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En aquel momento recibí la llamada de mi amigo, su voz tenue se notaba sarcásticamente feliz, me

conto orgullosamente que encontró la cura a su dolor, me dedico unas palabras de


agradecimiento y finalmente el disparo de un revolver finalizo la llamada…

Conozco a mi amigo desde que éramos niños, siempre fue una persona bastante introvertida pero
divertida cuando tenías confianza, a lo largo de su vida siempre fue solitario, nunca se casó, no
estaba interesado en socializar y se sentía bien estando solo, tal vez sea esa la razón por la que
escogió vivir como médico forense. Por mi parte, mi trabajo ya no me permitía estar cerca de mi
amigo, notaba que esto afectaba de manera drástica a mi amigo, se sentía agotado y cuando
llegaba de mi viaje un gesto de sonrisa notablemente visible se marcaba de oreja a oreja sobre el
pálido rostro de mi amigo, su felicidad me hacía de alguna manera feliz a mí también, esa fue la
razón por la que decidí regalarle un perro en su cumpleaños, para que de alguna manera no se
sienta solo mientras yo no estaba. Ya era el día de su cumpleaños, en una gran caja tenía la gran
sorpresa, un cachorro de tan solo 3 meses de nacido realizaba pequeños brincos en la caja, me
sentía ansioso por la respuesta que me iba a dar, llegué a su casa y le hice el presente saludo junto
a la gran caja que tenía entre mis manos, de un gran brinco salto el pequeño animal, mi amigo
miró al perro, lentamente se agachó y lo sostuvo sobre sus brazos, su rostro reflejaba felicidad y
fue una de las pocas veces que vi sentir el afecto de mi amigo hacia otro ser, me agradeció y me
prometió que lo iba a cuidar hasta su muerte, ese día estuvo emocionado con su nueva mascota,
mis expectativas sobrepasaron y sentí que mi amigo ya no se sentiría solo. Poco a poco el animal
iba creciendo y la conexión entre los dos también, me sentía feliz por amigo, pues él ya no se
sentía solo, ahora tenía un propósito, que era cuidar a su mascota, lo cual le dio motivación y le
ayudo a cumplir diversos objetivos y momentos difíciles.

Transcurrieron los años, mi amigo sobresalió todo ese tiempo, juntos cumplimos varios proyectos,
éramos como hermanos que nunca tuvimos. Lamentablemente un día mientras mi amigo salió
apresuradamente al trabajo dejo la puerta casi abierta, lo que ocasiono que el perro lo siguiera, mi
amigo se encontraba tan apurado que no se dio cuenta, hasta que un fuerte sonido del claxon de
un camión lo hizo voltear atrás por instinto, es ahí donde las lágrimas de mi amigo cayeron, su
pequeño amigo se encontraba en la pista tirado, el perro había muerto instantáneamente por el
gran choque del camión, mi amigo agarró el cuerpo ensangrentado de su mascota mientras veía
como el camión se escapaba, no podía hablar, su voz era inexistente, se sentía impotente, sintió su
cuerpo rompiéndose por dentro, ya no había nada que hacer, no había solución para lo que había
ocurrido, ya estaba muerto. No había ni un testigo, pues mi amigo vivía en una zona lejana, así que
se llevó escondido al quirófano, enloquecido por lo transcurrido buscaba una forma de revivir a su
mascota, mi amigo era un experto, pero no hacía milagros, era algo imposible. Tras su solitaria
jornada me llamo y me explico todo lo que le había sucedido, mi actitud cambio y sentí una gran
empatía por mi amigo, no quería que vuelva a ser como antes, él me dijo que de alguna manera lo
iba a revivir; yo, con gran tristeza le dije que era imposible y debía relajarse, el me prometió que
buscaría la forma de curar su dolor, luego me cortó la llamada… Fui a visitarle pero me avisaron
que se había mudado, fui a su trabajo, pero es un quirófano, solo personas con permiso pueden
entrar, le envié múltiples mensajes, pero no me respondía, estuvo así como tres meses, hasta que
recibí esa llamada de mi amigo, contándome la cura de su dolor y suicidándose… De alguna
manera me sentí culpable, pero su dolor estaba curado, ahora es hora de curar el mío…

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