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Horizontes literarios del mundo personal

Álvaro Pombo: el héroe


de las mansardas iridiadas

Ángel García Galiano


Escritor. Profesor de Teoría Literaria en la Universidad Complutense de Madrid

N
o es una novedad comenzar esta pre- teratura breve como Luzmila o Regreso. Relatos
sentación de Álvaro Pombo subrayan- que el lector deberá completar con una nueva
do su carácter de escritor atípico y ori- entrega de 1997, Cuentos reciclados, entre los
ginal. Atípico e interesante, original y profundo, que me permito recomendar uno que lleva por
en los temas que elige y en el tratamiento de los título Las luengas mentiras.
mismos. Autor de una docena de obras narrati- Álvaro Pombo inició una deslumbrante carre-
vas y varios libros de poesía, es uno de los escri- ra como novelista con El parecido (1979), título
tores españoles, sin duda, más interesantes y sin- inolvidable, de gran madurez —para aquel en-
gulares de los aparecidos en estos últimos veinte tonces su autor tenía ya cuarenta años: la edad
años: dueño —y creador— de un mundo pro- en que se empieza a ser un buen novelista, según
pio, arquitectónicamente elaborado por medio los cánones, y salvando todas las excepciones. En
de una prosa envolvente, precisa y sensual a un esta su primera novela aparecen ya buena parte
tiempo, barroca y juguetona y, a la vez, cuando de los grandes temas de la narrativa pombiana: la
quiere, concisa y hasta conceptual. sexualidad oscura y reprimida, sobre todo desde
La obra narrativa de Pombo, incluida la últi- el punto de vista del homosexual maduro, atraí-
ma, de corte histórico, de la que nos ocupare- do por un adolescente, la farsa de la representa-
mos luego, se caracteriza por la invención de un ción social, la literatura, la «gente bien» y su so-
complejo entramado psicológico, una indaga- ciedad clausurada y opaca de ciertas regiones
ción en el enrevesado mundo subterráneo de las norteñas.
relaciones personales, familiares, sociales, de inu- Esta imbricada red de relaciones personales,
sitada riqueza y sutileza, aunque los hechos ex- por lo general, se limita al contexto de la familia,
teriores, en apariencia, aquello que se nos narra, a los problemas cotidianos que se establecen en-
pueda manifestar lo contrario: en sus novelas tre sus miembros, de ahí una cierta «apariencia»
asistimos casi siempre a la representación extra- de elementalidad costumbrista en todo lo que se
vagante, «bizarra», de una suerte de inmovilis- nos narra; sus lectores, no obstante, saben que la
mo atávico en sociedades y familias donde «des- «verdadera historia» circula por debajo de las ar-
de fuera», jamás sucede nada, familias gamasas férreas de la representación social o las
acartonadas en comodidades burguesas, simbo- defensas de orden psicológico que, en forma de
lizados por una casa aislada del norte de España. represión, intentan detener el oculto curso de
Un libro de cuentos, Relatos sobre la falta de los aconteceres: sus personajes, dueños de un
sustancia (Anagrama,1 1977), saludado por Aran- torturado, conflictivo y, a la vez, sugerente mun-
guren, significa el inicio de su trayectoria como do interior, son arrastrados a la postre a destinos
narrador. En él aparecen auténticas joyas de la li- inciertos y angustiosos, domesticados en la apa-

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Análisis
riencia por la trivialidad de las anécdotas que vi- Quirós, un jovencito guapo y desenfadado, cuya
ven en la realidad de afuera. madre, una viuda a punto de contraer segundas
El reconocimiento de los lectores llegaría en nupcias, dota a la narración, al principio feliz y
1983 cuando obtiene el Premio Herralde con la eufórica, luego trágica y sombría, de un contra-
novela El héroe de las mansardas de Mansard; en punto sumamente rico en matices. Aparece de
ella nos encontramos con el inolvidable Kus- nuevo, acerbamente, la crítica a la sociedad de
Kus, un niño diabólicamente inteligente, hiper- nuestros tiempos, desprovista de argumento, de
protegido en su ámbito burgués, en la irreal esqueleto, tanto por exceso, como por defecto:
mansión donde juega (o vive) y a punto de dar desestructurada y sin raíces para la mayoría, sólo
el salto a la pubertad, es decir, a la implacable rea- raíces y cánones para unos pocos, que se resisten
lidad de lo irremediable. En su imaginación, aún —el miedo, la costumbre, esas dos tentaciones
en el umbral entre lo lúdico y lo real, utiliza a Ju- satánicas— al mínimo movimiento en sus vidas
lián, el criado atormentado por la culpa, para sus «por lo que pueda pasar». En ambos caso, vidas
divertimentos, como si con un adulto de pasado «sin sustancia», de máscara hueca, abocadas al
tan oscuro se pudiera, también, jugar al escondi- fracaso. Más que una novela sobre la homose-
te a expensas de su locatis tía Julia. Se nos dice xualidad, Los delitos insignificantes es una novela
en esta novela de prosa deslumbrante y barroca sobre la cobardía de la conciencia contemporá-
que en el juego, la lealtad o la traición son inter- nea, que prefiere ignorar los valores y vivir, paté-
cambiables; pero antes de llegar al trágico y, aca- ticamente, el chispeante día a día sin proyecto ni
so, previsible desenlace, Pombo sacará nuevas instalación, que diría Ortega, no el protagonista,
estatuas, montará un rompecabezas de escenas y sino el filósofo.
personajes secundarios, creará un turbio espesor En 1990 aparece El metro de platino iridiado,
en la casa, que propicie la intriga doméstica y una de las mejores novelas de esta segunda mitad
conduzca, mansamente, hacia el despeñadero de siglo, una obra maestra redonda y deslum-
final. Como siempre, o casi, en las primeras brante en la que Pombo, junto a todos los temas
obras de Pombo, los temas fundacionales, la ho- anteriores, introduce un nuevo elemento de
mosexualidad, la humillación, el aislamiento des- reflexión: la santidad. No la religión, ni el ascetis-
de la culpa o el miedo, se quedan flotando, no mo, sino la santidad strictu sensu, la posibilidad o
acaban nunca de caer, de ser tratados directa- no de vivirla en medio del tráfago enloquecido de
mente, quedan suspendidos, apuntados una y estas últimas décadas y, ¡por supuesto! fuera de los
otra vez en merodeos mareantes: podríamos ha- cenáculos conventuales (en sentido amplio) desde
blar de ambigüedad, que es ciertamente virtud los que, en teoría, al menos, se administra. Una
literaria, pero algún lector puede acaso pensar santidad laica, en fin. De hecho, el título original
entonces en una cierta imprecisión. de la novela, luego modificado para evitar ese ma-
Desde ese punto de vista es, quizá, más re- tiz religioso que dañaría el sentido final de la obra,
donda la novela que, ese mismo año, quedó fina- era Vida de Santa María Iridiada. María, la pro-
lista en el mismo premio, El hijo adoptivo tagonista inolvidable de esta densa y profunda no-
(1984), la historia de dos escritores casi desco- vela es «el valor oro, el metro de platino iridiado
nocidos, aislados —¡cómo no!— en una decrépi- que media todos los otros metros, irregularidades
ta casa de campo en el norte peninsular: en me- de todas las demás identidades». A su alrededor se
dio de esa aparente y segura aurea mediocritas teje una red de interesantes y complejos persona-
irrumpe el pasado, oscuro, viscoso, que arrastra jes, su marido Martín, un escritor al borde de la
a la novela hacia un final tragicómico, irónico y neurosis, que se la pega con su mejor amiga, la ín-
absurdo para quien lo contempla desde este lado clita Virginia. Su hermano Gonzalo, homosexual,
del tapiz, tan superficialmente perfecto, porque enamorado sufriente y secreto del maravilloso Pe-
al otro lado, la maraña de hilos que lo tejen y lé, hijo de María, su único hijo. Amada de todos,
destejen revelan la verdadera cara del desastre. María será también traicionada por todos, y en
En 1986, publica Pombo Los delitos insig- medio de tragedias pequeñoburguesas y de crue-
nificantes, una novela explícitamente sobre la les angustias existenciales, María habrá de salir
homosexualidad, que relata la historia entre Or- adelante anulando su ego y pensando siempre en
tega, un escritor frustrado de mediana edad y los demás, dicho esto, por supuesto, sin el menor

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atisbo de beatería superficialota y bienintenciona- pia historia. Lo mejor, de nuevo, el estilo chis-
da. Al contrario, El metro de platino iridiado es peante, de oídas, y esa profunda capacidad del
una novela intelectual, pero a la vez es esponjosa santanderino para hurgar en los abismos y ese
y dulce, y es una indagación en los resortes más cariño con que retrata siempre a sus personajes,
íntimos del alma, de las almas, como pocas veces sobre todo a los solitarios y perdedores.
se ha escrito. En 1996, casi a la vez, aparecen dos nuevas
Tras una obra de este calado, era previsible obras mayores de Álvaro Pombo, una aparente-
que Álvaro Pombo descansara una temporada, y mente menor, de encargo, Vida de San Francis-
así lo hizo con dos «divertimentos», Aparición co de Asís, que en la pluma de nuestro autor se
del eterno femenino contada por S. M. el Rey convierte en un prodigioso relato sobre la vida
(1993) y Telepena de Celia Cecilia Villalobo del santo. La otra, Donde las mujeres, que le va-
(1995). Ya en el título se advierten los porme- lió merecidamente el Premio Nacional de Lite-
nores lúdicos de estos dos relatos. Digamos, sin ratura, se sitúa entre lo mejor del santanderino.
embargo, que siguen siendo de Pombo y por Escrita en primera persona, en un tono sabia-
tanto de un nivel extraordinario. Sería injusto mente misceláneo que presenta, sin solución de
juzgar estos dos libros desde la anterior. continuidad, una burbujeante y eficaz oralidad,
Mejor novela me parece la primera de ambas, junto a una serie de cultas digresiones reflexivas,
su protagonista, el Ceporro, un niño al borde de la narradora, se supone que desde la madurez y
la adolescencia, vive «extrañado», se percata de el distanciamiento, evoca los años fundacionales
todo, se asombra con todo: es el rey, sin duda. de su vida, los que transcurrieron entre los quin-
Un rey que domina lo que vive y lo que cuenta, ce y los veinticinco, allá en la década de los cin-
pues que sólo quienes ven así la realidad, desde cuenta, habitante cuasi insular de un gineceo
la distancia lingüística que proporciona y da pá- cantábrico y señorial rodeada por los cuidados y
bulo a su marginalidad, asisten absortos, del en- las histerias de su familia, la madre, las hermanas
tusiasmo a la angustia sin solución de continui- de la madre, sus dos hermanos. Marcados por la
dad, al espectáculo de la vida. Toda la novela es ausencia del padre, por su presencia intermiten-
un hermoso cuento, una narración difícilmente te, por mejor decir, la narradora relata con parsi-
sencilla, plena de recursos, juegos, giros que monia y progresiva sorpresa (en los mismos tér-
convierten el texto en un chispeante rosario de minos en que se desvela un secreto, desde que se
hallazgos. Desde esa oralidad genial y cierta- ignora, se atisba, se corrobora) las vicisitudes pe-
mente brillante que se va a convertir en estilema culiares que rodean su entorno familiar: la tía lo-
discursivo del autor desde entonces, el hilo con- ca que hubo de ser extrañada del clan, hecho
ductor del relato es la propia voz de quien lo na- con el que comienza el relato y que servirá des-
rra, el cual, que para eso es el rey, lo domina y pués, al cabo de la novela, para advertir que, de
controla desde la certeza y poderío de haber vi- algún modo, el universo está organizado por
vido lo que narra y ahora relatarlo como desde pautas cíclicas, por rimas internas que, acaso, co-
fuera; por eso se atreve a decirnos que queda rroboran la bella inutilidad de todo esfuerzo. De
más de medio relato por delante, que esta anéc- un modo sabio y sensible, Pombo ha retratado el
dota se entenderá después por qué la cuenta, miedo a vivir, la frágil inconsistencia en la que
que ahora vuelve a coger el hilo o a soltarlo, o deciden atrincherarse quienes, por temor a fluir
que usará a partir de este momento la palabra con la existencia, se construyen una ínsula de
«fugaz» porque la aprendió de la abuela: maravi- perfección y delirio expuesta, en su fragilidad, a
lloso personaje secundario, que nos recuerda a todas las intemperies.
esas señoras vagorosas, dominadoras, altivas, La propia estructura de la novela quiere cons-
sensuales de otras novelas anteriores de Pombo. tatar ese aparente no suceder nada: el paso del
Telepena de Celia Cecilia Villalobo, título sin tiempo ha sido tratado con absoluta maestría;
duda desafortunado, es una indagación en la so- por las páginas del relato se suceden las estacio-
ledad de una oscura secretaria que se ve deslum- nes, los años, la narradora crece, abandona la pu-
brada ante su encuentro con el mundo de la te- bertad, comienza una carrera, y todo ello ocurre
levisión. Cecilia relatará su vida sin acabar de casi imperceptiblemente mediante una modula-
comprender el verdadero significado de su pro- ción muy cercana al «fundido» cinematográfico.

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Análisis
En su Vida de San Francisco de Asís (Planeta), enojoso pastiche (tan de moda) de describir las
nos sorprende Álvaro Pombo con una sensible y cosas evidentes (para un personaje de la época).
deliciosa biografía del poverello. Escrita con inte- De esa guisa, nos somorgujamos en los ambien-
ligente delicadeza y un primor estilístico que si- tes, olores, espacios, mentalidades del siglo y
túa este libro entre los mejores suyos, el relato asistimos, perplejos, fascinados, despavoridos, a
da cuenta, en retrospección, de los hechos fun- la vida de este mozalbete que crece a golpe de
damentales de la vida del santo, narrados (y glo- enajenaciones, que se aferra a la palabra lumi-
sados) por quienes estuvieron con él en la pri- nosa de Bernardo y que asiste al delirio fanático
mera hora: juventud fogosa y guerrera, primeros de la Cruzada en el sitio de Damasco y que re-
barruntos vocacionales, la fraternidad en los co- gresa, al cabo, a pedirle cuentas al ya viejo Ber-
mienzos, las relaciones con Clara, la catequesis, nardo sobre el absurdo y el sinsentido de su(s)
la revolucionaria asunción de la pobreza, el ries- vida(s). Una novela, profunda, extraordinaria,
go de vivir en la absoluta libertad desapegada, las llena de talento léxico, filosófico, psicológico,
tiranteces e incomprensiones con Roma, la ex- narrativo (con grumosidades estilísticas muy ca-
pansión inverosímil de la orden, etc. Mediante ras al autor, por cierto, y con toques literalmen-
esta técnica de la primera persona del plural (en te surrealistas más que desconcertantes) que
la que se incluye, a veces, el propio autor que, de trata, diríase, sobre lo que hacen los humanos
repente, arrastra la reflexión hasta nuestro siglo) con sus «proyectos de transcendencia», sobre la
asistimos, con la misma perplejidad de los que búsqueda o el rechazo de la trascendencia. Una
convivieron con Francisco, a las actuaciones de novela que, aun envuelta en las capas blancas de
un «loco» que quiso llevar a las últimas conse- los cruzados, los versos eróticos del Duque de
cuencias el Evangelio: la constatación de que la Aquitania o las homilías encendidas de San Ber-
única regla es que no hay ninguna, y la corrobo- nardo, trata sobre nuestra convulsa y aturdida
ración de que esa práctica de la absoluta libertad actualidad. Una novela profunda y moderna
que da el amor y el desasimiento es no sólo muy ambientada en un siglo brillante y absurdo so-
difícil de llevar a cabo, sino que será puesta en bre la tentación y práctica de quienes se creen
entredicho precisamente por los que se arrogan en posesión de la verdad y sobre los que como
la potestad de guardianes de la ortodoxia. Acardo, «extranjero de nacimiento», anda errá-
Estilísticamente, ha utilizado Pombo, con tico en busca de sentido y termina sólo sabien-
sumo acierto, el políptoton (variaciones grama- do reconocer la ternura del animal a cuyos lo-
ticales de una misma raíz léxica), que otorga al mos cabalga. Novela ambigua, anticlerical,
estilo una como frescura naïf que se entrevera hurga brillantemente en las paradojas de la reli-
muy bien con la elegancia de la narración y la gión y en los misterios del fanatismo: espejismo
perspicacia de las reflexiones. Un texto que está eficaz y desastroso en que el ser humano pre-
en la base, temática y estilísticamente, de su úl- tende apuntalar sus diabólicas (o instintivas) ne-
tima novela, La cuadratura del círculo (1999), cesidades de seguridad.
de nuevo una gran novela, de friso histórico Como puede verse, los mismos temas y argu-
también, que recrea desde los privilegiados ojos mentos de siempre en un crescendo de originali-
de Acardo, el joven caballero protagonista, las dad y ambición de un escritor que, en vez de
vicisitudes y convulsiones de un siglo, el XII, ex- amoldarse en pos de un público fácil, parece exi-
traordinario desde donde él lo vivió: el castillo gir el riesgo y la complicidad de su creciente y
paterno y la corte de Aquitania, primero, la admirado número de fieles. Un novelista riguro-
compañía y el magisterio de san Bernardo de so, valiente e insólito. Necesario en nuestro ado-
Claraval, después y, por fin, la Jerusalén de los cenado panorama finisecular. Y un placer estéti-
caballeros del Templo y la segunda cruzada. co conjugado siempre con una habilidad de
Pombo construye una prodigiosa novela histó- estilete para indagar y airear en las pulsiones más
rica sin jamás traicionar los verdaderos postula- hondas y escondidas de este animal aterido y
dos del género, esto es, todo lo que el lector co- perplejo que somos.
noce coincide exactamente con las progresivas Nota
experiencias (y decepciones trágicas) de Acardo. 1. Editorial de su obra narrativa, salvo cuando se indique lo
Al elegir su punto de vista, el autor se ahorra el contrario.

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