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Hace casi diez años, la nación somalí abolió su gobierno central y se convirtió así en
una nación sin estado. Como resultado, el pueblo somalí es hoy más pacífico y ha
llegado a ser más próspero que antes. Este acontecimiento único en la historia política
del mundo merece toda nuestra atención. Sobre todo ahora que por todas partes los
pueblos piden una alternativa a la democracia. La democracia llegó a ser popular
porque prometió menos impuestos y más libertad que la que existía bajo la monarquía.
Pero no pudo cumplir su promesa; los impuestos se llevan hoy en promedio la mitad
de la riqueza de cada uno sin darle mucho a cambio. Y sus regulaciones limitan
seriamente la libertad y la productividad de los ciudadanos. Se estima que la gente
produciría de 4 a 8 veces más abundancia sin esas regulaciones democráticas.
Permítame, primero, contarle un poco de la historia política del pueblo somalí, una
nación en el este de África cuya población actual es de unos 15 millones de personas.
Esta nación habita un territorio semiárido del tamaño de Francia. Mide
aproximadamente un millón de kilómetros cuadrados. Poco después de la construcción
del canal de Suez en 1869, el territorio somalí fue invadido y ocupado por cuatro
potencias coloniales: Gran Bretaña, Italia, Francia y Etiopía. Al final del período
colonial, cada una de estas cuatro partes tuvo su propio gobierno central, manejado
por los políticos locales, que fueron entrenados para ello por las potencias respectivas.
En enero de 1991, los gobiernos centrales de la Somalia británica e italiana fueron
desmantelados. Al mismo tiempo, cada una de las sesentaitantas tribus somalíes
reafirmaron su independencia política. Los jefes de cada tribu asumieron la
responsabilidad de mantener ley y el orden.
Esto, "ley y orden", no tiene nada en común con la democracia. Sería mejor describirlo
como "un mercado libre para el suministro, la adjudicación y el cumplimiento y
aplicación de la ley" ("a free market for the supply, adjudication and enforcement of
law"). La ley somalí consiste en leyes consuetudinarias. Estas leyes existen en
muchos países, pero solamente en Somalia son la ley suprema. Como uno puede
imaginar, las leyes consuetudinarias son de dos clases, unas que oprimen a las
personas, y otras que reconocen su derecho a la vida, a la libertad y a la prosperidad.
En Somalia, la mayoría de estas leyes consuetudinarias son del segundo tipo.
Exceptuando unas pocas reglas, las leyes somalíes reconocen a todo mundo su
derecho a la propiedad privada, lo que incluye el principio del libre cambio. De esa
manera, la ley consuetudinaria somalí es muy cercana a la ley natural. (Y por esto,
para una mejor comprensión de la ley somalí, será útil entender más acerca de tal ley
natural).
Ley natural
Antes de definir "ley natural" investigaremos qué significa el término "ley". La mayoría
de los juristas piensan que la raíz etimológica de este término es la palabra romana
lex, que significa "obligar" (to conscript) o "imponer". Pero el verdadero origen del
término "ley" es la palabra germánica laeg, cuyo significado es "orden", "paz", o
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"relaciones amistosas". Su opuesto es orlaeg, que todavía sobrevive en la lengua
holandesa, en la palabra oorlog, que significa "guerra" o "relaciones no amistosas". Así
pues, la ley es un estado de paz y de relaciones amistosas entre los individuos. De
hecho, así era originalmente: "ley" no tenía el significado que tiene hoy: mandato,
regla, norma o declaración directiva, sino que, en lugar de eso, denotaba ese estado
de paz y relaciones amistosas.
Ahora, el término "ley natural"' denota ese significado antiguo del término "ley". De
hecho, la ley natural es algo que los pueblos han conocido desde tiempos
inmemoriales, sin identificar su naturaleza exacta ni la razón por la cual debe
respetarse. (En lo que sigue me ocuparé de estas dos cuestiones; para ello resumiré
las enseñanzas de Frank van Dun, que enseña filosofía del derecho en las
universidades de Gent y de Maastricht).
El concepto de ley natural fue desarrollado durante 2500 años por sabios y humanistas
que observaban la gran variedad de sistemas políticos. Ellos se preguntaban: ¿cuál de
todos podría ser llamado el orden natural de la humanidad? En su búsqueda, esos
pensadores imaginaban un orden ideal, uno en el cual nadie pudiera ocultar por
mucho tiempo su responsabilidad por lo que dijo, hizo o causó. Consecuentemente, no
habría confusión en cuestiones como: quién le debe a quién, quién hizo o prometió
hacer tal, quién participó voluntariamente y quién fue forzado o engañado, etcétera.
Además, estos sabios imaginaban un orden en el que ninguna persona sufriera daños
o perjuicios por causa de otros, y le fuera posible vivir su vida y disfrutar sus
propiedades en un ambiente de paz y relaciones amistosas. Esas personas honrarían
sus contratos y entregarían una total restitución o compensación cuando faltaran a
este orden y causaran daño a otros.
Hechos de la naturaleza
Exceptuando a los gemelos siameses, los seres humanos son seres diferenciados,
seres separados entre sí. Esta 'separación' es ciertamente un hecho natural. Las
diferencias entre las personas -en edad, talla, talento, así como sus capacidades para
la acción, el lenguaje, el pensamiento y la comunicación racional- les fueron 'dadas'
genéticamente por la naturaleza. Son, pues, hechos de la naturaleza. También esas
capacidades lo son. Las personas necesitan ejercerlas para existir y sobrevivir como
seres humanos. El ejercicio de esas capacidades les es tan fundamental para tener 'su
lugar en el mundo', como lo es poseer un cuerpo físico. Este 'su lugar en el mundo'
consiste en el espacio que coincide con su ser físico, con sus actividades y con el fruto
de su trabajo. Por tanto, este 'su lugar' pertenece naturalmente a cada persona. De ahí
su nombre, 'derecho natural'. Los filósofos se preguntan si realmente existe este
derecho natural. Y afirman que, puesto que los seres humanos tienen capacidad para
la acción, el habla y el pensamiento independientes, entonces pueden y deben actuar,
hablar o pensar. Porque ¿cómo podría alguien negar el derecho a pensar, hablar o
actuar? Sólo podría hacerlo mientras piensa, habla o actúa. Por consecuencia, afirman
los filósofos, tal derecho no puede ser negado. Luego existe. Otros nombres para ese
'su lugar en el mundo' son "libertad" y "propiedad", que son, por ello, sinónimos del
derecho natural.
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su lugar en el mundo violando el lugar en el mundo de otras personas, el resultado de
ello no es propiedad, sino robo o botín. Para encontrar los límites exactos del derecho
natural de cada uno, debemos regresar al derecho a pensar, hablar, juzgar, elegir y
actuar. Uno no puede hacer eso sin tener el dominio exclusivo de su propio cuerpo.
Por lo tanto, este dominio sobre su propio cuerpo es parte de su derecho natural. Así
también, cuando nos apropiamos de objetos que no pertenecen a otros, no violamos
los derechos de nadie. Lo mismo cuando hacemos con otros hombres contratos
voluntarios convenientes para ambas partes. Así pues, todo ello es también parte del
derecho natural. Por último, cada uno tiene el derecho a defender sus derechos. Estos
cinco derechos son los derechos fundamentales del ser humano, y de ellos deriva
cualquier otro derecho natural. Ningún derecho natural puede existir fuera de ese
marco.
El orden compatible con los derechos naturales se llama generalmente 'el orden
natural de la humanidad'. Es un nombre apropiado, dado que los derechos naturales
son acordes a los hechos de la naturaleza. De ese orden natural pueden derivarse
principios o reglas de conducta destinadas a establecer y mantener tal orden. Tales
reglas son las 'leyes naturales'. Pero su única finalidad es definir el concepto de
derechos naturales y sus obligaciones correspondientes. Las leyes naturales nunca
son órdenes.
A la luz de lo anterior, debe ser claro que en principio es posible dar una respuesta
objetiva a cuestiones sobre los límites o violaciones del derecho natural de cualquier
persona; para ello es suficiente con señalar hechos objetivos de la naturaleza, es
decir, el cuerpo de una persona, su trabajo, sus logros.
Respeto a la ley
Habiendo definido los conceptos de ley natural y derecho natural, preguntemos por
qué todo mundo debiera respetar esta ley y estos derechos. Esta cuestión surge en el
contexto de la interacción humana, donde las personas enfrentan a otras. La
respuesta llega a ser evidente cuando alguien afirma que no es necesario respetar
esos derechos de otros, porque eso implica una contradicción dialéctica. Porque su
argumento será como sigue: "Le respeto como persona; por tanto, voy a apelar a su
razón y conocimiento para demostrarle que no debo respetarle como persona". Esta
contradicción muestra que no hay manera de refutar la proposición de que la gente
debe respetarse entre sí. Y si no puede de ser refutado, el argumento de que la gente
debe respetarse tiene que ser verdad. Y ese respeto es exactamente aquello de lo
cual habla todo el derecho natural. El derecho natural es el orden en el cual la gente
puede argumentar racionalmente y puede cumplir sus compromisos.
Derechos humanos
Vimos que el concepto del derecho natural implica el derecho al propio cuerpo y a sus
posesiones y el derecho a actuar respetando el orden natural. La célebre fórmula de
John Locke, "vida, libertad y propiedad", resume lo anterior. Tales derechos naturales
no deben confundirse con los llamados 'derechos humanos' que aparecen en la
Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, 1948. Dicha
declaración autoriza a cualquier gobierno democrático a ordenar la vida, la libertad y la
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propiedad de toda persona según su propia estimación de lo que es factible y
apropiado "de acuerdo a la organización y recursos de cada estado". Esto se funda en
la creencia errónea de que los seres humanos tienen el 'derecho' a que sus
necesidades y deseos sean satisfechos a expensas de los otros. Lo cual quiere decir
que los seres humanos tienen el 'derecho' a no respetar a los otros. Como hemos
visto, tal idea es absurda.
Critarquía (kritarchy)
Debe ser claro ahora que la 'ley natural', en el sentido de 'orden natural de los seres
humanos', no es una cuestión de especulación ociosa, sino de hechos naturales. Esto
conduce a la pregunta de si existe un sistema político que respete estos hechos. De
hecho hay tal sistema. Se llama critarquía. Difiere de la democracia y de otros
sistemas similares en que su gobierno no tiene poderes especiales. Se le niegan los
mismos poderes, privilegios e inmunidades que también se niegan a los seres
humanos. Eso significa que las fuerzas policíacas de la critarquía no pueden utilizar
legalmente sus armas y poderes coercitivos, a no ser para mantener los derechos
naturales. A diferencia de lo que ocurre en una democracia, las cortes y los policías de
una critarquía no son parte de un monopolio coercitivo. En una critarquía, toda
persona puede legalmente ofrecer servicios judiciales y policiacos a otros que así lo
quieran; nadie puede ser forzado u obligado a ser un cliente de alguna corte de la ley o
de alguna fuerza policiaca.
En contraste con otros sistemas políticos, los jueces en una critarquía no tienen
sujetos o personas sometidas. No tienen actores o fiscales que arrastren a la gente
ante sus tribunales. No pueden 'escoger' sus asuntos o sujetos. En lugar de eso, son
'escogidos' por aquellas personas que desean resolver sus conflictos y disputas
mediante las decisiones judiciales de estos jueces. La característica distintiva de una
critarquía es ser un sistema político sin reglas políticas. Sus jueces no gozan de
privilegios o poderes especiales. No gobiernan a las personas. Su única ocupación es
proteger el orden voluntario, el orden natural de los seres humanos.
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Hay muchos ejemplos históricos, algunos recientes, de critarquías o de cuasi-
critarquías. También se ha intentado utilizar las constituciones (como la Carta Magna o
la Declaración de Derechos en Inglaterra, las enmiendas a la constitución original de
Norteamérica, o la Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y el Ciudadano)
para introducir elementos de critarquía como frenos a los poderes de gobiernos
opresivos.
Al final del segundo milenio antes de Cristo, los judíos vivían en un sistema descrito en
el libro bíblico de Jueces. Sus 'jueces' no lo eran en el sentido técnico de los sistemas
legales modernos, sino más bien eran hombres respetados que actuaban como líderes
o consejeros, sin tener poder coercitivo o poder para imponer contribuciones. Otras
critarquías existieron entre los pueblos celtas y germánicos antes y durante su
confrontación con el imperialismo romano. Hubo una critarquía firmemente establecida
en Islandia, Irlanda y Frisia medievales. En la primera mitad del siglo XIX, los colonos
europeos en el medio y lejano oeste norteamericanos desarrollaron su propia
critarquía. En África y Asia las sociedades tribales continúan hasta el presente
adhiriéndose a formas de critarquía, cuando no se sumergen en las estructuras
gubernamentales impuestas por las colonias europeas o por los políticos nativos.
Defectos de la democracia
En una democracia, los funcionarios del gobierno son investidos con poderes que se
niegan a las mismas personas que les otorgaron tales poderes. En un mundo natural,
eso no es posible. La democracia intenta 'justificar' su monopolio creando una ficción,
creando personas artificiales llamadas 'ciudadanos', y derechos artificiales llamados
'derechos humanos'. Se sostiene que tales 'derechos' son de naturaleza conflictiva.
Esto puede leerse en el Artículo 29 de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos. Y debido a esta naturaleza conflictiva, los gobiernos democráticos se dan a
sí mismo poderes especiales para restringir tales 'derechos'. Es así como los
gobiernos democráticos pasan por alto y niegan la ley natural: introduciendo un nuevo
concepto de la ley, uno que hace aparecer a la democracia como legal.
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El sistema político somalí no impone reglas políticas a los somalíes. Por tanto, parece
una critarquía. Sin embargo, el sistema legal somalí muestra algunas desviaciones
respecto del derecho natural. Por lo que el orden actual en Somalia debiera calificarse
como algo próximo a una critarquía. Varias cuestiones se presentan: Cómo se llegó a
ello, qué problemas surgieron, qué soluciones hay y qué se ha alcanzado hasta el
momento.
1. La decisión
Ante todo, ¿quién tomó en Somalia la decisión de abolir el gobierno central? No fue el
gobierno, por supuesto. Tampoco fue un parlamento o mediante un referéndum. Nada
de eso; simplemente sucedió, y pudo suceder porque había consenso popular. Este
consenso empezó en 1978, cuando el gobierno central somalí emprendió, y perdió,
una guerra contra la vecina Etiopía. Desde entonces, el pueblo somalí estuvo listo
para regresar a su sistema político anterior, la critarquía. Esto fue posible 13 años más
tarde, cuando el pueblo expulsó y se deshizo de su dictador. Por un mero golpe de
suerte, ninguno de los dos candidatos que podrían sucederlo estaba dispuesto a dar
ventajas al otro. Fue un impasse similar al que se dio ese mismo año en Moscú, entre
Yeltshin y Gorbatchov.
Como resultado de este limbo en Somalia, los empleados del gobierno no recibieron
más pago. De cualquier modo el pueblo los consideraba criminales, y fueron
expulsados, igual que el dictador. Después de ello, la población desmanteló todos los
edificios del gobierno, incluyendo las fábricas. Esto en parte fue obra de bandas de
bandidos, pero también se debió a un esfuerzo deliberado por evitar que los políticos
retornaran al gobierno central.
2. Disturbios
No todos los resultados de este cambio a un nuevo sistema político fueron positivos.
Como en la Unión Soviética, el cambio permitió que el banditismo actuara con
impunidad. Los generales y coroneles se aliaron a políticos y soldados e intentaron
reestablecer los monopolios gubernamentales pueblo por pueblo. Crearon impuestos,
e incluso algunos de ellos establecieron relaciones cuasidiplomáticas con gobiernos
extranjeros.
3. Problemas
Mientras tanto, los líderes del nuevo sistema político somalí tuvieron que encarar
algunos problemas difíciles:
3,1En las áreas urbanas, donde está la mayoría de los negocios modernos, los leyes
consuetudinarias fueron reemplazadas por leyes estatutarias. Por ello, las leyes
consuetudinarias, que habían continuado existiendo en el medio rural, no han podido
desarrollarse en consonancia con los requisitos de la economía global. Y las tribus,
que antes de la independencia eran principalmente vehículos para proteger la ley
consuetudinaria, han llegado a ser ahora grupos de presión política.
3,3Los reporteros extranjeros llenan los periódicos con historias de horror para hacer
valer su muy personal opinión de que una nación sin el monopolio gubernamental es
una nación condenada a muerte. Estas historias de horror desalientan a los
inversionistas extranjeros.
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3,4Los intelectuales somalíes están escribiendo libros y artículos en los cuales
presentan el gobierno tribal como arcaico y proponen reestablecer el monopolio
gubernamental.
3,7Por ultimo, hay muchas localidades donde los políticos han confiscado la tierra de
las tribus y la han entregado a sus partidarios leales. Las tribus están ahora
reposesionándose de esas tierras.
4. Soluciones
5. Resultados positivos
Han pasado casi diez años desde que los somalíes cambiaron su sistema político. La
paz se ha establecido en la mayor parte del país y la prosperidad crece lenta pero
firmemente. Esta paz se ha conseguido sosteniendo la ley consuetudinaria somalí.
Conviene analizar esta ley con algún detalle.
Los somalíes saben que el castigo no funciona. Saben que las democracias imponen
multas y prisión a los criminales. Pero el castigo no anula la violencia original
perpretada contra la víctima. Sólo añade más violencia a la violencia total que se
comete en el mundo. En segundo lugar, tales castigos raramente disuaden a la gente
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de seguir cometiendo crímenes. Si así fuera, hoy mismo tendríamos un mundo sin
crimen. En tercer lugar, como es bien sabido, las cárceles son lugares donde la gente
aprende a cometer más crímenes. Y el enorme costo de mantener las prisiones es
pagado por los contribuyentes, no por los criminales. Por tanto, es muy razonable que
la ley somalí sólo exija a los criminales que restituyan los derechos que han violado. Si
la restitución es imposible, los criminales tendrán que ofrecer compensación.
En una democracia, el gobierno puede imponer casi cualquier tipo de multas, y puede
determinar que esas multas deben pagarse al gobierno. Ello le genera un ingreso
considerable. Lo cual, a su vez, es un incentivo para promulgar más y nuevos
crímenes e incrementar las multas lo más posible. Por tanto, es muy razonable que la
ley somalí estipule que las multas -impuestas por la violación intencional de los
derechos de alguien- deben ser limitadas por el valor de aquello que fue destruido, y
que deben ser pagadas a la víctima, no a la corte ni a la tribu como un todo.
5.4 Seguro.
En una democracia, nadie está obligado a tomar un seguro para sí mismo. Por lo cual
hay un gran número de personas que nada tienen que perder si cometen un crimen, a
no ser la posibilidad de pasar algún tiempo en prisión. Ciertamente, esta situación es
un incentivo para cometer crímenes. Por tanto, es muy razonable que los somalíes
exijan que toda persona tenga un seguro y un representante permanente, es decir,
alguien que actuará en su nombre si la persona comete un crimen o es víctima de uno.
5.5 Jueces.
En una democracia, los tribunales de justicia son establecidos por el gobierno y los
jueces son pagados por él.. Con ello se asegura que esos tribunales no aceptarán
ninguna queja o defensa que se funde en derechos naturales. Consecuentemente, el
gobierno puede promulgar casi cualquier regla que infrinja estos derechos. Por tanto,
es muy razonable que la ley somalí estipule que los tribunales deben aplicar
solamente aquellas reglas que la población ha admitido voluntariamente como
consuetudinarias.
Este sistema de ley ha producido la paz entre los somalíes y ha posibilitado el retorno
a la prosperidad. Pero eso no es todo. Lo ha hecho a casi ningún costo para la nación,
y lo ha logrado sin impuestos. Los jueces y los policías de Somalia hacen su trabajo
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sin remuneración y por tiempo parcial. Se considera un gran honor ser un juez. De
hecho, en una critarquía los mejores hombres intentar estar en la cima del sistema,
mientras que en las democracias...
Otra virtud del sistema somalí es que es bastante inmune contra la manipulación
política. No hay leyes que sirvan primariamente a los interesas particulares de grupos
de presión. Así también, la ley somalí tiende a ser acorde con los valores creídos por
la población entera, porque ha sido construida para adaptarse a dichos valores.
Hay varias características de la ley somalí que no son compatibles con la ley natural.
No las mencionaremos, sin embargo. Lo que nos interesa es saber cómo los somalíes
lograron -en un tiempo relativamente corto- un cambio completo en su sistema de
gobierno. La respuesta es que su nuevo sistema es de hecho su viejo sistema.
Ciertamente, en las áreas rurales, que son probablemente 90 por ciento del país, la ley
consuetudinaria ha gobernado, y los tribunales de ley consuetudinaria jamás dejaron
de operar. A este respecto, la situación en Somalia se asemeja a la de Norteamérica
en 1776. La revolución americana nunca fue una revolución. Más bien fue un esfuerzo
de los colonos por preservar la libertad que habían gozado durante los 150 años
precedentes. De igual modo, la preocupación principal de los somalíes desde el fin de
la dictadura no fue innovar, sino preservar su sistema indígena de gobierno.
Lecciones a aprender
Así, todos aquellos pueblos que desean el cambio hacia la critarquía en su país
deberán prepararse para el día en que la democracia no tenga más ni el apoyo
popular ni el dinero. En ese momento, la política se dirigirá o hacia la dictadura o hacia
la critarquía. Para ese momento la experiencia somalí podrá ofrecer alguna guía.
Como hemos visto, los somalíes pudieron cambiar hacia la critarquía por tres razones:
Primero, había el consenso en todo el país para abolir el sistema de gobierno central.
Segundo, los 'operarios' de la critarquía estaban en el escenario y listos para poner en
práctica su sistema. Y, por último, los gobiernos democráticos del mundo estaban mal
organizados para el esfuerzo conjunto de invadir Somalia.
Para que la critarquía prevalezca, es en verdad necesario que sus 'operarios' asumen
sus responsabilidades y formen la nueva supra-estructura del país. ¿Quiénes son
estos operarios? No solamente los jueces y policías privados, sino también, y
principalmente, las compañías de seguros. En una critarquía, todo mundo está
asegurado por sus obligaciones y responsabilidades (liabilites). Aquellos que no
tengan seguro encontrarán casi imposible hacer negocios o encontrar empleo; serán
tratados como ilegales. Violar las leyes puede implicar primas de seguro muy altas
para el perpretador. Eso constituye un aliciente muy fuerte para respetar los derechos
naturales de la gente. Por sí mismas, las compañías de seguros juegan un papel muy
importante en la prevención de crímenes. A menos crímenes, menos tendrán que
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pagar a sus clientes. Es muy alentador ver cómo en Europa y los Estados Unidos hay
un gran incremento en el número de compañías privadas que ofrecen servicios judicial
y policiacos. Además, las aseguradoras cada vez amplían más sus coberturas. En
vista del cada vez mayor descontento con la democracia, no es exagerado decir que la
tendencia hacia la critarquía ha comenzado ya. La experiencia somalí muestra cuán
importante es que los operarios estén preparados. Sin las leyes e instituciones
tradicionales listas para asumir el control del estado, la nación somalí habría caído en
el caos. Y entonces la ONU habría tenido éxito en reinstalar la democracia entre los
somalíes.
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