Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El accionar del terrorismo produjo como reacción a los actos de represión militar, como
la matanza de senderistas amotinados en los distintos centros penitenciarios de Lima el
19 de junio de 1986 (Matanza en los penales) y la masacre de Cayara (provincia de
Cangallo) en 1988. Aunque inicialmente Alan García mostró interés en frenar las
violaciones a los derechos humanos, tras el incidente de los penales, permitió que
continuase la violencia contrasubversiva de las Fuerzas Armadas y se formaron
escuadrones de la muerte, que amedrentaron a sospechosos de terrorismo y a críticos de
la política antiterrorista.
A partir de 1988 y 1989 los grupos terroristas intensificaron su ola de atentados en Lima
y varias otras ciudades, frente a la impotencia gubernamental. Los estallidos de bombas
y los asesinatos selectivos ocurrían a diario. El inicio del proceso electoral de 1990 fue
otro motivo para que se desatara una escalada de crímenes selectivos, ya que la cúpula
terrorista consideraba de interés prioritario impedir la realización de las elecciones
generales. Un comando del MRTA dio muerte al exministro de Defensa Enrique López-
Albújar Trint, en una céntrica calle de Lima (9 de enero de 1990).
NARCOTRAFICO
CORRUPCION
Pero solo sería tras el final del gobierno en julio de 1990 en que se revelarían las más
importantes denuncias de corrupción, que involucraban a la persona del mismo
presidente. Se formó al respecto una Comisión Investigadora, integrada por Fernando
Olivera Vega, Pedro Cateriano y Lourdes Flores, que como primera medida lograron
levantar la inmunidad parlamentaria a García (ya que, según lo establecido en la
Constitución de 1979, los expresidentes ejercían una senaduría vitalicia). Los
principales cargos levantados en 1991 contra García incluían el enriquecimiento ilícito
como funcionario, debido a ingresos no declarados de dudoso origen y presumibles
ganancias ilegales provenientes de su participación directa en los casos de los aviones
Mirage y el BCCI. Adicionalmente, se incluyeron cargos de pedido y recepción de
sobornos del consorcio italiano encargado de la construcción del Metro de Lima (el
“tren eléctrico”).
El caso de los aviones Mirage consistió en lo siguiente: García había decidido, desde el
comienzo de su gobierno, reducir la compra de una flotilla de aviones Mirage 2000, a
solo 14 aviones de los 26 que originalmente había contratado el gobierno anterior en
1982. Aseguró que, como la compra se hallaba en trámite, era factible esa operación y
que el Estado se ahorraría dinero que sería destinado para fines más prioritarios. Como
negociador fue enviado a Francia Héctor Delgado Parker, empresario muy amigo del
mandatario. Dicho sea de paso, la decisión de reducir la compra la tomó García sin
consultar con las Fuerzas Armadas, como debió haber sido el procedimiento correcto.
Pero lo más grave fue que las investigaciones de la Comisión dieron indicios razonables
de que dicha operación tuvo otros fines, presumiblemente para beneficiar
económicamente al mandatario. Comenzando que, era inexacto que la compra se
hallaba en trámite en 1985, sino que esta se había transado en 1982, estando programada
la entrega de los aviones en dos lotes: 16 aviones en 1986 y 10 aviones en 1988. Con la
reducción de la compra, el calendario de entrega se modificó, y según los datos
proporcionados por las Fuerzas Armadas, 4 aviones llegaron a fines de 1987 y 10
aviones en 1988. Sin embargo, la Comisión descubrió que, para mediados de 1986, los
aviones Mirage ya estaban fabricados, y según la documentación revisada, fueron
entregados al Perú ese mismo año, pese a lo cual nunca llegaron al país en ese entonces.
Ello llevó a la presunción de que esos aviones fueron vendidos clandestinamente a otros
países, lo que resultaría en un gran negocio, ya que el valor de los Mirage se había
triplicado desde 1982, debido a los conflictos que estallaron en el Medio Oriente en esa
época.
Hay que destacar que una de las cláusulas del contrato de compra contemplaba la
posibilidad de que el Perú pudiera traspasar parte de la flota a un tercer país, previa
autorización del gobierno francés, cosa que inexplicablemente no se siguió, y
aparentemente se optó por la venta clandestina que obviamente beneficiaba por lo bajo a
los participantes en dicha operación. La defensa de García consistió en afirmar que no
hubo intermediarios en la renegociación de la compra, la misma que se hizo de gobierno
a gobierno, y resaltó lo beneficioso que fue para el país dicha operación. En cuanto a
Abderramán El Assir, García admitió conocerlo, pero negó que fuera un traficante de
armas. No obstante, los analistas concuerdan en que la decisión de renegociar la compra
de los Mirage fue en realidad perjudicial al país, calculándose las pérdidas en más de
250 millones de dólares.