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Fernando Álvarez-Uría
Igual que la escuela, el niño no es algo natural, es una institución social reciente
ligada a las prácticas familiares, modos de educación y a la clase social. Como
hecho no natural la infancia nace como una consecuencia, específicamente de la
iglesia del Renacimiento (S. XV y XVI). Los moralistas de esta época en el momento
en que comienzan a configurarse los Estados modernos pondrán en marcha todo un
conjunto de tácticas con el fin de que la iglesia no pierda su poder y prestigio. Las
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tácticas aplicadas van desde la manipulación de las almas hasta las manifestaciones
más públicas posibles para la extensión de la fé (la confección, la dirección
espiritual, la producción de catecismos para clérigos, indios, adultos y niños). Siendo
los jóvenes débiles biológicamente y en proceso de socialización, poseen lo
necesario para inculcarles la fe. De esta forma Europa se encuentra en tierra de
misión de dos bloques religiosos: Católicos y Protestantes.
Será necesario un largo proceso para que se defina concretamente esta etapa
específica, infancia, denomina juventud. Los autores destacan tres aspectos que
fueron decisivos para determinar esta etapa de la vida: La acción educativa ejercida
en espacios como colegios, hospitales, seminarios, etc. La acción educativa de la
reciente familia cristiana, y por último una acción educativa dedicada a la
recristianización.
Se comienza a aislar al niño del mundo adulto, donde el convento será la institución
preferida de las clases altas, donde al principio que el alumno fuera acompañado por
su servidumbre. Pero al final el joven distinguido deberá enfrentar sólo el encierro,
con una vigilancia y cuidado continúo y minucioso. Se sumará luego la familia a este
cuidado, designando tareas que ellas deben cumplir, señalando los papeles que
debe desempeñar cada agente en la familia. De esta forma los jóvenes pudientes se
verán sometidos a dos tutelas, las familias y los colegios, ejercida por su propio bien.
Los pobres, sin embargo, sólo les bastan una, las instituciones de caridad, siendo el
internado la solución para ejercer la tutela cuando los jóvenes ya están en edad de
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merecer. El encierro de los pobres y la clase media resulta más duro, ya que la
familia solo interviene esporádicamente.
El espacio cerrado
Como se mencionó anteriormente, en el siglo XVII los niños fueron aislados del
mundo adulto, dejando de ser mezclado con los adultos y deja de conocer la vida en
contacto con ellos. Se lo mantiene separado en una especie de cuarentena antes de
liberarlo al mundo.
Así comienza un largo proceso de encierro de los niños (los autores lo compara con
el encierro de los locos, los pobres y las prostitutas), llamado escolarización.
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Se crea el programa de gobierno de los pobres, el cual se pondrá en marcha en los
países católicos, con el que se inicia una recogida de pobres de uno y otro sexo. En
España específicamente “todos” se interesarán por la pobreza, mediante programas
destinados a neutralizar socialmente a los jóvenes vagos, adiestrarlos en oficios y si
es posible enseñarles a leer y escribir. Claramente Prima la necesidad de encierro
antes que la instrucción, quedando ésta a una minoría selecta.
Ésta política de recogida de pobres son pilares del adiestramiento para los oficios, la
moralización y fabricación de súbditos.
La recogida y educación de los niños pobres dista mucho de la educación del niño
Al igual que la escuela es concebida por los autores como un hecho no natural, la
infancia como ya vimos tampoco lo es, siendo la familia y la iglesia los que la
constituyen psicobiologicamente. No sólo la educación es un programa político, sino
que la infancia también lo es, surge como un programa de dominación donde las
clases altas se afianzan y ejercen su poder. Para ejercer dicho poder es que se
crean los espacios de encierro ya mencionados, donde a su vez son necesarios
saberes específicos sobre la infancia, naciendo la formación de un cuerpo de
especialistas para la infancia. De esta manera surgen los pedagogos, no solo con la
tarea de transmitir saberes, sino de moldear los comportamientos de los alumnos de
acuerdo a lo que la clase alta demanda.
Los jesuitas son los primeros en ocuparse de esta temática, cambian la visión del
clásico maestro, sustituyen lo métodos drásticos por dulces e individualizadas
intervenciones.
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Los escolapios, con el fin de no tener conflictos con los jesuitas en este ámbito, van
a utilizar a la infancia pobre o ruda para impartir su educación.
Los escolapios, al igual que los jesuitas, también se preocuparán por la formación de
sus maestros. Éstos se encargarán de recoger y dejar a los alumnos en sus casas
realizando además una labor con las familias, cantando en filas por las calles
cánticos religiosos con el fin de separarlos de los peligros de las calles, y a
diferencia de los jesuitas sus castigos son más duros y difieren en los contenidos a
impartir.
El Estado espera que el maestro ejerza de agente de control para establecer las
bases de la nueva sociedad a través de la imposición de una lengua nacional, de la
idea de patria y política se sustentarán mediante la geografía y la historia. Es una
enseñanza rudimentaria para gente ruda e ignorante, que no tiene como finalidad
facilitar el acceso a la cultura sino inculcar estereotipos y valores morales que se
oponen a la forma de vida de las clases populares.
El paso por la Normal de los futuros maestros generará maestros desclasados, los
cuales son reclutados de estamentos sociales lo suficientemente elevados como
para no sentirse pertenecientes a la clase popular, y lo suficientemente bajos como
para aspirar a acceder en estamentos. Así los maestros menospreciarán la cultura
de las clases humildes, desprecio potenciado y justificado por la Normal. Intentarán
transmitir su admiración por la cultura burguesa, en la cual no están incluidos pero
desean integrar.
Todos estos aspectos sumado a la escuela obligatoria tienen como fin crear un
nuevo individuo, que rompe sus lazos originarios, que no pueda integrarse a un
grupo dominante por las características de su educación, siendo el maestro el
responsable de esta creación.
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Con los colegios de jesuitas comienza el proceso de destrucción y desvalorización
de formas de vidas diferentes y autónomas respecto al poder político. Estos colegios
dan lugar a una nueva forma de socialización que rompe con la relación entre los
aprendizajes y la formación, relación que se daba en los oficios manuales y en los
de armas. No es sorprendente encontrar en los siglos XV y XVI capitanes de 12
años, ya que se incluían muy pronto en el aprendizaje y formación de este oficio.
Los colegios jesuitas se oponen a las instituciones educativas medievales, donde las
Universidades eran corporaciones vinculadas al poder político. Los estudiantes
gozaban de privilegios como el poder de elección de las autoridades académicas, el
derecho de uso de armas, el derecho de asilo, la exención de impuestos, entre otros.
En estas Universidades se adquirían los conocimientos para acceder al clérigo,
siendo una especie de gremios en donde aprendizaje y formación estaban unidos.
De estas escuelas medievales se pasa a las instituciones modernas, colegios y
Universidades reformadas que ejercerán en los estudiantes control moral e
individualización psicológica. La formación del alma infantil, a la cual contribuyen los
colegios, tendrá como consecuencia el sometimiento de los cuerpos y la educación
de las voluntades.
Los colegios de jesuitas comienzan por estar separados del poder político,
perdiendo los estudiantes sus privilegios quedando excluidos del control de las
instituciones que los educan. Los jesuitas sientan así las bases de la tutela y la
infantilización. Inversamente proporcional a esta pérdida de poder estudiantil, el
maestro ve incrementadas sus funciones, ahora además de impartir saberes inventa
técnicas didácticas y pedagógicas para estimular y normalizar a los estudiantes. El
saber es propiedad del maestro, sólo él lo puede interpretar y conocer en
profundidad, adecua conocimientos a capacidades y elige quien es el mejor alumno.
El maestro es dueño de saberes alejados de la vida social y política que degradan
los “conocimientos vulgares”. Siendo las clases distinguidas las dueñas de la verdad.
De esta forma los saberes adquiridos en el trabajo, sus producciones culturales, sus
luchas, serán vistos como un error y desterrados de la cultura. Esta relación entre
los saberes dominantes y los saberes sometidos se reproducen en la relación
maestro-alumno, relación social de carácter desigual marcada por el poder del
maestro sobre los alumnos.
Pero los jesuitas y los escolapios más tarde, despreciarán el sistema de transmisión
de saberes que supone el aprendizaje de los oficios, dejando de ser una función
noble para convertirse en el desprestigiado trabajo manual.
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A pesar de ello, los artesanos y en general la clase popular, tenían un aprendizaje
que implicaba un sistema de transmisión de saber que se hacía en los talleres, el
cual aparte de ser lugar de trabajo era también lugar de educación. En el taller
maestros y oficiales eran autoridad que poseían un “saber hacer” que convivía con el
trabajo productivo. Los aprendices estaban mezclados con los adultos, aprendían en
contacto con la realidad que los rodeaba.
Los peligros sociales que aseguran que traen las clases populares los burgueses del
siglo XIX, traerán una gran intromisión en la infancia popular destinada a destruir la
cohesión de esta clase. Así la escuela servirá para proteger a la infancia popular de
los males sociales de esta clase, liberarla de la miseria y la corrupción, en efecto
desclasarla e individualizarla para su fácil manipulación. Este gran encierro de los
niños de las clases populares romperá lazos sanguíneos, de amistad, relación con el
barrio, con el trabajo, con la tierra, etc. El niño popular nace de esta violencia que lo
arranca de su medio, de su clase y cultura, para domesticarlo en pro de los intereses
burgueses de la época.
La escuela obligatoria, al igual que los colegios de jesuitas, entenderán que si el niño
fracasa es a causa de su incapacidad de asimilar esos conocimientos y hábitos tan
distantes de los de su entorno, por ello la culpa es sólo suya. De esta forma, la
maquinaria escolar irá transformando a estos niños populares, a estas tablas rasas,
en buenos obreros.
La educación de los hijos de las clases populares forma parte de programas políticos
de mediados del siglo XIX y principios del siglo XX, destinados a resolver la lucha de
clases.
Todos estos dispositivos tienen por finalidad tutelar al obrero, moralizarle, convertirle
en honrado productor, mientras que intentan controlar la lucha social que atenta con
la estabilidad política. La obligatoriedad escolar surge con la imposición por el
sentimiento de familia, siendo el obrero que cuida a su familia el que llega a ser
propietario y es mejor trabajador.
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Estos hábitos son difíciles de arraigar en quienes han vivido en la promiscuidad y
rodeados de todos los excesos, por ello el niño obrero será el blanco de estas
políticas de transformación de los sujetos. El niño debe ser cuidad, protegido y
educado para obtener de él los máximos beneficios económicos y sociales cuando
adulto. La educación del niño obrero tiene como fin el enseñar a obedecer, no
pretende hacer de él un hombre instruido sino inculcarle la obediencia y la sumisión
a la autoridad y la cultura legítima.
Emerge así a finales de sigo XIX la escuela como un nuevo espacio de tratamiento
moral, en medio de constantes luchas sociales entre la burguesía y las clases
proletarias. La imposición de la escuela pública resulta de estas luchas e imposibilita
el paso a una educación gestionada por los trabajadores.
Todo esto llevará a que los discursos pedagógicos hacia estas clases sean
prohibiciones mientras que para las clases altas será positivo, significativo.
Este espacio de domesticación, donde asiste una masa de niños, estará regido por
una autoridad. El maestro romperá lazos de compañerismo, inculcará la
competitividad, la rivalidad en las notas, la separación entre alumnos buenos y
malos. Así cualquier forma de resistencia colectiva queda descartada. Ésta mayoría
silenciosa y segmentada deberá reproducir el modelo social burgués.
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es indiferente a la educación, dejada librada al poder eclesiástico. Esta situación
cambia con la Revolución Francesa, el Estado asume la gestión directa de la
Educación, convirtiéndose en un servicio público. Surgen de esta forma dos modelos
distintos: el liberal que contempla una educación básica y gratuita para el pueblo
pero una educación superior destinada a las clases altas y onerosas. El jacobiano
propone una instrucción igual para toda la población, siendo antecedente a la
concepción de la educación como un derecho.
Introducción:
El autor especifica que precisar la fecha en la que nace el Estado Moderno es difícil
debido a la variedad de opiniones, pero ubica la fecha de publicación de la obra “El
Príncipe” de Maquiavelo como fundamental en el surgimiento de este Estado. En
esta obra Maquiavelo separa el poder político del religioso y reflexiona sobre una
nueva organización política que aspira a la autonomía.
Pero el proceso de formación del Estado moderno no puede definirse con una fecha
o hecho concreto. Más bien se da como un proceso de organización política que se
encamina cada vez más a la independencia del poder del papado y cualquier otra
forma de poder político. Cuando el proceso se consuma es cuando nos encontramos
frente a una organización política estable, permanente, estática, es decir, el Estado.
La idea de una educación popular de carácter estatal aún se encuentra lejos del
Estado.
Este tipo de educación se considera propia de la Iglesia. Pero no ocurre así con la
educación superior, aun siendo la Universidad competencia de la Iglesia, presenta
mucho interés para el Estado ya que formará a los futuros dirigentes.
Uno representado por Francia en los siglos XVI y XVII. La enseñanza básica es
por organizaciones religiosas y el Estado no presta apoyo en la misma.
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El modelo sueco, en el extremo opuesto, donde el Estado y la iglesia reformada
se apoyan mutuamente. El Estado muestra un papel activo, ayuda en la
alfabetización del pueblo. Alfabetización centrada en la lectura de la Biblia.
El modelo intermedio, de los Países Bajos, coexisten la enseñanza católica y
protestante. Así el Estado interviene para evitar conflictos entre estas dos
organizaciones religiosas.
Defensores del Antiguo Régimen aseguran que nunca hubo tantas escuelas y
docentes como en esta época. Esto es verdadero desde un punto de vista
cuantitativo, pero desde lo cualitativo se nota el deficiente estado de las escuelas y
la poca capacidad de los docentes. Los maestros no recibían una formación
específica, y su salario era sumamente bajo.
Con Loock sirguen los derechos de los hombres y un Estado limitado por esos
derechos. De esta forma surge un nuevo Estado con una organización política
nacida para garantizar los derechos del hombre, derecho de libertad que constituyen
un conjunto de libertades públicas que son esencia del Estado Liberal.
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Corresponde a los revolucionarios franceses la idea de una educación como servicio
público, principio básico de la educación para todos. Defendían la idea de un
sistema educativo como sistema público, abierto a todos, atento a las necesidades
sociales y organizadas y controladas por el Estado. A pesar de ello se encuentran
dos posturas en dos fases diferentes de la Revolución:
El estado liberal crea un sistema educativo donde los fines de la enseñanza son
definidos por los representantes de la nación en el Parlamento, secularizado,
entregado a las decisiones y competencias de los poderes públicos.
Así la educación no es concebida como un derecho del individuo, sino como una
atribución del Estado. La educación no fue sentida como un derecho, sino como una
necesidad del nuevo Estado. Por tanto desde la perspectiva del individuo o las
organizaciones no estatales comenzaron a reclamar un derecho de Libertad de
enseñanza, considerado como un derecho de defensa frente al Estado como los ya
mencionados. Se reivindica que el Estado no debe interferir en la creación de
centros de enseñanza privados ni en la libre cátedra de los docentes, aparece este
derecho con dos vertientes: derecho a la libertad de creación de centros docentes y
derecho a la libertad de cátedra.
La estructura del sistema educativo del Estado Liberal adoptó una forma bipolar,
todos los niños tenían acceso a la enseñanza elemental pero sólo una pequeña
parte accedía a la enseñanza superior.
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es factor de cambio social y emancipación, lo que corresponde una responsabilidad
del Estado y un derecho de los ciudadanos. La idea de la educación como un
instrumento de emancipación, va de la mano del principio de igualdad no solo
jurídica sino que también social, la educación debe ser un factor de movilidad social.
Este nuevo sistema educativo se configuraba como un deber del Estado que
imponía su obligatoriedad y lo financiaba, pero no realizaba un esfuerzo económico
lo suficiente como para conseguir una escolarización universal. Fue con la aparición
del Estado de Bienestar que la educación será considerada finalmente como un
derecho fundamental, formando parte de los derechos sociales.
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