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¿COMULGAR EN LA MANO?

IGNORANCIA Y RIESGO DE
SACRILEGIO. CONOZCA LA VERDAD.

por INFOVATICANA | 23 enero, 2014

No dejemos de leer este artículo, objetivo y riguroso en la verdad, sobre la


«comunión recibida en la mano». En breves y concretos párrafos, el autor
(un sacerdote de Canadá) desmonta la tópica argumentación que justifica la
comulgar en la mano con la praxis de los primeros cristianos. Y nos descubre
las oscuras intenciones de aquellas personas (o colectivos) que han
promovido esta manera de recibir la Eucaristía desde siglos atrás y sobre
todo desde la concepción protestante (o neo-protestante) que tiende a
reducir el sentido de presencia real eucaristica para suplantarla por un vago
simbolismo. No dejen de leer este artículo:

Comunión en la mano : consideraciones


históricas y patrísticas – Peligro de Sacrilegio
PELIGRO DE SACRILEGIO

CONSIDERACIONES HISTÓRICAS Y PATRÍSTICAS ACERCA DE LA


COMUNIÓN EN LA MANO

¿Fue alguna vez universal?

Cómo se nos ha contado la supuesta historia de la comunión en la mano.


En general, así se nos cuenta la historia de la Comunión en la mano: a partir
de la Última Cena y durante el tiempo de los apóstoles, la Santa Comunión se
daba, por supuesto, en la mano. Así era también durante la era de los
mártires. Y así siguió siendo durante la edad de oro de los Padres y de la
liturgia, después de la paz de Constantino.
La Comunión en la mano era dada a los fieles como nosotros hacemos ahora
(en los sectores más abiertos y más al día de la Iglesia). Y continuó siendo la
práctica común por lo menos hasta el siglo décimo. Por lo tanto, esa fue la
norma durante casi la mitad de la vida de la Iglesia.
Una magnífica prueba de ello se encuentra en el texto de San Cirilo de
Jerusalén (313-386) donde aconseja a los fieles “haced un trono con vuestras
manos donde recibir al Rey (en la Santa Comunión)”. Más adelante, este
Padre de la Iglesia aconseja un gran cuidado con cada fragmento que pueda
quedar en las manos, así como uno no dejaría caer el oro al piso, así también
se debe tomar un gran cuidado cuando se trata del Cuerpo del Señor.
Cómo y cuando se habría pasado de la comunión en la mano a la comunión
en la boca. De acuerdo a la historia comúnmente divulgada, el cambio en la
manera de recibir el pan consagrado se dio de la siguiente manera: en la
Edad Media hubo ciertas distorsiones de la fe y/o en la aproximación a la fe,
que se fueron desarrollando gradualmente.
Se desarrolló un excesivo temor de Dios y una correlativa preocupación por
el pecado, el juicio y el castigo; un énfasis sobredimensionado en la divinidad
de Cristo, que constituía una virtual negación o por lo menos disminución de
Su sagrada humanidad; un exagerado énfasis en el papel del sacerdote en la
sagrada liturgia; y una pérdida del sentido de comunidad, que de hecho es la
Iglesia.
En particular, debido al énfasis excesivo en la adoración a Cristo en la Santa
Eucaristía y a una concepción demasiado estricta en lo relativo a las
cuestiones morales, la Sagrada Comunión se hizo cada vez menos frecuente.
Se consideraba suficiente fijar los ojos en la Sagrada Hostia durante la
elevación (de hecho, esta práctica decadente de la “elevación” –porque el
desprecio por este período continúa– y la también poco saludable Exposición
y Bendición del Santísimo Sacramento, encuentran sus orígenes en esos
desafortunados tiempos medievales, un período cuyas prácticas litúrgicas
haríamos bien en sacarnos de encima).
Fue en esa atmósfera y bajo esas circunstancias que se comenzó a restringir
la práctica de la Comunión en la mano. La práctica de que el celebrante
colocara directamente la hostia en la boca del comulgante se desarrolló y,
triste es decirlo, se impuso.
La conclusión es muy clara: deberíamos dejar de lado esta costumbre cuyas
raíces se encuentran en esa edad obscura. Deberíamos prohibir o al menos
desaconsejar esta práctica que no permite a los fieles “tomar y comer”, y
volver a los usos prístinos de los Padres y los Apóstoles: la Comunión en la
mano.

***
¡Qué historia tan conmovedora! Lástima que no sea verdadera.

La verdadera historia.
Los Papas, Santos Padres.

El Sagrado Concilio de Trento declara que es una Tradición Apostólica la


costumbre de que sólo el sacerdote que celebra la Misa se dé la Comunión a
sí mismo (con sus propias manos) y que los fieles la reciban de él1.
Un estudio más riguroso de las evidencias disponibles en la historia de la
Iglesia y de los escritos de los Padres, no apoya la aserción de que la
Comunión en la mano era una práctica universal que fue gradualmente
suplantada y efectivamente reemplazada por la práctica de la comunión en
la mano. Más bien, los hechos parecen apuntar a una conclusión diferente.
El Papa San León Magno (440-461), ya en el siglo V, es un testigo temprano de
la práctica tradicional. En sus comentarios al sexto capítulo de San Juan,
habla de la Comunión en la boca como del uso corriente: “Se recibe en la
boca lo que se cree por la Fe” 2. El Papa no habla como si estuviera
introduciendo una novedad, sino como si fuera un hecho ya bien establecido.

Un siglo y medio más tarde, pero todavía tres siglos antes de que la práctica
fuera supuestamente introducida (según el relato comúnmente difundido al
que antes hicimos referencia) el Papa San Gregorio Magno (590-604) es otro
testigo. En sus Diálogos (Roman 3, c. 3) relata cómo el Papa San Agapito obró
un milagro durante la Misa, después de haber colocado la Hostia en la lengua
de una persona. También Juan el Diácono nos habla acerca de esta manera
de distribuir la Santa Comunión por ese Pontífice.
Estos testigos son del siglo V y VI. ¿Cómo se puede razonablemente decir que
la Comunión en la mano fue la práctica oficial hasta el siglo X? ¿Cómo
alguien puede sostener que la Comunión en la boca es una invención
medieval? No estamos afirmando que en ninguna circunstancia los fieles la
hayan recibido en sus propias manos. Pero, ¿en qué circunstancias? Parece
que desde muy temprano era usual que el sacerdote colocara la Sagrada
Hostia en la boca del comulgante.

Excepciones

Sin embargo, en tiempos de persecución, cuando no había sacerdotes


disponibles, y los fieles llevaban el Santísimo a sus casas, se daban la
Comunión a sí mismos, con sus propias manos. En otras palabras, antes que
quedar totalmente privados del Pan de Vida, podían recibirlo en la mano,
cuando no hacerlo implicaba quedar privados de este imprescindible
alimento espiritual. Lo mismo se aplicaba a los monjes que se habían
retirado al desierto, donde no disponían del ministerio de un sacerdote y no
querían dejar la práctica de la Comunión diaria.

Resumiendo

Para resumir, la práctica era que se podía tocar la Hostia cuando no hacerlo
equivalía a quedar privado del Sacramento. Pero cuando había un sacerdote,
no se la recibía en la mano. Así, San Basilio (330-379) afirma claramente que
sólo está permitido recibir la Comunión en la mano en tiempos de
persecución o, como era el caso de los monjes en el desierto, cuando no
hubiera un diácono o un sacerdote que pudiera distribuirla. “No hace falta
demostrar que no constituye una falta grave para una persona comulgar con
su propia mano en épocas de persecución cuando no hay sacerdote o
diácono” (Carta 93). Lo que implica que recibirla en la mano en otras
circunstancias, fuera de persecución, será una grave falta3. El Santo basa su
opinión en la costumbre de los monjes solitarios, que reservaban el
Santísimo en sus celdas, y en ausencia de sacerdote o diácono, se daban a sí
mismos la Comunión.
En su artículo “Comunión” en el Dictionnaire d’Archéologie Chrétienne,
Leclercq afirma que la paz de Constantino llevó la práctica de la Comunión
en la mano a su fin. Esto reafirma el razonamiento de San Basilio, que la
persecución era la que creaba la alternativa de recibir la Comunión en la
mano o verse privado de Ella. Cuando la persecución cesó, evidentemente la
práctica de la Comunión en la mano persistía aquí y allí. Era considerada
como un abuso por la autoridad de la Iglesia, puesto que era juzgada
contraria a la costumbre de los Apóstoles. Así, el Concilio de Rouen que se
reunió en el año 650, dice: “No se coloque la Eucaristía en las manos de
ningún laico o laica, sino únicamente en su boca”.
El Concilio de Constantinopla, conocido como in trullo (por no ser uno de los
concilios ecuménicos realizados allí) prohibía a los fieles darse la Comunión
a sí mismos (que es lo que sucede cuando la Sagrada Partícula es colocada en
la mano del comulgante). Decretó una excomunión de una semana de
duración para aquellos que lo hicieran en la presencia de un obispo, un
sacerdote o un diácono.

San Cirilo (siglo IV): un texto dudoso.

¿Y San Cirilo? Por cierto, los promotores de la “comunión en la mano”


generalmente no mencionan las evidencias que acabamos de exponer. En
cambio, utilizan constantemente el texto atribuido a San Cirilo de Jerusalén,
quien vivió en el siglo IV, al mismo tiempo que San Basilio. El Dr. Henri
Leclercq resume las cosas como sigue: “San Cirilo de Jerusalén recomendaba
a los fieles que cuando se presentaran a recibir la Comunión, debían tener la
mano derecha extendida, con los dedos unidos, sostenida por la mano
izquierda, con la palma en forma cóncava; y que en el momento en que el
Cuerpo de Cristo era depositado en su mano, el comulgante debía decir:
“Amén”. Pero el texto continúa. También propone lo siguiente: “Santifica tus
ojos con el contacto del Cuerpo Sagrado … Cuando tus labios estén todavía
húmedos, lleva tu mano a tus labios, y pasa tu mano sobre tus ojos, tu frente
y tus otros sentidos, para santificarlos”. Esta recomendación bastante
original (¿o más bien supersticiosa? ¿irreverente?) llevó a los eruditos a
cuestionar la autenticidad de dicho texto. Algunos piensan que tal vez hubo
una interpolación, o que fue el sucesor del santo quien escribió tal cosa. No
es imposible que este texto fuera realmente del Patriarca Juan, quien sucedió
a Cirilo en Jerusalén. Pero este Juan era de dudosa ortodoxia. Sabemos todo
esto por la correspondencia de San Epifanio, San Jerónimo y San Agustín.
Por lo tanto, a favor de la Comunión en la mano tenemos un texto de origen
dudoso y de contenido cuestionable.
Y por el otro lado, tenemos testigos confiables, incluyendo a dos grandes
papas, de que colocar la Sagrada Hostia en la boca del comulgante ya era
común y ordinario en el siglo V.

¿Clericalismo?

¿No es una forma de clericalismo permitir al sacerdote tocar la Hostia y


prohibírselo a los fieles? De ningún modo, pues a los sacerdotes sólo les
estaba permitido tocar el Santísimo Sacramento en casos de necesidad. En
efecto, aparte del celebrante de la Misa, nadie que recibiera la Comunión,
aunque fuera sacerdote, podía hacerlo en la mano. De tal modo que, en la
práctica tradicional del Rito Romano, si un sacerdote estaba oyendo Misa (y
no celebrando) y deseaba recibir la Sagrada Comunión, no lo hacía en sus
propias manos: la recibía de otro sacerdote, en la lengua. Lo mismo sucedía
con un Obispo. Lo mismo si se tratara de un Papa. Cuando San Pío X, por
ejemplo, estaba en su lecho de muerte, en Agosto de 1914, y se le administró
la Sagrada Comunión como Viático, no la recibió, y no le estaba permitido,
recibirla en la mano: la recibió en la lengua de acuerdo a la ley y a la práctica
de la Iglesia Católica. Esto confirma un punto fundamental: por principio de
reverencia, la Hostia no debe tocarse innecesariamente. Obviamente alguien
debe distribuir el Pan de Vida. Pero no es necesario hacer de cada hombre,
de cada mujer y de cada niño su propio “ministro de la Eucaristía” y
multiplicar la manipulación torpe y chapucera y el peligro de que se caigan y
se pierdan Fragmentos eucarísticos. Aún aquellos cuyas manos fueron
especialmente consagradas para tocar la Sagrada Eucaristía, particularmente
los sacerdotes, no deben hacerlo sin necesidad.

12 OBJECIONES VÁLIDAS

Es tiempo de hacer todo lo razonablemente


posible y lícito para disuadir la práctica de la Comunión en la mano.

En realidad, hace ya bastante tiempo que hemos comenzado a hacerlo. Es


mucho mejor recibir la Santa Comunión en la forma tradicional que recibir
la Sagrada Hostia en las manos. Es verdad que en Canadá y en los EE.UU. uno
puede, con las debidas precauciones, recibirla «en la mano», pero es mejor
recibirla en la boca. Expondremos aquí 12 razones que lo justifican.

1. La legalidad de ambos métodos.

Es ley de la Iglesia universal, en el Rito Latino (al que pertenecemos la


mayoría de nosotros), que se reciba la Comunión en la forma tradicional.
Recibirla en la mano es solamente un «indulto» o concesión que está en
vigencia en uno que otro lado, pero que no existe en la mayor parte del
mundo. Por ejemplo, se la autorizó por un tiempo en Filipinas, pero luego los
obispos cambiaron de parecer y revocaron el permiso. Otra forma de ilustrar
este mismo punto es recordar que, en aquellos países en los que la Santa
Sede otorgó el indulto para recibir la comunión en la mano, cualquier obispo
puede prohibir la práctica. Pero, ningún obispo tiene autoridad para
prohibir recibir la comunión en la forma tradicional: en la boca. O sea que,
desde el punto de vista de la norma litúrgica, las dos formas están bastante
lejos de ser lo mismo. Además, se debe destacar que la legislación pertinente
nos «urge y exhorta enfáticamente» a todos a recibir la comunión en la
forma tradicional, denominada oficialmente como «la más reverente». Uno
podría buscar en vano algún estímulo por parte de la autoridad suprema de
la Iglesia para recibir la comunión en la mano. En realidad, del único modo
en que se la menciona en documentos oficiales es en forma precautoria.
Puede recibirse reverentemente, pero ¡cuidado! En algunos países se ha
introducido la práctica habitual de recibirla en la mano.

Esta práctica ha sido solicitada por conferencias episcopales particulares,


que han recibido aprobación de la Sede Apostólica. No obstante, se han
informado casos de una lamentable falta de respeto hacia las especies
eucarísticas, atribuible no sólo a la culpa de las personas sino también a los
pastores de la iglesia, quienes no han tenido el celo necesario sobre la actitud
de los fieles respecto de la Eucaristía. También sucede que algunas veces no
se ha tenido en cuenta la libre opción de los fieles por seguir recibiendo la
Eucaristía en la lengua en aquellos lugares en los que se ha autorizado la
Comunión en la mano. Por lo tanto, es inevitable mencionar, en el contexto
de esta carta, el penoso fenómeno que acabamos de referir. Esto de ninguna
forma se aplica a quienes, al recibir a Nuestro Señor Jesucristo en la mano, lo
hacen con profunda devoción y reverencia, en aquellos países en que esta
práctica ha sido autorizada (Papa Juan Pablo II, Dominicae Coenae, 11). En
Memoriale Domini (SS Pablo VI), que otorgó la concesión original, y en la
carta a los nuncios que en todos y cada uno de los casos acompañó a ese
indulto, la autorización para la comunión en la mano fue resguardada con
tantas precauciones que algunos han llegado a la conclusión de que, en
realidad, en la gran mayoría de los países en donde parecería ser legal,
todavía no está permitida.

La comunión en la mano comenzó a difundirse a principios de la década


de 1960 en los círculos católicos de Holanda. Se trató de un caso de
flagrante desafío y desobediencia a la autoridad eclesiástica y a su ley.

2. Procedencia del uso de la Comunión en la mano.

El origen de la presente práctica de la comunión en la mano en la cristiandad


de Occidente puede rastrearse hasta la Revolución Protestante o «Reforma».
Algunos dirán que es la reimplementación de una costumbre antiguamente
universal y venerable. Nos ocuparemos de este argumento más adelante.
Pero aun cuando ése fuera el caso, de que antiguamente hubiera sido una
costumbre de la Iglesia Católica, difícilmente pueda considerarse ortodoxa su
introducción en el siglo XVI. Más bien, fue una forma de manifestar la
negación de la Presencia Real como lo enseñaran Cristo y Su Iglesia y de la
autenticidad del Sacerdocio Católico. Es la consecuencia, a nivel litúrgico, de
una herejía previa.

Es bien sabido que la comunión en la mano comenzó a difundirse durante el


comienzo de la década de 1960 en los círculos católicos de Holanda. Entonces
comenzó como un remedo del uso protestante o, lo que parece más probable,
como un falso «arqueologismo», esto es, como una idolatría de supuestas
costumbres de la Iglesia antigua. Esto implicó un olvido (¡o una negación!) de
la verdad y de la evolución de la doctrina de la Eucaristía Católica hacia una
forma más clara e inequívoca. Implicó un rechazo de lo que, en realidad, nos
había sido legado con la evolución natural de la Liturgia. Se trató de un caso
de flagrante desafío y desobediencia a la autoridad eclesiástica y a su ley. El
deseo de esta costumbre no procedió de la autoridad suprema de la Iglesia,
que se oponía a ella, ni tampoco de las filas de los fieles de Cristo (quienes,
por definición, mantienen su fe en el dogma de la transubstanciación) que
jamás solicitaron semejante práctica. Más bien, procedió de los cuerpos
intermedios de la Iglesia y del «estamento litúrgico» en particular, y de un
modo típicamente revolucionario. Cuando llegó el momento de comenzar a
presionar para lograr la práctica en América del Norte, no siempre se
recurrió a medios honestos. En realidad, se emplearon formas de engaño o,
por lo menos, de «desinformación». Es mejor echar un manto de olvido sobre
la sordidez de los detalles, pero si alguien cuestionara que las cosas se
hicieron de este modo, se puede conseguir una amplia documentación para
atestiguarlo. Podemos resumir que el uso de la comunión en la mano surgió,
en épocas modernas, de la herejía y la desobediencia. ¿Es esto lo que nos
inspira el Espíritu Santo cuando se trata de efectuar algún cambio litúrgico
deseado? Bien cabe pensar que es otro espíritu el que estuvo obrando.

3. LAS PARTÍCULAS.

Si analizamos la costumbre de colocar la Sagrada Hostia en la mano del que


comulga, inmediatamente nos viene a la mente un dogma de la Iglesia: la
presencia eucarística de Cristo comienza en el momento de la consagración y
perdura mientras permanezcan las especies eucarísticas. Cristo está presente
completo e íntegramente en cada una de las especies y en cada uno de sus
fragmentos, de modo tal que partir el pan no fragmenta a Cristo. [Nota 205:
Cf. Concilio de Trento: DS 1641.] (CCC, 1377). El Catecismo romano lo
establece de esta forma: Cristo, completo e íntegramente, está contenido no
solamente en cada una de las especies, sino también en cada una de las
partículas de ambas especies. Cada uno, afirma San Agustín, recibe a Cristo,
el Señor, y a Él completo en cada porción. El no disminuye al ser dado a
muchos, sino que se da completo e íntegramente a cada uno … el cuerpo de
Nuestro Señor está contenido completo e íntegramente hasta en la más
mínima partícula del pan. Por lo tanto, debe tenerse gran reverencia, respeto
y cuidado con estas partículas. Puesto que de esto se trata, ¿por qué
habríamos de multiplicar el número de personas que manipulan la Sagrada
Hostia, algunas de las cuales son torpes, o no ven bien, o no se preocupan, o
no saben, etc., etc? Para aquellos que creen con una fe viva, la siguiente
pregunta bastaría para poner fin a la práctica de la comunión en la mano:
«¿Qué pasa con las Partículas?»

4. ¿Quiénes promueven la comunión en la mano?

Quienes pertenecen a la corriente principal del establishment litúrgico (y sus


seguidores) y promueven la comunión en la mano son los mismos que, en su
mayoría, sienten desagrado, en general, por el culto al Señor en la Santa
Eucaristía y, en particular, por la Adoración perpetua. Los liturgistas
modernos no se destacan particularmente por otorgar un énfasis firme y
merecido a la Presencia Real corporal y personal de Cristo Nuestro Señor en
la Santa Comunión. En realidad, inclusive la desalientan. Nuestra atención se
centra en la comunidad, dicen. En general, podemos aplicar a los
tergiversadores (intencionados o no) de la doctrina y la práctica católicas
referidas a la Misa, las palabras de G. K. Chesterton: ellos son culpables
«desde la idolatría de lo intermediario hasta el olvido de fin último». Bien,
éstos son los que promueven la comunión en la mano. Y son ellos los que
tienen aversión y los que desalientan la forma tradicional de recibir la
comunión. ¿Por qué?

5. «Comunión en la mano» es un término erróneo.


Colocar la Sagrada Hostia en la mano de una persona no es darle la Santa
Comunión. El sacramento de la Santa Comunión consiste en comer el Pan de
Vida. En realidad, lo que sucede aquí es que cada persona que recibe la
Sagrada Hostia en su mano, se está administrando a sí misma la Santa
Comunión. Cada persona se constituye en su propio ministro de la Comunión
(lo excepcional pasa a ser la regla). De este modo, el ministerio de los
sacerdotes (y de los diáconos) o incluso el de los legítimos ministros
extraordinarios de la Santa Comunión, queda eclipsado o incluso anulado. Se
ha sugerido que esta práctica debería ser rebautizada como «autocomunión
manual ordinaria».

6. La Comunión en la mano es excesivamente informal.

¿Qué clase de alimentos tomamos con las manos? A menudo, en nuestra


«cultura», lo hacemos con aquellos alimentos a los que no les prestamos
atención. Comemos pochoclo con las manos, al que no prestamos la mínima
atención, mientras nuestros ojos están fijos en la pantalla del cine. Nos
llevamos a la boca bocados crocantes mientras conversamos. Especialmente
con los niños, pero no solamente con ellos, parece bastante necio asociar esto
con la Santísima Eucaristía.

7. Por sus frutos …

Debemos ser rigurosamente honestos con nosotros mismos. Esta práctica,


¿ha fortalecido y clarificado realmente nuestra fe en la Presencia Real?
¿Ha producido una mayor devoción a la oración, más amor y más caridad
fraterna? ¿Mostramos un mayor temor reverente al tomar el Cuerpo de
Nuestro Señor en nuestras manos? Existe por lo menos un fruto que no
proviene obviamente de la introducción de esta práctica; y es un rasgo
también de la reforma general más
amplia de la liturgia: se ha dañado la unidad.
Es también opinión del autor que, por lo menos, la comunión en la mano
debe compartir la culpa por la pérdida de fe de los católicos en la Presencia
Real de Cristo.

8. ¿Fue alguna vez universal?

Para demostrar que la Comunión en la mano fue universal alguna vez, suele
citarse un texto particular de San Cirilo de Alejandría, en el que explica cómo
debemos hacer un trono de nuestras manos para recibir al Rey. Sin embargo,
lo que habitualmente no se observa es lo que cualquier patrista confiable
podría verificar: que el texto en cuestión es de origen dudoso. En realidad, es
más factible que proceda de un obispo X, nestoriano. Además, contamos con
los textos de San León Magno, San Gregorio el Grande … y los de San Basilio,
etc.

9. La Última Cena. ¿Recibieron realmente los apóstoles la Comunión en


la mano en la Última Cena?

En general se supone que sí. Pero aunque así hubiera sido debe tenerse
presente que los propios Apóstoles eran sacerdotes o, incluso, obispos. Pero
no debemos olvidar la costumbre hospitalaria del Medio Oriente, que se
practicaba en tiempos de Jesús y que todavía subsiste: se alimentaba a los
propios huéspedes sirviéndoles con la mano, colocando un bocado simbólico
en la boca del convidado. Tenemos prueba de esto en las Escrituras: Nuestro
Señor embebió un trozo de pan en vino y se lo ofreció a Judas. ¿Colocó el
bocado mojado en la mano de Judas? Habría resultado algo engorroso.
¿Acaso no se dirigió a aquél más tarde en el Monte de los Olivos llamándolo
«amigo» en el gesto de hospitalidad que hemos mencionado? Y entonces,
¿por qué no haberlo hecho con su Santa Comunión, «dándose a Sí Mismo con
Su propia mano?».

10. Consideraciones a partir de las Escrituras.

En la Santa Comunión recibimos la Palabra hecha carne. Cuando Ezequiel


recibió la palabra de Dios, en forma maravillosa, pero inferior a como la
recibimos nosotros, fue así: «Y [el Señor] me dijo: … ‘Pero tú, hijo de hombre,
escucha lo que te digo; no te rebeles como la casa rebelde; abre tu boca, y
come de lo que Yo te doy’. Y cuando miré, he aquí que una mano estaba
extendida a mí, ¡he aquí!, en ella, un rollo escrito … Y Él me dijo, ‘Hijo de
hombre, come lo que te he ofrecido; come este rollo, y ve a hablar a la casa
de Israel’. Así que abrí mi boca, y Él me dio a comer el rollo [‘Y abrí mi boca,
y Él me hizo comer aquel libro’ = 97 Vulgata]. Y me dijo, ‘Hijo de hombre,
come este rollo que te doy y llena tu estómago con él. Entonces lo comí, y en
mi boca supo dulce como la miel» (Ez. 2:1,8,9; 3:13, RSV). No dice que el
profeta extendiera su propia mano, sino que abrió su boca. ¿Y no es esto
acaso lo adecuado, puesto que hemos de recibir la palabra como niños
pequeños, sea ésta el pan de la doctrina o el Pan bajado del Cielo? En otra
parte, en un salmo con evidente profecía, con alusiones a la Eucaristía y que
se emplea en el oficio de Corpus Christi, el Señor nos dice: «Yo soy el Señor tu
Dios, que te trajo de la tierra de Egipto. Abre bien tu boca que la llenaré …
Pero Yo alimentaré a Israel con el trigo más fino y Yo la llenaré con miel de la
roca». Dice «Yo la llenaré», y no «llenadla vosotros mismos». Admitamos que
esto no constituye una prueba, pero apunta en una dirección determinada.

11. Verdaderas consideraciones ecuménicas y entre uno y otro rito.

Si dirigimos una mirada al mundo católico, a los veintiún ritos de la Iglesia


verdadera, debemos preguntar: «Ellos, ¿cómo reciben la Comunión?» Si el
autor no está equivocado, difícilmente o jamás reciben la Comunión en la
mano. Y en las circunstancias excepcionales en las que lo hacen, o en días
especiales, la reciben de una manera muy distinta a la que nosotros lo
hacemos, esforzándose en purificar sus manos antes y después de recibir la
Comunión. Además, debemos preguntarnos si la propaganda a favor de la
comunión en la mano por parte de los liturgistas modernos no resulta
profundamente ofensiva para nuestros hermanos católicos de los otros ritos,
así como cuando se dice que recibir la Santa Comunión en la forma
tradicional es algo «infantil». Y si miramos a aquellos hermanos separados
que comparten con nosotros una fe explícita y ortodoxa en la Santa
Eucaristía, debemos también preguntarnos:
«Ellos, ¿cómo reciben la Comunión?» Además, ¿puede promover una
verdadera unidad cristiana el actual estado de decadencia de nuestra
práctica eucarística, debida en gran parte a la comunión en la mano?

12. El Papa y la Madre Teresa de Calcuta.

Es bien sabido que el Santo Padre no es un entusiasta de la comunión en la


mano. En su Polonia natal, esta costumbre es todavía ilegal, como lo es
ciertamente en el plano de la Iglesia Universal. Hasta hace poco, tampoco
estaba permitida en la Basílica Vaticana. Todas las religiosas de la Madre
Teresa están unidas, tanto por medio de las muchas horas de oración que
pasan frente al Santísimo Sacramento, como por su forma de recibir la Santa
Comunión: en la boca. Y nunca se ha negado, sino que ha sido
implícitamente confirmado, que cuando la Madre Teresa fue interrogada
sobre lo que más le preocupaba de este mundo, contestó: «la comunión en la
mano.»
Conclusión.

Santo Tomás de Aquino nos recuerda que la veneración debida requiere que
el Santísimo Sacramento sólo sea tocado por lo que ha sido consagrado. El
cristiano, mediante el bautismo, ha sido consagrado para recibir al Señor en
la Santa Comunión, pero no para distribuir la Sagrada Hostia a otros ni para
tocarla si no hay necesidad. «Tocar las sagradas especies y distribuirlas con
sus propias manos es un privilegio del que ha sido ordenado, de quien
denota una participación activa en el ministerio de la Eucaristía» (Juan Pablo
II, «Dominicae Coenae», 11).

Notas:

1. El Sagrado Concilio de Trento declaró que es de Tradición Apostólica la


costumbre de que sea solamente el sacerdote que celebra la Misa quien se
administre a sí mismo la Comunión (con sus propias manos) y que los laicos
la reciban de él (ses. 13, c. 8): «En cuanto a la recepción del Sacramento,
siempre ha sido la costumbre de la Iglesia de Dios, que los laicos reciban la
Comunión de los sacerdotes; pero que los sacerdotes celebrantes se den la
comunión a sí mismos; tal costumbre, en cuanto a que ha sido legada por la
tradición apostólica, debe, por razón y justicia ser mantenida» (In
sacramentale autem sumptione semper in Ecclesia Dei mos fuit, ut laici a
Sacerdotibus communionem acciperent; Sacerdotes autem celebrantes
seipsos communicarent: qui mos, tamquam ex traditione Apostolica
descendens, jure, ac merito retinere debet).

2. El Papa San León Magno (440461), ya en el s. V, es un testigo inicial de la


práctica tradicional. En sus comentarios sobre el capítulo sexto del Evangelio
según San Juan se refiere a la comunión en la boca como el uso habitual: «Se
recibe en la boca lo que se cree por la fe» («Hoc enim ore sumiter quod fide
creditur», Serm. 91.3). El Papa no habla como si se refiriera a una novedad,
sino como de un hecho bien establecido.

3. Cuando hay sacerdote, no se la recibe en la mano. Así, San Basilio (330379)


dice claramente que recibir la comunión en la propia mano debe estar
permitido sólo en tiempos de persecución o, como es el caso de los monjes en
el desierto, cuando no hay diáconos ni sacerdotes que puedan administrarla.
«No hace falta demostrar que no constituye una falta grave que una persona
comulgue con la mano en tiempos de persecución, cuando no hay ni
sacerdotes ni diáconos » (Carta 93, el énfasis es del autor). El texto implica
que, recibir la comunión en la mano en otras circunstancias, a excepción del
caso de persecución, constituiría una falta grave. Sería exactamente como si
yo dijese, «Faltar a la Misa del domingo no constituye una falta grave si uno
debe cuidar a un enfermo». Esto implica que (algo que ya sabemos), cuando
no existe esa causa que la excuse, perder la Misa sería una falta grave.

R. P. Paul McDonald (Cura Párroco)


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