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LAS RUINAS HUMEANTES

Encuentro con los Orlmarth

La Fyrd volvía ponerse en marcha, la Estación del Fuego casi tocaba a su fin, acercándose a la Estación de la Tierra,
cuando empiezan las cosechas y la matanza de ganado. El amanecer ya no era tan brillante y los días comenzaban a
languidecer haciéndose más cortos. Rastaort observó la planicie, algunos ganados pasturaban a lo lejos. Si no se
daban prisa en acabar con la maldita Yerezum Storn, podría hacer estragos en los recursos de las aldeas y muchas no
sobrevivirían a la Estación Oscura. Por otra parte, con el fin de la estación, la amenaza de Elnora pendía sobre sus
cabezas. Pronto les retaría por la posesión de Airún. Para la Cazadora de Lobos nada de esto parecía tener tanta
importancia como la presa en sí misma. Ansiosa, apremiaba al resto a ponerse en marcha hacia su objetivo.
Tras varios días, alcanzaron el lugar de la emboscada de los Perrogris. Pero no solo no hallaron ningún Perrogris,
sino tampoco el campamento de vigilancia de los yelmalitas. Una comitiva de jinetes salió a su paso con las manos en
alto en signo de paz. Se trataba de un grupo de Orlmarth, el clan del Pájaro Carpintero y hermanos de tribu, su líder
portaba una misiva encomendada por Gringle. Se sorprendieron al encontrarse con Yim Pumpkin, parecían
conocerlo a él y a su amiga Treya. Yin, por primera vez en mucho tiempo, se mostró algo reservado y esquivo. La
misiva estaba escrita por el propio Bradangus el Brillante. Contaba en tono aciago que el Condado de la Cúpula Solar
había perdido su imparcialidad, siendo alquilado por las fuerzas de Fazzur el Ilustrado, comandante del ejército
lunar. El sumo sacerdote de Yelmalio y líder supremo, les había encomendado a volver y engrosar las filas lunares.
Pero Bradangus había hecho un juramento sobre su dios, y la palabra de Yelmalio estaba por encima de la de
cualquier mandatario. Por tanto, si alguna vez lo necesitaban estaría dispuesto a acudir por su honor. Jonala arqueó
una ceja descontento, pero decidió no hacer leña del árbol caído. La Fyrd fue escoltada hasta Vinoclaro, su siguiente
parada, pues los Orlmarth tenían un feudo con los Perrogris y Gringle les encomendó la protección si aparecían.

Tatus molones con el símbolo de los Orlmarth Vuestro tatu de Hiordinga

Vinoclaro, la capital tribal

Desde una pequeña loma a algunos cientos de metros ya podían distinguir la magnitud de Vinoclaro con sus dos
alturas y su grandes murallas. Los Orlmarth se despidieron justo en aquel momento, pues no querían acercarse
demasiado a las tropas lunares. Por todos era sabido, que Khangarl Páramo Negro había depuesto con ayuda lunar a
su propia esposa, la reina legítima Leika Ballista (nada que ver con nuestra Leika de la Fyrd), para hacerse con el
trono de los Colymar. Era un colaboracionista y en los alrededores ya podía distinguirse cierta presencia de guardias
lunares. La Fyrd habría preferido evitar aquel lugar, después de lo ocurrido en Puerta Rúnica. Pero debían encontrar
a Treya la Contadora de Historias, amiga de Yin y experta en dragones, según él. Quizá era su única oportunidad de
encontrar algún punto débil de Yerezum Storn. Cuando se acercaron, las puertas de acceso estaban abarrotadas de
comitivas y carretas, parecía que habían llegado en época festiva. Consiguieron mezclarse entre la gente, pero al cruzar
las puertas la festividad se tornó en una burda burla hacia las creencias orlanthis. Numerosas hogueras y adoradores
danzantes, rodeaban un solitario roble negro. Lo llamaban Dabundar, el Roble de la Tormenta. Curioso, Yin se
acercó a la ceremonia intentando comprender más acerca de aquel nuevo culto. Mientras, henchido por la
indignación, Rastaort trataba de controlarse. Al poco, Yin apareció acompañado por un hombre grande con cara de
pocos amigos, que sujetaba un enorme garrote. Sus ropajes eran negros, cubiertos por runas granates del Viento y la
Luna Roja. Cuando Rastaort iba a dar rienda suelta a su ira, el hombre se presentó como Thobrus, sumo sacerdote
de Dabundar y hermano del rey Khangarl. Tras dar marcha atrás en sus oscuras intenciones, Rastaort y el resto de la
Fyrd, acabaron entablando amistad de forma cómica con el sacerdote. Este, les invitó a unas cervezas en una posada
de renombre. Allí, encontraron a la encantadora Treya cautivando a la multitud con sus cantares. Yin no se lo pensó
dos veces y juntó varias mesas, creando un escenario sobre el que bailar. Tras un agradable rato, mientras Yin recogía
las monedas en un sombrero improvisado. Thobrus se despidió del grupo, encomendándoles a asistir a su próxima
liturgia (cosa que nunca harían). Yin y Treya se fundieron en un abrazo, parecía que su amistad era genuina.
Sentados en una esquina hablaron sobre Yerezum, un durulz (pato) enjoyado y vestido con ropajes caros, los
observaba desde una mesa contigua. Después la Gran Caza era muy raro, por no decir imposible, ver durulz cerca de
humanos y mucho menos de lunares. Pero todos allí parecían respetarle, incluso los guardias lunares, que miraban
pero no se acercaban. Mientras, Treya les habló de las debilidades de los dragones de los sueños, cómo cada uno era
originado por un mal pensamiento o sentimiento del dragón auténtico que los soñaba. Les habló de una pareja de
dragones de los sueños amistosos de los que había oído hablar que se encontraban en el Templo Salvaje. Sin
embargo, el Templo Salvaje era el lugar más sagrado para las mediobestias y no podrían acceder sin la ayuda de una.
El durulz, que parecía haber estado esperando su momento durante toda la conversación, se presentó ante ellos como
Ahiru. Se ofreció como guía sin pedir nada a cambio, pues, según él, vivía allí y debía volver en poco tiempo. La
Fyrd, a pesar de anteriores malas experiencias con durulz, aceptó, aunque primero debían encontrar un lugar para
descansar. Treya los llevó hasta la posada de una buena amiga, en la zona baja, donde llamarían menos la atención.
Pero Leika necesitaba realizar algunas liturgias en el templo de sus dioses, en la zona alta. La Cazadora de Lobos
decidió escoltarla por si acaso. Por desgracia, fue precisamente la presencia de la Cazadora la que alertó a los guardias
lunares en el recinto sagrado. Leika y la Cazadora trataron de despistarlos entre los callejones. Por otra parte, Ahiru el
shaman durulz, subió al tejado de la posada y conversó con las palomas en el lenguaje de las bestias, buscando
información. Estas le alertaron de que un ejército de lunares había marchado varios días antes en dirección noroeste.
En el piso de abajo Treya estaba manteniendo una agria discusión con su ex amante, y ahora colaboracionista lunar,
Sora Goodsheller (¿familia de Gringle, quizá?). Un sacerdotisa de Issaries de armas tomar, que no estaba dispuesta a
dejarla marchar fácilmente. De pronto, Leika y la Cazadora entraron por la puerta avisándoles de su huida. La
situación ya vivida en Puerta Rúnica, volvió a repetirse. Empezaba a ser costumbre huir de las ciudades al galope con
los lunares pisándoles los talones. Una vez más, la Fyrd consiguió escapar, esta vez, rumbo al Templo Salvaje.

Vinoclaro, la grandiosa capital de la tribu Colymar

Treya, la Contadora de Historias Sora, la Aguafiestas


El Templo Salvaje

El Templo Salvaje distaba mucho de lo la Fyrd había imaginado. Grandes monolitos y menhires estaban distribuidos
alrededor de ocho kilómetros formando una gigantesca tela de araña. A medida que se acercaban, veían auténticas
telas de arañas que debían ser enormes, formando los distintos túneles y pasillos que lo convertían en un templo.
Treya, antes de entrar en sus dominios, tuvo una charla con Rastaort en particular y más tarde con el grupo. Le
enseñó un zurrón lleno de cartas enviadas por Yin Pumpkin. Le contó que cuando eran pequeños, al llegar los
invasores lunares, tomaron a todos los niños menores de diez años para sus experimentos mágicos. Habían escuchado
de los “niños bendecidos por la locura de Eurmal”, y pretendían controlar ese poder. Yin, en realidad, era su
hermano y la salvó ofreciéndose por ella. Al volver a verle tiempo más tarde, se había vuelto loco por las torturas y se
marchó perdiéndose en la espesura. No fue hasta hace poco, que volvió a tener noticias de él al recibir sus cartas. Eso
fue la muestra de que Yin no era un loco torturado más. Había recuperado parte de su memoria y cordura al forjar el
vínculo mítico con Rastaort, convirtiéndose en un auténtico eurmalita. Sin embargo, sabía que el Templo Salvaje era
un lugar de magia poderosa, donde las ilusiones perdían su fuerza. Les pidió, por favor, que vieran lo que vieran de
Yin no dieran muestras de saberlo y le siguieran el juego. Más tarde, tras pasar la zona inicial de mercado, entraron
en la zona interior, un lugar en conexión con otros planos. La auténtica naturaleza de Yin se mostró ante ellos, un
hombre demacrado con la cabeza sin pelo y el rostro medio quemado, en su cuerpo no cabían más cicatrices. Pronto,
espíritus de toda clase se agolparon alrededor de ellos, algunos benignos, otros no tanto. Encontraron también
plantas y criaturas que no existían desde la Era del Alba, como el oso-pato. Al cruzar al segundo recinto interior, se
dieron de bruces con el guardián, un ciervo espiritual gigantesco de varias decenas de metros, No tenía cabeza, su
pecho estaba repleto de ojos de araña y de los hombros de las patas delanteras crecía una amenazante cornamenta.
Ahiu, el shaman durulz, se extrañó al verlo en posición de ataque. «¿Sois dignos de pasar?» retumbó en sus cabezas.
«¡Tú no eres digna!» resonó, mientras el enorme espíritu se lanzaba a la carga contra la Cazadora de Lobos. Ahiu,
compungido, no pudo sino observar, el resto apenas tuvo tiempo de reaccionar. La embestida de la bestia espiritual
casi consume el alma de la Cazadora, dejándola al borde la inconsciencia. Pero un enorme espíritu lobo se colocó
frente a ella, defendiéndola y haciendo retroceder al guardián. Se trataba del espíritu de un antiguo lobo-mamut,
extinto hacía más de un milenio. Rastaort, que había tratado de interceder jugándose el alma al interponerse entre las
dos grandes bestias espirituales, quedó anonadado. «Ahora ya eres digna» decretó el guardián retirándose, el gran
lobo desapareció en el mismo instante. Ahiu, confundido, les instó a seguir, no fuera que el guardián cambiara de
opinión. En toda su vida, nunca había visto al guardián reaccionar así ante una audiencia real. Pues esa era su
auténtica misión, encontrar y llevar ante la presencia de Casco de Hierro a aquellos que acompañaban a una
encarnación de la Muerte como Airún. En el recinto real les esperaba toda una comitiva de minotauros y centauros,
cuyo poder, equivalía el de cada uno a un señor de las runas. En el centro, Casco de Hierro, el semidiós en su última
encarnación, los observaba de arriba abajo. Tras una breve conversación, dictó que si la Muerte había encarnado en
una mediobestia elurae, debía ser una señal para todo su pueblo. Muchos tratarían de adueñarse de su poder, pero
ella, como todas las mediobestias, era libre y no la iba a retener. Sin embargo, les encomendó a Ahiu como su enviado
y guardián a partir de ese momento. Pues Ahiu era miembro de la casa real y amigo personal del propio Casco de
Hierro. Los dejó a sus asuntos, no sin antes estrechar lazos con Rastaort, ya que al parecer corría la misma sangre por
sus venas, según el semidiós. Asuntos propios, era como la Fyrd llamaba a conversar con dos dragones de los sueños,
claro. Accedieron a la zona de los dragones, un lugar mágico que parecía conectar y desconectar con el Templo
Salvaje a voluntad. Orgamestus y Ayzstrabel, que así se llamaban, jugaron un poco con sus invitados antes de darles la
preciada información. Ayzstrabel estaba hambrienta y le pidió a Ahiu una oveja. El durulz cumplió con creces,
trayéndole varias ovejas y reses. Orgamestus insinuó algunas veces que le gustaría conocer el sabor de algunos de los
presentes. Aunque no pasó de una broma (o eso esperaban todos). Finalmente les contaron que cada dragón de los
sueños surge de un mal pensamiento o sentimiento de un dragón auténtico. El de su hermana Yerezum, a pesar de lo
que muchos pensaban, no era la envidia, sino la soberbia. Debían mostrarle su auténtica naturaleza, tal vez, con un
poderoso artefacto que conocían. No muy lejos, en unas ruinas malditas conocidas como las Ruinas Humeantes, se
encontraba el Espejo de Ernalda. Si conseguían que Yerezum se viera reflejada, perdería su poder y “tan solo sería
una dragona”, a la que quizá pudieran matar. Hermanos o no, aquellos dragones no parecían tener demasiado aprecio
por su hermana. Ayzstrabel, complacida por el ganado, calcinó una oveja dejando grabado en su lomo un mapa de las
Ruinas Humeantes. Aunque estaba visto desde la perspectiva draconiana de su autora. Leika pudo conjurar una
traducción para tener un plano más acorde a su visión de humana.
El oso-pato, simpático pero de lejos…

Vista aérea del Templo Salvaje formando la runa del Viento con una telaraña

Casco de Hierro y su mirada profunda

En la espesura

Ahora la Fyrd debía discutir la mejor ruta para viajar hasta las Ruinas Humeantes. Debían escoger entre una larga y
segura de alrededor de diez días, por el camino comercial, atravesando las Fauces del Dragón que daban nombre al
Paso. Otra mucha más corta de tan solo dos días, atravesando un bosque élfico con fama de maldito y escalando una
montaña. O la última, de tres a cinco días viajando por la espesura de las tierras Slarge. La Cazadora, impaciente
como siempre, votó por la ruta más corta, pero el resto de la Fyrd lo hicieron por la ruta media, a través de la
espesura. Sin más dilación, se pusieron en marcha. Pronto se arrepentirían de su elección, al encontrar un grupo de
Jinetes de los Colmillos moribundos en un claro, fruto de una emboscada slarge. Se instauró todo un dilema moral
entre los miembros de la Fyrd. Treya, apelando a su antepasada Thinala Arrancacolmillos, aseveraba que lo jinetes
eran la peor calaña y no merecían ninguna ayuda. Las opiniones estaban divididas, pero al final prevaleció el alma
caritativa del sanador elfo (que los hubiera dejado morir, pero los votos son los votos) y el buen sentido de su líder,
Rastaort. Los slarges tomaron la acción como una alianza en su contra, y pasaron al ataque. Tras una intensa
escaramuza los slarges fueron rechazados. Solo un jinete quedó en pie, pero el resto de la Fyrd se mantuvo intacta
gracias al muro defensivo que supusieron la Cazadora, Miara y Rastaort. Ahiru, que permaneció en segundo plano,
dio buena cuenta de alguno con su ballesta repetidora enana. El jinete superviviente se despidió de la Fyrd
agradecido, aunque algunos seguían sin fiarse de su palabra. Los siguientes días a través de la espesura fueron un viaje
lleno de tensión, sintiéndose continuamente observados. En cierto momento, dieron con un extraño personaje; un
shaman ofídico llamado Aufiss, que recolectaba plantas acompañado por Grog, un oriundo adorador de Dozir, el
dios del rio de la zona. Hicieron buenas migas, a pesar de todo. Este les comentó que conocía a los slarges y que si no
habían vuelto a atacar todavía, era porque más adelante se encontraba un terreno para una emboscada de la que no
escaparían. Aufiss, agradecido por el trato de Jonala, se ofreció como mediador. Grog, al reconocer a Jonala como
adorador de otro dios marino, se encontraba bastante emocionado. Al poco, Aufiss les había conseguido una
audiencia con el líder slarge. Como les había contado, más adelante, entre las paredes de un pequeño desfiladero, se
encontraba el grueso de las fuerzas slarges esperándoles. Pero, esta vez, con la intención de parlamentar. Aun así, el
líder slarge mostraba su poder, escoltado por una guardia montada en triceratops, decenas de guerreros y una veintena
de arqueros apostados en los lados del desfiladero. Jonala, por su parte, trató de impresionar al líder slarge, creando
una pendiente de duras ramas que crecían a su paso, hasta colocarse a su altura de igual a igual. Rastaort, que estaba
más pendiente de los arqueros, ya había aprendido a dejar este tipo de situaciones en manos del Aldryami. La
negociación no fue demasiado bien, los slarges pretendían quedarse con todos sus objetos metálicos a cambio de
dejarles el paso libre. Tras una discusión, se decidió enfrentar a un campeón de cada bando, el ganador elegiría su
recompensa. La Cazadora se ofreció de inmediato, pero, Miara la humakti no podía rechazar un desafío. El líder
slarge, complacido, ofreció dos combates.
Los rivales eran duros y las luchas se estaban alargando más de lo habitual. Algunos observaban un insano disfrute en
el semblante del líder slarge. Ahiru y Leika, agudizaron sus sentidos mágicos y vieron como la energía vital que se
desprendía de cada herida y cada golpe, fluía en un remolino de energía, concentrándose en los espíritus que
acompañaban al líder slarge. Los combates debían terminar pronto, o las vidas y las almas de sus compañeras corrían
serio peligro. Rastaort, por su parte, confiando en la experiencia de sus compañeras, estaba más pendiente de los
arqueros. Sabía que con un solo gesto del líder, estarían todos muertos. Las combatientes parecieron adivinar los
pensamientos de sus compañeros. La Cazadora y su contrincante se mutilaron simultáneamente, mientras que Miara
atravesó el corazón del suyo con una estocada certera. La Cazadora, para asombro de todos, se lanzó a la yugular de
su rival caído, arrancándola de cuajo y absorbiendo su alma mientras se regeneraba el brazo herido. Algo que solo el
líder slarge, Leika y Ahiru, podían ver en plenitud. Sin embargo, los slarges, agradecidos por el espectáculo ofrecido,
les dejaron marchar.

Aufiss, el shaman ofñidico majo

El sadolíder
Porque montar en triceratops siempre mola

La llegada a las Ruinas Humeantes

Al llegar a la frontera natural que delimitaba la espesura con los Pastizales, Aufiss se despidió de la Fyrd deseándoles
suerte, pero advirtiéndoles al mismo tiempo acerca de la terrible maldición que pesaba sobre las Ruinas Humeantes.
En la antigüedad fue un gran asentamiento de uno de los nietos de Orlanth, Korol Kandoros. Pero siglos más tarde,
cuando los Koroltes no la habitaban y la guerra Mata-dragones (una guerra que consistió en justo lo contrario que
indica su nombre) había pasado. Dos grandes ejércitos trolls se enfrentaron. Las huestes del Gran Troll Vamargic
Collar de Ojos desde los Bosques Troll de la Nación Santa, por un lado y las de la Raza Señorial Kajak-Ab
Comecerebros del Dagori Inkarth, por el otro. Nadie sabe qué pasó, pero nada se supo de los dos ejércitos, salvo que
una gran maldición había caído sobre ellos. Sus cadáveres y espíritus se recomponían cada cierto tiempo para volver a
fundirse ardiendo en grandes piras. La humareda de este fenómeno, era lo que daba nombre a las famosas ruinas.
Grog por su parte, se ofreció como guía sin ningún problema. Después de la despedida, cruzaron el rio Dozir, que
apenas tenía caudal para su tamaño. Grog contó a un interesado Jonala, que alguien en el pasado se había llevado
parte de su esencia, dejándolo debilitado. Motivado, Jonala se ofreció a dar solución al problema. En la rivera,
algunas madres Durulz, vigilaban a sus crías chapotenado. La presencia lunar no parecía tan fuerte en esta zona.
Algunos pequeños comenzaron a señalar al rio sorprendidos. Un Dragonut de escamas azules se acercaba remando
con las garras sobre un tronco. Yin soltó alguna burla y Treya no pudo contener la risa. Al escucharlos, el Dragonut
fue directo hacia ellos en tono amistoso, nombrando a su abuela Thinala. Parecía imitar el ladrido de un perro
seguido del nombre de Thinala «Arf, arf, Thinala». Treya, que parecía tener algunos conocimientos Antiguo
Wyrmico, la lengua de los dracónidos, entabló conversación con el Dragonut. Leika pareció discernir algunas
palabras, pero no lo suficiente para entenderles. El Dragonut había sido un antiguo compañero de aventuras de su
abuela, Thinala, y su risa le recordó a ella. Tras recordar viejos tiempos, el Dragonut le advirtió de que estaba
equivocada sobre la muerte de su abuela. No fueron los Jinetes de los Colmillos quienes la mataron en una
emboscada. Sino que alguien cercano la traicionó, y ahora su espíritu vaga entre los dos mundos fruto del conjuro
que acabó con ella. Esto perturbó a Treya, que se dio cuenta de que sus creencias y odios hacia los Jinetes de los
Colmillos eran infundados, ya no tenía a quién odiar. El Dragonut, sin más, se marchó de vuelta a navegar por el rio.
Leika y los demás trataron de preguntarle acerca de las Ruinas Humeantes, pero el Dragonut solo dijo «Utuma», y
continuó con su singular viaje.
Al cabo de unas horas, alcanzaron una gran meseta, sobre la que se situaba una montaña a un lado del camino
ascendente, y las Ruinas Humeantes al otro. A pesar de que el humo de las pilas ardientes mágicas ya les molestaba,
lograron distinguir todo un pelotón de soldados lunares acampados junto a la puerta principal del recinto. De
pronto, las runas tatuadas de Rastaort refulgieron, revelando otras iguales en la ladera de la montaña, formando un
sendero de luz hacia la cima. Temiendo que fueran detectados desde el campamento lunar, la Fyrd decidió subir por
el antiguo sendero escarpado siguiendo el fulgor de las runas. Ahiru, al menos, se alegró de que las palomas
informantes no supieran contar y en lugar de un ejército “solo” se encontraran un pelotón de alrededor de doscientos
soldados lunares. A medida que ascendían, el tiempo iba cambiando de forma notable, hasta encontrarse rodeados
por nubes neblinosas y algo de lluvia, el suelo estaba cubierto por una fina capa de nieve. Frente a ellos se presentaba
un antiguo templo de Orlanth excavado en la pared de roca de la montaña. En la nieve, algunos pudieron comprobar
varios tipos de huellas recientes que avanzaban hacia el interior de la estructura, unas descalzas y otras más pequeñas
calzadas con sandalias. Al adentrarse, encontraron a una novicia lunar con su túnica roja y un incensario, arrodillada
frente a lo que parecía un Hijo del Viento (una raza de humanos alados, descendientes de los espíritus de las
tormentas) moribundo. La reacción de muchos fue instintiva y visceral, Jonala ya preparaba su arco para atravesarla y
la Cazadora se lanzaba a la carrera para decapitarla, hasta que comprobaron que tan solo se trataba de una muchacha
que apenas alcanzaba a la pubertad. Muy asustada, aseguró que estaba de peregrinación y subió al templo pagano a
tratar de “purificarlo”, cuando se encontró con la criatura moribunda. Jonala, en un rápido movimiento, se abalanzó
sobre el Hijo del Viento para tratarlo. Cuando la novicia, le avisó que no lo tocara o acabaría igual, no tenía
salvación. El Adryami comprobó como una mancha negra crecía imparable sobre su piel. La tocó con el bastón y esta
se extendió también subiendo por la madera a toda velocidad. Leika tuvo que incinerarlos con un conjuro por el bien
del grupo, tanto al pobre Hijo del Viento como al bastón del elfo. Ahiru, compungido por el funesto destino de la
criatura, trató de conectarse al Plano Espiritual para dar alivio al espíritu en su viaje al Más Allá. Pero algo salió mal,
las energías en aquel templo eran demasiado poderosas e interfirieron en sus sentidos shamánicos de forma nefasta. El
shock resultante, casi dejó inconsciente al afectado durulz, pero también notó que algo se había liberado en la
conjunción mágica, algo oscuro y poderoso. Ajenos a este hecho, el resto discutía de forma ardua sobre el destino de
la novicia lunar. Algunos abogaban por matarla allí mismo para que no revelara su posición al cercano pelotón lunar,
o peor, para que no se convirtiera en una bruja lunar al crecer. Pero otros, aducían a que solo se trataba de una
muchacha inocente y no podían ser tan crueles como el enemigo. Yin Pumpkin, en una muestra de razonamiento
impropia de él, apeló al “dilema del bebé orco” (en esta Glorantha sí existen los orcos o trasgos, son denominados
Elfos Rojos de las marismas y pantanos. Y no son necesariamente malignos, pero sí más oscos y esquivos con el resto
de razas, algunos un tanto crueles). «¿Si tuvieras entre tus manos a un bebé que probablemente al crecer se convirtiera
en un ser maligno, lo estrangularías?» comentó Yin. Jonala comprendió la paradoja y calmó sus ánimos. Treya
suspiró aliviada al comprobar que sus compañeros eran mejores que aquellos contra los que luchaban. Y quizá,
también se replanteó su actitud anterior, cuando se encontraron con los Jinetes de los Colmillos malheridos. Sobre
todo, después de su extraña conversación con el Dragonut flotante. Entonces, Miara la humakti propuso un
juramento mágico sobre su dios, que no podría romper o de lo contrario, moriría al instante. La muchacha aceptó, y
marchó de vuelta a sus lejanas tierras sin revelar su encuentro con la Fyrd en el templo. Jonala, esparció las cenizas de
la malograda criatura al viento, donde pensó que le correspondía por naturaleza. La Fyrd decidió descansar al cobijo
de aquella gran estructura, antes de dar su siguiente paso, era entrado el mediodía.

La pobrecita novicia lunar

El mapa calcinado de Ayzstrabel

¡Mira hijo, un Dragonut azul!


Las Ruinas Humeantes, parte I

Al cabo de una hora, y después de haber realizado ciertos bailes rituales acompañado por Yin y Treya, Jonala decidió
que ya era el momento de volver a ponerse en marcha. Una hora antes había enviado a una pequeña creación planta,
del tamaño de una piña, a observar las acciones de los lunares y encontrar otra forma de colarse en las ruinas.
Rastaort había aprovechado el tiempo para adorar a Orlanth en aquel lugar sagrado, que eras atrás él mismo pisó. Las
energías eran inmensas y puras, reavivando el espíritu del guerrero bárbaro. Ahiru, no se sentía tan pletórico, al
descubrir que su magia quizá había tenido consecuencias inesperadas. Observó la sombra de la montaña sobre las
ruinas, no parecía una sombra normal, sino “algo” imitando a una sombra, algo poderoso. Preocupado, esperaba que
nadie se diera cuenta, pero no fue así. Todos se quedaron sorprendidos ante el extraño fenómeno mágico, aunque
nadie lo asociaba a la magia del durulz. Por otro lado, la pequeña piña de Jonala, había encontrado una parte de la
muralla derruída, vigilada por lo que parecían dos guardias no muertos un tanto especiales. Los veía discutir y
gastarse bromas del uno al otro, incluso contribuyó subiendo al muro y dejando caer una piedra que resonó en el
yelmo de uno, que culpó al otro al instante. Era extraño como el pelotón lunar se hallaba concentrado en la entrada
principal, incluso habían montado campamento y estaban intentando derribar el portón de piedra con un ariete. La
planta trató de vislumbrar algo entre el humo de la ruina. Per, justo cuando estaba percibiendo unos pies inertes de
algunos cadáveres tras la muralla derruida, algo la rajó con unas garras afiladas, destrozándola en el acto. Jonala, que
estaba en ese momento describiendo al resto lo que veía, sufrió un dolor repentino y siendo consciente de lo
ocurrido. La Fyrd, a pesar de todo, decidió probar suerte en el muro derruido antes que enfrentarse a todo un
pelotón lunar. Cuando Ahiru puso un pie fuera del templo, la sombra antinatural se comprimió de forma súbita,
concentrándose en un punto de las ruinas. Todos pudieron comprobar que la auténtica sombra de la ladera, quedaba
a sus pies. Sin poder discernir nada más, la Fyrd se encaminó al muro derruido, donde coincidió con los dos zombis
particularmente dicharacheros que montaban guardia. Miara la humakti, contuvo sus instintos mientras los
interrogaban. Pertenecían a los antiguos Koroltes y llevaban más de cuatrocientos años obedeciendo órdenes. Les
hablaron de los lunares y de su relación comercial con un tal Hemric J’Onzz. Parecía que no habían acabado en buen
término y sus hombres estaban masacrando lunares por esta entrada. Sin obtener nada más en claro, la humakti
acometió su oficio enviándolos al Más Allá que debieron pertenecer hacía tanto tiempo.
La Fyrd se adentró en las ruinas entre el humo mágico y molesto de las piras fantasmales. Observaron los cadáveres
de los lunares atravesados por algún tipo de lanzas aserradas. Pero estaban siendo observados al mismo tiempo desde
las alturas, por la misma cosa que acabó con la planta sentiente de Jonala. Precavidos, fueron en dirección contraria,
explorando varios edificios abandonados. En uno de ellos, Jonala se fijó en diversas estatuas de dioses en mal estado,
entre las que aparecían Dozir y Korol Kandoros. En el suelo, un mosaico de Redalda, la madre de los caballos, había
sido mancillado, arrancando las baldosas donde debían figurar los senos. También encontró los restos de una estatua
de Ernalda totalmente destrozada. De repente, en el piso de arriba comenzó el estruendo de objetos grandes y
pesados siendo derribados o lanzados con tremenda fuerza. La luz de toda la estancia se oscureció al mismo tiempo.
«¿Por qué me has traído, padre?» escuchó Ahiru, en cuyo momento fue consciente de la magnitud de su pasado error
en el templo de Orlanth. Había abierto la puerta a este mundo a un ser exterior, y quién sabe qué consecuencias
podría traer. Pronto, también lo oyeron el resto de la Fyrd; cuando un temblor les alertó de que todo podía venirse
abajo. Corrieron hasta un antiguo templo de Humakt cercano, pero unos proyectiles grandes como lanzas aserradas
les cortaron el paso desde el otro lado del recinto. Entre el humo dispersado por la estela, pudieron distinguir dos
enormes Hombres Escorpión tensando su mortíferos arcos. Algo ardió en el interior de la Cazadora, que no pudo
contenerse y se lanzó hacia ellos con un grito de ira. Miara y Rastaort, no tuvieron más remedio que seguirla a la
carrera, mientras el resto trataba de cubrirse. Ambos eran expertos tiradores, acertando uno en el cuello de la
Cazadora y otro en una pierna de la humakti. Cualquier otro yacería tendido en el suelo desangrándose, pero la
Cazadora logró recomponerse y seguir avanzando. Una vez los alcanzaron, la lucha estuvo más igualada. Pero pronto
se dieron cuenta que tan solo enfrentaban a los vigilantes de toda una guarida del Caos. Jonala, que trataba de buscar
una buena estrategia, pronto vio que estaban siendo rodeados y la cosa pintaba muy mal. Escucharon una voz en sus
mentes, era Hemric J’Onzz y quería parlamentar, no podían negarse. Sin embargo, la Cazadora no desistía, hasta que
unos mágicos y oscuros tentáculos, la apresaron dejándola al borde la inconsciencia. Parecía que Hemric era un
poderoso hechicero, además de un líder caótico. Lo que vieron en el interior de la guarida, habría acabado con la
cordura de cualquier grupo de aventureros, pero no de una Fyrd como la suya. Basura, podredumbre y excrementos se
repartían por todas partes. Contaron más de dos grupos de Broos y otros tantos de Hombres Escorpión. Sin
miramientos, los escoltaron hasta el piso de arriba, donde Hemric les esperaba representando una obscena imitación
de una corte real. Sentado en su trono escalonado de huesos y escombros, les ofrecía un trato. Era un Broo muy
grande, de pelaje oscuro y patas de lobo, cuatro brazos y un hocico que parecía deshacerse en pellejos cada vez que
hablaba. Lo más perturbador se mostraba en el interior, al abrir las fauces, aparecía una negra cabeza humanoide. Su
aberrante corte se mostraba ante ellos. A sus pies, una asquerosa mezcla entre un gallo y un reptil, troceaba con su
pico dentado trozos de rata que se convertían en piedra. Varios escalones por debajo, a un lado, se sentaba una
muchacha no mucho más mayor que la novicia del templo. Pero sus ropajes eran girones de cuero sucio y en su
mirada solo se hallaba locura. Ahiru, pudo observar hasta tres espíritus poseyéndola al mismo tiempo. Al otro lado,
un obsceno híbrido entre Arpía y Broo, al que Hemric llamaba Mancha de Mierda. Merodeando por la gran sala, un
enorme Caracol-Dragón y un temible Cuelgacabezas. La escolta de la Fyrd, consistía en el lugarteniente de Hemric,
un gran Broo llamado Entrañas Torcidas y sus soldados; un grupo de Broos a cada cual más horrible y dos
gigantescos Pulpandantes. Hemric comenzó a hablar en una extraña dicción, pasándose del lenguaje más exquisito al
más burdo y coloquial en segundos. Pero Jonala le dio la espalda, dirigiéndose a Treya, Yin y Grog, para calmarlos. A
Hemric no le sentó nada bien, atravesando en el acto a Grog con una lanza de oscuridad en el pecho. Jonala, tuvo que
contener sus sentimientos para salvaguardar a los que todavía seguían vivos. Hemric, actuando como una
distorsionada imitación de un rey, les propuso un trato. Traerles el collar de ojos de Vamargic, a cambio de su
libertad y no interferir en los asuntos que tuvieran en las ruinas. Sin otra opción más que esa o una muerte horrible, la
Fyrd accedió, en una decisión que quizá les pesara en sus conciencias durante el resto de sus vidas. Los “hombres” de
Hemric, los soltaron frente al templo de Humakt, donde los habían encontrado.
Después de algunas discusiones y lamentaciones, la Fyrd se dividió en dos pequeños grupos. Jonala quería investigar
un poco las otras zonas del recinto sagrado junto con Rastaort, mientras que el resto se adentraron en templo de
humakt frente a ellos. En el interior, una larga sala con bancadas de madera podrida a los lados, los guiaba hasta el
altar donde se mostraba una gran espada envainada. Detrás se encontraba un enorme mural, que contaba una historia
en el lenguaje de la muerte, la historia de Zol Tykarus el Makla Mann. Ahiru, pudo comprobar como en cada
bancada se encontraban atados los fantasmas de decenas de humaktis que los observaban a cada paso. Trató de hablar
con alguno, pero solo respondían ante su líder. Miara, asombrada, tocó el altar antes de coger la espada envainada, un
dolor repentino le hizo apartarla. Pero al final consiguió desenvainar la espada, y todos los fantasmas humaktis
gritaron al unísono «¡Makla Mann!». Miara estaba henchida de orgullo. Quizá no tanto si hubiera visto dentro de su
guantelete izquierdo cómo se le ennegrecía la mano.

¿Por qué lo llamarán Caracol-Dragón?

Grog R.I.P.
Ganó el premio de clavar cuellos en su pueblo

No
necesita
presentación
El mural de ZolTykarus
En las pinturas del mural pueden verse algunas palabras grabadas en una lengua conocida por
muy pocos en su versión escrita, la Lengua de los Muertos. Cuenta la historia de un noble
bárbaro del norte llamado ZolTykarus, de las tierras heladas de Fronela, que se convirtió en el
más fiel seguidor de Arkat. Por su valor y confianza pronto todos le llamaron el Makla Mann,
título seshneganoque solo se le otorgaba al mejor compañero en el campo de batalla. Pues todos
los hombres bajo su cargo siempre volvían con vida de la batalla. Él era el encargado de cubrir las
espaldas al propio Arkat, junto con su otro lugarteniente, Efrodar Manos Negras. Sin embargo,
en el fatídico día de la Batalla de Ralios, Arkat desoyó su consejo cegado por la cercanía de su
archienemigo Gbaji el Impostor. Arkat cayó en una trampa y murió a manos de Palangio el Vrok
de Hierro, general de Gbaji. Después de la batalla, Zol dejó su espada Guardajuramentos
envainada en la mágica vaina de Pelo Negro de su compañero Hiia, para hacerse cargo de la
Irrompible de Arkat, pues era el único digno de tocarla. Efrodar le cedió su armadura forjada por
el mismo Inginew Hijo Rojo. Se llevó la magnífica arma a la Vieja Tarsh. Donde fundó la tribu
de los Otkorionis, asentándose en un antiguo templo de la tierra. Años más tarde, los Otkorionis,
volverían a Ralios para fundar Otkorion, pero esa es otra historia.

En este altar sagrado yace Guardajuramentos, que quien sea capaz de llamarse Makla Mann la
empuñe y cumpla con su digna tarea. Que las huestes le sirvan en muerte como él las sirvió en
vida.
Culto de héroe: ZolTykarus, el Makla Manntyv
El mejor compañero de Arkat siempre le cubrió las espaldas y nunca falló a sus soldados. Su culto enseña valores
como lealtad, compañerismo, proteger al más débil. En ocasiones se solapa con el culto de Yan Starcere, aunque este
último es menos belicoso y se enfoca en exclusiva a los desvalidos.

Días sagrados
El gran día sagrado de ZolTykarus y el resto de días sagrados, son los
mismos que para Humakt.

Iniciación
Requisitos: Pertenecer al culto de Humakt. Sacrificar 1 pto.de POD.
Proteger siempre a los indefensos.
Habilidades del culto: Adorar (Zol), Hacha arrojadiza, Espada
(1M, 2M), Escudo, Pelea, Batallar, Saber Religioso (Humakt),
Otear, Primeros auxilios, Señalar al asesino.
Habilidades iniciales del culto: Hacha arrojadiza +10%, Espada
(1M, 2M) +20%, Escudo +20%, Lengua de las Muertos +10%.
Pasiones predominantes: Devoción (ZolTykarus), Lealtad (Culto),
Compasión (Indefensos), Código de honor

Magia espiritual: Cuchilla afilada, Parada, Protección.

Magia rúnica Así luce un noble bárbaro


Magia rúnica común: Guardia.
Magia rúnica especial: Cubrir la espalda, Inspirar lealtad, Mantenerse,
Sentir deslealtad.
Encantamientos: Encantamiento de armadura.

Portavoces divinos y sacerdotes


Requisitos: Normales

Cultos asociados
Ninguno.
Cubrir la espalda
1 punto (Instantáneo, Acción gratuita)
Gastando un punto rúnico en el momento que un
compañero recibe daño, el humakti lo recibirá en su
lugar apareciendo frente a él. Esta acción deberá
decidirse antes de conocer el resultado del daño.
Inspirar lealtad
2 puntos (Temporal, Reutilizable, Área)
Todos los aliados en un radio=POD/mts recibirán
el mismo porcentaje en Pasión Lealtad que el usuario.
Mantenerse
1 punto (Temporal, Reautilizable, Propio)
El usuario se vuelve inmune al miedo y la
desmoralización, tanto mundanos como mágicos.
Sentir deslealtad
1 punto (Instantáneo, Reutilizable, Área)
El usuario puede sentir en un radio=POD/mts si
alguien es desleal a un líder o una causa.

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