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Los modelos de discapacidad han partido de un movimiento a lo largo de muchos años en que

se ha tratado de regular los derechos de este grupo y lo que pasaba es que antes se concebía a
las personas con discapacidad como si tuviera una especie de enfermedad o un problema que
fuera algún atributo de su personalidad. Lo que nos ha evidenciado el Derecho Internacional
de los Derechos Humanos es que las personas con discapacidad no tienen una enfermedad
sino lo que tienen es una diferencia funcional que puede ser física mental pero que el
problema de es de la persona sino de las barreras sociales que tiene obviamente la sociedad y
el Estado para respetar sus derechos en igualdad de condiciones y para hacer valer todas sus
necesidades específicas.

Existen dos tipos de modelos de discapacidad que se emplean en la actualidad en nuestra


sociedad una de ellas es el MODELO REHABILITADOR, lo que es cuestionable de este modelo es
que se centra en quieres no son considerados normales y así, omite tomar en cuenta la
influencia del contexto en el que se desarrollan las personas en situación de discapacidad y
cómo es que mediante su interacción es la misma sociedad que los limita y discapacita. Es
decir, el problema pasaría encontrarse, efectivamente, en la sociedad y no en el individuo que
ve limitado el ejercicio de sus derechos. Según Agustina Palacios: “Esta perspectiva
únicamente se enfoca en las deficiencias del individuo con el objetivo de curarlo y adecuarlo a
lo normal, a pesar de que esto ocasione como si la invisibilizarían de la discapacidad que
justamente lo diferenciaba. De esta forma, las terapias de rehabilitación físicas, intelectuales o
cognitivas y sensoriales pasan a ser la herramienta principal para conseguirlo. Esto concibe que
las personas en situación de discapacidad necesitan atención medica brindad por profesionales
y de forma personalizada, por lo que lo caracterizan la búsqueda de una cura, así que como la
separación de los demás miembros de la sociedad” (2015;12).

El segundo es el MODELO SOCIAL ya que hasta el día de hoy está vigente, se basa en una clara
distinción entre deficiencia y discapacidad. Según Francisco Guzmán: “Deficiencia es la pérdida
o limitación total o parcial de un miembro, órgano o mecanismo del cuerpo. Discapacidad es la
desventaja o restricción de actividad, causada por la organización social contemporánea, que
no considera, o considera en forma insuficiente, a las personas que tienen diversidades
funcionales, y por ello las excluye de la participación en las actividades corrientes de la
sociedad. Es decir, la deficiencia –o diversidad funcional– sería esa característica de la persona
consistente en un órgano, una función o un mecanismo del cuerpo o de la mente que no
funciona, o que no funciona de igual manera que en la mayoría de las personas. En cambio, la
discapacidad estaría compuesta por los factores sociales que restringen, limitan o impiden a
las personas con diversidad funcional, vivir una vida en sociedad” (2012;36).

Efectivamente tal como lo dice Guzmán todo esto se puede observar en nuestra sociedad en la
actualidad, ya que ellos día a día luchan contra el sistema peruano que no los toma en cuenta y
contra la propia población que no les brinda oportunidades de manera igualitaria, a pesar de
que existe la Ley General de Personas con Discapacidad (Ley N° 29973). Un acontecimiento
reciente sobre este tema fue cuando se realizó la organización de los juegos Panamericanos de
Lima 2019 no fue suficiente para incluir a las personas discapacitadas en la sociedad, a pesar
de los avances que han existido en diversos ámbitos en los últimos años, aún queda mucho
trabajo en la lucha por una sociedad equitativa.

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