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La Masacre de Santa fue una masacre de campesinos llevada a cabo el 2 de mayo de 1992 por el
Grupo Colina en la provincia de Santa en el departamento de Áncash, en la sierra de Perú, en el
marco del conflicto armado interno que tuvo lugar entre 1980 y 2000. Carlos Alberto Barrientos
Velásquez, Roberto Barrientos Velásquez, Denis Atilio Castillo Chávez, Federico Coquis Velásquez,
Gilmer Ramiro León Velásquez, Pedro Pablo López Gonzáles, Jesús Manfredo Noriega Ríos,
Carlos Martín Tarazona More y Jorge Luis Tarazona More murieron en la masacre. Tras llevar a
cabo la masacre, miembros del Grupo Colina, un escuadrón de la muerte que operaba fuera del
Ejército peruano, pintaron grafitis pro-senderistas, como parte de una operación de bandera falsa.
En la actualidad, todos los miembros del Grupo Colina se encuentran encarcelados.
Atentado en Tarata[editar]
Artículo principal: Atentado en Miraflores de 1992
ALAN GARCIA
Terrorismo[editar]
Otro tema que sacudió el gobierno de García fue la actividad terrorista que se inició durante el
anterior gobierno de Fernando Belaúnde Terry pero que alcanzó los picos más altos de violencia en
los años de 1986 y 1988. Dentro de este contexto se produjo el caso de la matanza de terroristas
amotinados en los distintos centros penitenciarios de Lima el 19 de junio de 1986 (Matanza de las
prisiones).
Durante el gobierno de Alan García, junto a la violencia subversiva, que costó miles de vidas, se
realizaron actos de represión militar, como la de la matanza de las prisiones y la masacre de
decenas de campesinos en el pueblo ayacuchano de Cayara en 1988. Aunque inicialmente García
mostró interés en frenar las violaciones a los derechos humanos, tras la matanza de los penales,
permitió que continuase la violencia contrasubversiva de las fuerzas armadas y se formaron
escuadrones de la muerte (Comando Rodrigo Franco), los que amedrentaron a sospechosos de
terrorismo y a críticos de la política antiterrorista.
A partir de 1988 y 1989 los grupos terroristas intensificaron su ola de atentados en Lima y varias
otras ciudades frente a la impotencia gubernamental.
La controversia se volvió a dar cuando a menos de veinte días de la transferencia al nuevo
gobierno, Víctor Polay, «Comandante Rolando» y 47 militantes del Movimiento Revolucionario
Túpac Amaru (MRTA) lograron fugar del penal de «máxima seguridad» Miguel Castro Castro a
través de un túnel de 330 metros construido desde fuera del penal. La construcción no contaba con
conexiones de agua ni desagüe, instalaciones de servicios de alumbrado y tampoco un respiradero
que facilitaría el trabajo operativo.
Más allá del hecho mismo, la repercusión obtenida por el MRTA, a nivel nacional e internacional,
constituyó un duro cuestionamiento no solo a la estrategia antisubversiva del gobierno, sino también
a la capacidad operativa de las autoridades policiales y penales.