo que nos ponga en contacto con la forma cómo vivimos y
manejamos nuestro tiempo, entendiendo que es un desarrollo que depende de
factores internos y de la personalidad más que de los aspectos externos e
institucionales o familiares.

La administración del tiempo nos obliga a detenernos a pensar en cómo lo


hemos venido usando y cómo queremos hacerlo de aquí en adelante (Lakein,
1973), (Rodríguez, 2011), (Tracy, 2012). Es decir, que para tomar el liderazgo de
nuestra vida, no nos podemos dejar llevar por el transcurrir de los eventos, sino
que debemos invertir tiempo en diseñar el manejo del tiempo personal y
laboral. Para esto es importante el aclarar nuestras metas y objetivos vitales.
Después de esta toma de conciencia, podemos proceder a la planificación de
nuestras actividades diarias para trazar el camino hacia el logro de nuestros
objetivos a corto, mediano y largo plazo. Es fundamental realizar esta
planificación con metas realistas, evaluando nuestras fortalezas y recursos
genuinos, para evitar el desarrollo de situaciones de estrés que puedan afectar la
salud mental, física y nuestras relaciones interpersonales. En el diseño de una
planificación del uso del tiempo debemos estar alerta con las trampas y
distractores que nos lleven a posponer tareas importantes. Posponer tareas se
convierte en un factor estresante que además sabotea el logro de las metas
fijadas, creando frustración y desánimo.

Es necesario mencionar que el hecho de organizar nuestras actividades para


encajar en una planificación temporal no quiere decir que podemos controlar la
totalidad de los eventos y sus resultados. Existen imprevistos y distracciones
que debemos tomar en consideración para hacer una estructuración realista del
tiempo.
El manejo del tiempo requiere, fundamentalmente, identificar lo que deseamos
hacer y luego debemos conocer el espacio de tiempo del que disponemos para
realizarlo durante ese período establecido. En nuestra vida cotidiana, como
sujetos con una vida personal y laboral rica en actividades, relaciones y trabajo,
tenemos muchas cosas que deseamos hacer y otras que es menester atender
para lograr nuestras aspiraciones. Esos puntos a los que dirigimos nuestras
acciones son las metas y los objetivos.

Los términos meta y objetivo se usan como sinónimos en el lenguaje ordinario,


pero tienen ligeras diferencias que son importantes de puntualizar con el
propósito de diseñar nuestra vida y el uso del tiempo. Consultando a diversos
autores, puede que continuemos con la confusión, pero para estos efectos,
vamos a tomar la acepción de meta como un lugar, objeto o situación a la que
queremos llegar y objetivo como los puntos o asuntos que queremos alcanzar en
la vía hacia la meta. Entendemos entonces que meta sería el conjunto de las
aspiraciones resumidas en un tema y los objetivos los alcances progresivos que
vamos logrando en la vía hacia la meta. Según el Diccionario de la Real
Academia Española la palabra meta significa, en una primera acepción,
“Término señalado a una carrera”. Luego añade otro sentido, “Fin al que se
dirigen las acciones o deseos de una persona” (DRAE, 1997). Sería ese final
definido al que queremos llegar en un aspecto de nuestras vidas.

Las metas no son sólo las grandes aspiraciones. También pueden ser situaciones
a las que queremos llegar o cambios que queremos hacer y que toman tiempo y
esfuerzo. Estudiar un idioma, bajar de peso o construir masa muscular, dedicar
más tiempo de calidad a la pareja o a la familia, son metas que necesitan
también de un diseño de acciones progresivas que nos acerquen a eso que
queremos alcanzar. Y las etapas que dibujamos en un plan son los objetivos.
Esos objetivos nos sirven para identificar si estamos trabajando de forma
efectiva en la conquista de las metas.

Sin embargo, estas aspiraciones en forma de metas y objetivos, pueden quedar


en la fantasía o en la ensoñación sin materializarse si no las identificamos y
producimos un diseño de acciones concretas para alcanzar el logro que nos
proponemos. Es un trabajo de construcción de un diseño. Podemos decir que es
un plan por etapas, con atención a los indicadores que nos muestren si hemos
alcanzado los objetivos o no, para reevaluar y monitorear si hemos ido
trabajando hacia el logro de los objetivos atendiendo a los indicadores y
medición de resultados. Por ejemplo, si la meta es aprobar un curso de la
carrera, los objetivos están definidos en cada parte de la asignatura y todo esto
está limitado por un período de tiempo.

Y en ese tiempo debemos emprender un conjunto de tareas que nos lleven al


alcance de los objetivos parciales y luego a la meta a corto plazo, que sería el
dominio de los contenidos y la subsecuente aprobación de esta asignatura. Todo
esto para ir alcanzando la meta de culminar exitosamente los semestres, como
metas a mediano plazo, y finalmente obtener la licenciatura como gran meta
final a largo plazo.

Para establecer una meta debemos fijar una situación a alcanzar. Para esto hay
que crear una forma de evaluar la distancia hacia esa meta estableciendo lo que
se ha llamado “línea base” (Armijo, 2010), o situación actual de la trayectoria. El
recorrido se puede acompañar con las preguntas ¿a dónde quiero llegar? ¿En
qué situación estamos ahora? ¿Cómo estábamos antes? De esta manera se
puede ir realizando un monitoreo para evaluar la trayectoria hacia la meta, la
inversión de tiempo que hacemos en cada etapa y si es necesario reajustar este
tiempo para la realización de los objetivos y las tareas necesarias.

Después de puntualizar las metas, hablamos del establecimiento de objetivos


claros como un primer paso para emprender el manejo del tiempo. ¿Cómo
definir un objetivo? ¿Cuáles son los objetivos que me permitan alcanzar la
meta?

Para tratar de distinguir con un poco más de precisión la diferencia entre metas
y objetivos, podemos apoyarnos en Aroldo Noriega (2014), quien cita las
recomendaciones del diseño instruccional de la Universidad de Tulane:

Las metas son más amplias, son principios que guían el proceso de toma de
decisiones; por su lado, los objetivos son específicos, medibles, son pequeños
pasos para alcanzar la meta.

 Las metas son amplias, los objetivos son directos y estrechos.


 Las metas son intenciones generales, los objetivos precisos.
 Las metas muchas veces son intangibles, los objetivos tangibles.
 Las metas tienden a ser abstractas, los objetivos concretos.
 Las metas son difíciles de medir, los objetivos no.
 Las metas y objetivos son utilizados de diferente forma en muchos
aspectos. Las metas ponen la mirada en el horizonte, los objetivos en los
pasos que debemos dar para llegar a ese horizonte. (Noriega, 2014, p.1).

Definir objetivos es un proceso personal que apunta a un tiempo futuro y


compromete el desarrollo del tiempo presente. Implica la idea del trabajo paso
por paso. Esta concepción permite la autoevaluación y el monitoreo del uso
eficaz y eficiente del tiempo. ¿Cómo construir objetivos realistas con límites
definidos?

Forsyth (2005) subraya como primer movimiento el fijar objetivos claros. Este
autor plantea que definir objetivos claros es decisivos y cualquier vaguedad
puede afectar negativamente al trabajo global de una persona, en particular a la
administración del tiempo, y a veces de forma subrepticia. Luego caracteriza los
objetivos claros indicando que los objetivos inteligentes son específicos,
mensurables, realistas y están sometidos al rigor de los plazos.
Drucker, citado por Larrasoain (2001) hacia la década de los ’50, planteó un
método de gerencia por objetivos llamado SMART por sus siglas en inglés. La
efectividad en el logro de las metas no depende de la presión de los Jefes, sino
de una capacidad personal que desarrollen los individuos para fijarse objetivos y
trazar el camino para realizarlos. Los objetivos deben ser (S) Específicos, (M)
Medibles, (A) Alcanzables o Factibles, (R) Relevantes, y (T) Especificados en el
tiempo (Taboada, 2014).

Los objetivos pueden ser diseñados y realizados individualmente o, en


ocasiones, los objetivos son parte de una meta a alcanzar en conjunto, como
departamento o institución, lo que requiere de un proceso de ajuste y acuerdos
entre un equipo de personas.

En este mismo orden de ideas Bellas Bouza (2012) afirma que el trabajo diario
debe tener unos objetivos claramente definidos por escrito. Esta definición de
objetivos debe realizarse por escrito y tomar en cuenta variables asociadas con
la temporalidad, su importancia, las prioridades y los resultados a alcanzar.

La temporalidad hace referencia a la estimación del tiempo para el desarrollo y


logro de objetivos. Para ello sugiere el uso de un recurso que permita identificar
los objetivos y sub objetivos y, establecer los lapsos en que deberán ser
alcanzados. El diagrama de Gantt es una herramienta que permite planificar y
programar tareas a lo largo de un período determinado, se presenta a través de
un gráfico de barras horizontales ordenadas por actividades a realizar en
secuencias de tiempo concretas.

La importancia de los objetivos está directamente relacionada con la


complejidad que impliquen y la dependencia con otros objetivos. Partiendo de
la importancia de los objetivos, se establecen las prioridades y se definen las
tareas, detallando la forma y el tiempo en que debemos desarrollarlas para
obtener los resultados esperados de manera tangible y con altos niveles de
calidad.

El tiempo transcurre a un ritmo que es relativamente uniforme. Apreciamos su


naturaleza de acuerdo a la manera cómo nos sentimos afectados por su paso. La
percepción subjetiva que tenemos del tiempo determina que podamos vivirlo
como de paso lento o que transcurre aceleradamente. En ocasiones podemos
percibir el tiempo como un perseguidor implacable del que huimos y nos
escondemos, evitando compromisos y posponiendo responsabilidades. Esta
sensación de ser perseguidos se traduce en angustia y en el tan afamado estrés.
Una mala administración del tiempo produce estrés. El estrés sostenido de
forma constante puede llegar a generar una cadena de consecuencias como las
enfermedades psicosomáticas y la alteración de las relaciones interpersonales.

Todos estamos familiarizados con las sensaciones de ansiedad en nuestro


cuerpo: el aumento de los latidos del corazón, el incremento del ritmo
respiratorio, sentimientos de irritación, sensación de alerta, y tensión general.
Todas estas son manifestaciones de lo que llamamos estrés o estar estresados.
¿Qué es el estrés? El estrés puede ser descrito como una situación de sobrecarga
o de presión que afecta a una persona y que depende tanto de las demandas de
la situación, como de los recursos de la persona para afrontarla. Lo que provoca
el estrés puede ser una amenaza desde el exterior, o bien la reacción de estrés se
puede generar por la percepción de una amenaza proveniente de nuestras ideas
o de nuestros pensamientos, es decir, del interior de nosotros mismos.

Las causas del estrés en el mundo contemporáneo son múltiples. La dificultad


en el manejo de nuestro tiempo es una de las causas más frecuentes del estrés.
Pero, ¿qué relación tiene el estrés con el manejo del tiempo?

Nuestras vidas están llenas de relaciones, relaciones de afecto, relaciones


laborales, aspiraciones, sueños, ideales y metas. La dificultad en cumplir con los
compromisos personales, la tardanza en responder adecuadamente a los
objetivos planteados a nivel laboral y personal, va produciendo una sensación
de incapacidad que genera una espiral de autovaloración negativa. El estrés
producido por las dificultades en el manejo del tiempo es patógeno, es decir,
produce enfermedades (Rodríguez, 2011).

Como resultado de períodos prolongados de estrés sostenido pueden producirse


desbalances físicos con manifestaciones tales como problemas
gastrointestinales, dolores de cabeza, problemas de la piel y en situaciones más
graves cuadros críticos de hipertensión y problemas del corazón. Por otra parte,
estos estados de estrés también afectan la esfera psicológica, aumentando la
irritabilidad, la intolerancia y la obsesividad que pueden llevar a trastornos del
sueño y al abuso de sustancias como el alcohol y algunos medicamentos para la
ansiedad, con consecuencias negativas en las relaciones interpersonales en el
trabajo y con la familia (Rodríguez, 2011), (Ganso, 2014).

De acuerdo a lo establecido anteriormente, el uso adecuado del tiempo es un


factor que debe ser manejado con especial atención para preservar y mejorar
nuestra salud física y mental. Las estrategias para manejar el tiempo son aliados
en el manejo del estrés, ya que una mejor organización y distribución de nuestro
tiempo repercute en una mejor organización de nuestra vida para lograr
equilibrar espacios para el trabajo y espacios para el descanso.

Algunas recomendaciones para el manejo del tiempo y el manejo del estrés:

 Definir los objetivos y las actividades a realizar en períodos del tiempo


realistas, ajustando las expectativas.
 Dividir tareas largas o de largo alcance en tareas más pequeñas y
monitorear logros a corto plazo para sentir gratificación en lapsos más
inmediatos de tiempo.
 Construir una planificación con espacios de tiempo diseñados para
descansar del trabajo con actividades de entretenimiento o relajantes.
 Estudiar estrategias de descanso mental, con métodos como Mindfulness
o técnicas de meditación en momentos adecuados del día.
 Incluir en la planificación diaria o semanal actividades deportivas de su
agrado.
El proceso de cambio en el manejo del tiempo propone convertir al tiempo en
un amigo, un recurso no renovable pero aprovechable de acuerdo a nuestra
organización y a nuestra creatividad en provecho de la salud personal.

Al comenzar el día y la semana, podemos hacer una enumeración clara de tareas


para llevar a cabo. Sin embargo, con mayor o menor frecuencia nos
encontramos posponiendo tareas importantes, distrayendo nuestra atención en
tareas urgentes no importantes y en actividades placenteras, sin darnos cuenta
hasta que enfrentamos el reloj y se produce un cuello de botella donde se van
agolpando las entregas de trabajo, los compromisos familiares y otros asuntos
personales. Posponiendo acciones generamos estrés.

Posponer decisiones y acciones importantes es un mal hábito que lleva no sólo a


perder el tiempo, sino a perder oportunidades de todo tipo que afectan el
desarrollo de nuestra vida (Rodríguez, 2011). Para efectos de un mejor manejo
del tiempo, debemos diferenciar el posponer o aplazar tareas como producto de
una jerarquización de objetivos, del evadir y posponer la realización de tareas
importantes para el logro de objetivos. Ese hábito de postergar acciones
importantes distrayéndonos en tareas no importantes o placenteras que afecta
la realización de nuestros compromisos y resta tiempo para las
responsabilidades se ha llamado procrastinación.

El término procrastinación proviene del verbo latino procrastinare que significa


‘dejar algo para el día siguiente’. La procrastinación es la tendencia a demorar el
inicio o la finalización de tareas importantes hasta el punto de la incomodidad
(Solomon & Rothblum, 1984, citado por Rodríguez y Mercè, 2017). Por su parte,
Steel y Ferrari, (2012, citado por Rodríguez y Mercè, 2017), definen la
procrastinación como una insuficiencia en los procesos de autorregulación, que
provoca la demora voluntaria de actividades planificadas, aunque se anticipe
una situación peor como consecuencia de la demora.

Sánchez (2012) considera que procrastinar no sólo es aplazar algo con la


intención de realizarlo más adelante, sino que ese algo debe ser una actividad o
situación que sabemos que debemos atender, pero que por algún motivo
decidimos postergar en favor de otras cosas más fáciles, agradables o
definitivamente irrelevantes.

Según Sánchez (2012), algunos autores consideran que la procrastinación no es


necesariamente mala. Estos autores proponen sustituir el viejo adagio popular
“no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, por “haz hoy lo importante, y
deja lo demás para mañana”. Aun cuando se disponga de un método adecuado
para filtrar nuestro universo de tareas pendientes, y que tenemos claro qué es lo
que debemos hacer hoy y qué podemos dejar para mañana, la procrastinación
sigue existiendo.

Ahora bien, ¿por qué procrastinamos? Sánchez (2012) señala tres factores que
promueven la postergación de las actividades: (a) la falta de motivación, (b) la
falta de conocimiento de algún aspecto de la tarea y (c) la falta de un método de
trabajo. Hay aspectos de la personalidad que influyen en la procrastinación. El
trazarse metas muy altas, con expectativas desajustadas al tiempo y al objetivo
de la tarea, influyen en la evitación de lo que tenemos que hacer, dando paso a
distracciones haciendo otras actividades. Trabajar en el proceso de cambio de
este hábito puede resultar difícil, pero los beneficios son gratificantes.
Convertirnos progresivamente en conductores de nuestra voluntad y de nuestro
tiempo nos permite tener mayor manejo de nuestras acciones en el camino de
conquistar nuestras metas.

Para trabajar en el cambio de este hábito, Sánchez (2012), se proponen algunas


estrategias.

1. Priorizar el trabajo diariamente: es necesario hacer dos cosas: primero,


aprender cómo y cuándo priorizar y segundo, hacer planes de trabajo
sencillos que tengan en cuenta esa priorización. Una de las primeras cosas
que se debe entender es que las tareas no tienen una prioridad absoluta. La
mayoría de los métodos de gestión de tiempo parten de la idea de que la
prioridad de las tareas es absoluta, inmutable, y por tanto, basta con
definirla una sola vez y apegarnos a un plan.
2. Aprender a micro planear: replantear qué es lo importante cada poco
tiempo.
3. Elegir las tareas clave en cada momento: se trata de reunirse diariamente
consigo mismo durante 15 minutos, y planear las tareas del día siguiente
Esta reunión consigo mismo consiste básicamente de tres cosas: (1)
Completar las listas de tareas pendientes, (2) Seleccionar de 3 a 5 tareas
claves y (3) Evaluar cómo se ha hecho en el día.

La lista diaria de actividades, en palabras de Tracy (2012), constituye la más


poderosa herramienta para la administración del tiempo. Todo administrador
del tiempo exitoso, piensa y trabaja desde la lista diaria de actividades.

La planificación de las actividades diarias debe realizarse al final de cada día.


Esto favorecerá que al día siguiente se generen ideas de cómo lograr algunas de
las metas más importantes de la lista, además de contribuir a alcanzar un buen
estado de relax y descanso para iniciar la jornada del día.

De acuerdo con los especialistas en el manejo del tiempo, elaborar la lista de


actividades diarias toma alrededor de doce (12) minutos. Invertir ese tiempo
preparando la lista representará, una vez que comience el trabajo, 120 minutos
de incremento en tu productividad.

Posterior a la elaboración de la lista de actividades, es necesario organizarla


estableciendo la prioridad de cada de una de ellas. Un método efectivo para
realizar dicha organización lo constituye el Método ABCDE (Tracy, 2012).

El Método ABCDE es especialmente útil para establecer u organizar las tareas


en orden de prioridades. Para establecer las prioridades se debe partir del
principio de que lo importante de una tarea depende de las consecuencias que
genere el realizarla o no realizarla. Cuando se establecen prioridades, se debe
aplicar este principio a cada tarea, y siempre debe comenzarse por las tareas que
tengan las mayores consecuencias.

La estrategia para administrar el tiempo bajo los preceptos del Método ABCDE
consiste en calificar con una letra (A,B,C,D,E) cada una de las tareas o
actividades contenidas en la lista antes de empezar a trabajar en ellas.

Las tareas que se deben hacer, debido a que implica severas consecuencias el no
realizarla, se identifican con la letra A. Aquellas tareas que se deberían hacer
pero, cuyas consecuencias son moderadas y no son actividades tan importantes
como las marcadas con la letra A, se identifican con la letra B. La regla establece
que nunca se debe realizar una actividad B mientras esté pendiente por realizar
una actividad A.

Las actividades que son agradables de hacer pero no generan consecuencias


positivas ni negativas, en términos de efectividad laboral, son identificadas con
la letra C.

Tracy (2012), citando a Robert Half, afirma que más del 50% del tiempo de
trabajo se desperdicia en actividades tipo C, es decir, en cosas que no
contribuyen con el trabajo. Atribuye esta situación a los hábitos personales,
expresa que las personas efectivas establecen buenos hábitos que hacen de ellos
unos expertos, en contraste, la persona inefectiva establece accidentalmente
malos hábitos que ellos gobiernan su vida.

Las actividades calificadas con la letra D comprenden aquellas cosas que se


pueden ser delegadas en alguien más. La regla establece que se puede delegar
actividades tipo A, cuando sean posibles de realizar con la participación de otras
personas con más tiempo disponible.

Las actividades que se clasifican con la letra E son aquellas que pueden ser
eliminadas totalmente. Después de todo sólo se puede mantener el tiempo bajo
control si se para de hacer cosas que no son necesarias de hacer.

Tracy (2012) plantea que es fundamental planificar el trabajo y trabajar sobre el


plan. En este sentido sugiere que nunca se debe hacer algo que no esté en la lista
diaria de actividades. En caso de que se presente alguna nueva actividad o
proyecto, se debe registrar al final de la lista y establecer su prioridad para luego
comenzar a trabajar en ella.

Además de necesitar una lista de las actividades para hacer diariamente,


también se requiere de una lista de actividades diarias para no hacer. Esta lista
debe contener las cosas que se decide no hacer. Sólo se debe decir “NO” a
cualquier actividad que no represente un alto valor en su tiempo. “NO” es la
palabra salvadora del tiempo en la administración del tiempo, y cuando se
comienza a usar, cada vez se hace más y más fácil usarla.

A manera de síntesis, se presentan los elementos esenciales para una adecuada


planificación de las actividades diarias fundamentada en los aportes de Tracy
(2012).
Otros elementos importantes a considerar en la planificación de las actividades
diarias los presenta Flores (1998), quien alerta acerca de las barreras del tiempo
para identificarlas y superarlas en la planificación de tareas. Nos invita a
considerar las tres leyes de Murphy como guías en el proceso de una
planificación provechosa. La primera dice “nada es tan sencillo como parece”.
Lo que apunta a no subestimar la complejidad y el tiempo que puede tomar una
tarea. Deben descomponerse los objetivos en tareas. La segunda ley reza “todo
requiere más tiempo del que Ud. cree”, señalando que debemos restringir las
tareas en plazos realistas de tiempo, con espacios de holgura para los
imprevistos. La tercera ley dice, “si algo puede salir mal, entonces saldrá mal”.
El curso de acción recomendado es enumerar los posibles problemas que
podríamos encontrar, clasificarlos por prioridad, atendiendo a la gravedad y
posibilidad de que ocurran.

Todas estas sugerencias nos ayudan a prevenir eventuales dificultades para


poder crear una planificación ajustada a la realidad, suficientemente flexible
para responder al surgimiento de contingencias y sorpresas. Es recomendable el
incorporar tiempo de holgura en nuestra planificación de actividades diarias
para permitir espacios de flexibilidad en la gestión del tiempo.

El concepto de liderazgo constituye el más importante y pertinente concepto de


la ciencia de la conducta para las personas dentro del ámbito laboral. (Kolb,
Rubín y McIntyre, 1976). Las personas, diariamente, en sus trabajos, se
enfrentan con las cuestiones principales del liderazgo: asumir
responsabilidades, delegar facultades, fijar objetivos, controlar y evaluar
funciones, formar equipos y dirimir conflictos.

El sentido inicial del concepto de lead (guiar) y de leadership o liderazgo, parte


de la idea de conducir a un grupo de trabajo o a un grupo social hacia las metas
señaladas por el líder como conductor del grupo. Por lo tanto, ese líder debe ser
carismático, con una comunicación clara y efectiva, para dirigir eficazmente al
grupo hacia el logro de las metas de producción. En este enfoque, los buenos
gerentes son los que hacen que sus empleados produzcan a ritmos acelerados
con una gran efectividad. El líder es el responsable de marcar la administración
del tiempo de sus seguidores.

Con los nuevos desarrollos gerenciales y administrativos desde los años ’60, se
produce un cambio en la concepción del liderazgo y de la responsabilidad en el
manejo del tiempo. Autores como Allan Lakein en los ‘60 y Peter Drucker en los
‘90 cambian el enfoque del manejo del tiempo. El énfasis se modifica desde una
concepción del control del tiempo externo al individuo, en manos de un gerente
o líder, hacia un enfoque en el que el control del tiempo está generado desde el
propio individuo. Lakein (1973) en el título de su libro “Cómo tomar el control
de su tiempo y de su vida” editado en 1973 y Peter Drucker (1999) en los ’90 con
el concepto de “Gestionarse a sí mismo”, cambian las nociones del control y del
origen del manejo del tiempo. Para los autores citados, son los individuos
quienes deben y pueden hacerse cargo del manejo del tiempo, con una iniciativa
basada en sus propios criterios, una administración autogenerada del tiempo.
Se promueve la idea de convertirse en líder de los propios procesos de
producción, ya sea de bienes o de ideas en la nueva sociedad del conocimiento
(Drucker, 1999). Cada trabajador o profesional puede hacerse cargo de su
capacidad productiva, y estimular y evaluar su propio rendimiento. Es decir,
cada individuo se convierte en su propio líder y al ejercer su liderazgo debe
organizar su propia forma de administrar el tiempo para su productividad.

Dirigir el desarrollo de nuestra vida personal y laboral implica el


esclarecimiento de nuestras metas y objetivos para diseñar un plan que permita
la conducción de las actividades necesarias para lograr esos propósitos. Ese
proceso nos convertirá en verdaderos líderes de nuestro proceso vital. Ahora
bien, ¿qué hacer para convertirnos en líderes de nuestras vidas, y
específicamente en líderes de la administración de nuestro tiempo?

Para responder a la interrogante anterior es importante recurrir al concepto de


“gestión del sí mismo” de Drucker (1999), que implica aprender a
desarrollarnos por cuenta propia, saber cómo y cuándo cambiar la forma en que
hacemos las cosas y desde dónde podemos hacer la mayor contribución a
nuestro trabajo. Lo primero que se debe hacer es determinar las fortalezas que
se tienen en la administración del tiempo. Para ello es esencial analizar la forma
en que gestionamos el tiempo, determinando cómo se está haciendo, qué
beneficios le está generando y cuán efectivo está siendo en su actividad laboral y
personal. Esto permitirá centrarse en sus fortalezas, producir resultados desde
ellas e identificar dónde necesita mejorar sus habilidades en la administración
del tiempo.

Una vez identificados los aspectos a mejorar en la administración del tiempo, es


fundamental adquirir conocimientos y desarrollar habilidades que permitan
desarrollar sus fortalezas, así como también modificar hábitos inadecuados que
inhiben su eficacia y desempeño.

En el mismo orden de ideas, Ghoshal y Bruch (2005), plantean que lidiar con
las exigencias laborales es un problema frecuente que enfrentan las personas y
va acompañado de la queja de no tener tiempo para hacerles frente. Esta
dificultad para lidiar con las exigencias es producto de la escasa habilidad para
establecer prioridades, fijar límites y ajustarse a sus propias expectativas y no a
la de los demás. Atendiendo a estos elementos, se puede afirmar que para lograr
un liderazgo efectivo en la administración del tiempo es esencial que la persona
desarrolle una visión de lo que realmente quiere lograr, es decir, una visión
clara de sí mismo. Igualmente, generar un conjunto de metas y prioridades a
corto, mediano y largo plazo y priorizar el tiempo en función de cada una de las
responsabilidades que se tienen.

El estilo con el que administramos el tiempo está basado en los hábitos


personales. Estos hábitos pueden ser modificados en la medida que la persona
toma conciencia de ellos y del efecto que tiene en su desempeño. Fernández
(1994) expresa que desde el punto de vista de la psicología se han identificado
cinco estilos organizacionales en relación con el uso personal del tiempo: el
saltón, el ultra perfeccionista, el alérgico a los detalles, el indeciso y el desidioso.

Al saltón le gusta tener muchos asuntos entre manos y trabajar en varias tareas
simultáneamente, pero constantemente salta de una cosa a otra y nunca
termina ninguna (Schlenger y Roesch, en Fernández, 1994.). Las razones para
actuar de ese modo obedecen al hecho de que se distrae con facilidad, le gusta la
variedad y el cambio de ritmo, prefiere la satisfacción inmediata y le agrada
sentir que está ocupado. Ese estilo se presenta cuando la persona está aburrida,
se siente frustrada, se encuentra angustiada o acepta muchas interrupciones no
necesarias, ya sean llamadas telefónicas o visitas no programadas.

El ultra perfeccionista cree que todo lo puede hacer, pero se complica tanto
tratando de hacerlo todo bien, que no puede terminar a tiempo los proyectos.
Aun cuando completa una tarea, no está contento con los resultados (Schlenger
y Roesch, en Fernández, 1994). Sus razones para actuar son las de quien no
distingue entre normas altas y expectativas sobrehumanas, pretende dar
satisfacción a alguien de su pasado y se cree capaz no sólo de hacer todo por sí
mismo, sino de hacerlo bien. Ese estilo se muestra cuando la persona evita las
tareas importantes porque no confía en el resultado que va a obtener y se pierde
en una multitud de detalles insignificantes, dejando de lado el objetivo
principal.

Por su parte el alérgico a los detalles prefiere formular planes a llevarlos a la


práctica; de modo que una vez que comienza un proyecto, se muestra flojo en su
seguimiento. Actúan de esa manera porque les gusta hacerse cargo del problema
global, no tienen paciencia para dar el seguimiento necesario, prefieren el
movimiento rápido y no les gustan las labores rutinarias. Las circunstancias
favorables para que se presente este estilo suceden cuando la persona es
responsable de muchos aspectos de su trabajo y tiene que abarcar mucho campo
en muy poco tiempo.

En el caso del indeciso se caracteriza por la razón de que todo lo deja al azar
porque no es capaz de tomar decisiones y le preocupa que pueda equivocarse. Se
comportan así aquellas personas que en verdad no saben lo que quieren, les da
miedo que su elección sea incorrecta, no tienen idea de cómo empezar a actuar y
sienten temor por lo desconocido. Dicho estilo se ve favorecido de manifestarse
cuando la persona no tiene confianza de disponer de toda la información
necesaria o cuenta con muchas opciones para seleccionar alguna.
Por último, el desidioso es aquel que todo lo deja para última hora, como si
gozara con la angustia, y por lo general necesita presión de fuera para terminar
una tarea. En el caso del desidioso actúa así porque no sabe cómo calcular el
tiempo, la tensión se convierte en un estímulo y cree que es necesaria para
poder llevar a cabo lo que se propone.

Identificar la forma de cómo nos relacionamos con el tiempo y la manera en que


nuestras características de personalidad influyen en la administración del
mismo nos permitirá diseñar un proceso de cambios para optimizar el uso
satisfactorio del tiempo.

Conocernos más profundamente nos convertirá en líderes de la administración


de nuestro tiempo y fundamentalmente en líderes de nuestra propia vida, con
objetivos claros que se traduzcan en una mejor productividad laboral junto a un
sentimiento de plenitud y satisfacción emocional como personas creativas y
equilibradas integralmente.
1. Calidad de vida

1.1. Calidad de vida: es la percepción que un individuo tiene de su lugar en la


existencia, en el contexto de cultura y el sistema de valores en los que vive y en
relación con sus expectativas, sus normas y sus inquietudes. Se trata de un
concepto amplio que está influido de un modo complejo por la salud físicadel
sujeto, su estado psicológico, su nivel de independencia, sus relaciones sociales,
así como su relación con los elementos esenciales de su entorno.

1.2. La calidad de vida es un concepto referido al bienestar en todas las áreas del
ser humano, respondiendo a la satisfacción de las necesidades físicas (de salud,
seguridad), materiales (de vivienda, ingresos, transporte, pertenencias, comida),
sociales (de trabajo, familia, relaciones personales, comunidad,
responsabilidades), psicológicas o emocionales (de afecto, autoestima,
inteligencia emocional, espiritualidad, religión), de desarrollo (educación,
productividad) y ecológicas (calidad del agua, del aire, etc.)

2. Control

2.1. Comprobación, inspección, fiscalización, intervención. 2. Dominio, mando,


preponderancia.

2.2. Control puede ser el dominio sobre algo o alguien, una forma de
fiscalización, un mecanismo para regular algo manual o sistémicamente o un
examen para probar los conocimientos de los alumnos sobre alguna materia.

3. Estrés

3.1. Situación de un individuo, o de alguno de sus órganos o aparatos que por


exigir ellos un rendimiento superior al normal, los pone en riesgo próximo de
enfermar.

3.2. El estrés es un proceso natural del cuerpo humano, que genera una
respuesta automática ante condiciones externas que resultan amenazadoras o
desafiantes, que requieren una movilización de recursos físicos, mentales y
conductuales para hacerles frente, y que a veces perturban el equilibrio
emocional de la persona.

4. Evaluación

4.1. Acción y efecto de evaluar 1. “Señalar el valor de una cosa”. 2. “Estimar,


apreciar, calcular el valor de una cosa”. “Estimar los conocimientos, aptitudes y
rendimiento de los alumnos”.
4.2. El concepto de evaluación se refiere a la acción y a la consecuencia de
evaluar, un verbo cuya etimología se remonta al francés évaluer y que permite
indicar, valorar, establecer, apreciar o calcular la importancia de una
determinada cosa o asunto.

5. Liderazgo

5.1. La palabra liderazgo define a una influencia que se ejerce sobre las personas
y que permite incentivarlas para que trabajen en forma entusiasta por un
objetivo común. Quien ejerce el liderazgo se conoce como líder.

5.2. Se denomina de esta forma al conjunto de habilidades que debe poseer


determinada persona para influir en la manera de pensar o de actuar de las
personas, motivándolos para hacer que las tareas que deben llevar a cabo dichas
personas sean realizadas de manera eficiente ayudando de esta forma a la
consecución de los logros, utilizando distintas herramientas como el carisma y
la seguridad al hablar además de la capacidad de socializar con los demás.

6. Meta

6.1. Término señalado a una carrera. Fin al que se dirigen las acciones o deseos
de una persona.

6.2. Como prefijo, meta se deriva del vocablo griego μετά, usado para designar a
lo que está después o más allá de otra cosa, como la metafísica (más allá de lo
que puede ser experimentado) o metáfora(más allá del significado corriente de
una palabra).

7. Objetivo

7.1. Dícese de lo que existe realmente, fuera del sujeto que lo conoce. Blanco
para ejercitarse en el tiro y cualquier otro objeto sobre el que se dispara un arma
de fuego.

7.2. Elemento programático que identifica la finalidad hacia la cual deben


dirigirse los recursos y esfuerzos para dar cumplimiento a la misión, tratándose
de una organización, o a los propósitos institucionales, si se trata de las
categorías programáticas. Expresión cualitativa de un propósito en un periodo
determinado; el objetivo debe responder a la pregunta "qué" y "para qué". En
programación es el conjunto de resultados cualitativos que el programa se
propone alcanzar a través de determinadas acciones.

8. Ocio:

8.1. Cesación del trabajo, inacción o total omisión de la actividad, diversión u


ocupación reposada, especialmente en obras de ingenio, porque estas se toman
regularmente por descanso de otras tareas, obras de ingenio que uno forma en
los ratos que le dejan libres sus principales ocupaciones.
8.2. El ocio es un conjunto de ocupaciones a las que el individuo puede
entregarse de manera completamente voluntaria tras haberse liberado de sus
obligaciones profesionales, familiares, y sociales, para descansar, para
divertirse, y sentirse relajado para desarrollar su información o su formación
desinteresada, o para participar voluntariamente en la vida social de su
comunidad.

9. Procrastinar

9.1. Diferir, aplazar, demorar, retardar o retrasar algo.

9.2. Consiste en aplazar el cumplimiento de una obligación o el desarrollo de


una acción.

11. Prioridad

11.1. Anterioridad de una cosa respecto de otra, o en tiempo o en orden.

11.2. Del latín prior (“anterior”), la prioridad hace referencia a la anterioridad de


algo respecto de otra cosa, ya que sea en tiempo en orden. Aquel o aquello que
tiene prioridad se encuentra primero en comparación con otras personas o
cosas.

12. Salud

12.1. Estado en el que el ser orgánico ejerce normalmente todas sus funciones. 2.
Condiciones físicas en las que se encuentra un organismo en un momento
determinado.

12.2. La salud, según la Organización Mundial de la Salud, es un estado de


completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de
afecciones o enfermedades.
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